jueves, 24 de marzo de 2011

Introducción a la meditación

La meditación se elabora principalmente como una ciencia por los pueblos orientales para facultar a la conciencia del devoto la experiencia directa y adquirir información objetiva sobre sí mismo, aprehender su naturaleza original y su relación con la Creación, con los demás seres vivos.
Esta ciencia nace como una fuente de inspiración para descubrir el mundo interior e ir más allá de los estados superficiales de la mente, es una herramienta indispensable para establecer el saber, el conocimiento transcendente, el cual se halla por encima del recibido por los sentidos y se opera con el intelecto.
Esta disciplina es uno de los pilares del auto-conocimiento. Su práctica adecuada permite la interiorización; se caracteriza por ser un método de investigación integral, personal y científico, a través de sus fases suministra un genuino modus-operandi didáctico que encauza estados superiores de conciencia y posibilita un conocimiento cabal, revelado, sobre sí mismo y del mundo que nos rodea, de las leyes que rigen la naturaleza.
Los constantes estímulos y excesivas demandas de la vida diaria arrastran a las personas a una continua actividad física, mental y emocional que conlleva un considerable desgaste de energía vital, lo cual nos debilita física y psicológicamente.
El creciente interés por la meditación en Occidente ha acarreado que científicos, especialmente del campo de la medicina hayan realizado investigaciones sobre su repercusión en la salud y bienestar físico y mental, demostrando que ejerce efectos muy beneficiosos tal como ayudar a potenciar el sistema inmunitario, regular la presión arterial y los cambios hormonales que provoca el estrés, entre otros.
A nivel psicológico los bien-hechos de la práctica de esta disciplina son obvios por quien la ejerce de forma apropiada, sin embargo, sus mejores logros se extienden hacia la realización personal.
Estos importantes descubrimientos sobre el organismo físico corresponden a la parte más exterior, superficial, de la práctica de esta disciplina; estos beneficios son la primera consecuencia de la relajación física y, en un grado superior, de la profundidad o intensidad de los estados interiores de paz, serenidad y silencio de la mente.
Sin embargo, el auténtico provecho se realiza a nivel de la atención. Cuando esta práctica se consolida en el individuo su atención plena, concentrada, dinámica, en definitiva, consciente se despliega y facilita la experiencia directa, propia, cabal y objetiva sobre el objeto de meditación o contemplación.
Esta disciplina fructificó en el seno de los monasterios de Oriente y, no siendo desconocida en los templos de misterios de Occidente, se divulgó principalmente por místicos y filósofos en tiempos remotos ya que con su oportuna práctica, el asceta alcanza y refuerza sus facultades internas, le proporciona lucidez, discernimiento, comprensión creadora.
El fruto más eficiente de la meditación para quien la practica es abrir y utilizar todo su potencial inteligente, dirigir toda la luz interior disponible, su atención consciente, sobre aquello que lo mantiene en la ignorancia, le hace sufrir, le produce miedo, inseguridad,… lo aprehenda de raíz y erradique de su psiquis.
Sin la práctica de esta ciencia no es posible un genuino desarrollo anímico ni el equilibrio interior ni el florecimiento de las virtudes humanas.
Las primeras fases de la meditación enseñan al estudiante a relajarse física y psicológicamente con el objetivo de adquirir serenidad y armonía en el pensamiento y la emoción. Más adelante, según el practicante ahonda en etapas avanzadas y domina la concentración descubrirá paulatinamente valores internos que le acercan a lo mejor de sí mismo; facultades que se hallan en estado latente, olvidadas en muchos casos, en lo más profundo de la psiquis, tales como la capacidad de ser paciente, de saber escuchar, de amar al prójimo, de ser tolerante, vivir la paz interior, en armonía con el medio, ser feliz, tener discernimiento, inteligencia práctica,…
El ser humano, de vez en cuando, se halla confrontado a situaciones desagradables, incluso amargas, requiere valor para enfrentarse a ellas, sensatez para concretar soluciones y tomar decisiones, serenidad para no empeorarlas. Muchas circunstancias requieren paciencia, una dosis de sacrificio personal,… La psiquis reacciona ante los problemas generando preocupaciones en lugar de resolverlos, esto acarrea un notable deterioro emocional, mental y físico
A través de esta ciencia, arropado en el silencio mental, muchos practicantes hallan las respuestas a sus reflexiones o preocupaciones de la vida. Ésta asiste a quien la práctica en estas circunstancias para que alcance una existencia digna, refuerce virtudes y no sufra de sus carencias, consiga aumentar su calidad de vida interior y bienestar.
La meditación progresa en diferentes fases o etapas las cuales proponen objetivos concretos, el alumno debe asentarse firmemente en la anterior antes de avanzar hacia el paso siguiente, por ejemplo, es inoportuno pretender relajarse mentalmente si previamente no se ha conseguido físicamente. Su práctica es un viaje donde la atención empieza en la periferia (cuerpo físico) y se dirige hacia el centro de la psiquis.
Esta disciplina dispone unas condiciones apropiadas para la interiorización, imposible de obtener en los escenarios de la vida común y corriente, de forma espontánea y natural habilita:
Ø        Una relajación y un aislamiento físico, para la práctica de la meditación no se requieren los sentidos físicos ni el cuerpo físico. Los diferentes métodos de relajación guían al organismo a descansar, a dormirlo manteniendo la atención consciente.
Ø      Un aislamiento psíquico, la aplicación de las diversas técnicas conducen al alumno a penetrar en el mundo íntimo y adquirir una separación psicológica, mantener una suficiente autonomía de la atención con respecto al mismo pensamiento, emoción o apetito que surgen del subconsciente.
Ø      Una relajación mental, el establecimiento de la quietud de la mente, indispensable para activar con más facilidad a la conciencia de Ser, el estado de presencia, el estar aquí y ahora, la objetividad en toda investigación.
Ø      Una concentración interior, la cual es el estado real de meditación. Arropado en el silencio interior y la concentración adecuada para contemplar cualquier escenario, preocupación u objeto de estudio que el practicante anhele aprehender profundamente por sí mismo. Los pasos del “conocimiento de lo Real” facilitada por la conciencia son: la imaginación, la inspiración y la intuición.
La meditación tiene la virtud de encausar la conciencia del devoto a la aprehensión de la realidad de forma objetiva, lo que es y no su apariencia. Todas las disciplinas encaminadas al conocimiento de sí necesitan de la práctica de esta ciencia por sus propias características. Cualquier yogui o monje oriental tiene plena conciencia que el análisis intelectual es insuficiente y superficial frente a la comprensión cabal de la conciencia.
Esta disciplina es un instrumento muy útil para el estudio y la aprehensión de las causas u origen de cualquier evento o estado interior, aporta una “visión clara” de todos los procesos que lo determina, tal como son las preocupaciones, tristezas, sufrimientos, errores, contradicciones, miedos,… y que condicionan la vida.
El asceta que se dedica seriamente a su práctica constata la no colaboración de la mente y la incapacidad del razonamiento lógico de profundizar en la experiencia de la Verdad, de las causas intrínsecas de los eventos o fenómenos naturales.
La mente reacciona de forma continua a los estímulos que provienen del exterior a través de los sentidos, dirige o condiciona todo pensamiento o sentimiento hacia el terreno conocido por ella misma, ya sea reforzando preconceptos o asociándolo a ideas depositadas anteriormente en la memoria.
La forma más elevada de cooperación de la mente en la práctica de la meditación es su pasividad, su silencio; el asceta convierte a la mente en un vehículo receptivo.
Cuando una persona inicia una nueva actividad siempre se enfrenta a diversos obstáculos para llevarla a buen término, esto mismo, experimentará quien se acerca a la práctica de esta ciencia. Se requiere cierta madurez para comprender que los primeros pasos son los que más resistencias acarrean debido a la escasa preparación psicológica del estudiante.
La ilusión por la “novedad” pronto le abandona y queda ante la evidencia que la meditación es una disciplina y como tal, invita a la paciencia, a la continuidad de propósitos o voluntad de acción para superar todos los inconvenientes que surgen tanto a la hora de decidirse por su práctica como en su realización.
La división de la meditación en etapas atiende a una forma didáctica en su ejecución. Otros autores, pueden considerar distintas fases a las expuestas por este tratado, sin que sea determinante en su práctica, si se respetan las pautas descritas anteriormente. Los nombres de estas etapas pertenecen a la tradición hindú.
Ø      Asana: Corresponde a la posición del cuerpo y a su relajación.
Es conveniente, en la medida de lo posible, buscar un entorno agradable y tranquilo, para disponer del aislamiento físico que requiere la práctica de esta disciplina. Es más sencillo aprender a meditar en un lugar donde hay paz ni nadie que nos interrumpa. Este espacio puede ser nuestra habitación o un área que acomodemos para ello.
La meditación no es una actividad física, pero requiere de la quietud del cuerpo; la relajación consiste en alcanzar su reposo, que no moleste. Hay que sobrepasar los impedimentos que el mismo organismo genera por su falta de costumbre a permanecer inmóvil y completamente descansado, sin que la psiquis se sumerja en el sueño.
Sentado en una posición confortable en un sofá, una silla, un cojín… incluso en decúbito dorsal, acostado; el estudiante se coloca en una postura cómoda para realizar la práctica sin dormirse. Se practica con los ojos cerrados y desatiende ruidos o sonidos que perturben su concentración. Hay que evitar ropas demasiadas apretadas que agobien o impidan una fluida respiración. Es importante mantener la espalda recta para evitar posibles lesiones por su continuada colocación inadecuada.
Salvo la contingencia de la espalda, la postura es intrascendente, secundaria, lo importante es el bienestar del organismo, sin una adecuada relajación física es inoportuno emprender la siguiente etapa que consistirá en una relajación mental, el establecimiento de un suficiente silencio y la no reacción, asociación o sucesivos encadenamientos de la mente a los pensamientos, ideas,... que surgen del subconsciente.
Aunque algunos aspirantes al principio encuentren dificultades, la relajación física es la etapa más sencilla de lograr, en el caso que éstas persistan, es conveniente acudir a un centro de meditación donde una persona con experiencia pueda asistirles.
Existen diferentes métodos destinados a este propósito que se expondrán más delante de forma didáctica, donde las técnicas más utilizadas son: la respiración, la imaginación y la concentración.
Recalcamos la importancia de la respiración y la imaginación. La entrada del aire en los pulmones de forma rítmica, controlada, con la oportuna atención a la distribución del oxígeno por todo el cuerpo a través de la sangre. Ésta es una parte substancial de la relajación, pues aporta a las células energía, reanimándolas, y a la vez proporciona bienestar y armonía a todo el organismo.
Ø        Pratyahara: Significa observación, contemplación, atención serena. El objetivo de esta etapa es adquirir la relajación mental. Una mente en paz que no reacciona, ni emite, se complace de su propio silencio, vibra bajo la armonía y estabilidad de las fuerzas subconscientes que emanan de diversos centros o funciones psicológicas.
Todas las técnicas elaboradas en esta fase se relacionan con la dinámica mental. La experiencia enseña que las dificultades, resistencias y los obstáculos que impiden la serenidad y el silencio de la mente se hallan principalmente en el subconsciente y en las mecánicas del razonamiento intelectual.
“Dirigir intencionalmente la atención u observación” sobre el pensar o sentir es muy distinto al hecho de pensar o sentir, son dos acciones diferentes que no tienen porque interferirse.
La dinámica mental consiste en la contemplación de los movimientos que surgen del intelecto, de la emoción o instinto con la voluntad de permanecer en el estado de observación plena hasta su reposo, equilibrio y la mente recupere su propia naturaleza receptiva, pasiva.
Las ideas, los pensamientos, conceptos,… emitidos por el subconsciente poseen una fuerza, una energía hipnótica. Éstos atraen la atención, la encarcela, establecen un proceso de asociación con otros pensamientos, crean razonamientos, discursos, juicios, fantasías, si hay sueño, imágenes,…
Este proceso es opuesto al silencio y a la paz interior que anhelamos en la meditación, nos distraen del estar presente en el aquí y ahora, duermen la conciencia de sí.
En lugar de adquirir un estado de reposo mental estamos cavilando, pensando mecánicamente.
La mente deriva la atención al pasado o al futuro, a nuestra casa, al puesto de trabajo, a la última visita, conversación, actividad,… según su propia inquietud, preocupación, aflicción,… finalmente, aleja al practicante de su propósito.
El objetivo consiste en “vivir el momento presente”, también conocido como el recordarse a sí mismo, velad sobre el pensamiento o sentimiento emitido sin que la atención plena, concentrada o conciencia sea absorbida por él.
Se facilita al pensamiento, a la idea o proyección alejarse de igual modo que apareció en la pantalla mental sin dejar huella. Si éste vuelve otra vez, nuevamente lo dejamos pasar. El practicante queda concentrado en el espacio o efímero silencio que existe entre pensamiento y pensamiento. En la medida que el proceso del pensar se ralentiza y se detiene, el silencio aumenta en amplitud, intensidad y profundidad.
La relajación mental se puede representar como si la mente fuera un cuenco que estuviera lleno y según emana pensamientos, ideas,.. ésta se vacía. Otra forma de simbolizarlo, es como un río que deja pasar la corriente de los pensamientos sin detenerlos ni irse detrás del flujo, la atención permanece en calma sin reaccionar.
Un error muy común de los principiantes en esta disciplina es intentar bloquear el proceso del pensamiento, levantado una pared donde la corriente de ideas se estrella y acumula. Esta actitud suele producir dolor de cabeza y, al final, la pared se derrumba provocando gran confusión, por lo que hay que evitarla. La observación serena no es reprimir el pensamiento es simplemente dejarlo desfilar.
Otra vertiente del error anterior, es establecer un conflicto entre la atención y la distracción o inatención. Esto genera una lucha que tensa la mente. Este hecho sucede cuando la mente ambiciona controlarse a sí misma, dividiéndose en dos.
Esta actitud, en ningún caso, acarrea el resultado anhelado, impide el libre fluir de la energía mental, no instaura el silencio ni la paz interior.
Muchos estudiantes persiguen el silencio en el intelecto a través de la voluntad en lugar del discernimiento y la separación psicológica, desean dejar de pensar y fuerzan, zarandean, atropellan,… la mente. En este caso, la lucha no permite el descanso de la misma y se vuelve más activa o se bloquea, causando oscuridad, estancamiento, despiste.
Mente-distracción es un binomio que posee la misma naturaleza, muy distinta a la naturaleza del par conciencia-atención. El neófito fácilmente mezcla o confunde estos términos y contribuye a que su práctica no alcance los resultados esperados.
Reflexione el practicante sobre la idea que todo pensamiento es forzosamente emitido por un pensador. Los pensamientos no surgen por generación espontánea.
Todo pensamiento posee la naturaleza de quien lo proyecta. Cuando la atención consciente capta, descubre al elemento emisor en el subconsciente, éste, por regla general, cesa su actividad, y aumenta el silencio.
Cuando se logra la quietud y el silencio de la mente, el subconsciente con todas sus preocupaciones, deseos, apetencias, temores, afectos, apegos,… se ausenta.
La concentración se define como reunir y mantener la atención sobre algún objeto. Cuanto más vacía y en silencio se halla la mente, mayor será la concentración de la atención y se abordará con más posibilidades de éxito la siguiente etapa.
Existen diferentes técnicas para alcanzar la serenidad mental que se expondrán a lo largo del tratado. Todo método debe tener presente lo aquí expuesto, para facilitar su ejecución.
Ø        Dharana: Significa concentración. Se considera la primera fase real de meditación, siendo las dos anteriores su preparación. Cuando el practicante obtiene serenidad y la mente descansa, empieza la fase de concentración en el objeto de estudio.
El medio de investigación que se utiliza en la meditación es la imaginación, la capacidad de visualizar y no el pensar ni razonar sobre un tema de reflexión.
Debemos distinguir cabalmente entre la imaginación y la fantasía.
Definiremos imaginación como la capacidad de “ver o representar en imágenes lo real” dentro del espacio mental. Por ejemplo, un arquitecto requiere imaginar el puente antes de confeccionar los planos, debe conocer cabalmente los perfiles del terreno, sus características, composición,… realizar cálculos para establecer el tipo de puente, los materiales empleados, la técnica de construcción,… un arquitecto elabora su proyecto sobre lo real y su creatividad se someterá a las constricciones físicas del lugar y a las leyes de la naturaleza.
Por el contrario, la fantasía, también conocida como imaginación mecánica, son proyecciones mentales que deforman la realidad o nada tienen que ver con ella. Fantasear es representar en imágenes en la mente cosas inexistente, irreales, ilusorias,… Un arquitecto no fantasea porque diseñaría un plano sin sentido.
La imaginación es creadora, una acción de la atención consciente, objetiva, en cambio, la fantasía recurre a la memoria, une o recompone fracciones de la misma para formar otras cosas que no existen, es una actividad subjetiva del razonamiento.
"La imaginación es más importante que el conocimiento". (Albert Einstein).
La concentración se realiza a través de la imagen de aquello que anhelamos investigar, comprender, ahondar en su sentido, significado o expresión.
Para el sabio imaginar es ver, contemplar lo real.
Expondremos un ejemplo como objeto de meditación y lo comentaremos en estas tres últimas fases.
Una vez adquirido el estado de silencio y serenidad física y mental, nos concentramos en la imagen de una semilla. Desarrollamos la imaginación visualizando como germina; sus raíces nacen, su tallo, poco a poco, se despliega, crece hasta convertirse en una planta. Vemos sus ramas, sus hojas, más adelante, sus flores, el tallo se hace más resistente, se convierte en tronco, aparecen los primeros frutos, así sucesivamente, hasta adquirir la madurez.
Después, de la recogida del fruto, visualizamos como las verdes hojas se vuelven amarillas, se marchitan, caen y se las lleva el viento; las ramas se secan, el árbol queda desnudo; la vida, en estado latente. Este proceso de nacimiento, crecimiento, por un lado, y de degradación, deterioro y decadencia de una planta, por el otro, está vinculado a todo lo existente en la naturaleza.
El observar, contemplar, imaginar de forma creadora, dinámica, este proceso, en estado de serenidad sin los conceptos, razonamientos, las emisiones o reacciones mecánicas de la mente, “activa la conciencia”, la cual aprehende como todo en la Creación nace, se desarrolla, alcanza un apogeo y, después inicia la etapa contraria, viene la caída, decadencia y muerte. La conciencia lo contempla como algo natural, sin el prejuicio de lo bueno o malo, comprende que este proceso de evolución e involución es coexistente y se manifiesta en todo lo creado.
La práctica de la meditación asienta con facilidad el conocimiento imaginativo. Nada de lo expresado anteriormente es ficticio, sucede continuamente en la naturaleza y según la imaginación sea lucida, se verá con más nitidez. Sin embargo, lo más importante de esta práctica es la colaboración de la mente, la cual debe permanecer en silencio, serena y sin reaccionar, para que la comprensión creadora se impulse, penetre, en el conocimiento inspirado.
La imaginación creadora puede utilizarse para todo aquello que anhelamos investigar, aprehender objetivamente, sin el proceso doloroso de las opciones, de las dudas, las cuales son síntoma de falta de lucidez e ignorancia.
En meditación, el estudiante se concentra, según su inquietud, por ejemplo, en una escena de la vida para comprender cuales fueron las causas de sus reacciones y conocerse a sí mismo por experimentación directa dejando de lado las conjeturas.
Puede contemplar un problema, centrarse en él, sin caer en la mecánica de las preocupaciones que generan confusión, oscurecimiento, en el intelecto, sufrimiento en lo emocional, y observando detenidamente sus componentes revelarse su solución, remedio o aceptación consciente del evento.
En estado de concentración sobre un aspecto de la existencia, visualizándolo, es posible la reflexión serena proporcionada por la paz interior, la atención presente, orientada a escuchar lo que los orientales llaman “La Voz del Silencio”.
Esta voz interior, propia, expresión de la inspiración, facilita las respuestas a los interrogantes que se plantean en el objeto de estudio, para alcanzarla se requiere provocar el sueño, una somnolencia controlada. El practicante debe aprender a cabalgar sobre el sueño para ahondar en niveles más profundos de la mente que se halla en equilibrio y serenidad.
Ø        Dhyana: Es la penúltima etapa de meditación, la fase de auténtica reflexión profunda. Se logra cuando la conciencia se manifiesta o expande a través de la atención espontánea y natural puesta en el objeto o imagen de concentración.
Para que esto acontezca la contemplación, atención o concentración se combina con el adormecimiento del estado de vigilia física. El asceta se acerca paulatinamente al estado de transición a la soñolencia consciente, es decir, sin dejarse llevar ni dominar por ella.
El sueño es la llave que nos abre el subconsciente, donde fuerzas desconocidas se mueven normalmente sin control y conducen al estudiante al hipnotismo, lo que conlleva el fracaso en muchas meditaciones.
Recordemos que la conciencia es una facultad del alma, el principio penetrante, un vehículo de conocimiento interior capaz de “aprehender de forma inmediata lo Real” y que se encuentra latente, incipiente, en todo ser humano.
A través de la somnolencia lúcida, la conciencia origina la inspiración, se accede a la inteligencia emocional. Este estado de meditación propicia la sutil, tenue y leve expresión y sensibilidad del alma.
La meditación abre la percepción interna, produce la reflexión serena.
Concibamos la reflexión serena a partir del contemplar una imagen o un principio de la naturaleza desde el ángulo interior, separada de todo interés propio, a través de la perspectiva de lo universal, intemporal, objetivo, y no desde los continuos procesos especulativos del pensamiento lógico o discursivo, propios de la actividad intelectual los cuales carecen del estado de vigilancia, presencia, de conciencia de sí.
Volviendo al ejemplo anteriormente expuesto sobre el nacimiento, crecimiento, florecimiento, la degradación y muerte de una planta, en esta fase reflexiva, el practicante empezaría a sentir su hondo significado; comprendería que este proceso es vital en la Creación; lo sentiría como propio, sin rechazo a sus componentes; captaría la causa de este devenir, apreciaría su belleza,… se sentiría inspirado por ella y feliz por aprehenderla; otras imágenes relacionadas aparecerían en el espejo de la mente, ampliarían su contenido. Esta experiencia cambiaría su forma de percibir el evento exterior y su forma de relacionarse con el mismo.
De igual manera, si visualizamos un problema, evento particular o escenario de la existencia, el estudiante sentiría su relatividad e impermanencia, lo comprendería cabalmente, aceptaría los elementos que no pueden cambiarse y la solución al mismo aplicando valores humanos. En esta etapa se libera el juicio interior, la capacidad de ser sensatos y comprensivos sobre el hecho investigado.
El conocimiento inspirado es más profundo que la imaginación, proporciona el sentir del objeto imaginado, contemplado o reflexionado; el practicante se siente impregnado de su ilustración.
Muchos artistas, músicos, científicos, místicos, estadistas y benefactores de la humanidad confiaron en la inspiración para crear, descubrir, tomar decisiones, llevar a cabo magnas empresas con pocos recursos, en una posición de debilidad y ante obstáculos aparentemente insuperables. Personajes tales como Buda, Sócrates, Marco Aurelio, Jesús, Milarepa, Juana de Arco, Hildegarda van Bingen, Ibn Arabi, San Juan de la Cruz, Amadeus Mozart, Leonardo Da Vinci, Albert Einstein, Mahatma Gandhi,… por poner unos ejemplos.
Ø        Samadhi: Esta etapa es la consecuencia de una óptima ejecución de las fases anteriores, nada más se puede obrar para la experimentación de la Verdad, el éxtasis místico, sunyata o vacío iluminador, es una vivencia propia del alma y sólo a ella obedece.
El samadhi se produce cuando la psiquis, la Esencia o conciencia, se libera de la botella de la mente como el genio de la lámpara de Aladino y se fusiona con una parte desconocida de sí mismo, lo que los hinduistas llaman Atman, la Mónada divina o el Ser espiritual que reside latente en todo ser humano. Los místicos cristianos lo llamaron “el Amado”.
La meditación o ciencia del recogimiento interior abre la puerta al conocimiento directo de sí mismo, se expresa la sensibilidad del alma, lo auto-revelado, también conocida como iluminación.
Más allá del razonamiento, de la lógica formal, se halla nuestra auténtica realidad, el noúmeno de toda cosa, las causas de los fenómenos, su origen, el porqué de los eventos, aquello que no se puede experimentar con los sentidos, tal como enseña Platón en el “Mito de la Caverna”.
El investigador alcanza el conocimiento intuitivo de aquello que examina, experimenta “La Verdad” completa, total, absoluta del objeto de meditación, su realidad última.
En el ejemplo comentado en las fases anteriores sobre la visualización de la semilla, aprehender intuitivamente su hondo significado implicaría que la conciencia se sumerge en una vivencia transcendente y muy particular de entendimiento de lo Real de la Creación.
El practicante comprendería la auténtica realidad de la vida, sus leyes, sus necesidades, los vínculos con la transformación de las energías y formas de la materia y su interdependencia con la degradación y muerte. En un grado superior, captaría el principio inteligente inmanente en toda expresión de la vida y se uniría por unos instantes con él.
Alcanzar la iluminación sobre lo que se medita significa que se adhiere luz, lucidez, en la psiquis. Según el grado de penetración de la intuición se establecerá el auténtico saber, el cual va acompañado de una transformación interior.
La expresión de la conciencia nos llena, transforma, cosechamos los cambios anhelados; por ejemplo después de una experiencia de lo Real, el miedo a lo desconocido se disuelve, se aminora. Cuando el asceta aprehende la Verdad sobre el objeto de meditación su conciencia se impregna de sus valores.
Si la experimentación directa concierne al Amor se inunda de sus valores, del mismo modo, si el objeto de estudio es la Libertad, la Verdad, la Compasión, la Creación,… se llenará de los atributos de cada uno de ellos según la vivencia.
"La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado al regalo". (Albert Einstein).
La práctica de esta disciplina nos introduce en la vivencia consciente, personal, de todo aquello que leemos, escuchamos, pensamos o sentimos sobre el plano ontológico. La experiencia propia reestablece el orden interno con respecto a todas las teorías, creencias, dudas y reservas mentales que se generan por las múltiples informaciones que se dispensan en todos los libros, enciclopedias, incluido este tratado, ilustres conferencias y los conceptos subjetivos que se derivan de la especulación intelectual.
La meditación acerca la conciencia del individuo a la Sabiduría y a la vivencia del Amor compasivo, Universal; es una práctica personal, intransferible, propia, establece una relación íntima consigo mismo, sin discursos ni influencias exteriores.
Hombres de la Talla humana como los aludidos anteriormente por nombrar algunos, no hubieran sido capaces de emprender su acción sin el fruto de la compresión objetiva, profunda, que proporciona el conocimiento inspirado e intuitivo.
Existen tres etapas por las cuales pasa todo practicante de la meditación.
El neófito en la práctica de esta disciplina necesita ser perseverante, paciente y humilde ante sus propias limitaciones, se enfrentará sucesivamente por tres etapas que reconocerá según su experiencia y dominio.
Etapa ardua: No se tienen los resultados esperados o son escasos. Habría que analizar qué es lo que nos impide avanzar en la meditación.
Un grave inconveniente es el exceso de fatiga diaria. Cuerpos fatigados no pueden mantener la atención sobre el sueño. Se necesita cierta experiencia para no caer en las trampas del subconsciente, detectar las resistencias y obstáculos propios que surgen de la práctica.
Otra dificultad es la falta de atención consciente o de presencia durante el día, si andamos excesivamente preocupados o hipnotizados en los diferentes problemas de la existencia, éstos no permitirán la relajación mental, ni la serenidad. Una mente sometida a una gran actividad es incapaz de entrar en un proceso de reposo de un instante a otro. La naturaleza de la mente es comparable a la velocidad adquirida por un objeto, no puede detenerse bruscamente, la inercia la mantiene activa un tiempo considerable.
“En uno de tales estados se entra en una tierra mental de nadie, en la no hay pensamientos ni recuerdos; es un estado oscuro, insípido e indiferente, en el que uno se hunde en el terreno de la mente ordinaria.
En otro estado hay cierta quietud y una ligera claridad, pero el estado de quietud es estancado, aún enterrado en la mente ordinaria.
En un tercer estado se experimenta la ausencia de pensamientos, pero se encuentra uno “despistado”, en un estado vacuo de asombro.
En un cuarto estado, la mente se va vagando en pos de pensamientos y proyecciones. Ninguno de ellos es el verdadero estado de meditación y el practicante ha de vigilar hábilmente para no extraviarse de esa manera”. (El libro tibetano de la vida y de la muerte. Cáp. La esencia íntima. Autor: Sogyal Rimpoché).
La meditación es una ciencia que requiere un tiempo constante de práctica, la falta de costumbre, inexperiencia y ciertos hábitos mentales nos pueden llevar a un periodo de adaptación relativamente largo hasta alcanzar nuestros objetivos, por ello es aconsejable armarse de paciencia y perseverar, hasta que poco a poco de forma natural las comprensiones surgirán convirtiendo a la meditación en un elemento esencial para la estabilidad interior y conocimiento de sí mismo.
Etapa intermedia: Uno empieza a alcanzar inspiraciones, meditaciones de calidad, capta la sensibilidad del alma. Es aconsejable permanecer sereno ante estas comprensiones puesto que se alternan con tiempos largos sin resultados.
Una clave maestra de la meditación es aprender a estar presente en ese momento, intentar desconectar de las actividades diarias y colaborar con el instante que estamos viviendo.
Etapa de los grandes logros: Se tienen experiencias íntimas, se domina la ciencia, se convierte en un atleta de la meditación, se va adquiriendo la Sabiduría, los cambios anhelados se producen con naturalidad, fruto de la comprensión creadora.
El recogimiento interior siempre fue practicado por el hombre inquieto, movido por el sentimiento profundo de descubrir quién es, la razón de su existencia, comprender lo que le hace infeliz o sufrir en su vida cotidiana, ahondar en el vacío interior que surge de la existencia mundana.
Sin un auténtico “anhelo de experimentación directa” no es posible sobrepasar los obstáculos ni las resistencias que la práctica de esta disciplina impone al neófito inexperto, ni alcanzará las virtudes o los méritos requeridos para su dominio.
La meditación, como todas las disciplinas, huye de los hijos infieles, quien no es constante en la práctica difícilmente conseguirá los frutos esperados.
Cuando el estudiante es capaz de trasladar los estados de conciencia adquiridos con la práctica de la meditación a la vida cotidiana, se producirán los grandes avances íntimos, su madurez psicológica aumentará junto al conocimiento de sí.
La meditación cotidiana combinada con el estado de presencia en el aquí y ahora en la vida diaria aporta la lucidez, la serenidad y la aplicación de las virtudes del alma cuando se requieren en una circunstancia dada.
Reflexione el lector sobre el hecho que la serenidad y el bienestar durante una hora de meditación es una dádiva para todo individuo, sin embargo, es pertinente disponer de serenidad y lucidez en el momento que más se necesita en la existencia.
 
    La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog. 
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