jueves, 28 de enero de 2016

Los diversos tipos de personalidad.

“En la personalidad están las costumbres que nos han inculcado, los hábitos que nos hemos formado, las doctrinas con que nos han educado, los conceptos que hemos elaborado, la educación recibida, etc.” (Cátedras I. Cap. 10)
Introducción[1].
En este texto se despliega de forma práctica las diferentes clases de personalidad. Estas presentan su centro de gravedad en una de las funciones del organismo. Desde el nacimiento, el niño descubre, aprende y ejercita sus centros tal como se explicó anteriormente en el tema de las distintas funciones psicofísicas. De este modo, el infante desarrolla sus gustos, apetitos, su forma de andar, expresarse, muestra sus afectos, sentimientos,… Su personalidad se edifica sobre las aptitudes y vivencias instintivas-motoras, emociones e intelectuales. Según el individuo crece y alcanza la pubertad se le activará el centro sexual. Este hecho atrae un cambio fisiológico evidente y psicológico significativo en el adolescente.
Todo este proceso de crecimiento del ser humano deriva en una relativa supremacía de una de las funciones. En consecuencia, esta circunstancia determina diversas personalidades: Instintiva-motora-sexual, emocional e intelectual. Si un estudiante mantiene la conciencia sobre qué centro orbitan su psiquis y sus actividades diarias, este comprenderá cómo estas personalidades se manifiestan en su vida. Un sujeto que se esfuerza en corregir abusos y establecer un orden de las funciones, logra con esa acción, igualmente el equilibrio de su personalidad. El bienestar integral de un individuo es posible si se hace consciente de la necesaria armonía entre los centros y su justa utilización. En resumen, existen cuatros tipos de personalidad:
Ø      Personalidad instintiva-motora-sexual.
Ø      Personalidad emocional.
Ø      Personalidad intelectual.
Ø      Personalidad equilibrada.
Un ejemplo descriptivo de las diversas reacciones humanas puede contemplarse en un atraco. En este escenario, “a grosso modo”, se vislumbran estereotipos psicológicos que emanan de estas clases de personalidad. El sujeto de tipo racional se paraliza pensando; El emocional se desmaya, sufre una crisis de nervios, grita o llora. El instintivo-motor-sexual, sale corriendo, se tira al suelo, se esconde sin reflexionar. El hombre equilibrado se hará consciente de la situación y escuchará su intuición. Muchas películas recogen de la realidad estas típicas respuestas de la personas.
Todos los seres humanos poseen las tres primeras. Es decir, nadie es exclusivamente intelectual aunque tienda a racionalizarlo todo. En cada individuo suele destacar algún tipo de personalidad sobre las demás. Esto produce un desequilibrio en el ser humano a causa de una falta de correspondencia inteligente entre el uso de los centros y la existencia. Esta situación se origina por una carencia de reflexión íntima del sujeto junto a una formación del niño en el ámbito psicológico inexistente a raíz de planes educativos inadecuados[2].
“La personalidad es energética, nace con los hábitos, costumbres, ideas, etc., durante la infancia y se fortifica con las experiencias de la vida”. (La revolución de la dialéctica. Cap. A-himsa, la no violencia)
El alumno precisa atraer su conciencia para experimentar directamente y por sí mismo esta realidad y de modo práctico remediarlo con una combinación sensata de los centros. La técnica del cambio de centros le facilitará la estabilidad psicológica que uno anhela en su personalidad. Es necesario recordar que esta es un vehículo de expresión. Todo lo que los demás conocen de uno, la manera de presentarse ante los demás, el modo de relacionarse con la gente que nos rodean,… se realiza a través de ella. El gozar de una personalidad equilibrada es una verdadera dicha porque permite afrontar la vida con un estado psicológico apropiado. Ahora bien, solo es posible disponer de esta si existe, en el ámbito interno, un pilar psicológico estable y consistente. Esta columna que precisa ser levantada hace referencia al despertar de la conciencia, tal como simbolizaron los egipcios en sus pergaminos y templos. Este vehículo de expresión responde a los impulsos internos. Si los centros son manejados por el subconsciente y uno está identificado la reacción será irreflexiva, manipulada por el ego. En cambio, si uno se halla presente, en estado de vigilia, la conciencia se expresará a través de las funciones y la respuesta atraerá la oportuna facultad al evento.
Características de la personalidad[3].
Este factor interno es moldeado por el entorno, se erige paulatinamente por adaptación al contexto. La personalidad es una respuesta de la mente a las influencias externas que rodean al individuo. Este hecho “encasilla a la Esencia” en unos parámetros sociales, familiares, religiosos,… Ella asume como propias las tradiciones[4], formas de pensar, sentir y actuar. Es muy común que los niños de corta edad repitan lo que oyen de sus padres o familiares y plagien lo que observan de ellos. Este aprendizaje conlleva la formación de unos patrones de conducta que se fundamentan en los centros del organismo. Estos moldes psicológicos, por definición, limitan la capacidad de la conciencia a utilizar todos sus recursos de inteligencia y los valores humanos depositados en el corazón.
Por otro lado, este vehículo psicológico atribuye una percepción de unidad tanto para sí mismo como a los demás. Todo individuo se siente y percibe como su personalidad es. Uno se piensa a sí mismo cómo esta última. Muchas veces el sujeto habla de él mismo según esta imagen que se ha forjado a través de sus propias experiencias, deseos, logros, estudios,… Este comenta: “No valgo para esto”; “Soy de esta manera, no lo puedo evitar”; “Mis padres me hicieron así”; “Tengo estas cualidades y estos defectos”; Etc. No obstante, a pesar de estas firmes creencias, la personalidad no es homogénea. Esta carencia de unidad se observa fácilmente en los demás. Estos sorprenden cuando uno profundiza en la relación con ellos. Sin embargo, esta inconsistencia psicológica no se capta a nivel personal sobre uno mismo. Por ejemplo: Generalmente, uno despliega un comportamiento distinto con su familia que cuando está con los compañeros, amigos de la infancia, un recién conocido, la novia, etc. Es decir, según uno se halla en un ámbito concreto y unas personas determinadas, la conducta difiere según estas circunstancias. Esto lo estudió el sociólogo Erving Goffman, el padre de la microsociología. Su labor de investigación concluyó que la personalidad, con significado idéntico a la máscara del teatro clásico, interpreta un papel según transcurren los diversos escenarios en la existencia. A este hecho, el auto-conocimiento añade que la máscara es lo que observan los demás de uno. En algunas ocasiones, uno mismo la utiliza según su conveniencia. No obstante, en la mayoría de los casos, el factor psicológico que se esconde tras la personalidad es ignorando por ella misma. Esto es debido a que esta es manipulada desde el subconsciente.
“Probablemente no sea un mero accidente histórico que el significado original de la palabra persona sea máscara. Es más bien un reconocimiento del hecho de que, más o menos conscientemente, siempre y por doquier, cada uno de nosotros desempeña un rol. Es en estos roles donde nos conocemos mutuamente; es en estos roles donde nos conocemos a nosotros mismos. En cierto sentido, y en la medida en que esta máscara representa el concepto que nos hemos formado de nosotros mismos -el rol de acuerdo con el cual nos esforzamos por vivir-, esta máscara es nuestro “sí mismo” más verdadero, el yo que quisiéramos ser. Al fin, nuestra concepción del rol llega a ser una segunda naturaleza y parte integrante de nuestra personalidad. (Erving Goffman. La representación de la persona en la vida cotidiana. Cap. Actuaciones. Confianza en el papel que desempeña el individuo)
Esta idea que uno se forja de su propia personalidad como un ser permanente basada sobre una sensación de unidad es una imagen que precisa ser observada detenidamente. Esta visión de sí mismo requiere ser estudiada en tiempo real; en el momento concreto de reaccionar; escuchar a los demás; cuando alguien le contradice a uno; opina de modo diferente; uno se siente herido; etc. Si uno hace el esfuerzo de atraer un estado de presencia y se contempla en todos estos escenarios descubrirá: Sus contradicciones, engaños, mentiras, falsedades, deslealtad, discrepancias,… consigo mismo. Con el tiempo, uno evidencia que dentro de sí no existe una estructura integral sino varias que se solapan y contraponen. Esta falta de homogeneidad psicológica se halla dispersa en los diversos centros y se origina en los escalones más bajos del “mal llamada estado de vigilia”, en el subconsciente. Este último es el habitáculo del ego.
La personalidad siempre se manifiesta a través de los centros, de este modo, esta se impregna de sus propiedades. Esta interacción mutua es la causa que existan estos tres tipos de personalidad que son analizados más adelante. Ocurre inversamente con el agregado psicológico, en este caso, los centros y la misma personalidad se carga de su naturaleza egocéntrica.
Distinción entre temperamento, carácter y personalidad.
El temperamento y el carácter describen diferentes componentes físico-psicológicos que se aglutinan en la personalidad del individuo. A efectos prácticos, el conocimiento y el posterior equilibrio de ambos agentes se logran a través de la propia observación de la psiquis y del comportamiento que uno despliega en la vida. De forma sintética se describen estos términos para información del estudiante.
El temperamento[5] fue un elemento fundamental de la medicina en la antigüedad. El primer estudio se le atribuye a médico griego “Hipócrates” y, más tarde, fue ampliado por “Galeno”. Estos concibieron cuatros tipos, los cuales eran dependientes de los diferentes fluidos del cuerpo, llamados “humores”, y de cómo se armonizaban e interactuaban entre ellos. Asimismo, la acción de estos fluidos aporta una caracterización psicológica del ser humano. Estos sabios denominaron los cuatros temperamentos como: Sanguíneo, flemático, melancólico y colérico”.
“El cuerpo del hombre contiene en sí mismo sangre, flema, bilis amarilla y negra. En eso consiste la naturaleza del cuerpo y por eso está doliente y está sano. Está sano en el mayor grado, por tanto, cuando están en la proporción adecuada esos componentes tanto en su capacidad de interrelación mutua como en su cantidad y cuando están mezclados al máximo”. (Corpus hipocraticum, Naturaleza del hombre 1.4; Obra atribuida a algún discípulo de Hipócrates)
Esta palabra proviene del latín “temperamentum”, significa “mezcla en su justa medida, que atempera, modera”. Desde aquella época hasta la medicina moderna se asoció la salud del cuerpo y de la mente a la combinación adecuada de estos “humores”. Esto relaciona al temperamento con el centro instintivo y los sistemas: endocrino y nervioso del organismo. Por lo tanto, este se vinculó a un factor hereditario. Hoy en día, los estudiosos son muy prudentes[6] en asignar este agente a un componente genético aunque no lo descartan totalmente. No obstante, estos afirman que el temperamento se moldea según las vivencias del entorno desde el nacimiento y se convierte en el carácter de la persona. Este último es un componente de la expresión de la personalidad del individuo.
La palabra “carácter” es de origen griego, indica “marcar, acuñar” e implicaba en el mundo clásico aquello que uno “desea ser”. En la actualidad, esta idea no tiene vigencia científica, para muchos autores las palabras carácter y personalidad son intercambiables. En el lenguaje común, cuando de una persona se dice que: “Sabe lo que quiere”, “tiene claras las ideas”, “Es perseverante”, “No se deja hacer”,… se le atribuye que es “una persona de carácter o tiene una fuerte personalidad” (a). Por otra parte, si uno se refiere al “carácter de una persona” (b), en realidad uno alude a ciertos rasgos de su personalidad. Asimismo, se habla de “una persona de mal carácter” (c) y esto no quiere decir que esta sea malvada o de una persona de “buen carácter” (d) que en este caso, normalmente, si se le atribuye un aspecto bondadoso.
Finalmente, aunque todas estas expresiones no son equivalentes[7], desde el auto-conocimiento, ambas representan aspectos de la personalidad del sujeto en general.
“En realidad, puede decirse que se nace con un temperamento dado o con una predisposición a ciertos rasgos de personalidad, pero estos están fuertemente condicionados por el medio. La experiencia vital de la persona, la cual va modificando y permitiendo el desarrollo de la personalidad o habilidades para desenvolverse con coherencia”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: Temperamento)
La personalidad es la última consecuencia del carácter y temperamento junto a todas las experiencias y todos los conocimientos adquiridos durante toda la vida. Esta se despliega a través de los centros.
Consideraciones generales sobre el estudio de las diversas personalidades.
“La personalidad no es homogénea, sino heterogénea y plural”. (La revolución de la dialéctica. Cap. A-himsa, la no violencia)
Todos los seres humanos desarrollan estos tres primeros tipos de personalidad. Una de ellas siempre predomina a través de: Actitudes, acciones, reacciones, gustos, deseos, actividades profesionales, lúdicas, habilidades, inquietudes, etc. Muchos componentes de esta ristra de opciones de la vida se hallan vinculados igualmente a los demás centros. El estudiante puede advertir y aprehender estas distintas personalidades por medio del esfuerzo en la práctica de las claves del despertar. Solo uno puede responder a los interrogantes: ¿Cómo estas se expresan en uno?, ¿cuándo?, ¿por qué una destaca más que las otras?, ¿siempre fue así?, ¿por qué me gusta o no esta actividad? ¿Por qué no se hacer esto y por qué se me da bien aquello?, etc.
”La calidad de la personalidad humana depende exclusivamente del tipo de material psicológico con el cual fue creada y alimentada”. (La educación fundamental. Cap. La personalidad humanas)
En ningún caso, el texto busca clasificar a las personas en sí mismas. Las descripciones que se realizan en el estudio de las diferentes personalidades son para atraer la atención del sujeto y las reconozca en él. No se trata de juzgar moralmente a quien se vea reflejado en los ejemplos descritos. Es importante, igualmente, tener presente que cada uno precisa investigar las causas de sus aficiones o ocupaciones. Solo de modo particular, uno puede discernir qué tipo de personalidad destaca en él a través de la meditación. El despliegue de estos conocimientos se concentra en aportar información sobre los desequilibrios y cómo estos perjudican a la Esencia del ser humano. Toda descripción es una didáctica, un punto de reflexión, sobre la expresión de diferentes situaciones o actividades donde los diferentes tipos de personalidad se manifiestan en el individuo.
La personalidad instintiva-motor-sexual.
Esta personalidad sobresale en ciertos individuos que manifiestan ciertas tipologías psicofísicas que son propias de este cerebro neurológico. Estos rasgos son comunes a todas aquellas personas que depositan el centro de gravedad psicológico en estas funciones instintiva-motora-sexual.
Este hecho conlleva, primeramente, que el sujeto sea atraído por las actividades relacionadas con el centro motor. Uno busca la acción. El crear, manipular, construir objetos con las manos. A uno le satisface el movimiento, el ejercicio, el maniobrar, etc. En consecuencia, esta personalidad tiende a ser deportiva, manual, artesana. Estos individuos asisten a gimnasios; practican un deporte, el baile, las artes marciales,… están vinculados a círculos donde se realizan actividades competitivas; Se inscriben en clubs de senderismo, montañismo, ciclismo, etc.; Son miembros de alguna academia de danza. Estos le dedican a esta actividad parte de su tiempo libre. Otros más solitarios, se ocupan en casa: Construyen maquetas, restauran viejos muebles, laboran en el jardín o cultivan hortalizas, decoran objetos, se entretienen con tareas motoras que les proporcionan una satisfacción y los mantienen ocupados.
A nivel profesional, uno se inclina por empleos donde prima la manualidad, el esfuerzo, la habilidad o inteligencia psicomotora. Cuando una persona descubre sus aptitudes manuales y elige su oficio por vocación, se erige en un auténtico profesional en el campo de su dedicación. Asimismo, esta personalidad se acomoda en los espacios abiertos y el contacto con la naturaleza.
En el campo de las aficiones y los gustos les atrae la acción, aventura, lo bélico,... Esto concierne al tipo de cine, T.V., lecturas, documentales, etc.
Desde la perspectiva instintiva, esta personalidad es atraída o se fundamenta en los sentidos, las sensaciones, su satisfacción y la búsqueda de placer. Estos sujetos disfrutan del buen comer, beber, de la siesta,… Forman parte de sociedades gastronómicas; Organizan viajes, reuniones, peñas por motivo de alguna otra afición… donde el punto de encuentro es la buena mesa; Les gusta la cocina, muchos de ellos son profesiones que se relacionan con el mundo de la alimentación. El centro instintivo se inclina por la experimentación de las sensaciones nuevas, fuertes, distintas, por este motivo se fascina por lo prohibido, anómalo, insólito,… En muchas ocasiones estos individuos caen en el consumo de psicotrópicos y terminan enganchados a estas sustancias. Esto es debido a la relación existente entre el instinto y el subconsciente. Esta personalidad suele apreciar las costumbres y los hábitos diarios que son de su agrado y a mantener su regularidad. Cuando estos, por cualquier causa, no se llevan a cabo, el sujeto se incómoda o surge del subconsciente una molestia o frustración. La carencia de control sobre los rasgos de un centro, como el instinto, conlleva a conductas promovidas por las “sensaciones” que llegan a ser compulsivas, incluso, enfermizas. El uso de las nuevas tecnologías, de video-juegos, problemas de ludopatía, voyeurismo, consumo de alcohol, etc. se fundamentan en este hecho y producen desequilibrios. Esta función es determinante en la personalidad de muchos individuos aunque no tengan conocimiento de ello. Muchas pautas son justificadas a nivel racional pero nacen de las sensaciones. Por ejemplo, el rechazo o intolerancia a la diferencia determinada por una sensación de desagrado: El color de la piel, la imperfección fisiológica o el estado mental de una persona. Ciertos sujetos son incapaces de controlar ciertos aspectos de este centro. Por ejemplo, cuando el instinto solicita la satisfacción inmediata de una necesidad, aliviar el hambre, la sed, el cansancio, etc. Si no puede por cualquier circunstancia, entonces sobreviene la impaciencia, intolerancia, el malhumor, la rabieta,… Asimismo, sucede con los ambientes no deseados o inesperados, como los cambios de temperatura, la aparición de la lluvia o tormenta, etc. Esta irritabilidad psíquico-biológica caracteriza este aspecto de la personalidad.
El centro sexual en la vida de las personas adquiere una gran relevancia. Aunque debido a condicionamientos, tabúes y represiones personales o sociales es ignorado en diferentes ámbitos. El doctor Simón Freud indagó en el componente sexual de la personalidad en el momento de su formación y este es un ingrediente significativo dentro de los estudios del psicoanálisis. El despertar de la libido en el adolescente denota un cambio en su fisonomía que acarrea una influencia psicológica considerable en su forma de ser. Las diversas peculiaridades del sexo en el ser humano conllevan su correspondencia en la psiquis. Por ejemplo, el hecho de que existan dos géneros atrae una consecuencia en la personalidad. Las actitudes machistas o feministas en diferentes grados implican modos de pensar, sentir y actuar que impregnan el carácter del individuo. El auto-conocimiento apunta que la energía sexual se halla presente en todos los seres humanos de alguna manera debido a que es una fuente vital[8] del organismo. Esto significa que cada tipo de personalidad la canalizará de la forma que le caracteriza. En lo que concierne a la naturaleza instintiva-motor-sexual, por sus propiedades intrínsecas, la presencia de esta energía es más transparente, manifiesta y visible. Por ejemplo: En estos sujetos sobresale el factor sexual en las relaciones con el género opuesto, en el uso del lenguaje: Bromas, piropos, miradas, poses,… En muchas ocasiones, él mismo es inconsciente de este hecho o de su trascendencia en los demás. Otro caso, igualmente significativo, es cuando se reúnen personas del mismo género, uno de los pasatiempos es hablar de los comportamientos sexuales del otro. En general, la personalidad que orbita sobre el centro sexual, suelen ser discretas sobre este apartado. Muchos sujetos, sufren problemas de dependencia o carencia de sexo, se refugian a prácticas solitarias, pagan a profesiones del sexo, buscan el placer en los clubs de alterne o las casas de citas, lugares de venta de estos servicios, películas, etc. La gran mayoría de las manifestaciones artísticas que implican al sexo están dirigidas a satisfacer este tipo de personalidad. De esta forma, el erotismo y la sexualidad se hallan presentes en el cine, la televisión, prensa y revista especializada, fotografía, teatro, danza, música, Internet, moda, publicidad, etc.
En término generales, la personalidad instintiva-motor-sexual se manifiesta en todos los seres humanos porque estos centros se hallan activos dentro de uno. Esta es muy heterogénea, en consecuencia, es prudente y de buen gusto evitar los estereotipos y encasillamientos de los seres conocidos. Una sincera introspección personal revela que algunas de las observaciones expuestas están vigentes en uno y otras no. Sin embargo, uno si reconoce muchas de ellas en los demás. Habitualmente, esta personalidad tiende a ser pragmática y espontánea ante los problemas y abierta a la vida. Incluso, en alguna ocasión, esta se comporta de modo irreflexivo, brusco o tosco. No piensa excesivamente en las consecuencias de su acción puesto que precisa resolver con rapidez y nitidez. Igualmente, esta suele decir las cosas llanamente y pide que le hablen claro y con transparencia. Este no es partidario de las sutilezas ni de modos rebuscados para hacerse entender; los discursos y las disertaciones suelen cansarle. En las relaciones humanas, esta personalidad se inclina por la franqueza; puede mostrar en ciertos aspectos: Ingenuidad, individualismo y ser competitiva en los campos que domina. En estos individuos existe la tendencia en algún grado al hedonismo. Si uno se deja llevar por esta última característica se puede engendrar conductas adictivas las cuales pueden acarrear trastornos en el comportamiento.
La carencia de reflexión íntima e inexperiencia de uno junto a la ignorancia de las disposiciones de las funciones propician el mal-uso o abuso de este cerebro. No cabe duda que la personalidad precisa ser educada y equilibrada con un estudio objetivo a través de la disciplina de la meditación. La formación de este centro neurálgico instintivo-motor-sexual se encausa con la capacidad de la persona en controlar sus necesidades básicas y apetencias por medio de la conciencia.
La personalidad emotiva o emocional.
Esta personalidad orbita alrededor del cerebro o centro emocional que se ubica en el plexo solar. Recordar que la palabra “emoción” etimológicamente indica “impulso, aquello que te mueve, motivación”. Este origen designa que el cometido más relevante de este centro es proceder a la coordinación de los cerebros: Intelectual e instintivo-motor-sexual. Un uso correcto de esta función es promover a la acción lo que uno piensa. De alguna forma, una personalidad sana y equilibrada a nivel afectivo contribuye en las distintas actividades del sujeto. No obstante, muchos seres humanos se distinguen porque esta función se revela en su forma de ser, se halla excesivamente presente en su modo de pensar y actuar. Ante los diversos escenarios de la existencia, su actitud emocional impregna todo lo que le concierne. Esta realidad se debe a que la psiquis gira alrededor de este centro y todos los estímulos que recibe del exterior suelen transitar primero por este. Esto conlleva que la información recibida desde los sentidos, se distribuye a las demás funciones como la intelectual o motora a través del filtro sentimental.
Este proceso, muchas veces, concede transparencia a esta personalidad porque expresa su estado interior[9] con facilidad: Alegría, tristeza, recelo, temor, ansiedad, impaciencia, intolerancia,… muchas de estas emociones provienen del subconsciente.
Asimismo, ocurre en el instante de planificar y actuar positiva o egocéntricamente. La acción se arropa de “una emoción o sabor psicológico característico”, en el cual uno se reconoce a sí mismo. Esta gestión interior, no siempre es acertada debido a que uno coloca de modo arbitrario el sentimiento en el lugar equivocado y sin la conciencia suficiente. De hecho, en numerosas situaciones lo oportuno e inteligente es determinarlas desde el intelecto, actuar de modo racional y sentir justamente lo que uno hace.
Esta personalidad permite que las emociones le afecten a uno. Estas interfieran e impidan un discernimiento y una claridad intelectual a la hora de resolver problemas. Cuando el sentimiento interviene en el pensar, este suele atraer confusión y esta última delimita la conciencia y su objetividad. Esto es lo que ocurre con las preocupaciones y las emociones inferiores o negativas.
Si uno medita, reflexiona e ilumina con su conciencia un problema mantiene su intelecto en silencio y no permite la intromisión del sentimiento. La disciplina de la meditación enseña a relajar los centros del organismo, aumenta la capacidad de concentración y actividad de la Esencia. Con la práctica de esta ciencia, el estudiante aprehende el origen de la dificultad y su resolución. Entonces, si sus facultades emocionales son de utilidad, uno apela a ellas para lleva a cabo su acción. Por ejemplo: Uno precisa darle una noticia desagradable a alguien, lo suyo es elegir las palabras adecuadas, el tono y momento. Esto implica dirigirse al individuo con ternura y consideración.
Esta personalidad se caracteriza por diferentes pautas emocionales que se indican a continuación:
Ø    Esta muestra un grado significativo de “susceptibilidad y sensiblería[10] dependiendo de la calidad humana de la persona. En el lenguaje coloquial, estos términos son considerados sinónimos de sensibilidad. Sin embargo, desde la perspectiva del auto-conocimiento, cada uno describe actitudes emocionales muy diferentes.
La sensiblería es un sentimentalismo exagerado, trivial o fingido, tal como lo define el diccionario. Este corresponde a la personalidad que llora o se aflige con facilidad ante la dificultad, incomprensión, contrariedad, desgracia, etc. personal, por el prójimo o de un ser vivo. Estos individuos suelen sufrir con facilidad en sus relaciones humanas debido a esta característica. Estos se sienten defraudados en el ámbito emocional si no se cumplen sus expectativas en la relación de pareja, hijos, amistad, compañeros, familiares.
Igualmente, esta muestra alegría de acontecimientos que no son relevantes. Este estado psicológico no hay que confundirlo con las otros dos.
Por otro lado, la susceptibilidad determina la actitud sinónima de suspicacia, quisquillosa, recelosa o irascible. Es decir, el sujeto se siente herido, frustrado, defraudado, desolado, etc. Esta reacción emocional, ya sea esta exteriorizada o silenciosa, surge por comentarios, acciones, situaciones,… Esta evidencia cierta vulnerabilidad del individuo ante los estímulos exteriores y se procesa siempre a través de la identificación tal como se explicó en el tema anterior. Esta respuesta se halla en las tres personalidades pero en la emocional es más evidente. Si uno se deja llevan por la mecánica de este centro, en muchas ocasiones, entra en el subconsciente y esta emoción le hace sufrir. La susceptibilidad es a menudo fuente de emociones inferiores o negativas.
”Un hombre abrumado no tiene la más mínima influencia sobre la realidad”. (El Dalai Lama. Obra Samsara. Cap. La vida modo de empleo)
Por lo contrario, la “sensibilidad” es una cualidad de la Esencia, indica que uno aprehende una situación por una “toma de conciencia”. Por lo tanto, esta se origina desde un orden distinto: el centro emocional superior. La naturaleza de la sensibilidad es diferente a los otros dos sentimientos desplegados anteriormente. Una persona es sensible a una causa si ante un hecho indigno, injusto, un sufrimiento humano, desequilibrio de la naturaleza,… esta se conmueve por una intuición o vivencia del corazón. Esta experiencia íntima le impulsa a la reflexión y “acción consciente” para remediarla. Esto significa que uno actúa desde los valores humanos y la dignidad. La sensibilidad del alma promueve causas que la hacen crecer internamente y pueden convertirse en una vocación. La personalidad emocional suele impresionarse con el dolor humano u otras causas dignas y ciertamente no queda indiferente, siente pena, pero rara vez se implica en su resolución.
“A medida que el espíritu adquiere más luces, el corazón adquiere más sensibilidad”. (Denis Diderot y Jean le Rond de Alembert. La enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, artes y oficios)
Ø      Otra característica de la personalidad emocional son la desmedida tendencia a la “expresión de emociones negativas[11]. El individuo pierde su estabilidad psicológica y lucidez por una carencia de preparación a transformar correctamente los estímulos que recibe de su entorno. Por ejemplo: una palabra sobre mi persona que no gusta; una actitud de alguien considerada impropia; una situación imprevista; una contrariedad, un comentario crítico, etc. Esta falta de observación en la asimilación de la información acarrea una respuesta emocional automática e inadecuada. Uno se paraliza, irrita, frustra,… padece y, normalmente, su reacción también hace sufrir a los demás. Esta emoción asciende desde la parte subconsciente del plexo solar y por sus efectos se cataloga de negativa. Esta identificación aminora la capacidad inteligente y serena del ser humano en responder digna y eficazmente al escenario acaecido. Estas vivencias están presentes en todos los sujetos y, por lo tanto, en los tres primeros tipos de personalidad, pero cada una reacciona de forma diferente según su naturaleza.
Ø      Las “actitudes gregarias[12] son una particularidad de la personalidad emocional. Este comportamiento se establece por afinidad, simpatía, a un sujeto o grupo, también porque uno quede impresionado de alguna manera por alguien o siente apego. Estas relaciones se prodigan por afinidades de tipo emocional. El discurso intelectual es muy importante porque este otorga un sentido racional a la relación. No obstante, el centro que determina la unión a este tipo de grupos se basa en el sentimiento de pertenencia. La persona se siente aceptada, incluso, querida por quien él considera amigos, incluso, en bandas organizadas, hermanos. Esta actitud gregaria que es propia de adolescentes o de grupos organizados en diferentes sentidos, también se da en muchos aspectos de la vida. Por ejemplo: cuando unos amigos se reúnen y critican a alguien, beben más de la cuenta, etc. En una empresa, unos pocos sujetos descontentos influencian a los demás y todos protesten en masa. La actitud gregaria es un condicionante emocional porque nadie quiere “sentirse rechazado” por los demás, aunque lo que uno hace no lo sienta sinceramente.
Ø      Debido a las propiedades del centro emocional, las creencias de tipo religioso se alojan en la memoria de esta función. Las convicciones espirituales, aunque gozan de un soporte dialéctico, se basan en una relación personal que uno establece con una doctrina, iglesia o preceptor. Los vínculos con Dios o un principio divino se instauran sobretodo a nivel emocional. Dios no se experimenta con los sentidos sino que uno siente en su intimidad o intuye que existe una fuerza superior y asume con fe la doctrina que la acompaña. Bajo este sentimiento, el individuo se refugia en una religión que sea acorde a su inquietud y vivencia. El auténtico creyente desarrolla en el ejercicio de su fe el centro emocional y este fervor se traslada a la personalidad. Muchos místicos se distinguieron por su capacidad devocional, sensibilidad poética y fortaleza interior. Todas estas cualidades son propias de este centro y de la inteligencia emocional. En oposición a lo anterior, esta característica de las pasiones religiosas posee derivas fanáticas como se observa en la actualidad y a través de la historia de la humanidad.
Ø      La “pasión” por aquello que a uno le gusta. Esta se halla a la base de la personalidad apasionada. El sujeto se aficiona a alguna manifestación artística, deportiva, cinematográfica, musical, algún video-juego o a las nuevas tecnologías,… Asimismo ocurre con las relaciones personales. Esto es propio de los adolescentes que fascinados son fans de un cantante, actor o actriz, un conjunto de rock, un héroe de ficción, un equipo de futbol, etc. Estos comparten estas emociones con sus amigos y les cobija un sentimiento de integración mutua[13]. En la etapa juvenil y, más tarde, la adulta estas pasiones se alojan en el centro emocional y, algunas veces, se tornan desmesuradas o enfermizas. Esto sucede en individuos que no exteriorizan sus sentimientos o seleccionan con cuidado sus manifestaciones por alguna causa. Entonces, estos encaminan sus sentimientos a su hobby y él solo las muestra con quien lo comparte. El surgimiento en esta década del mundo “Friki” tiene su origen en una diversidad de factores emociones.
Ø      La personalidad emocional se distingue por una disposición del individuo a asumir las relaciones, acontecimientos,… con un “grado de optimismo o pesimismo”. El optimismo se manifiesta con cierta alegría, simpatía, sonrisa que sobreviene de modo espontáneo. Estos sujetos tratan de percibir la parte positiva de un evento. Es la característica entusiasta del centro emocional. Esto sucede cuando esta función vibra en su elemento natural y es habitada por la misma Esencia. Cuando se implica en una actividad lo hace con ánimo, afán, confianza, imaginación, inspiración, etc. Estas cualidades están vinculadas a un estado emocional superior donde existe cierto equilibrio.
No confundir este estado con aquellos que uno promueve desde el subconsciente. Provocados por la ambición, avaricia, el personalismo, egoísmo, la acción motivada por el deseo de ser más, mejor, apreciado, querido,… los cuales nacen en el seno del factor ego. Este último comportamiento puede bascular en frustración si las ilusiones y los proyectos de la persona no se cumplen.
Esta misma personalidad puede balancearse en el pesimismo. El asumir los eventos desde la perspectiva negativa, darle más importancia a la parte inconveniente, difícil o desfavorable. Estos individuos se muestran tristes, serios, sin ánimo,… En otros, este estado no aflora a la superficie pero, bajo esta actitud de normalidad, existe un sentir de vacío que no se exterioriza. Estos estados del ánimo son muy comunes en el ser humano y, en ciertas ocasiones, están motivados porque algo en su vida les atrae amargura y no saben salir de ella. Este tipo de emociones y su cristalización en la personalidad puede conducir a ciertas patologías de esta función.
No obstante, la característica más común de esta personalidad es que con un tiempo de transición, según el equilibrio del sujeto, los estados emocionales oscilen. Esta bipolaridad también se manifiesta en la “satisfacción o insatisfacción”. Estos estados emocionales derivan en actitudes racionales de aceptación y rechazo. Esto significa que esta propiedad de la función emocional condiciona la personalidad en una posible búsqueda hedonista. Todos estos ánimos dependen considerablemente de las circunstancias y de la madurez psicológica del individuo en transformarlas correctamente con un estado interior justo.
Ø      La aptitud del centro emocional por las artes impregna la personalidad de muchos individuos donde sus actividades orbitan alrededor de este mundo. El amor real por la música, pintura, arquitectura, escultura, fotografía, poesía, lírica, danza, el cine, teatro, etc., desarrolla el centro emocional y redunda en la personalidad. De hecho, muchos sujetos se ocupan en el mundo del arte por vocación o por una inclinación en su personalidad. Los primeros son aquellos que tienen conciencia de su habilidad artística o creativa. Por ejemplo, en tocar un instrumento, canto, pintura, fotografía, publicidad,… y hacen de ella una profesión. Estos desarrollan toda su creatividad e inspiración a través de su dedicación. A los segundos su personalidad les gusta este mundo pero no disponen de capacidades para ser protagonistas de un arte pero disfrutan de su producción o exposición. Muchos de ellos tienen empleos que se relaciona con lo artístico.
Ø      Otra pauta son las personalidades románticas, sentimentales, en las relaciones humanas. Estas actitudes se fundamentan sobre ideas forjadas del amor, la amistad,… adquiridas a través de lecturas u otro tipo de influencias. Existen una inercia sentimental en estos individuos hacia el malentendido, el amor no correspondido, el drama pasional, la tragedia griega, etc. que desemboca siempre en sufrimiento.
Ø      Las actividades de esta personalidad giran alrededor de la emoción. Aparte del mundo artístico, existen una gran cantidad de deportes extremos o aficiones de riesgo que junto a la habilidad motora y las sensaciones atrae un componente emocional agudo. Por ejemplo: El salto al vacío en sus diferentes variantes. El juego es otro de las aficiones que giran alrededor de este centro, la cuestión se agudiza con las apuestas. Igualmente, existen una literatura rosa; las telenovelas, sobretodo, latinas, las películas de corte romántico, las comedias, los filmes de miedo, de suspense al estilo de Alfred Hitchcock, etc. Todas estas actividades y muchas más gustan a este tipo de personalidad.
En conclusión, la personalidad de tipo emocional disfruta de múltiples manifestaciones debido a las inagotables formas de expresión de este centro. El texto solo describe alguna de ellas que corresponden a tipologías emocionales conocidas y que abundan en la personalidad de los seres humanos. El interés del estudiante es descubrir cómo se producen los patrones dependientes de este centro y cómo estas conductas emocionales se repiten en el tiempo. Es necesario recordar que la función emocional determina en el ser humano el qué y cómo siente. Solo una labor y dedicación conducen al estudiante a conocerse a sí mismo y rectificar todo condicionamiento de esta función que le perjudica como Esencia. El objetivo es aprehender en el terreno de los hechos aquello que sobrecarga la personalidad o es fruto de inmadurez y lo aleja del bienestar integral. Esto implica una observación detallada de las causas que provocan: los sufrimientos, las angustias, nostalgias, preocupaciones, los apegos, etc. y que se halla en el subconsciente.
El auto-conocimiento despliega prácticas que se insertan en el desarrollo de una personalidad equilibrada. Esta última sobreviene con el ejercicio del discernimiento y control del centro emocional.
La personalidad intelectual.
Muchos autores consideran a la personalidad racional como superior a las demás a causa de que su centro de operaciones y actividades se realiza desde el cerebro. Esta idea se arrastra desde los racionalistas del siglo de la ilustración. No obstante, desde el auto-conocimiento se considera que el intelecto no dispone por sí mismo de los recursos de inteligencia que se depositan en la conciencia ni las facultades del corazón. Este tipo de personalidad no consigue equilibrar al individuo por sí misma, ni resolver un innúmero de problemas que ella misma provoca y se tornan en preocupaciones. No obstante, el pensar antes de actuar es una práctica sana y recomendable en la vida. Tal como se ha insistido a lo largo de todo este escrito se advierte que la personalidad racional pura no existe. Lo que aquí se expone es que esta función sobresale sobre las demás y esta establece una referencia en el individuo.
Este tipo de personalidad suele valorar, algunas veces en exceso, todo lo que se relaciona con el mundo de la mente. De esta manera, el individuo asienta su centro de gravedad en el intelecto. Esto significa que tiende a “conceptuar[14] todos los estímulos o información que recibe del exterior y se inclina por una respuesta en este mismo orden. Esto, en alguna ocasión, es justo y, en muchas otras, es inoportuno. Existen escenarios por ejemplo: Con niños, ancianos, la pareja, alguien que sufre,… donde se precisa una respuesta más emocional como es la ternura, el amor o el humanismo. Es conocido que la parte racional del ser humano es calculadora y enjuicia los eventos por naturaleza. Esto la hace fría y distante lo cual puede ser un defecto como una virtud depende de si esta aptitud de la razón es usada inteligentemente en el lugar que le corresponde.
La personalidad intelectual se labra, normalmente, desde los bancos de la escuela. Muchos adolescentes[15] no muestran interés ni curiosidad por conocer ni investigar el porqué de las cosas. Esta predisposición de la propia mente a limitar o desechar el esfuerzo racional que implica el adquirir conocimientos básicos se arrastra durante toda la existencia. En muchos casos, esta tendencia conlleva un menor desarrollo de esta personalidad. Si un joven se despega del plan escolar, acumula suspensos y deja la escuela[16] será muy difícil que por sí mismo adquiera unos conocimientos académicos, incluso, profesionales. Siempre existen excepciones pero es poco común forjarse una cultura intelectual si desde los catorce años se desecha instruirse. A este le queda la vía del aprendizaje verbal, la imitación y la propia experiencia. Esta realidad no influye sobre los valores de inteligencia y uno puede desarrollarse en cualquier actividad profesional que esté exenta de acreditación universitaria. La escuela, el estudio y la cultura no aumentan ni disminuyen la conciencia del ser humano. Los planes de estudio desde la perspectiva pedagógica y del auto-conocimiento arrastran muchos defectos. No obstante, la educación intelectual junto a las demás (emocional e instintiva-motor-sexual) es indispensable para un desarrollo armonioso del niño. Todo puede y debe ser mejorado. Sin embargo, la idea de prescindir de una formación cultural, aprendizaje de un uso inteligente de la razón y del pensar por sí mismo es un despropósito. La historia de la humanidad y la época actual muestran llanamente en que se convierte una sociedad iletrada e ignorante. Solo hay que observar cómo y sobre qué base se levantan los adoctrinamientos de todo tipo y a quién sirven.
“Estas tres personalidades distintas, diferentes, y muchas veces hasta contradictorias, deben ser inteligentemente cultivadas e instruidas con métodos y sistemas especiales en todas las escuelas, colegios y universidades”. (La educación fundamental. Cap. Los tres cerebros)
Una vez aclarado este punto, el desarrollo de la personalidad intelectual en detrimento de las demás acarrea una gran cantidad de desequilibrios en el sujeto. Esta carencia de armonía interior entre los centros conlleva al individuo a problemas en las relaciones humanas y con la misma existencia. Se exponen ciertas características que evidencian esta afirmación.
Ø  La cualidad de ordenar, clasificar y valorar del intelecto atrae de modo natural el establecimiento de “normas[17] de tipo intelectual a la conducta. El hecho adquiere tanta importancia y se hace tan necesario a la vida contemporánea que se prescriben preceptos casi para todo, tanto en los ámbitos general como particular. Hoy en día existen normas sociales, morales, religiosas, culturales, jurídicas, en los núcleos familiares, las relaciones humanas, empleos, etc.
A nivel particular, esto es similar a la creación de conceptos, ideas, etc. Aunque la determinación de los diversos comportamientos es más compleja y menos racional puesto que intervienen los demás centros. Sin embargo, la base intelectual es muy importante en la consistencia de la personalidad y de sus pautas. Sean estas últimas lógicas o insensatas estructuran la mente del sujeto que las ejerce. Es decir, los razonamientos mentales justifican la conducta. Por ejemplo: La mayoría de las tradiciones que discriminan a las mujeres son ilógicas e injustas pero todas tienen un soporte intelectual. Según esta base se dirá: “Que los géneros no son iguales[18]; que siempre fue así desde tiempos inmemorables; que es un precepto religioso, etc.” El caso es que todas las conductas y costumbres gozan de su soporte racional y esta, en definitiva, se identifica con una norma. Esto mismo vale para el fundamento de las creencias.
Esta mecánica de la mente asumida por la personalidad conlleva derivas que le perjudican. Las normas o ideas que uno elabora tienden a ser asimiladas a la verdad, de manera que se convierten en dogmas. Estos últimos fijan la conducta del sujeto, el cual bajo esta influencia, acostumbra a expresarse dogmáticamente. Esto provoca que muchas actitudes sean intolerantes, se rechace las opiniones de los demás, incluso, se combatan, etc. La personalidad intelectual sufre, en muchas ocasiones, de esta característica debido a que se identifica con su forma de pensar y sentir. El individuo le adjudica a su razón la propiedad de la realidad. Este confunde la verdad con sus opiniones. Sólo acepta como real, bueno, justo,… su lógica, sus razonamientos y normas. La mente y este tipo de personalidad llevan al sujeto al sueño de la conciencia; Se desentiende o ignora el significado de los hechos que le circundan a causa de dejarse llevar por sus propias fantasías y construcciones intelectuales. A pesar de la evidencia de la situación y los avisos de los demás, si uno está bajo el influjo de sus propios dogmas es incapaz de escuchar, ver, comprender,… otra verdad que no sea la suya. Popularmente, existe un calificativo para describir esta actitud: “Ser un cabezota”. La personalidad intelectual adquiere un desequilibrio cuando se muestra terca, obstinada e inflexible.
Esto difiere de las convicciones. Un sujeto equilibrado integra las demás ideas aunque no las comparta. La personalidad intelectual disfruta de la tertulia, compartir ideas, exponer lo que sabe y escuchar a los demás,…No obstante, si uno se olvida de sí mismo fácilmente discute, quiere llevar la razón, se acalora, irrita, se siente herido, impone criterios, objeta continuamente, etc.
Ø      Es habitual que este tipo de personalidad tienda a crear “preocupaciones”. La existencia fluye libremente y muchos de los acontecimientos constituyen en el ámbito personal problemas. La vida sin problemas no existe, tarde o temprano aparecen. La mayoría de ellos se solucionan con facilidad; Otros precisan, por su naturaleza, ciertas cualidades: lucidez, paciencia, serenidad,… que quizás uno no dispone, pero tienen solución práctica. Finalmente, existen algunos eventos que uno considera problemas, sin embargo, son insolubles y, por lo tanto, es inapropiado plantearlos como tal. Por ejemplo, la televisión se funde y es irreparable. No obstante, se puede comprar otra. Pero puede que uno no disponga de medios económicos. Esto no es un problema, sino una circunstancia que uno precisa asumir, tener paciencia hasta que uno reúna los medios o alguien preste el dinero o una tele. La personalidad intelectual ante cada paso de este proceso suele darle vueltas a la cabeza con pensamientos que no se concentran en la solución de la situación. Este hábito mental es el que crea las preocupaciones. Estas últimas son formas mentales que ocupan espacio y consumen energía con la actividad intelectual que ronda entorno al supuesto problema. Uno se pregunta continuamente: ¿Por qué se ha fundido la tele?; ¿Por qué a mí? Comenta para sí mismo, ¡Qué mala suerte tengo!; ¡Ni siquiera se puede arreglar! Arrastra una emoción negativa, porque se ve sin tele. Se pregunta a sí mismo, ¿por qué no tengo dinero?; ¿mi hermano me lo dejará o no? Etc. Esto puede durar horas hasta que se decida a obrar para darle una solución práctica. Es decir, solución uno: Asumir que no hay tele hasta que uno tengo ingresos. Solución dos: Solicitar un préstamo a quien me lo pueda otorgar, y devolver el dinero cuando lo obtenga. Todas las consideraciones, cuestiones, dudas, los comentarios, son actividades mecánicas de la mente que generan preocupaciones. Estas se forman por el hábito intelectual de estar continuamente pensándolo todo. Muchas de las preocupaciones se originan por una “falta de decisión” cuando uno se enfrenta ante varias soluciones posibles. Estas no son claras, se carece de discernimiento, ninguna complace suficientemente o implican una perdida de algo,… Entonces, una reacción típica de la personalidad intelectual es darle vueltas a todas ellas en la cabeza. Según pasa el tiempo, uno se aleja más de la posible solución y solo consigue un dolor de cabeza. La mente suele crear preocupaciones de problemas que no existen.
Ø      El dualismo mental y relativismo influyen en la personalidad a causa del uso inadecuado de la comparación. La actividad racional en la vida cotidiana utiliza con asiduidad este mecanismo intelectual para realizar su función en la toma de decisiones. Es razonable, comparar el precio de unos pantalones que tienen las mismas características. Sin embargo, este también se utiliza en ámbitos impropios y, en consecuencia, genera conclusiones y estados emocionales que perjudican el individuo. Como uno repite este proceso en el tiempo se cristalizan en la personalidad sus efectos. Indebidamente, el sujeto se compara con los demás y siempre habrá individuos mejores y peores en cualquier ámbito de la comparación. Con frecuencia, esto acarrea los “complejos de inferioridad o superioridad” debido al relativismo de lo circunstancial. Esto modela personalidades complejas dependientes del más o mejor, en una actitud de competición desde el estimulo del orgullo o, contrariamente, en el recelo, miedo, de ser peor o menos, etc. Un complejo indica que uno es complicado, es decir, dispone de una personalidad enredada, confusa o desconcertante. La complejidad es producida por un uso inadecuado del intelecto aunque los demás centros tienden a amplificarla. Una persona puede percibirse superior a alguien e inferior a otra. Incluso superior e inferior a un mismo sujeto en unos tiempos y circunstancias diferentes. Esto traducido a la personalidad implica graves problemas de relación con los demás y consigo misma. El resultado de una personalidad atrapada en el dualismo mental es el sufrimiento. Muchos defectos nacen y se alimentan de este proceso comparativo como son: La envidia, los celos, el orgullo, la vanidad, consideración interna, el temor,… Asimismo, actitudes de: recelo, antipatía, admiración, miedo, soberbia, arrogancia, etc. nacen a raíz de estos elementos subjetivos que controlan la personalidad.
“Cuando el dualismo se acaba, cuando la mente se torna íntegra, serena, quieta, profunda, cuando ya no compara, entonces despierta la Esencia, la conciencia y ese debe ser el objetivo verdadero de la educación fundamental”. (Educación fundamental. Cap. La mente)
Ø      Otra tendencia de la personalidad intelectual es juzgar a los demás según los propios criterios o prejuicios y las apariencias. Este hábito se fundamenta en la constante actividad racional y valorar todo lo que le rodea. Uno emite continuamente conceptos, ideas, afirmaciones, criticas,… a nivel interno. Esto conlleva que si uno está con alguien estructura sus pensamientos o los concentra sobre él. Muchas veces en lugar de escuchar lo que dice, uno apenas oye alguna frase, empieza a emitir juicios y se pierde la otra mitad de su discurso. Esto es propio de las personas que estiman la función intelectual en exceso y apenas escuchan su corazón e intuición cuando están con los demás. Esta actitud va en detrimento de los demás centros. Asimismo, uno escucha poco ni está presente a lo que realmente quiere comunicarnos nuestro interlocutor. Esta actitud racional no aporta transparencia a las relaciones humanas. Uno se deja llevar por los “a priori”, por aquello que carga en la psiquis, su pasado, sus experiencias, lo aprendido,… Aunque uno arguya que todo lo anterior goce de utilidad en la formación personal, este hábito no hace justicia al instante, a la realidad del individuo ni de uno mismo en el presente.
A la personalidad racional le encanta pensar, cavilar, estar activa y que la psiquis mantenga la atención sobre el centro intelectual. En la actualidad, el pensar goza de prestigio y crédito. Esto significa que esta se inclina por las actividades intelectuales, a nivel profesional, pasatiempos, hobbies, etc. En cuestión de películas se inclina por los filmes de autor, con contenido, una trama de investigación, suspense, etc. Se interesa por los documentales, la información, los reportajes, la lectura sigue la misma línea, de pensadores, filósofos, intelectuales, escritores que aportan reflexión. Los pasatiempos se centran en los crucigramas, sudokus, acertijos, etc. Las profesiones giran alrededor de las letras, la ciencia, administración, organización, dirección.
Hay que destacar que dentro de este tipo de personalidad existen los que siempre están pensado y, otros, que reflexionan. Esto indica que existen dos clases de personalidad intelectual; lo que usan solo la parte automática del intelecto y los otros que utilizan la parte más elevada. Estas descripciones son algunas de las características de este tipo de personalidad pero existen muchas otras que se irán viendo en diferentes temas.
Estas tres personalidades tienen varios puntos en común.
Estas tres clases de personalidad son producto de sus cualidades innatas: El tiempo y el espacio. Esto es debido a la fragilidad de la conciencia que el niño carga en su proceso de formación. Este no disfruta suficientemente de un centro psíquico de reflexión autónomo, tal como se indicó en el tema anterior. El infante asume como adecuados muchos comportamientos y patrones en su personalidad que lo condicionan durante toda la vida. Esto implica que estas tres personalidades asumen un alto componente circunstancial y relativo en su constitución y son muy influenciables a los estímulos recibidos del exterior. Asimismo, estas atraen unas conductas repetitivas en el tiempo. Contrariamente, la personalidad equilibrada es aquella que nace de una reflexión inteligente sobre el mismo comportamiento y los valores en qué se fundamenta. Este no es el caso de las personalidades anteriormente estudiadas.
Estas personalidades no gozan de una estabilidad psicológica sólida, comparten el mal-uso y abuso de los centros y la descompensación entre ellos. Estas crecieron en el más absoluto desamparo de la inteligencia, de la verdad y, en muchas ocasiones, bajo el amor condicionado de sus padres y familiares. Es primordial que cada individuo revise estas cuestiones sobre su personalidad y asuma con seriedad la tarea de una búsqueda de equilibrio, sensatez y bienestar interior. De esta manera, a través de su propia comprensión uno se educará a sí mismo y transmitirá a las personas que le rodea y a sus hijos un patrimonio psicológico basado en el ejemplo. Esta herencia tiene un valor incalculable y no es reemplazable por ninguna transmisión material.
La personalidad equilibrada.
A mí me parece que nosotros debemos empezar por el desarrollo armonioso del Hombre y eso sería únicamente posible si aprendemos a manejar los tres cerebros en forma equilibrada. (Cátedras I. Cap. 6)
Esta personalidad es el resultado de una labor dirigida por la conciencia y que precisa de la colaboración del estudiante. Es muy diferente a las tres anteriores, las cuales tienen muchos puntos en común que divergen de esta.
El bienestar integral no es el resultado de una acción accidental, más bien, de un esfuerzo continuado, voluntario e inteligente por cimentar el orden, equilibrio y la armonía en la psiquis. Esta tarea se inicia si existe un anhelo por conocerse a uno mismo. Esta inquietud se fundamenta en la evidencia cabal de que las “causas” de las carencias, debilidades y los sufrimientos humanos están dentro del individuo. Auto-conocimiento es observación, experimentación directa y comprensión creadora de lo que uno es, de lo que uno hace, piensa y siente. No es un método tedioso de análisis racional de porqués, “pudiera ser que…”, “yo creo que…”, “pienso que…” Ni requiere colocarse delante de un experto que escuche la historia de nuestra vida, etc. El conocimiento de sí está al alcance de cualquier persona que se molesta por contemplarse desde dos escenarios distintos:
Ø El primero se procesa en el instante, “observarse en el ahora”, con un estado de presencia, de vigilia o tercer estado de conciencia, verse actuar en los hechos, sin juzgar.
Ø El segundo en la sala de meditación. Con el ejercicio de esta disciplina, la profundidad de la observación es más penetrante debido a que la conciencia adquiere autonomía de los centros. En la mente reina serenidad y silencio. Esta visión de lo que uno hace sin la interferencia ni la intervención de lo que uno piensa y siente de sí mismo o de las opiniones de los demás es nueva, objetiva y sincera.
El observarse a sí mismo sus propios defectos y virtudes; Eliminar los primeros y reforzar, desarrollar, los segundos es la labor que uno precisa realizar para adquirir el equilibrio interior que uno anhela. En realidad, la conciencia es la que evidencia claramente los desequilibrios de tipo psicológico. A raíz de su comprensión, la personalidad inicia un proceso de transformación hasta conseguir instaurar el orden que la Esencia le dicta.
Toda actividad sensata abarca en su despliegue la adecuada contribución del pensamiento, emoción, voluntad y conciencia. De esta manera, la personalidad equilibrada usa correctamente todos sus recursos y los dispone hacia la consecución del objetivo de la acción. La auto-conciencia aporta el componente de eficacia en la ejecución de una tarea. La personalidad pasiva coordina el uso de las funciones desde la Esencia a través del desarrollo de la virtud de la “templanza”. Esto significa que existe un empleo equilibrado de los centros que abarca tres aspectos:
1.     Cada escenario o ámbito le corresponde la utilización de la función apropiada.
2.   El uso de un centro se realiza en la medida adecuada. No más ni menos de lo necesario.
3. Las funciones precisan estar coordinadas entre sí. El flujo de información entre las funciones requiere ser objetivo y sin interferencias.
Por ejemplo: Uno constata que la rueda del vehículo está pinchada.
Para remplazarla uno procede eficazmente si estos tres aspectos están presentes.
Uno observa detenidamente la situación, la posición del coche, el terreno.
Centro intelectual: Se concentra en el hecho, inspecciona si dispone de todas las herramientas, si se puede cambian en ese lugar, se necesita desplazar el vehículo o llamar a una grúa. ¿Se puede cambiar? Si la decisión es afirmativa, entonces:
Centro emocional: Uno siente que hay que ponerse a la acción.
Centro motor: Escoge las herramientas, la rueda de socorro, afloja los tornillos, monta el gato, sube la rueda,… en cada paso, uno lo piensa, lo siente y lo ejecuta. Finalmente, una vez ha terminado guarda todo en su sitio. El problema se ha solucionado en 15 o 20 minutos y el estado de presencia se mantuvo activo en todo el proceso.
Cada centro desempeñó la función que le es propia. Se usaron con el esfuerzo y tiempo requerido. Finalmente, la conciencia estableció la coordinación entre ellas. En este sentido, la personalidad receptiva actuó de modo equilibrado.
Existen muchas otras formas de reaccionar ante este evento que precisa una acción práctica pero pertenece al ámbito de las otras tres personalidades. Por ejemplo. El sentirse irritado por el hecho en sí; Incomodado por tener que realizar un esfuerzo; Estar pensando que llega tarde al puesto de trabajo; Qué tiene mala suerte, qué alguien se la pinchó a posta; etc. Lo que conlleva a no estar presente ni concentrado y cometer errores, como es el subir el gato antes de aflojar los tornillos; Ejecutar las acciones con pesadez, pereza; Moverse con demasiada rapidez, golpearse y lastimarse; Olvidarse de alguna herramienta, etc.
Estas últimas descripciones son propias de las tres primeras personalidades. Muchos sujetos poseen un vehículo pero no se ocupan de saber dónde se halla la rueda de recambio y cómo se opera para cambiarla. Uno piensa que un reventón solo les ocurre a los demás y no sienten la necesidad de aprender algo que les puede facilitar la existencia. Si alguien se lo plantea argumentan que tienen el móvil, están asegurados, siempre les ayudará alguien,… No obstante, ¿en cuantas ocasiones uno conduce en carreteras poco transitadas, tarde en la noche y en invierno? Algunos casi nunca, otros, todos los días, el último recurso que uno tiene es el teléfono. ¿Qué pasaría si no hay cobertura o uno se lo dejó en casa?
La templanza[19] es la facultad que se ocupa del equilibrio de los centros. Si por razones profesionales, uno usa una función más que otra, entonces, necesitará compensarla con actividades de las demás. Por ejemplo, si durante la jornada laboral un individuo se halla realizando un continuo esfuerzo físico, lo sensato es que cuando termine cambie de actividad. Se dedique al uso de los centros emocional o intelectual. Asimismo, si alguien, en su empleo, se concentra en informes o baraja números todo el día, cuando acabe es justo que se plantee una acción física o emocional. La personalidad equilibrada es el resultado de este tipo de esfuerzo que se emprende por una inquietud de armonía en la existencia. Esto conlleva que uno se concentra en las diferentes tareas que en el curso se imparten y estas se practiquen. Esta atención coherente con el anhelo de experimentar el bienestar integral se construye paulatinamente a medida que la conciencia del individuo despierta. Esto implica que la personalidad antes de equilibrarse se hace más receptiva y la mente pasiva a esta actividad de la atención plena u observación de sí mismo.
“La personalidad humana debe volverse tranquila, pasiva; esto implica, de hecho, una tremenda actividad de la conciencia, esto significa aprender a vivir conscientemente, esto significa poner el basamento para el despertar”. (Psicología del trabajo interior II. Cap. Necesidad de Aprender a Vivir)
La conciencia se abre tanto al mundo interior como exterior si uno realmente le concede la oportunidad y el espacio psicológico para expresarse. No se tiene que olvidar que el ejercicio de estar presente, no olvidarse de sí mismo, es elemental para aumentar el nivel de la conciencia y usar su máximo potencial. La acción de la Esencia revelará los desequilibrios que uno elaboró por las mecánicas de la existencia. Poco a poco, el estudiante descubrirá su propia inteligencia emocional, las facultades superiores, su intuición, que se expresan cuando la mente se halla serena. El esfuerzo diario atrae un cambio progresivo de la personalidad mecánica hacia una personalidad más consciente de sí misma y, en consecuencia, más equilibrada, templada. Esto significa que el centro de atención de la persona orbita alrededor de la Esencia. La práctica del auto-conocimiento facilita el traslado del centro psíquico del individuo de la personalidad hacia la Esencia, donde la identificación está cada vez más alejada y espaciada. El resultado es distanciarse de la influencia del subconsciente, limpiarlo de defectos y carencias de tipo psicológico. El bienestar integral consiste en aprender a vivir en armonía con lo que uno es, una Esencia llena de posibilidades las cuales están por descubrir dentro de sí misma. Cuando un individuo respeta su auténtica naturaleza interior, establece un equilibrio que le es propio. El auténtico problema humano consiste en que la personalidad artificial se llena de adquisiciones psicológicas innecesarias, subjetivas y egocéntricas. Esta las arrastra todo el tiempo y, según este transcurre, su vida se complica cada vez más. El subconsciente es donde residen las raíces de las contradicciones, limitaciones, dependencias, los defectos, complejos, miedos, etc.
Nadie enseñó al infante ni al adulto la virtud de la templanza. Las herramientas psicológicas básicas para un armonioso desarrollo del Hombre son para la sociedad contemporánea invisibles e inexistentes. La tolerancia, paciencia, cordialidad, esperanza, conciencia, dignidad, el respeto,… son cualidades humanas anodinas y sin valor para la educación. Sin embargo, cuando se plantean a nivel particular, la mayoría anhelaría disponer de estos recursos anímicos cuando los necesitara. La realidad diaria evidencia que estas facultades humanas son elementales en la convivencia con los demás. Nuestros semejantes nos acompañan durante toda nuestra vida y uno se relaciona con ellos constantemente: En la familia, escuela, el empleo, en cualquier gestión, etc. Esta contradicción de la sociedad en enseñar muchas cosas a un niño pero pasar por alto lo fundamental está presente en la personalidad del ser humano. Durante la vida, un individuo aprende muchas cosas útiles pero ignora lo esencial de su naturaleza interior, su Esencia, y los defectos y las cualidades que acarrea. La formación de una personalidad equilibrada se erige en dirección contraria a este proceso irracional e inconsciente de los planes superficiales de la educación en el ámbito humanista. El Hombre como tal precisa ser el centro de su formación. Es decir, su “humanidad” debería ser protegida, avivada, enseñada, desarrollada, premiada. Esta educación en los valores humanos junto a las demás disciplinas académicas consagraría ciudadanos conscientes de lo aprendido, de ellos mismos y de los demás. El bienestar integral consiste precisamente en esto. Una personalidad equilibrada concilia el uso armonioso de sus centros y aprende a utilizarlos con eficacia y sensibilidad. Cuanto más sea uno auto-consciente, más progresará en la consecución de esta inquietud.
“Los hombres del cuarto nivel buscan, quieren saber algo más, anhelan, necesitan inquirir, indagar, aspiran a conocer el significado de la vida; presienten que la vida debe tener alguna significación, que todo esto tiene que tener algún sentido, y en su deseo pues de querer saber, no se contentan con los conceptos meramente intelectivos, no les satisfacen; esos son los que están buscando por aquí, por allá y acullá. Los hombres del cuarto nivel son pues la esperanza del mañana”. (Cátedras IV. Cap. 61)
La gestión de las emociones negativas y las técnicas del cambio de centro.
Este apartado por su extensión se trata en un anexo a este estudio de los diferentes tipos de personalidad. La monografía se titula “La gestión de las emociones negativas”.
 
    La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog. 
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    Para más información, en este mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020, o en las misma página de Amazon.



[1] Es recomendable antes de leer y trabajar sobre este texto repasar con atención los temas anteriormente expuestos: “Los tres factores internos que carga el ser humano y todos los centros del organismo”.
[2] Este apartado se desarrollará en un tema posterior.
[3] Estas se derivan de las propiedades innatas, el tiempo y el espacio, descritas en el tema anterior titulado “Los factores internos del ser humano”.
[4] Del latín “traditio”, define el conjunto de bienes culturales que se transmite de generación en generación dentro de una comunidad. Se trata de aquellas costumbres y manifestaciones que cada sociedad considera valiosas y las mantiene para que sean aprendidas por las nuevas generaciones como parte indispensable de su legado cultural.
[5] El estudio de este factor tal como lo concebían los antiguos griegos es complejo y no es el objetivo de este texto profundizar en los pormenores de este tema. El conocimiento de sí mismo y de la personalidad es más inmediato y directo a través del análisis introspectivo de los centros del organismo.
[6] “Sin embargo, conviene actuar con cierta prudencia en el tema del papel activo del niño en el proceso de su propio desarrollo como persona. Los mismos autores, defensores del significado de los factores genéticos en el desarrollo de la personalidad, rechazan, de suyo, la postura determinista”. (Revista Complutense de Educación. Vol. 13, Núm. 2, 2002. Autor: Ángel Izquierdo Martínez. Temperamento, carácter y personalidad. Una aproximación a su concepto e interacción)
[7] La primera locución (a) se alude principalmente a que la persona tiene voluntad, es determinada o definida en sus opciones de vida, sean estas adecuadas o no. En el segundo enunciado (b), la persona referenciada puede que también disponga de voluntad junto a otras cualidades y limitaciones. En el tercer caso (c), se podría describir a alguien que se enfada con facilidad, sufre de impaciencia, etc. En el cuarto ejemplo (d), puede sugerir que el individuo sea cooperador, paciente, tolerante, escucha a los demás. se pone en su lugar, etc.
[8] Esto se explicó con profundidad en el tema del centro sexual.
[9] Las emociones no solo se articulan a través de palabras. Igualmente se vislumbran por actitudes motoras o instintivas.
[10] Este tema es extenso, importante y se profundizará más adelante en el curso. Por parte del alumno, todas estas respuestas emocionales necesitan ser observadas en la práctica y conocidas dentro de sí para adquirir una personalidad equilibrada.
[11] Este tema se desarrolla en un anexo debido a su importancia y extensión en el conocimiento de sí mismo.
[12] Este término designa la actitud de agruparse en pandillas y uno se convierte en gregario. Es decir, uno tiende a actuar en grupo bajo el influjo de un cabecilla. Es conocida la influencia que un conjunto realiza sobre cada uno de sus miembros. Estos terminan efectuando acciones que nunca harían solos.
[13] Este punto posee elementos comunes al anterior. Aunque parte de causas emociones diferentes.
[14] Atribuir un concepto.
[15] Los primeros años del niño se dedican a la formación de los centros. El intelectual, concretamente, se concentra en adquirir las habilidades lingüísticas. Aprende a leer, escribir, a expresarse y comprender lo que se le enseña. Esta primera etapa es básica para que, más tarde, el púber entienda tanto los conocimientos y habilidades que se imparten como la importancia que estos tienen en su vida.
[16] Secundaria, módulos o profesional.
[17] En el mundo de la ciencia se trata de descubrirlas, establecerlas o enumerarlas. Son sinónimos de la norma: el principio, axioma, patrón, la ley, proposición o regla. En el plano individual, estas normas racionales son equivalentes o se componen de conceptos, ideas, prejuicios, etc. Por ejemplo, uno se dicta la norma de no fumar. Esta implica una acción concreta basada en varios conceptos: Que perjudica la salud propia y ajena, es un vicio muy caro, aumenta la esperanza de vida, etc.
[18] “No se puede reclamar que hombres y mujeres sean iguales porque sus naturalezas son diferentes. No puedes poner a las mujeres a hacer todo lo que hacen los hombres como hicieron los regímenes comunistas”. (Recep Tayyip Erdogan, presidente electo de Turquía. Foro internacional sobre los derechos de las mujeres 2014, celebrado en Estambul. Fuente Euronews)
[19] Esta virtud se estudiará en una monografía posterior.