1. Sensación, fruto del estímulo transformado
por el sentido en el centro instintivo. Todas las sensaciones se procesan en
paralelo, es decir, de modo simultáneo.
2. Percepción, corresponde a la suma de todas
las sensaciones, la cual carga un complemento emocional o no.
3. Impresión, esta se refleja en el centro
intelectual como información. Una impresión constituye una representación
psicológica del entorno que los sentidos advierten en el instante presente. Sensación,
percepción e impresión constituyen un proceso mental serie, significa que uno
es consecuencia del anterior en un mismo instante psicológico.
Por ejemplo, un sujeto cruza una calle sin prestar atención
al semáforo en rojo para los peatones, en el mismo momento oye un frenazo de un
vehículo y el sonido del claxon (sensación auditiva). Simultáneamente, este se detiene,
mueve la cabeza hacia la procedencia de ambos sonidos, los músculos se tensan, y
una emoción negativa (temor, desconcierto…) le invade (percepción). Sólo una
vez captada la impresión, el individuo concibe racionalmente que un coche tuvo
que frenar bruscamente por su imprudencia.
En esta escena, uno observa que el sentido del oído aprehendió los
estímulos; estos se convirtieron en sensaciones junto a otras que la persona
recibía: atendía las palabras del amigo, miraba una chica en la acera de
enfrente, olía a cebolla frita de la hamburguesería de la esquina, etc. El
cerebro instintivo-motor-sexual realizó toda la transformación: los sentidos
captan y se crean las sensaciones, en este mismo instante, entra en acción el
centro emocional, miedo, y el centro motor, parada, movimiento de cabeza, los
músculos y los nervios tensos. Estas funciones intervinieron en la misma
percepción, antes de que el intelecto pudiera dar orden alguna, debido a que
todavía no accedió a la información o la impresión. Una vez que el centro instintivo
forma la percepción y la traslada al centro racional, el peatón distraído asume
su error, vuelve sobre sus pasos, y se disculpa ante el conductor. Incluso, en
ese momento, su conciencia experimenta un pequeño incremento por el error
cometido o impresionado por la situación vivida, para, más tarde, regresar de
nuevo al sueño anterior.
Se expone otro ejemplo de una conversación de negocios entre dos
personas que están compartiendo mesa en un restaurante. En este caso, la
atención se vierte principalmente sobre las palabras que el interlocutor(a)
emite, aunque todos los sentidos están activos: el gusto, el olfato, la vista,
el oído, y el tacto. El cerebro instintivo-motor-sexual capta todos los “estímulos”
con los sentidos y, estos los transforman en “sensaciones” de modo paralelo. En
esta escena, las sensaciones auditivas y visuales son preponderantes, porque la
atención está presente a las palabras y los gestos que acompañan a estas. Las
palabras y la expresión corporal no se tocan, ni huelen ni gustan. En cada instante,
en la mente de quien escucha se forma un patrón perceptivo compuesto por:
palabras, imágenes de gestos armoniosos de quien habla, chica o chico bien
parecido, joven, atlético, con modales; junto a la gente de otras mesas, el
servicio desplazándose, temperatura agradable, comida gustosa... A este modelo
perceptivo hay que sumarle una emoción de bienestar generada por las sensaciones.
Finalmente, esta “percepción” llega al centro racional como “impresión” donde
la sensación más relevante es la auditiva, es decir, las palabras, el mensaje,
seguida de la visual. Ambos tertulianos se comunican en el mismo idioma, y las
palabras describen conceptos, cuyo significado es conocido por la función
intelectual, depositado en su memoria racional. Este recorrido de los estímulos
recibidos, denominado “proceso ascendente de la información”, se ha elaborado de
modo involuntario. La transformación de la impresión discurrió mecánicamente a
causa de que las distintas memorias intervienen sin intención por parte del
sujeto que escucha; su estado de conciencia es sueño o identificación crónica,
y su centro de gravedad psicológico es la personalidad.
Ahora bien, a partir del instante en que las palabras son
interpretadas por el individuo que escucha, sea en un sentido favorable o
desfavorable a sus intereses, se desencadena la respuesta en las diferentes
funciones. Si el mensaje de quien habla es desfavorable, la recepción de
estímulos, normalmente, se verá afectada a pesar de que los sentidos advierten
la misma naturaleza de estímulos que en el instante anterior. Muchas
sensaciones no se sumarán a la percepción, por ejemplo, las que pertenecen a la
comida, al ambiente…, pasarán a un segundo plano; también se le incorporará una
emoción negativa. En el ámbito intelectual, la impresión se mezclará con
pensamientos de preocupación porque anticipa que el negocio propuesto al
interlocutor no prosperará. En cambio, si el mensaje es entendido de modo
propicio a sus intereses, entonces, la transformación de impresiones será de
índole totalmente distinta. Aunque, la naturaleza de los estímulos captados por
los sentidos, es idéntica al instante anterior, excepto el contenido de
palabras y gestos reflejos del hablante, los cuales conforman la impresión. En
este caso, las primeras sensaciones se reforzarán, el centro emocional adicionará
a la percepción un estado de satisfacción y tranquilidad, y la impresión se
juzgará con satisfacción. Tanto si la impresión es positiva como negativa,
quien escucha coordinará una respuesta intencionada según los planes de la
personalidad o el ego, y su estado de conciencia.
Todo el proceso de la
transformación de impresiones, el cual atiende desde el estímulo hasta la
impresión, indica que las sensaciones y su percepción juegan un rol destacado.
Así mismo, la interpretación racional de las impresiones, es decir, cómo se
establecen juicios, valoraciones, calificaciones…, es otro elemento relevante
de su transformación. Este apartado se estudió en el tema de la transformación
correcta de las impresiones, instaura una primera respuesta a la impresión, es decir,
en muchas ocasiones, es un añadido racional a esta.
Toda entrada de
información desde el exterior se convierte en una impresión, esta alcanza la
mente racional de instante en instante. Este momento o unidad de tiempo que puede
llamarse “instante psicológico”, define la magnitud de los procesos mentales
que por su naturaleza son aprehendidos por la atención plena. Este “instante psicológico”
no es una magnitud física que desgrane segundos o fracciones de él, ni
corresponde a procesos químicos, fisiológicos, bioeléctricos…; ni a transformaciones
de energía que concurren en los sistemas límbico, nervioso periférico, central…,
hasta convertirse en información racional. “Instante psicológico” concreta la
unidad de tiempo mínima que engloba la cadencia por la cual transcurre la transformación
psicológica compuesta por las etapas: sensación, percepción e impresión. Esta
transición, paso a paso, sólo puede ser advertida por un estado de conciencia
superior, debido a que es muy rápida, y es imperceptible para una atención
mecánica, tal como prodiga la personalidad. En este estado, el sujeto únicamente
constata el binomio estímulo-impresión. Al ser un momento, este asume que sensación,
percepción e impresión se procesan simultáneamente, hecho que no corresponde
con la realidad interior.
La
intervención de las memorias en la transformación de las impresiones
En la mente, la transformación del estímulo en impresión construye la
información ascendente, la cual define aquella que uno recibe por los sentidos,
y es procesada por los tres cerebros. La posible adición o sustracción psicológica
de sensaciones y emociones a la percepción es fruto de la mecanicidad, y la inconsciencia
del sujeto. Esta suma de contenidos proviene de las memorias de las funciones, es
una “proyección” de las mismas. La reacción a la impresión es otro proceso psicológico
que determinará una respuesta o no según la voluntad de la persona.
Una correcta transformación de impresiones precisa un estado de
presencia pleno a todo el proceso, es decir, no agrega ni omite nada a los
estímulos advertidos por los sentidos. La autoconciencia produce una separación
selectiva ante las proyecciones de las memorias de las funciones. Esto enseña la
dificultad y, paralelamente, la necesidad vital de aplicarse en el estado de
autoobservación para prevenir, tanto la identificación crónica como la aguda.
La identificación puede originarse en el mismo instante en el que los
estímulos entran por los sentidos, y se crean las sensaciones. En los pasos
siguientes de la transformación mecánica de impresiones, la identificación se
refuerza en fascinación, sueño o hipnosis.
Desde el estímulo hasta la impresión, la conversión de energías está a
cargo de la función instintiva, pero a partir de las sensaciones,
los centros: motor, sexual y emocional pueden interactuar. El acceso del centro
intelectual es posible en el paso siguiente, cuando la percepción alcanza la
pantalla de la mente como impresión. A esta función le corresponde conceptuarla,
aporta una apreciación cognitiva racional según los conocimientos adquiridos
por el individuo.
Esta cadencia de cómo los datos proporcionados por
los sentidos recorren la psiquis hasta transformarse en impresiones, está avalada
por las distintas velocidades de los tres cerebros. Hay que recordar que el
cerebro instintivo-motor-sexual es el más rápido, después le sigue el emocional,
y, finalmente, el intelectual es el más lento.
Se comentan algunos ejemplos de cómo se relacionan
estímulos, sensaciones, precepciones e impresiones. · La publicidad manipula la psiquis a través de
las impresiones. La propaganda busca influenciar y concibe, por medio de los
estímulos, sensaciones que la personalidad o el ego reconocen y atraen el
centro emocional. Esto se consigue si la emoción irrumpe en la sensación, el
resultado es una percepción emocional, la cual origina una impresión que
impacta la pantalla mental acompañada de emoción, sentimiento, ternura, afecto,
etc.
En algunos anuncios, la impresión es totalmente
emocional, uno observa las imágenes, escucha los lemas…, y el intelecto apenas
emite juicios en ese momento. Estos profesionales crean escenarios que en el
ámbito social, cultural, familiar…, poseen cierta carga sentimental, la cual
interpela en el ámbito personal al individuo que visualiza el anuncio. De este
modo, la razón la asume, clasifica, valora y establece en el centro intelectual
una representación mental según la voluntad del publicista. Lo cual significa
que desee el producto, quiera probarlo, comprarlo…; y lo integre, asocie, a una
idea o una imagen de bienestar, felicidad, ilusión, bondad, juventud, salud,
éxito, placer, libertad… En definitiva, esta acción reporte beneficios, tanto
de imagen como económicos a la empresa, y el sujeto caiga en el sueño que le
proponen. Esto último es el objetivo de toda propaganda; se observa, por
ejemplo, todos los años en la campaña publicitaria del Sorteo Extraordinario de
la Lotería de Navidad: “Compartir como siempre, compartir como nunca”
(2020). Así mismo, en anuncios donde se define una imagen concreta según el
eslogan:
“Yo no soy tonto”, (Mediamarkt); “La chispa de la vida”,
(Coca-Cola); “Porque tú lo vales”, (L’Oreal); “A gusto con la vida”,
(Nestlé); “Todo un futuro juntos”, (Bankia); “Despierta a la vida”,
(Nescafé); “Encuentra tu propia esencia”, (Loewe); etc. Esta
manipulación de la mente del individuo planificada por la publicidad, es
similar a la que realizan el ego y la personalidad con la Esencia. · Así mismo ocurre con la industria
cinematográfica. En el caso de que interese activar emociones e instintos
agresivos, miedo, odio…, los estímulos son los que se observan en las películas
de terror, thriller… En este tipo de cine se presentan injusticias de villanos
que justifican la venganza del protagonista, donde hay una gran cantidad de
muertos, formas de torturar, asesinar y morir. En el género romántico se crea
una atmósfera psicológica sentimental. En las comedias se elaboran escenarios,
es decir, estímulos cómicos, chistes, gags, situaciones inverosímiles, etc. Este
mundo se traslada con las mismas bases a las producciones de TV, al videojuego,
etc. · Es conocido que los estímulos vinculados con el
sentido del olfato y, por lo tanto, la sensación olfativa, atrae recuerdos del
pasado, es decir, estimula la memoria. Este es un ejemplo de cómo este tipo de
sensación conecta con la memoria visual y la emocional (revela una imagen o una
escena), y se convierte en una percepción. El olor pasa a un segundo plano, y
la impresión se carga de los recuerdos que evoca. El centro racional reacciona con
más recuerdos, buscando rememorar o dejar de hacerlo según la relación que
estableció con esa misma impresión en el pasado. Este recuerdo atraído por la
sensación olfativa puede ser objeto de identificación crónica o aguda. · Cuando alguien toca con la mano, sin prestar la
suficiente atención, una fuente de calor intensa, al momento capta la sensación
de dolor, la función motora reacciona y aparta la mano. Aquí, en el mismo
instante de la sensación de dolor, el sujeto no emitió emoción, ni pensamiento
alguno, el motor fue el primero en responder. Esto es lo que se conoce como un acto
reflejo. Después, la percepción añade una emoción negativa en relación al dolor
captado por el instinto, y el centro racional emitirá algún juicio sobre la
impresión vivida. · La música no se piensa, es un estímulo auditivo
que genera una sensación grata si es de nuestro gusto o desagradable en caso
contrario. Las melodías fácilmente atraen recuerdos e imágenes de cuando se
escuchó anteriormente o por primera vez, con quién y qué se hacía. Este proceso
se debe a las memorias sensoriales. Inmediatamente, después se genera una emoción.
Si es una música conocida se añaden sentimientos antes vividos, los cuales
pueden ser de satisfacción, si no hay rechazo o indiferencia. En este mismo
momento, el centro motor se une marcando el ritmo. En muchas ocasiones, si la
canción es o fue un éxito muy popular, se bailó, uno se divirtió escuchándola…,
le produce alegría. Cuando la percepción de la música conocida alcanza el
centro racional como una impresión, piensa o trata de recordar el autor, el
título de la melodía. También puede recrearse identificado en pensar en ella, en
los recuerdos que le evoca, o bien pasar desapercibida si le es indiferente.
“El sabor o el gusto
de un dulce desencadenan una respuesta muy intensa que nos devuelve a la
infancia; una balada que creíamos olvidada nos transporta a la adolescencia.
Los recuerdos sensoriales afectan a todos los sentidos. Un sonido, un paisaje o
un suave rozamiento pueden evocarnos experiencias intensas de nuestra historia
vivida”. (Luis Alonso. Revista Investigación y Ciencia. Artículo: “Memoria
sensorial. Bases neurales del efecto Proust”).
· La adicción a alguna sustancia, por ejemplo:
café, cigarrillo, Coca-Cola, drogas psicotrópicas, alcohol, chocolate…, se fundamenta
en la sensación junto a la satisfacción que provoca su consumo en la función instintiva.
Esta experiencia placentera produce una emoción agradable, de bienestar,
positiva. La impresión es asumida racionalmente como satisfactoria y atractiva,
y su vivencia se justifica. En las memorias de los centros, el concepto (intelecto)
y la vivencia de esa sustancia se alojan como una impresión con carga instintiva
y emocional de agrado. Cuanto más se consume la sustancia, más se refuerzan los
lazos fisiológicos, emocionales y racionales hasta que
su ingesta se convierte en un hábito. En el caso de las drogas, estas crean una
dependencia grave debido a que afectan a procesos neuronales, los cuales se deterioran.
Esta situación, que muchas personas viven, se debe a una identificación con la
sensación percibida, la cual pasó a ser fascinación y sueño o hipnosis según el
grado de influencia que provoca la sustancia en él. Las sensaciones se originan
por la función instintiva desde el subconsciente, por esta causa sus efectos son
tan poderosos en la psiquis. En principio, existe un alto grado de inconsciencia
en el modo de relacionarse con ellas. En efecto, el ego se ampara en las
sensaciones con suma facilidad e impulsa la identificación, la cual se
convertirá en crónica o aguda según su nivel de Ser, y la capacidad de reflexión
íntima de la persona.
“La sensación
producida por las drogas es uno de los estímulos más intensos en el cerebro y
rebasa al placer generado por el sexo o la comida”. (Aline Juárez.
Expansión México. “Las drogas en tu cerebro: sensaciones aumentadas y daños irreversibles”.
26 junio 2011).
Las sensaciones proporcionan la percepción de la realidad, pero
también la condicionan a causa de su recepción psicológica agradable o
desagradable; e inmediatamente después, de cómo la persona las juzga en me gustan
o disgustan (actividad racional). La base de muchos egos se halla en este
apartado de la transformación de los estímulos, y las consiguientes sensaciones
que producen. El apego, rechazo o indiferencia se confeccionan primero en el
centro instintivo, le sigue el emocional, y lo razona el centro intelectual. Cada
impresión transformada registra el proceso con distintas intensidades en las funciones
según la vivencia, y la relación que instaura con ella en los tres cerebros. En
la mayoría de los seres humanos, esta actividad es inconsciente. El mismo
instinto discrimina ciertas sensaciones, otras son condicionadas de modo que la
memoria del centro interviene en la percepción, y modifica la impresión que uno
recibe en el intelecto. ¿Cómo se concibe este condicionamiento de la impresión?
Por medio de la identificación, la fascinación y el sueño o hipnosis. ¿Provocado
por quién? El “yo” o la personalidad. Ambos son estructuras o mecanismos creados
anteriormente, memoria de cada función, las cuales reconocen el escenario. Así,
las sensaciones y la percepción que surgen de la escena, y la inmediata impresión
que se deriva, es identificada por la razón. De este modo, el ser humano recibe
la información del mundo que le rodea de modo equivocado.
La réplica ante la
impresión igualmente está fijada; entonces, uno responde automáticamente,
porque su reacción es un hábito. Del mismo modo que la recepción de las impresiones
se realiza mecánicamente, y la información que alcanza los tres cerebros está
condicionada por sus respectivas memorias, la respuesta también lo es. Este
patrón preestablecido se conoce como recurrencia.
Consecuencias
La cuestión es, ¿cómo me relaciono con las sensaciones, la percepción
y la impresión?
Las sensaciones, la percepción y la impresión, debido a la carencia de
conciencia y a la intervención de las memorias, se configuran de modo
subjetivo, relativo y circunstancial. Esto indica identificación crónica o
aguda. La causa es que experiencias anteriores del sujeto, junto a un estado
interior de sueño en el momento de la transformación, influyen de modo
determinante.
En efecto, existe en la base un factor selectivo, ego o personalidad,
el cual fija su atención sobre los componentes de la sensación o la percepción
que le interesan, motivan, atraen, siente debilidad, rechaza…, particularmente.
Los hechos son los mismos para todos. No obstante, por un lado, los estímulos
son advertidos según la atención y la posición que ocupa el individuo respecto
al evento. Por el otro, en el plano interno, cualquier agregado psicológico
puede intervenir en este proceso, subordinándolo a su antojo. Si la gente fuera
autoconsciente aprehendería la situación con poca diferencia, respetaría su
naturaleza y sus propiedades; pero si las personas se hallan en un estado de
conciencia inferior, será una coincidencia de intereses o casualidad, producto
de la identificación. Sin conciencia libre no hay objetividad.
Toda percepción del instante es algo más que sensaciones: gustativas,
olfativas, táctiles, visuales, y acústicas, aunque todas se fundamenten en
estas. En muchos casos, hay que agregarle las proyecciones que evocan las
memorias de los centros instintivo, motor, sexual, y emocional. Popularmente,
el individuo habla de sentirse de una manera u otra, cuando describe una percepción
de sí mismo que está vinculada con el aquí y el ahora. En realidad, esta se
compone de sensaciones del presente, asociadas a los estímulos del escenario,
junto a sensaciones y emociones del pasado rememoradas por los centros. La impresión
llega en el ahora, más lo que proyecta el ego o la personalidad asociándola con
el ayer. Cuando el individuo alude a sentir: hambre, nostalgia, nerviosismo, agobio,
dolor, poder, alegría…; en muchos casos, uno está identificado con este estado,
es decir, con la impresión que recibe en ese instante, más la carga psicológica
vivida en episodios anteriores.
La base real de la información son los estímulos que recogen los
sentidos. No obstante, si el individuo está identificado con su personalidad o
ego, la impresión sufre una manipulación. Por ejemplo, alguien comió hasta
cubrir su necesidad, pero una hora más tarde, paseando, observa una pastelería,
y siente hambre. Esta sensación ficticia alojada en la memoria del centro
instintivo, es emanada por el ego de la gula desde el subconsciente. Esta
percepción de tener apetito, e impresión de desear comer, alcanza el centro
racional condicionando la persona, la cual caerá fácilmente en la hipnosis. El sujeto
confundirá fácilmente hambre con deseo de satisfacción, comprará como un autómata
el dulce, y se lo comerá pensando que tenía necesidad.
El fundamento del hedonismo se halla en las sensaciones. Cuando un sentido
recibe un estímulo y se produce una sensación, esta última imprime de modo
natural sus características intrínsecas. Las sensaciones son agradables, y, por
lo tanto, gustan, pero también desagradables o indiferentes, y, en
consecuencia, no complacen. Estas sensaciones se advierten en el centro emocional
con una percepción de aceptación o rechazo; finalmente, la impresión se conceptúa
con justificación o condena, y se le atribuyen calificativos a la experiencia.
Por ejemplo, uno siente incomodidad, inseguridad, angustia, recelo, dolor…; o,
por lo contrario, siente bienestar, placer, tranquilidad, interés, alegría… Esto
conlleva una clasificación de estas impresiones y del escenario que las provoca.
De modo que lo juicioso desde la perspectiva de la personalidad, es atraer aquellas
escenas que evocan disfrute y satisfacción, y evitar aquellas que molestan,
aburren, o que no son del agrado del individuo.
Sensaciones,
emoción y percepción refuerzan el falso sentimiento de mí mismo, y asientan el
centro de gravedad psicológico en el que me reconozco como persona. Cada vez
que mis sentidos advierten un estímulo o una escena, mi modo de transformarlos
ahonda mi forma de ser, de sentirme en lo que percibo; fortifica la memoria de
lo que soy. El sentimiento y el pensamiento evocado por la impresión acentúan
la falsa personalidad, tanto cuando esta llega a la mente como en el instante
de reaccionar ante el escenario.
Fundamentalmente,
la falsa personalidad es este sustrato psíquico fortalecido por formas de
observar la existencia a través de patrones, hábitos, costumbres, moldes de la
conducta…, que originan este falso sentimiento de sí mismo. Este percibirse
crea un frágil equilibrio interno de los centros, y se sustenta por la vía del
segundo estado de conciencia o identificación crónica. Sin embargo, si un
estímulo se sale del marco de referencia de la personalidad, este se advierte
en la sensación que produce, e inmediatamente surge una emoción inferior. Esto
indica que una parte más profunda del subconsciente interviene, y la impresión
que llega a la pantalla de la mente acarrea la identificación y la fascinación.
La hipnosis se instalará si la razón cede a los impulsos emocionales o a las
sensaciones del cerebro instintivo-motor-sexual. A partir de ese instante, la
respuesta recurrente al escenario se efectuará por el ego en el primer estado
de conciencia o identificación aguda.
Todos los procesos de identificación crónica o aguda se inician con la
participación de las memorias de los cerebros, los cuales conforman un ente
psicológico conocido como personalidad. En este vehículo psicológico uno se
reconoce a sí mismo.
En la función instintiva, una sensación puede ser asimilada a otras
que sean análogas, y que fueron vividas anteriormente. De hecho, el instinto
rige las constantes vitales, y los actos involuntarios o reflejos del
organismo, lo que implica un alto grado de automatismo. Esta característica lo
ubica en el subconsciente. Esto facilita al ego su irrupción en el momento de
instalarse la sensación, e iniciar la identificación, en el caso de que la
sensación lo atraiga. En este sentido, el ego goza de cierta ventaja para captar
la sensación ante el sueño en el cual está sumergida la personalidad.
Muchos pensamientos irracionales son fruto de impresiones que alcanzan
la pantalla mental envueltos por la energía densa de la identificación aguda.
La impresión acarrea la fuerza de la sensación manipulada y la emoción
negativa, las cuales incitan a pensar de modo inconsciente con las mismas
características del ego. Esto ocurre con agregados psicológicos como los celos,
la envidia, el amor propio, la ira, el odio, etc.
Contrariamente, la
correcta transformación de impresiones obra con la presencia de la conciencia a
los estímulos, las sensaciones, la percepción y la impresión en cada instante.
El estado de autoconciencia vigila la correa de transmisión de la cadencia de
la transformación de impresiones para que sea respetuosa con los hechos, y capte
su realidad. Esta conciencia proactiva está presente a la vida, su importancia,
aprendizaje, y una vez comprendida la información, se centra en la acción a emprender;
se ocupa y concentra en la situación; apela a los recursos de inteligencia y a los
atributos humanos para adoptar una respuesta sensata al evento; una vez que
este fue advertido con rigor con todos los sentidos, sin la interferencia del
subconsciente, es decir, sin identificación.
“Simultáneamente, observo
firmemente la forma en que el apego surge en
mi mente. Como un centinela totalmente alerta, con el fúsil dispuesto,
escudriñando en busca del enemigo, el centinela de mi sabiduría, totalmente
consciente de cada momento, observa vigilantemente e investiga cómo surge el
apego”. (Lama Yeshe. “Ego, apego y liberación”. Cap. Haz espacio para la
sabiduría).
Preservar la percepción de sí mismo, una mente abierta y receptiva, y
una personalidad pasiva facilitan una correcta recepción de impresiones. El tercer
estado de conciencia no añade ninguna estructura mental ni discrimina estímulos
a los ya recibidos por los sentidos. Según se elimina el ego, este estado
interior es capaz de colocar en las memorias de los cerebros instintivo-motor-sexual,
emocional e intelectual, valores humanos como son: sensibilidad, entusiasmo,
paciencia, tolerancia, dicha, amor, sonrisa…, con el rasgo que se expresen de
modo natural y espontáneo.
En la actualidad, el estudiante apela a su conciencia y a sus cualidades
humanas en los hechos por medio del autoconocimiento; recurre a la práctica de
las claves con su voluntad e inquietud. Por esta causa, su conciencia es
reactiva. Una vez que se libera la Esencia enfrascada en el “yo”, el porcentaje
de Esencia, voluntad, y atributo correspondiente se desplegarán según una
conciencia proactiva.
En la formación del futuro adulto, la educación precisa prestar
atención a adolescentes y jóvenes, y enseñarles la correcta transformación de
impresiones. La falta de conocimiento de cómo se advierte la realidad que nos
rodea, incrementa arbitrariedad, subjetivismo, relativismo, egocentrismo,
hedonismo…, a la hora de relacionarse con ella y los demás. Esta instrucción
limitaría al individuo a advertir lo que desea ver, oír, entender…, de modo
independiente a los hechos.
Esto muestra la necesidad de educar en el ámbito psicológico, cómo se
generan las sensaciones, las emociones; aprender a gestionarlas con una
conciencia objetiva de lo que son; y cómo estas influyen en la percepción y las
impresiones que representan la realidad o informan de ella.
Esta ignorancia genera
un gran perjuicio a la sociedad debido al hecho de que, si el individuo es
incapaz de captar la verdad de un evento, difícilmente lo entenderá. Más aún,
su respuesta será errónea a causa de que su percepción de los hechos, también
lo es. Y lo que es peor, este creerá que comprende la situación, por lo que su
mente se cerrará a lo que él supuestamente conoce, y creará un hábito. Esta
inconsciencia, sueño, o identificación crónica acarrea una avalancha de
carencias como son: criterio propio, sensatez, respeto por la opinión ajena,
discernimiento, prudencia, equilibrio psicológico, habilidad social,
entendimiento con los demás, etc. Una transformación correcta de impresiones
forma ciudadanos libres, los cuales evitarían ser manipulados por sus propios egos,
los demás, las campañas publicitarias, las ideológicas, las creencias de todo
tipo, etc.
"Quisiera
imaginar que algún día la educación incluirá en su programa de estudios la
enseñanza de capacidades tan genuinamente humanas como el
autoconocimiento". (Daniel Goleman. “Inteligencia emocional”).
Las
proyecciones
Las proyecciones nacen de las memorias de los centros, y son el
resultado de una incorrecta transformación de impresiones en el pasado. En el
punto anterior se estudió cómo estas intervienen en la recepción mecánica de la
información, manteniendo el sueño de la conciencia, o espoleando la
identificación aguda o hipnosis.
Si un sujeto efectúa una actividad, y su atención está atrapada en una
charla mental desvinculada con su tarea, es síntoma de identificación con sus
pensamientos. Esto ocurre cuando el individuo obra con una atención mecánica. Esta
situación psicológica es la que constituye el sueño de la conciencia, porque su
atención divaga y no está presente al instante. Gran parte de la atención es
atraída por el progresivo desencadenamiento de pensamientos, la cual vagabundea
entre las sucesivas proyecciones del centro intelectual. Proceso mental que se
repite en la práctica de la meditación.
Esto mismo acontece en el centro emocional, uno acarrea un sentir que
no se relaciona con el evento. La proyección sea esta positiva, por ejemplo,
debido a un recuerdo que causa alegría, o negativa porque el sentimiento evocado
es de malestar. Esta base emocional, fruto de la proyección, invade la función racional
y se instala el mismo proceso anterior. En este caso, si la emoción es inferior,
la identificación puede ser más profunda, puesto que son dos cerebros los que
son invadidos por el subconsciente, alcanzando la hipnosis. Esta descripción coincide
con estados de preocupación, ansiedad, frustración, etc.
En ambos casos, la
persona está ausente a la realidad, en la primera de modo crónico, y en la
segunda, de forma más profunda.
“La identificación
con el conocimiento que hemos adquirido es otra forma de apoyar la personalidad
¿verdad? A través del conocimiento, el “yo” continúa con su esfuerzo por ser
algo, y con ello perpetúa el dolor y la desdicha”. (J. Krishnamurti. “Dichos
de Krishnamurti”. Cap. Conocimiento).
El
aprendizaje de los centros en la recepción de información
Los centros despliegan un aprendizaje natural propio a su función, el
cual se inscribe en sus memorias. Por ejemplo, el centro motor aprende a andar,
y esta instrucción queda registrada; igualmente ocurre con toda su formación: bailar,
hablar, conducir, habilidad en la práctica de un deporte, una profesión, etc.
Tal como se explicó en el estudio de las distintas funciones, estas se
desarrollan con el uso; así mismo, cargan por imitación influencias
inconscientes externas, aprendizajes inspirados por la necesidad, etc., unos
modelos que caracterizan a la personalidad del sujeto. Esto sucede con todos
los centros, el archivo de estas instrucciones en la memoria es inconsciente a
causa de la ausencia de reflexión y de conciencia en el momento de aprehenderlas.
En muchos casos, esta disposición sólo acarrea la particularidad de plasmar lo
aprendido de modo subjetivo, siguiendo un patrón ajeno. Por ejemplo, muchos
hijos se expresan como sus padres o entorno familiar, arrastran una misma
limitación de vocabulario, entonación, acento…, en el habla, etc.
En realidad, el auténtico desequilibrio nace en el uso o el
aprendizaje de los centros, si se desencadena un proceso de identificación.
Esto implica la creación o desarrollo de egocentrismo, apego, recelo, impaciencia,
hedonismo…, en definitiva, un “yo” en las memorias de las funciones. Esto
infiere que, al ser estas últimas empleadas por la Esencia embotellada o ego, su
actividad se despliega inadecuadamente. De este modo, los centros registran
funcionalismos impropios, erróneos y perjudiciales al desarrollo natural de sus
características. Este mal uso en la recepción de información deteriora las
funciones, y sus memorias se contaminan por un aprendizaje subjetivo, relativo y
circunstancial. El alumno precisa estar presente a todo el proceso de la
transformación de impresiones: a los estímulos y cómo estos se convierten en sensaciones
y, muchos de ellos desaparecen; cómo se instaura la percepción; dónde se añaden
hábitos instintivos, sensuales, motores, emocionales, según el carácter de la
información. Estas inercias, manías, moldes…, están depositados en los centros,
y son provocados por egos que el individuo carga en la psiquis. Por ejemplo,
una serie de estímulos produce la “sensación” de que alguien no cumple con su
palabra o cometido; en muchos casos, ocurre que la intolerancia la detecta, y
genera una emoción negativa en el instante en el que la sensación se convierte
en percepción. Cuando la impresión alcanza nuestra mente, la cual se advierte subordinada
por el centro emocional, se enjuicia con intolerancia, producto de una
transformación mecánica. Con la repetición de estos escenarios, esta impresión
o representación mental se instaura como un hábito o una recurrencia en la
psiquis de la persona; y el proceso de su formación se alojará en las memorias
de los centros. Este patrón impide aprehender con objetividad las razones o las
causas que llevaron al sujeto a no cumplir con lo pactado, ya que forjó una
idea o una opinión sobre lo que en realidad todavía ignora.
Este ejemplo resume la mayoría de los procesos de identificación que
el ego provoca, gracias al registro de las memorias de las funciones, cuyo
efecto es una transformación errónea de impresiones. Este aprendizaje
adulterado de la función, también se incorpora en la personalidad, siendo las sensaciones
las vías de identificación. A partir de este instante psicológico, el “yo” se apropia
de la información y la moldea según su naturaleza.
El trabajo interior
sobre la transformación correcta de las impresiones implica un uso de la
conciencia en este proceso, de modo que uno despierte a cómo se manipula la
información con la identificación. Conciencia activa es separar lo añadido y preservar
las sensaciones tal como las canalizan los sentidos, de modo que la percepción
esté limpia de subconsciente, ego o moldes de la personalidad, los cuales
falsean las impresiones. En una transformación consciente quien custodia la
información recibida es la conciencia, no el ego ni la personalidad. La labor
preventiva de la autoconciencia en la recepción de impresiones es impedir o
separar las proyecciones de las memorias de los centros; y establecer la
memoria-trabajo en cada una de las funciones. Esta memoria-trabajo se integra
en los centros fruto del aprendizaje elaborado por la conciencia y el trabajo
interior, cuya tarea es evitar la identificación en las distintas etapas de este
proceso: sensaciones, percepción o impresiones. Las funciones precisan realizar
este tránsito de la información según su naturaleza, y no viciados por el
pasado.
La
memoria-trabajo
Según la conciencia
aprehende los errores de funcionamiento de los centros, rectifica sus desviaciones,
de manera que estos desempeñen una labor recta, justa y adecuada según los
anhelos de la Esencia. La memoria-trabajo se establece por las comprensiones y
las experiencias directas del estudiante, las cuales causan los cambios
psicológicos propicios a la emancipación del alma. En la transformación
correcta de impresiones, sea en la vida diaria o en la meditación, la conciencia
advierte la intervención errónea de una función en la transición de la
información. Este estado proactivo de presencia capta la raíz, y recupera el
orden y la armonía eliminando la proyección por medio del discernimiento. En
consecuencia, la memoria-trabajo se refleja en el progresivo equilibrio de la
personalidad, la erradicación del ego y la restitución de una mente receptiva. Este
estado mental y, por tanto, de los centros es producto de un aprendizaje
consciente, donde la memoria-trabajo es fruto del esfuerzo intencional y
consciente de la persona por liberar su Esencia.
Esta labor atrae
progresivamente la expresión de valores humanos en los centros, y su despliegue
en las diferentes circunstancias de la vida en el instante de recibir las impresiones.
Por ejemplo, atributos como: poseer entusiasmo por la existencia; compartir con
los demás; conocerse a sí mismo; sonreír espontáneamente ante el prójimo; escuchar
al interlocutor; actuar con sensibilidad; valentía ante la incertidumbre;
serenidad ante la adversidad; temperancia ante la seducción de las sensaciones;
y un sinfín de situaciones, las cuales son transformadas correctamente desde el
mismo instante psicológico que transita la información ascendente hasta convertirse
en una impresión. El alumno, en el tercer estado de conciencia, usa la memoria-trabajo
en las funciones para percibir la realidad justa y sensatamente con sus valores
de humanidad.
La
necesidad de aprender a utilizar los sentidos correctamente
Los sentidos reciben constantemente estímulos, y su transformación
mecánica por la personalidad refuerza el sueño del ser humano. El individuo
apenas se halla presente a lo que ve, oye, toca, huele o gusta. La personalidad
y el ego tienen atrapada la atención, y la usan según sus antojos, prioridades,
deseos…; la colocan en aquello que les interesa. En la mayoría de los
escenarios o del tiempo es una atención residual, tal como se comentó en el punto
anterior. La transformación mecánica de impresiones es producto de una atención
maquinal, por esa razón la facultad de la conciencia está ausente en este
proceso. La existencia que uno disfruta en este mundo se aprecia a través de
los sentidos. En efecto, la vida merece toda nuestra atención, un estado de
alerta a sus detalles, singularidad, belleza, principios, verdad, generosidad…,
la cual pasa desapercibida. Hay que empezar a despertar la conciencia a los
sentidos, los cuales informan del mundo que nos rodea, es decir, recuperar la
capacidad de asombro. Aprender a mirar la flor como un niño, despertar a sus
colores, formas, olores; escuchar la melodía del viento, disfrutar de los
alimentos que la naturaleza proporciona, sentir los días de verano y el rudo
invierno, etc. En la misma línea, gozar de las relaciones humanas: la amistad,
el amor de pareja, ser madre, padre, hermano, etc.; de las actividades que
ofrece la existencia, ejercer una labor, viajar, conocer, descubrir, reír,
llorar, sobrepasar…, despertar.
¿Qué es la vida? Acaso no es un cúmulo de estímulos que finalmente interpretamos. El hecho es que el ser humano precisa más percibir la realidad del mundo que interpretarla, debido a que su conciencia advierte su causa más profunda. La mente sólo rotula, nombra, define, conceptúa…, pero no la comprende, ni se aprehende a sí misma en la vida, sólo se enfrasca en ella. El individuo requiere estar presente a todo lo que le rodea, que sus sentidos estén alertas, darles utilidad, y la vida los impregne con sus propiedades y leyes lo que nos quiere enseñar. Aprender a mirar, escuchar, oler, gustar y tocar sin identificación, de una manera nueva, abierta, sencilla, inocente, pura, y la mente goce de cada vivencia; de un modo que la conciencia la aprehenda en toda su plenitud. De esta forma, la existencia sea fuente de felicidad, bienestar, libertad, amor y sabiduría. Por esta causa, el niño nace con la “facultad de asombro” propia de su
Esencia. La vida palpita en cada una de sus expresiones, y el chiquillo disfruta
con cada una de sus experiencias. No obstante, según el infante crece, y su
personalidad se instala en la psiquis, este atributo se diluye. En este
sentido, el alumno precisa reflexionar sobre el uso y el desarrollo de esta
capacidad de asombro; de modo que uno vuelva a descubrir el milagro de la vida,
de sus constantes cambios, su gracia, del primor de la naturaleza, de sus
relaciones e interdependencias, etc.
En esto consiste la
educación de los sentidos, no caer en la identificación de la satisfacción de
las sensaciones, e instruir la mente a vivir el instante sin apego a él.
“Cuando la mente se
halle preparada para ese estudio, no necesitará buscar objetos. La invariable
señal de la sabiduría es ver lo milagroso en lo corriente. ¿Qué es un día? ¿Qué
es un año? ¿Qué, el verano? ¿Qué, una mujer? ¿Qué, un niño? ¿Qué, el dormir?
Estas cosas le parecen intrascendentes a nuestra ceguera. Construimos fábulas
para ocultar la desnudez del hecho y adecuarlo, como solemos decir, a las leyes
superiores de la mente; pero cuando el hecho es visto a la luz de una idea, la
ornamentada fábula se desmorona y reseca, y contemplamos la verdadera ley
superior. Por ello, para el sabio, un hecho es auténtica poesía y la más hermosa
de las fábulas. Y estas maravillas os son traídas hasta las puertas mismas de
vuestra casa”. (Ralph Waldo Emerson. “El espíritu de la naturaleza”. Cap.
VI. Perspectivas).
Conclusiones finales
Las identificaciones, crónica o aguda, son los síntomas de la enfermedad
del alma. La patología que sufre la Esencia es su embotellamiento. El ego es
una aflicción enraizada en el Alma Humana. Ella sufre y, a la vez, también
genera padecimiento a las demás Esencias. Es similar a una enfermedad mental
grave que, quien la padece, tiene momentos de normalidad, pero no lo está y, de
vez en cuando, sufre episodios agudos donde el problema empeora.
La medicina, la sanación y el médico, existen, aunque todo está dentro
del ser humano. El alumno dispone en su interior de herramientas psicológicas suficientes,
y acceso al conocimiento de sí mismo. Ambos constituyen la clave para curarse,
y consiste en su práctica y uso integrados por la conciencia, la cual garantiza
una labor objetiva.
¿En qué es útil permanecer presente a la transformación de impresiones?
Porque permite advertir que la identificación se inicia en cualquiera de las
funciones, activada por sensaciones, percepciones e impresiones. Si el ego o la
personalidad interfieren en el proceso de la recepción de la información o los
estímulos, estos quedan condicionados. De esta forma, lo que uno advierte en la
pantalla de la mente, es una información aparente y manipulada, es decir, esta
viene con sesgos o añadidos que no estaban presentes en la escena. Estos dos
factores, personalidad y ego, se asocian a estas sensaciones o percepciones en
las mismas memorias de los centros. Por esta causa, cuando el “yo” actúa,
expresa un hábito, el cual se confeccionó por experiencias anteriores. Cada vez
que existe identificación, sea por un agregado o la personalidad, estos se
nutren de la energía que se halla en los centros, y su memoria se acentúa, así
refuerzan la recurrencia.
El trabajo sobre la identificación se inicia con preservar la
percepción de sí mismo de instante en instante. Clave vital del autoconocimiento
que consiste en autoobservarse, una presencia activa sobre cómo se interpretan
los estímulos recibidos; advertir cómo las memorias interactúan atrayendo el pasado
al presente. El esfuerzo de atención plena es evitar que exista amalgama entre
la realidad que es, aprehendida por los sentidos, y su deformación debido a la
intervención de la inconsciencia. Esta identificación crónica o aguda es el subconsciente,
la personalidad y el ego, que usurpan el cometido de la conciencia desde que se
crearon e instalaron en la memoria de los tres cerebros. ¿Cómo lo hacen? Bajando
el nivel de conciencia y, en consecuencia, el nivel de Ser de la persona. De
este modo, el hecho que uno experimenta se convierte en una realidad subjetiva que
estos factores desean o desprecian; y crean en las funciones una respuesta que
con la repetición genera una costumbre. El alumno precisa despertar a este
engaño que configura su existencia cotidiana y se la complica a sí mismo y a
los demás.
En el trabajo sobre la transformación de impresiones, el autocuestionamiento
está presente a cómo uno se relaciona con las sensaciones y las emociones.
Ambas se hallan en la base de una recepción objetiva o subjetiva de la
información. Normalmente, si alguien recibe una buena noticia, se alegra; y si,
al contrario, esta última es triste, uno se apena. No obstante, en ambos casos,
lo consciente es no identificarse con la escena; su Esencia esté activa para
percibir la información tal como es; y su respuesta sea sensata, basada en la
acción, la palabra, el sentimiento y el pensamiento justos.
En la información
ascendente, cada cerebro se comunica con la realidad de una forma genuina. Las
sensaciones son un mundo que hay que descubrir dentro de uno mismo. Las
emociones son otro mundo, distinto al anterior, que interviene pertinazmente en
cómo el individuo se relaciona con el exterior. Finalmente, el mundo de las ideas,
los conceptos…, también es particular y relevante en el contacto con el plano
físico. Este trío es indispensable en la existencia, en cómo uno se vincula con
ella, pero todavía lo es más hacerlo con verdad, inteligencia, amor, libertad,
justicia, alegría… Todos estos atributos son la humanidad del individuo, la
cual se integra con el despertar de la conciencia. El ser humano será digno de
su condición cuando los experimente, y se emancipe como Esencia, lo que es, una
identidad espiritual desconocida para sí misma. Tabla de ilustraciones
(Por orden de aparición)
“La leyenda de la bella durmiente. -El patio de la corte-”, (1890).
Autor: Edward Burne-Jones Localización: Buscot Park, Oxfordshire, Inglaterra. El
autor formaba parte de la Hermandad Prerrafaelita. Estos creadores románticos
se inspiraron en mitos, leyendas y cuentos para representar el estado anímico
del ser humano. Esta obra, la cual forma parte de una serie de composiciones,
ilustra el segundo estado de conciencia o el sueño de la Esencia, basado en
este popular cuento.
“Inocencia o juventud”, (1893). Autor: William-Adolphe Bouguereau.
Localización: Colección privada. Este cuadro representa con sutileza el proceso
de la identificación.
“Los cinco sentidos”, (1840). Autor: Hans Makart. Localización: Galería
Beldevere, Viena.
“El falso espejo”, (1928). Autor: René
Magritte. Localización: Museo de Arte Moderno, Nueva York, EEUU.
El autor plantea en esta obra una
reflexión sobre el rol del ojo como una ventana para advertir el mundo que nos
rodea. La capacidad de visión en sí misma es subjetiva, y limitada en todos los
seres humanos, pues se caracteriza por interpretar uno mismo las imágenes que recibe
por medio del sentido de la vista. Esta propiedad de las sensaciones plantea la
idea del ojo como un falso espejo, en el sentido que puede inducir al error en
el instante de comprender lo que uno está viendo. Esta idea se argumenta en la
pintura donde el ojo refleja un cielo nublado detrás de la pupila, lo cual
indica que es más una imagen mental, proyectada, que una percepción real vista
por el ojo en este momento.
El cuadro interroga sobre la capacidad de los sentidos para informar debidamente
sobre el mundo en el que se vive, y de la manera que lo aprehende el ser humano.
“Figura perteneciente a ilustrar las
leyes de la percepción de la Gestalt”. En este croquis la composición del blanco
y negro forman con una sola imagen dos percepciones distintas. Uno puede ver, tanto
una señora mayor como una chica joven de perfil con un sombrero. Todo depende
donde uno concentra su atención. Para advertir fácilmente a la mujer anciana es
necesario fijar la atención en la figura de la izquierda con el círculo de un sólo
trazo, el cual encierra su ojo izquierdo. La figura derecha con un círculo de
doble trazo encierra el ojo de perfil de la joven.
Los psicólogos de la Gestalt de principio del siglo XX advirtieron que
la mente realizaba operaciones con las sensaciones, reagrupándolas según
patrones o leyes mentales, dándole forma (Gestalt) a la percepción. Estas
asociaciones de sensaciones traducen los estímulos en un todo o un marco perceptivo
a partir de las experiencias adquiridas. Este último depende del factor (ego,
personalidad o Esencia) que controla este proceso, el cual determinará si la
percepción se ajusta más o menos a la realidad. Aunque las leyes o los
principios de la percepción son universales, el modo de usarlos y configurar la
percepción depende del estado de conciencia del individuo. Después, corresponde
a la función racional atribuirle un concepto y significado a la forma
percibida. “En las ilusiones ópticas paradójicas, la mente intenta
atribuir formas conocidas a las partes de una forma desconocida, pero, cuando
se ensambla la totalidad, se produce un error”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: psicología
de la Gestalt).
“La leyenda de la Bella Durmiente. -El bosque-” (1890).
Autor: Edward Burne-Jones Localización: Buscot Park, Oxfordshire, Inglaterra. En
el lado izquierdo de la obra, un caballero entra en la escena, este representa
la Esencia libre que viene a rescatar a la Bella durmiente, la cual alude a la
conciencia dormida. El guerrero halla a los demás compañeros en pleno sueño
entre las espinas del rosal. Estos últimos caballeros simbolizan atributos del
alma que se hallan embotellados o dormidos, todos ellos han perdido sus armas
entre el zarzal. Las espinas del rosal son los sufrimientos que acarrea esta condición
del alma.
Lecturas
“Desde el momento de
mi nacimiento y hasta ahora, he estado bajo el control de mi mente condicionada
e insatisfecha. Aunque, mi único deseo es la felicidad y el bienestar duraderos,
soy continuamente arrastrado de aquí para allá por las condiciones externas.
Estoy totalmente oprimido por mi mente sin control e insatisfecha. Carezco de
cualquier tipo de libertad, aun cuando mi mente inestable y arrogante siempre
pretenda que soy feliz, que soy libre. Cualquier felicidad que experimento es
pasajera. Si otra persona me persiguiera u oprimiera, no lo podría soportar ni
un sólo día, y si lo investigo con más detenimiento veré que desde el momento
de mi nacimiento, mi mente sin control no me ha dejado ni la menor oportunidad
de ser gozosamente libre. Ha estado completamente esclavizada por las
condiciones externas”. (Lama Yeshe. “Ego, apego y liberación”. Cap. Haz
espacio para la sabiduría).
“Pero, ¿podemos vivir en este mundo sin identificarnos con nada?
Si piensan acerca de ello, si escucha lo que se dice y, a la vez,
se dan cuenta de sus propios patrones en relación con la identificación,
entonces, creo que descubrirán, si son mínimamente serios, que es posible vivir
en este mundo sin la pesadilla de la identificación y esa lucha eterna por
lograr un resultado.
En este caso, creo que el conocimiento tiene un significado del
todo diferente. Actualmente, nos identificamos con nuestro conocimiento y lo
utilizamos con un medio de expansión propia, al igual que lo hacemos con la nación,
la religión o cualquier actividad. El identificarse con el conocimiento
adquirido es una manera más de engordar el “yo”, ¿no es cierto? A través del
conocimiento, el “yo” sigue la lucha por ser algo, y de ese modo siguen la
desdicha y el dolor.
Si de manera muy humilde
y sencilla viéramos las implicaciones de todo esto, si nos diéramos cuenta de ello
sin dar nada por hecho, si viéramos cómo funciona nuestra mente y en qué se
sustenta nuestro pensamiento, entonces creo que nos diéramos cuenta de esa
contradicción tan grande que esconde todo el proceso de identificación”. (J.
Krishnamurti. “Reflexiones sobre el yo”. Cap. El “yo” y la identificación).
¡Despierta!
“Todas las mañanas, la luz del sol - luz de fuente divina - viene a sacanos del sueño, poniendo
fin en un instante al letargo de una noche entera.
Sin embargo, cuando cae la tarde, ¿cómo romper el estado de vigilia
ilusoria en que vivimos? Una larga jornada de trabajo y de preocupaciones ha
envuelto nuestro Ser en las redes de su engañosa apariencia; ¿cómo liberarlo y
sumergirlo en una paz inmaculada y sin límites?
Cual una inmensa tela de araña tejida de hora en hora, han tendido un
velo en torno a nuestra alma, rodeándola por todas partes y erigiendo una pantalla
opaca entre ella y el Eterno. ¿Cómo perforar esa pantalla y abrirse al
conocimiento del infinito?
¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!”
Cuando permanecemos sumergidos sin cesar en múltiples actividades e
inquietudes sin cuento, mientras el velo, hilo a hilo, nos ciñe cada vez más y la
pantalla se espesa poco a poco, si no mantenemos en nosotros cierta vigilancia,
gracias a este llamamiento interior cien veces reiterado:
¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!
Si esta invocación, en el seno mismo de la acción, no brota una y otra
vez de las profundidades de nuestro Ser, entonces, cuando se halla más
opacamente rodeada, nuestra conciencia se hunde en una letargia sin fondo.
El deseo de escapar de ello se apaga gradualmente; la vida ya no posee
otra realidad que la red en la que nos sentimos atrapados; toda fe en una verdad
diferente, pura y eterna, resulta aniquilada, y perdemos incluso el poder de
interrogarnos sobre nuestro encarcelamiento.
Que en la algarabía de nuestras tareas sin fin no cese de resonar en el
fondo de nosotros, como emitido por un instrumento de cuerda única, este
constante llamamiento:
¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!” (Rabindranath
Tagore. “La morada de la paz”. Cap. Despierta).
La mayoría de los temas expuestos
en este blog se hallan en estos tres tomos de esta obra, ampliados y
corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más
profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos
también se irán colocando en el blog.
La obra se halla, tanto en
versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se
entregarán a la dirección indicada con la garantía que te ofrece esta
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Para más información, en este
mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020 y la primera de
junio 2022, o en las misma página de Amazon.
“Desgraciadamente, el ego ejerce una fascinación extraordinaria sobre nuestra propia conciencia”. (Samael Aun Weor).