Introducción.
El centro
intelectual se ubica en el cerebro. En éste se elaboran todas las operaciones
relacionadas con las funciones del entendimiento, razonamiento y todo lo que
orbita alrededor de éstas.
El estudio de esta función no incluye la capacidad de la inteligencia
y por consiguiente se debe prestar sumo cuidado en no confundirlas. Se atribuye
esta última a la conciencia superlativa del Hombre como una propiedad
integradora de los valores de la
Esencia. La inteligencia goza de numerosas definiciones. El
auto-conocimiento destaca su facultad creadora y se tratará en otro capítulo.
Para aclarar esta
afirmación, reflexione el lector sobre el hecho que en el momento de la
elaboración de un pensamiento o argumento, la inteligencia puede estar presente
o ausente y a la experiencia hay que remitirse.
El cerebro asume
una gran cantidad de actividades y procesos a todos los niveles: fisiológico,
químico y psicológico. Al ser parte del sistema nervioso central fluyen, por
enumerar algún ejemplo, los estímulos que provienen de los sentidos, la
percepción de dolor, los impulsos del movimiento, los procesos vegetativos o
vitales del cuerpo, etc. El cerebro es un órgano extremamente complejo e
interviene en muchas otras funciones que la intelectual.
El auto-conocimiento centra su estudio a través de la observación de
la función psicológica. Por ejemplo, es irrelevante el cómo físicamente se
comporta el cerebro y sus neuronas para emitir un pensamiento o establecer la
memoria.
Para conocer directamente la función intelectual es necesario mantener
el estado de presencia y observar detenidamente la actividad de este centro.
Esto es posible si se dirige la atención debida sobre sí mismo.
El estudiante a
medida que contempla serenamente esta facultad en la misma acción diaria
aprehenderá cómo se procesa el devenir del pensar. Captará sus mecanismos y las
relaciones que establece con las demás funciones (emocional, instintiva, motora
y sexual).
¿Cómo inicia un
niño las relaciones psicológicas con el entorno?
Desde la perspectiva intelectual, mientras el niño no asimila el
lenguaje, éste recibe de forma neutral la información del mundo que le rodea a
través de los sentidos.
Cada sensación aporta su particular percepción del objeto. El infante
se relaciona con cada objeto, persona o acción dependiendo de sus
características y de cómo lo experimenta.
Éste oye, ve,
gusta, huele y toca los objetos que se hallan a su alcance. En este periodo de
la vida, el niño no les atribuye conceptos, son sensaciones y emociones que se
representan en su espacio psicológico. Éstas son agradables, desagradables o
neutras según la naturaleza de lo percibido. Ejemplos: un grito, una caricia,
una caída, un baño templado, viajar en tren.
En esa etapa la conciencia del niño no guarda una relación intelectual
con su entorno.
Sus
manifestaciones se ligan estrechamente a cómo percibe o recuerda en el centro
instintivo y/o emocional las experiencias vividas o almacenadas.
Por ejemplo: un
bebé bien cuidado por su madre le provee una sensación agradable, es decir, se
sentirá instintiva y emocionalmente bien, feliz. La atención del niño es
atraída por ella. Lo normal es que cuando no percibe su presencia la reclame,
por ejemplo, con un llanto. En el momento que la conciencia se acostumbra o
acepta esa realidad cambia su reacción. Este proceso es ajeno al centro
intelectual.
Las sensaciones y percepciones son facilitadas por los complejos
mecanismos de la función instintiva en el espacio psicológico de la persona.
La capacidad de ver, oír, oler, gustar y sentir pertenece a los
sentidos y la facultad de reproducir imágenes vistas anteriormente, sonidos
escuchados, olores,… es propiedad de la memoria sensorial. Ésta es propia del
centro instintivo.
A nivel
emocional, el infante “establece
la relación” de bienestar, malestar o indiferencia con lo percibido
y la memoria emocional lo almacena con este valor.
La actividad
motora en los primeros años del niño interactúa en el proceso de la formación a
todos los niveles: instintivo, emocional e intelectual. La experiencia personal
con el medio que le circunda estimula el desarrollo de los centros junto a la
capacidad espacial.
En la medida que
la presencia o atención del individuo se halla más concentrada en el momento de
recibir los estímulos exteriores, las huellas que dejan son más vivas en las
memorias de los centros.
¿Cómo se forman
los conceptos? ¿Cómo surge la actividad intelectual en un niño?
Este centro
inicia principalmente su desarrollo junto al aprendizaje del habla. El lenguaje
es un elemento básico de la representación conceptual. La construcción de los
conceptos es una aplicación intelectual o mental de la palabra. La conciencia
del infante relaciona los objetos, acciones,… con la palabra-concepto que los
define y los almacena en la memoria.
Etimológicamente,
intelecto proviene del latín “intellectus”,
se define como “leer dentro”. Nadie puede utilizar una idea, un concepto,… si
antes no lo depositó en la memoria.
El proceso intelectual es similar a las anteriores funciones comentadas
someramente. A través de los sentidos recibe la información del objeto y el
niño aprende a conceptuarlo.
En este sentido
el infante añade progresivamente una función conceptual o intelectual a todo
aquello que le rodea, elabora una relación suplementaria a las funciones:
instintiva emocional y motora.
El niño
paulatinamente aprende a interpretar, ordenar y coordinar estas
palabras-conceptos a medida que domina la lengua materna, con este mismo
aprendizaje elabora la función del pensamiento. Pensar, razonar, recapacitar,
especular, justificar, condenar, enjuiciar,… son una gran cantidad de acciones
del “Pensamiento”,
propias del centro intelectual.
Es destacable
reseñar que la mayoría de los niños en principio hablan consigo mismo. Este
hecho nos indica que el infante articula sus pensamientos en voz alta, hasta
que lo interioriza y se convierte en la conocida charla interior o mental.
Esta función
ahonda el aprendizaje del párvulo con el dominio de la lectura, escritura y
demás materias que a lo largo de su escolarización se incorporan en su
formación intelectual.
Epistemológicamente[1],
el conocimiento o entendimiento de lo Real o Verdad adquirido por el intelecto
está limitado por sus características intrínsecas. Éste fue fuente de estudio a
través de los siglos por la filosofía hasta nuestros días con más o menos
acierto.
En un capítulo
posterior dedicado a la mente, por ser una propiedad de todos los centros, se
profundizará sobre este hecho. Sin embargo, se enumera algunas de ellas como
fuente de reflexión.
- El intelecto depende de los sentidos para elaborar sus conceptos.
- La capacidad de representación sensorial es anterior a la confección de los conceptos. Por ejemplo, una persona nacida invidente tiene serias limitaciones en la reproducción de perspectivas espaciales o imágenes mentales, sin embargo, su desarrollo intelectual a partir de cierta edad es comparable a cualquier otra. En el caso de niños nacidos sordos, su incapacidad auditiva les imposibilita la reproducción de sonidos a nivel mental. Sin embargo, una vez superada la dificultad de adquisición del lenguaje de signos y el registro escrito de la lengua, su desarrollo intelectual o de representación conceptual es equiparable a cualquier persona.
- La atención del sujeto es primordial en el momento de la recepción de la información. Ésta se recibe de forma multisensorial.
- El entendimiento intelectual de la realidad que se presenta en un momento dado depende de la información acumulada y comprendida anteriormente.
- Esta comprensión o abstracción obedece al uso adecuado (recurso de la inteligencia) de la información recibida junto a la capacidad de recordar y seleccionar lo que existe en la memoria.
Se expone un
ejemplo de cómo se forma un concepto para estimular la comprensión del lector
desde otro ángulo.
Un individuo halla en un lugar un objeto jamás visto anteriormente. No
reconoce la forma, ni el material que lo compone. La textura es incomparable
con lo conocido por él. Desconoce su función, con qué otros objetos se
relaciona, hasta su color es extraño por no tener referencias.
La persona con el objeto en sus manos, lo puede visualizar, oler,
saborear, verificar si emite un sonido. La experimentación sensorial le permite
un conocimiento de él, sabría reconocerlo, imaginárselo. Lo llamará “la cosa”.
Sin embargo, ¿Cómo lo definirá a otra persona? Deberá recurrir a los
conceptos almacenados en la memoria y le dirá que lo vio, cogió,… pero lo
describirá de forma imprecisa, difícilmente su interlocutor podrá cabalmente
representárselo con una imagen o hacerse una idea.
El conocimiento
intelectual acarrea esta limitación propia del lenguaje o capacidad conceptual,
se circunscribe a él.
En cambio, lo puede dibujar, elaborar planos, realizar una escultura,
maqueta, según su memoria sensorial si su representación es fiel al objeto, su
interlocutor lo visualizará, formará una imagen mental.
Esta reproducción
en el “espacio psicológico”
de la persona es propia de la facultad de la imaginación, muchas veces
confundida o asimilada erróneamente al intelecto. A partir de esta imagen se
concebirá un concepto.
Recapitulando: El
niño, según la atención prestada, almacena imágenes, sonidos, texturas,
olores,… información suministrada por los sentidos sin atribuirles conceptos.
Progresivamente, a medida que aumenta el dominio del habla aprende a
idealizarlos, estructurarlos, le atribuye calificativos, propiedades,… a
realizar juicios, elaborar razonamientos. A través de la palabra-concepto el
intelecto dispone de los recursos para pensar y realizar todas las actividades que
le son propias.
Sin embargo, esto
no sería posible hasta que el infante no aprehende a relacionar debidamente el
objeto, su representación sensorial, con la palabra o acción verbal que lo
define. Esta comprensión es una actividad de la inteligencia del niño.
El razonar es una
actividad que relaciona conceptos entre sí con más o menos fortuna. Esta
correspondencia se establece a través de operaciones que dan lugar a ideas,
juicios, prejuicios, opiniones, creencias, valoraciones, decisiones,… y
conforman la base del conocimiento intelectual.
Los modelos del
pensamiento más utilizados son los esquemas: deductivo, inductivo o borroso.
Los seres humanos
difícilmente piensan y elaboran sus juicios de forma rigurosa, sometiéndolos a
unas reglas objetivas. La validez de una argumentación depende de la corrección
de las relaciones formales, lógicas, que se establecen entre las premisas o
conceptos utilizados y si estos son verdaderos o no.
El trabajo sobre
el centro intelectual se fundamenta precisamente en observar, descubrir y
conocer por sí mismo el cómo se procesa el pensamiento.
Por ejemplo:
Observar, atraer sobre sí la atención de forma natural y espontánea:
· Qué factor psicológico: Personalidad, Ego o
Esencia motiva un razonamiento o discurso intelectual.
· Si lo que se piensa (construcción del juicio) se
fundamenta sobre una base real, los conceptos utilizados corresponden a la
realidad.
· Ver si las relaciones que se establecen entre
ellos es formal, correcta,… inteligente.
· Finalmente, si la conclusión es digna. Se
reviste de valores humanos. Está presente el respeto por los demás. Es honrada,
consecuente con la acción y el sentir una ética formal, universal. Por el
contrario, responde a unos intereses egocéntricos, pasajeros y
circunstanciales.
El auto-conocimiento implica una actitud reflexiva, experimental, de
cómo se ejecuta todas estas actividades intelectuales.
Responder sobre
la base de la vivencia personal a la pregunta ¿Qué pienso? ¿Qué o quién causa
los pensamientos? ¿Cómo dirigir el proceso del pensar a un estado de
equilibrio, lucidez y serenidad?
El conocimiento de sí encamina al
individuo a pensar por sí mismo.
Aprender a pensar
por sí mismo implica liberar el pensamiento de las ideas ajenas, prestadas o,
incluso, impuestas.
Las operaciones
intelectuales más utilizadas en la elaboración del “Pensamiento”
son:
·
Asociación.
·
Comparación.
· Diferenciación, discriminación.
· Ordenación, clasificación, valoración.
La asociación.
Esta operación
elemental encadena consecutivamente conceptos, ideas, juicios, recuerdos,…
entre sí. Elabora razonamientos, genera conclusiones, ideas o conceptos más
complejos. La asociación o relación de ideas es una acción básica del
aprendizaje y formación intelectual.
La asociación es
un ejercicio mental de relaciones entre aquello que existe almacenado en la
memoria, igualmente con lo que percibe con los sentidos. Por ejemplo:
clasifica, enjuicia, valora, etc.
Las relaciones o
asociaciones son innumerables. Las hay de dependencia, pertenencia, proporción,
analogías, concordancia, color, formas,… Muchas de ellas se rigen por un
sistema formal. Otras son producto de la experiencia personal y son
completamente subjetivas.
Según la
intencionalidad se distinguen dos tipos de asociaciones:
· Aquellos razonamientos deliberados que se
realizan de modo voluntario. Es la misma acción de pensar con cierta atención,
existe la intención de llegar a una conclusión.
· El pensamiento difuso o mecánico, cuando no
existe un propósito particular en el proceso del pensar. Sin embargo, las ideas
continúan su flujo sin una auténtica voluntad de relacionarlas. Es una
actividad inconsciente e irracional del centro intelectual.
En una práctica
de meditación la persona evidencia como sus razonamientos se hacen difusos. En
la pantalla mental se enlaza una serie de pensamientos sin intencionalidad ni
coherencia, se mezclan conceptos, recuerdos, hechos cotidianos, planes de
futuro, miedos, etc. Algunas personas las llaman ensoñaciones.
En unos casos,
estos movimientos del pensamiento se realizan por asociación, estableciendo
nexos más o menos lógicos y, en otros, de forma irracional.
La comparación.
Este mecanismo es
un elemento básico de la composición intelectual, un importante recurso en la
educación de este centro.
Comparar se define como examinar varios elementos entre sí con la
intención de establecer sus semejanzas y diferencias. Por ejemplo: En un
supermercado se necesita un artículo. Se compara su calidad-precio y se escoge
el que más interesa.
En esta acción se
hallan implícitas dos operaciones: la asociación entre conceptos u objetos para
establecer las semejanzas y la diferenciación para determinar las
discrepancias.
También es una
figura utilizada para subrayar las características de una entidad (objeto o
persona) identificándola con otra más conocida, para dar una idea viva y clara
de la primera. Ejemplo: Este hombre tiene una voz como Frank Sinatra.
Esta operación
está muy arraigada tanto en los procesos del razonamiento como en la expresión
hablada. En muchos casos es un recurso muy descriptivo que ayuda considerablemente
en la comunicación, la confección y fijación de ideas. Sin embargo, se puede
evidenciar por experiencia como se utiliza en muchos ámbitos que resulta
inapropiada e inoportuna.
Por ejemplo: Se
comparan miembros de una misma familia, hermanos, cuñados, yernos. Se realiza
esta acción entre pueblos, sociedades, los compañeros, las amistades, etc. En
educación, se comparan los alumnos entre sí, los colegios, los sistemas
educativos, los profesores.
Las
comparaciones, dicen, son odiosas, porque son un operador usado fuera de su
contexto, empleado de forma incorrecta en la elaboración de conclusiones. La
comparación sirve de elemento de humillación, de desprestigio, crítica,… En su
caso opuesto de alabanza, lisonja, adulación, exaltación.
Este mecanismo
mental requiere un eje de referencia. Las comparaciones son concebidas por una
forma de pensar y sentir determinada por la experiencia personal, los intereses
y los conocimientos adquiridos. Por ejemplo: la idea moral, que establece lo
que es bueno o malo. Cada individuo ejerce su moralidad comparando las
conductas propias o ajenas según estos criterios. Se juzga, valora, a las
personas o sus actos a la medida de las creencias religiosas, a las referencias
de su moral. Lo mismo sucede con los criterios de belleza, justicia, libertad,
amor, etc.
La comparación es
fuente de dualismo mental y relativismo. Las posiciones mentales de condena,
rechazo, o justificación, excusa, utilizan con frecuencia este mecanismo para
armarse de “razones”
a la hora de actuar.
Muchos individuos
se comparan a sí mismos con los demás con suficiente asiduidad que generan
complejos de superioridad o inferioridad.
El compararse con
el/la compañero/a, amigo/a, hermano/a, vecino/a… conlleva un desasosiego
íntimo. Ésta encubre el resorte secreto (inconsciente) de muchos conflictos o
rivalidades. El razonamiento impropio generado por este mecanismo es fuente de
sufrimiento. Una gran cantidad de elementos subjetivos se refugian en ella. Por
ejemplo: la envidia, los celos, la intolerancia.
La comparación
está continuamente presente en muchos individuos. Es oportuno observarla
atentamente, ver como guía el razonamiento hacia ámbitos inadecuados,
injustos,… establece valoraciones falsas. El auto-cuestionamiento es una acción
que predispone al estudiante a conocerse a sí mismo, revisar objetivamente cómo
utiliza esta operación intelectual.
Diferenciación,
discriminación
Se define diferenciar, discriminar, diferir como la acción intelectual
de establecer una diferencia, separación o distinción entre dos objetos
mediante el cotejo o la comparación.
Mediante la diferenciación se distinguen las ideas, creencias,
opiniones, los conceptos, proyectos, objetos… todo aquello que nos rodean.
Desde el intelecto es una operación comparativa y separa las cualidades que
hace de un objeto único y particular.
Este mecanismo es
indispensable en el aprendizaje intelectual, permite separar o distinguir entre
“el Todo y sus partes”, “las causas de sus efectos”, “Lo general de lo
particular”, etc.
En algunos casos,
la diferenciación es obvia, evidente y sólo requiere atención u observación
sobre los objetos comparados, por ejemplo, entre una naranja y una manzana. Sin
embargo, en otras, son producto de un estudio y análisis intelectual, por
ejemplo entre unos informes judiciales: unos elaborados por la acusación y
otros por la defensa.
Esta operación
básica, en muchas ocasiones, sale fuera de la órbita de la inteligencia y su
acción se aleja de lo justo, correcto y objetivo.
En muchas
ocasiones, los individuos discriminan, realizan diferencias de diversa índole
sobre otros individuos, tal como sucede con la xenofobia, el racismo, etc.
donde éstos son desprovistos de sus derechos elementales.
Este operador del razonamiento utilizado de forma improcedente se
convierte en un arma de la dialéctica del egocentrismo. El rechazo, el trato
vejatorio,… entre seres humanos basado en la diferenciación interesada es una
justificación intelectual que acarrea las más horribles pesadillas al ser
humano.
Estos mal-usos de
las operaciones intelectuales generan injusticias, sufrimiento y elaboran todo
tipo de actitudes que son indignas del género humano.
Clasificación;
Ordenación; Valoración[2].
Estas acciones de
organización intelectual se coordinan con las distintas operaciones tratadas
anteriormente. El intelecto a medida que recibe la información de los sentidos
le asigna el concepto que la define. Después estructura este último junto con
los conocimientos adquiridos en la memoria.
El intelecto
según asimila los conceptos constituye relaciones entre ellos en su afán de
comprender todo aquello que le rodea. Esta distribución de la información
conlleva una clasificación de los conceptos, se agrupan según unos criterios o
propiedades.
Estas estructuras pueden ser tanto objetivas o subjetivas.
Ejemplo: Si se
ordenan formas geométricas según el número de lados se tendrán: Triángulos,
cuadriláteros, pentágonos, hexágonos,… Esta agrupación y ordenación es
objetiva, universal. Sin embargo, una persona puede clasificar, valorar y
ordenar subjetivamente las obras literarias que ha leído según sus
preferencias.
El intelecto no
sólo valora y clasifica conceptos, también lo hace con las experiencias,
emociones, los apetitos, deseos,…
La clasificación
de objetos a través de sus correspondientes conceptos acarrea una escala de
valores. Esta escala establece una ordenación de los elementos de una clase o
colección. Por ejemplo: Los objetos pueden ser considerados de interés o no. De
éste se deriva una apreciación del objeto que evaluado junto con otros generan
una ordenación.
Todos los niños
que acceden a una educación intelectual reglada, a cierta edad aprenden a
realizar resúmenes y esquemas sobre un texto. Estos ejercicios intelectuales se
encaminan a estructurar los conceptos. La clasificación responde en un orden
concreto según el concepto o idea sea valorado como relevante o no. Este
adiestramiento del pensamiento proporciona al alumno una mayor comprensión
intelectual de lo estudiado y un registro en la memoria más firme, claro y
duradero. La capacidad creadora de la inteligencia contribuye a este proceso.
Estas estructuras
y mecánicas de organización de los conceptos son muy útiles en el aprendizaje
del infante. La clasificación, ordenación y valoración son actividades mentales
indispensables en la formación intelectual del ser humano. Sin embargo, los
criterios de organización de la memoria intelectual y sus prioridades varían a
medida que un niño crece. Principalmente, los cambios son debido a que los
intereses, las influencias, relaciones, necesidades,… se transforman a lo largo
del tiempo.
Estas
construcciones mentales determinan criterios de selección. Un individuo
selecciona según valora cada uno de los elementos o alternativas de un
conjunto.
Por ejemplo: Un
joven pretende eligir unos estudios universitarios. Para ello, requiere por un
lado, disponer de amplia información sobre cada una de las carreras que puede
estudiar.
Por el otro, tan
importante como el anterior, poseer un conocimiento de sí con respecto a las
motivaciones, facultades, limitaciones,… que lo caracterizan.
Finalmente,
prestar la atención debida al conjunto de la información y establecer los
criterios adecuados de clasificación, valoración y ordenación de las
alternativas para no errar en la selección.
La clasificación, ordenación
y valoración, principalmente intelectual, son el origen de muchas actitudes,
formas de pensar y sentir de la personalidad. Éstas sirven de justificación a
los elementos subjetivos para reafirmarse.
Por ejemplo:
Reflexione el lector sobre “el fundamento”
de los gustos o aversiones que acarrea
en la existencia. El ser humano fija sus preferencias en base a estas
estructuras mentales localizadas en la memoria según su experiencia personal.
Estas
preferencias o criterios de selección se harán en función de lo conocido y
surgen de un centro o de una combinación de ellos. Un criterio puede tener un
trasfondo intelectual, emocional, motor, instintivo o sexual. Sin embargo, éste
no se elabora, en muchos casos, junto a un proceso de reflexión íntima. De esta
falta de presencia emana el error.
La persona
selecciona aficiones, objetivos,… y elabora un plan de actuaciones para
disfrutarlos o conseguirlos. Desde los criterios de valoración y clasificación
de los conceptos, el individuo establece o justifica prioridades, amistades,
pareja, estudios, viajes, creencias,… todo aquello que realiza en la vida.
Bajo la
perspectiva del auto-conocimiento, con la observación de estos procesos
intelectuales, se evidencia cómo se utilizan. Si los criterios de evaluación son
apropiados, justos y objetivos o si carecen de estas cualidades. Cuando estos
mecanismos son utilizados por elementos subconscientes, el resultado se
convierte en una complicación de la vida. En muchas ocasiones, el individuo
valora de forma ilusoria la realidad, la clasifica con criterios inadecuados y
sus acciones equivocadas acarrean sufrimientos a los demás y a él mismo.
Muchas personas
clasifican y/o valoran a las demás o sus acciones dependiendo de criterios
subjetivos, incluso, impropios del ser humano.
Conclusión.
El conocimiento de esta función conlleva el prestar atención cabal a “el
cómo se utilizan” todos los contenidos de la mente. Es primordial
que el ser humano empiece a usar esta poderosa herramienta con discernimiento.
Toda persona aprenda a pensar por sí misma, objetivamente. Se conciba cada
operación psicológica desde el principio de la inteligencia práctica y de los
valores humanos.
La personalidad, en muchas ocasiones, usa mecánica o automáticamente
el intelecto. Muchos individuos piensan sin estar presentes a las causas que
motivan los razonamientos ni a las consecuencias que éstos puedan acarrear en
la existencia una vez elaborados.
El pensar sin un proceso de reflexión íntima arrastra una gran
cantidad de decisiones y posteriores acciones erróneas en el momento de
afrontar los eventos y las relaciones humanas. Toda concepción intelectual
equivocada se encuentra íntimamente ligada a una percepción ilusoria o
superficial de la realidad.
La causa del error se halla en la psiquis del ser humano, el cual
carga en su interior elementos subjetivos (el factor Ego) que controlan el
proceso del pensamiento desde el subconsciente.
El lector puede
observar en el estado de vigilia como, en algunas ocasiones, surge un
encadenamiento involuntario de conceptos o ideas. Estos encaminan al
entendimiento de la persona hacia una conclusión o forma de pensar particular.
Cuando se presta la debida atención a este proceso aprehenderá por sí mismo
como el factor Ego manipula la verdad de los hechos en función de su interés o
condicionamiento.
Sirva de ejemplo como muchas personas se sienten defraudadas o
sorprendidas en las relaciones humanas por esta razón.
Con una atención
cabal, una persona puede percibir como el miedo, rencor o los celos,…
selecciona los eventos que le interesan y construye una realidad aparente de
los hechos para justificar sus propósitos o condenar los ajenos.
La falta de
presencia en la elaboración del pensamiento es una pauta del comportamiento de
la persona que lo conduce a la ignorancia. Le impide captar de forma directa el
“porqué
y el cómo” pienso.
El
auto-conocimiento incide en la oportunidad de atraer a la mente del individuo “Humanidad”
y ser un ejemplo de ella. Es necesario aportar a la función intelectual valores
del corazón o humanos, tal como son la lucidez, tolerancia, paciencia,
humildad, sencillez, el amor,… Esta actividad de la conciencia reconduce la
esfera del pensamiento a una órbita objetiva. Una forma de pensar consciente
cimentada en la realidad de los hechos y la experiencia directa.
Es obvio que el
ser humano requiere desarrollar un sentido único de responsabilidad ético tanto
en la forma de pensar como en el sentir y actuar.
El individuo por
falta de conciencia conduce al intelecto a un mal-uso o abuso de sus recursos.
Esto acarrea un perjuicio a la persona en dos sentidos:
· Por un lado, es una fuente de errores,
malentendidos, conflictos y frustraciones,… que arrastran consecuencias
negativas en la existencia de la persona y son causa de dolor.
· Por el otro, merma su capacidad intelectual. Con
el abuso se daña las partes más sensibles de su estructura cerebral, atrayendo
con el paso del tiempo, dolores de cabeza, desequilibrios y posibles
enfermedades neuronales o mentales.
Por ejemplo, una tendencia muy común del ser humano es generar
constantes preocupaciones.
Un evento
desconocido, unas palabras incomprendidas, una situación de incertidumbre,…
provoca en la mente de la persona desasosiego intelectual. El individuo piensa
de forma reiterativa sobre el asunto, le da muchas vueltas. Existen ocasiones,
cuando los pensamientos son pesados se siente una presión en el cerebro.
Preocupaciones, consideradas graves, afectan al estado emocional, incluso se
establece un nerviosismo que acompaña la persona en todo momento, incluso
altera el sueño.
Todas estas
reacciones por esta causa son un indicativo de un uso erróneo del centro
intelectual.
Más adelante, se
expondrá técnicas y prácticas de meditación para resolver problemas y disolver
las preocupaciones. Su aplicación conduce a la persona a establecer serenidad y
equilibrio en la mente.
Otros ejemplos: Cuando un estudiante descuida su preparación a un
examen hasta el último momento. Inicia un atracón de horas interminables
delante de los libros, a base de cafés, se levanta un dolor de cabeza por lo
que se recurre a analgésicos y se continúa forzando el intelecto. Estos excesos
son un claro abuso de esta función.
Igualmente,
ciertas personas en su empleo o por afición permanecen muchas horas delante de
un ordenador, cuando gozan de tiempo libre siguen delante de una pantalla o un
libro, a pesar de sentir la cabeza cargada y sufrir de falta de concentración.
Cuando la
atención se concentra en una actividad intelectual durante un tiempo
considerable, el instinto le indica que es el momento de descansar. Los
síntomas más comunes son: una progresiva falta de concentración, cansancio, la
cabeza pesada. Si la persona sabe escucharse, está atenta a los avisos de su
cuerpo, descansa, cambia de actividad. Una vez reposado, la persona puede
volver a su labor anterior.
El ser humano
requiere equilibrar su actividad intelectual junto a las demás funciones. La
consecución de este objetivo se expondrá más adelante, una vez se hallan
desplegados los contenidos de todas las funciones en este capítulo.
El estudio del
centro intelectual empieza con la observación serena de su actividad, tanto en
la meditación como en la vida diaria. En estos momentos donde la serenidad
envuelve la mente se evidencia como los elementos subjetivos se expresan en todo
su realismo desde el subconsciente.
El estado de
presencia, reflexionar con el corazón,… son claves que se desarrollarán a lo
largo de este tratado. Estas claves son indispensables para el desarrollo de la
conciencia superlativa del Hombre y adquirir el conocimiento de sí.
La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog.
La obra se halla, tanto en versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se entregarán a la dirección indicada con la garantía que te ofrece esta plataforma. Aquí tienes el enlace.
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Para más información, en este mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020, o en las misma página de Amazon.
[1]
Epistemología: Ciencia que estudia “la teoría del conocimiento”. Se
ocupa del cómo se adquieren los conocimientos científicos u objetivos. De los
criterios de su validez.
Ø
Clasificar: Reagrupar según un criterio por
clases. Ej. Se clasificó para los Juegos Olímpicos.
Ø
Ordenar: Establecer prioridad, número de orden
en un conjunto. Ej. (1, 2, 3, 4,...)
Ø
Valorar: Asignar un valor. Ej. (del 1 al 10),
este objeto vale 20€.