“En la personalidad están las costumbres que
nos han inculcado, los hábitos que nos hemos formado, las doctrinas con que nos
han educado, los conceptos que hemos elaborado, la educación recibida, etc.”
(Cátedras I. Cap. 10)
Introducción[1].
En este texto se despliega
de forma práctica las diferentes clases de personalidad. Estas presentan su
centro de gravedad en una de las funciones del organismo. Desde el nacimiento, el
niño descubre, aprende y ejercita sus centros tal como se explicó anteriormente
en el tema de las distintas funciones psicofísicas. De este modo, el infante
desarrolla sus gustos, apetitos, su forma de andar, expresarse, muestra sus
afectos, sentimientos,… Su personalidad se edifica sobre las aptitudes y
vivencias instintivas-motoras, emociones e intelectuales. Según el individuo crece
y alcanza la pubertad se le activará el centro sexual. Este hecho atrae un
cambio fisiológico evidente y psicológico significativo en el adolescente.
Todo este proceso de crecimiento del ser humano
deriva en una relativa supremacía de una de las funciones. En consecuencia, esta
circunstancia determina diversas personalidades: Instintiva-motora-sexual,
emocional e intelectual. Si un estudiante mantiene la conciencia sobre qué
centro orbitan su psiquis y sus actividades diarias, este comprenderá cómo
estas personalidades se manifiestan en su vida. Un sujeto que se esfuerza en
corregir abusos y establecer un orden de las funciones, logra con esa acción, igualmente
el equilibrio de su personalidad. El bienestar integral de un individuo es posible
si se hace consciente de la necesaria armonía entre los centros y su justa
utilización. En resumen, existen cuatros tipos de personalidad:
Ø
Personalidad
emocional.
Ø
Personalidad
intelectual.
Ø
Personalidad
equilibrada.
Un ejemplo descriptivo
de las diversas reacciones humanas puede contemplarse en un atraco. En este
escenario, “a grosso modo”, se
vislumbran estereotipos psicológicos que emanan de estas clases de personalidad.
El sujeto de tipo racional se paraliza pensando; El emocional se desmaya, sufre
una crisis de nervios, grita o llora. El instintivo-motor-sexual, sale
corriendo, se tira al suelo, se esconde sin reflexionar. El hombre equilibrado
se hará consciente de la situación y escuchará su intuición. Muchas películas
recogen de la realidad estas típicas respuestas de la personas.
Todos los seres humanos poseen las tres
primeras. Es decir, nadie es exclusivamente intelectual aunque tienda a
racionalizarlo todo. En cada individuo suele destacar algún tipo de
personalidad sobre las demás. Esto produce un desequilibrio en el ser humano a
causa de una falta de correspondencia inteligente entre el uso de los centros y
la existencia. Esta situación se origina por una carencia de reflexión íntima
del sujeto junto a una formación del niño en el ámbito psicológico inexistente
a raíz de planes educativos inadecuados[2].
“La personalidad es
energética, nace con los hábitos, costumbres, ideas, etc., durante la infancia
y se fortifica con las experiencias de la vida”. (La revolución de la dialéctica. Cap. A-himsa, la no violencia)
El alumno precisa atraer su conciencia para experimentar
directamente y por sí mismo esta realidad y de modo práctico remediarlo con una
combinación sensata de los centros. La técnica del cambio de centros le facilitará
la estabilidad psicológica que uno anhela en su personalidad. Es necesario
recordar que esta es un vehículo de expresión. Todo lo que los demás conocen de
uno, la manera de presentarse ante los demás, el modo de relacionarse con la
gente que nos rodean,… se realiza a través de ella. El gozar de una
personalidad equilibrada es una verdadera dicha porque permite afrontar la vida
con un estado psicológico apropiado. Ahora bien, solo es posible disponer de esta
si existe, en el ámbito interno, un pilar psicológico estable y consistente. Esta
columna que precisa ser levantada hace referencia al despertar de la
conciencia, tal como simbolizaron los egipcios en sus pergaminos y templos. Este
vehículo de expresión responde a los impulsos internos. Si los centros son
manejados por el subconsciente y uno está identificado la reacción será
irreflexiva, manipulada por el ego. En cambio, si uno se halla presente, en
estado de vigilia, la conciencia se expresará a través de las funciones y la
respuesta atraerá la oportuna facultad al evento.
Características de la
personalidad[3].
Este factor interno es
moldeado por el entorno, se erige paulatinamente por adaptación al contexto. La
personalidad es una respuesta de la mente a las influencias externas que rodean
al individuo. Este hecho “encasilla a la
Esencia” en unos parámetros sociales, familiares, religiosos,… Ella asume
como propias las tradiciones[4], formas de pensar, sentir y actuar. Es muy
común que los niños de corta edad repitan lo que oyen de sus padres o familiares
y plagien lo que observan de ellos. Este aprendizaje conlleva la formación de
unos patrones de conducta que se fundamentan en los centros del organismo.
Estos moldes psicológicos, por definición, limitan la capacidad de la
conciencia a utilizar todos sus recursos de inteligencia y los valores humanos
depositados en el corazón.
Por otro lado, este vehículo psicológico
atribuye una percepción de unidad tanto para sí mismo como a los demás. Todo
individuo se siente y percibe como su personalidad es. Uno se piensa a sí mismo
cómo esta última. Muchas veces el sujeto habla de él mismo según esta imagen
que se ha forjado a través de sus propias experiencias, deseos, logros,
estudios,… Este comenta: “No valgo para
esto”; “Soy de esta manera, no lo
puedo evitar”; “Mis padres me
hicieron así”; “Tengo estas
cualidades y estos defectos”; Etc. No obstante, a pesar de estas firmes
creencias, la personalidad no es homogénea. Esta carencia de unidad se observa
fácilmente en los demás. Estos sorprenden cuando uno profundiza en la relación
con ellos. Sin embargo, esta inconsistencia psicológica no se capta a nivel
personal sobre uno mismo. Por ejemplo: Generalmente, uno despliega un comportamiento
distinto con su familia que cuando está con los compañeros, amigos de la
infancia, un recién conocido, la novia, etc. Es decir, según uno se halla en un
ámbito concreto y unas personas determinadas, la conducta difiere según estas
circunstancias. Esto lo estudió el sociólogo Erving Goffman, el padre de la
microsociología. Su labor de investigación concluyó que la personalidad, con
significado idéntico a la máscara del teatro clásico, interpreta un papel según
transcurren los diversos escenarios en la existencia. A este hecho, el
auto-conocimiento añade que la máscara es lo que observan los demás de uno. En
algunas ocasiones, uno mismo la utiliza según su conveniencia. No obstante, en
la mayoría de los casos, el factor psicológico que se esconde tras la
personalidad es ignorando por ella misma. Esto es debido a que esta es
manipulada desde el subconsciente.
“Probablemente no sea un mero accidente histórico que el significado
original de la palabra persona sea máscara. Es más bien un reconocimiento del
hecho de que, más o menos conscientemente, siempre y por doquier, cada uno de
nosotros desempeña un rol. Es en estos roles donde nos conocemos mutuamente; es
en estos roles donde nos conocemos a nosotros mismos. En cierto sentido, y en
la medida en que esta máscara representa el concepto que nos hemos formado de
nosotros mismos -el rol de acuerdo con el cual nos esforzamos por vivir-, esta
máscara es nuestro “sí mismo” más verdadero, el yo que quisiéramos ser. Al fin,
nuestra concepción del rol llega a ser una segunda naturaleza y parte
integrante de nuestra personalidad. (Erving Goffman. La representación de la
persona en la vida cotidiana. Cap. Actuaciones. Confianza en el papel que
desempeña el individuo)
Esta idea que uno se
forja de su propia personalidad como un ser permanente basada sobre una
sensación de unidad es una imagen que precisa ser observada detenidamente. Esta
visión de sí mismo requiere ser estudiada en tiempo real; en el momento concreto
de reaccionar; escuchar a los demás; cuando alguien le contradice a uno; opina
de modo diferente; uno se siente herido; etc. Si uno hace el esfuerzo de atraer
un estado de presencia y se contempla en todos estos escenarios descubrirá: Sus
contradicciones, engaños, mentiras, falsedades, deslealtad, discrepancias,…
consigo mismo. Con el tiempo, uno evidencia que dentro de sí no existe una
estructura integral sino varias que se solapan y contraponen. Esta falta de
homogeneidad psicológica se halla dispersa en los diversos centros y se origina
en los escalones más bajos del “mal llamada
estado de vigilia”, en el subconsciente. Este último es el habitáculo del
ego.
La personalidad siempre se manifiesta a través
de los centros, de este modo, esta se impregna de sus propiedades. Esta
interacción mutua es la causa que existan estos tres tipos de personalidad que
son analizados más adelante. Ocurre inversamente con el agregado psicológico, en
este caso, los centros y la misma personalidad se carga de su naturaleza
egocéntrica.
Distinción entre
temperamento, carácter y personalidad.
El temperamento y el carácter describen
diferentes componentes físico-psicológicos que se aglutinan en la personalidad
del individuo. A efectos prácticos, el conocimiento y el posterior equilibrio de
ambos agentes se logran a través de la propia observación de la psiquis y del comportamiento
que uno despliega en la vida. De forma sintética se describen estos términos
para información del estudiante.
El temperamento[5] fue un elemento fundamental de la
medicina en la antigüedad. El primer estudio se le atribuye a médico griego “Hipócrates” y, más tarde, fue ampliado
por “Galeno”. Estos concibieron
cuatros tipos, los cuales eran dependientes de los diferentes fluidos
del cuerpo, llamados “humores”, y de cómo
se armonizaban e interactuaban entre ellos. Asimismo, la acción de estos fluidos aporta una caracterización
psicológica del ser humano. Estos sabios denominaron los cuatros temperamentos
como: “Sanguíneo, flemático, melancólico y colérico”.
“El cuerpo del hombre
contiene en sí mismo sangre, flema, bilis amarilla y negra. En eso consiste la
naturaleza del cuerpo y por eso está doliente y está sano. Está sano en el
mayor grado, por tanto, cuando están en la proporción adecuada
esos componentes tanto en su capacidad de interrelación mutua como en su
cantidad y cuando están mezclados al máximo”. (Corpus hipocraticum, Naturaleza
del hombre 1.4; Obra
atribuida a algún discípulo de Hipócrates)
Esta palabra proviene
del latín “temperamentum”, significa “mezcla en su justa medida, que atempera,
modera”. Desde aquella época hasta la medicina moderna se asoció la salud
del cuerpo y de la mente a la combinación adecuada de estos “humores”. Esto relaciona al
temperamento con el centro instintivo y los sistemas: endocrino y nervioso del organismo.
Por lo tanto, este se vinculó a un factor hereditario. Hoy en día, los
estudiosos son muy prudentes[6] en asignar este agente a un componente genético
aunque no lo descartan totalmente. No obstante, estos afirman que el temperamento
se moldea según las vivencias del entorno desde el nacimiento y se convierte en
el carácter de la persona. Este último es un componente de la expresión de la
personalidad del individuo.
La palabra “carácter” es de origen griego, indica “marcar, acuñar” e implicaba en el mundo
clásico aquello que uno “desea ser”. En
la actualidad, esta idea no tiene vigencia científica, para muchos autores las
palabras carácter y personalidad son intercambiables. En el lenguaje común,
cuando de una persona se dice que: “Sabe
lo que quiere”, “tiene claras las
ideas”, “Es perseverante”, “No se deja hacer”,… se le atribuye que es
“una persona de carácter o tiene una
fuerte personalidad” (a). Por otra parte, si uno se refiere al “carácter de una persona” (b), en
realidad uno alude a ciertos rasgos de su personalidad. Asimismo, se habla de “una persona de mal carácter” (c) y esto
no quiere decir que esta sea malvada o de una persona de “buen carácter” (d) que en este caso, normalmente, si se le
atribuye un aspecto bondadoso.
Finalmente, aunque todas estas expresiones no
son equivalentes[7], desde el auto-conocimiento, ambas representan
aspectos de la personalidad del sujeto en general.
“En realidad, puede decirse que se nace con un temperamento dado o con
una predisposición a ciertos rasgos de personalidad, pero estos están
fuertemente condicionados por el medio. La experiencia vital de la persona, la
cual va modificando y permitiendo el desarrollo de la personalidad o
habilidades para desenvolverse con coherencia”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave:
Temperamento)
La personalidad es la última consecuencia del
carácter y temperamento junto a todas las experiencias y todos los
conocimientos adquiridos durante toda la vida. Esta se despliega a través de
los centros.
Consideraciones generales sobre el estudio de
las diversas personalidades.
“La personalidad no
es homogénea, sino heterogénea y plural”. (La
revolución de la dialéctica. Cap. A-himsa, la no violencia)
Todos los seres humanos desarrollan estos tres
primeros tipos de personalidad. Una de ellas siempre predomina a través de:
Actitudes, acciones, reacciones, gustos, deseos, actividades profesionales,
lúdicas, habilidades, inquietudes, etc. Muchos componentes de esta ristra de
opciones de la vida se hallan vinculados igualmente a los demás centros. El
estudiante puede advertir y aprehender estas distintas personalidades por medio
del esfuerzo en la práctica de las claves del despertar. Solo uno puede
responder a los interrogantes: ¿Cómo estas se expresan en uno?, ¿cuándo?, ¿por
qué una destaca más que las otras?, ¿siempre fue así?, ¿por qué me gusta o no
esta actividad? ¿Por qué no se hacer esto y por qué se me da bien aquello?,
etc.
”La
calidad de la personalidad humana depende exclusivamente del tipo de material psicológico
con el cual fue creada y alimentada”. (La educación fundamental.
Cap. La personalidad humanas)
En ningún caso, el texto busca clasificar a las
personas en sí mismas. Las descripciones que se realizan en el estudio de las
diferentes personalidades son para atraer la atención del sujeto y las
reconozca en él. No se trata de juzgar moralmente a quien se vea reflejado en
los ejemplos descritos. Es importante, igualmente, tener presente que cada uno
precisa investigar las causas de sus aficiones o ocupaciones. Solo de modo particular,
uno puede discernir qué tipo de personalidad destaca en él a través de la
meditación. El despliegue de estos conocimientos se concentra en aportar
información sobre los desequilibrios y cómo estos perjudican a la Esencia del ser humano.
Toda descripción es una didáctica, un punto de reflexión, sobre la expresión de
diferentes situaciones o actividades donde los diferentes tipos de personalidad
se manifiestan en el individuo.
La personalidad instintiva-motor-sexual.
Esta personalidad
sobresale en ciertos individuos que manifiestan ciertas tipologías psicofísicas
que son propias de este cerebro neurológico. Estos rasgos son comunes a todas
aquellas personas que depositan el centro de gravedad psicológico en estas
funciones instintiva-motora-sexual.
Este hecho conlleva,
primeramente, que el sujeto sea atraído por las actividades relacionadas con el
centro motor. Uno busca la acción. El crear, manipular, construir objetos con
las manos. A uno le satisface el movimiento, el ejercicio, el maniobrar, etc. En
consecuencia, esta personalidad tiende a ser deportiva, manual, artesana. Estos
individuos asisten a gimnasios; practican un deporte, el baile, las artes
marciales,… están vinculados a círculos donde se realizan actividades competitivas;
Se inscriben en clubs de senderismo, montañismo, ciclismo, etc.; Son miembros
de alguna academia de danza. Estos le dedican a esta actividad parte de su
tiempo libre. Otros más solitarios, se ocupan en casa: Construyen maquetas,
restauran viejos muebles, laboran en el jardín o cultivan hortalizas, decoran
objetos, se entretienen con tareas motoras que les proporcionan una
satisfacción y los mantienen ocupados.
A nivel profesional,
uno se inclina por empleos donde prima la manualidad, el esfuerzo, la habilidad
o inteligencia psicomotora. Cuando una persona descubre sus aptitudes manuales y
elige su oficio por vocación, se erige en un auténtico profesional en el campo
de su dedicación. Asimismo, esta personalidad se acomoda en los espacios
abiertos y el contacto con la naturaleza.
En el campo de las aficiones y los gustos les
atrae la acción, aventura, lo bélico,... Esto concierne al tipo de cine, T.V.,
lecturas, documentales, etc.
Desde la perspectiva instintiva, esta
personalidad es atraída o se fundamenta en los sentidos, las sensaciones, su
satisfacción y la búsqueda de placer. Estos sujetos disfrutan del buen comer,
beber, de la siesta,… Forman parte de sociedades gastronómicas; Organizan
viajes, reuniones, peñas por motivo de alguna otra afición… donde el punto de
encuentro es la buena mesa; Les gusta la cocina, muchos de ellos son
profesiones que se relacionan con el mundo de la alimentación. El centro
instintivo se inclina por la experimentación de las sensaciones nuevas, fuertes,
distintas, por este motivo se fascina por lo prohibido, anómalo, insólito,… En
muchas ocasiones estos individuos caen en el consumo de psicotrópicos y
terminan enganchados a estas sustancias. Esto es debido a la relación existente
entre el instinto y el subconsciente. Esta personalidad suele apreciar las
costumbres y los hábitos diarios que son de su agrado y a mantener su
regularidad. Cuando estos, por cualquier causa, no se llevan a cabo, el sujeto
se incómoda o surge del subconsciente una molestia o frustración. La carencia
de control sobre los rasgos de un centro, como el instinto, conlleva a
conductas promovidas por las “sensaciones”
que llegan a ser compulsivas, incluso, enfermizas. El uso de las nuevas
tecnologías, de video-juegos, problemas de ludopatía, voyeurismo, consumo de
alcohol, etc. se fundamentan en este hecho y producen desequilibrios. Esta
función es determinante en la personalidad de muchos individuos aunque no
tengan conocimiento de ello. Muchas pautas son justificadas a nivel racional
pero nacen de las sensaciones. Por ejemplo, el rechazo o intolerancia a la
diferencia determinada por una sensación de desagrado: El color de la piel, la
imperfección fisiológica o el estado mental de una persona. Ciertos sujetos son
incapaces de controlar ciertos aspectos de este centro. Por ejemplo, cuando el
instinto solicita la satisfacción inmediata de una necesidad, aliviar el
hambre, la sed, el cansancio, etc. Si no puede por cualquier circunstancia,
entonces sobreviene la impaciencia, intolerancia, el malhumor, la rabieta,… Asimismo,
sucede con los ambientes no deseados o inesperados, como los cambios de
temperatura, la aparición de la lluvia o tormenta, etc. Esta irritabilidad psíquico-biológica
caracteriza este aspecto de la personalidad.
El centro sexual en la vida de las personas adquiere
una gran relevancia. Aunque debido a condicionamientos, tabúes y represiones personales
o sociales es ignorado en diferentes ámbitos. El doctor Simón Freud indagó en
el componente sexual de la personalidad en el momento de su formación y este es
un ingrediente significativo dentro de los estudios del psicoanálisis. El
despertar de la libido en el adolescente denota un cambio en su fisonomía que
acarrea una influencia psicológica considerable en su forma de ser. Las
diversas peculiaridades del sexo en el ser humano conllevan su correspondencia
en la psiquis. Por ejemplo, el hecho de que existan dos géneros atrae una consecuencia
en la personalidad. Las actitudes machistas o feministas en diferentes grados
implican modos de pensar, sentir y actuar que impregnan el carácter del individuo.
El auto-conocimiento apunta que la energía sexual se halla presente en todos
los seres humanos de alguna manera debido a que es una fuente vital[8] del organismo. Esto significa que
cada tipo de personalidad la canalizará de la forma que le caracteriza. En lo
que concierne a la naturaleza instintiva-motor-sexual, por sus propiedades
intrínsecas, la presencia de esta energía es más transparente, manifiesta y
visible. Por ejemplo: En estos sujetos sobresale el factor sexual en las
relaciones con el género opuesto, en el uso del lenguaje: Bromas, piropos,
miradas, poses,… En muchas ocasiones, él mismo es inconsciente de este hecho o
de su trascendencia en los demás. Otro caso, igualmente significativo, es cuando
se reúnen personas del mismo género, uno de los pasatiempos es hablar de los
comportamientos sexuales del otro. En general, la personalidad que orbita sobre
el centro sexual, suelen ser discretas sobre este apartado. Muchos sujetos,
sufren problemas de dependencia o carencia de sexo, se refugian a prácticas
solitarias, pagan a profesiones del sexo, buscan el placer en los clubs de
alterne o las casas de citas, lugares de venta de estos servicios, películas,
etc. La gran mayoría de las manifestaciones artísticas que implican al sexo están
dirigidas a satisfacer este tipo de personalidad. De esta forma, el erotismo y
la sexualidad se hallan presentes en el cine, la televisión, prensa y revista
especializada, fotografía, teatro, danza, música, Internet, moda, publicidad,
etc.
En término generales,
la personalidad instintiva-motor-sexual se manifiesta en todos los seres
humanos porque estos centros se hallan activos dentro de uno. Esta es muy heterogénea,
en consecuencia, es prudente y de buen gusto evitar los estereotipos y
encasillamientos de los seres conocidos. Una sincera introspección personal
revela que algunas de las observaciones expuestas están vigentes en uno y otras
no. Sin embargo, uno si reconoce muchas de ellas en los demás. Habitualmente,
esta personalidad tiende a ser pragmática y espontánea ante los problemas y abierta
a la vida. Incluso, en alguna ocasión, esta se comporta de modo irreflexivo,
brusco o tosco. No piensa excesivamente en las consecuencias de su acción
puesto que precisa resolver con rapidez y nitidez. Igualmente, esta suele decir
las cosas llanamente y pide que le hablen claro y con transparencia. Este no es
partidario de las sutilezas ni de modos rebuscados para hacerse entender; los
discursos y las disertaciones suelen cansarle. En las relaciones humanas, esta
personalidad se inclina por la franqueza; puede mostrar en ciertos aspectos: Ingenuidad,
individualismo y ser competitiva en los campos que domina. En estos individuos
existe la tendencia en algún grado al hedonismo. Si uno se deja llevar por esta
última característica se puede engendrar conductas adictivas las cuales pueden
acarrear trastornos en el comportamiento.
La carencia de reflexión
íntima e inexperiencia de uno junto a la ignorancia de las disposiciones de las
funciones propician el mal-uso o abuso de este cerebro. No cabe duda que la
personalidad precisa ser educada y equilibrada con un estudio objetivo a través
de la disciplina de la meditación. La formación de este centro neurálgico
instintivo-motor-sexual se encausa con la capacidad de la persona en controlar
sus necesidades básicas y apetencias por medio de la conciencia.
La personalidad emotiva o emocional.
Esta personalidad
orbita alrededor del cerebro o centro emocional que se ubica en el plexo solar.
Recordar que la palabra “emoción”
etimológicamente indica “impulso, aquello
que te mueve, motivación”. Este origen designa que el cometido más
relevante de este centro es proceder a la coordinación de los cerebros:
Intelectual e instintivo-motor-sexual. Un uso correcto de esta función es
promover a la acción lo que uno piensa. De alguna forma, una personalidad sana y
equilibrada a nivel afectivo contribuye en las distintas actividades del
sujeto. No obstante, muchos seres humanos se distinguen porque esta función se
revela en su forma de ser, se halla excesivamente presente en su modo de pensar
y actuar. Ante los diversos escenarios de la existencia, su actitud emocional impregna
todo lo que le concierne. Esta realidad se debe a que la psiquis gira alrededor
de este centro y todos los estímulos que recibe del exterior suelen transitar
primero por este. Esto conlleva que la información recibida desde los sentidos,
se distribuye a las demás funciones como la intelectual o motora a través del
filtro sentimental.
Este proceso, muchas
veces, concede transparencia a esta personalidad porque expresa su estado
interior[9] con facilidad: Alegría, tristeza, recelo,
temor, ansiedad, impaciencia, intolerancia,… muchas de estas emociones
provienen del subconsciente.
Asimismo, ocurre en el
instante de planificar y actuar positiva o egocéntricamente. La acción se
arropa de “una emoción o sabor
psicológico característico”, en el cual uno se reconoce a sí mismo. Esta gestión
interior, no siempre es acertada debido a que uno coloca de modo arbitrario el
sentimiento en el lugar equivocado y sin la conciencia suficiente. De hecho, en
numerosas situaciones lo oportuno e inteligente es determinarlas desde el
intelecto, actuar de modo racional y sentir justamente lo que uno hace.
Esta personalidad
permite que las emociones le afecten a uno. Estas interfieran e impidan un
discernimiento y una claridad intelectual a la hora de resolver problemas. Cuando
el sentimiento interviene en el pensar, este suele atraer confusión y esta
última delimita la conciencia y su objetividad. Esto es lo que ocurre con las
preocupaciones y las emociones inferiores o negativas.
Si uno medita, reflexiona e ilumina con su
conciencia un problema mantiene su intelecto en silencio y no permite la intromisión
del sentimiento. La disciplina de la meditación enseña a relajar los centros
del organismo, aumenta la capacidad de concentración y actividad de la Esencia.
Con la práctica de esta ciencia, el estudiante aprehende el origen de la
dificultad y su resolución. Entonces, si sus facultades emocionales son de
utilidad, uno apela a ellas para lleva a cabo su acción. Por ejemplo: Uno
precisa darle una noticia desagradable a alguien, lo suyo es elegir las
palabras adecuadas, el tono y momento. Esto implica dirigirse al individuo con
ternura y consideración.
Esta personalidad se caracteriza por diferentes
pautas emocionales que se indican a continuación:
Ø Esta
muestra un grado significativo de “susceptibilidad
y sensiblería[10]”
dependiendo de la calidad humana de la persona. En el lenguaje coloquial, estos
términos son considerados sinónimos de sensibilidad. Sin embargo, desde la
perspectiva del auto-conocimiento, cada uno describe actitudes emocionales muy
diferentes.
La sensiblería es un sentimentalismo exagerado, trivial o
fingido, tal como lo define el diccionario. Este corresponde a la personalidad
que llora o se aflige con facilidad ante la dificultad, incomprensión, contrariedad,
desgracia, etc. personal, por el prójimo o de un ser vivo. Estos individuos
suelen sufrir con facilidad en sus relaciones humanas debido a esta
característica. Estos se sienten defraudados en el ámbito emocional si no se cumplen sus expectativas en
la relación de pareja, hijos, amistad, compañeros, familiares.
Igualmente, esta muestra
alegría de acontecimientos que no son relevantes. Este estado psicológico no
hay que confundirlo con las otros dos.
Por otro lado, la susceptibilidad determina la actitud
sinónima de suspicacia,
quisquillosa, recelosa o irascible. Es decir, el sujeto se siente herido, frustrado,
defraudado, desolado, etc. Esta reacción emocional, ya sea esta exteriorizada o
silenciosa, surge por comentarios, acciones, situaciones,… Esta evidencia
cierta vulnerabilidad del individuo ante los estímulos exteriores y se procesa
siempre a través de la identificación tal como se explicó en el tema anterior.
Esta respuesta se halla en las tres personalidades pero en la emocional es más
evidente. Si uno se deja llevan por la mecánica de este centro, en muchas
ocasiones, entra en el subconsciente y esta emoción le hace sufrir. La
susceptibilidad es a menudo fuente de emociones inferiores o negativas.
”Un hombre abrumado no tiene
la más mínima influencia sobre la realidad”. (El Dalai Lama. Obra
Samsara. Cap. La vida modo de empleo)
Por lo contrario, la “sensibilidad” es una cualidad de la Esencia , indica que uno aprehende
una situación por una “toma de
conciencia”. Por lo tanto, esta se origina desde un orden distinto: el
centro emocional superior. La naturaleza de la sensibilidad es diferente a los
otros dos sentimientos desplegados anteriormente. Una persona es sensible a una
causa si ante un hecho indigno, injusto, un sufrimiento humano,
desequilibrio de la naturaleza,… esta se conmueve por una intuición o vivencia
del corazón. Esta experiencia íntima le impulsa a la reflexión y “acción consciente” para remediarla.
Esto significa que uno actúa desde los valores humanos y la dignidad. La
sensibilidad del alma promueve causas que la hacen crecer internamente y pueden
convertirse en una vocación. La personalidad emocional suele impresionarse con
el dolor humano u otras causas dignas y ciertamente no queda indiferente,
siente pena, pero rara vez se implica en su resolución.
“A
medida que el espíritu adquiere más luces, el corazón adquiere más
sensibilidad”. (Denis Diderot y Jean le Rond de Alembert. La enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias,
artes y oficios)
Ø
Otra
característica de la personalidad emocional son la desmedida tendencia a la “expresión de emociones negativas[11]”. El
individuo pierde su estabilidad psicológica y lucidez por una carencia de
preparación a transformar correctamente los estímulos que recibe de su entorno.
Por ejemplo: una palabra sobre mi persona que no gusta; una actitud de alguien
considerada impropia; una situación imprevista; una contrariedad, un comentario
crítico, etc. Esta falta de observación en la asimilación de la información
acarrea una respuesta emocional automática e inadecuada. Uno se paraliza,
irrita, frustra,… padece y, normalmente, su reacción también hace sufrir a los
demás. Esta emoción asciende desde la parte subconsciente del plexo solar y por
sus efectos se cataloga de negativa. Esta identificación aminora la capacidad
inteligente y serena del ser humano en responder digna y eficazmente al
escenario acaecido. Estas vivencias están presentes en todos los sujetos y, por
lo tanto, en los tres primeros tipos de personalidad, pero cada una reacciona
de forma diferente según su naturaleza.
Ø
Las
“actitudes gregarias[12]” son una particularidad
de la personalidad emocional. Este comportamiento se establece por afinidad,
simpatía, a un sujeto o grupo, también porque uno quede impresionado de alguna
manera por alguien o siente apego. Estas relaciones se prodigan por afinidades
de tipo emocional. El discurso intelectual es muy importante porque este otorga
un sentido racional a la relación. No obstante, el centro que determina la
unión a este tipo de grupos se basa en el sentimiento de pertenencia. La
persona se siente aceptada, incluso, querida por quien él considera amigos,
incluso, en bandas organizadas, hermanos. Esta actitud gregaria que es propia
de adolescentes o de grupos organizados en diferentes sentidos, también se da
en muchos aspectos de la vida. Por ejemplo: cuando unos amigos se reúnen y
critican a alguien, beben más de la cuenta, etc. En una empresa, unos pocos
sujetos descontentos influencian a los demás y todos protesten en masa. La
actitud gregaria es un condicionante emocional porque nadie quiere “sentirse rechazado” por los demás,
aunque lo que uno hace no lo sienta sinceramente.
Ø
Debido
a las propiedades del centro emocional, las creencias de tipo religioso se alojan
en la memoria de esta función. Las convicciones espirituales, aunque gozan de
un soporte dialéctico, se basan en una relación personal que uno establece con
una doctrina, iglesia o preceptor. Los vínculos con Dios o un principio divino
se instauran sobretodo a nivel emocional. Dios no se experimenta con los
sentidos sino que uno siente en su intimidad o intuye que existe una fuerza
superior y asume con fe la doctrina que la acompaña. Bajo este sentimiento, el
individuo se refugia en una religión que sea acorde a su inquietud y vivencia.
El auténtico creyente desarrolla en el ejercicio de su fe el centro emocional y
este fervor se traslada a la personalidad. Muchos místicos se distinguieron por
su capacidad devocional, sensibilidad poética y fortaleza interior. Todas estas
cualidades son propias de este centro y de la inteligencia emocional. En
oposición a lo anterior, esta característica de las pasiones religiosas posee
derivas fanáticas como se observa en la actualidad y a través de la historia de
la humanidad.
Ø
La
“pasión” por aquello que a uno le
gusta. Esta se halla a la base de la personalidad apasionada. El sujeto se
aficiona a alguna manifestación artística, deportiva, cinematográfica, musical,
algún video-juego o a las nuevas tecnologías,… Asimismo ocurre con las
relaciones personales. Esto es propio de los adolescentes que fascinados son
fans de un cantante, actor o actriz, un conjunto de rock, un héroe de ficción,
un equipo de futbol, etc. Estos comparten estas emociones con sus amigos y les
cobija un sentimiento de integración mutua[13]. En la etapa juvenil y, más tarde,
la adulta estas pasiones se alojan en el centro emocional y, algunas veces, se
tornan desmesuradas o enfermizas. Esto sucede en individuos que no exteriorizan
sus sentimientos o seleccionan con cuidado sus manifestaciones por alguna causa.
Entonces, estos encaminan sus sentimientos a su hobby y él solo las muestra con
quien lo comparte. El surgimiento en esta década del mundo “Friki” tiene su origen en una diversidad de factores emociones.
Ø
La
personalidad emocional se distingue por una disposición del individuo a asumir
las relaciones, acontecimientos,… con un “grado
de optimismo o pesimismo”. El optimismo se manifiesta con cierta alegría,
simpatía, sonrisa que sobreviene de modo espontáneo. Estos sujetos tratan de
percibir la parte positiva de un evento. Es la característica entusiasta del
centro emocional. Esto sucede cuando esta función vibra en su elemento natural
y es habitada por la misma Esencia. Cuando se implica en una actividad lo hace
con ánimo, afán, confianza, imaginación, inspiración, etc. Estas cualidades
están vinculadas a un estado emocional superior donde existe cierto equilibrio.
No confundir este estado
con aquellos que uno promueve desde el subconsciente. Provocados por la
ambición, avaricia, el personalismo, egoísmo, la acción motivada por el deseo
de ser más, mejor, apreciado, querido,… los cuales nacen en el seno del factor
ego. Este último comportamiento puede bascular en frustración si las ilusiones
y los proyectos de la persona no se cumplen.
Esta misma personalidad
puede balancearse en el pesimismo. El asumir los eventos desde la perspectiva
negativa, darle más importancia a la parte inconveniente, difícil o
desfavorable. Estos individuos se muestran tristes, serios, sin ánimo,… En
otros, este estado no aflora a la superficie pero, bajo esta actitud de
normalidad, existe un sentir de vacío que no se exterioriza. Estos estados del
ánimo son muy comunes en el ser humano y, en ciertas ocasiones, están motivados
porque algo en su vida les atrae amargura y no saben salir de ella. Este tipo
de emociones y su cristalización en la personalidad puede conducir a ciertas
patologías de esta función.
No obstante, la característica más común de esta personalidad
es que con un tiempo de transición, según el equilibrio del sujeto, los estados
emocionales oscilen. Esta bipolaridad también se manifiesta en la “satisfacción o insatisfacción”. Estos
estados emocionales derivan en actitudes racionales de aceptación y rechazo.
Esto significa que esta propiedad de la función emocional condiciona la
personalidad en una posible búsqueda hedonista. Todos estos ánimos dependen
considerablemente de las circunstancias y de la madurez psicológica del
individuo en transformarlas correctamente con un estado interior justo.
Ø
La
aptitud del centro emocional por las artes impregna la personalidad de muchos
individuos donde sus actividades orbitan alrededor de este mundo. El amor real
por la música, pintura, arquitectura, escultura, fotografía, poesía, lírica,
danza, el cine, teatro, etc., desarrolla el centro emocional y redunda en la
personalidad. De hecho, muchos sujetos se ocupan en el mundo del arte por
vocación o por una inclinación en su personalidad. Los primeros son aquellos
que tienen conciencia de su habilidad artística o creativa. Por ejemplo, en
tocar un instrumento, canto, pintura, fotografía, publicidad,… y hacen de ella
una profesión. Estos desarrollan toda su creatividad e inspiración a través de su
dedicación. A los segundos su personalidad les gusta este mundo pero no
disponen de capacidades para ser protagonistas de un arte pero disfrutan de su
producción o exposición. Muchos de ellos tienen empleos que se relaciona con lo
artístico.
Ø
Otra
pauta son las personalidades románticas, sentimentales, en las relaciones
humanas. Estas actitudes se fundamentan sobre ideas forjadas del amor, la
amistad,… adquiridas a través de lecturas u otro tipo de influencias. Existen
una inercia sentimental en estos individuos hacia el malentendido, el amor no
correspondido, el drama pasional, la tragedia griega, etc. que desemboca
siempre en sufrimiento.
Ø
Las
actividades de esta personalidad giran alrededor de la emoción. Aparte del
mundo artístico, existen una gran cantidad de deportes extremos o aficiones de
riesgo que junto a la habilidad motora y las sensaciones atrae un componente
emocional agudo. Por ejemplo: El salto al vacío en sus diferentes variantes. El
juego es otro de las aficiones que giran alrededor de este centro, la cuestión
se agudiza con las apuestas. Igualmente, existen una literatura rosa; las
telenovelas, sobretodo, latinas, las películas de corte romántico, las
comedias, los filmes de miedo, de suspense al estilo de Alfred Hitchcock, etc.
Todas estas actividades y muchas más gustan a este tipo de personalidad.
En conclusión, la
personalidad de tipo emocional disfruta de múltiples manifestaciones debido a
las inagotables formas de expresión de este centro. El texto solo describe
alguna de ellas que corresponden a tipologías emocionales conocidas y que abundan
en la personalidad de los seres humanos. El interés del estudiante es descubrir
cómo se producen los patrones dependientes de este centro y cómo estas
conductas emocionales se repiten en el tiempo. Es necesario recordar que la función emocional determina en el
ser humano el qué y cómo siente. Solo una labor y dedicación conducen al
estudiante a conocerse a sí mismo y rectificar todo condicionamiento de esta
función que le perjudica como Esencia. El objetivo es aprehender en el terreno
de los hechos aquello que sobrecarga la personalidad o es fruto de inmadurez y
lo aleja del bienestar integral. Esto implica una observación detallada de las
causas que provocan: los sufrimientos, las angustias, nostalgias,
preocupaciones, los apegos, etc. y que se halla en el subconsciente.
El auto-conocimiento despliega prácticas que se insertan en
el desarrollo de una personalidad equilibrada. Esta última sobreviene con el
ejercicio del discernimiento y control del centro emocional.
La personalidad intelectual.
Muchos autores consideran a la personalidad racional como superior a las
demás a causa de que su centro de operaciones y actividades se realiza desde el
cerebro. Esta idea se arrastra desde los racionalistas del siglo de la
ilustración. No obstante, desde el auto-conocimiento se considera que el
intelecto no dispone por sí mismo de los recursos de inteligencia que se
depositan en la conciencia ni las facultades del corazón. Este tipo de personalidad
no consigue equilibrar al individuo por sí misma, ni resolver un innúmero de
problemas que ella misma provoca y se tornan en preocupaciones. No obstante, el
pensar antes de actuar es una práctica sana y recomendable en la vida. Tal como
se ha insistido a lo largo de todo este escrito se advierte que la personalidad
racional pura no existe. Lo que aquí se expone es que esta función sobresale
sobre las demás y esta establece una referencia en el individuo.
Este tipo de personalidad suele valorar, algunas veces en exceso, todo
lo que se relaciona con el mundo de la mente. De esta manera, el individuo
asienta su centro de gravedad en el intelecto. Esto significa que tiende a “conceptuar[14]” todos los estímulos o información que recibe
del exterior y se inclina por una respuesta en este mismo orden. Esto, en
alguna ocasión, es justo y, en muchas otras, es inoportuno. Existen escenarios
por ejemplo: Con niños, ancianos, la pareja, alguien que sufre,… donde se
precisa una respuesta más emocional como es la ternura, el amor o el humanismo.
Es conocido que la parte racional del ser humano es calculadora y enjuicia los
eventos por naturaleza. Esto la hace fría y distante lo cual puede ser un
defecto como una virtud depende de si esta aptitud de la razón es usada
inteligentemente en el lugar que le corresponde.
La personalidad
intelectual se labra, normalmente, desde los bancos de la escuela. Muchos adolescentes[15] no
muestran interés ni curiosidad por conocer ni investigar el porqué de las
cosas. Esta predisposición de la propia mente a limitar o desechar el esfuerzo racional
que implica el adquirir conocimientos básicos se arrastra durante toda la
existencia. En muchos casos, esta tendencia conlleva un menor desarrollo de
esta personalidad. Si un joven se despega del plan escolar, acumula suspensos y
deja la escuela[16] será
muy difícil que por sí mismo adquiera unos conocimientos académicos, incluso,
profesionales. Siempre existen excepciones pero es poco común forjarse una
cultura intelectual si desde los catorce años se desecha instruirse. A este le
queda la vía del aprendizaje verbal, la imitación y la propia experiencia. Esta
realidad no influye sobre los valores de inteligencia y uno puede desarrollarse
en cualquier actividad profesional que esté exenta de acreditación
universitaria. La escuela, el estudio y la cultura no aumentan ni disminuyen la
conciencia del ser humano. Los planes de estudio desde la perspectiva
pedagógica y del auto-conocimiento arrastran muchos defectos. No obstante, la
educación intelectual junto a las demás (emocional e instintiva-motor-sexual)
es indispensable para un desarrollo armonioso del niño. Todo puede y debe ser
mejorado. Sin embargo, la idea de prescindir de una formación cultural,
aprendizaje de un uso inteligente de la razón y del pensar por sí mismo es un
despropósito. La historia de la humanidad y la época actual muestran llanamente
en que se convierte una sociedad iletrada e ignorante. Solo hay que observar
cómo y sobre qué base se levantan los adoctrinamientos de todo tipo y a quién
sirven.
“Estas
tres personalidades distintas, diferentes, y muchas veces hasta
contradictorias, deben ser inteligentemente cultivadas e instruidas con métodos
y sistemas especiales en todas las escuelas, colegios y universidades”. (La educación fundamental. Cap.
Los tres cerebros)
Una vez aclarado
este punto, el desarrollo de la personalidad intelectual en detrimento de las
demás acarrea una gran cantidad de desequilibrios en el sujeto. Esta carencia
de armonía interior entre los centros conlleva al individuo a problemas en las relaciones
humanas y con la misma existencia. Se exponen ciertas características que
evidencian esta afirmación.
Ø La
cualidad de ordenar, clasificar y valorar del intelecto atrae de modo natural
el establecimiento de “normas[17]” de tipo intelectual a la conducta. El hecho
adquiere tanta importancia y se hace tan necesario a la vida contemporánea que
se prescriben preceptos casi para todo, tanto en los ámbitos general como particular.
Hoy en día existen normas sociales, morales, religiosas, culturales, jurídicas,
en los núcleos familiares, las relaciones humanas, empleos, etc.
A
nivel particular, esto es similar a la creación de conceptos, ideas, etc. Aunque
la determinación de los diversos comportamientos es más compleja y menos
racional puesto que intervienen los demás centros. Sin embargo, la base
intelectual es muy importante en la consistencia de la personalidad y de sus pautas.
Sean estas últimas lógicas o insensatas estructuran la mente del sujeto que las
ejerce. Es decir, los razonamientos mentales justifican la conducta. Por
ejemplo: La mayoría de las tradiciones que discriminan a las mujeres son
ilógicas e injustas pero todas tienen un soporte intelectual. Según esta base
se dirá: “Que los géneros no son iguales[18]; que siempre fue así desde tiempos inmemorables;
que es un precepto religioso, etc.” El caso es que
todas las conductas y costumbres gozan de su soporte racional y esta, en
definitiva, se identifica con una norma. Esto mismo vale para el fundamento de
las creencias.
Esta mecánica de la mente asumida por la personalidad conlleva derivas
que le perjudican. Las normas o ideas que uno elabora tienden a ser asimiladas
a la verdad, de manera que se convierten en dogmas. Estos últimos fijan la
conducta del sujeto, el cual bajo esta influencia, acostumbra a expresarse
dogmáticamente. Esto provoca que muchas actitudes sean intolerantes, se rechace
las opiniones de los demás, incluso, se combatan, etc. La personalidad intelectual
sufre, en muchas ocasiones, de esta característica debido a que se identifica
con su forma de pensar y sentir. El individuo le adjudica a su razón la propiedad
de la realidad. Este confunde la verdad con sus opiniones. Sólo acepta como
real, bueno, justo,… su lógica, sus razonamientos y normas. La mente y este
tipo de personalidad llevan al sujeto al sueño de la conciencia; Se desentiende
o ignora el significado de los hechos que le circundan a causa de dejarse
llevar por sus propias fantasías y construcciones intelectuales. A pesar de la
evidencia de la situación y los avisos de los demás, si uno está bajo el
influjo de sus propios dogmas es incapaz de escuchar, ver, comprender,… otra
verdad que no sea la suya. Popularmente, existe un calificativo para describir
esta actitud: “Ser un cabezota”. La personalidad
intelectual adquiere un desequilibrio cuando se muestra terca, obstinada e
inflexible.
Esto difiere de
las convicciones. Un sujeto equilibrado integra las demás ideas aunque no las
comparta. La personalidad intelectual disfruta de la tertulia, compartir ideas,
exponer lo que sabe y escuchar a los demás,…No obstante, si uno se olvida de sí
mismo fácilmente discute, quiere llevar la razón, se acalora, irrita, se siente
herido, impone criterios, objeta continuamente, etc.
Ø
Es
habitual que este tipo de personalidad tienda a crear “preocupaciones”. La existencia fluye libremente y muchos de los
acontecimientos constituyen en el ámbito personal problemas. La vida sin
problemas no existe, tarde o temprano aparecen. La mayoría de ellos se
solucionan con facilidad; Otros precisan, por su naturaleza, ciertas cualidades:
lucidez, paciencia, serenidad,… que quizás uno no dispone, pero tienen solución
práctica. Finalmente, existen algunos eventos que uno considera problemas, sin
embargo, son insolubles y, por lo tanto, es inapropiado plantearlos como tal. Por
ejemplo, la televisión se funde y es irreparable. No obstante, se puede comprar
otra. Pero puede que uno no disponga de medios económicos. Esto no es un
problema, sino una circunstancia que uno precisa asumir, tener paciencia hasta
que uno reúna los medios o alguien preste el dinero o una tele. La personalidad
intelectual ante cada paso de este proceso suele darle vueltas a la cabeza con
pensamientos que no se concentran en la solución de la situación. Este hábito
mental es el que crea las preocupaciones. Estas últimas son formas mentales que
ocupan espacio y consumen energía con la actividad intelectual que ronda
entorno al supuesto problema. Uno se pregunta continuamente: ¿Por qué se ha fundido la tele?; ¿Por qué a mí? Comenta para sí mismo, ¡Qué mala suerte tengo!; ¡Ni siquiera se puede arreglar! Arrastra
una emoción negativa, porque se ve sin tele. Se pregunta a sí mismo, ¿por qué no tengo dinero?; ¿mi hermano me lo dejará o no? Etc. Esto
puede durar horas hasta que se decida a obrar para darle una solución práctica.
Es decir, solución uno: Asumir que no hay tele hasta que uno tengo ingresos.
Solución dos: Solicitar un préstamo a quien me lo pueda otorgar, y devolver el
dinero cuando lo obtenga. Todas las consideraciones, cuestiones, dudas, los
comentarios, son actividades mecánicas de la mente que generan preocupaciones.
Estas se forman por el hábito intelectual de estar continuamente pensándolo
todo. Muchas de las preocupaciones se originan por una “falta de decisión” cuando uno se enfrenta ante varias soluciones
posibles. Estas no son claras, se carece de discernimiento, ninguna complace
suficientemente o implican una perdida de algo,… Entonces, una reacción típica
de la personalidad intelectual es darle vueltas a todas ellas en la cabeza.
Según pasa el tiempo, uno se aleja más de la posible solución y solo consigue
un dolor de cabeza. La mente suele crear preocupaciones de problemas que no
existen.
Ø
El dualismo mental y relativismo influyen en la
personalidad a causa del uso inadecuado de la comparación. La actividad
racional en la vida cotidiana utiliza con asiduidad este mecanismo intelectual
para realizar su función en la toma de decisiones. Es razonable, comparar el
precio de unos pantalones que tienen las mismas características. Sin embargo,
este también se utiliza en ámbitos impropios y, en consecuencia, genera
conclusiones y estados emocionales que perjudican el individuo. Como uno repite
este proceso en el tiempo se cristalizan en la personalidad sus efectos. Indebidamente,
el sujeto se compara con los demás y siempre habrá individuos mejores y peores
en cualquier ámbito de la comparación. Con frecuencia, esto acarrea los “complejos de inferioridad o superioridad”
debido al relativismo de lo circunstancial. Esto modela personalidades
complejas dependientes del más o mejor, en una actitud de competición desde el
estimulo del orgullo o, contrariamente, en el recelo, miedo, de ser peor o
menos, etc. Un complejo indica que uno es complicado, es decir, dispone de una
personalidad enredada, confusa o desconcertante. La complejidad es producida
por un uso inadecuado del intelecto aunque los demás centros tienden a
amplificarla. Una persona puede percibirse superior a alguien e inferior a
otra. Incluso superior e inferior a un mismo sujeto en unos tiempos y
circunstancias diferentes. Esto traducido a la personalidad implica graves
problemas de relación con los demás y consigo misma. El resultado de una personalidad
atrapada en el dualismo mental es el sufrimiento. Muchos defectos nacen y se
alimentan de este proceso comparativo como son: La envidia, los celos, el
orgullo, la vanidad, consideración interna, el temor,… Asimismo, actitudes de:
recelo, antipatía, admiración, miedo, soberbia, arrogancia, etc. nacen a raíz
de estos elementos subjetivos que controlan la personalidad.
“Cuando
el dualismo se acaba, cuando la mente se torna íntegra, serena, quieta,
profunda, cuando ya no compara, entonces despierta la Esencia, la conciencia y
ese debe ser el objetivo verdadero de la educación fundamental”. (Educación
fundamental. Cap. La mente)
Ø
Otra tendencia de la personalidad intelectual es
juzgar a los demás según los propios criterios o prejuicios y las apariencias.
Este hábito se fundamenta en la constante actividad racional y valorar todo lo
que le rodea. Uno emite continuamente conceptos, ideas, afirmaciones, criticas,…
a nivel interno. Esto conlleva que si uno está con alguien estructura sus
pensamientos o los concentra sobre él. Muchas veces en lugar de escuchar lo que
dice, uno apenas oye alguna frase, empieza a emitir juicios y se pierde la otra
mitad de su discurso. Esto es propio de las personas que estiman la función
intelectual en exceso y apenas escuchan su corazón e intuición cuando están con
los demás. Esta actitud va en detrimento de los demás centros. Asimismo, uno
escucha poco ni está presente a lo que realmente quiere comunicarnos nuestro
interlocutor. Esta actitud racional no aporta transparencia a las relaciones
humanas. Uno se deja llevar por los “a
priori”, por aquello que carga en la psiquis, su pasado, sus experiencias,
lo aprendido,… Aunque uno arguya que todo lo anterior goce de utilidad en la
formación personal, este hábito no hace justicia al instante, a la realidad del
individuo ni de uno mismo en el presente.
A la personalidad
racional le encanta pensar, cavilar, estar activa y que la psiquis mantenga la
atención sobre el centro intelectual. En la actualidad, el pensar goza de
prestigio y crédito. Esto significa que esta se inclina por las actividades
intelectuales, a nivel profesional, pasatiempos, hobbies, etc. En cuestión de
películas se inclina por los filmes de autor, con contenido, una trama de
investigación, suspense, etc. Se interesa por los documentales, la información,
los reportajes, la lectura sigue la misma línea, de pensadores, filósofos,
intelectuales, escritores que aportan reflexión. Los pasatiempos se centran en
los crucigramas, sudokus, acertijos, etc. Las profesiones giran alrededor de
las letras, la ciencia, administración, organización, dirección.
Hay que destacar
que dentro de este tipo de personalidad existen los que siempre están pensado y,
otros, que reflexionan. Esto indica que existen dos clases de personalidad intelectual;
lo que usan solo la parte automática del intelecto y los otros que utilizan la
parte más elevada. Estas descripciones son algunas de las características de
este tipo de personalidad pero existen muchas otras que se irán viendo en
diferentes temas.
Estas tres personalidades tienen varios puntos en común.
Estas tres clases de personalidad son producto de sus cualidades
innatas: El tiempo y el espacio. Esto es debido a la fragilidad de la
conciencia que el niño carga en su proceso de formación. Este no disfruta suficientemente
de un centro psíquico de reflexión autónomo, tal como se indicó en el tema
anterior. El infante asume como adecuados muchos comportamientos y patrones en
su personalidad que lo condicionan durante toda la vida. Esto implica que estas
tres personalidades asumen un alto componente circunstancial y relativo en su
constitución y son muy influenciables a los estímulos recibidos del exterior.
Asimismo, estas atraen unas conductas repetitivas en el tiempo. Contrariamente,
la personalidad equilibrada es aquella que nace de una reflexión inteligente sobre
el mismo comportamiento y los valores en qué se fundamenta. Este no es el caso
de las personalidades anteriormente estudiadas.
Estas
personalidades no gozan de una estabilidad psicológica sólida, comparten el
mal-uso y abuso de los centros y la descompensación entre ellos. Estas
crecieron en el más absoluto desamparo de la inteligencia, de la verdad y, en
muchas ocasiones, bajo el amor condicionado de sus padres y familiares. Es
primordial que cada individuo revise estas cuestiones sobre su personalidad y
asuma con seriedad la tarea de una búsqueda de equilibrio, sensatez y bienestar
interior. De esta manera, a través de su propia comprensión uno se educará a sí
mismo y transmitirá a las personas que le rodea y a sus hijos un patrimonio
psicológico basado en el ejemplo. Esta herencia tiene un valor incalculable y
no es reemplazable por ninguna transmisión material.
La personalidad equilibrada.
“A mí me parece que nosotros debemos empezar por el
desarrollo armonioso del Hombre y eso sería únicamente posible si aprendemos a
manejar los tres cerebros en forma equilibrada”. (Cátedras I. Cap. 6)
Esta personalidad es
el resultado de una labor dirigida por la conciencia y que precisa de la
colaboración del estudiante. Es muy diferente a las tres anteriores, las cuales
tienen muchos puntos en común que divergen de esta.
El bienestar integral
no es el resultado de una acción accidental, más bien, de un esfuerzo
continuado, voluntario e inteligente por cimentar el orden, equilibrio y la
armonía en la psiquis. Esta tarea se inicia si existe un anhelo por conocerse a
uno mismo. Esta inquietud se fundamenta en la evidencia cabal de que las “causas” de las carencias, debilidades y
los sufrimientos humanos están dentro del individuo. Auto-conocimiento es observación,
experimentación directa y comprensión creadora de lo que uno es, de lo que uno
hace, piensa y siente. No es un método tedioso de análisis racional de porqués,
“pudiera ser que…”, “yo creo que…”, “pienso que…” Ni
requiere colocarse delante de un experto que escuche la historia de nuestra
vida, etc. El conocimiento de sí está al alcance de cualquier persona que se molesta
por contemplarse desde dos escenarios distintos:
Ø El
primero se procesa en el instante, “observarse
en el ahora”, con un estado de presencia, de vigilia o tercer estado de
conciencia, verse actuar en los hechos, sin juzgar.
Ø El
segundo en la sala de meditación. Con el ejercicio de esta disciplina, la
profundidad de la observación es más penetrante debido a que la conciencia adquiere
autonomía de los centros. En la mente reina serenidad y silencio. Esta visión
de lo que uno hace sin la interferencia ni la intervención de lo que uno piensa
y siente de sí mismo o de las opiniones de los demás es nueva, objetiva y
sincera.
El observarse a sí
mismo sus propios defectos y virtudes; Eliminar los primeros y reforzar,
desarrollar, los segundos es la labor que uno precisa realizar para adquirir el
equilibrio interior que uno anhela. En realidad, la conciencia es la que
evidencia claramente los desequilibrios de tipo psicológico. A raíz de su
comprensión, la personalidad inicia un proceso de transformación hasta conseguir
instaurar el orden que la
Esencia le dicta.
Toda actividad sensata abarca en su despliegue
la adecuada contribución del pensamiento, emoción, voluntad y conciencia. De
esta manera, la personalidad equilibrada usa correctamente todos sus recursos y
los dispone hacia la consecución del objetivo de la acción. La auto-conciencia
aporta el componente de eficacia en la ejecución de una tarea. La personalidad
pasiva coordina el uso de las funciones desde la Esencia a través del
desarrollo de la virtud de la “templanza”.
Esto significa que existe un empleo equilibrado de los centros que abarca tres
aspectos:
1. Cada
escenario o ámbito le corresponde la utilización de la función apropiada.
2. El
uso de un centro se realiza en la medida adecuada. No más ni menos de lo
necesario.
3. Las
funciones precisan estar coordinadas entre sí. El flujo de información entre
las funciones requiere ser objetivo y sin interferencias.
Por ejemplo: Uno
constata que la rueda del vehículo está pinchada.
Para remplazarla uno procede
eficazmente si estos tres aspectos están presentes.
Uno observa
detenidamente la situación, la posición del coche, el terreno.
Centro intelectual: Se
concentra en el hecho, inspecciona si dispone de todas las herramientas, si se
puede cambian en ese lugar, se necesita desplazar el vehículo o llamar a una
grúa. ¿Se puede cambiar? Si la decisión es afirmativa, entonces:
Centro emocional: Uno
siente que hay que ponerse a la acción.
Centro motor: Escoge
las herramientas, la rueda de socorro, afloja los tornillos, monta el gato,
sube la rueda,… en cada paso, uno lo piensa, lo siente y lo ejecuta. Finalmente,
una vez ha terminado guarda todo en su sitio. El problema se ha solucionado en
15 o 20 minutos y el estado de presencia se mantuvo activo en todo el proceso.
Cada centro desempeñó la función que le es
propia. Se usaron con el esfuerzo y tiempo requerido. Finalmente, la conciencia
estableció la coordinación entre ellas. En este sentido, la personalidad receptiva
actuó de modo equilibrado.
Existen muchas otras
formas de reaccionar ante este evento que precisa una acción práctica pero
pertenece al ámbito de las otras tres personalidades. Por ejemplo. El sentirse
irritado por el hecho en sí; Incomodado por tener que realizar un esfuerzo;
Estar pensando que llega tarde al puesto de trabajo; Qué tiene mala suerte, qué
alguien se la pinchó a posta; etc. Lo que conlleva a no estar presente ni
concentrado y cometer errores, como es el subir el gato antes de aflojar los
tornillos; Ejecutar las acciones con pesadez, pereza; Moverse con demasiada
rapidez, golpearse y lastimarse; Olvidarse de alguna herramienta, etc.
Estas últimas descripciones son propias de las
tres primeras personalidades. Muchos sujetos poseen un vehículo pero no se
ocupan de saber dónde se halla la rueda de recambio y cómo se opera para
cambiarla. Uno piensa que un reventón solo les ocurre a los demás y no sienten
la necesidad de aprender algo que les puede facilitar la existencia. Si alguien
se lo plantea argumentan que tienen el móvil, están asegurados, siempre les
ayudará alguien,… No obstante, ¿en cuantas ocasiones uno conduce en carreteras
poco transitadas, tarde en la noche y en invierno? Algunos casi nunca, otros,
todos los días, el último recurso que uno tiene es el teléfono. ¿Qué pasaría si
no hay cobertura o uno se lo dejó en casa?
La templanza[19] es la facultad que se ocupa del
equilibrio de los centros. Si por razones profesionales, uno usa una función
más que otra, entonces, necesitará compensarla con actividades de las demás.
Por ejemplo, si durante la jornada laboral un individuo se halla realizando un
continuo esfuerzo físico, lo sensato es que cuando termine cambie de actividad.
Se dedique al uso de los centros emocional o intelectual. Asimismo, si alguien,
en su empleo, se concentra en informes o baraja números todo el día, cuando
acabe es justo que se plantee una acción física o emocional. La personalidad
equilibrada es el resultado de este tipo de esfuerzo que se emprende por una
inquietud de armonía en la existencia. Esto conlleva que uno se concentra en
las diferentes tareas que en el curso se imparten y estas se practiquen. Esta
atención coherente con el anhelo de experimentar el bienestar integral se
construye paulatinamente a medida que la conciencia del individuo despierta.
Esto implica que la personalidad antes de equilibrarse se hace más receptiva y
la mente pasiva a esta actividad de la atención plena u observación de sí
mismo.
“La
personalidad humana debe volverse tranquila, pasiva; esto implica, de hecho,
una tremenda actividad de la conciencia, esto significa aprender a vivir
conscientemente, esto significa poner el basamento para el despertar”.
(Psicología del trabajo interior II. Cap. Necesidad de Aprender a Vivir)
La conciencia se abre
tanto al mundo interior como exterior si uno realmente le concede la
oportunidad y el espacio psicológico para expresarse. No se tiene que olvidar
que el ejercicio de estar presente, no olvidarse de sí mismo, es elemental para
aumentar el nivel de la conciencia y usar su máximo potencial. La acción de la Esencia revelará los
desequilibrios que uno elaboró por las mecánicas de la existencia. Poco a poco,
el estudiante descubrirá su propia inteligencia emocional, las facultades
superiores, su intuición, que se expresan cuando la mente se halla serena. El
esfuerzo diario atrae un cambio progresivo de la personalidad mecánica hacia
una personalidad más consciente de sí misma y, en consecuencia, más
equilibrada, templada. Esto significa que el centro de atención de la persona
orbita alrededor de la
Esencia. La práctica del auto-conocimiento facilita el
traslado del centro psíquico del individuo de la personalidad hacia la Esencia , donde la
identificación está cada vez más alejada y espaciada. El resultado es
distanciarse de la influencia del subconsciente, limpiarlo de defectos y
carencias de tipo psicológico. El bienestar integral consiste en aprender a
vivir en armonía con lo que uno es, una Esencia llena de posibilidades las
cuales están por descubrir dentro de sí misma. Cuando un individuo respeta su
auténtica naturaleza interior, establece un equilibrio que le es propio. El
auténtico problema humano consiste en que la personalidad artificial se llena
de adquisiciones psicológicas innecesarias, subjetivas y egocéntricas. Esta las
arrastra todo el tiempo y, según este transcurre, su vida se complica cada vez
más. El subconsciente es donde residen las raíces de las contradicciones, limitaciones,
dependencias, los defectos, complejos, miedos, etc.
Nadie enseñó al infante ni al adulto la virtud
de la templanza. Las herramientas psicológicas básicas para un armonioso
desarrollo del Hombre son para la sociedad contemporánea invisibles e
inexistentes. La tolerancia, paciencia, cordialidad, esperanza, conciencia, dignidad,
el respeto,… son cualidades humanas anodinas y sin valor para la educación. Sin
embargo, cuando se plantean a nivel particular, la mayoría anhelaría disponer
de estos recursos anímicos cuando los necesitara. La realidad diaria evidencia
que estas facultades humanas son elementales en la convivencia con los demás. Nuestros
semejantes nos acompañan durante toda nuestra vida y uno se relaciona con ellos
constantemente: En la familia, escuela, el empleo, en cualquier gestión, etc.
Esta contradicción de la sociedad en enseñar muchas cosas a un niño pero pasar
por alto lo fundamental está presente en la personalidad del ser humano. Durante
la vida, un individuo aprende muchas cosas útiles pero ignora lo esencial de su
naturaleza interior, su Esencia, y los defectos y las cualidades que acarrea.
La formación de una personalidad equilibrada se erige en dirección contraria a
este proceso irracional e inconsciente de los planes superficiales de la
educación en el ámbito humanista. El Hombre como tal precisa ser el centro de
su formación. Es decir, su “humanidad”
debería ser protegida, avivada, enseñada, desarrollada, premiada. Esta
educación en los valores humanos junto a las demás disciplinas académicas
consagraría ciudadanos conscientes de lo aprendido, de ellos mismos y de los
demás. El bienestar integral consiste precisamente en esto. Una personalidad
equilibrada concilia el uso armonioso de sus centros y aprende a utilizarlos
con eficacia y sensibilidad. Cuanto más sea uno auto-consciente, más progresará
en la consecución de esta inquietud.
“Los hombres del cuarto nivel buscan, quieren saber algo más, anhelan,
necesitan inquirir, indagar, aspiran a conocer el significado de la vida;
presienten que la vida debe tener alguna significación, que todo esto tiene que
tener algún sentido, y en su deseo pues de querer saber, no se contentan con
los conceptos meramente intelectivos, no les satisfacen; esos son los que están
buscando por aquí, por allá y acullá. Los hombres del cuarto nivel son pues la
esperanza del mañana”. (Cátedras IV. Cap. 61)
La gestión de las emociones negativas y las técnicas del cambio de
centro.
Este apartado por su extensión se trata en un
anexo a este estudio de los diferentes tipos de personalidad. La monografía se
titula “La gestión de las emociones
negativas”.
La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog.
La obra se halla, tanto en versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se entregarán a la dirección indicada con la garantía que te ofrece esta plataforma. Aquí tienes el enlace.
https://www.amazon.com/gp/product/B08Q8SFNHV?ref_=dbs_p_mng_rwt_ser_shvlr&storeType=ebooks
Para más información, en este mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020, o en las misma página de Amazon.
[1] Es recomendable antes de leer y trabajar sobre este texto repasar con
atención los temas anteriormente expuestos: “Los
tres factores internos que carga el ser humano y todos los centros del
organismo”.
[3] Estas se derivan de las propiedades innatas, el tiempo y el espacio,
descritas en el tema anterior titulado “Los factores internos del ser humano”.
[4] Del latín “traditio”,
define el conjunto de bienes culturales que se transmite de generación en
generación dentro de una comunidad. Se trata de aquellas costumbres y
manifestaciones que cada sociedad considera valiosas y las mantiene para que
sean aprendidas por las nuevas generaciones como parte indispensable de su
legado cultural.
[5] El estudio de este factor tal como lo concebían los antiguos griegos es
complejo y no es el objetivo de este texto profundizar en los pormenores de
este tema. El conocimiento de sí mismo y de la personalidad es más inmediato y
directo a través del análisis introspectivo de los centros del organismo.
[6] “Sin
embargo, conviene actuar con cierta prudencia en el tema del papel activo del
niño en el proceso de su propio desarrollo como persona. Los mismos autores,
defensores del significado de los factores genéticos en el desarrollo de la personalidad,
rechazan, de suyo, la postura determinista”. (Revista Complutense de Educación. Vol. 13, Núm.
2, 2002. Autor: Ángel Izquierdo Martínez. Temperamento, carácter y
personalidad. Una aproximación a su concepto e interacción)
[7] La primera locución (a) se alude principalmente a que la persona tiene
voluntad, es determinada o definida en sus opciones de vida, sean estas
adecuadas o no. En el segundo enunciado (b), la persona referenciada puede que
también disponga de voluntad junto a otras cualidades y limitaciones. En el
tercer caso (c), se podría describir a alguien que se enfada con facilidad,
sufre de impaciencia, etc. En el cuarto ejemplo (d), puede sugerir que el
individuo sea cooperador, paciente, tolerante, escucha a los demás. se pone en
su lugar, etc.
[9] Las emociones no solo se articulan a través de palabras. Igualmente se
vislumbran por actitudes motoras o instintivas.
[10] Este tema es extenso, importante y se profundizará más adelante en el
curso. Por parte del alumno, todas estas respuestas emocionales necesitan ser
observadas en la práctica y conocidas dentro de sí para adquirir una
personalidad equilibrada.
[11] Este tema se desarrolla en un anexo
debido a su importancia y extensión en el conocimiento de sí mismo.
[12] Este término designa la actitud de agruparse en pandillas y uno se
convierte en gregario. Es decir, uno tiende a actuar en grupo bajo el influjo
de un cabecilla. Es conocida la influencia que un conjunto realiza sobre cada
uno de sus miembros. Estos terminan efectuando acciones que nunca harían solos.
[15] Los primeros años del niño se dedican a la
formación de los centros. El intelectual, concretamente, se concentra en
adquirir las habilidades lingüísticas. Aprende a leer, escribir, a expresarse y
comprender lo que se le enseña. Esta primera etapa es básica para que, más
tarde, el púber entienda tanto los conocimientos y habilidades que se imparten
como la importancia que estos tienen en su vida.
[17] En el mundo de la ciencia
se trata de descubrirlas, establecerlas o enumerarlas. Son sinónimos de la
norma: el principio, axioma, patrón, la ley, proposición o regla. En el plano
individual, estas normas racionales son equivalentes o se componen de
conceptos, ideas, prejuicios, etc. Por ejemplo, uno se dicta la norma de no
fumar. Esta implica una acción concreta basada en varios conceptos: Que perjudica
la salud propia y ajena, es un vicio muy caro, aumenta la esperanza de vida, etc.
[18] “No se puede reclamar que hombres y mujeres sean
iguales porque sus naturalezas son diferentes. No puedes poner a las mujeres a
hacer todo lo que hacen los hombres como hicieron los regímenes comunistas”.
(Recep Tayyip Erdogan, presidente electo de Turquía. Foro internacional sobre
los derechos de las mujeres 2014, celebrado en Estambul. Fuente Euronews)