“La repetición de dramas, comedias y
tragedias, es un axioma fundamental de la ley de recurrencia”. (Samael Aun Weor. Tratado de
psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
Introducción
Este capítulo trata de dos principios, retorno y recurrencia, que rigen
la naturaleza, la Esencia
de toda persona y, por añadidura, a todas las organizaciones humanas. Desde el
autoconocimiento, el estudio de estas leyes goza de gran importancia debido a
que estas se hallan presentes en la existencia de manera que condicionan la
psiquis del sujeto. Ambos principios se relacionan estrechamente con otros dos,
causa y efecto, por un lado, y evolución e involución, por el otro. Aunque cada
uno posee sus propiedades intrínsecas, todos ellos son interdependientes y se revelan
conjuntamente. Este tema se concentra en las dos leyes mencionadas al inicio
del texto, las otras dos se estudiarán más adelante en el curso.
La
carencia de observación y conocimiento por parte del individuo, de estas
estructuras que conforman el retorno y la recurrencia, atrae comportamientos y
hábitos que limitan su libre albedrío. Mucha gente capta que su vida es una
mera repetición de acciones, obligaciones, responsabilidades, etc., y esta
situación le agobia. Por un lado, en la persona nace un sentimiento de cansancio
y, por el otro, hay anhelo de libertad. Por el contrario, para otros individuos,
el hecho de que todo siga en un ciclo conocido les reconforta en su seguridad. Ante
esta contradicción, las reacciones son diversas. Muchos sujetos desean escapar
de esta mecánica, pero no saben cómo hacerlo; otros, más atrevidos, cambian de
vida, empleo, domicilio o región, incluso de país, no obstante, pasado cierto
tiempo, vuelve esa misma sensación de que todo sigue igual, aunque el escenario
sea distinto; así mismo existen personas que terminan por acomodarse a esta
realidad y dejan de sentirla, esperanzados en que todo, por sí solo, cambiará;
etc. Este estado interior, que en muchos casos se convierte en indiferencia, en
gran parte se origina por estos principios que afectan a todo ser humano.
El principio de retorno
La naturaleza se organiza de modo cíclico. Se entiende como retorno
aquello que vuelve, regresa. La definición de esta palabra en el diccionario RAE
es: “vuelta al lugar o a la situación en
que se estuvo”. Retorno es partir de un punto y regresar a él. Este
principio está presente en el universo.
El sol nace en el horizonte, lo recorre hasta desaparecer, llega la
noche que se extiende hasta disiparse con el alba y, de nuevo, vuelve la luz
del día. La rotación de la Tierra sobre sí misma crea un proceso continuo y dual:
luz y oscuridad, día y noche. Las estaciones son otro ejemplo de retorno. La
primavera atrae toda una transformación del entorno natural; un progresivo
aumento de temperatura; la luz del día se acrecienta; las flores multicolores crecen
en los campos; las aves y la mayoría de los animales tienen sus crías; etc. El
verano es tiempo de frutos y cosechas. El otoño es la época de la caída de las
hojas de los árboles y, en invierno, la naturaleza entra en un periodo de
letargo. El ciclo vuelve con la primavera y, así sucesivamente.
El retorno marca un ritmo natural y constante de modo circular. El
estudiante puede comprobar que el final del ciclo es igual al inicio del mismo más
la experiencia adquirida en él. El año 2017 fue igual al año 2016, más todas
las vivencias advertidas durante el transcurso del año anterior.
Así mismo, este retorno se percibe en las distintas conmemoraciones, festividades…,
sociales, políticas, religiosas, etc. Por ejemplo, las reuniones familiares en
Navidad; las fiestas de los pueblos; los cumpleaños, las fechas dedicadas al
culto en las distintas religiones…, todas ellas vuelven cada año. Retorno es
todo aquello que los seres humanos celebran de modo periódico. Igualmente, este
principio se halla presente en las relaciones humanas de modo que existen
eventos que vuelven como son las comidas o las cenas en familia; en el empleo,
las reuniones de trabajo, las tareas, las situaciones, etc.
Este
principio rige la psiquis del ser humano y se expresa en tres vertientes:
física, psicológica y ontológica. Esta última se estudiará más adelante en el
curso.
El principio de la recurrencia
La vertiente física de la ley de retorno se halla
presente esencialmente, tal como se indicó al inicio del capítulo, en el
calendario. Este último registra: días, semanas, meses, cambios de estaciones, fases
lunares, onomásticas, fiestas correspondientes a acontecimientos sociales,
políticos, religiosos… Muchas personas anotan, por su parte, eventos,
aniversarios y fechas a recordar que, en muchos casos, son cíclicos. La
cuestión es preguntarse sinceramente cómo incide este ciclo en el plano interno;
si afecta a la psiquis y, si lo hace, cómo se produce esta influencia.
El paso natural de los días marca varias fases. La
primera es la semana laboral que va de lunes a viernes y la segunda, el fin de
semana, que tras el disfrute del domingo retoma el lunes. Entonces se reinicia
el proceso: uno afronta otra semana de labores con un cierto estado psicológico
definido y particular, de sobrellevar una carga pesada hasta que regresa el fin
de semana. En cambio, este último se asume con alegría, planes para divertirse,
excursiones, deseos de descanso, anhelos de acabar con la rutina, etc. ¿Se
repiten los estados psicológicos cada vez que se comienza o culmina un ciclo?
Otra
fase se determina con las estaciones. Llega la primavera, los días son
sensiblemente más luminosos, largos y calurosos; el manto floral se abre paso
frente a los campos desnudos y fríos del invierno; la vida se expresa con mayor
fuerza, surgen con más evidencia sus rasgos, hay nacimiento, crecimiento,
color, luz, calor… ¿Influye este cambio de estación en la psiquis del ser humano?
¿Se repiten los estados anímicos cuando florece la primavera en jardines y
parques de nuestra ciudad? ¿Qué ocurre en verano? Los días calurosos, largos,
donde abundan los festejos de muchas localidades, la salida de vacaciones, los
viajes, la búsqueda de ocio; mayor contacto con la naturaleza: paseos, salidas
al campo o a la playa, una mejor disposición para hacer deporte al aire libre,
etc. Es necesario reflexionar sobre este hecho y cuestionarse si cada vez que
vuelve el verano, así mismo, se asocia un núcleo psicológico que se repite en este
periodo. De modo idéntico, ocurre en otoño, toda persona reitera cierto estado
interior al observar como las hojas de los árboles caen en calles, patios y bosques.
Cuando es época de recogida de setas, castañas…, el frío aparece y le acompaña
la larga oscuridad de las noches.
La recurrencia es un principio que es consecuencia del
retorno natural y continuo de todo lo que se halla presente en la naturaleza.
La recurrencia es el acto de repetir, mientras que el retorno es el hecho de
volver. Los eventos naturales regresan, pero las personas repiten debido a que
el núcleo psicológico que se expresa ante esa circunstancia es el mismo. El
estudiante precisa observar por sí mismo cómo estos estados anímicos se
reiteran ante el retorno de los acontecimientos físicos. La vuelta de los
eventos registrados en el calendario como son: la semana laboral, los fines de
semana, el periodo estival, las fiestas, los cumpleaños…, marcan un ritmo en la
existencia de los individuos que componen una sociedad. La Navidad , el Carnaval, la Semana Santa , las celebraciones
patronales en los pueblos y las ciudades, las vacaciones, los desplazamientos a
las zonas turísticas, los reencuentros de personas que se ven cada cierto
tiempo…, encierran la repetición de estados emocionales, expectativas, propósitos,
afanes, etc. En definitiva, núcleos psicológicos que se reproducen.
La vertiente física del principio de retorno acarrea
una vertiente psicología que es “repetir”,
esta reiteración es lo que se entiende como “recurrencia”.
Este principio de la recurrencia es captado por muchas
personas, aunque no sepan que es una respuesta mecánica de las distintas
funciones del organismo. El sujeto ha creado hábitos ante estas situaciones que
se repiten en el tiempo porque no es consciente de este proceso psicológico, ni
aprendió a relacionarse correctamente con este hecho. Mucha gente se siente
atrapada en una inercia. Una rueda que gira incesantemente, donde los
acontecimientos vuelven una y otra vez. El individuo advierte en su interior un
mismo estado anímico. Cuando el evento es vivido desde la perspectiva de lo
ilusorio, este lo espera con alegría, está animado y contento. No obstante, si
ese mismo hecho es vano para él, entonces la experiencia es aburrida, atrae
cansancio, fastidio y disgusto.
Esto indica que el calendario y estos ciclos imprimen
a la persona estados psicológicos regulares y frecuentes. Esta recurrencia se
extiende a todos los aspectos de la vida.
Cuando uno era chico, esta mecánica empezó en la
escuela, estudios, exámenes, años que pasan y, más adelante, los cambios de colegio,
la universidad, etc. Sin embargo, el sujeto creó un estado interior en cada una
de estas etapas. Al principio del curso había un sentimiento, estado emocional,
otro muy diferente a mediados y, a su vez, ambos eran distintos a los últimos
días de clase y de la proximidad de las vacaciones. Esta experiencia sigue
presente durante la edad adulta en el empleo; después del periodo estival hay
un núcleo psicológico característico que se reitera y, otro dispar, en el momento
de irse de vacaciones. En el plano interno, esto sucede en muchos escenarios:
comidas de empresa, reuniones familiares, salidas con los amigos, visitas al
médico, alguna actividad lúdica o deportiva que uno realiza frecuentemente, etc.
Estos escenarios acarrean estos estados íntimos que se repiten en el tiempo
porque los actores que lo interpretan son los mismos.
Estos protagonistas se esconden en el subconsciente, cuando
aparece la escena, surgen debido a que son la respuesta que uno, instintiva,
emocional o racionalmente, elaboró con el paso del tiempo. Esta manifestación habitual
en el ser humano es el reflejo de una carencia de presencia y comprensión de
estas estructuras mentales que se han tejido de modo inconsciente. Hay una
correspondencia entre los escenarios que vuelven y los actores que atraen, los
cuales provocan los mismos estados psicológicos de la conciencia.
¿Quiénes
son estos actores que interpretan su rol en cada escena? La respuesta está en estos
factores: personalidad y ego pluralizado.
La responsabilidad de la continúa
repetición
“Reflexionando seriamente sobre la ley de
recurrencia o repetición de escenas en cada retorno, descubrimos por
autoobservación íntima, los resortes secretos de esta cuestión”. (Samael Aun Weor. Tratado de
psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
La
mayoría de la gente vive de modo rutinario, ocupada en los distintos quehaceres
de la existencia. En muchos casos, esta circunstancia se debe a la responsabilidad
de cubrir las diversas necesidades económicas, laborales, familiares y personales.
Hay que añadir, por lo común, la falta de creatividad que ofrecen los empleos actuales,
sujetos a sistemas productivos automatizados. Así mismo, la carencia de
iniciativas en el ámbito humano redobla las acciones gregarias basadas en la
imitación, reproducción de actos, actitudes prestadas, etc. No obstante, la
recurrencia es un rasgo interno que se revela por una causa psicológica,
independientemente de que los eventos retornen o la exigencia de la vida
implique realizar acciones reiterativas. La realidad es que el individuo está
ausente a sus procesos mentales y estados íntimos de la conciencia, los cuales
son la base de la recurrencia. El sentido de vivir el instante, estar presente,
etc., indica que la vida interior es más importante y rica en procesos y
eventos psicológicos, que los sucesos exteriores. Una persona que se halla
conectada con su “auténtica realidad”
como Esencia, es feliz aunque esté enroscando el milésimo tornillo de la mañana.
Por ejemplo, los niños de corta edad hasta + 6 años son autoconscientes
y, en condiciones normales, preservan su bienestar y felicidad realizando actividades
pueriles. Muchos sujetos efectúan acciones reiterativas sin ningún estado de
ánimo especial, otros se hallan aburridos y, otros pocos, satisfechos. Aunque
ninguno es consciente de ello, porque todos están ausentes a su mundo interior.
“Ciertamente jamás podríamos conocernos a nosotros
mismos, sin la autoobservación seria y profunda”. (Samael Aun Weor. Tratado de
psicología revolucionaria. Cap. Sucesos personales).
La práctica de la autoobservación está diseñada para
descubrir por uno mismo estos recursos mentales donde se crean hábitos de todo
tipo. Este esfuerzo deliberado por estar presente al estado psicológico, cuando
el alumno desempeña una tarea, es primordial para advertir los mecanismos que
propician la recurrencia. El descubrir y hacerse consciente de este principio
significa que uno empieza a comprenderlo. La aprehensión inmediata de la repetición
en el ámbito psicológico, se inicia con la contemplación de la relación efectiva
entre escenario y estado interior. Cuando se estudia la recurrencia es preciso
percibir el eslabón que une a ambos, el cual es conocido como el proceso de la
identificación. Este puente de la identificación o fascinación entre evento
físico y psíquico, se tiende a partir de una reacción del ego, quien impide una
transformación correcta de las impresiones. Este factor reconoce la escena e
interpreta el papel que aprendió a lo largo del tiempo.
Por
ejemplo en una situación donde uno precisa esperar a alguien y la impaciencia aparece
como reacción mental o hábito, es decir, se identificó. Esto significa que la
Esencia embotellada, “yo de la
impaciencia”, despliega lo que sabe, se reitera, y suma lo que experimenta
de su interpretación. Por esta causa, este repite su actuación, recurre a la memoria
e interviene el pensar, sentir, hablar y obrar. Si el escenario es el mismo y
hay consecuencias, el rol es el mismo y adiciona su aprendizaje subjetivo, por
lo que se hace más fuerte, de modo que la conducta de la impaciencia se robustece.
La constitución del ego es una subordinación de la psiquis que se expresa en
una escena determinada por las circunstancias, de manera que reincide en su acción.
La vida práctica enseña que el agregado psicológico de la impaciencia, no se
halla presente en escenarios de miedo, ni este último en situaciones de amor
propio, etc.
“La Esencia es
"voluntad-conciencia" desgraciadamente procesándose en virtud de
nuestro propio condicionamiento”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. La
voluntad).
Cada ego es una respuesta específica a una escena concreta
de la existencia. La recurrencia personificada por un ego o un rol de la
personalidad, según se configura el modelo, aporta una ventaja reveladora para
alcanzar su comprensión. Ambos se comportan con un patrón mecánico, el cual se
repite; esto acarrea una “mayor facilidad
de observación y descubrimiento”.
Esta
particularidad atribuye una clave eficaz en su estudio. El “yo” está desprovisto de inteligencia propia, solo utiliza los
recursos que le proporcionan los centros del organismo. Por esta causa, recurre
y se configura como un hábito[1].
El hecho de que los procesos mentales se reiteren, facilita su contemplación,
análisis y conocimiento para su posterior eliminación.
El ego es la base del condicionamiento de la Esencia , la cual edifica
una respuesta mental equivocada ante un evento que retorna y que percibe,
igualmente, de forma errónea. De este modo, el “mí mismo”, se instaura en un patrón o modelo que se origina a
través de una experiencia subjetiva que se acumula en el subconsciente. El “yo” es tiempo y se transforma en una
entidad psicológica autónoma, adquiere vida y voluntad propia, debido a que la Esencia queda recluida en
esa estructura. El ego, como un actor de teatro, se reitera en su papel; repite
compromisos, ideas, emociones, acciones y cualquier proceso psicológico en el
escenario que le es propio. Este factor es el protagonista responsable de
comedias, dramas y tragedias que uno interpreta a lo largo de su existencia.
Ante una escena de la vida, el ego ubicado en el subconsciente, la reconoce. De
modo que este provoca una percepción errónea de la realidad porque atrae el
pasado, la experiencia atesorada en sus anteriores intervenciones. Esto acarrea
una respuesta estereotipada, preconcebida de antemano, que se repite de manera
equivocada. Si el estudiante no capta la verdad del evento tal como se despliega
en ese instante, entonces, no lo percibe correctamente. En este estado, lo que
uno piensa, siente y obra, no está determinado por la actualidad, ni es vigente.
Se establece una mezcla de pasado y presente y, en muchos casos, se proyecta
hacia el futuro, tal como ocurre con ciertos agregados psíquicos como el miedo,
la ambición, el egoísmo, etc.
La
recurrencia es uno de los principios que enseña la necesidad del alumno a recapacitar
sobre su relación con el presente, el desarrollo de la capacidad de vivir el
instante y porqué debe practicarlo.
El
defecto psicológico es el vector de la identificación emanada del subconsciente,
el cual se caracteriza por su contumacia y expresión automática en los
diferentes centros; este concreta la ignorancia del ser humano reiterada en un
ciclo continuo según retornan los escenarios de la vida. Su obra no es producto
de la reflexión íntima de la conciencia ni de una experiencia objetiva, sino de
la Esencia embotellada por una estructura mental. El “mi mismo”, un hábito instalado en las distintas funciones, es la
inconsciencia que uno carga en su interior sin percibirlo, y que se ampara tras
una red psicológica tejida en la personalidad. Este estado interior de la
identificación en el momento de enfrentarse a las dificultades de la existencia,
es la causa del error que acarrea el sufrimiento humano. En situaciones que
retornan, el ego es el causante de malentendidos, enredos, discusiones, desvelos,
confusiones…, estados anímicos que muestran una ausencia de recursos humanos. Escenas
que implican estados de ansiedad, recelo, preocupación, frustración, estrés,
desasosiego, etc., reiteran un núcleo psicológico que uno reconoce en su
interior. Este estado íntimo específico formado por emociones destructivas,
pensamientos negativos, percibirse indiferente, perdido, incomprendido, solo…,
se repiten porque el actor que lo promueve es el mismo. Igualmente ocurre con
estados de euforia, ilusión, satisfacción, etc. los cuales se parecen a la
felicidad, pero no son consistentes, dependen de eventos exteriores y, por lo
tanto, son volátiles y accidentales. Estas bajadas y subidas periódicas del
ánimo, marcadas por eventos exteriores que vuelven, están vinculadas a la
identificación y, en consecuencia, a un mismo núcleo psicológico o ego.
“La
mente forma hábitos para tener seguridad, protección, certidumbre,
tranquilidad, a fin de tener continuidad. La memoria es un hábito”.
(J. Krishnamurti. Dichos de Krishnamurti. Cap. Hábito).
Uno
de los ejemplos más claros se halla en los problemas. En la vida, siempre
surgen dificultades, situaciones, que precisan ser resueltas, donde hay que tomar
decisiones, reflexionar sobre sus consecuencias, etc. Los problemas vuelven
regularmente de la forma más diversa y en los distintos ámbitos de la
existencia. Estos son una realidad física que retorna. No obstante, la manera
de reaccionar de la gente es siempre la misma. La persona se preocupa, existe
una mecánica establecida en la psiquis, la cual se activa cuando algo no gira
según sus planes o deseos. En estos momentos, el sujeto se enfrenta a los
inconvenientes desde la emoción negativa, la mente agitada, inquieta e
irritada. Sin preservar o, en su defecto, esforzarse en concretar las cualidades
más importantes ante estos acontecimientos como son: el equilibrio, la
serenidad o la sensatez. A pesar de disponer de una enseñanza y unos recursos
proporcionados por el autoconocimiento, donde se modela unas pautas para la
resolución de problemas, uno sigue en la misma recurrencia. En lugar de ocuparse
del evento en cuestión, de asumirlo, meditar y decidir una acción que respete
la dignidad y el presente, el alumno persiste en un estado interior inadecuado,
perjudicial e inútil. Así ocurre en los seres humanos, que perpetúan y ahondan
en la actitud psicológica de la preocupación y no alcanzan ningún tipo de
resolución. Estas respuestas ante las contrariedades se repiten debido a la
personalidad y a ciertos agregados psicológicos como el miedo, la impaciencia,
la intolerancia o frustración de deseos y propósitos, etc. Estos actores son un
ejemplo de recurrencia que deterioran la existencia del individuo y, en muchos
casos, las relaciones humanas.
En
conclusión, la Esencia atrapada en los ciclos naturales o circunstanciales de
la vida, conlleva aparejados idénticos aspectos psicológicos que forman la
recurrencia. Los actos emanados del principio de recurrencia son altamente
contingentes debido a que la persona se siente abocada a repetir una conducta o
patrón ante el hecho que retorna. Estos estados repetitivos mantienen presente
al ego, paralelamente, la Esencia subsiste atrapada en el tiempo.
“Por debajo de nuestra capacidad
cognoscitiva suceden muchas cosas, desgraciadamente ignoramos lo que por debajo
de nuestra pobre razón sucede”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap.
Retorno y recurrencia).
El esfuerzo hacia la comprensión de los
procesos recurrentes
Los estados psicológicos recurrentes se hallan presentes en la mayoría
de los escenarios de la vida. La autoobservación es una herramienta
indispensable para advertir como el actor o ego, se apodera de una
circunstancia cíclica y repite su papel. Esto ocurre en situaciones donde el sujeto
desempeña una labor, en el ámbito de las relaciones humanas, la celebración de
algún acontecimiento social, familiar, etc. Todas estas vivencias crean lazos personales
que se fundamentan en matices psicológicos. Estos vínculos se instauran con los
demás, los lugares, la experiencia en sí… Nexos de tipo emocional, alegrías, simpatías,
apegos, aficiones, etc., también por afinidades en el modo de pensar, sentir,
obrar…, así mismo sucede en sentido inverso como antipatía, rechazo, etc. Estos
acontecimientos periódicos, propios de la actividad y convivencia humana,
generan todo tipo de compromisos, responsabilidades, deberes, beneficios,
ventajas, progresos, pérdidas, incomodidades, decepciones, aburrimiento, un
interminable etcétera donde la personalidad y el ego recurren. Todos estos
estados interiores provienen de la identificación, la fascinación y el sueño.
La existencia de la mayoría de los seres humanos se rige por una cadencia de
acciones que se reiteran todos los días. Empleo, familia, amigos, ocio…, todos
estos teatros se experimentan desde la personalidad y el ego; en cada escena,
el núcleo psicológico se repite. No obstante, hay una gran inconsciencia de
esta condición y, lo que es peor, asume este hecho como la única realidad, una
verdad sin remedio ni alternativa.
La primera cuestión para erradicar, no los retornos de las situaciones
que son propias de la vida, sino los estados interiores que acarrean, es
hacerse conscientes de ellos.
La opción de evadirse
de los retornos es una huida de la realidad. En muchos casos, quizás, sea
sensato hacerlo. No obstante, en otros, evitarla podría ser un despropósito,
una indignidad o una cobardía.
“Así
pues, es imposible impedir que los acontecimientos dejen de reiterarse; lo
único que podemos hacer es cambiar nuestra actitud hacia los acontecimientos de
la vida. Si nosotros aprendemos a no reaccionar ante ningún impacto proveniente
del mundo exterior; si aprendemos a ser serenos, impasibles, entonces podremos
evitar que los acontecimientos produzcan en nosotros los mismos resultados”.
(Samael Aun Weor.
Cátedras. Cap. 5).
Cada ego es una
respuesta a un escenario; así mismo, la personalidad genera roles y moldes de
conducta para cada hecho de la vida. Ambos preconciben ciertas maneras de
pensar, sentir y obrar ante uno de estos acontecimientos, fruto de experiencias
anteriores. Esta estructura mental es la que el alumno precisa descubrir. ¿Cómo
se procesa la identificación en cada evento? Tanto la personalidad como el ego
son entidades intrínsecas del subconsciente. Ambos originan respuestas
inconscientes. Nadie es capaz de cambiar lo que ignora. Por esta causa, el
esfuerzo voluntario y consciente es observar detenidamente qué ocurre en su
interior cuando surge un escenario. Los ejemplos se hallan en todos los ámbitos
de la existencia:
Ø En el empleo, ¿qué pasa dentro de uno?: si el jefe me llama a su despacho para
repasar un informe; si un compañero me hace un reproche injustificado; si
escucho una crítica por una actuación mía o de un compañero que aprecio; si se
comete una injusticia; si no aprecian debidamente mi labor; si me ignoran; etc.
Ø En casa, ¿qué
ocurre en el interior de uno?: si algún miembro de la familia coge algo que
te pertenece, lo rompe o lo pierde; te engaña; te crítica; te sermonea; te
habla de modo inapropiado; si alguien actúa de forma egoísta y le perjudica, tanto a él como a los demás; si te exigen algo que no quieres hacer; si interrumpen
un programa de TV. que uno sigue; etc.
Ø Con los amigos, ¿qué sucede en el ámbito psicológico?: si estos llegan tarde; se
escurren cuando hay que participar económicamente en una actividad; le
reprochan alguna acción que uno hizo o no; son irresponsables con lo que uno
les presta o lo que se decide; hablan a tus espaldas; no están de acuerdo con
lo que uno piensa, siente…, en un tema importante; no le toman en consideración,
no cuentan con uno, se olvidan de uno, etc.
La mayoría de la
gente vive estos u otros escenarios parecidos que regresan una y otra vez,
donde se reiteran las reacciones, ¿qué
aprende uno en cada acto? Lo único que cambia son los decorados, las
apariencias, los individuos que participan, pero internamente son los mismos
actores: egos y roles de la personalidad.
El trabajo interior es el esfuerzo que uno emprende
para conocerse a sí mismo en estos procesos de la identificación que conllevan
repetir el error, el cual se perpetúa en el tiempo. Esta tarea radica en
practicar las claves del autoconocimiento con el anhelo de que el alumno
experimente directamente la verdad de lo que aquí se expone. Esta vivencia
objetiva facilitará el impulso para perseverar en este afán y aprehender la
raíz de estos factores que encarcelan la Esencia e impiden su expresión libre,
natural y espontánea. Detrás de cada carencia o defecto psicológico hay una
virtud humana que encuentra el paso bloqueado a los centros. Por esta causa, el
estado de presencia preserva la atención que se enfoca sobre las funciones que
habitualmente, sin conciencia, se reiteran. La autoobservación es contemplar,
sin olvidarse de sí mismo y sin juicios “a
priori”, de cómo se percibe y aprecia el evento; de qué manera se elaboran
los pensamientos, las emociones y las acciones para darle respuesta. El
estudiante advierte sin intermediarios como la identificación falsea la
realidad, el ego interpreta los eventos porque él se halla en un teatro
conocido. En consecuencia, este actúa según lo que sabe e improvisa a medida
que afloran elementos nuevos.
Las consecuencias de la recurrencia en la
psiquis del ser humano
El ser humano vive de modo rutinario, establece pautas
de comportamiento en los distintos escenarios que conforman su existencia porque
la psiquis se amoldó a lo conocido. Sea por comodidad, pereza, falta de lucidez,
miedo, etc. la mente se refugia en patrones aceptados y acreditados por una
mayoría de la gente, en particular de aquellos que le rodean. Esto solapa un
efecto psicológico gregario, donde la imitación es uno de sus precursores. Todo
esto mantiene viva la inconsciencia del individuo.
Esta realidad penetra
cuestiones cotidianas como son las discusiones entre familiares: esposo y esposa,
padres e hijos; asimismo ocurre con amigos, compañeros, vecinos, etc. Estas
disputas, controversias, rencillas…, retornan en los mismos escenarios, con las
mismas personas, por los mismos temas, donde se repiten argumentos, emociones, palabras
o silencios tensos, desaires y acciones. Igualmente, en todas las relaciones
humanas retornan: malentendidos, críticas, rencores, discrepancias, ilusiones, enfados,
disgustos, afanes, deseos… Estados anímicos que se reiteran en el tiempo, cada
vez que estos escenarios aparecen circunstancialmente en la existencia.
El “yo” y la
personalidad son capaces de evocar situaciones en detrimento de la sensatez
para fortalecerse internamente y mantener vivas las actividades que les fascinan.
Esto ocurre con el consumo del tabaco[2], que a pesar de saber que genera un perjuicio a la
salud, el ego crea sumisión y la identificación lleva al sujeto a fumar, de
modo que el agregado psicológico repite la sensación y el placer que le provoca
esta acción. La dependencia al cigarrillo, alcohol, droga, pastillas…, maneja
la psiquis de forma recurrente a través de sentimientos, discursos
intelectuales y apetitos que redundan cada vez que las ansias son
incontrolables. El ego y los roles de la personalidad son responsables de estas
conductas insensatas que se instalan por medio de la identificación y condenan
a la persona al error y a sus efectos. El individuo constata que pierde cierta
autonomía psicológica y dominio de sí mismo ante la presión que ejerce el
subconsciente a través de sus factores egocéntricos. Cuando no se respetan los
principios básicos del equilibrio en los distintos ámbitos de la existencia,
del organismo físico, de la naturaleza…, la consecuencia es el sufrimiento.
Esto es una evidencia en derivas psicológicas como la dependencia al juego, el ejercicio
de la violencia, el consumo de estupefacientes, las necesidades afectivas
extremas, etc., que se convierten en un trastorno de la personalidad.
“Dentro de cada uno de nosotros viven
muchas gentes llenas de compromisos”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap.
Retorno y recurrencia).
El autoconocimiento atrae la atención sobre este
proceso de la recurrencia. Nadie nace ludópata, enganchado a las drogas, con
carencias o defectos psicológicos que no puedan ser corregidos con formación
adecuada, comprensión de sus causas y conciencia. Cada vez que vuelve un ciclo,
el actor o “mí mismo” que interviene en la escena adquiere experiencia. Todo
retorno atrae elementos nuevos que conllevan su aprendizaje y sofisticación.
Con el paso del tiempo, la consecuencia de la recurrencia hace que la Esencia
se condicione más y más, y el agregado psicológico sea más complejo. Esta
complejidad se traslada a la psiquis de la persona. Esto conlleva que en cada
retorno de la situación, la recurrencia se procesa en espiras cada vez más
bajas con respecto a los valores humanos y el sueño de la conciencia es más
profundo.
Por ejemplo, esto sucede en todo tipo de relaciones,
pero se observa con facilidad en aquellas donde el trato es diario o con
personas que conviven en un mismo lugar. Parejas que se adoran, con el paso de
los eventos dejan de sentir lo que durante años les unía. Los sentimientos y
las ilusiones se deterioran con la rutina y la continua repetición de errores,
malentendidos, discusiones, deseos o inquietudes dispares, etc. Empleados que
entran a desempeñar una labor que les interesa: administración pública, enseñanza,
empresa privada, labores sociales… La sucesión de acciones y situaciones que se
reiteran en el puesto de trabajo, asientan de modo recurrente estados de
stress, indiferencia, desarraigo, etc., en el sujeto. Esta actitud interior que
se repite, pesa más y más con el tiempo, se convierte en frustración,
infelicidad, solo se acude a trabajar por cumplir lo estricto. De esta manera
se pierden vocaciones, alegría, estados anímicos de bienestar a causa de no
estar presente al plano íntimo ante estos retornos que rigen la existencia y
que en su gran mayoría no pueden evitarse. Esto indica que la recurrencia se
procesa en espiras cada vez más bajas, tanto en el mundo interno como externo:
Ø En el plano interno, en lo que se refiere al
principio de la recurrencia, la situación psicológica es más compleja[3],
confusa y enredada. La experiencia subjetiva acumulada con cada repetición es
mayor, más circunstancial y restrictiva. Esto significa que, en cada ciclo, la
Esencia está más embotellada y condicionada, y el nivel de Ser de la persona
desciende. El hábito, la mecánica y lo inconsciente se acrecientan en la manera
de ser, percibir la realidad, pensarla, sentirla y reaccionar ante ella. Esto acarrea
que el error se perpetúe y el dolor que provoca se ahonde. Toda identificación en
un escenario que se reitera es más inmediata, fuerte y profunda, la cual se
convierte en una conducta cada vez más instintiva e irracional. Esto indica que
la psiquis del estudiante es más densa, pesan los años, las experiencias, las
amarguras, etc., porque la psiquis ahonda en el subconsciente. La persona se
olvida de los momentos de luz, felicidad, amor…, valores humanos que uno experimentó
o que con su acción aportó a los demás cuando lo necesitaban.
Ø
En el plano externo, lo que se refiere a la ley
de retorno. Cada vez que un evento vuelve hay que considerar que las acciones
emprendidas erróneamente crean sus propios efectos, por lo que siguen el mismo
camino que la recurrencia. Si, en el anterior retorno la reacción del sujeto
fue equivocada, la consecuencia se suma en el próximo ciclo, de manera que situaciones
y relaciones empeoran cada vez que se presentan. Esta realidad puede observarse
con facilidad en los distintos ámbitos de la vida. Sobre todo, si la persona no
reflexiona sobre su actitud; ni es capaz de ponerse en el lugar de los demás;
ni aspira a aprehender la causa de sus errores y liberar su Esencia del
condicionamiento que sufre.
Cómo trascender la recurrencia
Tal como se indicó anteriormente, lo
primero que hay que aprender de la recurrencia es que es necesario hacerse
conscientes de ella. La respuesta correcta, justa y equilibrada que el alumno
anhela, ante las distintas escenas que regresan asiduamente, se fundamenta en
el trabajo interior. Si uno aspira a experimentar el bienestar integral, es
necesario observar el error y adquirir la valía[4] y la lucidez de cambiar, una vez
que este se comprendió.
En el terreno de la vida práctica, la
siguiente etapa de este estudio es evitar “caer
bajo el proceso de la identificación”, para ello no hay que “olvidarse de sí mismo”. El objetivo es
observar llanamente cómo “la Esencia
condicionada o el mí mismo” utiliza los centros. Esto significa contemplar
separadamente, preservar el “aquí y
ahora”, y aprehender cómo este hecho es advertido, pensado y sentido, sin
necesidad de reaccionar cómo el ego dicta. Cuando un espía vigila a un traidor y
analiza todos sus movimientos, este último es vulnerable. Así mismo, la
conciencia capta el error en el modo de percibir, pensar, sentir el hecho y anticipa
cual será la acción de la Esencia embotellada. Esta aprehensión directa de cómo
reaccionan las diversas funciones es la que facilita la transformación
interior. Este cambio de modelo mental se realiza al atraer la cualidad humana
requerida en el escenario en una búsqueda de equilibrio. Una vez actuado de
modo justo y reestablecida una forma de pensar y sentir acorde a la conciencia
y los valores humanos, la estructura psicológica anterior puede erradicarse.
Así es como uno trasciende la recurrencia y el retorno gira en una espiral más
elevada, a causa de que el nivel de Ser de la persona aumenta. Esta labor por
la purificación y el perfeccionamiento anímico alcanza un punto de su
realización donde la recurrencia desaparece definitivamente. Esto es debido a
que el actor que la provocaba, se desvaneció. Sin actor, no hay rol a
interpretar, en cambio, la facultad humana se instaura para trascender el escenario.
Si en este proceso uno pierde la
presencia, está claro que se identifica y pierde el hilo de su acción
consciente. En este caso, la iniciativa es recurrir lo antes posible a la
disciplina de la meditación. Con esta ciencia, una vez que el alumno consigue
la serenidad mental necesaria para la expresión de su conciencia, visualiza la
escena. La práctica se centra en captar donde estuvo su error, debilidad,
distracción, etc., con el objetivo de comprenderlo y, estar preparado, en el
próximo retorno para trascender su dificultad. Esto le permitirá concentrarse
en el estudio de la realidad tanto física como psicológica de la recurrencia.
Por
ejemplo, llega la Navidad, la cual regresa todos los años en los países de
tradición judeo-cristiana. En estas fechas se organizan múltiples cenas y
reuniones, algunas de ellas familiares, donde se congrega la mayoría de sus
miembros. Puede ocurrir que entre los asistentes, el estudiante experimente
alguno de estos estados: antipatía, envidia, celos, animadversión, rencor, etc.,
por alguien. Este acontecimiento puede originar, por lo tanto, rechazo, un
estado interior negativo a la idea de compartir mesa, tratarlo, escuchar sus
ocurrencias, historias, triunfos, gracias… Desde el trabajo interior, esta
escena es una gran oportunidad para conocerse a sí mismo y, por medio de la
autoobservación, constatar cómo me comporto ante él. Independientemente de la
conducta correcta o no de la persona, lo que realmente importa son los estados
íntimos del alma que se desencadenan dentro de uno. ¿Cuáles son mis prejuicios,
representaciones mentales, limitaciones, deseos, en el momento de afrontar esta
relación circunstancial? Lo que uno piensa y siente, el modo de percibir al
familiar…, es lo que hace que el sujeto asuma este escenario con un estado
emocional negativo. Este último le impide disfrutar de la compañía de sus seres
queridos, de estar feliz, ser amable, incluso con esa persona, etc.
El trabajo sobre uno mismo implica,
en un estado de presencia, advertir ese mundo psicológico desconocido del
subconsciente. Ante la sola existencia del pariente, la cuestión es que la atención
sobre sí mismo distinga los elementos subjetivos que causan sufrimiento,
malestar o incomodidad. Reflexionando desde el autoconocimiento, esta situación
indica una carencia de madurez de nuestra propia Esencia que es necesario
descubrir. Cada individuo es y se comporta tal como indica su nivel de Ser. Esta
es la esencia del libre albedrío. El esfuerzo consciente por trascender una
recurrencia se halla en la capacidad del alumno en recapacitar sobre su propia
actitud. ¿Respeta uno a los demás en su manera de ser?
En lugar de invocar todo tipo de
razones, lógicas o no, sobre la conducta de este sujeto, uno observa dentro las
causas y la función desde donde emana el malestar. Si comprende que el problema
lo tiene él, en su interior y lo trasciende, dejará de sentirse incomodo por su
presencia. Esto significa que elimina del subconsciente, la raíz por
comprensión de lo que le hacía daño. Si el actor íntimo o ego que sufría este
escenario ha desaparecido, también se diluye la recurrencia. Esto permitirá una
experiencia personal diferente de la escena anterior, un estado más acorde a la
realidad con la alegría de compartir con todos un momento agradable.
Por otro lado, el asunto puede
involucrar una falta de respeto, dignidad, delicadeza…, por parte del pariente
en cuestión. Normalmente, este tipo de comportamientos son válidos para
justificar actitudes, por nuestra parte, que no contemplan los valores humanos.
Desde el esfuerzo por conocerse a sí mismo, la solución adecuada no está en
crear un conflicto familiar, complicar la vida de quien invita o simplemente no
asistir, con las consecuencias que se derivan de tales decisiones. El asunto es
afrontar y solucionar el hecho, si este fuera el caso. Dar respuesta a la falta
de respeto o de dignidad, en lugar de condenar al autor de la acción.
Concentrarse en los eventos, no en las personas, porque cada uno es libre de
pensar, sentir y manifestar cualquier opinión. Las obras o las palabras
indignas son una realidad tangible y acarrean consecuencias. Por esta causa,
hay que dedicarles la atención y la actuación debidas, atrayendo lucidez y cualidades
humanas en el momento oportuno, si es necesario y útil hacerlo.
Actos dependientes de la ley de accidentes
Estos
actos, fruto de escenas que vuelven y donde sus protagonistas obran porque el sujeto
se identifica, se consideran dependientes de la ley de recurrencia. La
identificación de la personalidad con idealismos económicos, políticos,
sociales, culturales, nacionalistas, etc.; así mismo, la fascinación del hombre
y de la mujer por un credo, las ambiciones egoístas de una comunidad o de un
individuo; el establecimiento de la supremacía, del control, de unos sujetos
sobre otros, de unos países sobre otros; el miedo a lo desconocido, la
incertidumbre, los recelos a la diferencia, las alambradas en defensa de los
intereses materiales y los privilegios; y una interminable lista de actitudes
egocéntricas donde el sentido ético y humano desaparecen, son causas de los
desastres de la humanidad. La ignorancia provocada por el subconsciente es el
origen de conflictos, desequilibrios, injusticias, disputas, luchas,
violencias…, de todo tipo. La recurrencia del ego es una fuente de sufrimiento,
miseria, complicaciones, indignidad…, que amarga la existencia de la humanidad
en su conjunto. Los actos dependientes del principio de recurrencia son
altamente circunstanciales, mecánicos, estériles y atraen el hastío a la
persona; determinan un desarrollo interior nulo.
La
ley de la recurrencia no es única, existe otra en la creación que se asocia a
lo aleatorio, la cual se denomina la ley de accidentes. El mundo material
acarrea axiomas, elementos y principios que rigen el plano físico. Toda Esencia
que posee existencia se expresa por medio de un organismo físico, el cual ocupa
un espacio. Esta realidad engendra, por un lado, que la persona esté limitada a
estas leyes que gobiernan la materia y, por el otro, alberga una gran
trascendencia y responsabilidad. Si un estudiante no respeta suficientemente su
cuerpo, lo coloca en lugares peligrosos o realizan actividades de alto riesgo,
la posibilidad de ser víctima de esta ley se multiplica considerablemente. Por
ejemplo, cuando un sujeto conduce un vehículo a una velocidad que excede los
200 Km/h. en un tramo con curvas donde se aconseja ir a 60 Km/h., el porcentaje
de sufrir un accidente es muy alto. Aunque, el ser humano siempre está sometido
a este principio, existen muchas actividades que, en gran medida y a pesar de
tomar todas las precauciones, acarrean una mayor probabilidad de padecer un
percance. La práctica de deportes de alto riesgo o extremos, en los cuales sus
aficionados sufren lesiones de diversa consideración, incluso se pierde la vida;
empleos donde se trabaja en altura, con materiales pesados o productos químicos;
soldados destacados en zonas de conflictos; etc. Todas estas profesiones arrastran
por sí mismas una mayor dependencia a la ley de accidentes. En cualquier
momento, uno puede sufrir un daño, porque uno ocupa un lugar en el espacio y
nuestro cuerpo es vulnerable. Por esta causa, uno precisa estar presente en
todo momento a su propia intuición y ser consecuente con ella, debido a que
informa de la eventualidad que deriva en un perjuicio.
El
estudiante no debe confundir este principio de accidentes con el principio de
causa y efecto. Este último se vincula a lo que uno acarrea en función de sus
propios hechos, actitudes…, igualmente, uno puede ser víctima de la acción de
otra persona o un colectivo. Esto nada tiene de accidental, aunque la acción
sea realizada de forma improvisada o sea una respuesta instintiva. La ley de
accidentes es aquella que no se liga directamente a una acción humana. Por
ejemplo, un balcón se derrumba a los cincuenta años de haberse construido y la
desgracia es que debajo hay una persona que sale herida. Este hecho tiene una
causa, por ejemplo, que hubo un deterioro por una canalización de aguas que se
rompió y el edificio estaba deshabitado, u otra centena de posibilidades. El
caso es que la persona se hallaba debajo en ese preciso momento por casualidad[5],
de modo fortuito, no por causalidad. Este sujeto resultó herido por el azar. Del
mismo modo que alguien que compra un décimo de lotería y su número es agraciado
con un premio. La cuestión de la ley de accidentes se plantea cuando son varios
los elementos imprevisibles que convergen o coinciden en un momento y lugar
determinado.
Actos dependientes del principio de
epigénesis[6]
Los actos dependientes del principio de epigénesis son
aquellos que se relacionan con la conciencia y son acciones deliberadas y
objetivas. Estas obras son fruto del trabajo interior o de una acción derivada
de la Esencia libre, consecuencia de una voluntad ejercida en el tercer estado
de conciencia. Esto es posible debido a que este esfuerzo consciente e
intencional libera, poco a poco, la Esencia embotellada. Junto con ella, el
alumno recupera el porcentaje de facultad humana, conciencia, voluntad y autonomía
que se encontraba encerrada en el “mí
mismo”.
El
principio de epigénesis es la capacidad de crear circunstancias nuevas o de
modificar las existentes. El individuo es capaz de desplegar este tipo de actos
en la medida que evita la identificación y adquiere dominio sobre sí mismo. Las
acciones subordinadas de este principio de epigénesis son diametralmente
opuestas a los actos generados por la ley de recurrencia. Ambos se excluyen
mutuamente, de igual modo que lo hacen la conciencia libre y el ego o
conciencia enfrascada en un defecto.
Modificar
situaciones existentes es factible cuando la persona aprehende la raíz de una
recurrencia y la supera o crea una respuesta inteligente basada en el
desarrollo íntimo. Tal como se explicó en un ejemplo anterior en lugar de
repetir el error, si uno evita la identificación y cambia su modo de pensar y
sentir una escena, la acción también será diferente. Esto significa que existe
una modificación del hecho existente, a causa de que el individuo, igualmente,
cambió. La transformación se establece firmemente en un nivel superior de Ser,
en el momento que la Esencia condicionada se emancipa de su propia ignorancia y
elimina el ego.
Obrar
acontecimientos originales o nuevos, desde la perspectiva de la epigénesis,
implica una participación activa de varios factores:
Ø El centro de la acción precisa ser el alma y su
desarrollo.
Ø Esta labor se dirige hacia el beneficio de otras
Esencias sin distinción o un bien común que las integre.
Ø Esta actividad se inicia por la comprensión de
una necesidad humana o espiritual. Se inspira en la sensibilidad del corazón,
donde están presentes los valores de humanidad. La dedicación y la voluntad se
asumen con la conciencia de concretar en su acción la dignidad y la
trascendencia del individuo.
Muchos
personajes de la historia crearon acontecimientos desde la propia voluntad,
conciencia y de manera fehaciente. A continuación, se citan brevemente varios
ejemplos de actos dependientes de la ley de epigénesis en distintos ámbitos
humanos.
Juana de Arco. (1412-1432). Con solo 19
años, edad con la que fue condenada a la hoguera, Juana de Arco fue una pieza
clave de la reconquista de los territorios invadidos por los ingleses en la
Guerra de los Cien Años, (1337-1453). Con 17 años, esta joven iletrada dirigió
los ejércitos del delfín, Carlos VII. La determinación, estrategia, e
inteligencia de esta mística obró a favor de la unidad perdida del reino de
Francia, y precipitó el final de una guerra interminable y sangrienta. Una
situación sostenida por luchas de poder entre ambiciosos y viles nobles, donde
la víctima fue siempre el pueblo llano de las zonas en conflicto. Juana de Arco
contribuyó a la desaparición del régimen feudal, una vez que el embrión de la
nación se consolidó bajo una misma autoridad, y se dio paso al Renacimiento.
“Estamos
perdidos, hemos quemado una Santa”. (Secretario del Rey de
Inglaterra, después de la ejecución de Juana, Rouan, 30 mayo 1431).
Marie Curie.
(1867-1934). Esta científica pionera en la investigación de la radiactividad
recibió dos premios Nobel: Física (1903) y Química (1911), único científico en
conseguirlo en dos disciplinas distintas hasta ahora. Su existencia se instauró
en una lucha continua debido a las adversidades y las limitaciones propias de
su tiempo, por su condición de mujer y ser extranjera. Esta brillante
investigadora fue una precursora en todos los terrenos. Recibió Enseñanza Superior
de forma clandestina en Polonia, su país de origen, invadido por Rusia. Tuvo
que trasladarse a París para estudiar en la universidad, trabajar para pagarse
sus estudios, siendo una estudiante excelente y autodidacta, pasó hambre y
sufrió desmayos de agotamiento.
Fue la primera mujer designada profesora en la Sorbona[7],
así mismo, la única mujer invitada al congreso Solvay, donde se reunieron
científicos de renombre de todo el mundo en 1911.
Soportó críticas, calumnias, y menosprecios a raíz de
su relación amorosa con el científico Paul Langevin (1872-1946), que estaba
casado, mientras que ella llevaba cinco años viuda. Este escándalo, donde se
justificaba la situación de Langevin, y se condenaba a Marie de romper
matrimonios, sirvió para rechazarla como miembro de la Academia de las Ciencias
de Francia.
En
su infancia pierde a su madre y hermana mayor, esto le marcó y su amor a la
ciencia se inspiró en la tarea de salvar vidas. Sus conocimientos se aplicaban
en el campo de la medicina, principalmente, en la lucha contra el cáncer y su
tratamiento con radioterapia.
“No
puedes esperar construir un mundo mejor sin mejorar a los individuos. Con ese
fin, cada uno de nosotros debe trabajar para mejorarse a uno mismo y, al mismo
tiempo, compartir una responsabilidad general para con toda la humanidad,
siendo nuestra responsabilidad particular ayudar a aquellos para quienes
creemos que podemos resultar más útiles”. (Marie Curie).
En
la Primera Guerra Mundial, promovió el primer vehículo que transportaba un
aparato de rayos X para visualizar roturas y objetos metálicos en el cuerpo
humano. Este automóvil se trasladaba hasta los campos de batalla para
diagnosticar a los heridos de guerra y facilitar operaciones sin apenas
desplazarlos. Durante toda la contienda, paralizó sus investigaciones y se
movilizó con la ayuda de la Cruz Roja en esta actividad. Transformó el “Instituto del Radio”, bajo su dirección,
en una escuela para formar ayudantes de radiología que asistieran en estas
ambulancias y hospitales.
La
vida de Marie Curie es un ejemplo de epigénesis. Creó circunstancias nuevas y
modificó las existentes, puesto que derribó muros de prejuicios machistas,
envidias y celos en el ámbito científico, y la ignorancia de una sociedad y
época reaccionarias. A pesar del deterioro de su salud debido al contacto
permanente con sustancias radioactivas, la investigadora continuó con sus
trabajos y sacrificó su vida para contribuir al progreso de la humanidad.
“La
vida no es fácil para ninguno de nosotros. Pero, ¿y qué hay con eso? Debemos
tener perseverancia y sobre todo confianza en nosotros mismos. Debemos creer
que estamos dotados para algo y que esta cosa debe ser lograda”.
(Marie Curie).
Rabindranath Tagore. (1861-1941). Este
poeta bengalí se destacó por ser el primer escritor no europeo en recibir el
premio Nobel de Literatura (1913); fue ensayista, artista, novelista, músico,
compositor, pintor y dramaturgo. Dos de sus canciones son ahora los himnos
nacionales de Bangladesh e India. Viajó por todo el mundo dando conferencias
sobre la importancia de unir los patrimonios culturales de Occidente y Oriente
y de una unión entre los pueblos. Esto ocurrió en una época en la que, tanto en
Europa como en Asia, se instituían grandes partidos nacionalistas. Así mismo,
optó por el pacifismo como Gandhi con quien le unía una gran amistad.
Independientemente
de la gran cantidad de obras y calidad de las mismas, composiciones musicales,
etc. hay que destacar su contribución a la educación. Tagore fundó en
Shantiniketan (Bengala), una escuela experimental donde estaban presentes los
valores de humanidad, la espiritualidad, la meditación y la reflexión
intelectual.
“La
vida estaba organizada de tal manera, que la sensibilidad e imaginación del
niño podían ser constantemente alimentadas por un contacto permanente con la
naturaleza, por el libre acceso a todas las formas de arte o de expresión de
uno mismo. En definitiva, no se trataba simplemente de desarrollar sus
facultades mentales, sino de tratar de abrir su alma a una espiritualidad viva
y no dogmática”. (R. Tagore. La morada de la paz. Cap. Nota
bibliográfica).
Hoy
en día, esta institución es una de las más prestigiosas de la India; es conocida
como universidad mundial “Visva Bharati”
y está asumida por el Ministerio de Educación de ese país.
“Las
labores de Tagore como asistente y mentor en Shantiniketan le tuvieron ocupado
durante los siguientes años, dando clases por las mañanas y elaborando
personalmente los libros de texto de los alumnos durante las tardes”.
(Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: Rabindranath Tagore).
Mahatma Gandhi. (1869-1948). La acción
de este líder pacifista, político y espiritual reveló a la humanidad que se pueden
defender los derechos y recuperar la libertad individual y de todo un pueblo
sin recurrir a la lucha armada o violenta. Esta doctrina conocida como “ahimsa o no violencia” fue su
inspiración y permitió la recuperación de la soberanía del pueblo indio, administrado
por los ingleses. Gandhi supo proceder con respeto, valores humanos y tenacidad
frente a sus adversarios, que a pesar de su oposición, claudicaron.
Este
líder fundamentó su acción en la no colaboración con los colonizadores, esto
evidenció la imposibilidad de gestión del país. Este ejemplo político posee un
valor extraordinario desde el principio de la epigénesis en el logro de la
justicia y la libertad. Gandhi demuestra como una mente sensata, una conciencia
inspirada en los atributos humanos y una acción perseverante, alcanzan propósitos
dignos y justos.
“La
no violencia requiere una mente, una boca, y unas manos, pacíficas”.
(Gandhi).
Madre Teresa de Calcuta. (1910-1997). Esta
religiosa dedicó su vida a atender las necesidades de pobres, enfermos,
huérfanos y desahuciados. Empezó en la ciudad de Calcuta, India, por una
intuición al ver un moribundo en la calle que nadie advertía, el cual estaba
siendo atacado por insectos y roedores. Más adelante, se unieron otras
compañeras y, finalmente, muchas más, lo que dio origen a la congregación de
las “Misioneras de la Caridad”, la
cual no pudo ser formalizada hasta 1965. La Madre Teresa creó esta orden
piadosa cuyo propósito es ayudar a los marginados, independientemente de sus
creencias; esta se expandió por la India y en el mundo entero. Esta monja fue
canonizada santa por la Iglesia católica en el 2016 por el Papa Francisco I.
Tal
como ocurrió a los personajes anteriores, se enfrentó a todo tipo de
adversidades y obstáculos erigidos, tanto por las autoridades políticas como
religiosas. Su labor humanitaria es un ejemplo de actos dependientes de la ley
de epigénesis en el ámbito de la compasión, donde destacó su férrea voluntad, y
el dinamismo en su acción. Su actividad se centró en aliviar el sufrimiento
humano y dar testimonio de amor al prójimo según sus convicciones espirituales.
Obtuvo el Premio de la Paz en 1979.
“Los
pobres tienen necesidad del servicio de nuestras manos, del amor de nuestros
corazones”. (Madre Teresa de Calcuta. Un pensamiento cada día[8].
Cap. 2 de agosto).
Vicente Ferrer. (1920-2009). Este hombre
singular entró en la orden eclesiástica “Compañía
de Jesús” después de la Guerra Civil Española para ayudar a los demás. En 1952
llegó a la India y dedicó su vida a erradicar el sufrimiento de los más pobres
y discriminados. Vicente Ferrer fue capaz de crear un sistema de ayudas donde
potenció la cooperación entre los habitantes de la zona. De modo que las
personas asistidas se involucren en un bien común, movilizando las conciencias en
un esfuerzo por acabar con las propias necesidades y las de los demás. Este
cooperante tuvo que enfrentarse a diversas dificultades que le acarreó, entre
otras, dejar la orden de los Jesuitas y ser expulsado del país. No obstante, su
determinación, lucidez y humanidad encaminó su fundación a ser un referente en
la cooperación internacional. Así mismo, es todo un ejemplo de epigénesis en el
ámbito de la fraternidad, debido a que con voluntad y conciencia obró un
milagro, tal como él mismo revela: “Soy testigo directo de que es posible
cambiar este mundo”.
Sus
referencias más notables fueron una conciencia cabal de la realidad y, en
consecuencia, “una acción” precisa
fundamentada en ella. Hombre de profundas convicciones espirituales siempre mantuvo
presente la fe en el centro de su actividad y decisiones, por lo que
experimentó por sí mismo la acción de la providencia.
“El
hombre tiene el deber de hacerlo todo más humano. Esta transformación tiene que
empezar en el individuo y llegar a abrazar la sociedad entera…” (Vicente
Ferrer. Encuentros con la realidad. Cap. La conducta ética. La ascesis).
Nelson Mandela. (1918-2013). Este
activista por la igualdad en Sudáfrica, contribuyó con su carisma y facultades
humanas a desmantelar de modo ejemplar el modelo del apartheid, régimen
institucional de segregación racial. La discriminación étnica siempre estuvo
presente desde la colonización del país por los europeos. Sin embargo, en 1948,
el apartheid se instauró paulatinamente de modo formal y jurídico. Nelson Mandela
se opuso a este sistema y fue encarcelado durante 27 años. Por presiones
internas e internacionales, Mandela fue liberado, se ocupó de establecer
consensos con sus opositores y una reconciliación nacional entre los distintos
estamentos multiculturales. Objetivo que cumplió como primer presidente electo
democráticamente en sufragio universal. Una vez asumido el gobierno, tuvo que
sobrepasar enormes presiones tanto de la comunidad negra como de la blanca. No
obstante, fue capaz por medio de la experiencia adquirida, de convencer a todos
en el abandono del rencor, el ejercicio de la violencia y de centrarse en el
futuro que se abría a la nación del Arco iris. El éxito se basó en su capacidad
de liderazgo, voluntad de reconciliación y sacrificio, el cual llevó a buen
término el asentamiento de la democracia y de la concordia en Sudáfrica. Por
esta causa, Nelson Mandela junto a su oponente político, Frederik de Klerk,
fueron galardonados con el Premio Nobel de la Paz en 1993. También es
considerado por su pueblo el padre de la Nación.
“He
anhelado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las
personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal
por el que espero vivir y que espero lograr. Pero si es necesario, es un ideal
por el que estoy dispuesto a morir”. (Nelson Mandela, fragmento del
discurso en el proceso de Rivonia, Tribunal Supremo de Pretoria, 1964).
Estos
personajes consiguieron con su esfuerzo, valentía y sensatez aportar un beneficio
a la Humanidad. Siempre hubo mujeres y hombres capaces de ir más allá de los
modelos convencionales de la personalidad y de las imposiciones sociales,
políticas o religiosas. Estos comprendieron que es preciso salir de la rueda de
la repetición de hábitos, costumbres y tradiciones para desplegar acciones valerosas
y contribuir a un mundo más abierto, justo y humano. Desde el autoconocimiento,
esto se define como actos dependientes del principio de epigénesis, los cuales
se convierten en un ejemplo para todos de dignidad.
Tabla de ilustraciones
“Ouroboros”, (1478). Autor: Iluminador
medieval anónimo. Localización: Tratado
de alquimia de Sinesio, el cual se ha perdido; copia hecha por Teodoro
Pelecanos Creta. Este símbolo es común a varias civilizaciones
milenarias, Egipto, Nórdicos, Grecia y tradiciones esotéricas, y engloba, por
lo tanto, distintos significados. Este alude a la Unidad o al Todo, asimismo,
entre otros, representa el eterno retorno o los procesos cíclicos de la naturaleza
y presentes en toda la creación.
“La rueda de la fortuna”, (1883). Autor: Edward
Burnes-Jones. Localización: Museo de Orsay, Paris. Este cuadro muestra como
todos los seres humanos se hallan sometidos a este principio de la recurrencia.
En la ilustración se aprecian tres hombres que reflejan el alma que gira en
esta rueda de la fortuna o del destino, manipulada por una mujer, que simboliza
la ley del eterno retorno. Todos los retratados se hallan ausentes. Cada uno
acarrea un objeto que lo identifica con un rol de la personalidad: en la parte
baja con una aureola, el triunfador; en la zona media con una corona y un cetro,
el rey o las clases altas; y finalmente en la parte superior, el esclavo con
cadenas en los pies que alude al pueblo oprimido y sin recursos. Todos repiten
ciega y continuamente sus roles, atrapados en este eterno retorno que organiza
la existencia.
“La vigilancia”, (1866). Autor: Pierre Puvis
de Chavannes. Localización: Museo de Orsay,
Paris. La atención plena, la conciencia o la vigilia de los estados
psicológicos se alegorizan con la luz.
“Cuatro alegorías -Prudencia-, (1490).
Autor: Giovanni Bellini. Localización: Galería de la Academia de Venecia. La
prudencia es una facultad que fue cultivada por las civilizaciones antiguas. En
la figura se aprecia a una mujer sobre un pedestal, con objeto de darle
importancia; su desnudez alude a que es un atributo de la Esencia, se despliega
de modo natural y espontáneo. El espejo que refleja a quien se halla frente a
ella, indica que la prudencia proviene del discernimiento, y de la capacidad de
verse a sí mismo. Los niños manejan instrumentos musicales para llamar la
atención, simbolizan la necesidad de estar atentos a esta virtud.
“Representación de Juana de Arco”, (1429).
Autor: Clément de Fauquembergue. Localización: Archivo Nacional de Paris. Único
dibujo de Juana de Arco en vida.
Lectura
¿Es
la verdad algo finita, absoluta, fija? Nos gustaría que fuera absoluta, porque
entonces podríamos refugiarnos en ella. Quisiéramos que fuera permanente,
porque así podríamos afirmarnos en ella y encontrar allí la felicidad. Pero,
¿es absoluta la verdad, es continua, puede experimentarse una y otra vez? La
repetición de la experiencia es el mero cultivo de la memoria, ¿no es así? En
instantes de quietud puedo experimentar cierta verdad, pero si me aferro a esa
experiencia por medio de la memoria y la convierto en absoluta, fija, ¿es eso
la verdad? La verdad, ¿es la continuación, el cultivo de la memoria? ¿O la
verdad puede descubrirse sólo cuando la mente se halla por completo quieta,
silenciosa? Cuando mi mente no está presa en los recuerdos, cuando no cultiva
la memoria como el centro del reconocimiento, sino que está atenta a todo lo
que digo, a todo lo que hago en mis relaciones, en mis actividades, viendo la
verdad de todo tal como se manifiesta de instante en instante, ese es, por
cierto, el camino de la meditación, ¿verdad? Hay comprensión tan sólo cuando la
mente está quieta, y la mente no puede estar quieta mientras se desconoce a sí
misma. Ese desconocimiento no se disipa mediante ninguna forma de disciplina,
ni yendo en pos de ninguna autoridad, antigua o moderna. Las creencias sólo
generan resistencia, aislamiento, y donde hay aislamiento no es posible que
haya serenidad. La serenidad interna adviene únicamente cuando comprendo todo el
proceso de mí mismo, las diversas entidades que componen el “yo” y están en
conflicto la una con la otra. Como esta es una tarea ardua, recurrimos a otros
para aprender distintos trucos, a los que llamamos “meditación”. Los trucos de
la mente no son la meditación. La meditación es el principio del conocimiento
propio; sin meditación, no hay conocimiento propio. (J.
Krishnamurti. El libro de la vida. Cap. Diciembre. El camino de la meditación).
Películas
“Atrapado en el tiempo”,
(2013). Director: Harold Ramis. Esta comedia cuenta como, en un pequeño pueblo
de Pensilvania, un periodista antipático se ve condenado a revivir, una y otra
vez, el mismo día, hasta que cambia su modo de ser.
“Gandhi”, (1982). Director:
Richard Attenborough. Película que cuenta su vida y, particularmente, su acción
política.
“Invictus”, (2009). Director: Clint
Eastwood. Film que muestra el inicio de la presidencia de Nelson Mandela y la
relación del equipo de rugby, los springboks, en la reconciliación nacional.
“Invictus
cuenta la verídica historia de cómo Nelson Mandela unió sus esfuerzos con el
capitán del equipo de rugby de Sudáfrica, François Pienaar, para ayudar a unir
el país. El recién elegido presidente Mandela es consciente de que su nación
sigue estando dividida tanto racial como económicamente debido a las secuelas
del Apartheid”. (www.almudi.org/peliculas/invictus).
“Marie
Curie”, (2016). Director:
Marie Noëlle. Este film narra distintos enfrentamientos y dificultades a
los que esta científica fue sometida por su condición de mujer.
“Los méritos de Madame Curie”, (1997).
Director: Claude Pinoteau. Este película se centra en el trabajo de los Curie y
las incursiones de Sr. M. Schutz, director de la escuela, que sueña con un gran
descubrimiento de sus investigadores para obtener por fin honores académicos.
“El proceso de Juana de Arco”, (1962).
Director: Robert Bresson. Este film se centra en el juicio a Juana por los
ingleses que determinó su condena. Los textos son originales a las actas del
proceso, tal como se desencadenaron los interrogatorios.
-"Juana, ¿crees que estás en estado de
gracia?"
-"Si
no estoy, Dios quiera ponerme; si estoy, Dios quiera mantenerme".
(Juicio a Juana de Arco, respuesta a una pregunta en su tercer interrogatorio. 24
febrero 1431).
Poema
¡Qué pena!
¡Qué pena si este camino fuera de
muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!
¡Qué pena si esta vida tuviera
-esta vida nuestra-
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y
no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con
distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y
los mismos, los mismos poetas!
¡Qué pena,
que
sea así todo siempre, siempre de la misma manera!
León Felipe
La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en los dos tomos de esta obra ampliados, y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se publicarán en este blog. La obra se halla, tanto en la versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se entregarán a la dirección indicada con la garantía que ofrece esta plataforma. Aquí tienes el enlace.
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Existe más información sobre esta publicación en este mismo blog en la primera entrada de diciembre de 2020, y en esta misma dirección Web en Amazon.
[1] “Costumbre o práctica
adquirida por frecuencia de repetición de un acto”. (Diccionario Wordreference).
[2] “El
tabaco es una de las mayores amenazas para la salud pública que ha tenido que
afrontar el mundo... La mayoría de los fumadores que conocen los peligros del
tabaco desean dejarlo”. (Pág.
WEB de la Organización Mundial de la
Salud. Clave: tabaco).
[3]
Definición diccionario Wordreference: “Combinación de ideas, tendencias y
emociones inconscientes y generalmente adquiridas durante la infancia, que
influyen en la personalidad y conducta de un individuo”.
[4]
Definición: “calidad de una persona que vale”.
Valer: “Del latín, “valere”, ser fuerte, estar sano, tener tal o cual
valor.
Ser de naturaleza, o tener alguna calidad,
que merezca aprecio y estimación”. (Diccionario RAE).
[5]
Definición en el diccionario Wordreference: “combinación de circunstancias
imprevisibles e inevitables, causa o fuerza a la que supuestamente se
deben los hechos y circunstancias imprevistos, especialmente la coincidencia de
dos sucesos”.
[6]
Esta palabra proviene del griego, significa: “epi”, encima o sobre, y “génesis”,
generar, producir. Este vocablo se utiliza en diferentes disciplinas
científicas con distintas acepciones. El autoconocimiento entiende “epigénesis” como la acción consciente
que se deriva de la comprensión de la realidad y excluye la reacción
predefinida por un hábito o un agregado psicológico.
[7] “Es
una [...] gran victoria feminista que estamos celebrando hoy. Porque si a las
mujeres se les permite dar clases en la Enseñanza Superior a alumnos de ambos
sexos, ¿dónde estará, de aquí en adelante, la supuesta superioridad del varón?
En verdad, os digo: el momento está cerca de que las mujeres se convertirán en
seres humanos”. (Editado el 1º de mayo de 1906, en “Le Journal”, periódico de la época, que
desapareció en 1944).
[8]
Autores: José L. González-Balado y Janet N. Playfoot Paige, recopilación de sus
mensajes diarios en el transcurso de su labor en el seno de la congregación.