Introducción
El estudio y el trabajo
sobre la identificación es primordial en el proceso de la liberación del alma. Uno
de los aspectos más relevantes del autoconocimiento implica advertir todos los entresijos
del subconsciente, y de los egos que lo habitan, los cuales son responsables de
los estados inferiores de conciencia. Con la experiencia, el estudiante
comprende por sí mismo que la fuente principal de sus sufrimientos se relaciona
íntimamente con el primer estado, “Eikasia[1]”. Los procesos de identificación,
fascinación e hipnosis se inician por una energía que se extiende hacia las distintas
funciones por causas que uno desconoce. Gran parte del trabajo interior se
dedica a la observación, comprensión y eliminación de los agregados
psicológicos que suscitan la identificación. Esta última cesa con la disolución
del “yo”. Cuando el alumno erradica la raíz que impulsa esta energía desde el
subconsciente, entonces, se libra de sus efectos. Así mismo, la identificación
establece en la personalidad un sueño profundo de la conciencia, imperceptible
por el individuo a causa de que la asimila con normalidad, y se reconoce a
través de ella. A continuación, se define qué se entiende por este término, el cual
disfruta de varias acepciones.
Definición
El origen etimológico de este vocablo proviene del latín, es la suma de “identitas”, que significa identidad, y “facere”, el cual indica hacer. Por lo tanto, identificación es acción y efecto de identificar.
A su vez, el término “identidad” posee varias acepciones. Por un lado, revela un conjunto de rasgos propios de un individuo, o una colectividad que lo caracteriza frente a los demás. Por el otro, alude a la conciencia que un ser humano tiene respecto a sí mismo. Finalmente, los psicoanalistas denominan “identificación” a la asimilación de una propiedad o un atributo de otra persona, transformándola. Estas definiciones dan lugar a cierta confusión entre identidad, personalidad y conciencia.
En el autoconocimiento, si alguien se identifica con su personalidad significa que asume una identidad falsa; además, le atribuye erróneamente las propiedades de la conciencia. Estas últimas concepciones generan desconcierto en el sujeto; recordar que la personalidad es un falso factor psicológico[2], el cual ignora a su Esencia. Esta percepción de uno mismo incide sobre la misma conciencia, de modo que adultera sus rasgos más relevantes, es decir, su autonomía, objetividad y presencia. En realidad, uno asimila su atención a la personalidad, lo que diluye o mina las características de su Esencia. Esto sucede siempre que el alumno expresa el subconsciente a través del ego o la personalidad. La manifestación, por ejemplo, del miedo falsea la conciencia del individuo porque acepta este rasgo psicológico como una identidad propia, cuando es adquirida. La verdadera entidad de cualquier persona es su alma, y más allá de ella, su Ser. Tal como se ha descrito en varias ocasiones, un ser humano se caracteriza a través de los atributos que especifican su humanidad, los cuales están depositados en la Esencia. En este caso, en lugar de asumir la identidad del miedo debido a la identificación, uno atrae su conciencia, y afronta las dificultades con entereza y valor; apela al “espíritu del Hombre” que hay en nuestro interior. Es cierto que la gran mayoría de la gente tiene miedo, pero este último no es una cualidad, sino un defecto o una carencia de coraje. Por tanto, el hecho de que muchas personas acarreen miedo, esto no lo convierte en una virtud.
Un sujeto se identifica debido al escaso grado de atención que revierte sobre sí mismo, o por un exiguo desdoblamiento psicológico, también llamado discernimiento. La identificación es una falta de conciencia de uno mismo; una carencia de presencia al lugar donde uno está ubicado y de lo que hace. Identificarse es un estado transitorio de la conciencia del individuo, la cual queda condicionada por la mente.
“Se identifica con su país, ¿verdad? Cuando lo hace, ¿qué sucede? Inmediatamente, al identificarse con un determinado grupo, se encierra. Eso es un hecho, ¿verdad? Cuando se llama a sí mismo hindú se está identificando con unas creencias concretas, tradiciones, esperanzas e ideas y eso mismo lo aísla. Eso es un hecho, ¿verdad? Si ve la verdad de esto, entonces deja de identificarse y, por tanto, ya no es hindú, budista, cristiano, políticamente, o religiosamente. Así pues, la identificación separa, es un factor de deterioro en la vida. Eso es un hecho, es una verdad, le guste o no”. (J. Krishnamurti. “Reflexiones sobre el yo”. Cap. El yo y la identificación).
Este proceso psicológico atesora diferentes grados de intensidad, estos se conocen como “identificación, fascinación y sueño” de la conciencia. Cada uno de ellos conlleva una pérdida de atención sobre sí, o un olvido de sí mismo más profundo hasta perder la conciencia completamente. Este último estado se denomina estar con la conciencia dormida en el plano psicológico; de igual modo se dice que su conciencia libre entró en un sueño profundo. Existen muchos ejemplos que cada uno puede experimentar en la vida cotidiana:
Uno se halla distraído por sus preocupaciones o quehaceres, y no atiende sus compromisos; absorbido por sus pensamientos deja pasar la parada del autobús o metro que le corresponde; sale a comprar algo específico, pero se distrae aquí y allá, y se olvida de comprar lo que se había propuesto; pensando sobre la reciente discusión con el vecino, no mira adecuadamente al cruzar la calle, y se lleva un susto, tropieza con una farola, etc. El sueño o el segundo estado de conciencia, propio de la personalidad, es un uso mecánico, inconsciente, de la atención. El sueño de la conciencia se distingue por una continua “distracción”, un baile de estar y no estar aquí y ahora en lo que uno hace, siente, o piensa; es un ir y venir de la atención, o un divagar entre pensamientos que surgen de la memoria, que se alternan con las impresiones que uno recibe por los sentidos; etc. Estos olvidos continuos de sí mismo albergan, normalmente, poca relevancia en la existencia cotidiana. Sin embargo, en muchas ocasiones, entre este “va y viene”, la atención queda atrapada por una impresión o una proyección, y la persona entra en una fascinación. Esta octava superior de la identificación puede acaecer por cualquier circunstancia, ya sea por una ideología, creencia religiosa, por un estado transitorio de resentimiento, frustración, miedo, satisfacción, expectativa, sorpresa, celos, envidia, vanidad, intolerancia, impaciencia, etc. En alguna ocasión, esta fascinación se intensifica hasta alcanzar un extremo donde la psiquis se enajena.
La identificación es un proceso psicológico que la personalidad o el ego activan, según quien la causa se derivan dos tipos:
· La primera, evocada por la personalidad, es
similar a una enfermedad “crónica”. Esta se caracteriza por ser de baja
intensidad, se instala de modo continúo y permanente en la psiquis del individuo.
· La segunda, procedente del ego, se vincula con
la parte más honda del subconsciente, y se denomina identificación “aguda”.
Esta es sensiblemente más intensa, instantánea, y limitada en el tiempo.
A
continuación, se analizan sus diferentes características.
Identificación crónica
La “identificación crónica” se instala en el ámbito psicológico como
un sueño imperceptible. Se caracteriza por su sutilidad y levedad, y corresponde
al mal llamado estado de vigilia, Pistis. Bajo la identificación crónica, la
atención es siempre atraída por intereses, actividades y responsabilidades de
la personalidad. Uno vive distraído por lo que hace, siente, piensa, planea, le
gusta…, sin presencia a sí mismo. Uno ejecuta sus tareas profesionales o
domésticas, pero no hay atención plena sobre su mundo interior, esta última es
absorbida por sus quehaceres, es decir, vive de modo inconsciente.
“Sonámbulos son todos los seres humanos que pueblan la faz de la Tierra.
Sonámbulos son todos esos millones de seres humanos que van y vienen por las
calles de la cuidad”. (Samael Aun Weor. “Psicología del trabajo interior I”.
Cap. Reflexiones).
· En el inicio de estos estudios, es muy común que
un estudiante tenga la convicción de percibirse a sí mismo como una
individualidad psicológica. No obstante, cuando este practica la clave de la
autoobservación, aquí y ahora, evidencia por sí mismo su propia pluralidad
psicológica.
· Así mismo, sucede cuando se habla del sueño de
la conciencia. En un principio, uno sólo lo observa en los demás, hasta
percatarse que él también es víctima de la hipnosis.
· Igualmente ocurre con la comparación, uno cree
que apenas compara. Más tarde, constata que lo hace con una asiduidad
sorprendente.
· La lista es amplia: esto mismo ocurre con las
contracciones internas, la carencia de escucha, responsabilidad y continuidad
de propósitos, el hábito de la preocupación, la creación de emociones
negativas, etc.
El trabajo interior sobre la personalidad revela que muchas de las ideas atesoradas sobre uno mismo son ilusiones. Mujeres y hombres cargan una gran cantidad de fantasías y de conceptos erróneos sobre su persona. Este hecho se capta con facilidad en los demás cuando hablan de ellos mismos, o se les observa en la vida práctica. Sin embargo, cuando es uno quien se confronta con esa misma realidad, nuestra percepción pierde objetividad. El ser humano acarrea determinadas opiniones de sí mismo que no se verifican en los hechos. Por ejemplo: sobre su propia libertad o independencia psicológica; ideas sobre sus virtudes y defectos; su aspecto físico y la imagen psicológica que posee de sí; afirma conocerse en el ámbito interno, pero comete siempre los mismos errores; etc. En muchos casos, estos juicios contrastan con la realidad. La práctica de la autoobservación restablece el orden interno, y reduce considerablemente esta fascinación que uno carga de sí mismo a todos los niveles.
“Cambiar es lo indicado, sin embargo, debemos empezar
por ser sinceros con nosotros mismos”. (Samael Aun Weor. “Psicología
revolucionaria”. Cap. La individualidad).
El trabajo interior sobre la identificación crónica se extiende sobre la personalidad y sus bases psicológicas[4]. El despertar de la conciencia a esta falsa naturaleza interior requiere una labor continuada, específica, y posee diferentes etapas:
· La primera es alcanzar una personalidad
equilibrada.
· Más adelante, el estudiante precisa una
personalidad pasiva que colabore con los anhelos y las actividades del trabajo
interior y de la Esencia.
“Ante
todo es necesario, es urgente, inaplazable, que el centro magnético que en
forma anormal tenemos establecido en nuestra falsa personalidad, sea
transferido a
Por ejemplo, alguien está
haciendo cola en el supermercado donde se necesita la cualidad de la paciencia;
de repente, por alguna impresión o causa,
este siente impaciencia; entonces, en ese momento, si el sujeto está presente
apela a esta virtud, porque es cuando más la requiere. En consecuencia, por un
lado, la correspondiente virtud se refuerza; y, por el otro, uno dirige la
atención sobre la carencia o el defecto para comprenderlo cabalmente, separarlo
de la psiquis y, finalmente, eliminarlo. Con este ejercicio de atención y
voluntad se rompe una recurrencia de la personalidad. Esta labor consciente
acrecienta: humildad, sencillez, tolerancia, serenidad, lucidez, amor…, todos
atributos de
Identificación aguda
“Lo más importante es “no identificarnos” con las circunstancias de la
existencia. La vida es como una película, y es de hecho una película que tiene
un principio y tiene un fin. Distintas escenas van pasando por la pantalla de
la mente, y el error más grave de nosotros consiste en identificarnos con esas
escenas. ¿Por qué? Porque pasan, sencillamente porque pasan; son escenas de una
gran película, y al fin pasan.” (Samael Aun Weor. “Pláticas”. Cap. El
conocimiento de sí mismo).
Existe una cadencia de los eventos psicológicos:
1) El individuo está sereno.
2) En un instante, este se identifica con un escenario, según el ritmo de los eventos, se fascina, y surge la ira del subconsciente. Este “yo” subordina la conciencia libre, y se manifiesta en los centros con toda libertad.
3) Más
adelante, una vez que este agregado psicológico obró y descargó su fuerza en la
acción, vuelve al subconsciente. ¿Alguien puede imaginar qué sería de una
persona si mantuviera presente la ira las veinticuatro horas del día?
En los hechos, comprender y eliminar un “yo” implica un conocimiento del mismo, y una ausencia de identificación con respecto a este último. En la práctica, un alumno empieza a adquirir independencia psicológica con respecto a un ego cuando logra separase de la identificación y de sus efectos.
La importancia del trabajo sobre el tercer estado de
conciencia
“Mas, ¿cómo podríamos conocernos a sí mismos,
si no dirigimos jamás la conciencia, la inteligencia hacia adentro, hacia el
interior? ¿Si no nos acordamos nunca de nosotros mismos, debido a que estamos
identificados, precisamente con las apariencias de la vida?” (Samael Aun
Weor. “Cátedras II”. Cap. 34).
Por ejemplo, la persona está acostumbrada a dirigirse con su automóvil a su empleo, pensando, distraído entre sus pensamientos, planes, preocupaciones..., es decir, dormido. La propuesta del trabajo interior es invertir esta actitud; estar presente a lo que se piensa, dejar pasar los pensamientos, y no fomentar la actividad racional. Paralelamente, prestar atención plena a la conducción. Sin esta división de la atención, uno conduce su automóvil mecánicamente. En este caso, conducir se instaura como un hábito, del mismo modo que pensar, puesto que por la mente desfilan las ideas en una asociación sin fin.
·
Aprehender la realidad de los hechos.
·
Cómo estos eventos alcanzan e influencian mi
mente.
· Cómo me relaciono con ellos, es decir, cómo
afectan a mi personalidad; cómo los digiere mi Esencia; cómo despliego mi
trabajo interior; qué aprendo de mí mismo y de los hechos.
Cuando el autoconocimiento enseña que el alumno está identificado, significa que su Esencia se halla ausente de la escena que vive a causa de que su conciencia duerme. ¿En qué consiste el sueño? La personalidad piensa y la atención navega junto al pensamiento. Este factor crea una emoción, y la atención se halla en esa emoción. La personalidad origina un concepto, y este acarrea una idea, después esta última asocia un recuerdo de ayer, para irse a pensar en mañana, para posteriormente especular sobre el informe que debe entregar... En toda esta actividad, la personalidad es la protagonista de la vida interior y la atención sumergida en ella va de un lado hacia otro, según nace del mismo subconsciente o memoria de algún centro. Este ir y venir de la atención inmersa en alguna de las acciones de las funciones psicológicas, es atención residual, es sueño de la conciencia, es identificación crónica.
Es necesario que el estudiante comprenda la raíz del problema que se le plantea, el cual se halla en que el sueño es uno mismo, la personalidad. Esta piensa, siente, desea, ambiciona, hace, o deja de hacer…, sin una “atención activa, plena, cabal”. Si alguien busca donde está su personalidad, la respuesta sería en lo que piensas, sientes y haces. No obstante, si alguien pregunta dónde está el alma, la respuesta sería la “atención sobre lo que piensas, sientes y haces”. La Esencia es atención porque esta última es una facultad de su conciencia, del mismo modo que lo son los valores de humanidad. En cambio, la personalidad es actividad de los centros, enlazados por sus memorias, cuya atención residual se sumerge entre las múltiples operaciones psicológicas que engendra. Conclusión: si uno no realiza el “esfuerzo de preservar la atención separada” de las actividades psicológicas de su personalidad, el sueño de su conciencia será continuo y sus despertares efímeros.
La cuestión es empezar por usar la atención adecuadamente, porque donde está la atención, se halla la conciencia. La realidad se procesa, tanto dentro como fuera. Por esta causa, hay que aprender a dividirla, en esto consiste el sentido de la autoobservación. El desarrollo de este sentido interno acarrea avanzar en la autoconciencia. Este tercer estado, llamado “Dianoia”, ampara la autonomía de la conciencia, y la práctica objetiva y efectiva del autoconocimiento.
El progreso en el despertar de la conciencia se logra, poco a poco, según uno alinea sus esfuerzos por resguardar el estado de presencia o recuerdo de sí mismo. El manejo adecuado o consciente de la atención es colocarla intencionalmente donde esta se requiere. De este modo, el individuo experimenta por sí mismo de forma directa la realidad, tanto en los diferentes ámbitos de su existencia como dentro de sí mismo. También, facilita los cambios que uno considera oportunos por medio de su comprensión creadora. Con este estado interior, el uso de cualquier herramienta psicológica será oportuno y eficaz. En un principio, el sujeto precisa paciencia porque los resultados están directamente vinculados al “esfuerzo consciente”, el cual madura gradualmente con su ejercicio. En consecuencia, uno necesita aprehender la relevancia de esta práctica, no flaquear ni caer en la observación mecánica, más bien, renovarla cotidianamente, y apreciar sus frutos. El camino de la “no identificación o del despertar”, consiste en una regeneración continua del anhelo por conocerse, y contemplar un mundo desconocido, interior, que es el propio. De este modo, uno advertirá las vías de identificación de la personalidad, las cuales conducen a la pérdida de serenidad y a la inconsciencia. Los beneficios del autoconocimiento son amplios. Según uno se descubre a sí mismo, elimina al “mí mismo”, equilibra la personalidad, y acrecienta su nivel de Ser; paralelamente, la identificación se limita y reduce considerablemente. Si el alumno erradica completamente el ego de la psiquis, el sueño y las apariencias desaparecen definitivamente, y su Esencia se integrará en la verdad del Hombre real.
La importancia del trabajo interior es indispensable sólo en el caso de que la persona anhele despertar su conciencia, conocerse a sí mismo, y cambiar las causas de sus errores.
“Necesitamos, pues, desintegrar el "yo", volverlo polvo, para
que quede en nosotros la verdad.
Entonces estaremos llenos de plenitud, habrá felicidad en nuestros corazones,
dicha sin límites; veremos el mundo como es, y no como aparentemente es”. (Samael
Aun Weor. “Psicología del trabajo interior I”. Cap. Reflexiones).
Las fuentes de la identificación
· Las externas que corresponden a las impresiones.
· Las internas, las cuales se procesan por medio
de las proyecciones, también conocidas como fantasía o imaginación mecánica.
Tanto las impresiones
como las proyecciones, se estudiaron en anteriores capítulos[6]. No obstante, es necesario recordar y
profundizar sobre estos impulsos que, debido a la ausencia de conciencia, actúan
como aliados del ego, y espolean estados psicológicos erróneos. La
identificación puede iniciarse en el momento de la transformación incorrecta de
impresiones, o cuando el sujeto se dispone a dar respuesta a la información
recibida. En ambas operaciones psicológicas intervienen las proyecciones en el
instante de identificarse.
Itinerario psicológico de la información
Más tarde, una vez recibida la impresión, los centros interactuarán según la naturaleza de la información, y del estado de conciencia para dar o no una respuesta.
Tal como el alumno experimenta por sí mismo, los estímulos llegan a los sentidos, y los transforma en sensaciones, las cuales son las memorias específicas de los sentidos.
Estas ventanas abiertas al exterior, aunque gocen de un buen estado de funcionamiento, no siempre advierten todos los estímulos que reciben; esto obedece a la calidad, tanto de la atención vertida sobre el escenario como de los estímulos en sí. Los sentidos precisan que el estímulo disponga de un nivel mínimo de energía para que estos lo adviertan. Si el umbral de estimulación está por debajo de ese límite mínimo, el estímulo es subliminal, y no alcanza a ser una percepción.
En el caso de las sensaciones, no todos los componentes que las conforman son transformados por el centro instintivo. Muchas de las sensaciones apenas son captadas, en consecuencia, no se presentan en la impresión. Esto indica que el estímulo pasa desapercibido a la actividad racional del sujeto que lo recibe. Muchas veces, esto ocurre si uno está distraído, es decir, sin atención, en un estado de sueño y no advierte lo que busca, aunque el objeto esté delante de sus propios ojos. El estímulo produce como sensación, por ejemplo, la imagen de las gafas, pero esta no alcanza a ser una percepción; por lo tanto, uno no las ve debido a que la atención se fija en otro objeto, algún pensamiento o emoción. Otra causa es que, estas sensaciones se desvanecen por preponderancia de unos sentidos sobre otros; estas son discriminadas o seleccionadas por algún interés del factor psicológico (ego o personalidad) presente en la transición de la información, la cual fluye de las sensaciones a la percepción[8].
En cambio, la conciencia libre no segrega información, sólo las proyecciones que surgen por una maniobra del subconsciente, y permanece atenta a la causa de esta operación.
1. Sensación, fruto del estímulo transformado
por el sentido en el centro instintivo. Todas las sensaciones se procesan en
paralelo, es decir, de modo simultáneo.
2. Percepción, corresponde a la suma de todas
las sensaciones, la cual carga un complemento emocional o no.
3. Impresión, esta se refleja en el centro
intelectual como información. Una impresión constituye una representación
psicológica del entorno que los sentidos advierten en el instante presente. Sensación,
percepción e impresión constituyen un proceso mental serie, significa que uno
es consecuencia del anterior en un mismo instante psicológico.
En esta escena, uno observa que el sentido del oído aprehendió los estímulos; estos se convirtieron en sensaciones junto a otras que la persona recibía: atendía las palabras del amigo, miraba una chica en la acera de enfrente, olía a cebolla frita de la hamburguesería de la esquina, etc. El cerebro instintivo-motor-sexual realizó toda la transformación: los sentidos captan y se crean las sensaciones, en este mismo instante, entra en acción el centro emocional, miedo, y el centro motor, parada, movimiento de cabeza, los músculos y los nervios tensos. Estas funciones intervinieron en la misma percepción, antes de que el intelecto pudiera dar orden alguna, debido a que todavía no accedió a la información o la impresión. Una vez que el centro instintivo forma la percepción y la traslada al centro racional, el peatón distraído asume su error, vuelve sobre sus pasos, y se disculpa ante el conductor. Incluso, en ese momento, su conciencia experimenta un pequeño incremento por el error cometido o impresionado por la situación vivida, para, más tarde, regresar de nuevo al sueño anterior.
Se expone otro ejemplo de una conversación de negocios entre dos personas que están compartiendo mesa en un restaurante. En este caso, la atención se vierte principalmente sobre las palabras que el interlocutor(a) emite, aunque todos los sentidos están activos: el gusto, el olfato, la vista, el oído, y el tacto. El cerebro instintivo-motor-sexual capta todos los “estímulos” con los sentidos y, estos los transforman en “sensaciones” de modo paralelo. En esta escena, las sensaciones auditivas y visuales son preponderantes, porque la atención está presente a las palabras y los gestos que acompañan a estas. Las palabras y la expresión corporal no se tocan, ni huelen ni gustan. En cada instante, en la mente de quien escucha se forma un patrón perceptivo compuesto por: palabras, imágenes de gestos armoniosos de quien habla, chica o chico bien parecido, joven, atlético, con modales; junto a la gente de otras mesas, el servicio desplazándose, temperatura agradable, comida gustosa... A este modelo perceptivo hay que sumarle una emoción de bienestar generada por las sensaciones. Finalmente, esta “percepción” llega al centro racional como “impresión” donde la sensación más relevante es la auditiva, es decir, las palabras, el mensaje, seguida de la visual. Ambos tertulianos se comunican en el mismo idioma, y las palabras describen conceptos, cuyo significado es conocido por la función intelectual, depositado en su memoria racional. Este recorrido de los estímulos recibidos, denominado “proceso ascendente de la información”, se ha elaborado de modo involuntario. La transformación de la impresión discurrió mecánicamente a causa de que las distintas memorias intervienen sin intención por parte del sujeto que escucha; su estado de conciencia es sueño o identificación crónica, y su centro de gravedad psicológico es la personalidad.
Ahora bien, a partir del instante en que las palabras son interpretadas por el individuo que escucha, sea en un sentido favorable o desfavorable a sus intereses, se desencadena la respuesta en las diferentes funciones. Si el mensaje de quien habla es desfavorable, la recepción de estímulos, normalmente, se verá afectada a pesar de que los sentidos advierten la misma naturaleza de estímulos que en el instante anterior. Muchas sensaciones no se sumarán a la percepción, por ejemplo, las que pertenecen a la comida, al ambiente…, pasarán a un segundo plano; también se le incorporará una emoción negativa. En el ámbito intelectual, la impresión se mezclará con pensamientos de preocupación porque anticipa que el negocio propuesto al interlocutor no prosperará. En cambio, si el mensaje es entendido de modo propicio a sus intereses, entonces, la transformación de impresiones será de índole totalmente distinta. Aunque, la naturaleza de los estímulos captados por los sentidos, es idéntica al instante anterior, excepto el contenido de palabras y gestos reflejos del hablante, los cuales conforman la impresión. En este caso, las primeras sensaciones se reforzarán, el centro emocional adicionará a la percepción un estado de satisfacción y tranquilidad, y la impresión se juzgará con satisfacción. Tanto si la impresión es positiva como negativa, quien escucha coordinará una respuesta intencionada según los planes de la personalidad o el ego, y su estado de conciencia.
Todo el proceso de la transformación de impresiones, el cual atiende desde el estímulo hasta la impresión, indica que las sensaciones y su percepción juegan un rol destacado. Así mismo, la interpretación racional de las impresiones, es decir, cómo se establecen juicios, valoraciones, calificaciones…, es otro elemento relevante de su transformación. Este apartado se estudió en el tema de la transformación correcta de las impresiones, instaura una primera respuesta a la impresión, es decir, en muchas ocasiones, es un añadido racional a esta.
En la mente, la transformación del estímulo en impresión construye la información ascendente, la cual define aquella que uno recibe por los sentidos, y es procesada por los tres cerebros. La posible adición o sustracción psicológica de sensaciones y emociones a la percepción es fruto de la mecanicidad, y la inconsciencia del sujeto. Esta suma de contenidos proviene de las memorias de las funciones, es una “proyección” de las mismas. La reacción a la impresión es otro proceso psicológico que determinará una respuesta o no según la voluntad de la persona.
Una correcta transformación de impresiones precisa un estado de presencia pleno a todo el proceso, es decir, no agrega ni omite nada a los estímulos advertidos por los sentidos. La autoconciencia produce una separación selectiva ante las proyecciones de las memorias de las funciones. Esto enseña la dificultad y, paralelamente, la necesidad vital de aplicarse en el estado de autoobservación para prevenir, tanto la identificación crónica como la aguda.
La identificación puede originarse en el mismo instante en el que los estímulos entran por los sentidos, y se crean las sensaciones. En los pasos siguientes de la transformación mecánica de impresiones, la identificación se refuerza en fascinación, sueño o hipnosis.
Desde el estímulo hasta la impresión, la conversión de energías está a cargo de la función instintiva, pero a partir de las sensaciones[10], los centros: motor, sexual y emocional pueden interactuar. El acceso del centro intelectual es posible en el paso siguiente, cuando la percepción alcanza la pantalla de la mente como impresión. A esta función le corresponde conceptuarla, aporta una apreciación cognitiva racional según los conocimientos adquiridos por el individuo.
Esta cadencia de cómo los datos proporcionados por los sentidos recorren la psiquis hasta transformarse en impresiones, está avalada por las distintas velocidades de los tres cerebros. Hay que recordar que el cerebro instintivo-motor-sexual es el más rápido, después le sigue el emocional, y, finalmente, el intelectual es el más lento.
Se comentan algunos ejemplos de cómo se relacionan estímulos, sensaciones, precepciones e impresiones.
· Así mismo ocurre con la industria cinematográfica. En el caso de que interese activar emociones e instintos agresivos, miedo, odio…, los estímulos son los que se observan en las películas de terror, thriller… En este tipo de cine se presentan injusticias de villanos que justifican la venganza del protagonista, donde hay una gran cantidad de muertos, formas de torturar, asesinar y morir. En el género romántico se crea una atmósfera psicológica sentimental. En las comedias se elaboran escenarios, es decir, estímulos cómicos, chistes, gags, situaciones inverosímiles, etc. Este mundo se traslada con las mismas bases a las producciones de TV, al videojuego, etc.
· Es conocido que los estímulos vinculados con el sentido del olfato y, por lo tanto, la sensación olfativa, atrae recuerdos del pasado, es decir, estimula la memoria. Este es un ejemplo de cómo este tipo de sensación conecta con la memoria visual y la emocional (revela una imagen o una escena), y se convierte en una percepción. El olor pasa a un segundo plano, y la impresión se carga de los recuerdos que evoca. El centro racional reacciona con más recuerdos, buscando rememorar o dejar de hacerlo según la relación que estableció con esa misma impresión en el pasado. Este recuerdo atraído por la sensación olfativa puede ser objeto de identificación crónica o aguda.
· Cuando alguien toca con la mano, sin prestar la suficiente atención, una fuente de calor intensa, al momento capta la sensación de dolor, la función motora reacciona y aparta la mano. Aquí, en el mismo instante de la sensación de dolor, el sujeto no emitió emoción, ni pensamiento alguno, el motor fue el primero en responder. Esto es lo que se conoce como un acto reflejo. Después, la percepción añade una emoción negativa en relación al dolor captado por el instinto, y el centro racional emitirá algún juicio sobre la impresión vivida.
· La música no se piensa, es un estímulo auditivo que genera una sensación grata si es de nuestro gusto o desagradable en caso contrario. Las melodías fácilmente atraen recuerdos e imágenes de cuando se escuchó anteriormente o por primera vez, con quién y qué se hacía. Este proceso se debe a las memorias sensoriales. Inmediatamente, después se genera una emoción. Si es una música conocida se añaden sentimientos antes vividos, los cuales pueden ser de satisfacción, si no hay rechazo o indiferencia. En este mismo momento, el centro motor se une marcando el ritmo. En muchas ocasiones, si la canción es o fue un éxito muy popular, se bailó, uno se divirtió escuchándola…, le produce alegría. Cuando la percepción de la música conocida alcanza el centro racional como una impresión, piensa o trata de recordar el autor, el título de la melodía. También puede recrearse identificado en pensar en ella, en los recuerdos que le evoca, o bien pasar desapercibida si le es indiferente.
“El sabor o el gusto de un dulce desencadenan una respuesta muy intensa que nos devuelve a la infancia; una balada que creíamos olvidada nos transporta a la adolescencia. Los recuerdos sensoriales afectan a todos los sentidos. Un sonido, un paisaje o un suave rozamiento pueden evocarnos experiencias intensas de nuestra historia vivida”. (Luis Alonso. Revista Investigación y Ciencia. Artículo: “Memoria sensorial. Bases neurales del efecto Proust”).
· La adicción a alguna sustancia, por ejemplo: café, cigarrillo, Coca-Cola, drogas psicotrópicas, alcohol, chocolate…, se fundamenta en la sensación junto a la satisfacción que provoca su consumo en la función instintiva. Esta experiencia placentera produce una emoción agradable, de bienestar, positiva. La impresión es asumida racionalmente como satisfactoria y atractiva, y su vivencia se justifica. En las memorias de los centros, el concepto (intelecto) y la vivencia de esa sustancia se alojan como una impresión con carga instintiva y emocional de agrado. Cuanto más se consume la sustancia, más se refuerzan los lazos fisiológicos, emocionales y racionales hasta que su ingesta se convierte en un hábito[12]. En el caso de las drogas, estas crean una dependencia grave debido a que afectan a procesos neuronales, los cuales se deterioran. Esta situación, que muchas personas viven, se debe a una identificación con la sensación percibida, la cual pasó a ser fascinación y sueño o hipnosis según el grado de influencia que provoca la sustancia en él. Las sensaciones se originan por la función instintiva desde el subconsciente, por esta causa sus efectos son tan poderosos en la psiquis. En principio, existe un alto grado de inconsciencia en el modo de relacionarse con ellas. En efecto, el ego se ampara en las sensaciones con suma facilidad e impulsa la identificación, la cual se convertirá en crónica o aguda según su nivel de Ser, y la capacidad de reflexión íntima de la persona.“La sensación producida por las drogas es uno de los estímulos más intensos en el cerebro y rebasa al placer generado por el sexo o la comida”. (Aline Juárez. Expansión México. “Las drogas en tu cerebro: sensaciones aumentadas y daños irreversibles”. 26 junio 2011).
Las sensaciones proporcionan la percepción de la realidad, pero también la condicionan a causa de su recepción psicológica agradable o desagradable; e inmediatamente después, de cómo la persona las juzga en me gustan o disgustan (actividad racional). La base de muchos egos se halla en este apartado de la transformación de los estímulos, y las consiguientes sensaciones que producen. El apego, rechazo o indiferencia se confeccionan primero en el centro instintivo, le sigue el emocional, y lo razona el centro intelectual. Cada impresión transformada registra el proceso con distintas intensidades en las funciones según la vivencia, y la relación que instaura con ella en los tres cerebros. En la mayoría de los seres humanos, esta actividad es inconsciente. El mismo instinto discrimina ciertas sensaciones, otras son condicionadas de modo que la memoria del centro interviene en la percepción, y modifica la impresión que uno recibe en el intelecto. ¿Cómo se concibe este condicionamiento de la impresión? Por medio de la identificación, la fascinación y el sueño o hipnosis. ¿Provocado por quién? El “yo” o la personalidad. Ambos son estructuras o mecanismos creados anteriormente, memoria de cada función, las cuales reconocen el escenario. Así, las sensaciones y la percepción que surgen de la escena, y la inmediata impresión que se deriva, es identificada por la razón. De este modo, el ser humano recibe la información del mundo que le rodea de modo equivocado.
La réplica ante la
impresión igualmente está fijada; entonces, uno responde automáticamente,
porque su reacción es un hábito. Del mismo modo que la recepción de las impresiones
se realiza mecánicamente, y la información que alcanza los tres cerebros está
condicionada por sus respectivas memorias, la respuesta también lo es. Este
patrón preestablecido se conoce como recurrencia.
La cuestión es, ¿cómo me relaciono con las sensaciones, la percepción y la impresión?
Las sensaciones, la percepción y la impresión, debido a la carencia de conciencia y a la intervención de las memorias, se configuran de modo subjetivo, relativo y circunstancial. Esto indica identificación crónica o aguda. La causa es que experiencias anteriores del sujeto, junto a un estado interior de sueño en el momento de la transformación, influyen de modo determinante.
En efecto, existe en la base un factor selectivo, ego o personalidad, el cual fija su atención sobre los componentes de la sensación o la percepción que le interesan, motivan, atraen, siente debilidad, rechaza…, particularmente. Los hechos son los mismos para todos. No obstante, por un lado, los estímulos son advertidos según la atención y la posición que ocupa el individuo respecto al evento. Por el otro, en el plano interno, cualquier agregado psicológico puede intervenir en este proceso, subordinándolo a su antojo. Si la gente fuera autoconsciente aprehendería la situación con poca diferencia, respetaría su naturaleza y sus propiedades; pero si las personas se hallan en un estado de conciencia inferior, será una coincidencia de intereses o casualidad, producto de la identificación. Sin conciencia libre no hay objetividad.
Toda percepción del instante es algo más que sensaciones: gustativas, olfativas, táctiles, visuales, y acústicas, aunque todas se fundamenten en estas. En muchos casos, hay que agregarle las proyecciones que evocan las memorias de los centros instintivo, motor, sexual, y emocional. Popularmente, el individuo habla de sentirse de una manera u otra, cuando describe una percepción de sí mismo que está vinculada con el aquí y el ahora. En realidad, esta se compone de sensaciones del presente, asociadas a los estímulos del escenario, junto a sensaciones y emociones del pasado rememoradas por los centros. La impresión llega en el ahora, más lo que proyecta el ego o la personalidad asociándola con el ayer. Cuando el individuo alude a sentir: hambre, nostalgia, nerviosismo, agobio, dolor, poder, alegría…; en muchos casos, uno está identificado con este estado, es decir, con la impresión que recibe en ese instante, más la carga psicológica vivida en episodios anteriores.
La base real de la información son los estímulos que recogen los sentidos. No obstante, si el individuo está identificado con su personalidad o ego, la impresión sufre una manipulación. Por ejemplo, alguien comió hasta cubrir su necesidad, pero una hora más tarde, paseando, observa una pastelería, y siente hambre. Esta sensación ficticia alojada en la memoria del centro instintivo, es emanada por el ego de la gula desde el subconsciente. Esta percepción de tener apetito, e impresión de desear comer, alcanza el centro racional condicionando la persona, la cual caerá fácilmente en la hipnosis. El sujeto confundirá fácilmente hambre con deseo de satisfacción, comprará como un autómata el dulce, y se lo comerá pensando que tenía necesidad.
El fundamento del hedonismo se halla en las sensaciones. Cuando un sentido recibe un estímulo y se produce una sensación, esta última imprime de modo natural sus características intrínsecas. Las sensaciones son agradables, y, por lo tanto, gustan, pero también desagradables o indiferentes, y, en consecuencia, no complacen. Estas sensaciones se advierten en el centro emocional con una percepción de aceptación o rechazo; finalmente, la impresión se conceptúa con justificación o condena, y se le atribuyen calificativos a la experiencia. Por ejemplo, uno siente incomodidad, inseguridad, angustia, recelo, dolor…; o, por lo contrario, siente bienestar, placer, tranquilidad, interés, alegría… Esto conlleva una clasificación de estas impresiones y del escenario que las provoca. De modo que lo juicioso desde la perspectiva de la personalidad, es atraer aquellas escenas que evocan disfrute y satisfacción, y evitar aquellas que molestan, aburren, o que no son del agrado del individuo.
Sensaciones, emoción y percepción refuerzan el falso sentimiento de mí mismo, y asientan el centro de gravedad psicológico en el que me reconozco como persona. Cada vez que mis sentidos advierten un estímulo o una escena, mi modo de transformarlos ahonda mi forma de ser, de sentirme en lo que percibo; fortifica la memoria de lo que soy. El sentimiento y el pensamiento evocado por la impresión acentúan la falsa personalidad, tanto cuando esta llega a la mente como en el instante de reaccionar ante el escenario.
Fundamentalmente, la falsa personalidad es este sustrato psíquico fortalecido por formas de observar la existencia a través de patrones, hábitos, costumbres, moldes de la conducta…, que originan este falso sentimiento de sí mismo. Este percibirse crea un frágil equilibrio interno de los centros, y se sustenta por la vía del segundo estado de conciencia o identificación crónica. Sin embargo, si un estímulo se sale del marco de referencia de la personalidad, este se advierte en la sensación que produce, e inmediatamente surge una emoción inferior. Esto indica que una parte más profunda del subconsciente interviene, y la impresión que llega a la pantalla de la mente acarrea la identificación y la fascinación. La hipnosis se instalará si la razón cede a los impulsos emocionales o a las sensaciones del cerebro instintivo-motor-sexual. A partir de ese instante, la respuesta recurrente al escenario se efectuará por el ego en el primer estado de conciencia o identificación aguda.
Todos los procesos de identificación crónica o aguda se inician con la participación de las memorias de los cerebros, los cuales conforman un ente psicológico conocido como personalidad. En este vehículo psicológico uno se reconoce a sí mismo.
En la función instintiva, una sensación puede ser asimilada a otras que sean análogas, y que fueron vividas anteriormente. De hecho, el instinto rige las constantes vitales, y los actos involuntarios o reflejos del organismo, lo que implica un alto grado de automatismo. Esta característica lo ubica en el subconsciente. Esto facilita al ego su irrupción en el momento de instalarse la sensación, e iniciar la identificación, en el caso de que la sensación lo atraiga. En este sentido, el ego goza de cierta ventaja para captar la sensación ante el sueño en el cual está sumergida la personalidad.
Muchos pensamientos irracionales son fruto de impresiones que alcanzan la pantalla mental envueltos por la energía densa de la identificación aguda. La impresión acarrea la fuerza de la sensación manipulada y la emoción negativa, las cuales incitan a pensar de modo inconsciente con las mismas características del ego. Esto ocurre con agregados psicológicos como los celos, la envidia, el amor propio, la ira, el odio, etc.
Contrariamente, la correcta transformación de impresiones obra con la presencia de la conciencia a los estímulos, las sensaciones, la percepción y la impresión en cada instante. El estado de autoconciencia vigila la correa de transmisión de la cadencia de la transformación de impresiones para que sea respetuosa con los hechos, y capte su realidad. Esta conciencia proactiva está presente a la vida, su importancia, aprendizaje, y una vez comprendida la información, se centra en la acción a emprender; se ocupa y concentra en la situación; apela a los recursos de inteligencia y a los atributos humanos para adoptar una respuesta sensata al evento; una vez que este fue advertido con rigor con todos los sentidos, sin la interferencia del subconsciente, es decir, sin identificación.
“Simultáneamente, observo
firmemente la forma en que el apego[13] surge en
mi mente. Como un centinela totalmente alerta, con el fúsil dispuesto,
escudriñando en busca del enemigo, el centinela de mi sabiduría, totalmente
consciente de cada momento, observa vigilantemente e investiga cómo surge el
apego”. (Lama Yeshe. “Ego, apego y liberación”. Cap. Haz espacio para la
sabiduría).
En la actualidad, el estudiante apela a su conciencia y a sus cualidades humanas en los hechos por medio del autoconocimiento; recurre a la práctica de las claves con su voluntad e inquietud. Por esta causa, su conciencia es reactiva. Una vez que se libera la Esencia enfrascada en el “yo”, el porcentaje de Esencia, voluntad, y atributo correspondiente se desplegarán según una conciencia proactiva.
En la formación del futuro adulto, la educación precisa prestar atención a adolescentes y jóvenes, y enseñarles la correcta transformación de impresiones. La falta de conocimiento de cómo se advierte la realidad que nos rodea, incrementa arbitrariedad, subjetivismo, relativismo, egocentrismo, hedonismo…, a la hora de relacionarse con ella y los demás. Esta instrucción limitaría al individuo a advertir lo que desea ver, oír, entender…, de modo independiente a los hechos.
Esto muestra la necesidad de educar en el ámbito psicológico, cómo se generan las sensaciones, las emociones; aprender a gestionarlas con una conciencia objetiva de lo que son; y cómo estas influyen en la percepción y las impresiones que representan la realidad o informan de ella.
Esta ignorancia genera un gran perjuicio a la sociedad debido al hecho de que, si el individuo es incapaz de captar la verdad de un evento, difícilmente lo entenderá. Más aún, su respuesta será errónea a causa de que su percepción de los hechos, también lo es. Y lo que es peor, este creerá que comprende la situación, por lo que su mente se cerrará a lo que él supuestamente conoce, y creará un hábito. Esta inconsciencia, sueño, o identificación crónica acarrea una avalancha de carencias como son: criterio propio, sensatez, respeto por la opinión ajena, discernimiento, prudencia, equilibrio psicológico, habilidad social, entendimiento con los demás, etc. Una transformación correcta de impresiones forma ciudadanos libres, los cuales evitarían ser manipulados por sus propios egos, los demás, las campañas publicitarias, las ideológicas, las creencias de todo tipo, etc.
"Quisiera
imaginar que algún día la educación incluirá en su programa de estudios la
enseñanza de capacidades tan genuinamente humanas como el
autoconocimiento". (Daniel Goleman. “Inteligencia emocional”).
Las proyecciones nacen de las memorias de los centros, y son el resultado de una incorrecta transformación de impresiones en el pasado. En el punto anterior se estudió cómo estas intervienen en la recepción mecánica de la información, manteniendo el sueño de la conciencia, o espoleando la identificación aguda o hipnosis.
Si un sujeto efectúa una actividad, y su atención está atrapada en una charla mental desvinculada con su tarea, es síntoma de identificación con sus pensamientos. Esto ocurre cuando el individuo obra con una atención mecánica. Esta situación psicológica es la que constituye el sueño de la conciencia, porque su atención divaga y no está presente al instante. Gran parte de la atención es atraída por el progresivo desencadenamiento de pensamientos, la cual vagabundea entre las sucesivas proyecciones del centro intelectual. Proceso mental que se repite en la práctica de la meditación.
Esto mismo acontece en el centro emocional, uno acarrea un sentir que no se relaciona con el evento. La proyección sea esta positiva, por ejemplo, debido a un recuerdo que causa alegría, o negativa porque el sentimiento evocado es de malestar. Esta base emocional, fruto de la proyección, invade la función racional y se instala el mismo proceso anterior. En este caso, si la emoción es inferior, la identificación puede ser más profunda, puesto que son dos cerebros los que son invadidos por el subconsciente, alcanzando la hipnosis. Esta descripción coincide con estados de preocupación, ansiedad, frustración, etc.
En ambos casos, la persona está ausente a la realidad, en la primera de modo crónico, y en la segunda, de forma más profunda.
“La identificación
con el conocimiento que hemos adquirido es otra forma de apoyar la personalidad
¿verdad? A través del conocimiento, el “yo” continúa con su esfuerzo por ser
algo, y con ello perpetúa el dolor y la desdicha”. (J. Krishnamurti. “Dichos
de Krishnamurti”. Cap. Conocimiento).
Los centros despliegan un aprendizaje natural propio a su función, el cual se inscribe en sus memorias. Por ejemplo, el centro motor aprende a andar, y esta instrucción queda registrada; igualmente ocurre con toda su formación: bailar, hablar, conducir, habilidad en la práctica de un deporte, una profesión, etc. Tal como se explicó en el estudio de las distintas funciones, estas se desarrollan con el uso; así mismo, cargan por imitación influencias inconscientes externas, aprendizajes inspirados por la necesidad, etc., unos modelos que caracterizan a la personalidad del sujeto. Esto sucede con todos los centros, el archivo de estas instrucciones en la memoria es inconsciente a causa de la ausencia de reflexión y de conciencia en el momento de aprehenderlas. En muchos casos, esta disposición sólo acarrea la particularidad de plasmar lo aprendido de modo subjetivo, siguiendo un patrón ajeno. Por ejemplo, muchos hijos se expresan como sus padres o entorno familiar, arrastran una misma limitación de vocabulario, entonación, acento…, en el habla, etc.
En realidad, el auténtico desequilibrio nace en el uso o el aprendizaje de los centros, si se desencadena un proceso de identificación. Esto implica la creación o desarrollo de egocentrismo, apego, recelo, impaciencia, hedonismo…, en definitiva, un “yo” en las memorias de las funciones. Esto infiere que, al ser estas últimas empleadas por la Esencia embotellada o ego, su actividad se despliega inadecuadamente. De este modo, los centros registran funcionalismos impropios, erróneos y perjudiciales al desarrollo natural de sus características. Este mal uso en la recepción de información deteriora las funciones, y sus memorias se contaminan por un aprendizaje subjetivo, relativo y circunstancial. El alumno precisa estar presente a todo el proceso de la transformación de impresiones: a los estímulos y cómo estos se convierten en sensaciones y, muchos de ellos desaparecen; cómo se instaura la percepción; dónde se añaden hábitos instintivos, sensuales, motores, emocionales, según el carácter de la información. Estas inercias, manías, moldes…, están depositados en los centros, y son provocados por egos que el individuo carga en la psiquis. Por ejemplo, una serie de estímulos produce la “sensación” de que alguien no cumple con su palabra o cometido; en muchos casos, ocurre que la intolerancia la detecta, y genera una emoción negativa en el instante en el que la sensación se convierte en percepción. Cuando la impresión alcanza nuestra mente, la cual se advierte subordinada por el centro emocional, se enjuicia con intolerancia, producto de una transformación mecánica. Con la repetición de estos escenarios, esta impresión o representación mental se instaura como un hábito o una recurrencia en la psiquis de la persona; y el proceso de su formación se alojará en las memorias de los centros. Este patrón impide aprehender con objetividad las razones o las causas que llevaron al sujeto a no cumplir con lo pactado, ya que forjó una idea o una opinión sobre lo que en realidad todavía ignora.
Este ejemplo resume la mayoría de los procesos de identificación que el ego provoca, gracias al registro de las memorias de las funciones, cuyo efecto es una transformación errónea de impresiones. Este aprendizaje adulterado de la función, también se incorpora en la personalidad, siendo las sensaciones las vías de identificación. A partir de este instante psicológico, el “yo” se apropia de la información y la moldea según su naturaleza.
El trabajo interior sobre la transformación correcta de las impresiones implica un uso de la conciencia en este proceso, de modo que uno despierte a cómo se manipula la información con la identificación. Conciencia activa es separar lo añadido y preservar las sensaciones tal como las canalizan los sentidos, de modo que la percepción esté limpia de subconsciente, ego o moldes de la personalidad, los cuales falsean las impresiones. En una transformación consciente quien custodia la información recibida es la conciencia, no el ego ni la personalidad. La labor preventiva de la autoconciencia en la recepción de impresiones es impedir o separar las proyecciones de las memorias de los centros; y establecer la memoria-trabajo en cada una de las funciones. Esta memoria-trabajo se integra en los centros fruto del aprendizaje elaborado por la conciencia y el trabajo interior, cuya tarea es evitar la identificación en las distintas etapas de este proceso: sensaciones, percepción o impresiones. Las funciones precisan realizar este tránsito de la información según su naturaleza, y no viciados por el pasado.
La
memoria-trabajo
Según la conciencia
aprehende los errores de funcionamiento de los centros, rectifica sus desviaciones,
de manera que estos desempeñen una labor recta, justa y adecuada según los
anhelos de la Esencia. La memoria-trabajo se establece por las comprensiones y
las experiencias directas del estudiante, las cuales causan los cambios
psicológicos propicios a la emancipación del alma. En la transformación
correcta de impresiones, sea en la vida diaria o en la meditación, la conciencia
advierte la intervención errónea de una función en la transición de la
información. Este estado proactivo de presencia capta la raíz, y recupera el
orden y la armonía eliminando la proyección por medio del discernimiento. En
consecuencia, la memoria-trabajo se refleja en el progresivo equilibrio de la
personalidad, la erradicación del ego y la restitución de una mente receptiva. Este
estado mental y, por tanto, de los centros es producto de un aprendizaje
consciente, donde la memoria-trabajo es fruto del esfuerzo intencional y
consciente de la persona por liberar su Esencia.
Esta labor atrae
progresivamente la expresión de valores humanos en los centros, y su despliegue
en las diferentes circunstancias de la vida en el instante de recibir las impresiones.
Por ejemplo, atributos como: poseer entusiasmo por la existencia; compartir con
los demás; conocerse a sí mismo; sonreír espontáneamente ante el prójimo; escuchar
al interlocutor; actuar con sensibilidad; valentía ante la incertidumbre;
serenidad ante la adversidad; temperancia ante la seducción de las sensaciones;
y un sinfín de situaciones, las cuales son transformadas correctamente desde el
mismo instante psicológico que transita la información ascendente hasta convertirse
en una impresión. El alumno, en el tercer estado de conciencia, usa la memoria-trabajo
en las funciones para percibir la realidad justa y sensatamente con sus valores
de humanidad.La
necesidad de aprender a utilizar los sentidos correctamente
Los sentidos reciben constantemente estímulos, y su transformación
mecánica por la personalidad refuerza el sueño del ser humano. El individuo
apenas se halla presente a lo que ve, oye, toca, huele o gusta. La personalidad
y el ego tienen atrapada la atención, y la usan según sus antojos, prioridades,
deseos…; la colocan en aquello que les interesa. En la mayoría de los
escenarios o del tiempo es una atención residual, tal como se comentó en el punto
anterior. La transformación mecánica de impresiones es producto de una atención
maquinal, por esa razón la facultad de la conciencia está ausente en este
proceso. La existencia que uno disfruta en este mundo se aprecia a través de
los sentidos. En efecto, la vida merece toda nuestra atención, un estado de
alerta a sus detalles, singularidad, belleza, principios, verdad, generosidad…,
la cual pasa desapercibida. Hay que empezar a despertar la conciencia a los
sentidos, los cuales informan del mundo que nos rodea, es decir, recuperar la
capacidad de asombro. Aprender a mirar la flor como un niño, despertar a sus
colores, formas, olores; escuchar la melodía del viento, disfrutar de los
alimentos que la naturaleza proporciona, sentir los días de verano y el rudo
invierno, etc. En la misma línea, gozar de las relaciones humanas: la amistad,
el amor de pareja, ser madre, padre, hermano, etc.; de las actividades que
ofrece la existencia, ejercer una labor, viajar, conocer, descubrir, reír,
llorar, sobrepasar…, despertar.
¿Qué es la vida? Acaso no es un cúmulo de estímulos que finalmente interpretamos. El hecho es que el ser humano precisa más percibir la realidad del mundo que interpretarla, debido a que su conciencia advierte su causa más profunda. La mente sólo rotula, nombra, define, conceptúa…, pero no la comprende, ni se aprehende a sí misma en la vida, sólo se enfrasca en ella. El individuo requiere estar presente a todo lo que le rodea, que sus sentidos estén alertas, darles utilidad, y la vida los impregne con sus propiedades y leyes lo que nos quiere enseñar. Aprender a mirar, escuchar, oler, gustar y tocar sin identificación, de una manera nueva, abierta, sencilla, inocente, pura, y la mente goce de cada vivencia; de un modo que la conciencia la aprehenda en toda su plenitud. De esta forma, la existencia sea fuente de felicidad, bienestar, libertad, amor y sabiduría.Por esta causa, el niño nace con la “facultad de asombro” propia de su
Esencia. La vida palpita en cada una de sus expresiones, y el chiquillo disfruta
con cada una de sus experiencias. No obstante, según el infante crece, y su
personalidad se instala en la psiquis, este atributo se diluye. En este
sentido, el alumno precisa reflexionar sobre el uso y el desarrollo de esta
capacidad de asombro; de modo que uno vuelva a descubrir el milagro de la vida,
de sus constantes cambios, su gracia, del primor de la naturaleza, de sus
relaciones e interdependencias, etc.
En esto consiste la
educación de los sentidos, no caer en la identificación de la satisfacción de
las sensaciones, e instruir la mente a vivir el instante sin apego a él.“Cuando la mente se
halle preparada para ese estudio, no necesitará buscar objetos. La invariable
señal de la sabiduría es ver lo milagroso en lo corriente. ¿Qué es un día? ¿Qué
es un año? ¿Qué, el verano? ¿Qué, una mujer? ¿Qué, un niño? ¿Qué, el dormir?
Estas cosas le parecen intrascendentes a nuestra ceguera. Construimos fábulas
para ocultar la desnudez del hecho y adecuarlo, como solemos decir, a las leyes
superiores de la mente; pero cuando el hecho es visto a la luz de una idea, la
ornamentada fábula se desmorona y reseca, y contemplamos la verdadera ley
superior. Por ello, para el sabio, un hecho es auténtica poesía y la más hermosa
de las fábulas. Y estas maravillas os son traídas hasta las puertas mismas de
vuestra casa”. (Ralph Waldo Emerson. “El espíritu de la naturaleza”. Cap.
VI. Perspectivas).
Conclusiones finales
Esta labor atrae progresivamente la expresión de valores humanos en los centros, y su despliegue en las diferentes circunstancias de la vida en el instante de recibir las impresiones. Por ejemplo, atributos como: poseer entusiasmo por la existencia; compartir con los demás; conocerse a sí mismo; sonreír espontáneamente ante el prójimo; escuchar al interlocutor; actuar con sensibilidad; valentía ante la incertidumbre; serenidad ante la adversidad; temperancia ante la seducción de las sensaciones; y un sinfín de situaciones, las cuales son transformadas correctamente desde el mismo instante psicológico que transita la información ascendente hasta convertirse en una impresión. El alumno, en el tercer estado de conciencia, usa la memoria-trabajo en las funciones para percibir la realidad justa y sensatamente con sus valores de humanidad.
Los sentidos reciben constantemente estímulos, y su transformación mecánica por la personalidad refuerza el sueño del ser humano. El individuo apenas se halla presente a lo que ve, oye, toca, huele o gusta. La personalidad y el ego tienen atrapada la atención, y la usan según sus antojos, prioridades, deseos…; la colocan en aquello que les interesa. En la mayoría de los escenarios o del tiempo es una atención residual, tal como se comentó en el punto anterior. La transformación mecánica de impresiones es producto de una atención maquinal, por esa razón la facultad de la conciencia está ausente en este proceso. La existencia que uno disfruta en este mundo se aprecia a través de los sentidos. En efecto, la vida merece toda nuestra atención, un estado de alerta a sus detalles, singularidad, belleza, principios, verdad, generosidad…, la cual pasa desapercibida. Hay que empezar a despertar la conciencia a los sentidos, los cuales informan del mundo que nos rodea, es decir, recuperar la capacidad de asombro. Aprender a mirar la flor como un niño, despertar a sus colores, formas, olores; escuchar la melodía del viento, disfrutar de los alimentos que la naturaleza proporciona, sentir los días de verano y el rudo invierno, etc. En la misma línea, gozar de las relaciones humanas: la amistad, el amor de pareja, ser madre, padre, hermano, etc.; de las actividades que ofrece la existencia, ejercer una labor, viajar, conocer, descubrir, reír, llorar, sobrepasar…, despertar.
¿Qué es la vida? Acaso no es un cúmulo de estímulos que finalmente interpretamos. El hecho es que el ser humano precisa más percibir la realidad del mundo que interpretarla, debido a que su conciencia advierte su causa más profunda. La mente sólo rotula, nombra, define, conceptúa…, pero no la comprende, ni se aprehende a sí misma en la vida, sólo se enfrasca en ella. El individuo requiere estar presente a todo lo que le rodea, que sus sentidos estén alertas, darles utilidad, y la vida los impregne con sus propiedades y leyes lo que nos quiere enseñar. Aprender a mirar, escuchar, oler, gustar y tocar sin identificación, de una manera nueva, abierta, sencilla, inocente, pura, y la mente goce de cada vivencia; de un modo que la conciencia la aprehenda en toda su plenitud. De esta forma, la existencia sea fuente de felicidad, bienestar, libertad, amor y sabiduría.
En esto consiste la educación de los sentidos, no caer en la identificación de la satisfacción de las sensaciones, e instruir la mente a vivir el instante sin apego a él.
“Cuando la mente se halle preparada para ese estudio, no necesitará buscar objetos. La invariable señal de la sabiduría es ver lo milagroso en lo corriente. ¿Qué es un día? ¿Qué es un año? ¿Qué, el verano? ¿Qué, una mujer? ¿Qué, un niño? ¿Qué, el dormir? Estas cosas le parecen intrascendentes a nuestra ceguera. Construimos fábulas para ocultar la desnudez del hecho y adecuarlo, como solemos decir, a las leyes superiores de la mente; pero cuando el hecho es visto a la luz de una idea, la ornamentada fábula se desmorona y reseca, y contemplamos la verdadera ley superior. Por ello, para el sabio, un hecho es auténtica poesía y la más hermosa de las fábulas. Y estas maravillas os son traídas hasta las puertas mismas de vuestra casa”. (Ralph Waldo Emerson. “El espíritu de la naturaleza”. Cap. VI. Perspectivas).
Conclusiones finales
La medicina, la sanación y el médico, existen, aunque todo está dentro del ser humano. El alumno dispone en su interior de herramientas psicológicas suficientes, y acceso al conocimiento de sí mismo. Ambos constituyen la clave para curarse, y consiste en su práctica y uso integrados por la conciencia, la cual garantiza una labor objetiva.
¿En qué es útil permanecer presente a la transformación de impresiones? Porque permite advertir que la identificación se inicia en cualquiera de las funciones, activada por sensaciones, percepciones e impresiones. Si el ego o la personalidad interfieren en el proceso de la recepción de la información o los estímulos, estos quedan condicionados. De esta forma, lo que uno advierte en la pantalla de la mente, es una información aparente y manipulada, es decir, esta viene con sesgos o añadidos que no estaban presentes en la escena. Estos dos factores, personalidad y ego, se asocian a estas sensaciones o percepciones en las mismas memorias de los centros. Por esta causa, cuando el “yo” actúa, expresa un hábito, el cual se confeccionó por experiencias anteriores. Cada vez que existe identificación, sea por un agregado o la personalidad, estos se nutren de la energía que se halla en los centros, y su memoria se acentúa, así refuerzan la recurrencia.
El trabajo sobre la identificación se inicia con preservar la percepción de sí mismo de instante en instante. Clave vital del autoconocimiento que consiste en autoobservarse, una presencia activa sobre cómo se interpretan los estímulos recibidos; advertir cómo las memorias interactúan atrayendo el pasado al presente. El esfuerzo de atención plena es evitar que exista amalgama entre la realidad que es, aprehendida por los sentidos, y su deformación debido a la intervención de la inconsciencia. Esta identificación crónica o aguda es el subconsciente, la personalidad y el ego, que usurpan el cometido de la conciencia desde que se crearon e instalaron en la memoria de los tres cerebros. ¿Cómo lo hacen? Bajando el nivel de conciencia y, en consecuencia, el nivel de Ser de la persona. De este modo, el hecho que uno experimenta se convierte en una realidad subjetiva que estos factores desean o desprecian; y crean en las funciones una respuesta que con la repetición genera una costumbre. El alumno precisa despertar a este engaño que configura su existencia cotidiana y se la complica a sí mismo y a los demás.
En el trabajo sobre la transformación de impresiones, el autocuestionamiento está presente a cómo uno se relaciona con las sensaciones y las emociones. Ambas se hallan en la base de una recepción objetiva o subjetiva de la información. Normalmente, si alguien recibe una buena noticia, se alegra; y si, al contrario, esta última es triste, uno se apena. No obstante, en ambos casos, lo consciente es no identificarse con la escena; su Esencia esté activa para percibir la información tal como es; y su respuesta sea sensata, basada en la acción, la palabra, el sentimiento y el pensamiento justos.
En la información ascendente, cada cerebro se comunica con la realidad de una forma genuina. Las sensaciones son un mundo que hay que descubrir dentro de uno mismo. Las emociones son otro mundo, distinto al anterior, que interviene pertinazmente en cómo el individuo se relaciona con el exterior. Finalmente, el mundo de las ideas, los conceptos…, también es particular y relevante en el contacto con el plano físico. Este trío es indispensable en la existencia, en cómo uno se vincula con ella, pero todavía lo es más hacerlo con verdad, inteligencia, amor, libertad, justicia, alegría… Todos estos atributos son la humanidad del individuo, la cual se integra con el despertar de la conciencia. El ser humano será digno de su condición cuando los experimente, y se emancipe como Esencia, lo que es, una identidad espiritual desconocida para sí misma.
Tabla de ilustraciones
(Por orden de aparición)
“La leyenda de la bella durmiente. -El patio de la corte-”, (1890).
Autor: Edward Burne-Jones Localización: Buscot Park, Oxfordshire, Inglaterra. El
autor formaba parte de la Hermandad Prerrafaelita. Estos creadores románticos
se inspiraron en mitos, leyendas y cuentos para representar el estado anímico
del ser humano. Esta obra, la cual forma parte de una serie de composiciones,
ilustra el segundo estado de conciencia o el sueño de la Esencia, basado en
este popular cuento.
“Inocencia o juventud”, (1893). Autor: William-Adolphe Bouguereau.
Localización: Colección privada. Este cuadro representa con sutileza el proceso
de la identificación.
“Los cinco sentidos”, (1840). Autor: Hans Makart. Localización: Galería
Beldevere, Viena.
El autor plantea en esta obra una reflexión sobre el rol del ojo como una ventana para advertir el mundo que nos rodea. La capacidad de visión en sí misma es subjetiva, y limitada en todos los seres humanos, pues se caracteriza por interpretar uno mismo las imágenes que recibe por medio del sentido de la vista. Esta propiedad de las sensaciones plantea la idea del ojo como un falso espejo, en el sentido que puede inducir al error en el instante de comprender lo que uno está viendo. Esta idea se argumenta en la pintura donde el ojo refleja un cielo nublado detrás de la pupila, lo cual indica que es más una imagen mental, proyectada, que una percepción real vista por el ojo en este momento.
El cuadro interroga sobre la capacidad de los sentidos para informar debidamente
sobre el mundo en el que se vive, y de la manera que lo aprehende el ser humano.
Los psicólogos de la Gestalt de principio del siglo XX advirtieron que la mente realizaba operaciones con las sensaciones, reagrupándolas según patrones o leyes mentales, dándole forma (Gestalt) a la percepción. Estas asociaciones de sensaciones traducen los estímulos en un todo o un marco perceptivo a partir de las experiencias adquiridas. Este último depende del factor (ego, personalidad o Esencia) que controla este proceso, el cual determinará si la percepción se ajusta más o menos a la realidad. Aunque las leyes o los principios de la percepción son universales, el modo de usarlos y configurar la percepción depende del estado de conciencia del individuo. Después, corresponde a la función racional atribuirle un concepto y significado a la forma percibida.
“En las ilusiones ópticas paradójicas, la mente intenta
atribuir formas conocidas a las partes de una forma desconocida, pero, cuando
se ensambla la totalidad, se produce un error”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: psicología
de la Gestalt).
Lecturas
“Desde el momento de
mi nacimiento y hasta ahora, he estado bajo el control de mi mente condicionada
e insatisfecha. Aunque, mi único deseo es la felicidad y el bienestar duraderos,
soy continuamente arrastrado de aquí para allá por las condiciones externas.
Estoy totalmente oprimido por mi mente sin control e insatisfecha. Carezco de
cualquier tipo de libertad, aun cuando mi mente inestable y arrogante siempre
pretenda que soy feliz, que soy libre. Cualquier felicidad que experimento es
pasajera. Si otra persona me persiguiera u oprimiera, no lo podría soportar ni
un sólo día, y si lo investigo con más detenimiento veré que desde el momento
de mi nacimiento, mi mente sin control no me ha dejado ni la menor oportunidad
de ser gozosamente libre. Ha estado completamente esclavizada por las
condiciones externas”. (Lama Yeshe. “Ego, apego y liberación”. Cap. Haz
espacio para la sabiduría).
Si piensan acerca de ello, si escucha lo que se dice y, a la vez, se dan cuenta de sus propios patrones en relación con la identificación, entonces, creo que descubrirán, si son mínimamente serios, que es posible vivir en este mundo sin la pesadilla de la identificación y esa lucha eterna por lograr un resultado.
En este caso, creo que el conocimiento tiene un significado del todo diferente. Actualmente, nos identificamos con nuestro conocimiento y lo utilizamos con un medio de expansión propia, al igual que lo hacemos con la nación, la religión o cualquier actividad. El identificarse con el conocimiento adquirido es una manera más de engordar el “yo”, ¿no es cierto? A través del conocimiento, el “yo” sigue la lucha por ser algo, y de ese modo siguen la desdicha y el dolor.
Si de manera muy humilde y sencilla viéramos las implicaciones de todo esto, si nos diéramos cuenta de ello sin dar nada por hecho, si viéramos cómo funciona nuestra mente y en qué se sustenta nuestro pensamiento, entonces creo que nos diéramos cuenta de esa contradicción tan grande que esconde todo el proceso de identificación”. (J. Krishnamurti. “Reflexiones sobre el yo”. Cap. El “yo” y la identificación).
¡Despierta![14]
Sin embargo, cuando cae la tarde, ¿cómo romper el estado de vigilia ilusoria en que vivimos? Una larga jornada de trabajo y de preocupaciones ha envuelto nuestro Ser en las redes de su engañosa apariencia; ¿cómo liberarlo y sumergirlo en una paz inmaculada y sin límites?
Cual una inmensa tela de araña tejida de hora en hora, han tendido un velo en torno a nuestra alma, rodeándola por todas partes y erigiendo una pantalla opaca entre ella y el Eterno. ¿Cómo perforar esa pantalla y abrirse al conocimiento del infinito?
¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!”
Cuando permanecemos sumergidos sin cesar en múltiples actividades e inquietudes sin cuento, mientras el velo, hilo a hilo, nos ciñe cada vez más y la pantalla se espesa poco a poco, si no mantenemos en nosotros cierta vigilancia, gracias a este llamamiento interior cien veces reiterado:
¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!
Si esta invocación, en el seno mismo de la acción, no brota una y otra vez de las profundidades de nuestro Ser, entonces, cuando se halla más opacamente rodeada, nuestra conciencia se hunde en una letargia sin fondo.
El deseo de escapar de ello se apaga gradualmente; la vida ya no posee otra realidad que la red en la que nos sentimos atrapados; toda fe en una verdad diferente, pura y eterna, resulta aniquilada, y perdemos incluso el poder de interrogarnos sobre nuestro encarcelamiento.
Que en la algarabía de nuestras tareas sin fin no cese de resonar en el fondo de nosotros, como emitido por un instrumento de cuerda única, este constante llamamiento:
¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!” (Rabindranath Tagore. “La morada de la paz”. Cap. Despierta).
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Para más información, en este
mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020 y la primera de
junio 2022, o en las misma página de Amazon.
“Desgraciadamente, el ego ejerce una fascinación extraordinaria sobre nuestra propia conciencia”. (Samael Aun Weor).
[3] Los centros son: intelectual, emocional, instintivo, motor, sexual.
[7] Vinculado con el sistema límbico, el sistema nervioso autónomo, y el sistema endocrino, principalmente.
[10] Visuales, auditivas, táctiles (presión, temperatura, dolor), olfativas, gustativas.