La función sexual.
Introducción.
“El
término sexo deriva del latín “sexus,
por sectas”:
sección, separación y aparece usado por primera vez en “De inventione I de Cicerón”. (Wikipedia. La enciclopedia libre)
Esta palabra se usaba para dividir a
las personas por su género. En la antigüedad y hasta la Edad Media este término
siempre se acompañaba de masculino o femenino según el caso.
En
este texto no se entra a calificar al sexo desde una perspectiva moral ni de consejar
lo que uno debe o no hacer con su energía sexual. Esta última pertenece al
individuo y sólo él es responsable de su uso y de las consecuencias que ocasiona.
El anhelo de este escrito es aclarar cómo se presenta esta función desde el
auto-conocimiento. Asimismo evocar una reflexión a todo individuo o pareja que
aspiran a una vida sexual equilibrada, armónica y sin agotar sus principios
vitales.
El sexo es una función muy importante en la vida del
ser humano en la medida que envuelve diversos aspectos individuales y sociales.
Ningún individuo nació de una idea, ni una mirada ni
un beso, ni una emoción entre un hombre y una mujer. Normalmente, sólo si hubo una
relación sexual entre ambos hay generación. De hecho esto último, la unión de
los gametos de distinta polaridad: masculino y femenino, es lo que real y
únicamente se requiere para concebir un nuevo ser. Esto sucede prácticamente en
todos los reinos de la naturaleza.
La
sexualidad es parte integrante de la existencia de la persona y atrae una
atención especial por las consecuencias que acarrean su práctica en el ámbito biológico,
ético y psicológico. Por ejemplo: En la transmisión de enfermedades, concepción
no deseada, atracción física, satisfacción de instintos, demostrar y compartir
afectos, proyectos de vida, problemas y mal-entendidos en las parejas,
comportamientos delictivos, etc.
La energía sexual y los elementos
de la reproducción de cualquier forma de vida erigen una estructura compleja.
Esta función elabora, custodia y transmite los principios de la creación a su
descendencia, pertenezca ésta al reino humano, animal o vegetal. El concebido
hereda los rasgos genéticos y características esenciales de sus progenitores. Esta
fuerza vital encierra el misterio de la creación y el poder de la vida que
otorga existencia a las criaturas y a la misma naturaleza. El centro sexual
comprende la transcendencia del ser humano.
El instinto es el arquitecto de la vida, quien la
despliega, éste crea un habitáculo: el cuerpo físico. El centro instintivo establece
los valores y constantes vitales para que la psiquis o alma (el sujeto)
desarrolle su propia existencia.
Los centros: motor, emocional e intelectual son las
herramientas y facultades orgánicas que la persona disfruta para desenvolverse
en la vida.
Todo individuo piensa, pero él no es lo pensado. En
un instante dado, uno emite muchos pensamientos y elige uno de ellos, siente por
cada uno de éstos algo distinto o no y, finalmente, actúa según su coherencia.
Sin embargo, el individuo no es lo que pensó, ni lo que sintió ni lo que hizo.
Estos tres últimos procesos muestran su naturaleza interior y según los hechos:
La conducta de la persona, su ética, inteligencia o ignorancia pero, en ningún
caso, éstos son él como persona. Es necesario reflexionar sobre qué es la vida,
qué es el Hombre y cómo se relacionan estos con la energía sexual.
La vida compone y une una cantidad de factores:
físicos o biológicos, vitales, emocionales, intelectuales, volitivos que se
disponen para uso del sujeto que la posee. Todas estas componentes del ser
humano se sintetizan, están latentes y encerradas en el centro sexual. Este
último actúa como una urna donde se guardan la simiente y el caudal vital de la
persona. En este proceso colabora todo el organismo y se realiza desde el
subconsciente. Asimismo, el desplazamiento de la energía sexual en los
diferentes centros se vinculan estrechamente con la función instintiva y carga
con sus características: Es autónoma, automática e inconsciente. La falta de
conocimiento de uno mismo acarrea una desventaja ante la manifestación de la
energía sexual en la vida. Desde su inicio en la pubertad hasta la vejez, ésta
provoca todo tipo de estados interiores: Dudas, sorpresas, desequilibrios,
placeres, apegos, ansiedades, dependencias, desencantos,… A pesar de todas
estas experiencias, el individuo fallece sin entenderla de forma cabal. En
muchos casos, el sujeto sufre toda su existencia por las incoherentes pulsiones
de su propia libido.
La
vitalidad de la persona e instinto sexual se asocian a esta función porque en
ella reside la fuente de la vida. El sujeto precisa aprehender por sí mismo “cómo el modo de existir y de ser” afecta
a esta síntesis o código genético y vital. Advertir como el ejercicio de los factores
internos enraizados[1] en la psiquis y los ambientales atañen al propio dinamismo del individuo y,
como consecuencia, si fuera el caso a la generación de una nueva criatura.
“La energía sexual contiene en sí misma el
prototipo viviente del legítimo Hombre solar, que al cristalizar en nosotros
nos transforma radicalmente”. (El Parsifal develado. Cap. La fuerza sexual)
El
centro sexual es el depositario de la vida y todo lo que órbita tanto dentro
como fuera de la persona imprime una huella en esta función[2]. Cualquier mal-uso
o abuso produce sus efectos tanto en su asiento vital como en la calidad de su simiente.
Esto implica que la ignorancia de las componentes energéticas y las propiedades
intrínsecas del centro sexual conlleva problemas en los diferentes ámbitos de
la existencia[3].
El centro sexual y la relación con los
demás centros.
La función sexual tiene su centro de gravedad en los
órganos creadores, en él participan el sistema nervioso vegetativo y el
hipotálamo dependiente del centro instintivo. La velocidad de acción de este
centro es la más veloz e intensa de todos.
De
hecho, las pulsiones sexuales se instalan de forma imperceptible en las demás
funciones: intelectual y emocional, sin que el individuo las detecte. Aunque en
los hechos, la persona se consume por un afán profundo que atribuye a su propia
voluntad de amar o de acceder a una relación. Sin embargo, esta inclinación se
origina en el centro sexual pero su carencia de observación conlleva que la
ignore. Este centro sigue el patrón de la función instintiva, es susceptible y
dependiente de los sentidos, las sensaciones y, por lo tanto, de la información
que le proporcionan.
Este
proceso conduce a un individuo a enamorarse y desamorarse con facilidad. Cuando
la energía sexual se introduce en el centro emocional uno confunde
inconscientemente el amor con el deseo; Si éste impulso se instala en la
función intelectual nacen las fantasías eróticas envueltas en el romanticismo y
las ilusiones que se proyectan en el futuro. La actividad subconsciente del
cerebro “instintivo, motor y sexual”
impregna amplios campos de la vida que el sujeto es incapaz de observar. Por un
lado, éste siente el amor pero una vez que se satisfacen los deseos o las
pasiones se agoten, progresivamente, se pierde el interés. El vigor de la
relación se diluye y se sustituye por otras prioridades. Esto conlleva a la
pareja a las dudas, decepciones, incluso a la rutina.
En
otros casos, la persona vive junto al amor su pasión. Cuando el amor no es
capaz de mantenerse despierto, las relaciones languidecen. La mayoría de las
frustraciones amorosas nacen de un desconocimiento de la energía sexual y cómo
ésta opera en los demás centros. Contrariamente, la relación no decae, si el
amor despliega sus valores y mantiene presente su expresión vital, tierna y
perseverante.
Asimismo,
existen las relaciones basadas en el sexo por él mismo que cuando son
mutuamente advertidas entre personas adultas sobra cualquier valoración. Este
análisis hace referencia y vierte cierta luz al porqué uno sufre a causa de ignorar
los funcionalismos del centro sexual.
El centro sexual y su desarrollo en la
adolescencia.
Este centro es el último en desarrollarse, empieza su
manifestación en la pubertad y alcanza su madurez años más tarde según cada
individuo. El adolescente se enfrenta a unos cambios en todo su organismo:
físico, instintivo, hormonal y psicológico sin una verdadera información sobre
este centro y sus características.
Cuando un niño entra, progresivamente, en la pubertad
la consecuencia más patente es el cambio
de su visión con respecto al sexo. Este interés por el propio sexo y, normalmente,
por el opuesto provoca en el púber un cambio de actitud, incluso de carácter, y
de relación con las personas que le rodean. La adolescencia es un periodo de
transición donde un niño deja de existir para que nazca progresivamente un
adulto. Este proceso se halla bajo el impulso de la fuerza sexual e instintiva
que empieza a despertarse para permanecer activa en la vida del individuo.
Los padres tienen cierta dificultad en aprehender a
sus niño/as como personas que se inician en la esfera sexual. Este hecho es
comprensible. La reacción más común es prevenir a los hijo/as sobre las
relaciones con los chico/as asociándola a los embarazos prematuros o a la
prevención de enfermedades, etc. En realidad, éstos transmiten a los hijo/as
sus miedos, ansiedades, preocupaciones sobre esta cuestión. Paralelamente, en
la escuela se aboga por una amplia información sobre los órganos reproductores,
concepción y formación del bebé; anticonceptivos, etc.
Pero la cuestión es: ¿Cómo experimenta este proceso
el sujeto que lo sufre? Lo común es vivirlo en la soledad, entre las bromas y
comentarios de lo/as amigo/as, conocido/as, a la sombra de la pandilla o las
advertencias de los padres, etc.
Cada
uno tendrá su experiencia y a ésta se remite el texto. ¿Cómo se superó la
adolescencia? ¿Cómo se vivieron las primeras experiencias donde intervino el
centro sexual? ¿Qué hábitos se generaron, costumbres, inquietudes, necesidades,
aversiones,…? ¿Con qué estado interior se afrontaron estos años? ¿Qué tipo de
información psicológica del sexo se dispuso?
La
adolescencia es un tramo de la vida pero muchos jóvenes quedan, en el ámbito
psicológico, marcados[4]
por sus experiencias. Esta fase de la existencia es un aprendizaje pero pocos
lo asumen y entienden como tal. Este desarrollo y expansión de la energía
sexual no es comprendida por los protagonistas, ni los tutores ni los padres ni
la sociedad[5].
Muchos post-adolescentes permanecen fascinados por
las primeras vivencias del nuevo escenario que se abrió ante ellos. La energía
sexual es un mundo desconocido que es esperado con una visión de: Aventura,
experimentación, satisfacciones, placeres, ilusiones, descubrimientos, pero
también, dudas, recelos, etc. Este se acompaña de una iniciación a nuevas actividades,
sensaciones, emociones, afectos, frustraciones,… donde anteriormente fueron
espectadores y ahora son los protagonistas. Es el mundo de los adultos pero sin
serlo. Entran en este terreno: Sin madurez, experiencia, comprensión del
universo que les rodea ni de las consecuencias que las acciones de hoy acarrean
en el mañana. Por eso es tan complejo para todos los actores de este escenario.
El
camino de la pubertad es un viaje extraño donde convergen diferentes aspectos
humanos que acompañan a la energía sexual en expansión: Emergen las ansias de
libertad; Nace la independencia, comúnmente, desde una perspectiva irresponsable
o/y egocéntrica; Surge la rebeldía a todo lo que supone una limitación o considera
injusto, hipócrita, falso; Observa y juzga las actitudes de los demás con
severidad, en oposición, a sus comportamientos que los califica como justos y
necesarios. Ciertamente, la transición de la adolescencia hasta la edad adulta
es confusa. La causa reside en que paralelamente a la aparición de la energía
sexual, se libera y emancipa el “vigor de
vida” y, junto a él, el subconsciente entra en acción. Esto significa que
toda esta energía se halla disponible a ciertos factores que el mismo púber o
joven desconoce de sí mismo. Por este motivo, muchos adolescentes se sienten
atraídos por ciertas actividades, sensaciones, temas e inquietudes. Algunos
niños que son más o menos responsables, estudiosos, obedientes… dejan de serlo.
Otros, que nunca lo fueron, en esta fase sus características psicológicas se
acentúan, son más patentes e intensas. Y, finalmente, la excepción es que unos
pocos que siempre lo fueron ahora lo son mucho más.
El subconsciente es la parte desconocida de sí mismo,
es la parte más inferior del cerebro: instintivo, motor, sexual. Cuando la
función sexual inicia su desarrollo igualmente se adhiere lo inconsciente. Ciertos
individuos se relacionan con esta parte desconocida con más lucidez que otros. En
realidad, nadie enseña a un adolescente que su transformación física y psicológica
proviene de la expresión de una fuerza vital que irrumpe desde su subconsciente.
Esta, en muchos casos, es incontrolable y se precisa de una plena atención a
sus propios deseos, pretensiones, afanes, apetitos, etc. Si uno anhela que
éstos no se adueñen de la psiquis. Muchos jóvenes determinan su vida futura a
partir de estas motivaciones. Los hábitos, defectos, dependencias, costumbres y
decisiones del modo de ver, sentir y pensar la existencia se adoptan en este
periodo de la vida. De hecho, el mal-uso y los abusos de la energía sexual empiezan
en ese momento.
La
adolescencia es un despertar, sólo depende de él determinar a qué y de qué modo.
Por esta causa, los adultos sólo pueden asistir a éstos en la medida que ellos lo
anhelen y estén abiertos a escuchar.
Desde el auto-conocimiento, por parte del adulto que
vivió esta fase de la vida, es conveniente reflexionar sobre ella en meditación.
Visualizar en la pantalla mental los escenarios en sentido opuesto a cómo se
generaron. Es decir, rebobinar la película llamada adolescencia y mirarla como
un espectador. Sin juzgar lo bueno o malo que fue, sólo observar y comprender
que factores psicológicos intervinieron en ella. ¿Hubo egocentrismo, miedo, despotismo,
imitación, celos, envidias, generosidad, sinceridad, amor, lascivia, etc.?
Las
vivencias de esta época se hallan en el subconsciente y aunque uno las tiene
olvidadas, en algún momento pueden resurgir si uno no las comprendió
cabalmente. Toda existencia orientada en un sentido se rectifica cuando el
sujeto atrae suficiente luz a ésta y emprende un esfuerzo por conocerse a sí
mismo en sus carencias, hábitos y virtudes.
El centro sexual, el instinto y la expresión
de la sexualidad.
“La
Organización Mundial de la Salud define sexualidad como: Un aspecto central del
ser humano presente a lo largo de su vida. Abarca al sexo, las identidades y
los roles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la
orientación sexual. Se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías,
deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, roles y relaciones
interpersonales”. (Wikipedia, la enciclopedia libre)
La
sexualidad es una actividad fundamental en la vida humana y el
auto-conocimiento atrae la atención sobre su práctica y características. Este
centro posee la propiedad de la creación o reproducción de un nuevo ser. Si los
seres humanos obvian esta realidad, la especie desaparece. Esto significa que
esta función es relevante tanto en lo particular como en lo general, porque
concierne al desarrollo de la humanidad.
Ø Empezando por lo segundo, en lo que concierne a
la especie humana y su desaparición, la naturaleza dotó al cerebro
instintivo-motor-sexual de ciertas propiedades para enfrentarse a esta
contingencia. A tenor de los resultados, estos rasgos del instinto sexual
funcionan con un alto grado de éxito. La prueba es que sobre la Tierra hay más
de 7.000 millones de habitantes.
¿Qué
tiene el sexo que funciona tan bien a nivel general? La naturaleza tiene
previstos unos ciclos biológicos para regular su buen funcionamiento y marcar
unos ritmos a las especies que la habitan. Según se adentra la primavera la
vida irrumpe en efervescencia tanto en el reino vegetal como en el reino
animal. Esto significa que el instinto reproductor de los animales obedece a un
impulso cíclico y poderoso para prevenir la supervivencia de la especie.
“Para
la mayoría de las especies de mamíferos salvajes, la perpetuación de la especie
constituye uno de los objetivos esenciales de la reproducción, la cual se
desarrolla bajo la influencia del medio ambiente. Los efectos del medio
ambiente repercuten sobre el potencial genético de los individuos, determinando
durante el año los períodos de reproducción así como su intensidad”. (P.
Chemineau. Conferencia de clausura en las sextas Jornadas internacionales de
Reproducción Animal e Inseminación Artificial, Salamanca)
Los seres humanos no tienen un periodo asignado para
su reproducción. Sin embargo, a través de la evolución, los genes han heredado
un instinto sexual con ciertas características. Este posee una fuerza vital innata,
poderosa, veloz, involuntaria e irracional. El Hombre es un ser racional pero las
funciones instintiva y sexual no lo son. Estas últimas se rigen por unos
biorritmos de máximos y mínimos. Cuando estos están en un nivel alto, el
instinto sexual está más activo y esto lo percibe la persona en los demás
centros; el emocional y el intelectual. Es decir, este dinamismo se traduce en la
presencia o carencia de un impulso, deseo sexual, que conlleva un pensar y
sentir condicionado por éste. Esto enseña que la observación, el equilibrio, la
temperancia, el control y la comprensión de lo que sucede en el mundo interior
es una competencia del sujeto que los experimenta. Uno lo conseguirá con objetividad
según la madurez, inteligencia y valores que despliegue en este momento.
Lo común en los seres humanos es que el dinamismo
sexual desde la pubertad se haga manifiesto. Un/a joven o adulto/a que goza de
buena salud no podrá eludirlo, este impulso involuntario es un proceso que se
aloja y genera en el subconsciente. El individuo está bajo la acción de una
pulsión innata del centro sexual que expresa su naturaleza instintiva e
inconsciente. Esto tiene su raíz en el “instinto
de conservación de la especie” transmitido por el proceso evolutivo.
Sin
embargo, el hombre y la mujer tienen alma humana. Estos requieren educarlo a
través del desarrollo de una acción inteligente; Comprender y adiestrar esta
herencia genética propia del reino animal que, dentro de la estructura mental
de la persona, se halla en un estado primitivo y rudimentario. Sin una
formación psíquica adecuada uno sufrirá los efectos de estos ciclos vitales,
con sus altos y bajos, del centro sexual sin la comprensión ni las herramientas
para su control y equilibrio. Esto acarrea respuestas convencionales que llevan
a la frustración, represión o la permanente presencia del deseo que, en realidad,
no llega a satisfacerse. El desconocimiento y la relación inapropiada con este
funcionalismo natural pero inconsciente del instinto de conservación originan
en ciertos casos trastornos en la personalidad. Algunos de estos desequilibrios
son leves, otros son más graves. Ciertas personas reaccionan de forma
condicionada ante el sexo opuesto: Incomodidad, ansiedad, complejos de
superioridad o inferioridad, incapacidad de relación natural, evitación,
obsesión, temor, celos, acoso, etc. Muchas de estas perturbaciones terminan en
patologías. Cuando éstas son muy graves se cae en los entresijos del
subconsciente, la persona entra en su propio infierno y, en muchos casos,
involucra a los demás. Esto sucede cuando el individuo adopta conductas
delictivas para satisfacer sus deseos, frustraciones, fantasías, etc.
Ø La decisión o acción de tener descendencia es personal.
Normalmente, una pareja no son padres por el anhelo de colaborar con la
especie. En este sentido, la naturaleza estableció una contingencia: La reproducción
requiere de una colaboración. Una persona sola no puede tener hijos[6]. Este
hecho crea en el ser humano todo un proceso de socialización. La pareja o
familia se constituye como una célula social. Cuando ésta decide tener un hijo
requieren unirse sexualmente, el instintivo, como los demás centros, colabora para
que se culmine con la fecundación. Este uso del centro sexual es el indicado,
adecuado, a su naturaleza. Con esta acción el instinto sexual cumple con su
razón de ser. Con esta labor, todos estos impulsos del subconsciente:
involuntarios, innatos e irracionales contribuyen con los anhelos y proyectos de
la pareja.
Una
vez comprendida esta realidad, desde una perspectiva humana particular y no
instintiva sexual, se plantean varios interrogantes: ¿Cada vez que una pareja tiene
relaciones sexuales es para tener una descendencia? ¿Qué causa lleva a una
pareja anhelar un hijo? ¿No es compartir su amor y trasladarlo en una criatura
que sea fruto de éste y de ellos mismos[7]? Si es de este modo,
entonces, ¿por qué la naturaleza instintiva sexual sostiene continuamente sus biorritmos?
Uno requiere reflexionar sobre estos hechos.
El
auto-conocimiento evidencia que la energía sexual puede y debe utilizarse en
algo más que la reproducción. La convivencia de una pareja se fundamenta en el
compartir. Esta acción se enraíza en el amor. Un hombre y una mujer unidos en
la vida comparten todas las cuestiones que son propias a ésta: Casa, facturas,
proyectos, comidas, tiempo libre, vacaciones,… y junto a todos estos asuntos
expresan el amor que sienten el uno por el otro. Asimismo, esta expresión
implica la sexualidad. La pareja se une sexualmente dentro del ámbito del amor,
trascendiendo este instinto sexual, lo canaliza bajo una perspectiva distinta a
la satisfacción o el deseo. Desde esta experiencia se abren las puertas de la
ternura, los afectos y el cariño en la expresión más poderosas e intensas que
la misma naturaleza ofrece al género humano. Desde el auto-conocimiento es
colocar el instinto sexual y todos sus biorritmos al servicio del amor.
Opuestamente a la influencia del culto hedonista[8] muy expandido en
esta época a través de las modas, el arte y medios de comunicación, cine, T.V.,
etc. La expresión de la sexualidad desde una perspectiva hedonista causa que el
instinto sexual se halla al servicio exclusivo de la libido y el sujeto no se
halla presente a su acción. Éste se olvide de sí mismo. Esta falta de atención deriva
como consecuencia al mal-uso o el abuso de este centro de las más diversas
maneras.
Los biorritmos o la cronobiología.
“Los
ritmos biológicos de los seres vivos son un producto adaptativo de la evolución
biológica al denominado ritmo cosmo-climático, que presenta una periodicidad
inmutable. Dicho ritmo está formado por la conjunción del ritmo solar, del
ritmo lunar y del ritmo terrestre”. (Cronobiología. Wikipedia, la
enciclopedia libre)
Desde
el exterior, el organismo es sometido a diversas influencias celestes debido a
la dinámica planetaria. El principal agente es el solar debido al giro de la
Tierra sobre sí misma. Este crea una alternancia día-noche y con su traslado
establece las estaciones. Esto afecta al ser humano y determina diferentes
actividades y ritmos en el ámbito: físico, biológico y psíquico.
Lo común es que el ser humano duerma por la noche, el
cuerpo descanse, y por el día desempeñe sus actividades. Esta reiteración en la
vida de la persona implica que el instinto se adapte a este proceso rítmico que
proviene de una organización de la naturaleza. Esto incide sobre ciertas
glándulas, principalmente, la pineal, que es sensible a la luz, en esta se
deposita el reloj interno que marca un ritmo biológico y lo ajusta con el
ambiental.
Los marcadores biológicos o instintivos en el
organismo son variados, los cuales instauran una coordinación de las funciones
y unas polaridades de sus movimientos. El sistema nervioso vegetativo participa
a través de sus componentes: El parasimpático y el simpático. Por otro lado,
existe el ritmo cardíaco, el cual rige la circulación de la sangre. Esto indica
que todo el cuerpo se regula a través de un proceso dual de máximos y mínimos,
de alternancias. Esta coordinación cíclica también está presente en el centro
sexual, el cual tiene su propio biorritmo del mismo modo que todos los centros.
Muchas personas lo ignoran y se sorprenden o preocupan cuando en un pequeño
periodo de tiempo su energía sexual aumenta o disminuye, lo que está dentro de
la naturaleza del organismo.
Por otra parte, en ciertos individuos esta sucesión
de ciclos altos y bajos no alcanzan un nivel suficiente de alternancia. Es
decir, el sujeto percibe su energía sexual de forma continúa o ésta siempre se
halla ausente. Esto conlleva dos tipos de comportamientos con respeto al
instinto sexual. Los primeros observan una gran dificultad en controlar este
deseo continuo a nivel psicológico, el cual se mantiene presente
involuntariamente. Los segundos no sienten ningún apetito sexual. La libido no
actúa, su nivel de expresión siempre está bajo mínimos. Esto atrae la idea de
un ser asexuado como cuando uno es un niño, sin instinto sexual. Estos estados
de expresión del centro sexual aparecen por una causa innata, disfunción
biológica o psicológica.
En todo caso, el individuo precisa observar detenidamente
este proceso cíclico en los diferentes centros del organismo. Si uno tiene
ciertas dudas sobre la función sexual, lo mejor es consultar con un facultativo,
si le interesa descubrir la causa de sus inquietudes que puede contribuir o no a
un desequilibrio de su personalidad.
En
general, los ciclos biológicos son un modo de regulación natural de la vida y,
en este sentido, el ser humano requiere descubrirlos, respetarlos y, según el
caso, controlarlos.
La energía sexual y los valores humanos.
Desde una visión de emancipación interior, equilibrio
psicológico y del anhelo de experimentar la felicidad, paz y armonía, la
energía sexual requiere orbitar bajo la esfera de Venus[9]. Esto significa que
la sexualidad del individuo necesita estar presente a esta fuerza del amor y
expresarla tanto en la vida diaria como en la intimidad. Si la convivencia de
la pareja no se fundamenta sobre esta sólida base del amor, entonces la
sexualidad no gozará de sus virtudes. Sin el amparo de esta energía
inspiradora, creadora y que aporta la vivencia de la felicidad, se desenvuelven
otras maneras distintas de vivir y practicar la sexualidad.
Por
ejemplo: Muchas parejas debido al paso del tiempo, las obligaciones,
dificultades, los hijos,… viven su relación desde la perspectiva de la rutina. Se
espacian en el tiempo las expresiones de ternura, del detalle, la atención, el
humor, sacrificio, la generosidad, etc. Si en lo cotidiano uno percibe y vive su
relación de pareja desde la costumbre y se deja arrastrar por algún sentimiento
de desencanto de la vida, de igual modo, se expresará su sexualidad. Estos
estados psicológicos donde el amor no es el protagonista ni está activo afectan
a la vida sexual del individuo o la pareja. En estos casos, la sexualidad
responde a un apetito mecánico e instintivo en acorde a los ritmos naturales de
este centro o por alguna circunstancia ocasional.
Opuestamente,
uno puede reflexionar sobre el supuesto amor tipificado por las películas y
demás manifestaciones artísticas expresado desde la pasión. La pareja se ubica en
el “Eros emocional”, de la
sensualidad y satisfacción del instinto. La energía sexual o fuego se halla sin
control, arde y consume la auténtica llama del amor que se sustituye por el
deseo y las sensaciones. Esta pasión genera estados íntimos contradictorios que
se cimientan en el centro sexual, huyen del sentido común y atraen escenarios
llenos de conflictos en diferentes direcciones. La mayoría de estas relaciones
fracasan porque no se fundamentan en el amor sino, más bien, colocan el amor al
servicio de los fervores de las satisfacciones y se viven desde la
subconciencia. Las parejas interpretan escenas de amor y odio, celos, miedos,…
aparece la incertidumbre. Estas acaban con la relación pero, más tarde, se
vuelven a unir, se vive en el desequilibrio, la inconstancia, etc. Muchas parejas
terminan ante un altar pero, muchas más, finalizan en la decepción y el
desencanto del amor. Éste último es la víctima inocente del auto-engaño del ser
humano y de su propia ignorancia sobre el centro sexual. Estas experiencias son
típicas de la juventud a causa de la falta de madurez personal ante esta fuerza
poderosa y desconocida del “instinto
sexual[10]”.
La persona requiere de una instrucción sobre los principios creadores que se
hallan dentro de ella y pueda canalizarlos de forma adecuada a través de una
observación y conocimiento de sí mismo.
El sexo no es sólo un patrimonio humano, en el reino
animal también se expresa pero siempre es instintivo sin posibilidad de transformación.
En el ámbito racional, según el individuo o pareja incorpore más elementos
humanos a su sexualidad más equilibrada será. Una relación de pareja donde se
concentre y coordine armoniosamente: La sensualidad, el afecto y lo racional
será cada vez más humana. Sin embargo, sin las virtudes del amor no será
trascendente. Porque esta última somete lo sensual, emocional e intelectual al
amor y al desarrollo de sus propias virtudes. Esta expresión de la sexualidad evocada
desde una trascendencia se conoce como “sexualidad
trascendente”, si su progresiva vivencia cristaliza como Amor consciente.
Este es un proceso que se descubre y plasma en la medida que el amor que uno
carga en su interior es capaz de vivificarse con su propia inteligencia,
serenidad y equilibrio. Un despliegue de virtudes que cada componente de la pareja
necesita desarrollar en la intimidad de su ser y anteponer su humanidad a sus
egocentrismos, deseos y apegos.
El
Amor consciente es aquel que emana del corazón. Este se halla ausente de los
centros inferiores. El instinto sexual lo desconoce, su propiedad se restringe
a la conservación de la vida y ésta se realiza desde el subconsciente. El
instinto sexual no está despojado de los estados egocéntricos, la búsqueda de
sensaciones y la satisfacción personal. Contrariamente, esto es lo que enseña
el amor cuando se sublima y se convierte en conciencia. Esta sexualidad se
conoce en el auto-conocimiento como tantrismo.
La ética, el amor y la sexualidad.
El goce sexual es un derecho legítimo del ser humano[11].
Su expresión no necesita restringirse por una moral o ética sino, más bien, dotarse
de una educación. Toda moralidad se halla dependiente de factores
circunstanciales. Cualquier persona puede remontarse en el tiempo o viajar por
ciertas latitudes del globo terrestre para constatarlo. Esta realidad significa
que muchas de las morales impuestas en el ámbito social o religioso se alejan
considerablemente de lo justo, objetivo y propio de la naturaleza esencial del
Hombre. Esto sólo cambiará cuando la Humanidad despierte al hecho que lo
externo a uno mismo e impuesto por lo demás es engañoso ante la auténtica condición
humana. Excepto que esta ética redunde en una correspondencia con su naturaleza
y la persona la descubra por sí misma. Aunque esto es imposible si antes el
individuo no despierta su auto-conciencia.
Una nueva criatura se construye por la acción
inteligente del centro instintivo. Sin embargo, no dispone de existencia
independiente. En el nacimiento, al bebé le cortan el cordón umbilical, respira
su primer hálito y, en este instante, se establece un valor imprescindible de
la propia vida: “La autonomía y la
facultad de desarrollarla”. En este primer momento y el caso del ser humano
es sólo biológica. Pero, más adelante, el mismo crecimiento psíquico-fisiológico
del niño incorpora la expresión de una “conciencia
independiente”. Este principio inteligente es autónomo, objetivo y
auto-consciente, aporta todos los valores propios del Hombre. Su crecimiento es
paralelo al emocional, motor e intelectual. Esto explica porque existe un
dualismo en el infante: Por un lado, resplandece la luz de su belleza interior
y, por el otro, se expresan los deseos caprichosos, la desobediencia,
intransigencia, impaciencia, etc.
El
proceso de desarrollo de la auto-conciencia en el niño detiene su crecimiento
porque, en el ámbito psicológico, éste adopta las pautas de conducta
ambientales que la solapan. Estos patrones aprendidos de la familia, sociedad y
las más diversas influencias conformarán su personalidad y este principio
inteligente o anímico se olvida. Esto sucede en todos los individuos. El
desarrollo de la chispa psíquica o anímica se reanuda en el momento que por
diferentes circunstancias o inquietudes éste se plantee una emancipación
interior.
Esto
significa que la sexualidad del individuo se halla atrapada siempre entre
ciertos patrones que son el reflejo de la época en la que vive. Estos son
relativos, subjetivos y circunstanciales. Sin embargo, existe una fuerza que no
cambia con los tiempos: el Amor. En el auto-conocimiento se denomina Amor
consciente precisamente para distinguirlo de las modas. Este Amor trascendente
es una aspiración del Hombre o la Mujer que anhela una transformación interior.
Esta inteligencia y fuerza se halla en su interior de forma latente. Tal como
se explicó éste detuvo su crecimiento en pos de la personalidad y por esta condición
no es autónomo ni consciente. Este requiere de un desarrollo por medio de un
esfuerzo particular.
Las bibliotecas están llenas de tratados sobre el
amor. En este escrito sólo se expone lo indispensable y lo que el sentido común
revela a cualquiera persona que dispone de él. El amor se reconoce por su
naturaleza y los valores que despliega. Uno puede engañar a una persona con las
palabras y actitudes, incluso a sí mismo con sus pensamientos y emociones. Sin
embargo, el discernimiento observa que el amor se distingue por los hechos.
Estos últimos indican claramente la naturaleza del amor porque establecen una
realidad. Los hechos, por lo tanto, muestran el afecto, la atención,
constancia, equilibrio, imaginación, sacrificio, humildad, generosidad,…
Valores humanos que son dignos de compartir con cualquier persona, amigo y,
mucho más, con la pareja que uno ama. El amor consciente es Universal y por eso
todos lo advierten. Esta expresión anida en el corazón de todo sujeto, espera la
emancipación en una relación de amor con otro ser. Asimismo, ésta misma
vivencia de corazón se extiende y transforma en su naturaleza hacia una actitud
comprensiva y compasiva por los demás.
La sexualidad y su ética se encuadran dentro de este
contexto de expresión del amor con todos y cada uno de sus valores. El amor
consciente es un compartir en todos los niveles de la existencia y es una
energía creadora que refuerza la auto-conciencia, autonomía y objetividad
porque son propias de su Esencia o alma. La consecuencia de una sexualidad
trascendente es una vida interior que, poco a poco, llena de paz, armonía y
felicidad a una pareja aunque esta tenga graves dificultades. El amor
consciente asume los retos de la vida y es una inspiración en sí misma para
sobrepasarlos.
La conciencia es una facultad que se halla dentro del
ser humano. La ética de la conciencia es una experiencia de Ser que uno vive
por sí mismo. La conciencia humana se reconoce en su propia naturaleza, la cual
es su Esencia. Esta última y el amor son de una misma sustancia.
Este
significa que la sexualidad desde el auto-conocimiento es una visión
completamente distinta a lo transmitido por los medios audiovisuales,
comerciales, sociales y religiosos. Los primeros confunden al individuo y
propagan una sexualidad sin responsabilidad ni valores humanos. Y, los
diferentes cultos, cargan a los fieles dentro de sus posibilidades de una moral
o unos patrones de conducta que la encierran o restringen en unos moldes.
“La
conciencia de la separación humana -sin la reunión por el amor- es la fuente de
la vergüenza. Es, al mismo tiempo, la fuente de la culpa y la angustia”.
(El arte de amar. Cap. La teoría del amor. Eric Fromm)
Una
energía sexual que se expresa según la órbita del Amor consciente aprehende
aquello que es digno de su condición. El estado de presencia indica a la
persona cuando uno se halla ante una expresión instintiva, automática e
inconsciente de su sexualidad y que se aleja de los parámetros del amor. Este
alejamiento es el que provoca el mal-uso y el abuso de la energía sexual que el
individuo requiere descubrir por sí mismo.
El mal-uso y el abuso[12] del centro sexual.
En su proceso instintivo, la función sexual responde
de modo semejante a los efectos que se derivan de la alimentación. Cuando más
come uno y se satisface, al siguiente día, más hambre tiene. De este modo, el
individuo desarrolla unos patrones alimenticios. El abuso se instala de manera
reiterada sin que la conciencia de la persona lo perciba. ¿Cuándo el sujeto es
consciente del abuso de nutrición? La báscula es la que vierte luz sobre el
aumento de peso. Desde ese momento, si uno anhela reducir peso, precisa estar
presente a la hora de nutrirse y observar lo que come. Asimismo, el sexo cuanto
más acrecienta su practica, el instinto encuentra mayor satisfacción y, por lo
tanto, más impulsos genera para alcanzarla. Incluso, el sujeto busca
sensaciones nuevas, investiga y le atraen las novedades que puedan satisfacer aún
más los sentidos.
La causa es similar a lo explicado en el estudio del
centro instintivo. Cuanto el instinto sexual entra en acción dirigido
exclusivamente por los sentidos y las satisfacciones uno no atiende a detenerse
cuando el mismo centro lo indica. A partir de este instante se produce el abuso.
Esto acarrea una modificación del instinto y, por lo tanto, de las sensaciones
y del deseo. La psiquis induce, por un lado, una sobrevaloración del deseo, un
apego a la satisfacción que experimentó y, por el otro, las sensaciones y
percepciones diluyen su sensibilidad. El instinto se adapta al abuso. La
consecuencia es que en la próxima relación éstas requieren más estimulación
para sentir las mismas sensaciones y vivir el mismo alborozo. Esto encadena con
una búsqueda de todo tipo de prácticas que entran de lleno en un mal-uso y
abuso del cerebro instintivo-motor-sexual. Contrariamente, si la pareja entra
en un conformismo, su práctica sexual se acomodará a una rutina.
Comúnmente,
cuando uno es joven comete una gran cantidad de abusos y, no cabe duda, que los
excesos de la juventud se pagan en la vejez. Muchas de las disfunciones sexuales
y enfermedades ligadas a este centro aparecen a lo largo de la madurez por
estos excesos. El mal-uso y el abuso del centro sexual conllevan un agotamiento
de la energía o potencia sexual, en concreto, y de la vitalidad del organismo
de la persona, en general. Esta conductas sexuales basadas en el hedonismo y la
satisfacción sensual olvidan la fuerza del amor, por ese motivo no pueden
evitar los excesos. Esto significa que buscando la satisfacción se termina, en
muchos casos, en la insatisfacción y el desencanto. Entonces, el paso siguiente
a una nueva o variada experiencia se encuentra en sustituir la pareja, tener
diferentes relaciones al mismo tiempo o según se presente ocasionalmente. En
estas circunstancias, el individuo tiene muchas dificultades en encontrar el
equilibrio, la serenidad y la felicidad. La causa de este desencuentro con lo
esencial de la naturaleza humana es que el sujeto se inició en este ciclo de su
vida sexual renunciando al amor auténtico.
Cuando
el ser humano utiliza el centro sexual fuera de su órbita, éste hace un mal-uso
de él. Esto sucede en el momento que algún factor psicológico lo utiliza para
expresarse a través de éste. Por ejemplo: Para demostrar superioridad; Seducir
por un interés material, Practicar sexo por comercio; Por auto-estima y
sentirse bien consigo mismo y/o presumir; como un ascensor social y prosperar a
través de una relación; etc.
El
sexo establece muchas problemáticas en esta sociedad. Es fuente de
desequilibrio, insatisfacción, traumas, fobias, malentendidos,… tanto en los
individuos como en la parejas. Este atrae problemas de convivencia. Es causa de
separaciones, divorcios, discriminaciones por sexo, acoso laboral, vidas dobles
porque el sujeto se refugia en un complemento sexual, hijos no deseados ni
queridos o abandonados, abortos, control de natalidad, trasmisión de
enfermedades, etc.
Asimismo, éste se halla en el centro de actividades y
conductas inhumanas como son: Las agresiones o violaciones, la violencia
machista, la pederastia, la trata de mujeres, etc. Una enorme cantidad de
despropósitos y crímenes fundamentados en la falta de educación, de
conocimiento de sí y de una sociedad sumergida en la inconsciencia con respecto
a la cuestión del instinto sexual.
En
otras latitudes, donde escasean o son inexistentes los derechos humanos, la
realidad en relación al conocimiento y uso de la función sexual es todavía más
alarmante sobre todo hacia la mujer. En muchas partes del mundo se hallan: Los
crímenes de honor, las lapidaciones por adulterio, la ausencia de libertad o
sumisión sexual, los matrimonios concertados, la mutilación de órganos
genitales de las niñas, etc. Una cantidad de patrones culturales y tradiciones
ancestrales donde la referencia y base de estas barbaries se originan desde el
trasfondo sexual y de la ignorancia de los factores que los mantienen.
La sociedad y el centro sexual.
“Cuando
la sexualidad se utiliza en la publicidad, ciertos valores y actitudes hacia el
sexo están necesariamente vendiéndose junto con el producto”. (Sexo en publicidad. Wikipedia, la enciclopedia libre)
Desde los albores del siglo XX, la cuestión sexual adquirió importancia científica, principalmente por los estudios que realizó Sigmund Freud. Este desarrolló una teoría de la sexualidad donde destacaba su importancia e influencia en la conducta general del individuo. En términos prácticos, el fundador del psicoanálisis descubrió y dio a conocer parte del funcionalismo psíquico del ser Humano y la relación existente entre el subconsciente, el instinto y centro sexual.
Este descubrimiento y su posterior difusión encaminaron a incluirlo en las diferentes manifestaciones humanas donde se deseaba atraer la atención o despertar un interés especial. El desarrollo de la revolución industrial consiguió una enorme variedad y cantidad de productos. La
industria tuvo la necesidad de difundir la existencia y propiedades de sus
artículos para atraer la atención del público y proceder a su venta.
Con
el paso del tiempo se comprobó la efectividad del empleo de los modelos
sexuales como herramienta de persuasión para conseguir sus propósitos. Hoy en
día es una evidencia la utilidad del sexo como reclamo en la publicidad, marketing,
manifestaciones artísticas, literatura, modas, música, cine, radio, TV., etc.
“Es
importante entender que la publicidad está inmersa en nuestra cultura de forma
inseparable. Lo mismo que no seria imaginable la publicidad en su forma actual
en un contexto distinto de la sociedad capitalista de finales del siglo XX,
tampoco ésta tendría su estructura actual si no existiera la publicidad”.
(Sexo en publicidad. Wikipedia, la enciclopedia libre)
La publicidad y demás agentes de la sociedad que
utilizan los prototipos sexuales han convertido al sexo en un elemento
manipulador de la psiquis. Esta utilización indebida de esta energía creadora
se alza como una fuente de hipnosis para inducir o sugerir el consumo. Esto
conlleva a fomentar una mentalidad que la banaliza y determina una forma de
ver, sentir y pensar el sexo lejos de su realidad humanística, objetiva y
ética.
La propaganda, los bienes de consumo lúdicos se
orientan desde la infancia y están presentes en la adolescencia y juventud: Los
video-juegos, cómic, cine, música, modas, series para adolescentes, jóvenes,…
se sirven de modelos y roles caracterizados hacia una imagen que estimula la
inconsciencia[13].
El continuo bombardeo de imágenes relacionas con los patrones sexuales
influencia a la psiquis de diversas formas. Por ejemplo, desde la década de los
50 hasta ahora, Holywood es un escaparate promocional y sirve a las grandes
compañías estadounidenses a promocionar y vender sus productos en todo el
planeta. La industria del cine utilizó los actores con un estereotipo de hombres
y mujeres a gusto de la sociedad para sugerir el consumo de alcohol y tabaco.
Asimismo, a través de estos iconos se propició la propaganda de ideas, formas de
sentir y pensar un estilo de vida. Desde la segunda mitad del siglo XX, la publicidad,
los medios de comunicación y la industria del entretenimiento a través de los
modelos sexuales han captado la atención y la conciencia del ser humano.
Los
anuncios, las películas, modas, revistas, la música, los programas de T.V.,
etc., a través de sus protagonistas divulgan una forma muy particular de pensar
sobre el sexo; Fundamentalmente, como un objeto de deseo y lejos del amor. Estos
han condicionado la mente, percepción, generan imágenes irreales sobre los gustos,
el sexo, la mujer y el hombre. Desde la más tierna infancia se envía el mensaje
del hombre y la mujer como objeto o producto, lo cual reduce la condición
humana a lo material. Esto constituye una vulgarización del instinto sexual,
del hombre, de la mujer y de todo lo que le concierne. La inconsciencia, los
tabúes, la ignorancia e hipocresía social son, en cierta medida, responsables
de este uso del sexo como un vector de manipulación de la sociedad.
Con
esta exposición tampoco se trata de caer en el extremo de prohibir cualquier
tipo de manifestación aunque sea una forma egocéntrica, incluso mal intencionada,
de manipulación psicológica. No es una cuestión de volver a la época victoriana
o franquista, encerrar el sexo en una urna y olvidarlo en el subconsciente.
Esta opción resultaría más perjudicial que lo que se presenta hoy en día. Este
escrito llama la atención sobre este hecho y enseña al ciudadano a prestar la
atención plena a su mundo interior y usar su discernimiento para comprender por
sí mismo el efecto de esta propaganda.
Conclusión.
El asunto es que la visión del sexo que carga la
sociedad en general en los hechos es muy próxima a estos patrones que alimentan
la psiquis de la persona. Esto se percibe en el modo en que los adolescentes,
jóvenes y adultos se sitúan con respecto a la energía sexual, las relaciones de
pareja, la manera de hablar, vestir, seguir las modas, etc. La persona adopta
un rol moral o carece de ésta según la situación que le toca vivir. Todas las
actitudes, formas de pensar, sentir al sexo en la juventud se desvanecen cuando
el individuo es padre o madre y su hijo/a alcanza la adolescencia. Esto
demuestra una visión relativa, subjetiva y circunstancial del sexo. Tanto en el
ámbito general como particular se necesita de una revisión de los postulados
hedonistas del sexo con la inquietud de ayudar al ser humano a relacionarse
mejor con esta energía, consigo mismo y los demás.
El sujeto requiere conocer qué hacer con su
energía sexual observando cómo, con quién, para qué y para quién se despliega
estos recursos dentro de sí mismo.
El
sexo mantiene su misterio; A pesar de todos estos escaparates de modelos, galas
de libertad y un despliegue de conocimientos científicos y terapéuticos sobre el
centro sexual sin precedentes en la historia de la humanidad. El ser humano
ignora su poder, grandeza y sentido espiritual. El descubrimiento de la propia
sexualidad en el amor consciente es una experiencia mística, trascendente, que
sólo las grandes almas tienen la oportunidad de vivenciarlo. Su propia
naturaleza reclama al individuo responsabilidad y discernimiento en su uso y
reflexionar sobre su incidencia en su propia vida para conocerse a sí mismo a
través de la práctica del amor.
Películas:
Estas películas exponen de forma
divertida y reflexiva los valores del amor y las relaciones de pareja: “La delicadeza” y “Odette, una comedia sobre la felicidad”.
Samsara,
es un film que aborda la problemática sexual en la vida monástica y del
desarrollo interior. La presencia e influencia de esta energía en las dudas,
decisiones, los deseos y aprendizajes que un monje budista experimenta a lo
largo de su realización personal y espiritual. La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog.
La obra se halla, tanto en versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se entregarán a la dirección indicada con la garantía que te ofrece esta plataforma. Aquí tienes el enlace.
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Para más información, en este mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020, o en las misma página de Amazon.
[2] Esto
sucede en todos los reinos de la naturaleza. Un ejemplo evidente es el
radiactivo: Si se contamina con una radiación que perjudica la estructura molecular,
el daño que ocasiona se registra en las plantas, los animales y el ser humano y
a toda descendencia.
[3] Disfunciones físicas y trastornos psicológicos
(aversión, ansiedad, dependencia,… al sexo, problemas de relación con el sexo
opuesto, conductas sexuales irrespetuosas, violentas, impulsos instintivos
impropios del género humano,…). Necesidad de legislar las conductas sexuales
que invaden la libertad ajena, pervierten menores o violentan a otra persona
sin su consentimiento.
[4] Muchos se aferran a la satisfacción vivida y la
reiteran creando una conducta; o ahondan en las experiencias buscando cada vez
más sensaciones hasta complicarse y desconectarse de la sensatez. Inversamente,
si lo experimentado fue desagradable puede dejar una huella de tipo psicológico
que le afecte a su conducta sexual, incluso en las relaciones humanas.
[5] Una de las dificultades que padres y tutores hallan
es que la pubertad que ellos vivieron es muy distinta a la que se enfrentan sus
hijo/as o estudiantes. Por escoger una media, entre la adolescencia de los
padres y la de su hijo/a, al menos pasaron veinte años. Esto significa que estos
dos periodos, por ejemplo, mediados de los 90 y 2014, son dos mundos
diferentes. En este sentido, la experiencia de los padres no sirve de
referencia. Este es un error común entre los ascendentes tratar de observar la
vida de sus descendientes a través de sus ojos y experiencias pasadas.
[6] En
el caso que un individuo decide utilizar los medios tecnológicos y biológicos
disponibles para obviar la colaboración presencial de otra persona en el
momento de la procreación, necesitará, de todos modos, de un gameto del otro
sexo.
[7] Es cierto que existe múltiples motivaciones para
tener descendencia, pero cuando más se alejan de este principio más se hallan
en la relatividad de la vida y, por lo tanto, de concepciones más o menos circunstanciales.
[8] Definición:
Doctrina ética que propone la consecución
del placer como fin supremo al identificarlo con el bien.
[11]
“El
acto sexual es un goce legítimo del hombre; la con-sustancialización del amor
en el realismo psíquico-fisiológico de nuestra naturaleza”.
(El Parsifal develado. Cap. Hatha-yoga-pradipika)
[12] Definición: Uso o
aprovechamiento excesivo o indebido de algo o de alguien, en perjuicio propio o
ajeno.
[13] La
industria de entretenimiento mueve una gran cantidad de medios humanos y
económicos para alzar sus representantes y convertirlos en iconos de los
adolescentes: Lindsay Lohan, Britney Spears, Justin Bieber, Hannah
Montana, Zack Efron, Demi Lovato, etc.