martes, 28 de diciembre de 2010

Introducción al conocimiento de sí



     “El peor estado del hombre es aquel en el que pierde el conocimiento y dominio de sí”. (Michel de Montaigne. Ensayos, libro II, Cap. 2)

Introducción.
En occidente, desde la ilustración hasta nuestros días, poco a poco, se ha instalado en la psiquis del hombre contemporáneo, un modo muy particular de obrar, sentir y entender la existencia. En general, hoy en día, la vida se percibe principalmente desde un ángulo pragmático, individualista y material. A pesar de las graves crisis acaecidas durante el siglo XX, este ha propiciado un indiscutible bienestar físico, social y económico. Esto es debido esencialmente al considerable avance tecnológico impulsado por el beneficio de las empresas y a la voluntad política de establecer sistemas democráticos en la organización del estado. En los países desarrollados, la mayoría de la población disfruta de derechos constitucionales, comodidades, paz, asistencia sanitaria, educación, cobertura social, tiempo de ocio,… Toda una multitud de garantías y leyes que la clase política y los agentes sociales han denominado como el estado del bienestar. La modernidad es una realidad en la mayoría de las naciones del hemisferio Norte. Los ciudadanos que disponen de la fortuna de habitar en esta latitud del planeta no deberían olvidar con tanta facilidad que su disfrute es, en sí mismo, un patrimonio y un factor de felicidad.
En contraposición, sin entrar en las cuestiones de las responsabilidades, la mayoría de los pueblos que conforman el hemisferio Sur reina la pobreza, desigualdad, falta de oportunidades y de educación,… En muchas de estas zonas, las necesidades básicas difícilmente son cubiertas.
La experiencia de la miseria y la carencia de previsión en el pasado han despertado en los distintos pueblos e individuos un sentido práctico de la existencia. Una inquietud por conocer y dominar la materia y las leyes que la rigen orientada a evitar penurias y asegurarse el pan, abrigo y refugio. La realización del bienestar de una civilización es propia del esfuerzo colectivo, de su madurez y del ejercicio de ciertos valores humanos. En muchas ocasiones, estos últimos no son estimados con el mismo entusiasmo que los avances que se efectúan en el ámbito material, económico, científico o tecnológico, etc. No obstante, las capacidades íntimas del ser humano son su fundamento. Valores tales como: la creatividad, inspiración, voluntad, paciencia, el libre pensar, la responsabilidad, el respeto a los demás, la fortaleza ante las dificultades, etc. Todas estas cualidades y estos principios son propios del mundo interior del ser humano. Atributos intangibles a los sentidos y, sin embargo, tan reales como el pan que uno come y la casa en la que se habita.
El sentido del curso.
“Sin el conocimiento de sí mismo no es posible la meditación, y no hay conocimiento de sí mismo alguno sí se carece de conciencia meditativa. Si no nos comprendemos a nosotros mismos, si no comprendemos nuestros deseos, nuestros motivos, nuestras contradicciones, ¿cómo podremos comprender la verdad?” (J. Krishnamurti. Dichos de J. Krishnamurti. Cap. Conocimiento)
Este estudio se dirige a todas aquellas personas que anhelan conocerse a sí mismas de modo empírico y directo. Propone una labor emprendida a través de la atención consciente dirigida hacia uno mismo de modo que descubra su propia realidad interior, se forme y eduque anímicamente. Esta acción viene acompañada de la praxis de la meditación. Sin el ejercicio de esta disciplina, el auto-conocimiento es imposible. Esto es debido a que no alcanza la profundidad necesaria para comprender la raíz de los problemas humanos que se alojan en el subconsciente del individuo.
Todo ser humano tiene necesidades básicas, allende de las materiales, asociadas al ámbito psicológico. Por ejemplo, la gente precisa establecer relaciones con sus semejantes. Desde el nacimiento, todo niño se desarrolla, adquiere la capacidad de comunicarse, es receptor y emisor de emociones y sensaciones que comparte con los demás. Expresiones como el amor, el desasosiego, la alegría, el dolor, el miedo… difícilmente uno puede imaginarse la existencia de una persona aislada completamente de su prójimo. Bajo esta perspectiva, todos los individuos nacen en relativa igualdad. La capacidad de dar o recibir amor; atender o desatender a los hijos, familiares o al prójimo; de ser responsable, amable, crear felicidad y paz a los demás no siempre depende de los recursos económicos. Más bien, estas obras son una cuestión de cualidades humanas. Aunque todo ayuda, el progreso en el área del Ser no obedece al desarrollo material de una sociedad. El crecimiento interior se fundamenta en el anhelo, la voluntad y capacidad de perfeccionarse como persona. Se vincula al sentir la necesidad de despertar la conciencia de sí para reestablecer el orden y concierto dentro de uno mismo.
La mayoría de los seres humanos todavía tienen que aprender a relacionarse adecuadamente consigo mismo, con la vida y los demás. El instituir un equilibrio y bienestar psicológico es posible en el momento que el sujeto se ocupa de ello. Dentro de todo individuo existe, de modo más o menos latente, dicha capacidad junto al sentido de humanidad. En el fuero interno de cada persona hay una “alma humana no realizada, incompleta e ignorante de su auténtica naturaleza íntima”. En el ámbito de Ser, las cualidades humanas y el principio inteligente son necesarios y urgentes de concretar tanto para la prosperidad del individuo como de la sociedad. Cada uno acarrea la responsabilidad de edificar una comunidad sin miedos ni egocentrismos; asimismo, despertar una conciencia lúcida de cual es su verdadera Esencia como Hombre formado desde la más tierna infancia en valores.
¿Cómo despertar esta conciencia? ¿Cómo practicar estos valores objetiva, adecuada y oportunamente?
Si uno reflexiona en el sentido de “despertar algo” dentro de sí concluirá que ese algo se halla dormido. La conciencia de Ser en el individuo está atrapada en un sueño y, algunas veces, se halla hipnotizada por sus propias fantasías y frustraciones. El sujeto perdió la capacidad de percibirse como alma; de observarse en el presente, el aquí y el ahora; olvidó su “facultad de aprehender la realidad de modo sensato”; no capta el instante claramente ni aquello que ocurre dentro de su mundo interior. Este principio inteligente se denomina en el auto-conocimiento como la “conciencia superlativa”.
En la actualidad, esta facultad del ser humano se diluye lentamente. Cada vez más le cuesta a uno discernir entre lo que es correcto y justo de lo que no lo es; igualmente, lo que es objetivo, importante y verdadero de lo que es subjetivo, trivial y falso. La ignorancia de sí atrae como efecto que uno no distinga lo que es noble, digno y recto en su existencia. El individuo desconoce muchas facetas de sí mismo. Toda persona sabe cómo se llama, dónde vive, cuándo y dónde nació. Sin embargo, esta desconoce el auténtico origen de sus sufrimientos, incluso sabiéndolo, muchas veces, es incapaz de trascenderlos con integridad. Del mismo modo, que uno no disfruta de paz interior, ni de un conocimiento cabal de las causas de las desgracias que acaecen en nuestra propia vida. En muchas ocasiones, el individuo se sorprende de cómo las personas que le quieren o le rodean lo ven o describen en el plano psicológico.
Si alguien se conoce a sí mismo, también precisa tener conciencia cabal de todos sus actos, de las causas y consecuencias de sus decisiones en la existencia. Asimismo, este requiere prevenir errores, no provocar dolor a los demás y, si fuera el caso, aprender de ellos para no repetirlos. Conocerse a sí mismo en todos y cada uno de los niveles del subconsciente implica dejar de acarrear contradicciones íntimas, miedos, angustias, preocupaciones, frustraciones,… debilidades psicológicas. Una persona que adquiere auto-conocimiento es alguien que disfruta de una verdadera salud e higiene mental, de felicidad y serenidad; goza de una relación plena consigo mismo y se relaciona dignamente con los demás y las circunstancias.
“La conciencia está siempre en el presente y, por lo tanto, no identifica ni repite, tampoco crea hábito”. (J. Krishnamurti. Dichos de J. Krishnamurti. Cap. Conciencia)
El objetivo del conocimiento de sí.
El auto-conocimiento es una práctica para formar “el Hombre verdadero” en el sentido más completo de la palabra. Un “alma humana” dueña de sus propios procesos psicológicos, con dominio de sí, consciente del verdadero significado de su existencia.
Esta obra no trasmite nada nuevo que no haya sido ya expresado por los grandes filósofos de la historia de la Humanidad. Ni el conocimiento de sí mismo puede estar reñido con el sentido común. El objetivo de esta enseñanza aplicada es que el estudiante vierta luz en su vida y en sí mismo; esta incida de modo reflexivo sobre sus auténticas necesidades materiales, anímicas y espirituales. Esta disciplina nace desde lo más íntimo de la persona con la vocación de descubrir quién es uno internamente y progresar desde la perspectiva humana. Este conocimiento aspira a que el alumno con su ejercicio diario aumente su nivel de atención plena. Un estudio que proporcione datos útiles, objetivos y herramientas psicológicas. Todos estos recursos permitan con la máxima sencillez despertar la verdadera naturaleza y belleza íntima, lo que cada uno carga de esencialmente humano.
El individuo tiene derecho a ser feliz; experimentar un auténtico bienestar alzado por pilares sólidos, objetivos y firmes, apoyados sobre los cimientos del alma. Donde uno comprende la impermanencia y relatividad de este plano material. Poco a poco, se destierre, a través de la propia comprensión creadora, el dolor, la ignorancia y la miseria interior. El auto-conocimiento no busca seguidores ni se compone de una enumeración de recetas de buena conducta o un compendio de códigos morales. Esta obra nace, por una parte, de una inquietud por compartir una larga trayectoria como formador en la práctica de la meditación y el conocimiento de sí. Asimismo, esta concentra la experiencia vivida a lo largo de los años de su ejercicio. Por otra parte, esta presente el anhelo de aportar ideas que conduzcan al estudiante a liberarse de la esclavitud psicológica. Además de contribuir a despertar su conciencia del sueño que provoca la existencia mecánica y los intereses propios. En ningún caso, pretende atar al individuo a dogmas que se petrifican en la mente o limitan su autonomía, libre pensar, ni privarlo de la responsabilidad de sus actos. El equilibrio, la sensatez y el despliegue oportuno de valores humanos son una necesidad individual y social. En sí mismo constituye un indicio de inteligencia práctica de la persona y de una sociedad humanamente avanzada. Estas cualidades intrínsecas al alma, entre otras, son indispensables en cualquier inicio por la vía espiritual, por lo que no deben ser confundirla con ella.
El sujeto que busca orientación a un desarrollo espiritual precisa previamente alcanzar cierta madurez, equilibrio y sentido común. En el campo del Ser, la enseñanza se centra sobre términos más ambiguos y desconocidos por la mujer y el hombre contemporáneos como son: el amor, la libertad, la verdad o la paz los cuales abarcan una esfera universal. Esto implica por parte de la persona una definición y voluntad más coherentes con respecto a su naturaleza anímica.
En un tiempo relativamente breve, las nuevas generaciones y los diferentes colectivos sociales, políticos y religiosos serán interpelados y confrontados por la cadencia de los eventos futuros a una profunda reflexión. La progresiva disgregación de la psiquis del ser humano en múltiples factores psicológicos e intereses materiales acarreará grandes dificultades de entendimiento entre las personas. Esto atraerá una diversidad de conflictos que se multiplicarán sinfín en todos los estamentos sociales y entre las mismas naciones. Esta situación obligará a los dirigentes políticos a buscar soluciones. El fundamento de estas últimas se hallará en un cambio de rumbo, de valores de la sociedad en general y del sujeto en particular. En ambos casos, el remedio se inicia con un conocimiento más objetivo y profundo del plano interior de la persona. Esto es una simple lógica de los propios hechos: “si el problema es humano, en él mismo reside la solución”.
Los valores se presentan como el primer paso para la transformación necesaria de nuestra sociedad, porque los valores guían nuestras acciones. En este sentido, se pone especial énfasis en la transformación, en oposición a la reforma. Para lograr una sociedad sostenible es necesario transformar nuestra relación con la naturaleza, con los demás y con nosotros mismos. Destaca la siguiente cita de Raimon Panikkar:
El momento histórico de las reformas […] se ha acabado […]. Es necesaria una transformación que equivale a un cambio radical de la manera de pensar y de vivir […]. Esta transformación heroica exige un giro radical de todos nuestros sistemas de valores”. (María Mestre Montserrat[1], critica del libro: GPS (global personal social), Valores para un mundo en transformación. Autor. Jorge Pigem)
Una reflexión necesaria.
La fuerza de los hechos obligará revisar la dirección hacia donde camina la sociedad moderna y tecnológica, recapacitar sobre sus carencias, desigualdades y conflictos. La ciudadanía precisa deliberar sobre la utilidad de una formación integral encauzada a formar “Hombres auténticos”[2]. Una educación fundamental que aporte discernimiento a la mente, un sentido único de la responsabilidad ético y el ser humano deje de sufrir por falta de iluminación interior.
De alguna manera, hoy en día, la humanidad se halla ante un nuevo reto. Al final de la Edad Media, el renacimiento revalorizó con sus ideas la sociedad y el concepto de Hombre. Este movimiento cultural y artístico constituyó un traslado de valores en el periodo de la ilustración que se hallaban concebidos y controlados por la iglesia y la nobleza. Este cambio propició el humanismo, la separación de poderes y la democracia. Asimismo, esta época necesita de una nueva revolución de las ideas, de los valores universales, de las relaciones humanas y del individuo consigo mismo. Toda persona precisa emanciparse de sus propios defectos y carencias de tipo psicológico. Abrazar un movimiento antropocéntrico inspirado en todos los conocimientos y todas las vivencias donde el punto de referencia es la verdadera naturaleza interior del Hombre. Esta aspiración se erija sobre la experiencia directa basada en la capacidad del individuo de observarse, descubrirse y comprenderse a sí mismo. Esto le permitirá entender al género humano, le facilitará el ponerse en su lugar, lo que llevará a una sociedad más justa, comprensiva e inteligente, en definitiva, más humana.
“Usted es su propio maestro. Estar buscando maestros no puede resolver sus propias dudas. Investíguese a sí mismo para encontrar la verdad adentro, no afuera. Lo más importante es conocerse a sí mismo”. (No Ajahn Chah. Obra: Reflexiones. Cap. El Maestro)
Tabla de ilustraciones.
Pág.- 2. El grabado Flammarion es una obra de un artista desconocido. Se le denomina de este modo porque su primera aparición documentada está en el libro editado en 1888 por Camille Flammarion, titulado L'atmosphère: météorologie populaire. El grabado se halla en la página 163. Esta ilustración metafórica alegoriza la búsqueda de conocimiento científico y místico más allá de las concepciones establecidas por los dogmas.
El pie de la ilustración reza: Un peregrino medieval cuenta que había encontrado el lugar en el que el Cielo y la Tierra se encontraban.


La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog.
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[1] http://www.ecologiapolitica.info/?p=4160
[2] Revisar los ejemplos, testimonios y las enseñanzas de hombres y mujeres como son Gandhi, Mandela, Teresa de Calcuta,… En suma, todos estos benefactores de la humanidad que transmitieron unos valores y principios dignos de aprender y enseñar a cualquier persona. Independientemente de su nacionalidad, credo o condición social.

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