miércoles, 12 de octubre de 2011

El factor Esencia

La Esencia es el elemento fundamental de la constitución psicológica de la persona, de su posterior ordenamiento y construcción interna.
Este factor es una porción de alma libre de condicionamientos; contiene el principio inteligente y, de forma latente, todas y cada una de las cualidades que le son propias. Este principio rector, integrador, se denomina “la conciencia superlativa del Hombre” y está comprendida en la Esencia en su misma proporción. Por tanto, el ser humano posee tanta conciencia libre como Esencia.
Con el primer aliento, la Esencia se incorpora de forma definitiva en el niño recién nacido. Ésta es su auténtica realidad, la intimidad misma de la persona, por la cual la criatura refleja su belleza, pureza e inocencia.
En esta porción de alma libre se halla el potencial humano del individuo.
En los primeros años de vida, el infante manifiesta su verdadera naturaleza en la medida que su personalidad no está definida.
Generalmente, en un niño de corta edad se aprecia un halo de sencillez, una gracia particular que atrae las sonrisas y felicidad de quién le rodea.
El asombro por la flor, los bichitos, el interés por las cosas que rodean al niño, recuerda los momentos cuando la inocencia de su Esencia se reflejaba en la transparencia de su mirada. En su corta edad, los infantes irradian una gran cantidad de atributos innatos, popularmente conocidos como cualidades del corazón que, reflexionando, se pueden vincular a su inteligencia emocional incipiente.
Sin embargo, a medida que los escenarios surgen en su existencia, paulatinamente se vislumbran actitudes que se alejan de esta naturaleza cándida. Situaciones donde el niño reacciona con insolencia, celos, ira porque un deseo no se satisface, envidias, impaciencias, intolerancias, miedos, etc. En estos momentos, los asistentes pueden percibir el cómo se establece en este niño la conciencia embotellada o factor Ego, el cual influye y refuerza la formación de su personalidad.
La consecuencia de la lógica inmadurez de la infancia es que el desarrollo del alma libre y sus principios innatos se detienen a una edad relativamente temprana.
Tal como hemos expuesto en el tema del factor personalidad, la carencia de un proceso de reflexión íntima impide al infante discernir lo que es recto y conveniente en su propia formación psicológica.
El desconocimiento de estos factores psicológicos en padres, profesionales de la salud y de la sociedad en general, agudiza y acelera la imposición de patrones de conducta. El niño se carga de reglas, normas y moldes mentales tal como se ejercen en su entorno familiar, social, cultural o religioso y los asume como una forma de ser, vivir, pensar,… apartada de su auténtica realidad.
Esta es la causa principal por la cual la personalidad del individuo es ajena a los principios anímicos y la conciencia superlativa del ser humano queda dormida o latente como una semilla que espera un estímulo o impulso para iniciar su desarrollo.
La Esencia, a pesar de las dificultades, se manifiesta en diversas ocasiones en todo individuo.
La expresión de la conciencia es de naturaleza sutil, lacónica, liviana y efímera. Habitualmente, la mente la desconoce o ignora por esta característica. La conciencia se revela, y lo hace de forma puntual, en contraste a la información facilitada a la mente por los sentidos. El intelecto elabora sus conceptos en función de la calidad de las sensaciones recibidas, las cuales son más o menos persistentes. Los pensamientos, emociones, apetitos, deseos,… generados por la propia mente suelen impregnarse de esta propiedad y la parte racional del individuo se familiariza con esta naturaleza sensual. El intelecto muestra duda o incomprensión ante la revelación espontánea y lacónica de la conciencia, tal como la corazonada, inspiración, imaginación creadora, idea inteligente.
Sin embargo, en alguna ocasión el ser humano tiene una vivencia trascendente, que no reconoce pero que deja una huella fuera de lo común, ordinario o habitual. Todos los hombres han experimentado a través de una intuición, un sueño, un instante excepcional, con un estado de conciencia particular que le interpeló especialmente y, en algunos casos, se depositó una inquietud de tipo espiritual e íntima.
Una noche estrellada donde el misterio de la Creación ha invadido a quien la contemplaba, una puesta de Sol en la soledad, la belleza del amanecer que irrumpe la oscuridad, el nacimiento de un hijo, un grave accidente o enfermedad,… Las posibles “tomas de conciencia” de una realidad o dimensión trascendente son innumerables e imprevisibles, una vivencia particular y propia de la conciencia del individuo que la experimenta.
Todo ser humano ha tenido, alguna vez en su vida, unos instantes mágicos en los cuales se ha sentido atraído por lo Eterno, lo Profundo, lo Infinito.
Estas experiencias en lo más íntimo de sí mismo son las que avivan este factor Esencia e impulsan inquietudes, plantean interrogantes sobre el sentido de la existencia, sobre su auténtica realidad como ser humano, el porqué del sufrimiento, la muerte, etc. una multitud de preguntas que sólo la presencia y el desarrollo de la conciencia libre permiten investigar.
Es obvio que el factor personalidad considera estas reflexiones vanas y sin importancia y las relega o abandona en cuanto sus intereses vuelven sobre el escenario de la vida. Por el contrario, en el caso que la persona sienta con profundidad estas vivencias íntimas y se ocupa de ellas, nacerá en su interior un anhelo por comprender el mundo que le rodea, a sí mismo y empezará una búsqueda interior por conocerse y hallar respuestas a todas estas cuestiones que han conmovido su corazón.
La conciencia o Esencia libre de todo ser humano empieza su desarrollo cuando realiza un esfuerzo consciente sobre sí mismo por aprehender su auténtica realidad.
La disciplina de la meditación y el conocimiento de sí son herramientas que proporcionan una didáctica encaminada a que el estudiante con su práctica adquiera suficiente independencia psicológica del factor Ego y progrese en la emancipación de su conciencia.
El desarrollo de la Esencia es posible en la medida que se comprende de forma cabal los agregados psicológicos que la encarcelan en todos los niveles del subconsciente. El esfuerzo que el auto-conocimiento presenta es aquel que se dirige intencionalmente sobre sí mismo. No sería posible despertar la conciencia a la humildad si, previamente, no se aprehende los entresijos mentales del orgullo, su razón de ser, sus mecanismos de actuación en la existencia. Se puede enumerar una gran cantidad de elementos impropios del hombre o Egos que embotellan su psiquis, tal como el odio, resentimiento, rencor, la venganza, aversión por el prójimo y que limitan el libre fluir de la fuerza de la compasión de la Esencia.
Todos los valores humanos innatos que en su día vieron la luz en el niño se hallan, lamentablemente, procesándose en virtud de su propio condicionamiento en el adulto.
A medida que estos factores subconsciente y subjetivos del mi mismo se disuelvan pacientemente, resplandecerán los valores de la conciencia superlativa del Hombre y su auto-conciencia le alumbrará en su existencia.
El factor Esencia es lo más noble que el ser humano posee, el tesoro del evangelio que las personas olvidaron en el fondo de su psiquis, el genio encerrado en la lámpara de Aladino, la luz o voz interior que desterrada es incapaz de enseñar el camino del alma.
 
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