El centro instintivo.
Introducción.
La función
instintiva se asocia con el sistema nervioso autónomo o vegetativo y el hipotálamo
junto a otros componentes que pertenecen a una estructura fisiológica compleja.
El centro de gravedad psíquico se halla en la parte baja de la médula espinal. Normalmente,
este opera sin un control racional y es clave para la supervivencia del
organismo. El instinto trabaja de forma estrecha y coordinada con las funciones
motora y sexual, estos comparten varios elementos en su constitución biológica.
El instinto se define como un conjunto
de propiedades, funciones y pautas fisiológicas que se transmiten genéticamente,
y que contribuyen a la preservación de la vida del individuo y de la especie.
Este es innato; La supervivencia o conservación de la vida del organismo se
rige por ella misma y sus características. Es decir, ésta requiere por
definición auto-mantenerse (homeostasis) y el individuo que la disfruta,
igualmente, necesita cuidar de ella si no desea perderla. La palabra instinto proviene
del vocablo latino “instinctus” que
significa “lo que te instiga de dentro”.
En el ámbito
psicológico, este centro es poco conocido. Sin embargo, desde la perspectiva del
bienestar integral es indispensable prestarle la atención debida para advertir
cómo se desenvuelve y aprehender sus propiedades. El ser humano por su inconsciencia
influye sobre él de forma inapropiada, altera su funcionamiento natural,
provoca efectos indeseables para su salud y erosiona sus asientos vitales.
Este centro se
halla presente desde el primer momento de la concepción. El gameto fecundado
posee las claves de la vida y estas se desarrollan con una precisión asombrosa
hasta la formación completa del futuro bebé. Este proceso de la construcción del
ser humano se halla bajo la dirección de este centro. Por consiguiente, en el
momento del nacimiento, este centro está prácticamente desarrollado[1]
y en los primeros años, el instinto es el eje primordial de la existencia del
niño. Este es inherente a la vida. El bebé respira, llora, tiene hambre, mama,
digiere,… y, según pasa el tiempo, todas sus experiencias y acciones quedan
registradas en el subconsciente.
Cuando este centro no opera
correctamente, de modo inmediato, surgen los problemas de salud. El estudio de
esta función es vital cuando el estudiante anhela establecer una constitución
psicológica que respete el equilibrio de su propio organismo y disfrutar de una
vida saludable. El conocimiento de su buen uso evita errores y descuidos que
provocan el deterioro del cuerpo y acarrean enfermedades.
El
centro instintivo.
El instinto
orquesta todos los mecanismos biológicos y recursos vitales necesarios para mantener
vivo y sano al organismo. De esta manera, el ser humano desempeña las tareas y
actividades que le son propias sin ocuparse directamente de sus constantes y
funciones vitales. Por ejemplo: Una persona está sentada cómodamente en su
sofá, lee tranquila un libro que le emociona. Paralelamente, el centro
instintivo gestiona, la respiración, hace media hora que terminó de comer, por
lo tanto, está digiriendo; Sostiene una taza de café con la mano y toma un
trago de vez en cuando, al mismo tiempo, escucha música. Todo esto se procesa
sin la intervención del pensamiento. Uno no se ocupa de modo voluntario ni
racional de recibir y enviar señales hacia los pulmones, bronquios, corazón,
estómago, intestinos, vesícula biliar y un largo etcétera. Todo esto es controlado
por la función instintiva.
Este centro se encarga: Del aparato
respiratorio, sistema endocrino, digestión, sistema excretor, circulación de la
sangre, sistema inmunológico, de los sentidos y las sensaciones, etc. Esta
función asume todas los procesos bio-químicos del organismo, es autónoma, automática
e inconsciente. Esto significa que si alguno de sus componentes no funciona
correctamente o sufre una agresión externa, el cuerpo humano se resiente en la
medida de su importancia. Asimismo, este daño acarrea una reacción del estado psicológico,
anímico, de la persona que afecta su modo de relacionarse con su entorno. El
instinto está conectado a los demás centros o cerebros neurálgicos del sistema
nervioso: El intelectual y el emocional.
Este centro se
caracteriza principalmente por ser el arquitecto de la vida humana. El código
genético de cada especie se halla depositado en las células reproductoras[2].
Una vez unidos los gametos, masculino y femenino, se despliega tanto el vigor
como la inteligencia de la vida. Todas las características genéticas del futuro
ser humano están presentes en el primer instante de la fecundación. La división
celular construye los primeros elementos de la transformación biológica que,
paso a paso, formará al futuro bebé. Esta acción vital y sabia de la naturaleza
instintiva del Hombre es lo que se entiende en el auto-conocimiento como centro
instintivo. Este último queda codificado en el huevo o zigoto, elabora el
embrión, feto y, finalmente, al bebé. Esta función crea la vida y es su
artífice, del mismo modo, que ésta desaparece cuando el instinto vital es
incapaz de conservarla. Igualmente, es el eje de los instintos básicos de: Conservación
de la vida, maternal, sexual y supervivencia que, en caso de necesidad, surgen del
subconsciente.
A consecuencia que, desde el primer
instante, la función instintiva impulsa la vida y la sostiene, ésta se aloja en
el subconsciente o inconsciente[3].
Este hecho proporciona una estrecha relación entre ambos. El centro instintivo es
parte del subconsciente de la psiquis del sujeto, son sus cimientos y sobre éstos
se apoya toda la estructura psicológica del individuo.
“Hoy en día, sabemos que el bebé nace con
un gran potencial y que está en las manos de sus padres el aprovechar de esa
oportunidad en el proceso de maduración del bebé. Para que este potencial se
desarrolle al máximo de la forma más adecuada y satisfactoria, el juego es la
mejor manera de estimular a un niño. Además es importante que el niño este bien
alimentado y se sienta cómodo. Los padres deben ir aprendiendo a leer el
comportamiento de su bebé y a respetar sus necesidades.” (Rosina
Uriarte Álvarez. Manual de estimulación temprana. Esos preciosos primeros años)
La
relación entre el centro instintivo y el subconsciente.
La conducta
humana elabora muchos patrones que responden a factores instintivos. Por medio
de las experiencias, el sujeto asume comportamientos que son adoptados en
origen por el instinto a través de la vía de los sentidos y las sensaciones. Este
ignora que ciertas pautas son aprendidas por imitación o nacen de una progresiva
alteración particular del instinto que se convierten en hábitos y, más tarde,
se racionalizan. La persona piensa y siente que son opciones voluntarias,
decisiones que él determina con plena autonomía. Sin embargo, estas se subordinan
al entorno, no son libres y, mucho menos, conscientes.
Se
expone un ejemplo para entender mejor este hecho: Un lactante se amamanta del
pecho de su madre. Este puede hallar bienestar por tres causas:
- Colme su necesidad de hambre.
- El instinto de éste halle de su agrado tomar leche, porque esta última le gusta.
- Asimismo, el contacto con el pecho y el cuerpo de la madre sea agradable.
Estos tres supuestos, pueden darse o
no. Ciertos individuos rechazan tanto el alimento como el pecho, aunque esto no
es lo común. En todo caso, los tres supuestos establecen una relación en algún
sentido con la madre y el alimento. Todo lo concerniente a la alimentación del
bebé forma parte de sus primeras vivencias, del mismo modo, que cuando se lava,
viste,… mima o no. Este vínculo se crea a través de los sentidos y se registra en
el subconsciente de los centros instintivo y emocional.
Para simplificar, se profundiza en
el segundo supuesto. Si el niño pide más alimento del que necesita y su madre
accede a una sobrealimentación, esto puede originar una alteración del instinto.
A la larga, esta irregularidad se cristaliza en esta función como un hábito.
Sin embargo, si ella no permite este exceso, el instinto del bebé se acostumbrará
a una nutrición idónea, aunque llore durante un tiempo. De hecho, la estrategia
del chupete es común para sustituir la sensación de amamantar o del biberón. En
estos días, es frecuente ver a niños de corta edad con un peso excesivo. Una
circunstancia producida por una alimentación inadecuada que se inicia en los
primeros meses de la existencia y que altera el instinto con respecto a su
equilibrio nutritivo.
A la inversa, un niño puede rechazar
el alimento o perder su interés por él debido a alguna causa desconocida ligada
al instinto. Sea por una carencia de sensación agradable de los alimentos que
ingiere o una experiencia negativa en el momento de alimentarse: una
indigestión, esté enfermo, el alimento le provoque un dolor por una
malformación, etc.
Estas situaciones, más adelante, se
modificarán o no a través de otras experiencias. Sin embargo, en el
subconsciente dejarán una huella, con consecuencias o no, en la vida racional
del sujeto.
¿Qué se deduce de estos hechos?
Uno concluye que, en los primeros
años, la existencia del ser humano está íntimamente ligada al plano instintivo.
Los sentidos y, por lo tanto, las sensaciones son la base de su relación con el
mundo exterior y estas, a su vez, conforman su vida psicológica. El bebé y, más
tarde, el niño perciben todo lo que le rodea, son sus vivencias y el instinto[4]
lo registra en el subconsciente con una cualidad subjetiva de: Agrado,
desagrado o indiferencia. Esto inicia una relación con el entorno sobre el
fundamento de lo que gusta (satisfacción) o no (insatisfacción), origina
emociones de la misma naturaleza que acomodan una conducta recurrente. Esta última
se cristaliza en una pauta del comportamiento, normalmente, de aceptación o de rechazo.
Cuando el niño empieza a hablar, éste asigna conceptos a sus vivencias, las
racionaliza sobre esta base. Esto implica que progresivamente estas
experiencias, gustos, disgustos, sensaciones, emociones,… se trasladan al
intelecto: Se verbalizan y piensan. Según el infante crece, las prioridades, la
educación, el entorno,… atraen su atención hacia otras necesidades y
experiencias que pueden o no solapar, transformar u olvidar las anteriores en
el subconsciente.
Esto conlleva una reflexión de la
inherente influencia de este centro sobre la psiquis. El auto-conocimiento revela
que muchas de las tendencias y carencias psicológicas del individuo se muestran
y/o determinan desde la más temprana edad. Por ejemplo, aparecen defectos en
niños de muy corta edad como: El egocentrismo, miedo, apego, la envidia, cólera,
gula, impaciencia, los celos,… Éstos, cuanto más se manifiestan, más se arraigan
en la parte subconsciente de la mente. Un infante de uno a tres años puede
expresar celos o envidia de su hermano/a, padre o madre. Este observa que la
atención y los cuidados se dividen o no son dirigidos exclusivamente a él y, por
instinto de conservación, muestra su rechazo a que su madre los manifieste a
otra persona.
Existen infinitas actitudes en los
niños de esta edad que a pesar de no gozar de un soporte racional ni del lenguaje
indican con determinación lo que desean. Muchos de estos comportamientos
denotan una falta de valores humanísticos; Son respuestas instintivas, motoras
y afectivas inconscientes, impropias de una conciencia humana que, por su
condición, el niño carece. Estos defectos del párvulo, que se identifican como
subjetivos y circunstanciales, generan errores en su conducta. Más adelante, cuando
éste alcance la juventud o madurez tendrá que comprenderlos en un proceso de conocimiento
de sí, en el momento que anhele un equilibrio psicológico en la existencia.
Muchas de estas respuestas y vivencias se convierten con el paso del tiempo en
un condicionante solapado e ignorado por su propia personalidad.
“Estas experiencias tempranas tienen efecto
de por vida. Aun cuando el niño no recuerde lo que en realidad pasó y le falten
palabras para darle forma en su mente, la sensación perdura. Aprende que puede
contar con la gente o que no puede; que se le permite intentar hacer cosas, o
que estará constantemente impedido. Estas particularidades persisten y se fijan
en el ser como parte de la personalidad”. (Su niño de uno a seis
años. Departamento de Salud, Educación y Bienestar de EEUU. Richard H. Granger.)
Paradójicamente, el mismo niño, en
otros instantes, se comporta con unos atributos éticos admirables, demuestra: Ternura,
generosidad, sensibilidad, humildad, gratitud, tolerancia, sencillez,… Todos
estos valores pertenecen a un orden de conciencia superior y universal; Facultades
esenciales y propias del Hombre, lejos de los instintos y de la inconsciencia.
Estas dos naturalezas conviven en el
párvulo y, según las circunstancias son propicias, se expresan en él. El
instinto es un centro que rige su función de forma automática, inconsciente y
recurrente. Estas propiedades son necesarias para la gestión de todos los
procesos vitales del cuerpo. Sin embargo, las respuestas irreflexivas y
subconscientes no son apropiadas ante los complejos entresijos de la existencia
y la convivencia en sociedad. Esto implica una educación revertida sobre los
aspectos universales y valores éticos que son intrínsecos de la Esencia del
Hombre y que todo recién nacido carga en su interior[5].
Esta falta de educación y
conocimiento de la función instintiva genera, en muchos individuos de diversas
edades, graves problemas de salud y desequilibrios psicológicos.
La
desnaturalización del instinto.
Existe una relación directa entre: El
instinto, subconsciente y la dependencia tanto física como psicológica a
ciertos hábitos que se arraigan en el individuo que los ejerce. Es decir, una
vez que éstos se instalan es muy difícil abandonarlos. Estas conductas tienen
el grave inconveniente de deteriorar el organismo y condicionar la existencia
de la persona. El consumo de: Tabaco, alcohol, estupefacientes, sobrealimentación
o trastornos de ésta, etc. crean adiciones o conductas que se subordinan a las
sensaciones y los apetitos. Estas pautas se originan en el centro instintivo y se
enraízan en la zona subconsciente de la mente. Aunque la persona inicie su consumo
por una causa vinculada a otro centro o se atribuya a elementos ambientales y
sociales. Por ejemplo debido a la imitación, los estados emocionales o las ideas
preconcebidas[6].
Se expone el
caso del tabaco. La nicotina es una droga que en sí misma crea una adicción, la
cual es superada por muchos individuos, mientras que otros se sienten incapaces
de conseguirlo. ¿Cómo se asienta esta dependencia? Ciertamente en la primera
calada a un cigarrillo, el instinto reacciona con un rechazo claro al humo.
Este centro se encarga de avisar que lo consumido es nocivo; Advierte que los
pulmones no están dotados para respirar el humo ni la nicotina y demás componentes
que se hallan en un pitillo. Sucede lo mismo cuando uno respira la humareda que
sale del tubo de escape de un viejo camión. Si uno repite dicha acción llega un
momento que el centro instintivo se adapta. El acomodo de esta sustancia en el
cuerpo implica una desnaturalización de esta función. Este hecho significa que el
instinto modificó ciertos mecanismos biológicos para aceptar esta sustancia.
Esto se registra en el subconsciente. La realidad es que cuando hay adaptación
orgánica a un compuesto, paralelamente, se inicia una dependencia que al
principio es pequeña o imperceptible y aumenta con el consumo. Eso significa
que la sensación de bienestar que pudiera uno sentir a través de la ingesta de nicotina
se ha convertido en una necesidad. Esta última es la adicción que la persona
sufre. La singularidad de este proceso es que difícilmente se estabiliza. Según
uno la consume, la necesidad es mayor, por lo que la dependencia se incrementa.
Esto se configura como un ciclo donde la persona precisa cada vez más nicotina para
sentirse satisfecho. La prueba es que muchos sujetos sólo quieren consumir un
determinado números de cigarrillos. Sin embargo, éstos fuman más de lo que
desean. Del mismo modo que muchas mujeres embarazadas quieren renunciar al tabaco
por recomendación facultativa pero no lo hacen. El fumador pierde voluntad y
libre albedrío ante el desequilibrio instintivo que él mismo ha provocado. La
adicción impide a muchas personas dejar de fumar a pesar de las graves
consecuencias que éstas padecen por esta circunstancia, incluso con el riesgo
de perder la vida.
Esto mismo sucede con el alcohol o
la ingesta habitual de exceso de comida porque el instinto previene cuando hay
que parar de comer; Ocurre igualmente, con los potentes narcóticos (cocaína,
heroína,…) que tienen la propiedad desde el primer momento de alterar los
estados de conciencia y los centros fisiológicos. Estos reducen la capacidad de
reacción del instinto. Aunque una vez que se disipan sus efectos, éste indica
netamente que la sustancia ingerida crea un perjuicio a nivel biológico y
psicológico. Esto se conoce como: Las resacas, pérdidas de apetito, los lapsus
de memoria, la ansiedad por volver a tomarla, el trastorno del sueño, etc.
Cuando una persona modifica voluntariamente
la función instintiva que rige el equilibrio biológico del organismo, ésta
acarrea una complicación de la existencia. El individuo altera por medio de un
abuso o mal-uso su armonía orgánica y psicológica. Este hecho, en algún instante,
se transfiere a la vida cotidiana. Cuando la búsqueda y disfrute de una sensación
se repite, esta actitud termina siendo una costumbre y se asienta en el
subconsciente. En muchos casos, los razonamientos, sentimientos y la voluntad
de volver al estado primitivo no son suficientes. Para superar una adicción, la
persona precisa de una gran determinación, comprensión de sus causas reales y
consecuencias; Finalmente, de ayuda externa dirigida por profesionales. Esto lo
experimentan todos los sujetos afiliados a la asociación de alcohólicos
anónimos y centros de rehabilitación de drogodependientes. Aun más, el peligro
de volver a caer en el hábito nunca desaparece debido a que el subconsciente permanece
alerta a la necesidad latente de esta sustancia en el instinto.
Los
sentidos, las sensaciones y el instinto.
Asimismo, existe una gran cantidad
de problemas de sobrepeso en un porcentaje creciente en la población Occidental.
A pesar de las advertencias de las organizaciones de la salud, la determinación
de las personas por controlar su apetito o seguir dietas, estas fracasan en su
cometido. Muchas pierden peso y unos meses más tarde, lo recuperan, incluso lo
aumentan. La base de estos desequilibrios reside en una carencia de conciencia y
de atención cabal a cómo funciona este centro y su relación intrínseca con los
sentidos y las sensaciones.
La sensación, a
través de los sentidos, el gusto y apetito son alterados con facilidad por
cualquier sustancia que uno ingiere y le gusta, atrae, aunque no sea adictiva.
El proceso se produce porque uno lo toma reiteradamente y no presta la
suficiente atención a que cada vez precisa de una cantidad mayor para alcanzar
la misma satisfacción. Por ejemplo: el azúcar, el café, chocolate, etc.
Los gustos,
sabores y olores[7],
de igual modo que las cantidades, son culturales. Normalmente, estos se adoptan
desde la infancia. Lo común es que al niño le guste y satisfaga la comida que con
cariño elaboró su madre o la persona que lo crió. Al menos que ésta sea un
desastre cocinando. Por dos causas:
1.
Estas comidas son las primeras que consume y el
niño descubre los sabores a través de ellas.
2.
Este come todos los días, es decir,
repetidamente la misma dieta. Esta sensación o sabor se registra en el instinto
y, por lo tanto, en el subconsciente. El gusto del infante se familiariza a las
comidas por adaptación ambiental que, en realidad, se constituye como un
condicionamiento de las sensaciones.
“La importancia de la estimulación en esta
fase de la infancia se pone de manifiesto en aquellos casos en que su ausencia
(en niños abandonados y posteriormente adoptados, por ejemplo), provoca no ya
retrasos en el desarrollo y adquisición de ciertas habilidades (del lenguaje,
de aprendizaje, etcétera), sino determinados rasgos de carácter que persistirán
en etapas posteriores”. (Tesina de María Eugenia Rubio.
Universidad nacional de Rosario. Argentina)
El
instinto de un bebé no está adaptado y, consecuentemente, reacciona de modo
natural y espontáneo cuando detecta tanto un sabor intenso u olor desagradable.
Poco a poco, este se adapta, lo común es que el niño rechace sabores fuertes,
como el picante, lo amargo, ácido o agrió, salado y acepte o desee el sabor
dulce y suave. Según el niño crece, los sabores se matizan, llega un momento
que debido a la educación y experimentación se amplían. Un adulto debe ser
capaz de comer aquello que le ponen en el plato. El instinto, a través del olor
y sabor, indica si un alimento no se halla en estado de consumir.
A temprana edad,
los niños adquieren hábitos alimenticios, sobre todo en aquello que aceptan o
rechazan comer, basado en el capricho infantil. Si estos últimos no son
rectificados a través de una formación inteligente quedan establecidos como
manías que la misma persona adulta justifica con argumentos de todo tipo. Sin
embargo, muchas de ellas son vistas por los demás como extravagancias,
disparates, alimenticios que complican la existencia a la misma persona y a
quien convive con ella. Incluso con el tiempo, estos hábitos inadecuados
generan problemas de nutrición.
Esto conlleva a
la reflexión sobre estos prejuicios que uno acarrea sobre la comida y que
sustentan ciertos defectos de tipo psicológicos anclados en el instinto; Es
necesario considerar la escasez de alimentos que sufre una gran parte de la
humanidad y captar, humildemente, que uno en unas condiciones de vida de
penuria abandonaría estos recelos alimenticios. Estos últimos se edifican por
una carencia de instrucción de los sentidos, las sensaciones y una falta de
necesidad real de comida.
El instinto de
conservación de la vida y de supervivencia sobrepasa todos los
condicionamientos y prejuicios elaborados por las experiencias sensoriales: Agradables
o desagradables. En caso de extrema necesidad, el hambre impone al individuo sus
propias pautas, las reglas del instinto. En estos casos, sólo los valores
humanos y el auto-control guían al individuo a mantenerse digno e integro a la condición
humana.
La relación
entre centro instinto, sentidos y sensaciones es muy relevante en la existencia
de la persona. El individuo percibe la vida a través de sus sentidos. Cuando un
individuo carece de un sentido o está limitado, por ejemplo: la vista o el
oído, tiene un impacto determinante en su existencia. Cada sentido proporciona
una información valiosa de la realidad circundante. Las bases del conocimiento
racional se establecen a partir de estos datos aportados a la mente. Si alguna vivencia,
por ejemplo, dolorosa se enraíza en la memoria o el subconsciente, ésta afecta
al instinto. Los sentidos crean las sensaciones que recibe la mente pero si
interviene el recuerdo a nivel instintivo, éstas son falseadas y el juicio que
la persona concluirá será erróneo. La interpretación de la realidad a través de
unas sensaciones condicionadas por ciertas experiencias provoca errores de percepción
en el sujeto. En muchas ocasiones, uno capta escenarios con sus sentidos, a
partir de éstos uno piensa, razona y concluye supuestos que nada tienen que ver
con la realidad. Uno se sorprende de cómo interpreta ciertos escenarios de la
vida. Por ejemplo, muchas sensaciones se convierten en deseos, miedos, apegos,…
En este sentido,
la meditación es una disciplina que restablece el orden y objetividad por medio
de la comprensión de las sensaciones que son manipuladas por el pasado. Este
tema se desarrollará más adelante por su importancia a la hora de instaurar una
relación correcta y equilibrada con el mundo exterior y su influencia.
La carencia de conocimiento e
instrucción sobre las sensaciones y los deseos pueden arrastrar a una persona a
conductas compulsivas para la satisfacción a éstas. A las comentadas
anteriormente se incluyen: El voyeurismo o mirón, la cleptomanía, ludopatía,
nuevas tecnologías (móvil, Internet, video-juegos,…), etc. Todas estas pautas
se inician por diferentes causas en cada individuo pero se tornan en un
problema psicológico e, incluso en una patología. La desnaturalización de las
sensaciones y de la misma función instintiva es una consecuencia de la búsqueda
de satisfacción recurrente que se instala de modo automático. Una vez asentada
acarrea una pérdida de control racional y emocional, asimismo de libertad e
inteligencia práctica.
Diferencia
entre el instinto y la intuición.
En muchos tratados se alude al
instinto como sinónimo de intuición. Desde la perspectiva del auto-conocimiento
estos son dos aspectos distintos tanto en origen como en la función que
desempeñan cada uno dentro del ser humano.
La intuición se corresponde con el corazón.
Esta emana de un conocimiento superior y transcendental de uno mismo y del
mundo que rodea al individuo, en los últimos tiempos se denomina “Inteligencia emocional”. Este tema se
ampliará cuando se profundice sobre los centros superiores del organismo. La
intuición no es educada ni aprendida a través de un discurso ni puede ser
impuesta. Es el resultado de un proceso de comprensión de la realidad del
Hombre en sí mismo y de la adquisición de conciencia de la propia trascendencia.
La intuición es la expresión de la inteligencia práctica y de los valores del
corazón debidamente ejercidos como respuesta a una contingencia íntima o exterior.
En confrontación con el instinto, este
último se relaciona con los principios biológicos, sistemas y respuesta programados
por la propia vida para auto-mantenerse activos. Esto se ha descrito a lo largo
del texto. La inteligencia de la vida o el instinto requiere ser respetado y,
en el caso, que se precise ser reconducido o educado se debe recurrir a la
intuición o inteligencia práctica. El discernimiento proporciona el adecuado
equilibrio entre la necesidad y su satisfacción y la humanidad intrínseca que
rige todo ser humano. El instinto se expresa para indicar que una comida será
indigesta pero no revela que un compañero en el empleo acarreará un problema
profesional. Este último conocimiento es propio de la intuición o corazonada.
Conclusión.
El estudio y equilibrio de este
centro requieren de una observación sobre sí de calidad que adviene con una perseverante
práctica. Esto es debido a que el centro instintivo se halla ubicado en la
parte más subconsciente de la mente y para captar su acción independiente uno precisa
de cierta habilidad en el manejo de la atención. Tal como se ha comentado a lo
largo del texto persisten en la conducta personal pautas que se originan en
esta función. Estas impregnan la personalidad, son asumidas por el sujeto de
modo racional y justificadas con la propia lógica, incluso de modo sofisticado.
Por ejemplo:
ciertos casos de intolerancia a la diferencia; Ataques de ira que golpean, incluso
a las personas queridas; Impaciencia ante las necesidades fisiológicas que se
precisan satisfacer (hambre, sed, cansancio, higiene, sexual,…); Reacciones
propias del instinto que se denomina “irritabilidad
(biológica)” por ser respuestas a elementos ambientales irreflexivas y
automáticas que se alojan en el subconsciente. Asimismo ocurre en el ámbito
psicológico y la percepción de falta de seguridad que uno vive con miedo,
etcétera. Esto significa que parte de la estructura biológica causa en la
psiquis inmadura una complejidad añadida en ella.
La carencia de
reflexión íntima e inexperiencia del individuo propician el mal-uso o abuso de
este centro que, paralelamente, precisa ser educado rectamente con un estado de
atención cabal. La educación de este centro se encausa en la capacidad de la
persona en controlar sus necesidades básicas y apetencias por medio de la
inteligencia práctica. Por ejemplo, un niño de corta edad requiere aprender a
manejar sus esfínteres para ir al cuarto de baño y abandonar los pañales.
También, éste se concentra sobre sus apetencias y deseos y los padres se
esfuerzan para enseñarse la moderación o renuncia, según el caso, y conductas
dignas de la vida en convivencia. Esto no debería ocurrir en un adolescente o
joven. Si las circunstancias lo requieren, éste precisa dominar su apetito en
el caso que surge el hambre y no puede complacerlo en ese momento o cualquier
deseo del instinto que sea inadecuado. Si una persona está en un buffet libre
comerá lo que necesita con la moderación que le dicta el mismo instinto. Esta
función observada con objetividad y la comprensión de sus carencias conlleva a
la cualidad de la templanza. Una virtud propia de la sensatez que maneja debidamente
la voluntad y no ejerce una represión o frustración en este centro. Con el
tiempo, estas pautas represivas del instinto sin discernimiento producen
problemas de tipo psicológico, como son las actitudes compulsivas anteriormente
descritas.
Igualmente, sucede con el control
sobre el sueño. Ciertos individuos duermen diez horas diarias y otros cinco; Unos
se acuestan a las cuatro de la mañana y se levantan a los doce del mediodía de
forma regular; Otros, por razones de trabajo, cumplen con turnos u horario
irregular, lo que genera una pérdida de sueño o esté descompensado. De forma
obligada por la situación personal o debido a una costumbre determinada por la
propia satisfacción, éstas son causa o producto del mal-uso del instinto y
acarreará sus efectos en algún que otro momento. En este sentido y en otros
mucho más campos, la educación de este centro es indispensables para gozar de
una buena salud y envejecer dilatando las reservas vitales que la sostiene. No
prestarle atención al instinto es anticipar la debilidad física y el
envejecimiento, deteriorar el sistema inmunitario y convertirse en una persona
de riesgo a cualquier enfermedad.
La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog.
La obra se halla, tanto en versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se entregarán a la dirección indicada con la garantía que te ofrece esta plataforma. Aquí tienes el enlace.
https://www.amazon.com/gp/product/B08Q8SFNHV?ref_=dbs_p_mng_rwt_ser_shvlr&storeType=ebooks
Para más información, en este mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020, o en las misma página de Amazon.
[1] Esto
contrasta con los demás centros: Intelectual, emocional, motor y sexual. Estos
empiezan su desarrollo a diferentes momentos de la existencia del niño. La
primera función en registrar actividad es la emocional, poco a poco, sigue el
motor. Cuando el cerebro del niño biológicamente madura capta los fundamentos
del lenguaje y comienza la facultad de hablar y pensar, finalmente, será el
turno de la actividad sexual con la pubertad.
[2] Los gametos sexuales hombre-mujer son confeccionados
por el sistema reproductor del cuerpo humano, donde intervienen los centros
sexual e instintivo.
[3] En
este tratado, el subconsciente, inconsciente e infra-consciente se consideran
sinónimos. Aunque en realidad son diferentes niveles de la mente que el
individuo difícilmente observa dentro de sí mismo. Esto es similar a mirar
hacia abajo desde la boca de un pozo, todo está oscuro. Estos términos indican
diferentes profundidades del pozo. Sólo quien dispone de una capacidad de
observación desarrollada puede percibirlos directamente.
[4] De conservación o de supervivencia. Estos son innatos
porque están presentes en la constitución del cuerpo del bebé.
[5] Este
apartado se desarrollará más adelante. La constitución psicológica del ser
humano acarrea tres factores que se despliegan a lo largo de la existencia. Un
factor que es múltiple en su constitución se identifica como: Defecto o
carencia de tipo psicológico y se denomina en el auto-conocimiento como “ego”.
Otro factor que identifica los incipientes valores humanos y se nombra como lo
esencial o la conciencia del Hombre. Y, finalmente, un vehículo psicológico de
expresión adaptado en el curso de la vida que es la personalidad.
[6]
Frustración, búsqueda de experiencias, sobrepasar limitaciones, evadirse de una
realidad, por satisfacción personal, diversión, etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario