Introducción
En el ámbito fisiológico,
los centros: motor, instintivo y sexual se hayan repartidos en todo el sistema
nervioso (central y periférico). Debido a la compleja interrelación que existe
entre ellos, estas funciones forman un centro neurálgico o cerebro a lo largo
de la médula espinal. Estas interactúan entre sí, por ejemplo: el instinto
sexual, de supervivencia, los movimientos reflejos[1],
las funciones involuntarias, etc. Sin embargo, cada centro desempeña una misión
propia y posee características particulares.
El ser humano
utiliza estos centros continuamente en su existencia. Estas funciones son
propias a la vida. En ellas, uno halla la facultad de ver, respirar, digerir,
desplazarse de un lugar a otro, mover una mano para coger un objeto, colaborar
en la reproducción de la especie, etc. Cualquier estudiante advierte a través
de una observación cuidadosa cómo operan estos centros en el ámbito
psicológico. En la vida cotidiana, uno piensa, siente e, igualmente, respira, actúa,
anda, corre, monta en bicicleta, habla, experimenta hambre, frío,… o una
atracción por un hombre o una mujer. Todas estas actividades están vinculadas a
estos centros que el sujeto disfruta pero ignora sus propiedades más
elementales. Normalmente, una persona no se halla presente a la relación
existente entre sus instintos y deseos; No distingue entre sus necesidades y
gustos o satisfacciones; Ni comprende el vínculo entre los sentidos y el placer;
Ni las actitudes de aceptación o rechazo con respecto a lo que uno come, bebe, etc.
Asimismo, uno desconoce las memorias
de estas funciones, sus características y cómo los aprendizajes se registran en
el subconsciente. La estructura psicológica de los centros: instintivo, motor y
sexual es la más ignorada por el ser humano. En este cerebro se asientan los
valores vitales de la persona y un mal-uso o abuso acarrea a largo plazo una
disfunción en alguno de estos centros. Las consecuencias de las carencias
cognoscitivas de estas funciones se aprecian fundamentalmente a las edades más
avanzadas del individuo. En la tercera edad es cuando surgen los problemas de
salud ligados directamente a un agotamiento de estas energías que conforman la
estructura vital del organismo[2].
El estudiante, a través de la observación de sí mismo, descubre cómo éstas trabajan
en el organismo, evita un uso incorrecto y establece entre los centros: un
equilibrio, orden y una armonía. Este cambio de actitud de la persona, por un
conocimiento de sí y su práctica, le proporciona una sensible mejora de su
calidad de vida y la dirige hacia un bienestar integral.
El
centro motor
“El cerebro motor, ubicado en la parte
superior de la espina dorsal, es también interesantísimo para nosotros. Los
valores que están ubicados en ese cerebro, nos permiten caminar, movernos, ir
de aquí para allá en diferentes direcciones: jugar béisbol, basketball, hacer
gimnasia, etc. Si nosotros no tuviéramos valores en el cerebro motor,
prácticamente no nos interesarían los deportes, ni los paseos, ni las
excursiones, ni nada que se relacionara con el movimiento”. (Samael
Aun Weor. Cátedras).
La función motriz opera, principalmente,
en el sistema nervioso periférico y somático junto a todos los elementos que
propician los movimientos: músculos, ligamentos, tendones, etc. El eje de esta
función orbita en la parte superior de la columna y se extiende en toda la
médula espinal. De igual modo que en los centros estudiados anteriormente: el
intelecto y la emoción, el auto-conocimiento no se ocupa del funcionamiento
fisiológico. El estudiante puede observar por sí mismo cómo obra este centro en
la dimensión psicológica. ¿Cómo y qué determina la acción, los hábitos, las
habilidades físicas? ¿Cómo se relaciona esta función con las demás? Responder a
preguntas: ¿De qué modo hablo? ¿Por qué altero el tono de voz en ciertas
circunstancias? ¿Cómo camino y por qué lo hago de esta manera? ¿Cómo gesticulo,
me muevo, etc.? ¿De qué manera conduzco? Y un largo etcétera de cuestiones que salen
a la luz en la medida que uno se conoce a sí mismo.
Este centro se encarga de todo lo
que se relaciona con la acción: El movimiento, los actos reflejos, tics, las
manías; El ejercicio, la práctica de un deporte, la actividad o los hábitos
físicos, el habla, las habilidades corporales; El tocar un instrumento musical;
Realizar tareas, desarrollo de una profesión manual, el obrar con pericia o de
modo torpe en cualquier ámbito de la existencia; Caminar, correr, bailar,
conducir, cocinar, comer, etc. Interesa
Esta función es
más veloz que el centro intelectual. Por ejemplo: Cuando una persona conduce un
vehículo realiza una gran cantidad de movimientos de forma simultánea que no
controla racionalmente, de hecho en la mayoría de los casos, ésta se haya
pensado en alguna otra cosa. Asimismo, si la persona percibe o le avisan que un
objeto va a golpearle, este se protege la cabeza de forma automática, como un
acto reflejo. Es decir, no es producto del pensar. Igualmente, una mujer que se
haya embarazada ante este mismo hecho, ella no se hecha las manos a la cabeza
sino al vientre. Un buen futbolista no goza de tiempo en la mayoría de las
jugadas para pensar como los pies deben actuar. En la práctica de un deporte a
nivel competitivo es la inteligencia motora la que mueve el cuerpo.
En realidad, un niño aprende a
moverse, erguirse, gatear, coger objetos, andar,… antes que pensar. Un infante
trata de recorrer el espacio circundante en función de sus posibilidades
motrices. Esta inquietud proviene de verlo en las personas que le rodean y le
motivan a imitarlas. En los primeros años se produce la base más importante del
aprendizaje de este centro que posee características propias.
El
aprendizaje del centro motor y su memoria
El aprendizaje de este centro se
efectúa por diversas fuentes:
A través de los sentidos, principalmente, por
imitación. La asimilación de acciones y habilidades motrices se determina a
través de la experiencia en los primeros años de vida. En este periodo, el
ejemplo, las disposiciones físicas y las actividades que integran al infante
por parte de las personas que le cuidan son vitales en el desarrollo de esta función.
El niño adoptará muchas de sus
actitudes, habilidades, hábitos, acciones,... a causa de su inquietud por
aprender junto a la influencia que recibe de sus padres o preceptores.
Por ejemplo: Normalmente, un párvulo
tiende a imitar lo que observa en un adulto. Esta actitud innata se presenta
como un juego, le entretiene y, a la vez, aprende a manejar este centro: El
movimiento de sus miembros, desarrollo de la fuerza muscular, la adquisición
paulatinamente de destreza, etc.
Más adelante, el niño aprende igualmente por la
vía intelectual, utiliza ambas fuentes. Según el infante adquiere la
comprensión del lenguaje, éste trata de practicar lo que le dicen o escucha en
su entorno. Por ejemplo, aprender a participar de algún juego con ciertas
reglas, practicar un deporte. Éste se interesa por escribir, dibujar, pintar,
construir un lego o Meccano, jugar con un peluche o una muñeca,… Esto ocurre
cuando el niño o, incluso, el adulto observa una labor o actividad que pretende
asimilar y se informa de cómo realizarla. Es el caso de tocar un instrumento
musical, aprender a cantar, bailar, cuando uno es mayor: un oficio, conducir un
vehiculo, etc.
Finalmente, puede ser exclusivamente a través de
una información intelectual. Uno desea confeccionar un objeto y se informa a
través de publicaciones que lo muestran. Por ejemplo, necesita montar un
armario y se procura de un manual explicativo; Quiere aprender yoga, Pilates, Tai-Chi,…
uno sólo con un libro en su casa.
El usar hábilmente los miembros, mover
el cuerpo y desarrollar aptitudes motrices es posible si uno tiene presente las
propiedades de este centro. La forma más eficaz de educarlo es por medio de la observación
cuidadosa de la acción que se anhela aprender e imaginar como se despliega su realización.
El estudiante puede requerir una información adicional de tipo intelectual para
mayor comprensión del aprendizaje. Asimismo, sentir en el centro emocional que este
último es una auténtica aspiración. Estas disposiciones propician condiciones
idóneas para la instrucción de una capacidad en el ámbito de los hechos. Sin
embargo, para aprender a caminar, es imprescindible caminar; Para aprender a
conducir un vehículo, es necesario manejarlo; Para bailar un paso-doble, se
requiere practicarlo; si uno quiere tocar bien la guitarra se precisa ejercitarse,
una y otra vez, hasta que se domina el movimiento, los compases, etc. Igualmente,
si quiere ser peluquero, soldador, cirujano, carpintero, dentista. La
característica más importante de este centro es que uno aprende a través del
ensayo, entrenamiento y de la práctica. No es una cuestión de pensar. El
cultivar una acción es, en todo caso, visualizarla con la imaginación creadora
y después llevarla a la práctica. El aprendizaje de la función motora requiere
paciencia, concentración y, sobre todo, observación de los movimientos que la
componen tal como se inician los niños de corta edad. Cuanto más se ejecuta un
ejercicio, éste se graba en la memoria de este centro hasta alcanzar la parte
instintiva, automática e inconsciente de la psiquis.
“El desarrollo motor se produce de modo
espontáneo, mediante su actividad autónoma, en función de la maduración
orgánica y nerviosa. Al sentirse libre, el pequeño se muestra activo,
interesado, serio en su juego, agradable en sus relaciones y preciso en sus
movimientos sin esforzarse demasiados al hacerlos”. (Emmi Pikler.
Moverse en libertad)
Por esta causa, la memoria de este
centro tiene la particularidad que cuando uno adquiere una habilidad, ésta no
se olvida. Por ejemplo: Una persona aprendió de niño a montar en bicicleta, patinar,
jugar al tenis, fútbol, etc. Aunque pasen muchos años sin volver a ella, ésta
no olvidó realizar estas actividades, puede que tenga un pequeño periodo de
adaptación pero la recuperará pronto. Esto es muy distinto a la memoria
intelectual, uno aprende en la escuela muchos conocimientos que se pierden
irremediablemente de un año para otro. Esto sucede porque no se utilizan y
quedaron a la parte superficial del intelecto.
Los maestros de escuela requieren
conocer estas características del aprendizaje para combinar disciplinas que
enseñen y desarrollen este centro en armonía con los demás. La educación
infantil ha evolucionado de forma satisfactoria en esta época donde se combina
las actividades manuales con conocimientos básicos de matemáticas, lectura,
escritura, dibujo. Asimismo, ésta integra las acciones artísticas como son: El baile,
la música, el canto, dibujo, manejo de objetos,… a través del juego. Esto
conlleva una instrucción amena y los centros se coordinan a través del
aprendizaje. Sin embargo, cuando los niños llegan a primaria existe una
tendencia a concentrarse en los conocimientos intelectuales sin la
participación de los demás funciones. Esto conlleva un detrimento de la calidad
de la enseñanza y del armonioso desarrollo psíquico del infante. Es necesario
una revisión de los planes de estudio donde se incorporen actividades y juegos
junto a los conocimientos básicos como son: La recitación, interpretación adaptada
de obras clásicas de teatro, plástica, reproducción, confección y creación de
objetos. De igual modo que las actividades deportivas tanto colectivas como
individuales. Aportando el mismo interés y valoración que los conocimientos
racionales. Actividades que conduzcan al descubrimiento de vocaciones,
despierten el interés de los niños por disciplinas o trabajos creativos. El
profesorado descubriría las carencias y cualidades de los niños en la infancia
y, según el caso, se actuaría en consecuencia para corregirlas o fomentarlas. Esto
crearía en ellos las bases sólidas de coordinación de todas las funciones del
organismo. Evitaría un desequilibrio progresivo según el niño cumple años que provoca
la inactividad motriz y se refugia en los juegos de video-consola. El sistema
educativo revela, cada vez más, importancia al conocimiento racional, ignorando
las funciones motrices, emocionales, instintivas y el desarrollo armonioso de
todas ellas.
Los
hábitos y las costumbres
“Los valores, ideas, sentimientos y experiencias
significativas definen los hábitos de cada persona. Por tanto los hábitos se
crean, no se obtienen por herencia, se pueden volver necesidades y llevan a uno
a realizar acciones automatizadas”. (Hábito. Wikipedia)
Aunque en un
hábito[3]
intervienen uno o varios centros, existen diferentes tipos dependiendo de la
función en la cual éste se aloja. Por lo tanto, hay hábitos intelectuales, por
ejemplo, las preocupaciones. Asimismo, de tipo emocional como son los apegos; Del
instinto como es el comer más de lo que uno necesita y, también, sexuales.
El centro motor
recoge una gran cantidad de hábitos, costumbres, incluso, manías. Estos se
hallan arraigados en la psiquis asociados con las acciones y que, en muchos
casos, uno ignora.
Durante la existencia una persona
aprende a enfrentarse a diversas situaciones y adquiere una experiencia que se
refleja en su conducta. Las vivencias forjan en este centro respuestas o
comportamientos que se registran en la psiquis y se transforman en pautas que atraen
una reacción concreta que se repite en el tiempo. Esto se constituye como un
hábito o una costumbre[4].
En muchas ocasiones, el sujeto acomoda su forma de actuar, se cristaliza en el
subconsciente y éste no repara en ella. Estas conductas son actitudes
estereotipadas y no respuestas reflexionadas ni alentadas por un principio
inteligente. Muchos hábitos del centro motor muestran escasa educación, son
desafortunados e inoportunos en las relaciones humanas en los diferentes
ámbitos de la existencia. En esta época, ciertas costumbres expresan, incluso,
falta de respeto por el prójimo, mal gusto y rompen la armonía de la
convivencia entre las personas. Esto se distingue en diversas acciones del ser
humano. A continuación se exponen algunos ejemplos para reflexionar sobre la
importancia de los hábitos y costumbres en el trato entre los individuos:
En el “uso de la palabra” se reflejan una gran
cantidad de hábitos depositados en este centro. Estos últimos son la expresión
externa de estados, carencias y defectos de tipo psicológico que la persona
carga en su interior. Esta función se alza sobre una componente automática
instalada en el subconsciente del sujeto y, por falta de atención o control,
revela su inconsciencia. El ser humano mecaniza: Expresiones habladas como son la
queja, la protesta, el reproche, etc.; el gesticular; formas de dirigirse a los
demás; avanza opiniones, criticas, valoraciones de forma categórica que incomodan
a los presentes; levanta la voz; corta la palabra; no escucha las
intervenciones de los demás; dirige la conversación hacia sí mismo, habla
continuamente de lo que él piensa, le ocurre, atrae continuamente la atención
sobre sí, sobre sus experiencias, conocimientos, viajes, etc.; Se halla junto a
varias personas pero las ignora, sólo presta atención a una en especial; pregunta
cuestiones personales que no le conciernen, incluso, lo hace ante los demás e
insiste; Se dirige de forma familiar a personas que no conoce; expone temas que
hieren la sensibilidad de los presentes; etc.
Estos son una pequeña cosecha de hábitos,
usos y costumbres del verbo creados en la psiquis del individuo que revelan una
carencia de buen gusto y de atención cabal de sí mismo. Incluso, existen casos
donde la persona no los advierte por ser una actitud mecánica en su modo de
ser.
El “uso del móvil[5]”, sobre todo en las nuevas
generaciones, crea unas pautas de comportamiento que conllevan a una
dependencia, falta de presencia al entorno y los demás. Las nuevas tecnologías
proporcionan al ser humano una gran cantidad de herramientas de comunicación,
información y solucionan ciertos aspectos de la existencia. Sin embargo, uno
observa que junto a este fluyo de facilidades de comunicación, paralelamente,
surgen un efecto de aislamiento de la personas.
Los adolescentes se relacionan cada
vez más de modo virtual y experimentan más dificultades en las relaciones
presenciales, tangibles que interactúan en el aquí y ahora. Esta carencia de trato
en la dimensión física se transforma en una costumbre. Esta última es un modelo
de comportamiento que refleja una limitación de la imaginación, libre
iniciativa y de la propia inteligencia en los tres cerebros: intelectual,
emocional y motor. Esto acarrea una gran cantidad de hábitos que expresan una
pasividad de la misma personalidad ante la existencia. Hoy en día es muy común
ver en los parques adolescentes alrededor de un móvil donde todos observan,
comentan o juegan,… a través de él o cada uno con el suyo, pero se olvidan de
las experiencias de la vida.
El teléfono móvil se incorpora a la
vida del ser humano, de igual modo, que el vestirse, llevar dinero para cubrir
una necesidad o coger una documentación de identificación. Esto implica que el
individuo crea nuevos hábitos en su uso y a través de éstos se trasluce su
madurez. Por ejemplo: Estar ante la presencia de un acompañante, sonar el
teléfono y atenderlo durante un periodo de tiempo que se convierte en una
descortesía; Estar entre amigos o familiares y enviar o leer mensajes
desatendiéndolos; Estar pendientes de él recurrentemente para ver si hay alguna
incidencia: mensaje, llamada,…
Estos dos
ejemplos se han comentado para matizar la importancia de este centro y la
necesidad de estar presente a él, a los hábitos y las costumbres. A
continuación se enumeran otros que se adoptan a través de la relación con los
demás, principalmente, por imitación[6]
tal como se describió al principio del texto.
La “comida” es una necesidad pero que se ha
convertido en un cúmulo de hábitos. El modo de comer, lo qué se come o no, la
cantidad. Hoy en día se aprecia un interés creciente de la sociedad por ella, a
través de programas de TV., películas, documentales, reuniones gastronómicas. También,
aparecen largas listas de recomendaciones por nutricionista, productores,
cocineros, movimientos espiritualistas,… Esto crea y acrecienta nuevas necesidades
que se transforman en hábitos. Este aspecto se vincula estrechamente con el
centro instintivo, del mismo modo que el fumar y beber.
Otras costumbres del centro motor
son: El mantener la forma física o no; el llegar tarde a la hora concertada; el
dormir más horas de las necesarias o menos, la práctica de la siesta,
trasnochar; el morderse las uñas; el lavarse con asiduidad o no; etc.
Los hábitos, costumbres y acciones requieren
ser observados detenidamente por el estudiante si anhela descubrir que los
motiva. Muchas de ellos son útiles, otros no. Uno precisa cuestionarse, si
estos son propios de una conducta recta, adecuada al equilibrio, a la armonía y
el bienestar integral; Si estos acarrean respuestas eficientes y respetuosas
con los demás, no deterioran el organismo y, sobre todo, si estas actuaciones
son producto de la inteligencia.
La
importancia de la acción
El auto-conocimiento incide en la
importancia de las acciones. Si existe una coordinación de las funciones,
normalmente, estas últimas son determinas por el pensar y sentir. En este
sentido, el intelecto y la emoción son la base de toda actitud, comportamiento,
actividad, conducta, etc. Sin embargo, cualquier pensamiento y sentimiento sin
la participación del centro motor quedaría en la nada. Cualquier ideal por muy
brillante que fuera, coronado por el sentimiento más elevado, si no se
materializa a través de una acción, no nace y se pierde en el laberinto del
subconsciente. Esto conlleva varias apreciaciones que toda persona requiere
reflexionar:
La “vida
es acción”, movimiento, actividad,… es muy importante aprehender que este
atributo es coexistente con ella. El ser humano nació para crear, realizar una
obra. La existencia es útil cuando hay creación. Esta última será transcendente
o no. Depende de la persona, a qué le dedica su tiempo y energía. Una
existencia de estudio sobre algún aspecto de la ciencia sin aplicación u
obsoleta; unas intenciones sobre alguna empresa relevante; unos propósitos
bien-intencionados con las personas que uno quiere; un anhelo de ayudar al
prójimo en alguna de sus necesidades,… si no se llevan a la acción, ¿En qué son
reales? ¿En la cabeza y el corazón del individuo que las piensa y siente? Quizás,
pero no tienen ningún efecto. Una idea puede ser sublime y la base de una
acción pero, sin esta última, no alimenta a una persona necesitada, no regala
flores, ni sana a nadie, ni aporta bienes, ni paz, ni felicidad.
El individuo anhela un cambio en su
vida, piensa en hacerlo, siente que es lo que necesita pero no lo cristaliza en
el plano material. Conclusión, ¿en qué ha cambiado? ¿Qué consecuencias
acarrearon este derroche de ideas y emociones? Ninguna. Muchas personas quieren
cambiar, hacer algo distinto, pasar página, se sienten atrapados, esperan a que
pase algo, pero lo que trascurre es el tiempo, la vida, y las acciones no salen
a la luz del día. Esto significa que el mañana es igual al ayer, todo está en
la cabeza y el corazón, falta lo esencial: “La
Acción”.
“Es la -ética del tiempo-. El deber de actuar antes de que, en todo proceso
potencialmente irreversible, se alcance una situación sin marcha atrás.
En consecuencia, es necesario fomentar la capacidad de anticipación, de previsión, de acción a tiempo. No se trata tan sólo de conocer el tratamiento adecuado sino de aplicarlo oportunamente”. (El País. 1/12/07. Tribuna: Tiempo de acción. Federico Mayor Zaragoza)
En consecuencia, es necesario fomentar la capacidad de anticipación, de previsión, de acción a tiempo. No se trata tan sólo de conocer el tratamiento adecuado sino de aplicarlo oportunamente”. (El País. 1/12/07. Tribuna: Tiempo de acción. Federico Mayor Zaragoza)
Uno puede reflexionar sobre la idea del
perfeccionamiento de su conducta, sus hábitos y costumbres, como una construcción
psicológica que se fundamenta en los hechos. Para ello es necesario que uno
cambie su forma de pensar y sentir en función de su propia experiencia objetiva,
la cual brota de un interés verdadero por el estado de presencia. El esfuerzo
por el estar “aquí y ahora” atrae la
lucidez[7]
sobre el instante y, como consecuencia, el descubrimiento. El verse a sí mismo
tal cual es, tal cómo uno actúa, es aprehender directamente lo que uno requiere
cambiar o no, según dicta su propia inteligencia y nobleza de espíritu. En todo
caso, el cambio de un hábito, acción errónea,… requerirá necesariamente de una
actitud e iniciativa diferente. Asimismo, a medida que se profundiza en una
actuación recurrente descubrirá que ésta se fundamenta en una carencia o
fragilidad de tipo psicológico: el pensar, el sentir el instinto o/y sexual.
Por otro lado, esta característica psicológica:
“El pensar y sentir sin acción, no mueve
molinos”, adaptando un dicho popular, proporciona una clave elemental y
fácil de aplicar en el momento de relativizar tanto el pensar como el sentir. El
estudiante requiere meditar sobre esta evidencia, captar su utilidad práctica cuando
asaltan pensamientos o emociones que por su naturaleza tienden a asumirse y
provocan cierta inquietud, malestar o sufrimiento. ¿Por qué ocurre esto? El
pensar y el sentir son una energía, en estos casos, que proviene del
subconsciente a causa de su involuntariedad. Este fluyo vital de la
inconsciencia posee su fuerza hipnótica, esta última es el poder del pensar y
sentir. Su obvia y cabal debilidad estriba en lo observado anteriormente, si no
se llevan a la acción, ¿En qué queda este poder? El pensar y sentir están aislados
en el agujero negro de la disolución, si se dejan pasar, caer como hojas secas
por la indiferencia, o se recurre a la técnica del cambio de centro[8].
Sólo si, uno los considera importantes, les otorga relevancia, es cuando ellos adquieren
vigor. Sin embargo, sólo son pensamientos y sentimientos no implican
consecuencias; Si el centro motor no se activa, éstos se agotan. La mente emite
continuamente pensamientos, la mayoría de ellos, irrelevantes, ¿quien les
confiere valor? Uno mismo, para ser más exactos, una parte de sí mismo. Sin
embargo, reflexionando, nada tienen de valor por su propia naturaleza, son:
Involuntarios, innobles, inútiles, inoportunos, incluso, hacen daño. ¿Qué
impide relativizarlos? La clave para librarse de ellos es: “estar presentes a que estos no invadan la existencia”, no saldrán al
mundo exterior porque no incitan actitudes inteligentes ni nobles. Esto ayudará
al estudiante a convertirse en dueño de sus pensamientos y sentimientos. Sólo
franquearán la barrera del obrar aquellos que uno discierne como dignos de
ejecución en ese instante. En un estado de presencia, el pensamiento llega a la
pantalla de la mente y se va, porque eso es lo que uno mismo decide. De este
modo, el ser humano recupera su libre albedrío con respecto a su mundo
interior.
“Cuida tus
pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque
se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus
hábitos. Cuida tus hábitos, porque se
convertirán en tu destino”. (Gandhi)
Cuando una persona quiere “llevar a cabo un proyecto”, ésta necesita visualizar su elaboración;
Advertir donde y cuales son las resistencias u obstáculos a resolver;
Determinar los pasos de la acción y llevarlos a la práctica. Este uso de la
imaginación creadora es una clave del éxito en todos los ámbitos de la
existencia.
Un individuo que anhela cambiar un hábito
o una conducta que considera inadecuada requiere comprender la raíz o causa de
su establecimiento en el organismo. Descubrir a través del estado de presencia
u observación la base tanto intelectual como emocional que lo motiva. Captar
que impedimentos se oponen al cambio, visualizar las etapas necesarias para
sobrepasarlos y, finalmente, llevarlo a la acción. Es decir, producir los
cambios imaginados según los hechos.
Cambiar sin la comprensión creadora es una
transformación sin lucidez, sobre la base de la voluntad. Y un cambio, por
ejemplo, el dejar de fumar, sin voluntad es una quimera.
La
educación del centro motor
Por lo expuesto
anteriormente, la educación de este centro es esencial. El ser humano requiere
evitar torpezas que son propias de la falta de atención, entrenamiento o
experiencia en la acción. Asimismo, advertir la importancia del ejercicio
físico. Reflexionar sobre el hecho de adoptar una vida sedentaria que acarreará
problemas de locomoción con el tiempo trascurrido junto a un deterioro de la
salud en general. Cuando, por alguna causa, no es posible practicar algún
deporte o hacer footing, senderismo,… que implica una determinada fortaleza y
brío en el esfuerzo. Uno puede recurrir al paseo suavizado, nadar, montar en
bicicleta, la práctica de alguna disciplina como los ejercicios de lamasería,
el yoga, el Tai Chi, etc.
La habilidad o
aptitud en el desarrollo de una profesión sobreviene en el ejercicio de su
práctica. Nadie nace con una habilidad[9]
en un campo determinado, esto es producto del aprendizaje.
Un individuo
tiene siempre la posibilidad de mejorar una habilidad o aprender una nueva, lo
que hoy en día es muy común, aunque éste tenga cierta edad o alguna limitación
por otro motivo. Por ejemplo: Conducir; Escribir sobre un teclado, manejar el
ratón del ordenador; Aprender baile de salón; Usar herramientas en el
desarrollo de su profesión; habilitarse manualmente en un empleo diferente al
que uno aprendió; Labores domesticas: Práctica de jardinería, etc. La educación
de este centro es un modelo de adaptación a la existencia. En esta época, a un
adulto se le exige desarrollar diferentes labores que antes no cultivó.
Si un sujeto
respeta y utiliza de modo equilibrado este centro sin agotar sus recursos
vitales conservará la capacidad de “hacer
por sí mismo” y su independencia. La educación de esta función implica
aprender a trabajar en seguridad, para evitar riegos innecesarios que provoquen
lesiones o accidentes. Su bien-uso tiene implicaciones éticas que se centran en
la adquisición de valores humanos en la actitud y que cada acción se revista de
elegancia y buen gusto. Por ejemplo, en el trato con los demás o en la
ejecución responsable de la tareas que le son asignadas. El adiestramiento y
uso coordinado de esta función conlleva desarrollar toda actividad evitando el
esfuerzo o movimiento inútil que acarrea un gasto superfluo de energía. Esto es
posible cuando la persona tiene la voluntad de aprender. Este centro está
estrechamente ligado con la “voluntad”.
Uno puede pensar mil veces levantarse de la cama, incluso sentirlo
profundamente, pero si el centro motor se halla paralizado por la pereza, se
seguirá en la cama por falta de ánimo.
Educar esta
función es ejecutar lo que sensatamente uno piensa y siente y hacerlo
convenientemente con la mayor precisión y celeridad posible, sea eficaz en la
acción. Esto significa un estado de presencia sobre los movimientos, formas de
hablar,… en el ámbito de las acciones y la conducta. Por ejemplo: Una persona
puede dominar el manejo de un automóvil, sin embargo, tener el hábito de una
conducción temeraria.
La formación de este centro es estar aquí y ahora a las
actuaciones en la vida cotidiana y descubrir lo que no es ético o digno de los
valores de humanidad. Un joven será un estupendo informático pero, quizás, no
se relacione correctamente con sus amigos o desatienda a su novia. Estando ante
su presencia se halla ausente y absorbido en sus programas de Solfware.
Muchas veces, el
individuo no se halla en condiciones psicológicas de aprender por falta de “humildad y paciencia”. Estas dos
virtudes se desarrollan al mismo tiempo que uno aprende una habilidad. El
centro motriz es práctica, son movimientos y acciones que requieren coordinarse,
por lo que se deben repetir muchas veces con atención y se registren, sean
automáticos. La humildad es para escuchar y observar como un niño que anhela
aprender de verdad y la paciencia es para hacerlo hasta conseguirlo. No olvidar
que uno está aprendiendo. Por ejemplo, muchas personas conducen de forma
errónea, porque desconocen algunos de sus matices. Sin embargo, se molestan
cuando alguien les indican donde mejorar. Esto ocurre en todos los campos del
saber y en todos los ámbitos de la vida: En el empleo, hogar, etc.
Un buen uso de la función motora alarga la vida de la
locomoción, coordinación y flexibilidad de cuerpo del individuo.
El
mal uso y el abuso
El mal-uso, el
abuso del centro motor y la carencia de ejercicio diario atraen todos los
problemas físicos que la Organización Mundial de la Salud previene desde hace
años.
La insuficiente actividad física conlleva:
Pérdida de masa y fuerza muscular[10],
sistema circulatorio poco estimulado con los efectos que esto atrae[11],
falta de oxigenación, imposibilidad de regulación natural del peso corporal y eliminación
de grasas, problemas intestinales, etc. Si uno lleva una vida sedentaria, esta
organización recomienda al menos treinta minutos de actividad física moderada
por cinco días a la semana. Cuando un sujeto aspira adquirir un estado de forma
o prepararse para una actividad particular, por ejemplo, hacer el camino de
Santiago, se requiere hacerlo de forma progresiva. Uno empieza por recorrer
diez kilómetros, después, doce, quince,… hasta que alcanza una media entre
cinco y seis kilómetros a la hora en llano. La persona precisa racionalizar el
ejercicio y no caminar durante todo un día o durante más de treinta kilómetros
la primera vez y al día siguiente no poder moverse. Esto mismo sirve para
correr, montar en bicicleta,…
En el caso del
abuso o sobre-esfuerzos, éste genera, en principio, molestias y dolores, más
tarde, debilidad, descoordinación y, finalmente, pérdida de movimientos. Estos se
recuperan o no según la envergadura del daño producido. El abuso está a la raíz
de muchas enfermedades profesionales. Por ejemplo: Secretarias que abusaron
ante un teclado tuvieron que dejarlo por esta causa. Esto sucede en el mundo
laboral donde se realizan esfuerzos repetitivos y extendidos en el tiempo. Algunas
veces, el deterioro en los músculos, articulaciones, tendones,… y, en otras
ocasiones, es el mismo sistema nervioso que es afectado, por lo que la
recuperación es más compleja. Esto se evita si el estudiante es capaz de estar
presente a las alertas que proporciona el cuerpo físico. Uno requiere conocer
su organismo y aprender a escucharlo con atención. Recordar que abuso más malos
hábitos es igual a enfermedad.
El sistema instintivo tiene la propiedad, tal como se
verá en el próximo tema, de avisar cuando se produce un sobre-esfuerzo. Cuando
uno no atiende, ni comprende los impulsos del instinto, la vida se complica
debido a las consecuencias que acarrea este desconocimiento. Los abusos diarios
se acumulan en el tiempo, si el sistema nervioso no se recupera
convenientemente, las reservas vitales depositadas en el centro se agotan de
modo progresivo. Esto acorta las capacidades motoras del individuo según éste avanza
en edad. El paso del tiempo, no ayuda a la regeneración de células o neuronas. Este
deterioro hace al individuo más vulnerable a enfermedades del grupo de trastornos
neurológicos el cual destruye las neuronas motoras.
El establecimiento del equilibrio y bienestar integral a
nivel físico-psíquico retrasa y afronta estos procesos naturales de la
existencia en unas condiciones más saludables. Para ello es necesario por parte
del individuo una atención y un esfuerzo en esta dirección que consiste en
combinar sabiamente las energías que fluyen en el organismo.
La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog.
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[1] En un movimiento reflejo, un nervio sensorial envía
una señal a la médula espinal, que a su vez activa las neuronas motoras ubicadas
en ella para hacer frente a la amenaza. El cerebro sólo se involucra después de
que ésta se ha evitado.
[2]
Todo individuo sufre un deterioro
natural de su organismo por el paso del tiempo y de su uso. Sin embargo, uno
puede observar directamente que existen daños o maltratos al cuerpo, por
ejemplo: Consumo excesivo de alcohol, inadecuada alimentación, abuso de
medicación, falta de reposo o esfuerzos hasta el agotamiento,… Estas acciones
precipitan o provocan una fragilidad orgánica que facilita la propensión a
enfermedades.
[3] Proviene
del latín “Habitus”, participio
pasado del verbo haber que se traduce como “lo tenido”. Con el paso del tiempo
se convirtió en aquello que uno lleva puesto, tanto en el sentido físico:
Vestidura, como en el sentido psicológico: Lo adquirido y que se repite como un
comportamiento recurrente.
[4] En
la formación de un hábito o una costumbre no sólo participa el centro motor.
Normalmente, su confección parte de la función intelectual que consideró en su
momento que este proceder es el correcto y, asimismo, uno lo sintió de esta
misma manera. Con el paso del tiempo, la acción se automatiza y uno llega a
olvidar el porqué actúa y le gusta hacer algo de un modo determinado y no de
otro.
[5]
Igualmente, se incluye en esta referencia al móvil, a todas los nuevas fórmulas
de comunicación existentes en la red: Facebook, Twistter, Whatsapp,…
[6] La
imitación y su importancia en el aprendizaje se comentará más adelante en el
curso.
[7] Un
estado de conciencia superior.
[8] El
cambio de centro es una técnica que se profundizará en temas posteriores.
Consiste en el hecho que si, en ese momento, uno carga pensamientos y
sentimientos que hacen daño, lo sensato es hacer otra cosa, evitar el ensimismamiento
y distraerse con una actividad que atrae la atención hacia ella misma. El
objetivo es que los anteriores pierdan fuerza, se relativicen y, finalmente, se
olviden. Por ejemplo: Salir con amigos, ir al cine y ver una película
divertida; pasear, coger la bici; ir de compras.
[9] La
atribución de los valores de inteligencia es innata. Esta se halla presente más
o menos según el individuo y responden a principios internos de la naturaleza
humana. De igual modo, ocurre en los diferentes cerebros. Existe inteligencia:
Intelectual, emocional y motriz. Esto significa que un sujeto posee una gran
habilidad para jugar al fútbol, ser una auténtica estrella. Otros muchos, se
entrenan sin descanso, dedican con verdadera pasión, disponen de los mejores
expertos, medios,… Sin embargo, no alcanzarán el nivel competitivo que exige
estar en la élite de un deporte o disciplina artística, etc. Esto es debido a
estos valores de inteligencia depositado en la genética de la persona.
Asimismo, esta propiedad explica porque una persona puede ser muy competitivo
en una disciplina que exige inteligencia motora y no disfrutar de sensatez para
otro ámbito de la existencia. Por ejemplo, en la toma de decisiones, el respeto
a los demás, la capacidad de discernimiento, etc.
[10]
Atrofia muscular.
[11]
Debilidad cardiaca.
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