lunes, 11 de agosto de 2014

La función motriz



Introducción
En el ámbito fisiológico, los centros: motor, instintivo y sexual se hayan repartidos en todo el sistema nervioso (central y periférico). Debido a la compleja interrelación que existe entre ellos, estas funciones forman un centro neurálgico o cerebro a lo largo de la médula espinal. Estas interactúan entre sí, por ejemplo: el instinto sexual, de supervivencia, los movimientos reflejos[1], las funciones involuntarias, etc. Sin embargo, cada centro desempeña una misión propia y posee características particulares.
El ser humano utiliza estos centros continuamente en su existencia. Estas funciones son propias a la vida. En ellas, uno halla la facultad de ver, respirar, digerir, desplazarse de un lugar a otro, mover una mano para coger un objeto, colaborar en la reproducción de la especie, etc. Cualquier estudiante advierte a través de una observación cuidadosa cómo operan estos centros en el ámbito psicológico. En la vida cotidiana, uno piensa, siente e, igualmente, respira, actúa, anda, corre, monta en bicicleta, habla, experimenta hambre, frío,… o una atracción por un hombre o una mujer. Todas estas actividades están vinculadas a estos centros que el sujeto disfruta pero ignora sus propiedades más elementales. Normalmente, una persona no se halla presente a la relación existente entre sus instintos y deseos; No distingue entre sus necesidades y gustos o satisfacciones; Ni comprende el vínculo entre los sentidos y el placer; Ni las actitudes de aceptación o rechazo con respecto a lo que uno come, bebe, etc.
Asimismo, uno desconoce las memorias de estas funciones, sus características y cómo los aprendizajes se registran en el subconsciente. La estructura psicológica de los centros: instintivo, motor y sexual es la más ignorada por el ser humano. En este cerebro se asientan los valores vitales de la persona y un mal-uso o abuso acarrea a largo plazo una disfunción en alguno de estos centros. Las consecuencias de las carencias cognoscitivas de estas funciones se aprecian fundamentalmente a las edades más avanzadas del individuo. En la tercera edad es cuando surgen los problemas de salud ligados directamente a un agotamiento de estas energías que conforman la estructura vital del organismo[2]. El estudiante, a través de la observación de sí mismo, descubre cómo éstas trabajan en el organismo, evita un uso incorrecto y establece entre los centros: un equilibrio, orden y una armonía. Este cambio de actitud de la persona, por un conocimiento de sí y su práctica, le proporciona una sensible mejora de su calidad de vida y la dirige hacia un bienestar integral.
El centro motor
“El cerebro motor, ubicado en la parte superior de la espina dorsal, es también interesantísimo para nosotros. Los valores que están ubicados en ese cerebro, nos permiten caminar, movernos, ir de aquí para allá en diferentes direcciones: jugar béisbol, basketball, hacer gimnasia, etc. Si nosotros no tuviéramos valores en el cerebro motor, prácticamente no nos interesarían los deportes, ni los paseos, ni las excursiones, ni nada que se relacionara con el movimiento”. (Samael Aun Weor. Cátedras).
La función motriz opera, principalmente, en el sistema nervioso periférico y somático junto a todos los elementos que propician los movimientos: músculos, ligamentos, tendones, etc. El eje de esta función orbita en la parte superior de la columna y se extiende en toda la médula espinal. De igual modo que en los centros estudiados anteriormente: el intelecto y la emoción, el auto-conocimiento no se ocupa del funcionamiento fisiológico. El estudiante puede observar por sí mismo cómo obra este centro en la dimensión psicológica. ¿Cómo y qué determina la acción, los hábitos, las habilidades físicas? ¿Cómo se relaciona esta función con las demás? Responder a preguntas: ¿De qué modo hablo? ¿Por qué altero el tono de voz en ciertas circunstancias? ¿Cómo camino y por qué lo hago de esta manera? ¿Cómo gesticulo, me muevo, etc.? ¿De qué manera conduzco? Y un largo etcétera de cuestiones que salen a la luz en la medida que uno se conoce a sí mismo.
Este centro se encarga de todo lo que se relaciona con la acción: El movimiento, los actos reflejos, tics, las manías; El ejercicio, la práctica de un deporte, la actividad o los hábitos físicos, el habla, las habilidades corporales; El tocar un instrumento musical; Realizar tareas, desarrollo de una profesión manual, el obrar con pericia o de modo torpe en cualquier ámbito de la existencia; Caminar, correr, bailar, conducir, cocinar, comer, etc. Interesa
Esta función es más veloz que el centro intelectual. Por ejemplo: Cuando una persona conduce un vehículo realiza una gran cantidad de movimientos de forma simultánea que no controla racionalmente, de hecho en la mayoría de los casos, ésta se haya pensado en alguna otra cosa. Asimismo, si la persona percibe o le avisan que un objeto va a golpearle, este se protege la cabeza de forma automática, como un acto reflejo. Es decir, no es producto del pensar. Igualmente, una mujer que se haya embarazada ante este mismo hecho, ella no se hecha las manos a la cabeza sino al vientre. Un buen futbolista no goza de tiempo en la mayoría de las jugadas para pensar como los pies deben actuar. En la práctica de un deporte a nivel competitivo es la inteligencia motora la que mueve el cuerpo.
En realidad, un niño aprende a moverse, erguirse, gatear, coger objetos, andar,… antes que pensar. Un infante trata de recorrer el espacio circundante en función de sus posibilidades motrices. Esta inquietud proviene de verlo en las personas que le rodean y le motivan a imitarlas. En los primeros años se produce la base más importante del aprendizaje de este centro que posee características propias.
El aprendizaje del centro motor y su memoria
El aprendizaje de este centro se efectúa por diversas fuentes:
A través de los sentidos, principalmente, por imitación. La asimilación de acciones y habilidades motrices se determina a través de la experiencia en los primeros años de vida. En este periodo, el ejemplo, las disposiciones físicas y las actividades que integran al infante por parte de las personas que le cuidan son vitales en el desarrollo de esta función.
El niño adoptará muchas de sus actitudes, habilidades, hábitos, acciones,... a causa de su inquietud por aprender junto a la influencia que recibe de sus padres o preceptores.
Por ejemplo: Normalmente, un párvulo tiende a imitar lo que observa en un adulto. Esta actitud innata se presenta como un juego, le entretiene y, a la vez, aprende a manejar este centro: El movimiento de sus miembros, desarrollo de la fuerza muscular, la adquisición paulatinamente de destreza, etc.
    Más adelante, el niño aprende igualmente por la vía intelectual, utiliza ambas fuentes. Según el infante adquiere la comprensión del lenguaje, éste trata de practicar lo que le dicen o escucha en su entorno. Por ejemplo, aprender a participar de algún juego con ciertas reglas, practicar un deporte. Éste se interesa por escribir, dibujar, pintar, construir un lego o Meccano, jugar con un peluche o una muñeca,… Esto ocurre cuando el niño o, incluso, el adulto observa una labor o actividad que pretende asimilar y se informa de cómo realizarla. Es el caso de tocar un instrumento musical, aprender a cantar, bailar, cuando uno es mayor: un oficio, conducir un vehiculo, etc.
   Finalmente, puede ser exclusivamente a través de una información intelectual. Uno desea confeccionar un objeto y se informa a través de publicaciones que lo muestran. Por ejemplo, necesita montar un armario y se procura de un manual explicativo; Quiere aprender yoga, Pilates, Tai-Chi,… uno sólo con un libro en su casa.
El usar hábilmente los miembros, mover el cuerpo y desarrollar aptitudes motrices es posible si uno tiene presente las propiedades de este centro. La forma más eficaz de educarlo es por medio de la observación cuidadosa de la acción que se anhela aprender e imaginar como se despliega su realización. El estudiante puede requerir una información adicional de tipo intelectual para mayor comprensión del aprendizaje. Asimismo, sentir en el centro emocional que este último es una auténtica aspiración. Estas disposiciones propician condiciones idóneas para la instrucción de una capacidad en el ámbito de los hechos. Sin embargo, para aprender a caminar, es imprescindible caminar; Para aprender a conducir un vehículo, es necesario manejarlo; Para bailar un paso-doble, se requiere practicarlo; si uno quiere tocar bien la guitarra se precisa ejercitarse, una y otra vez, hasta que se domina el movimiento, los compases, etc. Igualmente, si quiere ser peluquero, soldador, cirujano, carpintero, dentista. La característica más importante de este centro es que uno aprende a través del ensayo, entrenamiento y de la práctica. No es una cuestión de pensar. El cultivar una acción es, en todo caso, visualizarla con la imaginación creadora y después llevarla a la práctica. El aprendizaje de la función motora requiere paciencia, concentración y, sobre todo, observación de los movimientos que la componen tal como se inician los niños de corta edad. Cuanto más se ejecuta un ejercicio, éste se graba en la memoria de este centro hasta alcanzar la parte instintiva, automática e inconsciente de la psiquis.
“El desarrollo motor se produce de modo espontáneo, mediante su actividad autónoma, en función de la maduración orgánica y nerviosa. Al sentirse libre, el pequeño se muestra activo, interesado, serio en su juego, agradable en sus relaciones y preciso en sus movimientos sin esforzarse demasiados al hacerlos”. (Emmi Pikler. Moverse en libertad)
Por esta causa, la memoria de este centro tiene la particularidad que cuando uno adquiere una habilidad, ésta no se olvida. Por ejemplo: Una persona aprendió de niño a montar en bicicleta, patinar, jugar al tenis, fútbol, etc. Aunque pasen muchos años sin volver a ella, ésta no olvidó realizar estas actividades, puede que tenga un pequeño periodo de adaptación pero la recuperará pronto. Esto es muy distinto a la memoria intelectual, uno aprende en la escuela muchos conocimientos que se pierden irremediablemente de un año para otro. Esto sucede porque no se utilizan y quedaron a la parte superficial del intelecto.
Los maestros de escuela requieren conocer estas características del aprendizaje para combinar disciplinas que enseñen y desarrollen este centro en armonía con los demás. La educación infantil ha evolucionado de forma satisfactoria en esta época donde se combina las actividades manuales con conocimientos básicos de matemáticas, lectura, escritura, dibujo. Asimismo, ésta integra las acciones artísticas como son: El baile, la música, el canto, dibujo, manejo de objetos,… a través del juego. Esto conlleva una instrucción amena y los centros se coordinan a través del aprendizaje. Sin embargo, cuando los niños llegan a primaria existe una tendencia a concentrarse en los conocimientos intelectuales sin la participación de los demás funciones. Esto conlleva un detrimento de la calidad de la enseñanza y del armonioso desarrollo psíquico del infante. Es necesario una revisión de los planes de estudio donde se incorporen actividades y juegos junto a los conocimientos básicos como son: La recitación, interpretación adaptada de obras clásicas de teatro, plástica, reproducción, confección y creación de objetos. De igual modo que las actividades deportivas tanto colectivas como individuales. Aportando el mismo interés y valoración que los conocimientos racionales. Actividades que conduzcan al descubrimiento de vocaciones, despierten el interés de los niños por disciplinas o trabajos creativos. El profesorado descubriría las carencias y cualidades de los niños en la infancia y, según el caso, se actuaría en consecuencia para corregirlas o fomentarlas. Esto crearía en ellos las bases sólidas de coordinación de todas las funciones del organismo. Evitaría un desequilibrio progresivo según el niño cumple años que provoca la inactividad motriz y se refugia en los juegos de video-consola. El sistema educativo revela, cada vez más, importancia al conocimiento racional, ignorando las funciones motrices, emocionales, instintivas y el desarrollo armonioso de todas ellas.
Los hábitos y las costumbres
“Los valores, ideas, sentimientos y experiencias significativas definen los hábitos de cada persona. Por tanto los hábitos se crean, no se obtienen por herencia, se pueden volver necesidades y llevan a uno a realizar acciones automatizadas”. (Hábito. Wikipedia)
Aunque en un hábito[3] intervienen uno o varios centros, existen diferentes tipos dependiendo de la función en la cual éste se aloja. Por lo tanto, hay hábitos intelectuales, por ejemplo, las preocupaciones. Asimismo, de tipo emocional como son los apegos; Del instinto como es el comer más de lo que uno necesita y, también, sexuales.
El centro motor recoge una gran cantidad de hábitos, costumbres, incluso, manías. Estos se hallan arraigados en la psiquis asociados con las acciones y que, en muchos casos, uno ignora.
Durante la existencia una persona aprende a enfrentarse a diversas situaciones y adquiere una experiencia que se refleja en su conducta. Las vivencias forjan en este centro respuestas o comportamientos que se registran en la psiquis y se transforman en pautas que atraen una reacción concreta que se repite en el tiempo. Esto se constituye como un hábito o una costumbre[4]. En muchas ocasiones, el sujeto acomoda su forma de actuar, se cristaliza en el subconsciente y éste no repara en ella. Estas conductas son actitudes estereotipadas y no respuestas reflexionadas ni alentadas por un principio inteligente. Muchos hábitos del centro motor muestran escasa educación, son desafortunados e inoportunos en las relaciones humanas en los diferentes ámbitos de la existencia. En esta época, ciertas costumbres expresan, incluso, falta de respeto por el prójimo, mal gusto y rompen la armonía de la convivencia entre las personas. Esto se distingue en diversas acciones del ser humano. A continuación se exponen algunos ejemplos para reflexionar sobre la importancia de los hábitos y costumbres en el trato entre los individuos:
En el “uso de la palabra” se reflejan una gran cantidad de hábitos depositados en este centro. Estos últimos son la expresión externa de estados, carencias y defectos de tipo psicológico que la persona carga en su interior. Esta función se alza sobre una componente automática instalada en el subconsciente del sujeto y, por falta de atención o control, revela su inconsciencia. El ser humano mecaniza: Expresiones habladas como son la queja, la protesta, el reproche, etc.; el gesticular; formas de dirigirse a los demás; avanza opiniones, criticas, valoraciones de forma categórica que incomodan a los presentes; levanta la voz; corta la palabra; no escucha las intervenciones de los demás; dirige la conversación hacia sí mismo, habla continuamente de lo que él piensa, le ocurre, atrae continuamente la atención sobre sí, sobre sus experiencias, conocimientos, viajes, etc.; Se halla junto a varias personas pero las ignora, sólo presta atención a una en especial; pregunta cuestiones personales que no le conciernen, incluso, lo hace ante los demás e insiste; Se dirige de forma familiar a personas que no conoce; expone temas que hieren la sensibilidad de los presentes; etc.
Estos son una pequeña cosecha de hábitos, usos y costumbres del verbo creados en la psiquis del individuo que revelan una carencia de buen gusto y de atención cabal de sí mismo. Incluso, existen casos donde la persona no los advierte por ser una actitud mecánica en su modo de ser.
El “uso del móvil[5], sobre todo en las nuevas generaciones, crea unas pautas de comportamiento que conllevan a una dependencia, falta de presencia al entorno y los demás. Las nuevas tecnologías proporcionan al ser humano una gran cantidad de herramientas de comunicación, información y solucionan ciertos aspectos de la existencia. Sin embargo, uno observa que junto a este fluyo de facilidades de comunicación, paralelamente, surgen un efecto de aislamiento de la personas.
Los adolescentes se relacionan cada vez más de modo virtual y experimentan más dificultades en las relaciones presenciales, tangibles que interactúan en el aquí y ahora. Esta carencia de trato en la dimensión física se transforma en una costumbre. Esta última es un modelo de comportamiento que refleja una limitación de la imaginación, libre iniciativa y de la propia inteligencia en los tres cerebros: intelectual, emocional y motor. Esto acarrea una gran cantidad de hábitos que expresan una pasividad de la misma personalidad ante la existencia. Hoy en día es muy común ver en los parques adolescentes alrededor de un móvil donde todos observan, comentan o juegan,… a través de él o cada uno con el suyo, pero se olvidan de las experiencias de la vida.
El teléfono móvil se incorpora a la vida del ser humano, de igual modo, que el vestirse, llevar dinero para cubrir una necesidad o coger una documentación de identificación. Esto implica que el individuo crea nuevos hábitos en su uso y a través de éstos se trasluce su madurez. Por ejemplo: Estar ante la presencia de un acompañante, sonar el teléfono y atenderlo durante un periodo de tiempo que se convierte en una descortesía; Estar entre amigos o familiares y enviar o leer mensajes desatendiéndolos; Estar pendientes de él recurrentemente para ver si hay alguna incidencia: mensaje, llamada,…
Estos dos ejemplos se han comentado para matizar la importancia de este centro y la necesidad de estar presente a él, a los hábitos y las costumbres. A continuación se enumeran otros que se adoptan a través de la relación con los demás, principalmente, por imitación[6] tal como se describió al principio del texto.
La “comida” es una necesidad pero que se ha convertido en un cúmulo de hábitos. El modo de comer, lo qué se come o no, la cantidad. Hoy en día se aprecia un interés creciente de la sociedad por ella, a través de programas de TV., películas, documentales, reuniones gastronómicas. También, aparecen largas listas de recomendaciones por nutricionista, productores, cocineros, movimientos espiritualistas,… Esto crea y acrecienta nuevas necesidades que se transforman en hábitos. Este aspecto se vincula estrechamente con el centro instintivo, del mismo modo que el fumar y beber.
Otras costumbres del centro motor son: El mantener la forma física o no; el llegar tarde a la hora concertada; el dormir más horas de las necesarias o menos, la práctica de la siesta, trasnochar; el morderse las uñas; el lavarse con asiduidad o no; etc.
Los hábitos, costumbres y acciones requieren ser observados detenidamente por el estudiante si anhela descubrir que los motiva. Muchas de ellos son útiles, otros no. Uno precisa cuestionarse, si estos son propios de una conducta recta, adecuada al equilibrio, a la armonía y el bienestar integral; Si estos acarrean respuestas eficientes y respetuosas con los demás, no deterioran el organismo y, sobre todo, si estas actuaciones son producto de la inteligencia.
La importancia de la acción
El auto-conocimiento incide en la importancia de las acciones. Si existe una coordinación de las funciones, normalmente, estas últimas son determinas por el pensar y sentir. En este sentido, el intelecto y la emoción son la base de toda actitud, comportamiento, actividad, conducta, etc. Sin embargo, cualquier pensamiento y sentimiento sin la participación del centro motor quedaría en la nada. Cualquier ideal por muy brillante que fuera, coronado por el sentimiento más elevado, si no se materializa a través de una acción, no nace y se pierde en el laberinto del subconsciente. Esto conlleva varias apreciaciones que toda persona requiere reflexionar:
   La “vida es acción”, movimiento, actividad,… es muy importante aprehender que este atributo es coexistente con ella. El ser humano nació para crear, realizar una obra. La existencia es útil cuando hay creación. Esta última será transcendente o no. Depende de la persona, a qué le dedica su tiempo y energía. Una existencia de estudio sobre algún aspecto de la ciencia sin aplicación u obsoleta; unas intenciones sobre alguna empresa relevante; unos propósitos bien-intencionados con las personas que uno quiere; un anhelo de ayudar al prójimo en alguna de sus necesidades,… si no se llevan a la acción, ¿En qué son reales? ¿En la cabeza y el corazón del individuo que las piensa y siente? Quizás, pero no tienen ningún efecto. Una idea puede ser sublime y la base de una acción pero, sin esta última, no alimenta a una persona necesitada, no regala flores, ni sana a nadie, ni aporta bienes, ni paz, ni felicidad.
El individuo anhela un cambio en su vida, piensa en hacerlo, siente que es lo que necesita pero no lo cristaliza en el plano material. Conclusión, ¿en qué ha cambiado? ¿Qué consecuencias acarrearon este derroche de ideas y emociones? Ninguna. Muchas personas quieren cambiar, hacer algo distinto, pasar página, se sienten atrapados, esperan a que pase algo, pero lo que trascurre es el tiempo, la vida, y las acciones no salen a la luz del día. Esto significa que el mañana es igual al ayer, todo está en la cabeza y el corazón, falta lo esencial: “La Acción”.
Es la -ética del tiempo-. El deber de actuar antes de que, en todo proceso potencialmente irreversible, se alcance una situación sin marcha atrás. 
En consecuencia, es necesario fomentar la capacidad de anticipación, de previsión, de acción a tiempo. No se trata tan sólo de conocer el tratamiento adecuado sino de aplicarlo oportunamente”. (El País. 1/12/07. Tribuna: Tiempo de acción. Federico Mayor Zaragoza)

Uno puede reflexionar sobre la idea del perfeccionamiento de su conducta, sus hábitos y costumbres, como una construcción psicológica que se fundamenta en los hechos. Para ello es necesario que uno cambie su forma de pensar y sentir en función de su propia experiencia objetiva, la cual brota de un interés verdadero por el estado de presencia. El esfuerzo por el estar “aquí y ahora” atrae la lucidez[7] sobre el instante y, como consecuencia, el descubrimiento. El verse a sí mismo tal cual es, tal cómo uno actúa, es aprehender directamente lo que uno requiere cambiar o no, según dicta su propia inteligencia y nobleza de espíritu. En todo caso, el cambio de un hábito, acción errónea,… requerirá necesariamente de una actitud e iniciativa diferente. Asimismo, a medida que se profundiza en una actuación recurrente descubrirá que ésta se fundamenta en una carencia o fragilidad de tipo psicológico: el pensar, el sentir el instinto o/y sexual.
   Por otro lado, esta característica psicológica: “El pensar y sentir sin acción, no mueve molinos”, adaptando un dicho popular, proporciona una clave elemental y fácil de aplicar en el momento de relativizar tanto el pensar como el sentir. El estudiante requiere meditar sobre esta evidencia, captar su utilidad práctica cuando asaltan pensamientos o emociones que por su naturaleza tienden a asumirse y provocan cierta inquietud, malestar o sufrimiento. ¿Por qué ocurre esto? El pensar y el sentir son una energía, en estos casos, que proviene del subconsciente a causa de su involuntariedad. Este fluyo vital de la inconsciencia posee su fuerza hipnótica, esta última es el poder del pensar y sentir. Su obvia y cabal debilidad estriba en lo observado anteriormente, si no se llevan a la acción, ¿En qué queda este poder? El pensar y sentir están aislados en el agujero negro de la disolución, si se dejan pasar, caer como hojas secas por la indiferencia, o se recurre a la técnica del cambio de centro[8]. Sólo si, uno los considera importantes, les otorga relevancia, es cuando ellos adquieren vigor. Sin embargo, sólo son pensamientos y sentimientos no implican consecuencias; Si el centro motor no se activa, éstos se agotan. La mente emite continuamente pensamientos, la mayoría de ellos, irrelevantes, ¿quien les confiere valor? Uno mismo, para ser más exactos, una parte de sí mismo. Sin embargo, reflexionando, nada tienen de valor por su propia naturaleza, son: Involuntarios, innobles, inútiles, inoportunos, incluso, hacen daño. ¿Qué impide relativizarlos? La clave para librarse de ellos es: “estar presentes a que estos no invadan la existencia”, no saldrán al mundo exterior porque no incitan actitudes inteligentes ni nobles. Esto ayudará al estudiante a convertirse en dueño de sus pensamientos y sentimientos. Sólo franquearán la barrera del obrar aquellos que uno discierne como dignos de ejecución en ese instante. En un estado de presencia, el pensamiento llega a la pantalla de la mente y se va, porque eso es lo que uno mismo decide. De este modo, el ser humano recupera su libre albedrío con respecto a su mundo interior.
“Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino”. (Gandhi)
   Cuando una persona quiere “llevar a cabo un proyecto”, ésta necesita visualizar su elaboración; Advertir donde y cuales son las resistencias u obstáculos a resolver; Determinar los pasos de la acción y llevarlos a la práctica. Este uso de la imaginación creadora es una clave del éxito en todos los ámbitos de la existencia.
Un individuo que anhela cambiar un hábito o una conducta que considera inadecuada requiere comprender la raíz o causa de su establecimiento en el organismo. Descubrir a través del estado de presencia u observación la base tanto intelectual como emocional que lo motiva. Captar que impedimentos se oponen al cambio, visualizar las etapas necesarias para sobrepasarlos y, finalmente, llevarlo a la acción. Es decir, producir los cambios imaginados según los hechos.
Cambiar sin la comprensión creadora es una transformación sin lucidez, sobre la base de la voluntad. Y un cambio, por ejemplo, el dejar de fumar, sin voluntad es una quimera.
La educación del centro motor
Por lo expuesto anteriormente, la educación de este centro es esencial. El ser humano requiere evitar torpezas que son propias de la falta de atención, entrenamiento o experiencia en la acción. Asimismo, advertir la importancia del ejercicio físico. Reflexionar sobre el hecho de adoptar una vida sedentaria que acarreará problemas de locomoción con el tiempo trascurrido junto a un deterioro de la salud en general. Cuando, por alguna causa, no es posible practicar algún deporte o hacer footing, senderismo,… que implica una determinada fortaleza y brío en el esfuerzo. Uno puede recurrir al paseo suavizado, nadar, montar en bicicleta, la práctica de alguna disciplina como los ejercicios de lamasería, el yoga, el Tai Chi, etc.
La habilidad o aptitud en el desarrollo de una profesión sobreviene en el ejercicio de su práctica. Nadie nace con una habilidad[9] en un campo determinado, esto es producto del aprendizaje.
Un individuo tiene siempre la posibilidad de mejorar una habilidad o aprender una nueva, lo que hoy en día es muy común, aunque éste tenga cierta edad o alguna limitación por otro motivo. Por ejemplo: Conducir; Escribir sobre un teclado, manejar el ratón del ordenador; Aprender baile de salón; Usar herramientas en el desarrollo de su profesión; habilitarse manualmente en un empleo diferente al que uno aprendió; Labores domesticas: Práctica de jardinería, etc. La educación de este centro es un modelo de adaptación a la existencia. En esta época, a un adulto se le exige desarrollar diferentes labores que antes no cultivó.
Si un sujeto respeta y utiliza de modo equilibrado este centro sin agotar sus recursos vitales conservará la capacidad de “hacer por sí mismo” y su independencia. La educación de esta función implica aprender a trabajar en seguridad, para evitar riegos innecesarios que provoquen lesiones o accidentes. Su bien-uso tiene implicaciones éticas que se centran en la adquisición de valores humanos en la actitud y que cada acción se revista de elegancia y buen gusto. Por ejemplo, en el trato con los demás o en la ejecución responsable de la tareas que le son asignadas. El adiestramiento y uso coordinado de esta función conlleva desarrollar toda actividad evitando el esfuerzo o movimiento inútil que acarrea un gasto superfluo de energía. Esto es posible cuando la persona tiene la voluntad de aprender. Este centro está estrechamente ligado con la “voluntad”. Uno puede pensar mil veces levantarse de la cama, incluso sentirlo profundamente, pero si el centro motor se halla paralizado por la pereza, se seguirá en la cama por falta de ánimo.
Educar esta función es ejecutar lo que sensatamente uno piensa y siente y hacerlo convenientemente con la mayor precisión y celeridad posible, sea eficaz en la acción. Esto significa un estado de presencia sobre los movimientos, formas de hablar,… en el ámbito de las acciones y la conducta. Por ejemplo: Una persona puede dominar el manejo de un automóvil, sin embargo, tener el hábito de una conducción temeraria.
La formación de este centro es estar aquí y ahora a las actuaciones en la vida cotidiana y descubrir lo que no es ético o digno de los valores de humanidad. Un joven será un estupendo informático pero, quizás, no se relacione correctamente con sus amigos o desatienda a su novia. Estando ante su presencia se halla ausente y absorbido en sus programas de Solfware.
Muchas veces, el individuo no se halla en condiciones psicológicas de aprender por falta de “humildad y paciencia”. Estas dos virtudes se desarrollan al mismo tiempo que uno aprende una habilidad. El centro motriz es práctica, son movimientos y acciones que requieren coordinarse, por lo que se deben repetir muchas veces con atención y se registren, sean automáticos. La humildad es para escuchar y observar como un niño que anhela aprender de verdad y la paciencia es para hacerlo hasta conseguirlo. No olvidar que uno está aprendiendo. Por ejemplo, muchas personas conducen de forma errónea, porque desconocen algunos de sus matices. Sin embargo, se molestan cuando alguien les indican donde mejorar. Esto ocurre en todos los campos del saber y en todos los ámbitos de la vida: En el empleo, hogar, etc.
Un buen uso de la función motora alarga la vida de la locomoción, coordinación y flexibilidad de cuerpo del individuo.
El mal uso y el abuso
El mal-uso, el abuso del centro motor y la carencia de ejercicio diario atraen todos los problemas físicos que la Organización Mundial de la Salud previene desde hace años.
La insuficiente actividad física conlleva: Pérdida de masa y fuerza muscular[10], sistema circulatorio poco estimulado con los efectos que esto atrae[11], falta de oxigenación, imposibilidad de regulación natural del peso corporal y eliminación de grasas, problemas intestinales, etc. Si uno lleva una vida sedentaria, esta organización recomienda al menos treinta minutos de actividad física moderada por cinco días a la semana. Cuando un sujeto aspira adquirir un estado de forma o prepararse para una actividad particular, por ejemplo, hacer el camino de Santiago, se requiere hacerlo de forma progresiva. Uno empieza por recorrer diez kilómetros, después, doce, quince,… hasta que alcanza una media entre cinco y seis kilómetros a la hora en llano. La persona precisa racionalizar el ejercicio y no caminar durante todo un día o durante más de treinta kilómetros la primera vez y al día siguiente no poder moverse. Esto mismo sirve para correr, montar en bicicleta,…
En el caso del abuso o sobre-esfuerzos, éste genera, en principio, molestias y dolores, más tarde, debilidad, descoordinación y, finalmente, pérdida de movimientos. Estos se recuperan o no según la envergadura del daño producido. El abuso está a la raíz de muchas enfermedades profesionales. Por ejemplo: Secretarias que abusaron ante un teclado tuvieron que dejarlo por esta causa. Esto sucede en el mundo laboral donde se realizan esfuerzos repetitivos y extendidos en el tiempo. Algunas veces, el deterioro en los músculos, articulaciones, tendones,… y, en otras ocasiones, es el mismo sistema nervioso que es afectado, por lo que la recuperación es más compleja. Esto se evita si el estudiante es capaz de estar presente a las alertas que proporciona el cuerpo físico. Uno requiere conocer su organismo y aprender a escucharlo con atención. Recordar que abuso más malos hábitos es igual a enfermedad.
El sistema instintivo tiene la propiedad, tal como se verá en el próximo tema, de avisar cuando se produce un sobre-esfuerzo. Cuando uno no atiende, ni comprende los impulsos del instinto, la vida se complica debido a las consecuencias que acarrea este desconocimiento. Los abusos diarios se acumulan en el tiempo, si el sistema nervioso no se recupera convenientemente, las reservas vitales depositadas en el centro se agotan de modo progresivo. Esto acorta las capacidades motoras del individuo según éste avanza en edad. El paso del tiempo, no ayuda a la regeneración de células o neuronas. Este deterioro hace al individuo más vulnerable a enfermedades del grupo de trastornos neurológicos el cual destruye las neuronas motoras.
El establecimiento del equilibrio y bienestar integral a nivel físico-psíquico retrasa y afronta estos procesos naturales de la existencia en unas condiciones más saludables. Para ello es necesario por parte del individuo una atención y un esfuerzo en esta dirección que consiste en combinar sabiamente las energías que fluyen en el organismo.
 
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[1] En un movimiento reflejo, un nervio sensorial envía una señal a la médula espinal, que a su vez activa las neuronas motoras ubicadas en ella para hacer frente a la amenaza. El cerebro sólo se involucra después de que ésta se ha evitado.
[2] Todo individuo sufre un deterioro natural de su organismo por el paso del tiempo y de su uso. Sin embargo, uno puede observar directamente que existen daños o maltratos al cuerpo, por ejemplo: Consumo excesivo de alcohol, inadecuada alimentación, abuso de medicación, falta de reposo o esfuerzos hasta el agotamiento,… Estas acciones precipitan o provocan una fragilidad orgánica que facilita la propensión a enfermedades.
[3] Proviene del latín “Habitus”, participio pasado del verbo haber que se traduce como “lo tenido”. Con el paso del tiempo se convirtió en aquello que uno lleva puesto, tanto en el sentido físico: Vestidura, como en el sentido psicológico: Lo adquirido y que se repite como un comportamiento recurrente.
[4] En la formación de un hábito o una costumbre no sólo participa el centro motor. Normalmente, su confección parte de la función intelectual que consideró en su momento que este proceder es el correcto y, asimismo, uno lo sintió de esta misma manera. Con el paso del tiempo, la acción se automatiza y uno llega a olvidar el porqué actúa y le gusta hacer algo de un modo determinado y no de otro.
[5] Igualmente, se incluye en esta referencia al móvil, a todas los nuevas fórmulas de comunicación existentes en la red: Facebook, Twistter, Whatsapp,…
     [6] La imitación y su importancia en el aprendizaje se comentará más adelante en el curso.
[7] Un estado de conciencia superior.
[8] El cambio de centro es una técnica que se profundizará en temas posteriores. Consiste en el hecho que si, en ese momento, uno carga pensamientos y sentimientos que hacen daño, lo sensato es hacer otra cosa, evitar el ensimismamiento y distraerse con una actividad que atrae la atención hacia ella misma. El objetivo es que los anteriores pierdan fuerza, se relativicen y, finalmente, se olviden. Por ejemplo: Salir con amigos, ir al cine y ver una película divertida; pasear, coger la bici; ir de compras.
[9] La atribución de los valores de inteligencia es innata. Esta se halla presente más o menos según el individuo y responden a principios internos de la naturaleza humana. De igual modo, ocurre en los diferentes cerebros. Existe inteligencia: Intelectual, emocional y motriz. Esto significa que un sujeto posee una gran habilidad para jugar al fútbol, ser una auténtica estrella. Otros muchos, se entrenan sin descanso, dedican con verdadera pasión, disponen de los mejores expertos, medios,… Sin embargo, no alcanzarán el nivel competitivo que exige estar en la élite de un deporte o disciplina artística, etc. Esto es debido a estos valores de inteligencia depositado en la genética de la persona. Asimismo, esta propiedad explica porque una persona puede ser muy competitivo en una disciplina que exige inteligencia motora y no disfrutar de sensatez para otro ámbito de la existencia. Por ejemplo, en la toma de decisiones, el respeto a los demás, la capacidad de discernimiento, etc.
[10] Atrofia muscular.
[11] Debilidad cardiaca.

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