“Para
mi facultad de decisión es tan indiferente la facultad decisoria del vecino
como su hálito vital y su carne. Porque, a pesar de que especialmente hemos
nacido los unos para los otros, con todo, nuestro individual guía interior
tiene su propia soberanía. Pues, en otro caso, la maldad del vecino iba a ser
ciertamente mal mío, cosa que no estimó oportuna Dios, a fin de que no
dependiera de otro el hacerme desdichado”. (Marco Aurelio.
Meditaciones. Libro VIII. Cita 56).
Introducción
Este texto profundiza sobre la vivencia de la felicidad, reflexiona
sobre sus aspectos más relevantes, y se exponen claves prácticas para atraerla
a la vida cotidiana.
La felicidad o la dicha es un estado interior que todo ser humano
anhela experimentar a lo largo de su existencia y permanecer en él.
Este término proviene del latín “felicitas”
que significa fértil, fecundo. La felicidad se define como un estado del ánimo
que se complace en la posesión de un “Bien”; también popularmente,
satisfacción, contento.
Desde el autoconocimiento,
la dicha se asocia a estados de plenitud de la Esencia libre, o bienaventuranza
en la conquista de su bienestar integral. Para el alma, la felicidad es como el
silencio, siempre está presente y goza de eternidad. El sonido se interrumpe,
pero siempre es algo accidental, este tiene un principio y un fin; cuando el
ruido cesa, vuelve irremediablemente el silencio. Así es la felicidad, un
estado que aparece de modo espontáneo y natural, si uno permite la expresión de
la Esencia libre. La “felicidad del
corazón” es una vivencia legítima de cada persona. La realización interior es
un proceso de integración de todas las componentes que forman al “Hombre Auténtico” y las trasciende en el
Ser. La “unidad” de los valores de Humanidad
en el individuo lo dignifica. Esta unión vibra en un nivel superior de Ser, se
alinea en el orden universal y le aporta una dicha completa.
“El secreto de la felicidad del Dios íntimo de cada
criatura consiste en la relación de Él consigo mismo”. (Samael Aun Weor. El misterio del
áureo florecer. Cap. La escuela Jinayana).
La psiquis del ser humano, atrapada
por el mundo de la relatividad, confunde la satisfacción percibida por los
sentidos y la mente con la genuina felicidad interior. Esta sensación seductora
es proporcionada por la culminación de lo placentero. La Esencia embotellada o
la personalidad buscan continuamente el hedonismo en todo aquello que les
rodea. No obstante, en el momento que se diluye la pasión por el objeto deseado,
queda el vacío, y el desencanto sustituye a la alegría vivida. La felicidad está
siempre acompañada de un estado íntimo de la conciencia, y a esta experiencia se
incorporan ciertas facultades íntimas del alma como: serenidad, sensibilidad,
sencillez, etc. ¿Cómo un individuo podría ser feliz, si no goza de paz,
libertad o armonía en su vida?
La necesaria reflexión sobre lo que uno
disfruta
Una persona que habita en una ciudad en guerra, donde no existe
seguridad, acosada constantemente con la idea de la muerte, apenas se ocupará
de la felicidad. Esta anhelará en su corazón, tanto para ella como para sus
hijos, la “paz”, desplazarse por las calles con tranquilidad, sin temor
a perder la vida. El alumno puede imaginarse en un “Estado fallido”, donde no existe “protección ni “justicia”, las leyes son inexistentes y su
funcionamiento se rige por los caprichos de aquellos que se constituyen como los
más fuertes; estos maltratan, esclavizan y, finalmente, asesinan a quien les
parece. Los habitantes de dicho lugar desearán una justicia que les proteja y su cumplimiento; hasta entonces, difícilmente
estos se concentrarán en la felicidad.
En la existencia, la gente necesita suficiente concordia, justicia,
igualdad, libertad, paz…, estos son bienes indispensables para acceder a la felicidad.
En la mayoría de las sociedades occidentales, más o menos, se disfruta de estos
valores; por ejemplo, en Europa no existe un escenario bélico. Nadie teme por
su vida, en el instante de salir de su casa para trabajar o llenar la cesta de
la compra. En este sentido, el sujeto goza de privilegios, muchas veces
menospreciados por carecer de conciencia a dichos bienes conquistados por
nuestros ascendientes. Muchos individuos poseen un buen estado de salud y
bienestar. Igualmente, estos se benefician de una familia, unos amigos, un
empleo que le permite ganarse el sustento honradamente, vivir rodeados de
bienes materiales… No obstante, en su existencia diaria muchos son desdichados.
Una clave importante
para no desdeñar la fortuna que uno disfruta es apreciar en su justa medida los
bienes que dispone. Esto implica concentrase en aquello que uno aprovecha y que
es motivo de felicidad, en lugar de atraer excesiva atención sobre lo que uno
carece. Existen numerosos casos que apuntan hacia esta dirección. Muchos
estados inarmónicos e inadecuados del ánimo son trascendidos con una sincera
reflexión y valoración apropiada de todo aquello que a uno le beneficia. Si la
persona se halla pendiente de lo que no goza, su atención se instalará en la
frustración.
Esta “toma de conciencia” no acarrea una actitud conformista ante una
carencia sino el centrarse sobre lo que uno posee, y emprender la acción que
conviene para alcanzar la meta que se propone. Una actitud común es lamentarse
por lo que uno perdió o malogró y no hacer nada al respecto.
La felicidad es
un tributo, un estado a “posteriori”
del alma; el efecto de un proceso de liberación, equilibrio y lucidez que se
adquiere en el ámbito psicológico. Cuanto más cercano permanece uno de su
Esencia libre, mayor y duradera es su experiencia de la felicidad.
Paralelamente, los factores que perturban el estado de felicidad son infinitos,
sean estos internos o externos, pero todos enlazan con una carencia de tipo
psicológico.
La felicidad
es el resultado natural del despertar
La llave que abre la puerta de la
felicidad la acarrea cada ser humano en su corazón. El individuo puede usarla
para su propia experiencia íntima o entregarla al mundo de lo circunstancial.
Esta última opción significa delegar las bases y los principios de ser feliz a
los demás y a la arbitrariedad de la existencia. Inversamente, el estudiante posee
la facultad de atraer un estado superior de conciencia en la vida práctica, y
esta última ser una fuente de inspiración de su dicha.
“Si alguien colocado en magníficas
condiciones, no está a la altura de las circunstancias, si no sabe combinar,
inteligentemente, los estados de conciencia con el medio en el que se
desenvuelve y vive, incuestionablemente será un desdichado.
Empero
otro que, aunque esté en circunstancias difíciles, sí sabe combinar los hechos
de su vida práctica con los estados de conciencia, logrará bienestar,
prosperidad, felicidad, etc. Así, pues, que se hace urgente comprender la
necesidad de aprender a vivir sabiamente”. (Samael Aun
Weor. Cátedras II. Cap. 36).
Por ejemplo, una persona desempeña
una actividad que le hace feliz, y aprehende que en ella halló su vocación. En
este sentido, el sujeto despertó la conciencia a su necesidad interior, y con
su acción cumple con ella. Esto sucede en muchos ámbitos profesionales: docencia,
justicia, arte, medicina, ciencia, literatura, social, etc. Para ser dichoso,
uno precisa despertar y desarrollar cualidades que la hacen posible, tal como
la humildad, la sencillez y la inocencia[1]
en la mente y el corazón. Estas cualidades se asocian al alma y al mundo de la
infancia.
Un niño de corta edad se expresa con sencillez porque su mente y
personalidad están bajo el imperio de la inocencia. El desarrollo de estos
vehículos de expresión es incipiente y la Esencia dispone de espacio
psicológico para manifestarse según su naturaleza. En general, el infante se
halla libre de las experiencias dolorosas de la existencia y de la búsqueda de
satisfacción egocéntrica. La inocencia se relaciona con la pureza o ausencia
del ego en la psiquis. En este estado interior, la criatura conserva su
frescura y naturalidad; la mente está abierta y despojada de complejidades. La
sencillez se define como única y singular, sin artificio ni composición, que
carece de ostentación y adornos.
¿Por qué el
estudiante precisa recuperar, centrarse, en estas cualidades del alma en su
existencia? Humildad, sencillez e inocencia acercan al individuo a su “Realidad
Auténtica” de Ser, a sus valores y, en consecuencia, a la felicidad.
Estas cualidades
básicas permiten un estado receptivo de la mente, una mayor actividad de la
conciencia, y facilitan el desdoblamiento psicológico. Esto acarrea que la
Esencia se exprese con claridad, libertad, en la vida, y aporte su objetividad
y visión singular sobre los hechos. Una personalidad pasiva desarrolla estas
cualidades humanas, se aproxima al equilibrio y orden interior, y es más feliz.
Opuestamente, un sujeto lleno de complejos, con una mente confusa y una lista
interminable de reglas que modelan su acción, es una psiquis poco propicia a la
dicha.
La práctica hacia la conquista de
la felicidad
El objetivo del
trabajo interior es proveer una mente receptiva y una personalidad pasiva, que
abran la puerta a la expresión del alma y uno pueda reconocerse en ella; esta última
crezca, madure y se enfrente a las dificultades de la vida con lucidez, la
acción de la conciencia sustituya de modo progresivo a los patrones y recursos
mentales que uno aprendió inconscientemente. La autoconciencia no tiene otro
objetivo que iluminar a la persona en la vida y guiarla en su desarrollo interior.
El sentido de humanidad de todo sujeto está encerrado en su corazón, y a él le
corresponde liberarlo a través de su disponibilidad y esfuerzo consciente. Cada
estudiante precisa esta “toma de conciencia” del trabajo a realizar, y prestar
la atención plena a tres actividades fundamentales que se enlazan mutuamente:
Ø
Vivir el momento presente y provocar el
desdoblamiento psicológico.
Ø
Preservar la mente abierta y receptiva.
Ø
Mantener la personalidad pasiva.
Es
indispensable estar alerta simultáneamente a la existencia y a todo lo que
sucede en el interior de uno. Este esfuerzo aporta vida al alma. Por otra
parte, una mente abierta y receptiva, favorece la presencia al instante y la
escucha sin “prejuicios o preconceptos”,
tanto a la charla interior como a las palabras de los demás. Una mente
receptiva concede suficiente fluidez y flexibilidad a lo imprevisible que
pueden resultar los hechos. Finalmente, la personalidad pasiva salvaguarda un
espacio de expresión a la Esencia. De este modo, todo lo adquirido, junto a las
respuestas aprendidas, no se interpone a su acción lúcida y serena. Cuanto más recta
sea una acción, más beneficiosas serán sus consecuencias. Una ética y un
comportamiento justos se inspiran en la sencillez e inocencia del alma y este
estado atrae la felicidad.
La naturaleza de la felicidad y
la Esencia
La felicidad y la expresión del alma tienen una naturaleza común y
comparten la naturalidad, la espontaneidad y la sencillez. Normalmente, uno se
siente feliz ante vivencias simples. Un recién nacido dispone de una mente
vacía de contenido. Esta condición posibilita la presencia de la Esencia, la
cual llena de candor al niño y es percibida por el adulto. Aunque este la olvidó
en él, la reconoce y le conmueve su belleza. Según el infante crece, su mente
se llena de experiencias y conocimientos, de igual modo que si uno escribe un
diario y recopila todos los sucesos de su existencia. Este hecho aleja al
infante de su propia y auténtica naturaleza. La recuperación de una mente
inocente, humilde y sencilla, es un ejercicio relacionado con la desintegración
del ego. Esto último transforma la complejidad de la mente en simplicidad.
Una mente con este rasgo obedece a la inspiración de la conciencia y
se alinea al orden universal o al Ser. En este caso, la mente no se halla vacía
de contenido tal como sucedía en la tierna infancia. Por el contrario, su
estado es de quietud, preparada para ejecutar las órdenes que emanan de los
centros superiores. La eliminación de los defectos psicológicos cambia las
experiencias subjetivas acumuladas en la mente por la comprensión creadora.
Por ejemplo: la
falta de simplicidad y de capacidad de asombro impiden ser sensible a la
belleza del mundo natural: a los árboles, los pájaros, los animales..., a la
presencia de los elementos: al viento, a la lluvia, al fuego, a todo aquello
que nos rodea. La Esencia introduce al individuo en un mundo intangible, sutil
y donde se percibe el mensaje interno de la vida que palpita en cada instante.
Todas estas manifestaciones son producto del lenguaje mágico de la naturaleza,
y llenan de felicidad a las personas que lo perciben. Esta expresión natural se
halla despojada de artificio y complejidad. La mente adulta dejó de asombrarse
por las cosas simples; se halla habitada por la pluralidad psicológica, y las
experiencias subjetivas se acumulan en la memoria. Estas últimas adulteran la Esencia y la misma mente,
que con el paso de los años se complica. Las estrategias y los mecanismos
psicológicos, tal como la comparación, el deseo, el apego…, arrastran la
existencia del individuo a la frustración y la infelicidad. Un ser humano
complejo carga con una mente confusa, insatisfecha y rígida en las ideas, en el
modo de pensar y sentir. Esto forja una personalidad poco comprensiva. La
complejidad mental es un reflejo de la división psicológica, convierte al sujeto
en un ser frágil y afligido por las continuas preocupaciones y conflictos
internos. Muchas personas viven atormentadas por hechos de poca relevancia. La “Esencia condicionada” y el proceso de
identificación les arrebatan la lucidez y la serenidad. Esto entorpece
considerablemente la alegría por la vida y su disfrute. Paralelamente,
dificulta la relación consigo mismo y con los demás. Por el contrario, el lenguaje
del corazón es universal y objetivo. Cuando una persona habla afectuosamente
con naturalidad y sinceridad, todos los seres humanos lo entienden. Su
expresión emana de la Esencia libre. Esta “palabra
edificada por valores anímicos” la emplean todos los benefactores de la
humanidad, los cuales han despertado su conciencia al amor y a la sabiduría.
Existe una ética de la sencillez en el corazón de todo hombre y toda mujer. Esta
conducta se deriva del discernimiento, la intuición, la comunicación interior y
la sensibilidad con las demás personas y la naturaleza.
“La felicidad mora en todas partes y en todos los
tiempos, pero son muy raros los hombres que comprenden su dialecto, porque es
demasiado sencillo, mientras que al hombre le seduce lo compuesto”. (Jorge Adoum. Adonay. Cap. Caso
premeditado).
La felicidad se arropa de estos atributos humanistas, la cual se despoja
de toda ostentación, todo artificio y toda identificación. La simplicidad, un
pilar del saber vivir, abre la puerta de la felicidad innata de la Esencia libre
que cualquier ser humano debe legítimamente experimentar.
La inocencia perdida empieza a recobrarse de forma natural con la limpieza
psicológica del subconsciente. La progresiva erradicación del ego, y la
liberación de la Esencia encarcelada, facilitan orden y armonía en la mente. De
esta manera, esta última gira en su órbita y se alinea con la conciencia.
Otra
característica común de la felicidad y de la Esencia es que ambas son hijas del
instante, se experimentan en el presente. Ninguna de ellas se halla en el
pasado, ni en el futuro. Hacerse consciente de esta realidad es muy útil en el
momento de discernir al intruso o ego. Este engaña a la persona identificada
con sus proyecciones hacia lo que no tiene existencia y, en consecuencia, carece
de vida. Tanto la Esencia como la felicidad gozan del movimiento, de la vida
interior que emana del instante. Por ejemplo: en muchas ocasiones, uno proyecta
en el futuro la planificación de un viaje; más allá de lo estrictamente
práctico, como son las necesarias reservas y de su intendencia, uno se
entretiene a pensar con ilusión que vivirá tal o cual situación, sintiendo
cierta emoción de satisfacción; proyecta aventuras con tal o cual
características; que las personas que le acompañan son de determinada manera;
etc. La persona se siente feliz por ello, sin embargo, llegado el momento del periplo,
este es un desastre y se siente frustrada porque nada de lo que pensó se
materializó. Fue un viaje distinto. Estos casos bastante comunes indican que la
felicidad no se puede programar en el tiempo, y solo obedece al presente.
La experiencia
de la felicidad es interna
Tanto en la vida como en la meditación, el estudiante puede
experimentar de forma directa y profunda la felicidad. En la práctica de esta
última, las tradiciones orientales lo llaman “el vacío iluminador”, o
como escribieron los místicos cristianos y sufíes, “la unión con el Amado”.
El alma es capaz de ir más allá de la mente, de los sentimientos, y vivir su
propia realidad como Ser. La integración anímica y espiritual es la experiencia
del éxtasis o de los estados de felicidad incondicional. Existen ascetas con
una gran capacidad espiritual que viven la dicha a pesar de estar sometidos a
escenarios de desolación, injusticia y persecución, incluso sufriendo graves
enfermedades. Esto es posible porque su centro de gravedad psicológico se halla
en el Alma Humana.
El alumno
precisa comprender con profundidad que mientras él se mantenga aferrado a su
sueño: “la felicidad será un espejismo”.
El individuo será víctima de sus propias carencias, y su ignorancia infligirá dolor
tanto a sí mismo como a los demás. Este acumulará una gran cantidad de
proyectos para ser feliz a lo largo de su existencia. No obstante, la verdadera
cuestión es reflexionar y aprehender en qué se convirtieron realmente estos
planes, y si alcanzaron la meta deseada.
El trabajo interior enseña a quien
se inicia en estos estudios que la dicha no se alcanza a través de las
costumbres, los hábitos adquiridos, ni los deseos cumplidos. Toda persona vive
instantes felices, y estas experiencias quedan marcadas en la psiquis. En
muchas ocasiones, uno busca repetir la misma vivencia íntima, pero no se logra,
faltó el estado de conciencia. La felicidad es soberana, propia del instante y
del alma. Esto enseña que el mundo interior precisa una transformación. Algo
tiene que morir, dejar de existir, para que algo nuevo nazca dentro de uno, si verdaderamente
se anhela un cambio real. Este es posible, si uno colabora con la Esencia y su
emancipación en un esfuerzo por conocerse a sí mismo.
“Cuando el ego se
reduce a polvareda cósmica, entonces, en nuestro interior queda la dicha, la
felicidad, la belleza íntima del Ser”. (Samael Aun
Weor. Cátedras l. Cap. 1).
La confusión
entre la felicidad y la satisfacción
El autoconocimiento
denomina a estos estados de satisfacción[2]
como la “pseudofelicidad o felicidad
relativa”. Esta euforia desarrolla en el individuo la particularidad de apegarse
a sus sensaciones. Este progresivo aferramiento al placer que se consolida en
cada una de sus vivencias, es producto del sueño de la conciencia. Esta pseudofelicidad
toma diferentes formas, dependiendo del centro que la provoca. La satisfacción
como una percepción de poder, de ser conocido, indispensable, buena persona,
bella, inteligente, etc. está íntimamente ligado con el falso sentimiento de sí
mismo. Esta complacencia con su propia persona es de orden psicológico, y principalmente,
se aloja en el centro emocional e intelectual. Así mismo, existe la
satisfacción cuya causa se halla en los sentidos, ligada al cerebro
instintivo-motor-sexual. El deseo cumplido asociado al buen comer, al beber, a
la toma de estupefacientes, sexual... Todos estos apetitos son producidos por
el ego y el subconsciente. Cuando estas apetencias se consumen lo llenan a uno de
bienestar, el cual constituye el alimento del “mí mismo”. La causa de la identificación descansa sobre el hecho de
que la conciencia de la persona se halla encarcelada en lo que le gusta, o en
su mismo gozo, y lo asume como propio. El alma impotente sucumbe a la fuerza
hipnótica del subconsciente, y la personalidad disfruta de su sueño. Esta
acción prolongada en el tiempo experimenta una complicación de la mente. La
Esencia embotellada ya no goza de inteligencia, ni de equilibrio, ni de coherencia;
su acción tampoco se detiene en la última satisfacción, y empuja la psiquis del
individuo hacia el más o el mayor. Esto implica un deseo creciente. Este
proceso del ego, por una parte, desencadena el exceso, desequilibrio y abuso de
los centros; y, por la otra, la frustración, la decepción y el desencanto si,
por alguna contrariedad, este no se cumple y las expectativas se desploman ante
los hechos. Entonces, esta felicidad relativa se convierte en dolor y estos
hechos son vividos como una desgracia.
“La civilización, en el verdadero sentido de la
palabra, no consiste en multiplicar las necesidades, sino en limitarlas
voluntariamente. Ese es el único medio de conocer la verdadera felicidad y de
hacernos disponibles a los demás”. (Gandhi. Todos los hombres son hermanos. Cap. El dominio de
sí mismo).
Un análisis
psicológico de la satisfacción como “vía
de identificación” indica que todo aquello que provee placer “a priori”, declina o balancea en dolor “a posteriori”. Si la conciencia del sujeto
está ausente, estas cuestiones complican considerablemente su existencia, y sus
efectos llegan a ser incontrolables. Esto se observa claramente en los infantes.
Sin embargo, en los adultos el proceso se enmascara, se oculta a sí mismo, pero
sigue presente en la psiquis de la persona. Por ejemplo, la mente del chico se
orienta de modo natural hacia aquello que conoce y le gusta. Este se restringe
a sí mismo a la variedad, y quiere comer sistemáticamente lo mismo. Si le
gustan los espaguetis, todos los días desea comer espaguetis y rechaza otras
alternativas. Una madre percibe esta tendencia y negocia con él, poco a poco, para
que se alimente de hortalizas, carnes, pescados, etc. Esta reacción del niño es
una constante de la mente. Si este no recibe una educación a tiempo al respeto,
su alimentación no conseguirá ser equilibrada, incluso, el proceso continuará en
su edad adulta. Para el chico, la felicidad está en los “espaguetis”. No obstante, cuando uno es adulto y trabaja sobre sí
mismo, comprende que la comida es una fuente de satisfacción, pero no de
felicidad, porque cubre una necesidad física. Ahora bien, cuando uno los come,
en ese instante, disfruta de disponer de alimentos.
El ser humano
busca la felicidad en el plano tridimensional a través de sus sentidos, logros,
y de deleite de sus bienes materiales…, desde una visión circunstancial. Esto
significa que este estado de pseudofelicidad es un efecto de una situación
particular que se instala porque el sujeto dispone o conquista físicamente algo
que le agrada. La existencia puede o no ayudar al estudiante a ser dichoso, no
obstante, la causa de la felicidad no se halla en este mundo. Esta realidad se
experimenta en los dos extremos de la dualidad. Por ejemplo: muchas personas que
no cubren rigurosamente sus necesidades básicas, no pierden por ello, su dicha
y alegría por la vida; otras, en cambio, disfrutan de todo en abundancia y, sin
embargo, no son felices, están desencantados de la vida. La gente sufre, y este
hecho, según la mentalidad imperante, es incompatible con la felicidad. Esta
afirmación es cierta, solo si, el dolor es la respuesta a una situación que uno
no comprende, ni goza de las herramientas psicológicas para superarla. Existen
eventos que por su naturaleza son verdaderamente desagradables, desgraciados…,
pero la capacidad de vivirlos con un estado de conciencia superior, centrándose
en los principios transcendentes de la vida y no caer en el dualismo mental,
depende solo de uno mismo.
“El hombre puede
conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental,
incluso en las terribles circunstancias de tensión psíquica y física.
Los que estuvimos en campos de concentración
recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los
demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos
en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede
arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas -la elección
de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su
propio camino”. (Viktor
Frankl. El hombre en busca de sentido. Cap. Segunda fase: la vida en el campo.
La libertad interior).
La felicidad es un estado interior que se instaura por medio del autoconocimiento
y la experiencia directa de la propia existencia. Este se instaura en un nivel
de Ser que no depende de lo circunstancial. La dicha, la paz, la libertad, el
amor consciente, fluyen dentro del árbol que constituye el alma humana
realizada. Esta savia de humanismo no puede envenenarse por la materia, excepto
si la persona se identifica con ella. El sufrimiento psicológico es producto de
la hipnosis, se alza como una respuesta inconsciente a los hechos porque uno es
incapaz de comprender su trascendencia. Tal como se indicó anteriormente, si
uno libera su alma atrapada en el yo, igualmente, se termina con el “padecimiento mecánico”. Esto indica que
difícilmente se perturbará su bienestar y felicidad de permanecer integrado con
su “Auténtica Realidad”.
Esto no hace al
alumno insensible al dolor ajeno, sino que aprende a ser compasivo con el
sufrimiento humano, y con toda criatura. Sensibilidad es ocuparse de quien
sufre; acudir con los recursos disponibles y la acción recta, inteligente, que
emana de la conciencia. Todas las demás respuestas entran dentro de un abanico
de actitudes que se derivan de una carencia de solvencia ante la realidad, y de
desconocimiento de sus leyes y propiedades. El sufrimiento, la frustración, la
tristeza…, son estados psicológicos, y todos ellos son trascendidos con la práctica
del trabajo interior sobre uno mismo.
“Tienes que reconocer que tu verdadero enemigo,
el ladrón que roba tu felicidad, es el ladrón interno, el que se encuentra
dentro de tu mente, ese al que tanto has querido desde tiempo inmemorial”.
(Lama Yeshe. Ego, apego y liberación. Cap. Desarrollar el equilibrio, reconocer
el verdadero enemigo).
Si alguien
acarrea un sufrimiento o una frustración, el autoconocimiento enseña que es
preciso meditar; relajarse y visualizar el hecho físico o la estructura
conceptual[3]
que lo provoca; utilizar la facultad de imaginar. No es una cuestión de pensar
sobre el dolor, ni su causa física, sino de concentración en la imagen desde el
silencio mental, con un estado de presencia, y cabalgar sobre el sueño; permitir
que la conciencia informe sobre la causa real del sufrimiento y uno lo
aprehenda intuitivamente; que el alumno capte la verdad del dolor y su causa. Una
vez aprehendido el defecto o la carencia que promueve el padecimiento, este
podrá ser erradicado de la psiquis[4],
de manera que uno actuará en la existencia en consecuencia, es decir, sin
identificación, y le será más sencilla la práctica de la separación psicológica
y del discernimiento.
“Estas aflicciones ― el apego, el odio, el
orgullo, la avaricia, etc. ― son estados mentales que provocan en nosotros conductas
que causan toda nuestra infelicidad y sufrimiento”. (Dalai Lama. El arte e la compasión. Cap.
Las aflicciones).
Independientemente
del sentido que el sujeto le otorgue a la vida, lo mínimo y sensato es que se
sienta feliz por disfrutarla. Cada agregado psicológico es una resistencia a la
expresión del alma; este obstáculo se genera por un engaño interior. El “mí mismo” sufre, porque no se complace
de lo que desea, y uno padece a causa de que la Esencia libre se identifica con
él. Esto acarrea una unificación transitoria entre Esencia libre que, en ese
momento, deja de serlo y la Esencia embotellada o ego. Esta hipnosis es el
origen de todo sufrimiento anímico. Si uno despierta la conciencia del sueño, este
tipo de dolor desaparece. El ser humano precisa reflexionar sinceramente sobre cuándo
y porqué uno se siente frustrado, abandonado..., y decepcionado de la vida.
¿Cuál sería el estado interior, si todas las expectativas que uno continuamente
desea se cumplieran? ¿Experimentaría uno un estado eufórico sin descanso?
¿Sería uno feliz si se le concedieran todos sus caprichos como un niño mimado? Ciertos
estados íntimos equivocados de “compasión
por sí mismo”, infelicidad y renuncia a la alegría de la vida se fundamentan
y nutren de estos deseos malogrados.
La felicidad y los lemas mentales
Existen actitudes mentales propias de ciertos elementos
subjetivos o de la personalidad que sabotean la dicha. Un individuo proyecta o desea
dónde o cómo lograr su felicidad y emprende la labor oportuna para
experimentarla. Como se indicó anteriormente, no siempre el resultado de la
acción culmina en lo que este esperaba. La Esencia valora, aprecia, y le hace
feliz todo logro, aunque sea pequeño. La conciencia reflexiona, medita, tanto
sobre lo alcanzado como aquello que queda por conseguir. Esta se ubica en lo
obtenido y sigue en su acción hasta completar su felicidad. Esta disposición
psicológica en el modo de sentir y pensar, refuerza virtudes, por ejemplo: la
perseverancia, el amor por la acción emprendida, la paciencia, etc. Estas
revisten al objetivo anhelado de realidad y humanidad, en el sentido que no es
un capricho, una ocurrencia o algo circunstancial.
Inversamente,
existen ciertos razonamientos propios del ego que consisten en devaluar los
pequeños éxitos logrados, porque no se consiguió “todo” lo que se planteó.
En muchas ocasiones, la personalidad rechaza los pequeños frutos de la acción
por considerarlos insuficientes. Existen lemas en la mente manipulada por el “yo” que dictan:
“Si no tengo
todo, no quiero nada”.
“Si no es ahora, entonces, nunca”.
De nuevo, estas
actitudes se observan claramente en los niños y adolescentes, pero son también
empleadas por muchos adultos. Estos lemas refuerzan la falsa personalidad del
individuo y su conciencia queda atrapada en ellos de manera que nunca son
felices con lo que consiguen o disfrutan.
La relación entre la felicidad, la libertad
y la verdad
La felicidad está vinculada con lo verdadero o real. En ciertos
instantes, la dicha se experimenta por el sujeto en escenarios donde se
manifiesta “lo auténtico” dentro de
sí o capta esta cualidad en los demás. Una persona es feliz cuando vive,
percibe o eleva su estado interior hacia aquello que es auténtico, real y
verdadero. Este amor por descubrir sinceramente la propia y auténtica realidad
que yace en el interior del ser humano, es el inicio de la conquista de su
felicidad y bienestar integral.
Por ejemplo, tal como se expuso anteriormente, la naturaleza es
siempre auténtica, y si el individuo se halla presente al instante, lo vive con
todo su esplendor. Esto conlleva experimentar estados de paz y felicidad
interior. El ser humano goza de dicha si establece relaciones de amistad
auténtica; halla el amor verdadero con su pareja; la relación con sus
familiares se fundamenta en la verdad, sinceridad y se generan lazos genuinos
basados en valores, y no sólo por los vínculos sanguíneos.
Un sujeto con vocación por una actividad la interioriza de verdad en
su corazón, disfruta de su acción y se siente feliz al ejercerla, aunque surjan
dificultades. Muchos jóvenes son influenciados por patrones sociales, como la
búsqueda de seguridad, el prestigio, la remuneración…, con el objetivo de asentarse
en la existencia. No obstante, estos no escuchan la voz interior que les guía
hacia una vocación que les permitiría ser creativos y esa actividad profesional
les aportaría dicha. De este modo, según pasan los años y sus expectativas no
se cumplen, se adaptan a una rutina y se sienten frustrados por la labor que
desempeñan. A pesar de disponer de una buena situación económica y ser reconocidos
en su labor, no son felices, porque su actividad está lejos de su Esencia y de
lo que precisan aprender. Por lo tanto, la felicidad se aleja de lo ficticio o
engañoso, de la identificación que emana de las ilusiones o de los deseos de la
personalidad. El estudiante precisa distinguir cabalmente entre: los auténticos
estados de felicidad que provienen del alma, de aquellos que son propios de la
satisfacción del ego, cuando este disfruta de su deseo cumplido.
Cuando una persona se libera de una carga, un sufrimiento…,
se siente feliz porque se aligera física y psicológicamente. Su estado anímico
asciende por ese alivio, aunque este no sea permanente. Imagina que una
autoridad nos acusa de un delito que uno no cometió. Después de un tiempo, la
policía descubre al auténtico responsable y uno queda libre de sospecha. Quien
experimente esta situación se sentirá aliviado y feliz.
La felicidad se halla ligada al libre albedrío y a
la autonomía del alma. Muchos pueblos se hallan en una restricción de libertad.
Por ejemplo, de reunión, expresión…, propia de regímenes totalitarios. La
experiencia enseña que todos los esfuerzos que una clase dominante ejerce sobre
su población, tarde o temprano, terminan cayendo o cediendo el poder[5].
El ser humano, movido por la fuerza íntima del alma,
despierta a sus ansias de libertad, la cual le permite una expresión más acorde
con su naturaleza. De igual modo que si un pueblo recupera su libertad se
siente feliz, el individuo que se libera de sus restricciones psicológicas
experimenta la felicidad.
Así mismo ocurre con la paz o serenidad, el
equilibrio y la armonía. Estas cualidades íntimas son pilares de la
construcción interior y, por lo tanto, de la felicidad. ¿Cómo ser feliz sin paz
interior, ni desplegar serenidad cuando uno la necesita? ¿Cómo podría
establecerse firmemente la dicha en una psiquis desequilibrada, llena de
tormentos, prejuicios, miedos, etc.?
La desintegración
del ego proporciona libertad, autonomía, paz, al alma que estaba embotellada,
para manifestar su auténtica realidad interior. El elemento subjetivo es una restricción,
una cárcel para la Esencia, e impide su libre expresión. La existencia que la
personalidad y el ego construyen, se fundamenta en una realidad aparente o
ilusoria. Cuando el estudiante despierta del autoengaño y disuelve la fantasía
del “mí mismo”, recupera una virtud,
una realidad interior, se acerca al Ser, a la Verdad. Si la conciencia se
libera de su yugo e integra la Verdad, esta recobra su estado natural de
felicidad.
“Solo
el hombre que trata de investigar quien es él mismo conocerá la libertad y, por
lo tanto, la felicidad”. (Jiddu Krisnhamurti. Dichos de
Krisnhamurti. Cap. La felicidad).
Resumen de las claves de la felicidad
Ø La felicidad reside en la Esencia libre y se
expresa a través de los centros superiores.
Ø El ego es el factor de la infelicidad; cuando se
elimina, la radiante dicha de la Esencia liberada resplandece en el corazón de
la persona.
Ø Esta es el resultado de un proceso de
integración anímica y de sus atributos.
Ø Hay felicidad en una apreciación objetiva de los
bienes que uno disfruta. Esto implica concentrase en ellos, y no en aquello que
uno carece.
Ø La dicha es interna y su llave precisa
permanecer en el corazón de la persona. Si esta la retira de dicho lugar,
perderá la posibilidad de experimentarla; para ella todo será un sueño.
Ø La identificación excluye la felicidad.
Ø La felicidad se expresa con más facilidad en una
mente sencilla e inocente, receptiva.
Ø La vivencia de la dicha se procesa en el
instante, no en el pasado ni en el futuro.
Ø La satisfacción, su búsqueda, y el apego que
acarrea, hacen inviable la experiencia de la felicidad. Satisfacción y
frustración son dos caras de una misma moneda: la dualidad.
Ø Los lemas, las reglas, y las normas mentales,
obstaculizan la expresión natural del alma y, por lo tanto, de la dicha.
Ø La felicidad es una flor que nace y crece en el
jardín de la sinceridad, del amor, de la libertad y de la paz, y sus raíces se
hallan en la verdadera naturaleza del alma.
Ø El trabajo sobre la felicidad consta de tres
acciones:
· Vivir el momento presente y provocar el
desdoblamiento psicológico, de modo que se evite toda identificación.
· Preservar la mente abierta y receptiva.
· Mantener la personalidad pasiva.
Tabla de ilustraciones
1.- Grabado: “La felicidad pública” (1625).
Autor:
Cesare Ripa. Editor: Pietro Paolo Tozzi, Padua, Italia.
La ilustración se centra sobre una
representación de la diosa Felicitas, símbolo para los romanos de prosperidad,
buena fortuna o éxito. Esta se mostraba como una reina ataviada con un manto y
ciertos implementos. Esta efigie fue acuñada en el reverso de las monedas de
ciertos emperadores. El caduceo de Mercurio se relaciona con la salud. El
cuerno de la abundancia (cornucopia), lleno de frutos y flores, se asocia con
la prosperidad. Finalmente, el éxito o triunfo se muestra a través de la corona
de laureles en la cabeza de la diosa.
En el ámbito interno, el caduceo alude
concretamente a la transformación interior tanto de la energía como de la
psiquis y el cuerno de la abundancia alegoriza el desarrollo de las virtudes
del alma. El laurel hace referencia al triunfo en la realización interior que
llena de felicidad a quien la culmina.
El origen del cuerno según el mito proviene de la
ninfa Amaltea, que significa “ternura”.
Esta fue nodriza de Zeus y se le representaba como una cabra. El dios infante
jugando con sus rayos partió sin querer un cuerno de la cabra, convirtiéndola
en un unicornio. Para compensarla, le ofreció el cuerno que le proporcionaría
en abundancia todo lo que ella deseara. Este relato describe el trabajo sobre
la energía creadora, su transformación y su relación con el amor.
2.- “Niños
del granjero con su madre joven en su camino a casa”, (1903) Autor: Carl Von
Bergen. Localización: Colección privada.
3.- “Baco”
(1515). Autor: Leonardo Da Vinci. Localización:
Museo del Louvre. Este cuadro acarrea su controversia. Fue hallado en la
colección del rey de Francia, Francisco I, con el nombre de San Juan en el
desierto. No obstante, los implementos y el paisaje no corresponden a San Juan
el Bautista, pero si al dios Baco o Dionisio. En un retoque posterior (1785), para
darle al cuadro su carácter mitológico, se añadieron los racimos de uva, la
corona de pámpanos y la piel de pantera, todos ellos símbolos de este dios clásico.
Estos elementos aparecen en una derivación de esta pintura realizada por Andrea
di Sarto. El origen de este dios apunta a Egipto, y a través de los Tracios fue
adoptado por los griegos. En su principio, Dionisio representaba el aspecto de
la felicidad o plenitud espiritual, inspiración mística, éxtasis, de este modo
estaba presente en los misterios de Eleusis y órficos en Grecia. Se le atribuía
el sobrenombre del “liberador y Nacido
dos veces”. Asimismo, se le asignó el dominio de la abundancia de la flora
y fauna, de la fecundidad junto a la diosa Deméter o Ceres; con rasgos
andróginos simbolizaba el aspecto masculino, la transformación interior y,
según la dirección de este proceso, el ascenso o descenso espiritual. En los
primeros tiempos, esta capacidad transformadora causada por la inspiración
espiritual fue simbolizada por la uva o algún elemento asociado a ella. En la
antigüedad, este fruto describía la semilla creadora del ser humano o energía
sexual. Esta asimilación a la uva proviene que esta se convierte en vino y,
físicamente, su consumo proporciona euforia tal como sucede en el ámbito
místico. La mayoría de estos aspectos se hallan recogidos en el cuadro. La vara
es un triso que caracteriza a este dios. Él mismo apunta con la mano derecha
hacia esta para indicar el aspecto ascendente de la transformación interior y, opuestamente,
con la mano izquierda hacia el suelo aludiendo al descenso. Esta obra de
Leonardo desvela sus conocimientos de los misterios antiguos y de la ciencia
medieval de la alquimia.
En el periodo de la decadencia de la civilización
clásica, este dios terminó asimilándose a la orgía, los bacanales, al clímax
sexual, el exceso del consumo de vino y de comida…, a la felicidad a través de
la gratificación de las sensaciones. La degradación del entendimiento de la
felicidad del periodo contemporáneo fue heredada de esa época.
4.- “El rey bebe” (1640). Autor: David Teniers, el
Joven. Localización: Museo del Prado. En esta representación se observa la
tradición del roscón de reyes de origen flamenco. A quien le tocaba el haba
debía beber durante todo el día junto a otros dos personajes que debían
obedecerle. Estos eran el bufón y el glotón, de esta manera se busca el
regocijo de todos los asistentes. La intención del autor es mostrar la busca de
felicidad a través de las actividades lúdicas. Estas tradiciones se conservan
en todas las latitudes donde fiestas y conmemoraciones son el periodo esperado
para divertirse y crear un escenario para la satisfacción de los sentidos. Esta
confusión entre la felicidad y la satisfacción se ahonda con el paso del
tiempo. Estas actividades atraen a las gentes, porque la persona se olvida de
sí misma, y con ello, de las responsabilidades, problemas, frustraciones,
amarguras de su existencia. El efecto psicológico de esta recurrencia es un
perjuicio a la propia alma y persona.
5.- “Ilustración 18, Canto XXXI-”, (1861). Autor:
Gustave Doré. Edición ilustrada de la obra de “La Divina Comedia”, de Dante
Alighieri.
Video
Este video trata sobre
las relaciones auténticas como un ejemplo de felicidad. Las imágenes muestran
el reencuentro entre el león Cristian y sus cuidadores un año después de que el
animal fuera reintroducido en su habitad natural en África.
“Odette, una comedia sobre la felicidad”,
(2007). Director: Eric-Emmanuel Schmitt. Este
film narra la vida de una persona sencilla (Odette) con valores del corazón, y que
es feliz a pesar de vivir una existencia sin expectativas. La trama de la
película despliega con humor e inteligencia donde están las claves de la
felicidad en contraste a donde no están.
Lectura
“El alma y el cuerpo son una sola fuerza unidos.
Pero el cuerpo y ella crean otra fuerza. Y estas dos están en lucha perpetua. El
alma escala la montaña de la felicidad, y el cuerpo desciende al abismo de la
desdicha. Y la atracción es eterna entre los dos. El alma corre hacia la
eternidad, y el cuerpo se arrastra con pasos lentos a la descomposición. El
alma es rica con la sabiduría, y el cuerpo es pobre por el instinto. Ni ella
pretende enseñarle ni él aspira a aprender. He allí la desdicha. El fin de esta
guerra constante es el predominio del más fuerte, con la caída del más débil a
sus pies”. (Jorge Adoum.
Adonay. Cap. El espíritu rebelde).
Poema
La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en los dos tomos de esta obra ampliados, y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se publicarán en este blog. La obra se halla, tanto en la versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se entregarán a la dirección indicada con la garantía que ofrece esta plataforma. Aquí tienes el enlace.
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Existe más información sobre esta publicación en este mismo blog en la primera entrada de diciembre de 2020, y en esta misma dirección Web en Amazon.
[1] La palabra inocencia e inocente derivan del latín innocens, formado del
prefijo negativo in- y la palabra “nocens”. Esta última viene del verbo nocere,
“hacer daño" y está emparentado con nocivo, o dañino. Por lo tanto, inocente viene a significar “no dañino, que no hace
mal”. (Diccionario etimológico de Chile).
[2] Definición: “cumplimiento de un deseo o gusto”. (Editorial Larousse).
[3] Algunas personas no sufren por un hecho concreto, sino por una idea o un concepto que uno se crea por una convergencia de situaciones o factores. Estas estructuras no son transformadas y, con el tiempo, afectan a toda la psiquis.
[4] Esta práctica y su soporte didáctico se desplegarán próximamente en un tema de dedicación exclusiva. Este se centrará en el proceso de comprensión y erradicación del ego. No obstante, uno puede concentrarse en una fuerza de tipo superior a la mente, en el orden espiritual como Ser interior, origen y arquitecto del alma.
[5] “Recordad que, a lo largo de la historia, siempre ha habido tiranos y asesinos, y por un tiempo, han parecido invencibles. Pero siempre han acabado cayendo. Siempre”. (Mahatma Gandhi).
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