jueves, 4 de septiembre de 2025

El entusiasmo

 “Lo importante es que haya continuidad de propósitos, si se quiere llegar a la meta; que el entusiasmo no sea pasajero, que el entusiasmo persista durante toda la vida.” (Samael Aun Weor. “Cátedras”. Cap. 95).

Introducción

El entusiasmo es una facultad de la Esencia, el cual propicia un estado interior particular, beneficioso, a quien lo experimenta en la existencia y el trabajo interior. El individuo en su emancipación psicológica necesita mantener este fuego activo, presente, y crecer bajo su amparo. El autoconocimiento profundiza en sus rasgos, advierte sobre factores que se le oponen, como son: la entropía, el dualismo pendular, la inercia mental, la recurrencia, etc. Estos principios de la naturaleza, tanto humana como física, influyen la psiquis hacia la inconstancia, la distracción, y la dispersión.

El diccionario de la RAE define este término como: “exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por algo que admire o lo cautive”. Este estado interior implica atención y esfuerzo que se dedica con firmeza al desarrollo de una actividad, proyecto, obra, estudio, etc. Este vocablo procede del griego "enthousiasmós”, que significa inspiración divina o presencia de dios, formado por la preposición “en” y el sustantivo “theós”, dios. La idea griega era definir que el entusiasmo surgía cuando un dios se manifestaba en una persona como les ocurría a poetas, profetas, y enamorados. Entre los helenos, por estas expresiones de la divinidad en un individuo, este era objeto de respeto y admiración, pues este era capaz de lograr metas elevadas y de difícil consecución. 

“No es mediante el arte, sino por el entusiasmo y la inspiración, que los buenos poetas épicos componen sus bellos poemas”. (Platón. “Ion o de la poesía”).

Desde la perspectiva del desarrollo interior, el “entusiasmo auténtico” expresa un estado emocional superior, dependiente del alma, la cual irradia inspiración. El entusiasmo motiva justamente, aporta energía a la acción que uno emprende. Una persona entusiasmada es aquella que está comprometida, animada, concentrada en lo que realiza, atrae esperanza y confianza por alcanzar lo que se propone. Esta facultad conecta al ser humano con el libre fluir de la vida, la cual le transporta sobre el objeto de su propio entusiasmo. Muchos estudiantes experimentaron en su existencia, un impulso que se advierte de forma más o menos intensa por alguna causa, aspiración, estudio, actividad, viaje, etc.

Este afán contrasta con las emociones positivas de satisfacción, agrado, euforia…, mucho más comunes, las cuales implican identificación, son efímeras, y surgen del subconsciente. El lenguaje cotidiano emplea el término entusiasmo con asiduidad, aunque se alude a un estado emocional basado en la ilusión[1], el cual carece de las propiedades que caracterizan esta virtud. Esta confusión nace de la dificultad de discernir, por parte de la personalidad, esta facultad del alma con respecto a lo que diariamente experimenta con su función afectiva o emocional.

El entusiasmo es un estado singular, una motivación en sí misma, aporta felicidad al sujeto cuando efectúa y plasma su obra en los hechos. La Esencia se entusiasma si experimenta su naturaleza y sus principios, y los despliega en la existencia; efectúa una empresa que se relaciona con su mundo íntimo, y lo percibe con su conciencia; cuando el alma se ocupa de sus aspiraciones, y respeta la dignidad, le proporciona trascendencia, conecta con su “Auténtica realidad”. El alma se entusiasma con su propio aprendizaje, si es asistida, o es ella quien ayuda a los demás; si hay un compartir mutuo, existe una guía, una amistad, un amor entre todos, que son sinceros, y le alienta en la consecución de sus anhelos, etc.

La confusión entre entusiasmo y las emociones positivas

Existe un gran desconcierto en el ser humano con respecto al ámbito emocional. Mucha gente confunde las sensaciones con las emociones, los afectos, los sentimientos, los temores, las alegrías… Hay que observar directamente que las sensaciones son las memorias de los sentidos, los cuales advierten los estímulos externos. La labor de los sentidos es convertir energías físicas con unas propiedades (luz-vista, sonido-oído, química-olfato…) en información de tipo psicológico. El centro instintivo se encarga de este proceso que, en la mayoría de los sujetos, es inconsciente, automático.

En esta conversión físico-biológico-psíquica, el cerebro instintivo-motor-sexual añade una apreciación instintiva de repulsa, atracción, o indiferencia a las sensaciones visuales, auditivas, olfativas… Estas sensaciones son percibidas con desagrado como, por ejemplo, el exceso de frío o calor, gritos, alaridos…; grima a los insectos, oír el chirrido de la tiza que recorre la pizarra; incluso asco como son el olor a inmundicia, o el sabor de un alimento en mal estado; el dolor que causa una quemadura; un largo etcétera de sensaciones que instintivamente molestan, agobian, irritan, inquietan… Por otro lado, existen sensaciones que agradan, encantan, cautivan, atraen por sí mismas como, por ejemplo, contemplar un paisaje, el sabor dulce del chocolate, escuchar una melodía, oler un perfume, sentir la fresca brisa en un día caluroso, los rayos del sol sobre la piel en primavera… También ocurre en el ámbito erótico: sensaciones que producen instintivamente satisfacción, placer, deleite…, las cuales causan una atracción de la atención, e instauran emociones a quien las experimenta. Finalmente, el ser humano también origina sensaciones que son indiferentes al cerebro instintivo-motor-sexual. Así mismo, hay que sumar aquellas sensaciones que son propias de este cerebro. Por ejemplo, los instintos de supervivencia, maternidad, conservación de la vida, sexual, integridad corporal…, que provocan las sensaciones de hambre, sed, dolor interno, sueño, respirar, etc.

Los sentidos no crean emociones, pero sí las sensaciones. Normalmente, las sensaciones de agrado evocan emociones en la misma dirección, y la función emocional despliega satisfacción, alegría, gusto, aceptación, etc. En psicología a este tipo de emociones se les denomina positivas. En cambio, las sensaciones repulsivas causan emociones negativas como son: insatisfacción, disgusto, rechazo… Las sensaciones indiferentes se extienden a emociones de esta misma naturaleza como son el tedio, el aburrimiento, la apatía, etc. En todo par sensación-emoción creado, intervienen en menor o mayor medida las distintas memorias de los centros.

Todas estas emociones, tanto negativas como positivas, son evocadas por la personalidad o el ego. Ninguna de ellas se vincula con el centro emocional superior ni con la Esencia, en consecuencia, tampoco con la virtud del entusiasmo ni de la felicidad, el bienestar integral, el amor, etc. Es cierto que todos estos atributos del alma, también se expresan en la función emocional, pero su impulso desciende de los centros superiores debido a que es una vivencia de la Esencia. Así mismo, tal como se indicó anteriormente, son estados de conciencia distintos.

Toda esta confusión se debe a una carencia de autoconocimiento, de observación de sí mismo en el momento de recibir las impresiones.

Una vez aclarado este punto, es necesario reflexionar sobre lo que más perjudica a la existencia de un individuo en el ámbito emocional. Si una persona no advierte emoción por la existencia, la compañía, la luz del día, el misterio de la noche…, ni se emociona por nada, esta se halla vacía de vida. Esto implicaría una existencia plana, sin motivación para luchar por aquello que a uno le hace feliz. Cualquier actividad humana precisa de su impulso emocional, de afán por lo que se realiza y experimenta.

“Si existiéramos sin valores emocionales, aún entre el arte, por ejemplo, si apareciera en escena un pianista o algún cantante famoso; no teniendo valores emocionales, no sentiríamos, en realidad de verdad, ningún interés; o apareceríamos en público completamente indiferentes, no aplaudiríamos a los artistas, no nos alegraría el espectáculo...” (Samael Aun Weor. “Cátedras I”. Cap. 6).

Los factores externos e internos del entusiasmo

Los factores que causan el entusiasmo pueden ser internos o externos.

El auténtico entusiasmo es un proceso que se vive internamente, pero puede ser inducido por elementos externos. Muchos seres humanos se sienten animados por empresas que les aportan bienestar, dicha, prosperidad…, son atraídos por una acción que vibra en su corazón. En su afán, aman lo que hacen por el hecho de practicarlo, y se concentran en su labor sin dificultad. Un alumno entusiasmado por lo que estudia; un profesor que ama la enseñanza; un profesional que disfruta con su oficio; personas voluntarias que asisten enfermos o gente necesitada…, son ejemplos de cómo una labor, una profesión, un empleo, etc., encaminan a las personas al entusiasmo porque hallan alegría y riqueza interior en aquello a lo que se dedican.

En ciertas ocasiones, este estado surge de forma paulatina. Al principio, la persona no expresa interés especial en una actividad o un proyecto. Sin embargo, según se involucra en él, siente entusiasmo y hasta se convierte en una vocación, incluso en una obra de toda la vida. En otros muchos casos, una experiencia directa, una corazonada, revelan a una persona su talento, devoción, misión…, una causa justa, una convicción, que lo lleva con entusiasmo a la acción. Gandhi comprendió la labor que debía emprender en la India a raíz de un incidente en Sudáfrica; Teresa de Calcuta al ver a un moribundo en la calle que nadie asistía; Simón Bolívar se comprometió, con 22 años, a consagrar su vida a la liberación del continente latinoamericano, en el Monte Sacro de Roma; Vicente Ferrer intuyó la existencia de Dios en la batalla del Ebro en plena guerra civil, y esta certeza le acompañó siempre.

“Entusiasmado por los principios espirituales, y en busca de una vida heroica y aventurera, en 1944 abandoné los estudios de Derecho e ingresé en la orden de los jesuitas”. (Vicente Ferrer. “Encuentros con la realidad”. Cap. Nota preliminar).

El alumno que anhela un verdadero desarrollo interior precisa entusiasmo por estos estudios. Esta facultad progresa, poco a poco, por medio de sucesivas experiencias directas, y nuestro acercamiento al mundo anímico. O bien, de modo más espontáneo, por una comprensión más profunda o inspiración que forja el mismo autoconocimiento, la meditación, y su práctica.

El entusiasmo acarrea ciertas características, no es vana ilusión

Esta enseñanza establece una diferencia entre ilusión y entusiasmo, aunque en el lenguaje coloquial sean sinónimos. Una persona puede entusiasmase por alguna causa, proyecto, o empresa, en un momento dado, de dos modos distintos: con identificación o sin ella. En este primer caso, uno se ilusionó, y este sentimiento será de corto recorrido. La naturaleza del mismo se reconoce por las propiedades que despliega. Si esta emoción es de origen egocéntrico, su permanencia será fugaz, perdurará solo justo hasta que otro agregado psicológico la desplace, o la personalidad pierda la ilusión por algún motivo. Las “ilusiones” vienen y van, y el estado emocional que establecen se desvanece con ella. Esta emoción inferior se pierde en el laberinto de quimeras y fantasías porque son producto de la identificación, y se carga de relatividad.

Es necesaria una reflexión sobre los mismos entusiasmos que uno cree tener, no sean estos, producto de un sueño o constituyan el sueño mismo. Algunos individuos transitan de una ilusión a otra, sustituyen una hipnosis por otra, la cual se instaura como una vía de escape a la vida rutinaria.

La dimensión emocional es el trazo de unión entre los pensamientos y las acciones. Para que una acción sea coherente, esta debe pensarse y sentirse. Es posible que, para quien no se halla presente, una emoción similar al entusiasmo sea originada por el ego desde el subconsciente, y confundirse. Sin embargo, cuando este atributo se activa en el centro emocional superior, colabora con la conciencia, acarrea lealtad, brío a la causa que atrae a la Esencia, y se impregna de sus valores y naturaleza. Esta vibración emocional especial se caracteriza por ser una energía que mueve a la persona hacia sus objetivos. Se fundamenta en el anhelo sincero de emprender una actividad o una relación que le aporte felicidad en alguna faceta de la vida, ya sea interna o externa. Algunas veces, esta emoción superior arrastra al individuo, y lo lleva a compartirla con los demás. El sujeto se reconoce por estar encantado con su acción, habla de ella con fervor a los demás, y anhela compartirla.

Cuando el entusiasmo refleja una comprensión, descubrimiento, algo que llena a la persona sinceramente, la experiencia es fuente de motivación, impulso, fuerza, facilita la acción, y propicia generosidad en el esfuerzo, ligereza al afrontar las dificultades; incluso, no se repara en sacrificios. El entusiasmo acarrea una labor práctica, no especulativa, es espontánea, sencilla, natural, aunque uno incurra en algún error por una distracción de la atención o insuficiente nivel de Ser. Si esta facultad se mantiene viva, transmite alegría por lo que uno hace. La persona se percibe activa, presente, a través de su labor; despliega un proceso de renovación constante por el mismo hecho de mantenerse perseverante en la acción que anhela realizar.

Contrariamente, este estado interior contrasta con la monotonía de la mente, la cual torna toda acción en una mecánica, y la despoja de movimiento y vida propia. La personalidad solo atrae pasión por una obra o una relación bajo su control y sus patrones. Muchas veces, uno mismo ha experimentado este estado emocional de alegría, y, después, con el tiempo se enfría e iguala a otros muchos. Así mismo, la personalidad limita los auténticos entusiasmos que nacieron en el alma, y progresivamente desaparecieron por una carencia de conciencia y de atributos.

El entusiasmo verdadero es un prendimiento de la llama del corazón, no vana ilusión que, ante cualquier adversidad, se desvanece, apaga, o relega a su mínima expresión.

La definición más genuina de entusiasmo es: “en Dios” o “Dios dentro”, es decir, con el Ser o una de sus expresiones, por lo que se impregna del perfume de la divinidad interior en la acción. Es el alma encendida: afán, voluntad, coraje... Este estado emocional superior lo simbolizaron los antiguos sabios con el grifo[2]: un animal mitológico al que se le atribuía la fuente interior de la actividad, lucha, empeño... Por esta causa, el entusiasmo se halla alineado e integrado por la conciencia. Este atributo es encauzado por la inteligencia práctica, el equilibrio, el temple…, las virtudes de la Esencia, y determina la recta acción. 

El entusiasmo que proviene del alma es el inicio de una posible vocación, y la base de una obra en el Ser. La actividad inducida por la Esencia, y ejercitada con entusiasmo, se convierte en un camino, un aprendizaje, que materializa su auténtico anhelo en su realización. Este estado interior precisa preservar la presencia para sobrepasar las dificultades que la existencia interpone, y de la falta de perfección que uno, muchas veces, establece en su acción.


El entusiasmo es una fuerza o impulso de transformación

El entusiasmo causa una transformación de la persona en los dos sentidos: íntimo y en su existencia. Tal como se comentó anteriormente, este sitúa al individuo en un anhelo, el cual precisa concentración, esfuerzo, dedicación..., ahondar en ciertas cualidades que son propias del alma. Esto lo aparta del tedio, y de la rutina cotidiana. En muchos casos, el individuo se coloca en un máximo de su nivel de Ser. En el ejercicio de su entusiasmo, el estudiante se trasciende, y saca lo mejor de sí mismo.

Las circunstancias no siempre favorecen el afán, o la acción que impulsa el sujeto, de modo que se necesita un cambio de actitud con respecto a ellas. Ante las dificultades, el entusiasmo y la atención plena aportan un estado psicológico superior. El individuo se percibe involucrado en su tarea, y esta facultad es la referencia de la actividad; este se abre a su interior, busca inspiración, respuestas para sobrepasar la adversidad, y la acción lúcida que le permita avanzar en sus propósitos. Esto contribuye a afinar las ideas, reforzar los anhelos, y adquirir madurez en su emancipación. Esta transformación interior crea fe y confianza en la “capacidad de hacer”, acarrea equilibrio en el sujeto y su existencia.

Lo común es perder el entusiasmo, abandonar la aspiración en los primeros obstáculos, y ceder ante las dudas. El estudiante tampoco trabaja este atributo, ni lo atrae lo suficiente en la acción que promueve, ni está presente a su desarrollo; hay carencia de amor por lo que uno hace. En el camino interior, la persona entusiasta y guiada por su conciencia, desarrolla una línea de acción encaminada hacia sus logros. El entusiasmo es sentir amor por la actividad, la causa, o la relación que uno emprende.

Entusiasmo es aprender a amar lo que uno hace

Esta emoción superior es necesaria en todas las actividades de la existencia y la vida interior. Para ello, uno precisa amar lo que uno hace. Por muy mecánica que sea una labor o una responsabilidad, siempre es más sencilla cumplirla con entusiasmo. La conciencia templa esta emoción para que sea justa, equilibrada, y no se desborde.

Existen muchas razones para acarrear emociones negativas, estados psicológicos inoportunos para el equilibrio interior. Por ejemplo: la situación económica, un empleo poco motivador, insuficientemente renumerado; la convivencia familiar difícil, los imprevistos, las injusticias, etc. El sujeto siempre tendrá la opción de concentrase en el polo negativo de la realidad. Sin embargo, es igualmente cierto que se goza de salud, un oficio que permite ganarse el sustento, se disfruta de ciertas comodidades, un hogar… Hace unos años, muchas personas se quejaban de que se trabajaba demasiado, ahora, al contrario, la queja es que no hay suficiente empleo.

En todos los casos, lo importante es el estado de presencia, y cómo uno se relaciona con este ir y venir de los eventos en la existencia. Todo esto pertenece a la ley de recurrencia, corresponde a la mecánica de la vida. La adversidad es más prolífica internamente porque facilita la reflexión, y aporta relevancia a los valores humanos. Las dificultades constituyen pruebas que la existencia brinda para conocerse uno a sí mismo en diferentes condiciones. Generan nuevas oportunidades, pero si la persona las vive con consternación e identificado, pasarán desapercibidas.

“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis cuando nace la inventiva, los descubrimientos, y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones… Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos”. (Texto atribuido a Albert Einstein).

Amar lo que uno hace es respetarse a sí mismo y honrar la actividad, incluso a las personas que depositaron en uno su confianza para desempeñarla. En el momento que una persona acepta un empleo, una tarea, una relación…, se debe a ella con todos los centros: pensarla rectamente, sentirla con entusiasmo, y realizarla eficazmente. Este amor manifestado en la alineación de los centros demuestra la coherencia del individuo. El entusiasmo que uno desarrolla en una actividad o una relación crea confianza, credibilidad, y le aporta una dimensión humana.

Muchos profesionales en los diferentes ámbitos de la sociedad, tanto en organizaciones privadas como públicas, desempeñan sus labores sin entusiasmo, sin amor. Esto conlleva que el empleado no crea empatía con el usuario que atiende, tampoco confianza en que realiza su tarea correctamente, aunque así haya sido. Esto sucede mucho con las administraciones públicas, y “el vuelva usted mañana”. La persona queda frustrada, con la duda de si fue atendida justamente, a pesar de que el funcionario la realizó debidamente. Quizás le faltó entusiasmo, atención, sensibilidad a su dedicación, por eso, muchas veces, la gente se lleva una impresión equivocada de la función pública.

Amar la labor que uno cumple es tratarla con ternura, humanizarla, y esto se relaciona con el corazón. La ternura o el cariño es una actitud entusiasta equilibrada con la conciencia donde fluyen los valores humanos.

“El secreto del genio es llevar el espíritu del niño hasta la vejez, lo que significa no perder el entusiasmo nunca”. (Aldous Huxley).

En el terreno del desarrollo anímico, toda práctica o faceta del trabajo interior, debe ser alimentada por este entusiasmo y afecto. Si un alumno sinceramente anhela cambiar y progresar en la intimidad de su corazón, convertirá esta inquietud en entusiasmo por la práctica del autoconocimiento. La meditación es sentida con alegría y realizada con cariño. En el momento de ejecutar cualquier ejercicio, precisa un corazón activo, alegre, y que la conciencia halle los centros superiores vibrando, dispuestos a la hora de expresarse. Así mismo sucede con la práctica de las diferentes claves del trabajo interior. El estado de presencia, la autoobservación, la transformación de impresiones, la no identificación…, son claves que el entusiasmo aligera a pesar de los obstáculos de la existencia.

Amar lo que uno realiza, tanto en el campo de la vida como del desarrollo íntimo, es posible cuando se valoran positivamente los frutos de la acción. Es necesario apreciar en su justa medida lo que se disfruta, en lugar de centrarse en lo que uno carece. Esta actitud es un principio de inteligencia práctica, y generador de entusiasmo por la vida en sí misma. Esta cualidad surge de la comprensión creadora, de captar que la acción aporta bienestar integral a uno mismo, y a las personas que le rodean.

El entusiasmo y la alegría de la vida de la Esencia en contraste con la mente

El ser humano precisa hacerse consciente del hondo significado de la existencia, aprehenderlo desde la perspectiva del alma. Así mismo, de las posibilidades que esta le ofrece para experimentar un sinnúmero de oportunidades encaminadas al desarrollo interior. La existencia es el medio concebido por la naturaleza para que el ser humano despierte su conciencia.

La alegría de la vida es entusiasmo por disfrutarla en cada detalle, evento, o situación. Esta actitud interior conlleva que esta se asuma con ligereza sin caer en la irresponsabilidad. El entusiasmo instaura un estado mental abierto a lo nuevo, receptivo a la realidad. Este estado de ánimo, optimista por descubrir y experimentar que la vida concede a cada uno la posibilidad de enriquecerse como Hombre real, aunque muchos hechos lleguen a ser desagradables. Si uno se halla consciente, cada suceso aporta una reflexión sobre él mismo, y lo que uno es en realidad.

Contrariamente, la mente recibe la existencia con inquietud, aversión, o miedo. Trata de eludir las cualidades más valiosas de la vida: su misterio, magia, espontaneidad, impermanencia, creatividad, belleza, etc.

La personalidad busca lo conocido, la seguridad. Esto acarrea que se enfrente con dificultad a la existencia. La consecuencia de esta actitud mental es la recurrencia, repetir aquello que le aporta protección, y permanecer en los límites de la comodidad psicológica. Estas condiciones lo alejan de la alegría de la vida. Muchos seres humanos a lo largo de la existencia, se aferran a sus limitaciones, condicionamientos, y los convierten en falsas virtudes. La psiquis de la persona se carga con experiencias negativas, frustraciones, sufrimientos y fracasos. Esto le impide vivir el instante, impregnarse de su energía. En estas circunstancias, uno mora en este mundo con frialdad, zozobra, escepticismo… Con el paso del tiempo, este estado interior mina el entusiasmo innato de la Esencia.

“No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura.” (Rubén Darío).

En la senda interior, si el alumno se identifica con todos estos procesos lo conducen al derrotismo. Este estado de la mente se produce porque esta se halla condicionada por los principios mecánicos que rigen la naturaleza como son: la entropía o el péndulo.

El entusiasmo y las resistencias que lo enmudecen

“Nadie puede ignorar, que siempre estamos sometidos a muchas alternativas en el terreno práctico de la vida. Por lo común, a las épocas que nosotros denominamos “felices”, siguen épocas angustiosas. Es la “ley del péndulo” la que gobierna realmente nuestra vida”. (Samael Aun Weor. “Mente y Meditación”. Cap. La ley del péndulo).

El entusiasmo es una emoción de tipo superior que, ante la fragilidad de la conciencia del ser humano, se subordina a este principio pendular[3] de la existencia. La “ley del péndulo” se halla presente en la naturaleza, y dentro del ser humano. Este flujo y reflujo incesante posee su centro de gravedad en la mente y, por consiguiente, en las diferentes funciones psicomotrices del sujeto. Biológicamente, este principio se relaciona con los biorritmos[4] del organismo. El asiento vital, instintivo, marca unos máximos y mínimos de energía en los tres cerebros neurálgicos. A nivel psicológico, la inconsistencia de los propósitos que se observa en el individuo, es causa de la “pluralidad psicológica. El subconsciente supedita a la persona, la cual depende del principio pendular por medio de la identificación. Esta facultad del entusiasmo es contrarrestada principalmente por la personalidad y el ego. Este último es múltiple. El “yo”, por medio de la fascinación, allana con todo tipo de recursos la emoción superior que surge del corazón. Por ejemplo, el entusiasmo por la meditación y su práctica pueden, poco a poco, desaparecer por diversas causas:

·         Dormirse una y otra vez en la práctica por negligencia.

·         No alcanzar las expectativas o las metas que la mente establece.

·         Existe impaciencia para aprender a relajarse física o mentalmente.

·         Hay miedo ante la experiencia interna.

·         Escepticismo sobre sus resultados.

·         Demasiadas tareas y quedarse sin tiempo ni energía para propiciar su práctica.

·         Se mina la continuidad o la voluntad necesaria para instaurar una disciplina.

·         Convertirla en una rutina.

Cada actividad halla sus propias resistencias. La psiquis pluralizada actúa de modo opuesto al entusiasmo en cualquiera de sus propósitos. Cuando el deseo emana de un ego existen muchos otros que no se interesan en él. Sin embargo, en el momento en el que la actividad aflora de la conciencia, todos los agregados se oponen a ella de forma gregaria. Esta característica de la división de la mente y la voluntad, fragiliza la acción de la Esencia socavando su entusiasmo. Esto causa la entropía[5] en el ser humano.

La entropía es una magnitud de la física que mide la energía que se disipa en una transformación. En la naturaleza, bajo unas mismas condiciones, un suceso es irreversible puesto que en su ejecución siempre se originan pérdidas de energía.

La energía del universo es constante, aunque sujeta a un desorden, y una degradación cada vez mayor. Esta situación es la consecuencia de que la energía tiende a distribuirse en el espacio en busca de equilibrio y de mayor estabilidad, mayor dispersión, y mayor probabilidad posibles.

Para entenderlo se expone un ejemplo práctico: si se mezclan dos botes de pintura, uno blanco y otro negro, se obtienen dos botes de pintura gris. No será posible volver al estado anterior. La entropía es la propiedad de la materia que lleva irremediablemente a igualar los sistemas. El universo tiende a distribuir la energía uniformemente.

Esta propiedad está presente en la psiquis, cuanto más fraccionada se halla la mente, esta es más uniforme, mecánica, llana, monótona, homogénea…, consecuencia de su propio desorden.

Esta situación no acarrea al individuo más equilibrio, puesto que el ego actúa de forma autónoma. Este principio de la física facilita que un elemento psicológico sea sustituido por otro o la personalidad. La entropía deteriora los atributos de la Esencia, empezando por su sencillez. Este proceso de degradación y complejidad es lo que se conoce en el autoconocimiento como involución, en este caso, de la psiquis. En la interrelación humana, esta ley conlleva que la mayoría de las personas sean cada vez más semejantes en el plano mental. Así mismo, los seres humanos se encaminen hacia grados similares, tanto de inteligencia y cualidades humanas como de defectos y carencias. Detrás de esta realidad se esconde la conciencia dormida, la cual se apega a estructuras mentales creadas por el miedo, la imitación, la búsqueda de seguridad, etc.

A la psiquis le sucede lo mismo que al agua. Si se mezclan dos vasos de agua, uno hirviendo y el otro fría, se obtienen dos vasos de agua tibia. La igualación aporta sin duda su parte positiva, pero en detrimento de la excelencia. Esto es exactamente lo que ocurre al individuo con el entusiasmo. Internamente, esta emoción superior es asaltada para limitarla en un simple interés más, diluida pierde todo su impulso original, y los valores que le caracterizan. Entonces, ante las dificultades, la actitud de la persona oscila en sentido contrario, y cualquier actividad que antes estaba ligada al entusiasmo, ahora le produce rechazo. Esto es lo que se conoce como la “ley del péndulo”.

La entropía es una fuerza lunar[6] que se opone al cambio. Si uno quiere vencer esta resistencia precisa de un esfuerzo suplementario, requiere “sacrificio”. Por ejemplo, si uno anhela elevarse del suelo necesita vencer la fuerza de la gravedad. En el ámbito psicológico, la entropía es como esta última, no solo impide que un cuerpo flote sobre la superficie de la Tierra, sino que lo atrae, y lo fija en su equilibrio más próximo. Lo que significa que, si uno aspira a desplazarse, elevarse, cambiar de dirección, tanto física como internamente, necesita realizar un esfuerzo para invertir la inercia.

“Si no trabajamos sobre nuestro pensamiento, si no trabajamos sobre nuestra mente, si no trabajamos sobre el yo, sobre el mí mismo, etc., tienden los pensamientos a ser de naturaleza cada vez más inferior, las emociones se hacen cada vez más negativas, las voliciones, poco a poco, más débiles, caen en la entropía”. (Samael Aun Weor. “Cátedra XIII”. Cap. 200).

Por ejemplo, la globalización empezó a través de la economía, pero se extenderá, si no se le pone remedio, a todos los campos de acción del ser humano: social, cultural, político, etc. Esto implica que ciertos derechos y el estado del bienestar de Occidente, se deteriorarán cada vez más según se redistribuyan los lugares de producción en los países en vía de desarrollo. Los sistemas socio-económicos que abarcan: protección social, derechos laborales, salario mínimo, acceso a la cultura, la educación, la sanidad pública, etc., se recortan continuamente. En paralelo, estas mismas naciones emergentes no otorgan este modelo Occidental de estado del bienestar a sus ciudadanos. Esto es fruto de la fuerza de la entropía. La organización social de los pueblos tiende a redistribuirse de modo descendente, y a nivelar los modos de vida. Esta realidad acarrea una reacción mental del individuo y de los colectivos, la cual consiste en adoptar un modo semejante de pensar, sentir, y advertir la existencia. Este contexto invade el campo de la conciencia, la cual está sometida a una mayor identificación con los aspectos externos de la vida. Hecho que se establece paulatinamente, tanto en el ámbito social como individual, si no se despierta, ni se emprende una acción por reducir sus efectos.

Según la humanidad se abandone a esta influencia, a sus rasgos y actitudes psicológicas[7], las conciencias de los individuos se emparejarán y descenderán en calidad humana bajo la espiral del tiempo. Esto demuestra que es difícil encontrar personas con inquietudes espirituales y, mucho más difícil aún, que conserven el entusiasmo por el desarrollo interior. El estudiante precisa aprehender en su existencia esta corriente mecánica de la entropía, hacerse consciente de ella. Es necesaria una práctica diaria encaminada a revalorizar continuamente los valores, y propósitos de la Esencia para preservar su entusiasmo.

“Lo normal es que alguien se entusiasme por el trabajo esotérico y que luego lo abandone; lo extraño es que alguien no abandone el trabajo y llegue a la meta”. (Samael Aun Weor. “Psicología revolucionaria”. Cap. El centro de gravedad permanente).

Si el individuo no está presente a estas fuerzas instintivas que se mueven dentro de uno mismo, poco a poco, el péndulo cambiará de dirección. Con el paso del tiempo comprenderá que su acción poco tendrá que ver con el entusiasmo que sintió al principio de iniciarla.

El entusiasmo precisa una renovación continua

“Todos están sometidos a la “ley del péndulo”: los que hoy se entusiasman por la gnosis, mañana se desilusionan. Eso es normal, todos viven dentro de esa mecánica”. (Samael Aun Weor. “Mente y meditación”. Cap. La ley del péndulo).

Desde la perspectiva espiritual, el entusiasmo que promueve el corazón es una energía, la cual favorece el trabajo y la vía interior. Esta emoción superior se convierte en voluntad de acción y, en los inicios, a pesar de la inexperiencia, propicia ciertas comprensiones creadoras. Estas vivencias son una incipiente muestra de los beneficios de la labor y su utilidad. También, aportan al individuo dos elementos muy importantes en referencia al autoconocimiento y su práctica. Por un lado, veracidad de la enseñanza recibida, incluso una fe basada en realidades, y, por otro, refuerzan el entusiasmo.

Esta fuerza que habita en el mismo entusiasmo precisa ser dirigida con una atención cabal hacia el propio anhelo de conocerse a sí mismo. Esta emoción superior, y una tarea consciente aportan sus frutos. La experiencia y la comprensión internas son producto del esfuerzo consciente, perseverante, y voluntario que la persona efectúa en los diversos ámbitos de la existencia. En esta vía vertical, también se hacen sacrificios, debido a que se precisa renunciar al ego, y asumir las insistentes trabas que este coloca hasta su eliminación. Esta dedicación desgasta, aún más, si debe ser consciente. Por esta causa, este atributo necesita renovarse, ¿Cómo se reaviva el entusiasmo? Respuesta: este se alimenta de los frutos de la acción y de los aprendizajes. En este sentido, el trabajo interior es similar a cualquier otra actividad de la “vida horizontal”, aunque no dependa de los mismos principios. Un empleado se motiva según se satisface su escala de necesidades. En el ámbito íntimo, uno labora, y si la tarea se ejecuta debidamente, aparecen los progresos. Esto anima, genera más entusiasmo, lo que conlleva mayor concentración en el esfuerzo.

En este sentido es oportuno atribuir el valor y la relevancia que merece cada vivencia en la práctica de esta enseñanza. En cada comprensión de un defecto, cada vez que uno eludió errores, identificarse con los problemas, adversidades, y fue capaz de mantenerse sereno. Así mismo, si uno consiguió hacerse consciente de las emociones inferiores, y trabajar su gestión, evitar sufrimientos a sí mismo, y a los demás… Si comprendió la importancia de estar presente, y los avances que le propició en el ámbito psicológico, en la toma de conciencia de su vida, de cómo se comporta en algunas ocasiones, y el despertar a estas escenas. Todas estas experiencias requieren ser renovadas, sentidas, percibidas como parte del desarrollo de la Esencia, y favorecidas por uno con su práctica. Igualmente, todas las aprehensiones que uno advirtió con la meditación o en la vida cotidiana. Valorar los avances en los diferentes niveles de Ser, por ejemplo, la capacidad de ponerse en el lugar de los demás, en un momento dado, cuando se identifican. Escenas donde antes uno discutía, se identificaba, y ahora consigue estar presente y no siempre caer en las mismas rutinas, inercias, y recurrencias. Y muchas más que uno, posiblemente, haya olvidado con el paso del tiempo. El estudiante necesita, continuamente renovar su anhelo, entusiasmo y los frutos de su acción. Observar cuidadosamente que la personalidad y el ego poseen una memoria selectiva, y muchas de las vivencias propiciadas por el ejercicio del autoconocimiento se olvidan, quedan relegadas por los recuerdos que la personalidad manipula según su deseo. Por ejemplo, ¿existe un mayor equilibrio dentro de uno mismo, el cual influye en mi personalidad? ¿Es uno consciente de esta realidad? Quien practica esta enseñanza, y la no identificación, junto a las claves que lo propician, su personalidad tiende cada vez más a relativizar, reflexionar, temperar, escuchar… En consecuencia, uno es más equilibrado. ¿Reflexionó el alumno sobre este hecho? ¿Le otorga uno la pertinente relevancia? El entusiasmo está aquí, en todas estas realidades que uno ha concretado con su esfuerzo y dedicación, y es preciso hacerse consciente de ello.

Además, es necesario considerar que, en ciertas etapas del desarrollo anímico, los resultados son muchos más arduos de alcanzar, incluso el sujeto tiene la sensación de no avanzar. En estos casos, la persona acredita su madurez y definición por el trabajo mismo, y no por un salario en forma de experiencias o comprensiones. Esta concreción de la fe consciente es más profunda y objetiva. Muchos individuos se malogran ante esta etapa con el desánimo y la frustración por desconocer los principios de la “vida vertical”.

“Unos hombres piden señales para creer y otros piden sabiduría para obrar, mas el corazón esperanzado lo tiene todo en sus esperanzas”. (J. Iglesias Janeiro. “La cábala de predicción”. Cap. 12).

Conclusión

En consecuencia, cuando hay una auténtica aprehensión de esta vía, y del porqué uno la realiza, su entusiasmo está firmemente asentado en ella y en el esfuerzo que se precisa para recorrerla. La senda interior se compone de subidas, bajadas, verdes prados, desiertos…, la persona anhela permanecer en ella, y avanzar hacia la meta final, descubrir lo que uno es como Alma Humana. El estudiante ama su trabajo interior, porque este es el medio o lazo que lo une con su “Auténtica realidad”. Su entusiasmo es vital, despliega sus “ansias de Ser”.

En el periodo greco-romano de la Edad Antigua, el “entusiasmo místico”, entendido según su definición como “tener a dios dentro”, fue simbolizado por las divinidades conocidas como Dionisio y Baco, respectivamente. Con el paso del tiempo, la degeneración y degradación de los principios de la conciencia, los convirtieron en dioses del vino y de las bacanales, es decir, de las fiestas de la personalidad y del ego.

En la vida práctica, el “mí mismo” impide la manifestación de la Esencia. Si no hay entusiasmo por el trabajo íntimo, el “yo” seguirá vivo en el subconsciente. Cuando uno pierde el entusiasmo por una actividad, es necesario analizar en qué momento, y por qué causa este desapareció, con el objetivo de recuperarlo. 

El entusiasmo redobla la definición, distingue con perspectiva positiva, posible, la liberación del alma del sufrimiento, y adquirir el bienestar integral. Cada día es una oportunidad para iniciarlo con entusiasmo y alegría. Este es único, y es conveniente, oportuno, estar presente a él, y vivirlo con intensidad, amor, y alegría. Cada día es vida de la Esencia, y solo uno es responsable de lo que hace con él.


“En este sentido, el término “entusiasmo”, virtud dionisíaca, significa estar poseído por el dios, sentir al dios en uno mismo. La vida bien merece la pena ser vivida con arrebatados por ese “espíritu divino”. “Esplendor, irradiación, derramamiento: felicidad en todos los casos, es decir, perfección de la armonía del hombre consigo mismo, una vez más, y con su entorno”. (Julien Ries, coord. “Tratado de antropología de lo sagrado”. Volumen 1. “Los orígenes del homo religiosus". Régis Boyer. Cap. La experiencia de lo sagrado).


Tabla de ilustraciones

(Por orden de aparición)
“Grifo, Tímpano de la Catedral de Santa María”, (Siglo XIII); Localización: Solsona, España.
  En la antigüedad, la mayoría de los seres mitológicos describían simbólicamente características psicológicas por medio de los elementos de la naturaleza, y que eran atribuidas a los seres humanos u Hombres que las poseían. En el caso del grifo, animal leyendario que aparece junto a dioses como héroes, se le representa: en la parte delantera como águila, la cual alude al elemento aire, y en la parte trasera como león, el cual se asimila al fuego. La correspondencia entre el águila y el aire es obvia puesto que es un ave, y el elemento aire alegoriza el ámbito de lo espiritual, trascendente, volátil, aquello que no tiene raíces, ni nadie sabe de dónde viene, ni a dónde va, etc. El león y el fuego aluden en el plano psicológico al carácter dominador, definido, de la fuerza, el coraje, el fervor. La parte del organismo que se relaciona con el aire, es la zona del pecho hasta la nariz, y la del fuego, es el estómago, bajo vientre, y órganos sexuales. Por lo tanto, el grifo conjuga estos dos aspectos que, precisamente, se unen en el corazón del ser humano. Este animal mitológico enseña a quien anhela una emancipación anímica la necesidad de concretar estas facultades en su corazón. El Hombre real expresa definición, valentía, vigor, es decir, entusiasmo por toda causa u obra justa, trascendente, superior, u ontológica, y que concierne su desarrollo anímico.
“Animal fabuloso, cuya parte delantera es de águila, mientras por detrás semeja un león, con larga cola parecida a una serpiente. La mezcla de los dos animales superiores y solares expresa el carácter más bien benéfico de este ser, consagrado por los griegos a Apolo y a Némesis”. (Juan Eduardo Cirlot. “Diccionario de símbolos”. Grifo).

“Fresco, Las damas de azul”, (1600 a.C.); Localización: Palacio de Cnosos, Creta. 

“Mosaico de Dioniso sobre una pantera”, (Siglo IV a. C). Localización: Pella (Macedonia).
     En la mitología, el dios Dionisio, hijo de Zeus y la princesa Sémele, es el fruto de la unión de un dios y un ser humano. En el plano interno es la unión de lo humano con lo divino que cada persona acarrea dentro de sí misma. Esta representación del dios sobre una fiera como la pantera, enseña que Dionisio posee un aspecto divino indomable. En efecto, el entusiasmo y, en una octava superior, el éxtasis místico que alguien experimenta con su conciencia, es irracional, y no puede ser domesticado por la mente, y surge siempre de modo espontáneo y natural.

“Camino al templo de Ceres” (1879). Autor: Lawrence Alma Tadema. Localización: Colección privada.

Lectura

“Entonces, ¿por qué se deteriora la mente? ¿Jamás han reflexionado al respecto? Siendo todavía muy jóvenes ‑si ya no los han embotado la sociedad, sus padres o las circunstancias- tienen ustedes una mente fresca, entusiasta, curiosa. Quieren saber por qué existen las estrellas, por qué mueren los pájaros, por qué caen las hojas, cómo vuelan los aviones; desean saber acerca de muchísimas cosas. Pero el impulso vital de inquirir, de descubrir, pronto es sofocado, ¿verdad? Lo sofocan el temor, el peso de la tradición, nuestra propia incapacidad de enfrentarnos a esta cosa extraordinaria llamada vida. ¿No han notado que rápidamente se destruye ese entusiasmo de ustedes ante una palabra mordaz, o un gesto de menosprecio, o por el temor a un examen o ante la amenaza de un padre ‑lo cual implica que la sensibilidad se ha echado a un lado y que la mente se está embotando?” (J. Krishnamurti. “El propósito de la educación”. Cap. Renovando la mente).

Poema


Aquí he aprendido cuanto no sabía:
que hay más, y más, y más, que lo soñado;
que el mundo encierra un mundo insospechado,
que empieza cuando apenas nace el día.

Sé una nueva raíz de la alegría,
sé lo que debe abandonarse a un lado,
sé lo que es confundirse en el Amado
y la luz que se esconde en la agonía.

Que cabe inmenso gozo en un gemido
y la esperanza en una campanada.
La caricia de espinas de un tejido,

la blandura de un leño de almohada,
la dimensión profunda del olvido
y lo llena que puede estar la nada.

José López Rubio

La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos cuatro tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog.
     La obra se halla, tanto en versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se entregarán a la dirección indicada con la garantía que te ofrece esta plataforma. Aquí tienes el enlace.

Para más información, en este mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020, o en las misma página de Amazon.


[1] Definición de este término en Google: “sentimiento de alegría y satisfacción que produce la realización o la esperanza de conseguir algo que se desea intensamente”. Las ilusiones pueden ser obra de una percepción equivocada de los sentidos, pero también, del entendimiento. En ambos casos, estas son producto de un estado de conciencia vinculado al sueño o a la hipnosis, tal como se explica en el Cap. 8, del tomo I, “Contraste entre imaginación y fantasía”. En el autoconocimiento, la palabra ilusión es sinónima de fantasía, y acarrea expectativa, deseo, finalidad…, sin fundamento con respecto a la realidad.
    [2] Los animales mitológicos representan ciertas cualidades o defectos humanos. El grifo, compuesto en su parte superior como un ave rapaz o águila de grandes dimensiones, alude a la ligereza del espíritu, la lucidez y el discernimiento. La parte inferior corresponde a un león. Este simboliza la fuerza, concentración y motivación o voluntad en el empeño de la acción. 
    [3] Conocido en Física como el movimiento oscilatorio armónico simple. Movimiento oscilatorio o pendular de un cuerpo es el movimiento de vaivén con una amplitud determinada en torno a una posición de equilibrio, o de reposo en el caso que no oscile.
     [4] Ligados a la cronobiología, disciplina que gira alrededor de la existencia de relojes biológicos endógenos en el organismo.
“La cronobiología es la disciplina de la biología que estudia los fenómenos periódicos (cíclicos), o ritmos biológicos, en los seres vivos”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: cronología).
   [5] Esta se define en varios campos de aplicación para ayudar a comprender la amplitud de esta magnitud conocida como entropía. En física, es una función de la termodinámica que mide la parte no utilizable de la energía contenida en un sistema o una materia. En mecánica, es la medida del desorden molecular de una sustancia, por ejemplo, los fluidos tienen más entropía que los sólidos. En general: desorden, caos.
    [6] Mecánica, instintiva, inconsciente.
    [7] Por ejemplo, conseguir lo máximo con el mínimo esfuerzo.


jueves, 28 de noviembre de 2024

Publicación: "El libro blanco del autoconocimiento, Tomo IV, Principios universales y sentido de la vida"

 

En esta nueva edición se hallan algunos temas ampliados y corregidos expuestos en este blog. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog.
La obra se halla, tanto en versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se entregarán a la dirección indicada con la garantía que te ofrece esta plataforma. Aquí tienes el enlace.

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El “libro blanco del autoconocimiento”, Tomo IV

En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la vida plantea”. (Viktor Frankl. “El hombre en busca de sentido”. Cap. La pregunta por el sentido de la vida).


Este cuarto libro aporta una octava superior a la didáctica del autoconocimiento. El alumno percibirá que sus temas están fundamentados en la comprensión de los tres volúmenes anteriores. En estos últimos se exponen las claves más significativas sobre el despertar de la conciencia y las técnicas más elementales de la meditación. Si el estudiante halla las tareas propuestas en los capítulos de esta obra complejas y de difícil ejecución precisará volver sobre el estudio y la práctica de los tres primeros tomos. Es muy común que al estudiar superficialmente este texto no se comprenda debidamente. La causa se halla en que se examina distintas estructuras internas del ser humano, y se necesita cierto tiempo de praxis para experimentarlas. 
Esta obra expone diversas lecciones que se vinculan con la propia labor para la emancipación del Alma humana, de modo que se trabaje concretamente sobre los valores de humanidad, y aumente el nivel de Ser del individuo. El tomo IV se inicia con un contraste entre la unidad y la pluralidad psicológica. Es de vital importancia que el alumno comprenda que no es una unidad en el ámbito mental. Su subconsciente se halla repleto de fracciones de Esencia embotellada, las cuales personifican sus carencias y defectos de atributos humanos. En realidad, la psiquis del individuo está dividida en múltiples intereses, temores, deseos, frustraciones…, que se ignoran entre ellos, lo que provoca confusión, contradicción y sufrimiento. Así, uno precisa laborar sobre esta pluralidad hasta aprehenderla y suprimirla.
Igualmente, se dedica un capítulo al “entusiasmo”, cualidad que el estudiante precisará cultivar y preservar en este anhelo de progreso anímico.
Así mismo, se explica en qué consiste la experimentación directa, y su vital importancia en estos estudios. Conocerse a sí mismo es un proceso singular e individual, el cual se fundamenta en la vivencia propia, y en su comprensión objetiva según los hechos.
El texto ahonda sobre la identificación. Este estado transitorio de la conciencia hacia su sueño o hipnosis, precisa un análisis con varios enfoques debido a la dificultad que el alumno halla en su compresión y erradicación. El trabajo interior sobre esta lacra aportará un conocimiento sobre defectos y carencias, es decir, sobre el ego. Como se sabe, el “agregado psicológico” es fuente de error y sufrimiento en nuestra existencia, y su eliminación, libera la Esencia que está condicionada por él.
Este volumen amplia los principios que rigen la naturaleza. A los anteriores: “retorno y recurrencia”, se suma “causa y efecto”, y en el tomo siguiente se desplegará "evolución e involución". Todas estas leyes requieren ser aprehendidas en la vida diaria, ya que están presentes, tanto dentro como fuera de uno. Su comprensión aporta al individuo la conveniencia de ejercitar una conducta recta basada en valores humanos, y lo encaminada hacia el desarrollo interior.
Finalmente, se reflexiona sobre “el sentido de la vida” desde la perspectiva del autoconocimiento. Este sentido lo devela la propia conducta del estudiante, su modo de enfrentarse a las exigencias de la existencia, y precisa ser descubierto por él mismo. El sentido de la vida más inmediato de toda Esencia es aprender a desplegar su verdadera naturaleza en las diversas circunstancias del día.

Más adelante, con el quinto tomo se continuará con más temas que progresen en la vía del autoconocimiento, la tarea de adquirir valores anímicos y del despertar de la conciencia.

Este tomo sigue la didáctica iniciada en los tres volúmenes anteriores, por lo que se recomienda su estudio previo a este.
Los temas que desarrolla este tomo IV son:

  • Unidad e individualidad en contraste con la pluralidad psicológica.
  • La necesidad de la experiencia directa.
  • El principio de causa y efecto o de causalidad.
  • La identificación.
  • El estudio del Hombre completo.
  • El trabajo esotérico gnóstico.
  • El entusiasmo.
  • El sentido de la vida.

“Los despiertos tienen un mundo único en común; cada uno de los que duermen, en cambio, se vuelve hacia su mundo particular”. (Heráclito de Éfeso. Fragmento. 89).

jueves, 30 de mayo de 2024

La identificación

 “Siempre que te veas obligado por las circunstancias como a sentirte confuso, retorna a ti mismo rápidamente y no te desvíes fuera de tu ritmo más de lo necesario. Serás bastante más dueño de la armonía gracias a tu continuo retornar a la misma”. (Marco Aurelio. “Meditaciones”. Libro VI. 11).

     Introducción

El estudio y el trabajo sobre la identificación es primordial en el proceso de la liberación del alma. Uno de los aspectos más relevantes del autoconocimiento implica advertir todos los entresijos del subconsciente, y de los egos que lo habitan, los cuales son responsables de los estados inferiores de conciencia. Con la experiencia, el estudiante comprende por sí mismo que la fuente principal de sus sufrimientos se relaciona íntimamente con el primer estado, “Eikasia[1]”. Los procesos de identificación, fascinación e hipnosis se inician por una energía que se extiende hacia las distintas funciones por causas que uno desconoce. Gran parte del trabajo interior se dedica a la observación, comprensión y eliminación de los agregados psicológicos que suscitan la identificación. Esta última cesa con la disolución del “yo”. Cuando el alumno erradica la raíz que impulsa esta energía desde el subconsciente, entonces, se libra de sus efectos. Así mismo, la identificación establece en la personalidad un sueño profundo de la conciencia, imperceptible por el individuo a causa de que la asimila con normalidad, y se reconoce a través de ella. A continuación, se define qué se entiende por este término, el cual disfruta de varias acepciones.

Definición

La identificación es definida desde diferentes ángulos. Cada uno de ellos refleja una realidad dentro del ser humano. Ante todo, es un estado psicológico, interior, el cual comienza en el 2º estado de conciencia, llamado por Platón en su teoría del conocimiento: “Pistis”.
   El origen etimológico de este vocablo proviene del latín, es la suma de “identitas”, que significa identidad, y “facere”, el cual indica hacer. Por lo tanto, identificación es acción y efecto de identificar.
A su vez, el término “identidad” posee varias acepciones. Por un lado, revela un conjunto de rasgos propios de un individuo, o una colectividad que lo caracteriza frente a los demás. Por el otro, alude a la conciencia que un ser humano tiene respecto a sí mismo. Finalmente, los psicoanalistas denominan “identificación” a la asimilación de una propiedad o un atributo de otra persona, transformándola. Estas definiciones dan lugar a cierta confusión entre identidad, personalidad y conciencia.
En el autoconocimiento, si alguien se identifica con su personalidad significa que asume una identidad falsa; además, le atribuye erróneamente las propiedades de la conciencia. Estas últimas concepciones generan desconcierto en el sujeto; recordar que la personalidad es un falso factor psicológico[2], el cual ignora a su Esencia. Esta percepción de uno mismo incide sobre la misma conciencia, de modo que adultera sus rasgos más relevantes, es decir, su autonomía, objetividad y presencia. En realidad, uno asimila su atención a la personalidad, lo que diluye o mina las características de su Esencia. Esto sucede siempre que el alumno expresa el subconsciente a través del ego o la personalidad. La manifestación, por ejemplo, del miedo falsea la conciencia del individuo porque acepta este rasgo psicológico como una identidad propia, cuando es adquirida. La verdadera entidad de cualquier persona es su alma, y más allá de ella, su Ser. Tal como se ha descrito en varias ocasiones, un ser humano se caracteriza a través de los atributos que especifican su humanidad, los cuales están depositados en la Esencia. En este caso, en lugar de asumir la identidad del miedo debido a la identificación, uno atrae su conciencia, y afronta las dificultades con entereza y valor; apela al “espíritu del Hombre” que hay en nuestro interior. Es cierto que la gran mayoría de la gente tiene miedo, pero este último no es una cualidad, sino un defecto o una carencia de coraje. Por tanto, el hecho de que muchas personas acarreen miedo, esto no lo convierte en una virtud. 
Un sujeto se identifica debido al escaso grado de atención que revierte sobre sí mismo, o por un exiguo desdoblamiento psicológico, también llamado discernimiento. La identificación es una falta de conciencia de uno mismo; una carencia de presencia al lugar donde uno está ubicado y de lo que hace. Identificarse es un estado transitorio de la conciencia del individuo, la cual queda condicionada por la mente. 
A nivel energético, la identificación se produce por una fuerza hipnótica de tipo psicológico, más o menos, intensa. Este flujo vital se origina en el subconsciente, el cual recorre los diferentes centros[3], y enajena la conciencia durante el período de tiempo que dura la identificación. Esta corriente psíquica se caracteriza por inducir a la persona un estado interior subjetivo, alterado…, poco idóneo a la reflexión íntima y los valores humanos. En estas condiciones, uno advierte las impresiones, es decir, los hechos, los piensa, siente y actúa de modo erróneo. Cualquiera puede comprobar por sí mismo que, una vez identificado, atrae actitudes poco constructivas, inteligentes, dignas…; incluso muchas de ellas, son incoherentes y perjudiciales, tanto para sí mismo como hacia los demás. La identificación ocasiona desorden, desequilibrio, discordia, falta de sensatez…; se reacciona con nerviosismo, preocupación, inatención, etc. Bajo su influencia, uno se olvida de su verdadera identidad, de sí mismo como Esencia, suele adoptar un comportamiento egocéntrico, más o menos acentuado, dependiendo del grado de profundidad de la identificación. Este estado interior plasma, en todo caso, ignorancia ante los eventos.

“Se identifica con su país, ¿verdad? Cuando lo hace, ¿qué sucede? Inmediatamente, al identificarse con un determinado grupo, se encierra. Eso es un hecho, ¿verdad? Cuando se llama a sí mismo hindú se está identificando con unas creencias concretas, tradiciones, esperanzas e ideas y eso mismo lo aísla. Eso es un hecho, ¿verdad? Si ve la verdad de esto, entonces deja de identificarse y, por tanto, ya no es hindú, budista, cristiano, políticamente, o religiosamente. Así pues, la identificación separa, es un factor de deterioro en la vida. Eso es un hecho, es una verdad, le guste o no”. (J. Krishnamurti. “Reflexiones sobre el yo”. Cap. El yo y la identificación). 

A efectos prácticos, identificarse ocurre cada vez que la atención es absorbida de forma plena, ya sea por un proceso interior o un escenario de la existencia. Así mismo, cuando algo permanece en la mente más tiempo de lo debido. Por ejemplo, cuando alguien vuelca toda su atención sobre sus pensamientos, sentimientos, deseos, apetencias…, está ausente psicológicamente de todo lo que le rodea. De igual modo, cuando la atención es atrapada por un evento. Por ejemplo, una situación curiosa, una conversación interesante, una actividad de ocio, una noticia desagradable…, la persona carece de una real presencia, tanto a su mundo interior como exterior. En ambos casos, existe una carencia de presencia, hay un “olvido de sí”. Esto significa una ausencia o un embotellamiento de la conciencia libre.
Este proceso psicológico atesora diferentes grados de intensidad, estos se conocen como “identificación, fascinación y sueño” de la conciencia. Cada uno de ellos conlleva una pérdida de atención sobre sí, o un olvido de sí mismo más profundo hasta perder la conciencia completamente. Este último estado se denomina estar con la conciencia dormida en el plano psicológico; de igual modo se dice que su conciencia libre entró en un sueño profundo. Existen muchos ejemplos que cada uno puede experimentar en la vida cotidiana:
  Uno se halla distraído por sus preocupaciones o quehaceres, y no atiende sus compromisos; absorbido por sus pensamientos deja pasar la parada del autobús o metro que le corresponde; sale a comprar algo específico, pero se distrae aquí y allá, y se olvida de comprar lo que se había propuesto; pensando sobre la reciente discusión con el vecino, no mira adecuadamente al cruzar la calle, y se lleva un susto, tropieza con una farola, etc. El sueño o el segundo estado de conciencia, propio de la personalidad, es un uso mecánico, inconsciente, de la atención. El sueño de la conciencia se distingue por una continua “distracción”, un baile de estar y no estar aquí y ahora en lo que uno hace, siente, o piensa; es un ir y venir de la atención, o un divagar entre pensamientos que surgen de la memoria, que se alternan con las impresiones que uno recibe por los sentidos; etc. Estos olvidos continuos de sí mismo albergan, normalmente, poca relevancia en la existencia cotidiana. Sin embargo, en muchas ocasiones, entre este “va y viene”, la atención queda atrapada por una impresión o una proyección, y la persona entra en una fascinación. Esta octava superior de la identificación puede acaecer por cualquier circunstancia, ya sea por una ideología, creencia religiosa, por un estado transitorio de resentimiento, frustración, miedo, satisfacción, expectativa, sorpresa, celos, envidia, vanidad, intolerancia, impaciencia, etc. En alguna ocasión, esta fascinación se intensifica hasta alcanzar un extremo donde la psiquis se enajena. 
La realidad es que el ego es obstinado. En este estado interior, el individuo ejecuta acciones verdaderamente indignas del género humano. Esta hipnosis acarrea que uno sea protagonista de sus comedias, dramas y tragedias. El sujeto precisa reflexionar sobre cuáles son las causas de los dramas que, sin querer, atrae a la existencia por ignorancia, falta de conocimiento de sí.
   La identificación es un proceso psicológico que la personalidad o el ego activan, según quien la causa se derivan dos tipos: 

·   La primera, evocada por la personalidad, es similar a una enfermedad “crónica”. Esta se caracteriza por ser de baja intensidad, se instala de modo continúo y permanente en la psiquis del individuo.

·  La segunda, procedente del ego, se vincula con la parte más honda del subconsciente, y se denomina identificación “aguda”. Esta es sensiblemente más intensa, instantánea, y limitada en el tiempo

A continuación, se analizan sus diferentes características.

Identificación crónica

La “identificación crónica” se instala en el ámbito psicológico como un sueño imperceptible. Se caracteriza por su sutilidad y levedad, y corresponde al mal llamado estado de vigilia, Pistis. Bajo la identificación crónica, la atención es siempre atraída por intereses, actividades y responsabilidades de la personalidad. Uno vive distraído por lo que hace, siente, piensa, planea, le gusta…, sin presencia a sí mismo. Uno ejecuta sus tareas profesionales o domésticas, pero no hay atención plena sobre su mundo interior, esta última es absorbida por sus quehaceres, es decir, vive de modo inconsciente.

“Sonámbulos son todos los seres humanos que pueblan la faz de la Tierra. Sonámbulos son todos esos millones de seres humanos que van y vienen por las calles de la cuidad”. (Samael Aun Weor. “Psicología del trabajo interior I”. Cap. Reflexiones).

Cualquier estudiante puede observar que estas actividades se realizan sin la intervención de la conciencia. Desde el punto de vista psicológico, estas se efectúan mecánicamente, sin la debida apreciación objetiva. Este sueño atrae una gran cantidad de consecuencias poco gratificantes en la existencia del sujeto, puesto que vive bajo una apariencia o un engaño cuasipermanente. A continuación, se exponen varios ejemplos de los efectos de este estado:

·     En el inicio de estos estudios, es muy común que un estudiante tenga la convicción de percibirse a sí mismo como una individualidad psicológica. No obstante, cuando este practica la clave de la autoobservación, aquí y ahora, evidencia por sí mismo su propia pluralidad psicológica.

·   Así mismo, sucede cuando se habla del sueño de la conciencia. En un principio, uno sólo lo observa en los demás, hasta percatarse que él también es víctima de la hipnosis.

·  Igualmente ocurre con la comparación, uno cree que apenas compara. Más tarde, constata que lo hace con una asiduidad sorprendente.

·   La lista es amplia: esto mismo ocurre con las contracciones internas, la carencia de escucha, responsabilidad y continuidad de propósitos, el hábito de la preocupación, la creación de emociones negativas, etc.



El trabajo interior sobre la personalidad revela que muchas de las ideas atesoradas sobre uno mismo son ilusiones. Mujeres y hombres cargan una gran cantidad de fantasías y de conceptos erróneos sobre su persona. Este hecho se capta con facilidad en los demás cuando hablan de ellos mismos, o se les observa en la vida práctica. Sin embargo, cuando es uno quien se confronta con esa misma realidad, nuestra percepción pierde objetividad. El ser humano acarrea determinadas opiniones de sí mismo que no se verifican en los hechos. Por ejemplo: sobre su propia libertad o independencia psicológica; ideas sobre sus virtudes y defectos; su aspecto físico y la imagen psicológica que posee de sí; afirma conocerse en el ámbito interno, pero comete siempre los mismos errores; etc. En muchos casos, estos juicios contrastan con la realidad. La práctica de la autoobservación restablece el orden interno, y reduce considerablemente esta fascinación que uno carga de sí mismo a todos los niveles. 

Cambiar es lo indicado, sin embargo, debemos empezar por ser sinceros con nosotros mismos”. (Samael Aun Weor. “Psicología revolucionaria”. Cap. La individualidad).

Según la personalidad se constituye en el infante, el centro de gravedad psicológico se traslada hacia ella y abandona la Esencia. Con el tiempo, el niño sólo se advierte como personalidad, y cuando es adolescente o adulto este vehículo es su única referencia psicológica. Esta incidencia conlleva, por un lado, que en la actualidad el ser humano desconozca su origen y realidad como alma. Por el otro, si el alumno anhela recuperar el estado interior propio de la Esencia, precisa de un esfuerzo consciente para aumentar su nivel de Ser.
   El trabajo interior sobre la identificación crónica se extiende sobre la personalidad y sus bases psicológicas[4]. El despertar de la conciencia a esta falsa naturaleza interior requiere una labor continuada, específica, y posee diferentes etapas:

·  La primera es alcanzar una personalidad equilibrada.

· Más adelante, el estudiante precisa una personalidad pasiva que colabore con los anhelos y las actividades del trabajo interior y de la Esencia.


Esta acción por restablecer una personalidad pasiva se vincula con un “trabajo interior periférico[5]. Este último orienta el esfuerzo consciente para que el sujeto traslade el centro de gravedad psicológico hacia el desarrollo del alma; reconozca cada vez más, mejor y antes, la expresión de sus valores humanos y de su verdadera identidad o Esencia, tal como ocurría cuando era un infante de corta edad.

“Ante todo es necesario, es urgente, inaplazable, que el centro magnético que en forma anormal tenemos establecido en nuestra falsa personalidad, sea transferido a la Esencia, así podrá iniciar el hombre completo su viaje desde la personalidad hasta las estrellas, ascendiendo en forma didáctica progresiva, de grado en grado, por la montaña del Ser”. (Samael Aun Weor. “La gran rebelión”. Cap. El país psicológico).

Esta tarea sobre la personalidad se ejecuta relacionándose uno con la existencia a través del trabajo íntimo, anteponiendo en las circunstancias de la vida, la práctica de las claves del autoconocimiento. De este modo, poco a poco, la conciencia, la Esencia y sus valores, gozarán de espacio para expresarse; al principio por medio del recuerdo de sí mismo y, más tarde, naturalmente.

Por ejemplo, alguien está haciendo cola en el supermercado donde se necesita la cualidad de la paciencia; de repente, por alguna impresión o causa, este siente impaciencia; entonces, en ese momento, si el sujeto está presente apela a esta virtud, porque es cuando más la requiere. En consecuencia, por un lado, la correspondiente virtud se refuerza; y, por el otro, uno dirige la atención sobre la carencia o el defecto para comprenderlo cabalmente, separarlo de la psiquis y, finalmente, eliminarlo. Con este ejercicio de atención y voluntad se rompe una recurrencia de la personalidad. Esta labor consciente acrecienta: humildad, sencillez, tolerancia, serenidad, lucidez, amor…, todos atributos de la Esencia. En este sentido, se origina un cambio real en la personalidad, la cual se vuelve un vehículo idóneo para el despertar de la conciencia.

Identificación aguda

“Lo más importante es “no identificarnos” con las circunstancias de la existencia. La vida es como una película, y es de hecho una película que tiene un principio y tiene un fin. Distintas escenas van pasando por la pantalla de la mente, y el error más grave de nosotros consiste en identificarnos con esas escenas. ¿Por qué? Porque pasan, sencillamente porque pasan; son escenas de una gran película, y al fin pasan.” (Samael Aun Weor. “Pláticas”. Cap. El conocimiento de sí mismo).

La identificación aguda o hipnosis es más intensa, severa y áspera. La promueve el ego desde el subconsciente, y es más fácil de aprehender que la identificación crónica cuando se manifiesta en el organismo. El estado de “Eikasia” se advierte como una fuerza psicológica intrusa y radical, la cual afecta al carácter y a la actitud de la persona. Esto se evidencia si el estudiante es sorprendido, y su conciencia atrapada por agregados como: la cólera, los celos, el amor propio, la impaciencia, la intolerancia… Principalmente esto ocurre, si el ego se siente frustrado en sus deseos o planes. La identificación aguda transita por tres fases.
    Por ejemplo: la persona se halla tranquila, en un momento dado, a causa de una impresión, se pone extremadamente nerviosa, surge la ira, levanta la voz, gesticula vehementemente… Lo que se conoce como sufrir “un ataque de cólera”. Después, progresivamente, este estado se diluye y la persona recupera su equilibrio. Esto mismo acaece con cualquier ego: celos, impaciencia, intolerancia, gula, envidia, odio, etc.
Existe una cadencia de los eventos psicológicos:
1)
    El individuo está sereno.
2)
  En un instante, este se identifica con un escenario, según el ritmo de los eventos, se fascina, y surge la ira del subconsciente. Este “yo” subordina la conciencia libre, y se manifiesta en los centros con toda libertad.

3)  Más adelante, una vez que este agregado psicológico obró y descargó su fuerza en la acción, vuelve al subconsciente. ¿Alguien puede imaginar qué sería de una persona si mantuviera presente la ira las veinticuatro horas del día?

Este proceso depende de la naturaleza del “yo”, del paso del tiempo y de los acontecimientos. La ira, por ser un agregado que despliega una gran cantidad de energía, acarrea el agotamiento de los centros. No obstante, existen elementos subjetivos como el rencor, que persisten durante días o más tiempo. La identificación aguda es sinónimo de enajenación, obnubilación o hipnosis de la conciencia; es profunda inconsciencia. Desde el subconsciente, el ego despliega una fuerza hipnótica, poderosa que seduce la atención y la voluntad del individuo hacia su objetivo. Cualquiera que sea este último, el sujeto cree firmemente que es la totalidad de él mismo quien piensa, siente y actúa; cuando, en realidad, es sólo una pequeña parte, un “yo” quien domina su voluntad. Si el “mí mismo” controla la psiquis, la conciencia libre de la persona se halla bajo su influjo, y esta transita hacia el primer estado o sótano del edificio psicológico. Las consecuencias de la identificación, fascinación e hipnosis de la conciencia producida por una carencia o un defecto de tipo psicológico son incalculables. Muchas personas, por falta de conciencia en una situación dada, se hallan envueltos en auténticos dramas, protagonizan tragedias, y viven todo tipo de comedias. La crónica de sucesos de los medios de comunicación se llena a diario de eventos inverosímiles de individuos que hipnotizados por el ego conciben acciones funestas.
   En los hechos, comprender y eliminar un “yo” implica un conocimiento del mismo, y una ausencia de identificación con respecto a este último. En la práctica, un alumno empieza a adquirir independencia psicológica con respecto a un ego cuando logra separase de la identificación y de sus efectos.

    La importancia del trabajo sobre el tercer estado de conciencia

“Mas, ¿cómo podríamos conocernos a sí mismos, si no dirigimos jamás la conciencia, la inteligencia hacia adentro, hacia el interior? ¿Si no nos acordamos nunca de nosotros mismos, debido a que estamos identificados, precisamente con las apariencias de la vida?” (Samael Aun Weor. “Cátedras II”. Cap. 34).

La clave maestra para prevenir y neutralizar todo tipo de identificación, es el recuerdo de sí mismo, la práctica de la autoobservación, el estar aquí y ahora... El esfuerzo intencional, consciente y sostenido por preservar la presencia conlleva aumentar el nivel de atención sobre sí; igualmente, esa acción incrementa el consumo de energía, de ahí su dificultad. No obstante, la propia actividad aporta paulatinamente fortaleza a la conciencia libre debido al uso de la atención, tal como ocurre cuando uno usa y activa su musculatura corporal.
   Con la continuidad del trabajo interior, el sentido de la autoobservación se acrecienta gradualmente, lo cual acarrea una mayor autoconciencia. En consecuencia, el individuo goza de más autonomía psicológica, y una reducción del nivel de identificación con la vida. Para conseguirlo, el sujeto precisa un cambio o una inversión de la atención que usualmente se pierde en las recurrencias de la vida práctica.
   Por ejemplo, la persona está acostumbrada a dirigirse con su automóvil a su empleo, pensando, distraído entre sus pensamientos, planes, preocupaciones..., es decir, dormido. La propuesta del trabajo interior es invertir esta actitud; estar presente a lo que se piensa, dejar pasar los pensamientos, y no fomentar la actividad racional. Paralelamente, prestar atención plena a la conducción. Sin esta división de la atención, uno conduce su automóvil mecánicamente. En este caso, conducir se instaura como un hábito, del mismo modo que pensar, puesto que por la mente desfilan las ideas en una asociación sin fin.
“Despertar la conciencia es adquirir la capacidad de preservar la percepción de sí mismo en todo instante”.
¿Por qué se recomienda vivamente esta acción como indispensable? Porque sin esta acción psíquica de retener la atención sobre sí mismo, la Esencia está dormida, ausente. ¿Quién y cómo se procesa este sueño de la conciencia? La respuesta es la personalidad, la cual engendra una actividad interna de pensamientos, sentimientos, apetitos, deseos…; este despliegue retiene simplemente para sí la atención, convirtiéndola en una atención residual. Una atención superficial, maquinal, plana, diluida, rudimentaria, sin ser objeto de desarrollo, queda como parte resultante de la descomposición de la conciencia. Cuando la conciencia pierde sus atributos más elementales cae en un proceso de corrupción. La atención residual se distingue porque es sin esfuerzo, división, anhelo, voluntad por conocerse, comprender, aprender de sí mismo, ni de la existencia. Consiste en una atención que acarrea la misma naturaleza que la personalidad, la cual se deja llevar por la propia vida, cuyo guion lo escriben los demás y las circunstancias. Despertar a la propia vida significa:

·       Aprehender la realidad de los hechos.

·       Cómo estos eventos alcanzan e influencian mi mente.

·   Cómo me relaciono con ellos, es decir, cómo afectan a mi personalidad; cómo los digiere mi Esencia; cómo despliego mi trabajo interior; qué aprendo de mí mismo y de los hechos. 

Aquí está la relevancia de dividir la atención. En el día a día, ocupase de una atención elaborada, constructiva de la mujer o del hombre que anhelo Ser.
   Cuando el autoconocimiento enseña que el alumno está identificado, significa que su Esencia se halla ausente de la escena que vive a causa de que su conciencia duerme. ¿En qué consiste el sueño? La personalidad piensa y la atención navega junto al pensamiento. Este factor crea una emoción, y la atención se halla en esa emoción. La personalidad origina un concepto, y este acarrea una idea, después esta última asocia un recuerdo de ayer, para irse a pensar en mañana, para posteriormente especular sobre el informe que debe entregar... En toda esta actividad, la personalidad es la protagonista de la vida interior y la atención sumergida en ella va de un lado hacia otro, según nace del mismo subconsciente o memoria de algún centro. Este ir y venir de la atención inmersa en alguna de las acciones de las funciones psicológicas, es atención residual, es sueño de la conciencia, es identificación crónica.
    Es necesario que el estudiante comprenda la raíz del problema que se le plantea, el cual se halla en que el sueño es uno mismo, la personalidad. Esta piensa, siente, desea, ambiciona, hace, o deja de hacer…, sin una “atención activa, plena, cabal”. Si alguien busca donde está su personalidad, la respuesta sería en lo que piensas, sientes y haces. No obstante, si alguien pregunta dónde está el alma, la respuesta sería la “atención sobre lo que piensas, sientes y haces”. La Esencia es atención porque esta última es una facultad de su conciencia, del mismo modo que lo son los valores de humanidad. En cambio, la personalidad es actividad de los centros, enlazados por sus memorias, cuya atención residual se sumerge entre las múltiples operaciones psicológicas que engendra. Conclusión: si uno no realiza el “esfuerzo de preservar la atención separada” de las actividades psicológicas de su personalidad, el sueño de su conciencia será continuo y sus despertares efímeros.
   La cuestión es empezar por usar la atención adecuadamente, porque donde está la atención, se halla la conciencia. La realidad se procesa, tanto dentro como fuera. Por esta causa, hay que aprender a dividirla, en esto consiste el sentido de la autoobservación. El desarrollo de este sentido interno acarrea avanzar en la autoconciencia. Este tercer estado, llamado “Dianoia”, ampara la autonomía de la conciencia, y la práctica objetiva y efectiva del autoconocimiento.
   El progreso en el despertar de la conciencia se logra, poco a poco, según uno alinea sus esfuerzos por resguardar el estado de presencia o recuerdo de sí mismo. El manejo adecuado o consciente de la atención es colocarla intencionalmente donde esta se requiere. De este modo, el individuo experimenta por sí mismo de forma directa la realidad, tanto en los diferentes ámbitos de su existencia como dentro de sí mismo. También, facilita los cambios que uno considera oportunos por medio de su comprensión creadora. Con este estado interior, el uso de cualquier herramienta psicológica será oportuno y eficaz. En un principio, el sujeto precisa paciencia porque los resultados están directamente vinculados al “esfuerzo consciente”, el cual madura gradualmente con su ejercicio. En consecuencia, uno necesita aprehender la relevancia de esta práctica, no flaquear ni caer en la observación mecánica, más bien, renovarla cotidianamente, y apreciar sus frutos. El camino de la “no identificación o del despertar”, consiste en una regeneración continua del anhelo por conocerse, y contemplar un mundo desconocido, interior, que es el propio. De este modo, uno advertirá las vías de identificación de la personalidad, las cuales conducen a la pérdida de serenidad y a la inconsciencia. Los beneficios del autoconocimiento son amplios. Según uno se descubre a sí mismo, elimina al “mí mismo”, equilibra la personalidad, y acrecienta su nivel de Ser; paralelamente, la identificación se limita y reduce considerablemente. Si el alumno erradica completamente el ego de la psiquis, el sueño y las apariencias desaparecen definitivamente, y su Esencia se integrará en la verdad del Hombre real.
   La importancia del trabajo interior es indispensable sólo en el caso de que la persona anhele despertar su conciencia, conocerse a sí mismo, y cambiar las causas de sus errores. 

“Necesitamos, pues, desintegrar el "yo", volverlo polvo, para que quede en nosotros la verdad. Entonces estaremos llenos de plenitud, habrá felicidad en nuestros corazones, dicha sin límites; veremos el mundo como es, y no como aparentemente es”. (Samael Aun Weor. “Psicología del trabajo interior I”. Cap. Reflexiones).

Las fuentes de la identificación

Las verdaderas causas de la identificación son siempre internas debido a que es una acción, una respuesta, del ego o de la personalidad. Si una persona no acarrea subconsciente y, por lo tanto, no arrastra ningún porcentaje de Esencia embotellada, entonces, no hay identificación posible. Sin embargo, por ahora, no es el caso del ser humano, y las vías de la identificación, es decir, aquello que incita la aparición de esta energía hipnótica proviene de dos fuentes:

·      Las externas que corresponden a las impresiones.

·   Las internas, las cuales se procesan por medio de las proyecciones, también conocidas como fantasía o imaginación mecánica. 

Tanto las impresiones como las proyecciones, se estudiaron en anteriores capítulos[6]. No obstante, es necesario recordar y profundizar sobre estos impulsos que, debido a la ausencia de conciencia, actúan como aliados del ego, y espolean estados psicológicos erróneos. La identificación puede iniciarse en el momento de la transformación incorrecta de impresiones, o cuando el sujeto se dispone a dar respuesta a la información recibida. En ambas operaciones psicológicas intervienen las proyecciones en el instante de identificarse.


Itinerario psicológico de la información

El itinerario de la información que uno recibe del exterior a través de los sentidos disfruta de un recorrido estándar: cerebro instintivo-motor-sexual[7], emocional e intelectual, respectivamente. Cada centro neurálgico interpreta el estímulo según sus características.
   Más tarde, una vez recibida la impresión, los centros interactuarán según la naturaleza de la información, y del estado de conciencia para dar o no una respuesta.
La recepción de estímulos
    Tal como el alumno experimenta por sí mismo, los estímulos llegan a los sentidos, y los transforma en sensaciones, las cuales son las memorias específicas de los sentidos.
    Estas ventanas abiertas al exterior, aunque gocen de un buen estado de funcionamiento, no siempre advierten todos los estímulos que reciben; esto obedece a la calidad, tanto de la atención vertida sobre el escenario como de los estímulos en sí. Los sentidos precisan que el estímulo disponga de un nivel mínimo de energía para que estos lo adviertan. Si el umbral de estimulación está por debajo de ese límite mínimo, el estímulo es subliminal, y no alcanza a ser una percepción.

La formación de sensaciones
   En el caso de las sensaciones, no todos los componentes que las conforman son transformados por el centro instintivo. Muchas de las sensaciones apenas son captadas, en consecuencia, no se presentan en la impresión. Esto indica que el estímulo pasa desapercibido a la actividad racional del sujeto que lo recibe. Muchas veces, esto ocurre si uno está distraído, es decir, sin atención, en un estado de sueño y no advierte lo que busca, aunque el objeto esté delante de sus propios ojos. El estímulo produce como sensación, por ejemplo, la imagen de las gafas, pero esta no alcanza a ser una percepción; por lo tanto, uno no las ve debido a que la atención se fija en otro objeto, algún pensamiento o emoción. Otra causa es que, estas sensaciones se desvanecen por preponderancia de unos sentidos sobre otros; estas son discriminadas o seleccionadas por algún interés del factor psicológico (ego o personalidad) presente en la transición de la información, la cual fluye de las sensaciones a la percepción[8].
   En cambio, la conciencia libre no segrega información, sólo las proyecciones que surgen por una maniobra del subconsciente, y permanece atenta a la causa de esta operación.
La percepción y la impresión
“Lo que se requiere es la súbita percepción de la totalidad de la mente, que no llegará como resultado de la pregunta cómo verla, sino de una constante observación, cuestionamiento, y búsqueda”. (J. Krishnamurti. “Dichos de Krishnamurti”. Cap. Percepción).
 
El conjunto o la suma de sensaciones que son asimiladas y recordadas en el instante, se presenta como una percepción. Esta última se conforma como un patrón sensorial, la cual sufrirá una influencia o no del centro emocional. La percepción, por lo tanto, se distingue por ser una configuración mental que reagrupa las sensaciones captadas en un momento, y de una posible reacción emocional ante estas. La impresión es lo que alcanza la pantalla de la mente para ser concebida en el ámbito intelectual.
   Desde la didáctica del autoconocimiento, el sujeto recibe estímulos, los cuales son energías externas que alcanzan los sentidos; esta acción es fisiológica. Después, se puede dividir el proceso de la transformación de impresiones en tres etapas psicológicas:

1.     Sensación, fruto del estímulo transformado por el sentido en el centro instintivo. Todas las sensaciones se procesan en paralelo, es decir, de modo simultáneo.

2. Percepción, corresponde a la suma de todas las sensaciones, la cual carga un complemento emocional o no.

3. Impresión, esta se refleja en el centro intelectual como información. Una impresión constituye una representación psicológica del entorno que los sentidos advierten en el instante presente. Sensación, percepción e impresión constituyen un proceso mental serie, significa que uno es consecuencia del anterior en un mismo instante psicológico.

Por ejemplo, un sujeto cruza una calle sin prestar atención[9] al semáforo en rojo para los peatones, en el mismo momento oye un frenazo de un vehículo y el sonido del claxon (sensación auditiva). Simultáneamente, este se detiene, mueve la cabeza hacia la procedencia de ambos sonidos, los músculos se tensan, y una emoción negativa (temor, desconcierto…) le invade (percepción). Sólo una vez captada la impresión, el individuo concibe racionalmente que un coche tuvo que frenar bruscamente por su imprudencia.
   En esta escena, uno observa que el sentido del oído aprehendió los estímulos; estos se convirtieron en sensaciones junto a otras que la persona recibía: atendía las palabras del amigo, miraba una chica en la acera de enfrente, olía a cebolla frita de la hamburguesería de la esquina, etc. El cerebro instintivo-motor-sexual realizó toda la transformación: los sentidos captan y se crean las sensaciones, en este mismo instante, entra en acción el centro emocional, miedo, y el centro motor, parada, movimiento de cabeza, los músculos y los nervios tensos. Estas funciones intervinieron en la misma percepción, antes de que el intelecto pudiera dar orden alguna, debido a que todavía no accedió a la información o la impresión. Una vez que el centro instintivo forma la percepción y la traslada al centro racional, el peatón distraído asume su error, vuelve sobre sus pasos, y se disculpa ante el conductor. Incluso, en ese momento, su conciencia experimenta un pequeño incremento por el error cometido o impresionado por la situación vivida, para, más tarde, regresar de nuevo al sueño anterior.
   Se expone otro ejemplo de una conversación de negocios entre dos personas que están compartiendo mesa en un restaurante. En este caso, la atención se vierte principalmente sobre las palabras que el interlocutor(a) emite, aunque todos los sentidos están activos: el gusto, el olfato, la vista, el oído, y el tacto. El cerebro instintivo-motor-sexual capta todos los “estímulos” con los sentidos y, estos los transforman en “sensaciones” de modo paralelo. En esta escena, las sensaciones auditivas y visuales son preponderantes, porque la atención está presente a las palabras y los gestos que acompañan a estas. Las palabras y la expresión corporal no se tocan, ni huelen ni gustan. En cada instante, en la mente de quien escucha se forma un patrón perceptivo compuesto por: palabras, imágenes de gestos armoniosos de quien habla, chica o chico bien parecido, joven, atlético, con modales; junto a la gente de otras mesas, el servicio desplazándose, temperatura agradable, comida gustosa... A este modelo perceptivo hay que sumarle una emoción de bienestar generada por las sensaciones. Finalmente, esta “percepción” llega al centro racional como “impresión” donde la sensación más relevante es la auditiva, es decir, las palabras, el mensaje, seguida de la visual. Ambos tertulianos se comunican en el mismo idioma, y las palabras describen conceptos, cuyo significado es conocido por la función intelectual, depositado en su memoria racional. Este recorrido de los estímulos recibidos, denominado “proceso ascendente de la información”, se ha elaborado de modo involuntario. La transformación de la impresión discurrió mecánicamente a causa de que las distintas memorias intervienen sin intención por parte del sujeto que escucha; su estado de conciencia es sueño o identificación crónica, y su centro de gravedad psicológico es la personalidad.
   Ahora bien, a partir del instante en que las palabras son interpretadas por el individuo que escucha, sea en un sentido favorable o desfavorable a sus intereses, se desencadena la respuesta en las diferentes funciones. Si el mensaje de quien habla es desfavorable, la recepción de estímulos, normalmente, se verá afectada a pesar de que los sentidos advierten la misma naturaleza de estímulos que en el instante anterior. Muchas sensaciones no se sumarán a la percepción, por ejemplo, las que pertenecen a la comida, al ambiente…, pasarán a un segundo plano; también se le incorporará una emoción negativa. En el ámbito intelectual, la impresión se mezclará con pensamientos de preocupación porque anticipa que el negocio propuesto al interlocutor no prosperará. En cambio, si el mensaje es entendido de modo propicio a sus intereses, entonces, la transformación de impresiones será de índole totalmente distinta. Aunque, la naturaleza de los estímulos captados por los sentidos, es idéntica al instante anterior, excepto el contenido de palabras y gestos reflejos del hablante, los cuales conforman la impresión. En este caso, las primeras sensaciones se reforzarán, el centro emocional adicionará a la percepción un estado de satisfacción y tranquilidad, y la impresión se juzgará con satisfacción. Tanto si la impresión es positiva como negativa, quien escucha coordinará una respuesta intencionada según los planes de la personalidad o el ego, y su estado de conciencia.
   Todo el proceso de la transformación de impresiones, el cual atiende desde el estímulo hasta la impresión, indica que las sensaciones y su percepción juegan un rol destacado. Así mismo, la interpretación racional de las impresiones, es decir, cómo se establecen juicios, valoraciones, calificaciones…, es otro elemento relevante de su transformación. Este apartado se estudió en el tema de la transformación correcta de las impresiones, instaura una primera respuesta a la impresión, es decir, en muchas ocasiones, es un añadido racional a esta.
 

   El instante psicológico
Toda entrada de información desde el exterior se convierte en una impresión, esta alcanza la mente racional de instante en instante. Este momento o unidad de tiempo que puede llamarse “instante psicológico”, define la magnitud de los procesos mentales que por su naturaleza son aprehendidos por la atención plena. Este “instante psicológico” no es una magnitud física que desgrane segundos o fracciones de él, ni corresponde a procesos químicos, fisiológicos, bioeléctricos…; ni a transformaciones de energía que concurren en los sistemas límbico, nervioso periférico, central…, hasta convertirse en información racional. “Instante psicológico” concreta la unidad de tiempo mínima que engloba la cadencia por la cual transcurre la transformación psicológica compuesta por las etapas: sensación, percepción e impresión. Esta transición, paso a paso, sólo puede ser advertida por un estado de conciencia superior, debido a que es muy rápida, y es imperceptible para una atención mecánica, tal como prodiga la personalidad. En este estado, el sujeto únicamente constata el binomio estímulo-impresión. Al ser un momento, este asume que sensación, percepción e impresión se procesan simultáneamente, hecho que no corresponde con la realidad interior.

La intervención de las memorias en la transformación de las impresiones
   En la mente, la transformación del estímulo en impresión construye la información ascendente, la cual define aquella que uno recibe por los sentidos, y es procesada por los tres cerebros. La posible adición o sustracción psicológica de sensaciones y emociones a la percepción es fruto de la mecanicidad, y la inconsciencia del sujeto. Esta suma de contenidos proviene de las memorias de las funciones, es una “proyección” de las mismas. La reacción a la impresión es otro proceso psicológico que determinará una respuesta o no según la voluntad de la persona.
    Una correcta transformación de impresiones precisa un estado de presencia pleno a todo el proceso, es decir, no agrega ni omite nada a los estímulos advertidos por los sentidos. La autoconciencia produce una separación selectiva ante las proyecciones de las memorias de las funciones. Esto enseña la dificultad y, paralelamente, la necesidad vital de aplicarse en el estado de autoobservación para prevenir, tanto la identificación crónica como la aguda.
   La identificación puede originarse en el mismo instante en el que los estímulos entran por los sentidos, y se crean las sensaciones. En los pasos siguientes de la transformación mecánica de impresiones, la identificación se refuerza en fascinación, sueño o hipnosis.
   Desde el estímulo hasta la impresión, la conversión de energías está a cargo de la función instintiva, pero a partir de las sensaciones[10], los centros: motor, sexual y emocional pueden interactuar. El acceso del centro intelectual es posible en el paso siguiente, cuando la percepción alcanza la pantalla de la mente como impresión. A esta función le corresponde conceptuarla, aporta una apreciación cognitiva racional según los conocimientos adquiridos por el individuo.
   Esta cadencia de cómo los datos proporcionados por los sentidos recorren la psiquis hasta transformarse en impresiones, está avalada por las distintas velocidades de los tres cerebros. Hay que recordar que el cerebro instintivo-motor-sexual es el más rápido, después le sigue el emocional, y, finalmente, el intelectual es el más lento.
 Se comentan algunos ejemplos de cómo se relacionan estímulos, sensaciones, precepciones e impresiones.
·   La publicidad manipula la psiquis a través de las impresiones. La propaganda busca influenciar y concibe, por medio de los estímulos, sensaciones que la personalidad o el ego reconocen y atraen el centro emocional. Esto se consigue si la emoción irrumpe en la sensación, el resultado es una percepción emocional, la cual origina una impresión que impacta la pantalla mental acompañada de emoción, sentimiento, ternura, afecto, etc.
En algunos anuncios, la impresión es totalmente emocional, uno observa las imágenes, escucha los lemas…, y el intelecto apenas emite juicios en ese momento. Estos profesionales crean escenarios que en el ámbito social, cultural, familiar…, poseen cierta carga sentimental, la cual interpela en el ámbito personal al individuo que visualiza el anuncio. De este modo, la razón la asume, clasifica, valora y establece en el centro intelectual una representación mental según la voluntad del publicista. Lo cual significa que desee el producto, quiera probarlo, comprarlo…; y lo integre, asocie, a una idea o una imagen de bienestar, felicidad, ilusión, bondad, juventud, salud, éxito, placer, libertad… En definitiva, esta acción reporte beneficios, tanto de imagen como económicos a la empresa, y el sujeto caiga en el sueño que le proponen. Esto último es el objetivo de toda propaganda; se observa, por ejemplo, todos los años en la campaña publicitaria del Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad: “Compartir como siempre, compartir como nunca” (2020). Así mismo, en anuncios donde se define una imagen concreta según el eslogan[11]: “Yo no soy tonto”, (Mediamarkt); “La chispa de la vida”, (Coca-Cola); “Porque tú lo vales”, (L’Oreal); “A gusto con la vida”, (Nestlé); “Todo un futuro juntos”, (Bankia); “Despierta a la vida”, (Nescafé); “Encuentra tu propia esencia”, (Loewe); etc. Esta manipulación de la mente del individuo planificada por la publicidad, es similar a la que realizan el ego y la personalidad con la Esencia.
   ·  Así mismo ocurre con la industria cinematográfica. En el caso de que interese activar emociones e instintos agresivos, miedo, odio…, los estímulos son los que se observan en las películas de terror, thriller… En este tipo de cine se presentan injusticias de villanos que justifican la venganza del protagonista, donde hay una gran cantidad de muertos, formas de torturar, asesinar y morir. En el género romántico se crea una atmósfera psicológica sentimental. En las comedias se elaboran escenarios, es decir, estímulos cómicos, chistes, gags, situaciones inverosímiles, etc. Este mundo se traslada con las mismas bases a las producciones de TV, al videojuego, etc.
  ·  Es conocido que los estímulos vinculados con el sentido del olfato y, por lo tanto, la sensación olfativa, atrae recuerdos del pasado, es decir, estimula la memoria. Este es un ejemplo de cómo este tipo de sensación conecta con la memoria visual y la emocional (revela una imagen o una escena), y se convierte en una percepción. El olor pasa a un segundo plano, y la impresión se carga de los recuerdos que evoca. El centro racional reacciona con más recuerdos, buscando rememorar o dejar de hacerlo según la relación que estableció con esa misma impresión en el pasado. Este recuerdo atraído por la sensación olfativa puede ser objeto de identificación crónica o aguda.
   ·   Cuando alguien toca con la mano, sin prestar la suficiente atención, una fuente de calor intensa, al momento capta la sensación de dolor, la función motora reacciona y aparta la mano. Aquí, en el mismo instante de la sensación de dolor, el sujeto no emitió emoción, ni pensamiento alguno, el motor fue el primero en responder. Esto es lo que se conoce como un acto reflejo. Después, la percepción añade una emoción negativa en relación al dolor captado por el instinto, y el centro racional emitirá algún juicio sobre la impresión vivida.
   ·    La música no se piensa, es un estímulo auditivo que genera una sensación grata si es de nuestro gusto o desagradable en caso contrario. Las melodías fácilmente atraen recuerdos e imágenes de cuando se escuchó anteriormente o por primera vez, con quién y qué se hacía. Este proceso se debe a las memorias sensoriales. Inmediatamente, después se genera una emoción. Si es una música conocida se añaden sentimientos antes vividos, los cuales pueden ser de satisfacción, si no hay rechazo o indiferencia. En este mismo momento, el centro motor se une marcando el ritmo. En muchas ocasiones, si la canción es o fue un éxito muy popular, se bailó, uno se divirtió escuchándola…, le produce alegría. Cuando la percepción de la música conocida alcanza el centro racional como una impresión, piensa o trata de recordar el autor, el título de la melodía. También puede recrearse identificado en pensar en ella, en los recuerdos que le evoca, o bien pasar desapercibida si le es indiferente.

“El sabor o el gusto de un dulce desencadenan una respuesta muy intensa que nos devuelve a la infancia; una balada que creíamos olvidada nos transporta a la adolescencia. Los recuerdos sensoriales afectan a todos los sentidos. Un sonido, un paisaje o un suave rozamiento pueden evocarnos experiencias intensas de nuestra historia vivida”. (Luis Alonso. Revista Investigación y Ciencia. Artículo: “Memoria sensorial. Bases neurales del efecto Proust”).

   ·  La adicción a alguna sustancia, por ejemplo: café, cigarrillo, Coca-Cola, drogas psicotrópicas, alcohol, chocolate…, se fundamenta en la sensación junto a la satisfacción que provoca su consumo en la función instintiva. Esta experiencia placentera produce una emoción agradable, de bienestar, positiva. La impresión es asumida racionalmente como satisfactoria y atractiva, y su vivencia se justifica. En las memorias de los centros, el concepto (intelecto) y la vivencia de esa sustancia se alojan como una impresión con carga instintiva y emocional de agrado. Cuanto más se consume la sustancia, más se refuerzan los lazos fisiológicos, emocionales y racionales hasta que su ingesta se convierte en un hábito[12]. En el caso de las drogas, estas crean una dependencia grave debido a que afectan a procesos neuronales, los cuales se deterioran. Esta situación, que muchas personas viven, se debe a una identificación con la sensación percibida, la cual pasó a ser fascinación y sueño o hipnosis según el grado de influencia que provoca la sustancia en él. Las sensaciones se originan por la función instintiva desde el subconsciente, por esta causa sus efectos son tan poderosos en la psiquis. En principio, existe un alto grado de inconsciencia en el modo de relacionarse con ellas. En efecto, el ego se ampara en las sensaciones con suma facilidad e impulsa la identificación, la cual se convertirá en crónica o aguda según su nivel de Ser, y la capacidad de reflexión íntima de la persona.


“La sensación producida por las drogas es uno de los estímulos más intensos en el cerebro y rebasa al placer generado por el sexo o la comida”.
(Aline Juárez. Expansión México. “Las drogas en tu cerebro: sensaciones aumentadas y daños irreversibles”. 26 junio 2011).


Las sensaciones proporcionan la percepción de la realidad, pero también la condicionan a causa de su recepción psicológica agradable o desagradable; e inmediatamente después, de cómo la persona las juzga en me gustan o disgustan (actividad racional). La base de muchos egos se halla en este apartado de la transformación de los estímulos, y las consiguientes sensaciones que producen. El apego, rechazo o indiferencia se confeccionan primero en el centro instintivo, le sigue el emocional, y lo razona el centro intelectual. Cada impresión transformada registra el proceso con distintas intensidades en las funciones según la vivencia, y la relación que instaura con ella en los tres cerebros. En la mayoría de los seres humanos, esta actividad es inconsciente. El mismo instinto discrimina ciertas sensaciones, otras son condicionadas de modo que la memoria del centro interviene en la percepción, y modifica la impresión que uno recibe en el intelecto. ¿Cómo se concibe este condicionamiento de la impresión? Por medio de la identificación, la fascinación y el sueño o hipnosis. ¿Provocado por quién? El “yo” o la personalidad. Ambos son estructuras o mecanismos creados anteriormente, memoria de cada función, las cuales reconocen el escenario. Así, las sensaciones y la percepción que surgen de la escena, y la inmediata impresión que se deriva, es identificada por la razón. De este modo, el ser humano recibe la información del mundo que le rodea de modo equivocado.

La réplica ante la impresión igualmente está fijada; entonces, uno responde automáticamente, porque su reacción es un hábito. Del mismo modo que la recepción de las impresiones se realiza mecánicamente, y la información que alcanza los tres cerebros está condicionada por sus respectivas memorias, la respuesta también lo es. Este patrón preestablecido se conoce como recurrencia.

Consecuencias
      La cuestión es, ¿cómo me relaciono con las sensaciones, la percepción y la impresión?
     Las sensaciones, la percepción y la impresión, debido a la carencia de conciencia y a la intervención de las memorias, se configuran de modo subjetivo, relativo y circunstancial. Esto indica identificación crónica o aguda. La causa es que experiencias anteriores del sujeto, junto a un estado interior de sueño en el momento de la transformación, influyen de modo determinante.
    En efecto, existe en la base un factor selectivo, ego o personalidad, el cual fija su atención sobre los componentes de la sensación o la percepción que le interesan, motivan, atraen, siente debilidad, rechaza…, particularmente. Los hechos son los mismos para todos. No obstante, por un lado, los estímulos son advertidos según la atención y la posición que ocupa el individuo respecto al evento. Por el otro, en el plano interno, cualquier agregado psicológico puede intervenir en este proceso, subordinándolo a su antojo. Si la gente fuera autoconsciente aprehendería la situación con poca diferencia, respetaría su naturaleza y sus propiedades; pero si las personas se hallan en un estado de conciencia inferior, será una coincidencia de intereses o casualidad, producto de la identificación. Sin conciencia libre no hay objetividad.
    Toda percepción del instante es algo más que sensaciones: gustativas, olfativas, táctiles, visuales, y acústicas, aunque todas se fundamenten en estas. En muchos casos, hay que agregarle las proyecciones que evocan las memorias de los centros instintivo, motor, sexual, y emocional. Popularmente, el individuo habla de sentirse de una manera u otra, cuando describe una percepción de sí mismo que está vinculada con el aquí y el ahora. En realidad, esta se compone de sensaciones del presente, asociadas a los estímulos del escenario, junto a sensaciones y emociones del pasado rememoradas por los centros. La impresión llega en el ahora, más lo que proyecta el ego o la personalidad asociándola con el ayer. Cuando el individuo alude a sentir: hambre, nostalgia, nerviosismo, agobio, dolor, poder, alegría…; en muchos casos, uno está identificado con este estado, es decir, con la impresión que recibe en ese instante, más la carga psicológica vivida en episodios anteriores.
     La base real de la información son los estímulos que recogen los sentidos. No obstante, si el individuo está identificado con su personalidad o ego, la impresión sufre una manipulación. Por ejemplo, alguien comió hasta cubrir su necesidad, pero una hora más tarde, paseando, observa una pastelería, y siente hambre. Esta sensación ficticia alojada en la memoria del centro instintivo, es emanada por el ego de la gula desde el subconsciente. Esta percepción de tener apetito, e impresión de desear comer, alcanza el centro racional condicionando la persona, la cual caerá fácilmente en la hipnosis. El sujeto confundirá fácilmente hambre con deseo de satisfacción, comprará como un autómata el dulce, y se lo comerá pensando que tenía necesidad.
    El fundamento del hedonismo se halla en las sensaciones. Cuando un sentido recibe un estímulo y se produce una sensación, esta última imprime de modo natural sus características intrínsecas. Las sensaciones son agradables, y, por lo tanto, gustan, pero también desagradables o indiferentes, y, en consecuencia, no complacen. Estas sensaciones se advierten en el centro emocional con una percepción de aceptación o rechazo; finalmente, la impresión se conceptúa con justificación o condena, y se le atribuyen calificativos a la experiencia. Por ejemplo, uno siente incomodidad, inseguridad, angustia, recelo, dolor…; o, por lo contrario, siente bienestar, placer, tranquilidad, interés, alegría… Esto conlleva una clasificación de estas impresiones y del escenario que las provoca. De modo que lo juicioso desde la perspectiva de la personalidad, es atraer aquellas escenas que evocan disfrute y satisfacción, y evitar aquellas que molestan, aburren, o que no son del agrado del individuo.
    Sensaciones, emoción y percepción refuerzan el falso sentimiento de mí mismo, y asientan el centro de gravedad psicológico en el que me reconozco como persona. Cada vez que mis sentidos advierten un estímulo o una escena, mi modo de transformarlos ahonda mi forma de ser, de sentirme en lo que percibo; fortifica la memoria de lo que soy. El sentimiento y el pensamiento evocado por la impresión acentúan la falsa personalidad, tanto cuando esta llega a la mente como en el instante de reaccionar ante el escenario.
    Fundamentalmente, la falsa personalidad es este sustrato psíquico fortalecido por formas de observar la existencia a través de patrones, hábitos, costumbres, moldes de la conducta…, que originan este falso sentimiento de sí mismo. Este percibirse crea un frágil equilibrio interno de los centros, y se sustenta por la vía del segundo estado de conciencia o identificación crónica. Sin embargo, si un estímulo se sale del marco de referencia de la personalidad, este se advierte en la sensación que produce, e inmediatamente surge una emoción inferior. Esto indica que una parte más profunda del subconsciente interviene, y la impresión que llega a la pantalla de la mente acarrea la identificación y la fascinación. La hipnosis se instalará si la razón cede a los impulsos emocionales o a las sensaciones del cerebro instintivo-motor-sexual. A partir de ese instante, la respuesta recurrente al escenario se efectuará por el ego en el primer estado de conciencia o identificación aguda.
Todos los procesos de identificación crónica o aguda se inician con la participación de las memorias de los cerebros, los cuales conforman un ente psicológico conocido como personalidad. En este vehículo psicológico uno se reconoce a sí mismo.
    En la función instintiva, una sensación puede ser asimilada a otras que sean análogas, y que fueron vividas anteriormente. De hecho, el instinto rige las constantes vitales, y los actos involuntarios o reflejos del organismo, lo que implica un alto grado de automatismo. Esta característica lo ubica en el subconsciente. Esto facilita al ego su irrupción en el momento de instalarse la sensación, e iniciar la identificación, en el caso de que la sensación lo atraiga. En este sentido, el ego goza de cierta ventaja para captar la sensación ante el sueño en el cual está sumergida la personalidad.
   Muchos pensamientos irracionales son fruto de impresiones que alcanzan la pantalla mental envueltos por la energía densa de la identificación aguda. La impresión acarrea la fuerza de la sensación manipulada y la emoción negativa, las cuales incitan a pensar de modo inconsciente con las mismas características del ego. Esto ocurre con agregados psicológicos como los celos, la envidia, el amor propio, la ira, el odio, etc.
    Contrariamente, la correcta transformación de impresiones obra con la presencia de la conciencia a los estímulos, las sensaciones, la percepción y la impresión en cada instante. El estado de autoconciencia vigila la correa de transmisión de la cadencia de la transformación de impresiones para que sea respetuosa con los hechos, y capte su realidad. Esta conciencia proactiva está presente a la vida, su importancia, aprendizaje, y una vez comprendida la información, se centra en la acción a emprender; se ocupa y concentra en la situación; apela a los recursos de inteligencia y a los atributos humanos para adoptar una respuesta sensata al evento; una vez que este fue advertido con rigor con todos los sentidos, sin la interferencia del subconsciente, es decir, sin identificación.

“Simultáneamente, observo firmemente la forma en que el apego[13] surge en mi mente. Como un centinela totalmente alerta, con el fúsil dispuesto, escudriñando en busca del enemigo, el centinela de mi sabiduría, totalmente consciente de cada momento, observa vigilantemente e investiga cómo surge el apego”. (Lama Yeshe. “Ego, apego y liberación”. Cap. Haz espacio para la sabiduría).

Preservar la percepción de sí mismo, una mente abierta y receptiva, y una personalidad pasiva facilitan una correcta recepción de impresiones. El tercer estado de conciencia no añade ninguna estructura mental ni discrimina estímulos a los ya recibidos por los sentidos. Según se elimina el ego, este estado interior es capaz de colocar en las memorias de los cerebros instintivo-motor-sexual, emocional e intelectual, valores humanos como son: sensibilidad, entusiasmo, paciencia, tolerancia, dicha, amor, sonrisa…, con el rasgo que se expresen de modo natural y espontáneo.
   En la actualidad, el estudiante apela a su conciencia y a sus cualidades humanas en los hechos por medio del autoconocimiento; recurre a la práctica de las claves con su voluntad e inquietud. Por esta causa, su conciencia es reactiva. Una vez que se libera la Esencia enfrascada en el “yo”, el porcentaje de Esencia, voluntad, y atributo correspondiente se desplegarán según una conciencia proactiva.
   En la formación del futuro adulto, la educación precisa prestar atención a adolescentes y jóvenes, y enseñarles la correcta transformación de impresiones. La falta de conocimiento de cómo se advierte la realidad que nos rodea, incrementa arbitrariedad, subjetivismo, relativismo, egocentrismo, hedonismo…, a la hora de relacionarse con ella y los demás. Esta instrucción limitaría al individuo a advertir lo que desea ver, oír, entender…, de modo independiente a los hechos.
   Esto muestra la necesidad de educar en el ámbito psicológico, cómo se generan las sensaciones, las emociones; aprender a gestionarlas con una conciencia objetiva de lo que son; y cómo estas influyen en la percepción y las impresiones que representan la realidad o informan de ella.
   Esta ignorancia genera un gran perjuicio a la sociedad debido al hecho de que, si el individuo es incapaz de captar la verdad de un evento, difícilmente lo entenderá. Más aún, su respuesta será errónea a causa de que su percepción de los hechos, también lo es. Y lo que es peor, este creerá que comprende la situación, por lo que su mente se cerrará a lo que él supuestamente conoce, y creará un hábito. Esta inconsciencia, sueño, o identificación crónica acarrea una avalancha de carencias como son: criterio propio, sensatez, respeto por la opinión ajena, discernimiento, prudencia, equilibrio psicológico, habilidad social, entendimiento con los demás, etc. Una transformación correcta de impresiones forma ciudadanos libres, los cuales evitarían ser manipulados por sus propios egos, los demás, las campañas publicitarias, las ideológicas, las creencias de todo tipo, etc.

"Quisiera imaginar que algún día la educación incluirá en su programa de estudios la enseñanza de capacidades tan genuinamente humanas como el autoconocimiento". (Daniel Goleman. “Inteligencia emocional”).

Las proyecciones
   Las proyecciones nacen de las memorias de los centros, y son el resultado de una incorrecta transformación de impresiones en el pasado. En el punto anterior se estudió cómo estas intervienen en la recepción mecánica de la información, manteniendo el sueño de la conciencia, o espoleando la identificación aguda o hipnosis.
   Si un sujeto efectúa una actividad, y su atención está atrapada en una charla mental desvinculada con su tarea, es síntoma de identificación con sus pensamientos. Esto ocurre cuando el individuo obra con una atención mecánica. Esta situación psicológica es la que constituye el sueño de la conciencia, porque su atención divaga y no está presente al instante. Gran parte de la atención es atraída por el progresivo desencadenamiento de pensamientos, la cual vagabundea entre las sucesivas proyecciones del centro intelectual. Proceso mental que se repite en la práctica de la meditación.
   Esto mismo acontece en el centro emocional, uno acarrea un sentir que no se relaciona con el evento. La proyección sea esta positiva, por ejemplo, debido a un recuerdo que causa alegría, o negativa porque el sentimiento evocado es de malestar. Esta base emocional, fruto de la proyección, invade la función racional y se instala el mismo proceso anterior. En este caso, si la emoción es inferior, la identificación puede ser más profunda, puesto que son dos cerebros los que son invadidos por el subconsciente, alcanzando la hipnosis. Esta descripción coincide con estados de preocupación, ansiedad, frustración, etc.
   En ambos casos, la persona está ausente a la realidad, en la primera de modo crónico, y en la segunda, de forma más profunda. 

“La identificación con el conocimiento que hemos adquirido es otra forma de apoyar la personalidad ¿verdad? A través del conocimiento, el “yo” continúa con su esfuerzo por ser algo, y con ello perpetúa el dolor y la desdicha”. (J. Krishnamurti. “Dichos de Krishnamurti”. Cap. Conocimiento).

El aprendizaje de los centros en la recepción de información
     Los centros despliegan un aprendizaje natural propio a su función, el cual se inscribe en sus memorias. Por ejemplo, el centro motor aprende a andar, y esta instrucción queda registrada; igualmente ocurre con toda su formación: bailar, hablar, conducir, habilidad en la práctica de un deporte, una profesión, etc. Tal como se explicó en el estudio de las distintas funciones, estas se desarrollan con el uso; así mismo, cargan por imitación influencias inconscientes externas, aprendizajes inspirados por la necesidad, etc., unos modelos que caracterizan a la personalidad del sujeto. Esto sucede con todos los centros, el archivo de estas instrucciones en la memoria es inconsciente a causa de la ausencia de reflexión y de conciencia en el momento de aprehenderlas. En muchos casos, esta disposición sólo acarrea la particularidad de plasmar lo aprendido de modo subjetivo, siguiendo un patrón ajeno. Por ejemplo, muchos hijos se expresan como sus padres o entorno familiar, arrastran una misma limitación de vocabulario, entonación, acento…, en el habla, etc.
    En realidad, el auténtico desequilibrio nace en el uso o el aprendizaje de los centros, si se desencadena un proceso de identificación. Esto implica la creación o desarrollo de egocentrismo, apego, recelo, impaciencia, hedonismo…, en definitiva, un “yo” en las memorias de las funciones. Esto infiere que, al ser estas últimas empleadas por la Esencia embotellada o ego, su actividad se despliega inadecuadamente. De este modo, los centros registran funcionalismos impropios, erróneos y perjudiciales al desarrollo natural de sus características. Este mal uso en la recepción de información deteriora las funciones, y sus memorias se contaminan por un aprendizaje subjetivo, relativo y circunstancial. El alumno precisa estar presente a todo el proceso de la transformación de impresiones: a los estímulos y cómo estos se convierten en sensaciones y, muchos de ellos desaparecen; cómo se instaura la percepción; dónde se añaden hábitos instintivos, sensuales, motores, emocionales, según el carácter de la información. Estas inercias, manías, moldes…, están depositados en los centros, y son provocados por egos que el individuo carga en la psiquis. Por ejemplo, una serie de estímulos produce la “sensación” de que alguien no cumple con su palabra o cometido; en muchos casos, ocurre que la intolerancia la detecta, y genera una emoción negativa en el instante en el que la sensación se convierte en percepción. Cuando la impresión alcanza nuestra mente, la cual se advierte subordinada por el centro emocional, se enjuicia con intolerancia, producto de una transformación mecánica. Con la repetición de estos escenarios, esta impresión o representación mental se instaura como un hábito o una recurrencia en la psiquis de la persona; y el proceso de su formación se alojará en las memorias de los centros. Este patrón impide aprehender con objetividad las razones o las causas que llevaron al sujeto a no cumplir con lo pactado, ya que forjó una idea o una opinión sobre lo que en realidad todavía ignora.
    Este ejemplo resume la mayoría de los procesos de identificación que el ego provoca, gracias al registro de las memorias de las funciones, cuyo efecto es una transformación errónea de impresiones. Este aprendizaje adulterado de la función, también se incorpora en la personalidad, siendo las sensaciones las vías de identificación. A partir de este instante psicológico, el “yo” se apropia de la información y la moldea según su naturaleza.
    El trabajo interior sobre la transformación correcta de las impresiones implica un uso de la conciencia en este proceso, de modo que uno despierte a cómo se manipula la información con la identificación. Conciencia activa es separar lo añadido y preservar las sensaciones tal como las canalizan los sentidos, de modo que la percepción esté limpia de subconsciente, ego o moldes de la personalidad, los cuales falsean las impresiones. En una transformación consciente quien custodia la información recibida es la conciencia, no el ego ni la personalidad. La labor preventiva de la autoconciencia en la recepción de impresiones es impedir o separar las proyecciones de las memorias de los centros; y establecer la memoria-trabajo en cada una de las funciones. Esta memoria-trabajo se integra en los centros fruto del aprendizaje elaborado por la conciencia y el trabajo interior, cuya tarea es evitar la identificación en las distintas etapas de este proceso: sensaciones, percepción o impresiones. Las funciones precisan realizar este tránsito de la información según su naturaleza, y no viciados por el pasado.

La memoria-trabajo
Según la conciencia aprehende los errores de funcionamiento de los centros, rectifica sus desviaciones, de manera que estos desempeñen una labor recta, justa y adecuada según los anhelos de la Esencia. La memoria-trabajo se establece por las comprensiones y las experiencias directas del estudiante, las cuales causan los cambios psicológicos propicios a la emancipación del alma. En la transformación correcta de impresiones, sea en la vida diaria o en la meditación, la conciencia advierte la intervención errónea de una función en la transición de la información. Este estado proactivo de presencia capta la raíz, y recupera el orden y la armonía eliminando la proyección por medio del discernimiento. En consecuencia, la memoria-trabajo se refleja en el progresivo equilibrio de la personalidad, la erradicación del ego y la restitución de una mente receptiva. Este estado mental y, por tanto, de los centros es producto de un aprendizaje consciente, donde la memoria-trabajo es fruto del esfuerzo intencional y consciente de la persona por liberar su Esencia. 
    Esta labor atrae progresivamente la expresión de valores humanos en los centros, y su despliegue en las diferentes circunstancias de la vida en el instante de recibir las impresiones. Por ejemplo, atributos como: poseer entusiasmo por la existencia; compartir con los demás; conocerse a sí mismo; sonreír espontáneamente ante el prójimo; escuchar al interlocutor; actuar con sensibilidad; valentía ante la incertidumbre; serenidad ante la adversidad; temperancia ante la seducción de las sensaciones; y un sinfín de situaciones, las cuales son transformadas correctamente desde el mismo instante psicológico que transita la información ascendente hasta convertirse en una impresión. El alumno, en el tercer estado de conciencia, usa la memoria-trabajo en las funciones para percibir la realidad justa y sensatamente con sus valores de humanidad.
La necesidad de aprender a utilizar los sentidos correctamente
   Los sentidos reciben constantemente estímulos, y su transformación mecánica por la personalidad refuerza el sueño del ser humano. El individuo apenas se halla presente a lo que ve, oye, toca, huele o gusta. La personalidad y el ego tienen atrapada la atención, y la usan según sus antojos, prioridades, deseos…; la colocan en aquello que les interesa. En la mayoría de los escenarios o del tiempo es una atención residual, tal como se comentó en el punto anterior. La transformación mecánica de impresiones es producto de una atención maquinal, por esa razón la facultad de la conciencia está ausente en este proceso. La existencia que uno disfruta en este mundo se aprecia a través de los sentidos. En efecto, la vida merece toda nuestra atención, un estado de alerta a sus detalles, singularidad, belleza, principios, verdad, generosidad…, la cual pasa desapercibida. Hay que empezar a despertar la conciencia a los sentidos, los cuales informan del mundo que nos rodea, es decir, recuperar la capacidad de asombro. Aprender a mirar la flor como un niño, despertar a sus colores, formas, olores; escuchar la melodía del viento, disfrutar de los alimentos que la naturaleza proporciona, sentir los días de verano y el rudo invierno, etc. En la misma línea, gozar de las relaciones humanas: la amistad, el amor de pareja, ser madre, padre, hermano, etc.; de las actividades que ofrece la existencia, ejercer una labor, viajar, conocer, descubrir, reír, llorar, sobrepasar…, despertar.
 
¿Qué es la vida? Acaso no es un cúmulo de estímulos que finalmente interpretamos. El hecho es que el ser humano precisa más percibir la realidad del mundo que interpretarla, debido a que su conciencia advierte su causa más profunda. La mente sólo rotula, nombra, define, conceptúa…, pero no la comprende, ni se aprehende a sí misma en la vida, sólo se enfrasca en ella. El individuo requiere estar presente a todo lo que le rodea, que sus sentidos estén alertas, darles utilidad, y la vida los impregne con sus propiedades y leyes lo que nos quiere enseñar. Aprender a mirar, escuchar, oler, gustar y tocar sin identificación, de una manera nueva, abierta, sencilla, inocente, pura, y la mente goce de cada vivencia; de un modo que la conciencia la aprehenda en toda su plenitud. De esta forma, la existencia sea fuente de felicidad, bienestar, libertad, amor y sabiduría.
Por esta causa, el niño nace con la “facultad de asombro” propia de su Esencia. La vida palpita en cada una de sus expresiones, y el chiquillo disfruta con cada una de sus experiencias. No obstante, según el infante crece, y su personalidad se instala en la psiquis, este atributo se diluye. En este sentido, el alumno precisa reflexionar sobre el uso y el desarrollo de esta capacidad de asombro; de modo que uno vuelva a descubrir el milagro de la vida, de sus constantes cambios, su gracia, del primor de la naturaleza, de sus relaciones e interdependencias, etc.
   En esto consiste la educación de los sentidos, no caer en la identificación de la satisfacción de las sensaciones, e instruir la mente a vivir el instante sin apego a él.

“Cuando la mente se halle preparada para ese estudio, no necesitará buscar objetos. La invariable señal de la sabiduría es ver lo milagroso en lo corriente. ¿Qué es un día? ¿Qué es un año? ¿Qué, el verano? ¿Qué, una mujer? ¿Qué, un niño? ¿Qué, el dormir? Estas cosas le parecen intrascendentes a nuestra ceguera. Construimos fábulas para ocultar la desnudez del hecho y adecuarlo, como solemos decir, a las leyes superiores de la mente; pero cuando el hecho es visto a la luz de una idea, la ornamentada fábula se desmorona y reseca, y contemplamos la verdadera ley superior. Por ello, para el sabio, un hecho es auténtica poesía y la más hermosa de las fábulas. Y estas maravillas os son traídas hasta las puertas mismas de vuestra casa”. (Ralph Waldo Emerson. “El espíritu de la naturaleza”. Cap. VI. Perspectivas).

Conclusiones finales

Las identificaciones, crónica o aguda, son los síntomas de la enfermedad del alma. La patología que sufre la Esencia es su embotellamiento. El ego es una aflicción enraizada en el Alma Humana. Ella sufre y, a la vez, también genera padecimiento a las demás Esencias. Es similar a una enfermedad mental grave que, quien la padece, tiene momentos de normalidad, pero no lo está y, de vez en cuando, sufre episodios agudos donde el problema empeora.
   

La medicina, la sanación y el médico, existen, aunque todo está dentro del ser humano. El alumno dispone en su interior de herramientas psicológicas suficientes, y acceso al conocimiento de sí mismo. Ambos constituyen la clave para curarse, y consiste en su práctica y uso integrados por la conciencia, la cual garantiza una labor objetiva.
   ¿En qué es útil permanecer presente a la transformación de impresiones? Porque permite advertir que la identificación se inicia en cualquiera de las funciones, activada por sensaciones, percepciones e impresiones. Si el ego o la personalidad interfieren en el proceso de la recepción de la información o los estímulos, estos quedan condicionados. De esta forma, lo que uno advierte en la pantalla de la mente, es una información aparente y manipulada, es decir, esta viene con sesgos o añadidos que no estaban presentes en la escena. Estos dos factores, personalidad y ego, se asocian a estas sensaciones o percepciones en las mismas memorias de los centros. Por esta causa, cuando el “yo” actúa, expresa un hábito, el cual se confeccionó por experiencias anteriores. Cada vez que existe identificación, sea por un agregado o la personalidad, estos se nutren de la energía que se halla en los centros, y su memoria se acentúa, así refuerzan la recurrencia.
   El trabajo sobre la identificación se inicia con preservar la percepción de sí mismo de instante en instante. Clave vital del autoconocimiento que consiste en autoobservarse, una presencia activa sobre cómo se interpretan los estímulos recibidos; advertir cómo las memorias interactúan atrayendo el pasado al presente. El esfuerzo de atención plena es evitar que exista amalgama entre la realidad que es, aprehendida por los sentidos, y su deformación debido a la intervención de la inconsciencia. Esta identificación crónica o aguda es el subconsciente, la personalidad y el ego, que usurpan el cometido de la conciencia desde que se crearon e instalaron en la memoria de los tres cerebros. ¿Cómo lo hacen? Bajando el nivel de conciencia y, en consecuencia, el nivel de Ser de la persona. De este modo, el hecho que uno experimenta se convierte en una realidad subjetiva que estos factores desean o desprecian; y crean en las funciones una respuesta que con la repetición genera una costumbre. El alumno precisa despertar a este engaño que configura su existencia cotidiana y se la complica a sí mismo y a los demás.
   En el trabajo sobre la transformación de impresiones, el autocuestionamiento está presente a cómo uno se relaciona con las sensaciones y las emociones. Ambas se hallan en la base de una recepción objetiva o subjetiva de la información. Normalmente, si alguien recibe una buena noticia, se alegra; y si, al contrario, esta última es triste, uno se apena. No obstante, en ambos casos, lo consciente es no identificarse con la escena; su Esencia esté activa para percibir la información tal como es; y su respuesta sea sensata, basada en la acción, la palabra, el sentimiento y el pensamiento justos.
   En la información ascendente, cada cerebro se comunica con la realidad de una forma genuina. Las sensaciones son un mundo que hay que descubrir dentro de uno mismo. Las emociones son otro mundo, distinto al anterior, que interviene pertinazmente en cómo el individuo se relaciona con el exterior. Finalmente, el mundo de las ideas, los conceptos…, también es particular y relevante en el contacto con el plano físico. Este trío es indispensable en la existencia, en cómo uno se vincula con ella, pero todavía lo es más hacerlo con verdad, inteligencia, amor, libertad, justicia, alegría… Todos estos atributos son la humanidad del individuo, la cual se integra con el despertar de la conciencia. El ser humano será digno de su condición cuando los experimente, y se emancipe como Esencia, lo que es, una identidad espiritual desconocida para sí misma.

Tabla de ilustraciones 

(Por orden de aparición)

“La leyenda de la bella durmiente. -El patio de la corte-”, (1890). Autor: Edward Burne-Jones Localización: Buscot Park, Oxfordshire, Inglaterra. El autor formaba parte de la Hermandad Prerrafaelita. Estos creadores románticos se inspiraron en mitos, leyendas y cuentos para representar el estado anímico del ser humano. Esta obra, la cual forma parte de una serie de composiciones, ilustra el segundo estado de conciencia o el sueño de la Esencia, basado en este popular cuento.

“Inocencia o juventud”, (1893). Autor: William-Adolphe Bouguereau. Localización: Colección privada. Este cuadro representa con sutileza el proceso de la identificación.

“Los cinco sentidos”, (1840). Autor: Hans Makart. Localización: Galería Beldevere, Viena.

“El falso espejo”, (1928). Autor: René Magritte. Localización: Museo de Arte Moderno, Nueva York, EEUU.
       El autor plantea en esta obra una reflexión sobre el rol del ojo como una ventana para advertir el mundo que nos rodea. La capacidad de visión en sí misma es subjetiva, y limitada en todos los seres humanos, pues se caracteriza por interpretar uno mismo las imágenes que recibe por medio del sentido de la vista. Esta propiedad de las sensaciones plantea la idea del ojo como un falso espejo, en el sentido que puede inducir al error en el instante de comprender lo que uno está viendo. Esta idea se argumenta en la pintura donde el ojo refleja un cielo nublado detrás de la pupila, lo cual indica que es más una imagen mental, proyectada, que una percepción real vista por el ojo en este momento.

El cuadro interroga sobre la capacidad de los sentidos para informar debidamente sobre el mundo en el que se vive, y de la manera que lo aprehende el ser humano.

“Figura perteneciente a ilustrar las leyes de la percepción de la Gestalt”. En este croquis la composición del blanco y negro forman con una sola imagen dos percepciones distintas. Uno puede ver, tanto una señora mayor como una chica joven de perfil con un sombrero. Todo depende donde uno concentra su atención. Para advertir fácilmente a la mujer anciana es necesario fijar la atención en la figura de la izquierda con el círculo de un sólo trazo, el cual encierra su ojo izquierdo. La figura derecha con un círculo de doble trazo encierra el ojo de perfil de la joven.
     

Los psicólogos de la Gestalt de principio del siglo XX advirtieron que la mente realizaba operaciones con las sensaciones, reagrupándolas según patrones o leyes mentales, dándole forma (Gestalt) a la percepción. Estas asociaciones de sensaciones traducen los estímulos en un todo o un marco perceptivo a partir de las experiencias adquiridas. Este último depende del factor (ego, personalidad o Esencia) que controla este proceso, el cual determinará si la percepción se ajusta más o menos a la realidad. Aunque las leyes o los principios de la percepción son universales, el modo de usarlos y configurar la percepción depende del estado de conciencia del individuo. Después, corresponde a la función racional atribuirle un concepto y significado a la forma percibida.

“En las ilusiones ópticas paradójicas, la mente intenta atribuir formas conocidas a las partes de una forma desconocida, pero, cuando se ensambla la totalidad, se produce un error”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: psicología de la Gestalt).

“La leyenda de la Bella Durmiente. -El bosque-” (1890). Autor: Edward Burne-Jones Localización: Buscot Park, Oxfordshire, Inglaterra. En el lado izquierdo de la obra, un caballero entra en la escena, este representa la Esencia libre que viene a rescatar a la Bella durmiente, la cual alude a la conciencia dormida. El guerrero halla a los demás compañeros en pleno sueño entre las espinas del rosal. Estos últimos caballeros simbolizan atributos del alma que se hallan embotellados o dormidos, todos ellos han perdido sus armas entre el zarzal. Las espinas del rosal son los sufrimientos que acarrea esta condición del alma.

Lecturas

“Desde el momento de mi nacimiento y hasta ahora, he estado bajo el control de mi mente condicionada e insatisfecha. Aunque, mi único deseo es la felicidad y el bienestar duraderos, soy continuamente arrastrado de aquí para allá por las condiciones externas. Estoy totalmente oprimido por mi mente sin control e insatisfecha. Carezco de cualquier tipo de libertad, aun cuando mi mente inestable y arrogante siempre pretenda que soy feliz, que soy libre. Cualquier felicidad que experimento es pasajera. Si otra persona me persiguiera u oprimiera, no lo podría soportar ni un sólo día, y si lo investigo con más detenimiento veré que desde el momento de mi nacimiento, mi mente sin control no me ha dejado ni la menor oportunidad de ser gozosamente libre. Ha estado completamente esclavizada por las condiciones externas”. (Lama Yeshe. “Ego, apego y liberación”. Cap. Haz espacio para la sabiduría).

“Pero, ¿podemos vivir en este mundo sin identificarnos con nada?
    Si piensan acerca de ello, si escucha lo que se dice y, a la vez, se dan cuenta de sus propios patrones en relación con la identificación, entonces, creo que descubrirán, si son mínimamente serios, que es posible vivir en este mundo sin la pesadilla de la identificación y esa lucha eterna por lograr un resultado.
   En este caso, creo que el conocimiento tiene un significado del todo diferente. Actualmente, nos identificamos con nuestro conocimiento y lo utilizamos con un medio de expansión propia, al igual que lo hacemos con la nación, la religión o cualquier actividad. El identificarse con el conocimiento adquirido es una manera más de engordar el “yo”, ¿no es cierto? A través del conocimiento, el “yo” sigue la lucha por ser algo, y de ese modo siguen la desdicha y el dolor.
  Si de manera muy humilde y sencilla viéramos las implicaciones de todo esto, si nos diéramos cuenta de ello sin dar nada por hecho, si viéramos cómo funciona nuestra mente y en qué se sustenta nuestro pensamiento, entonces creo que nos diéramos cuenta de esa contradicción tan grande que esconde todo el proceso de identificación”. (J. Krishnamurti. “Reflexiones sobre el yo”. Cap. El “yo” y la identificación).

¡Despierta![14]

   “Todas las mañanas, la luz del sol - luz de fuente divina - viene a sacanos del sueño, poniendo fin en un instante al letargo de una noche entera.
   Sin embargo, cuando cae la tarde, ¿cómo romper el estado de vigilia ilusoria en que vivimos? Una larga jornada de trabajo y de preocupaciones ha envuelto nuestro Ser en las redes de su engañosa apariencia; ¿cómo liberarlo y sumergirlo en una paz inmaculada y sin límites?
   Cual una inmensa tela de araña tejida de hora en hora, han tendido un velo en torno a nuestra alma, rodeándola por todas partes y erigiendo una pantalla opaca entre ella y el Eterno. ¿Cómo perforar esa pantalla y abrirse al conocimiento del infinito?
    ¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!”
   Cuando permanecemos sumergidos sin cesar en múltiples actividades e inquietudes sin cuento, mientras el velo, hilo a hilo, nos ciñe cada vez más y la pantalla se espesa poco a poco, si no mantenemos en nosotros cierta vigilancia, gracias a este llamamiento interior cien veces reiterado:
    ¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!
  Si esta invocación, en el seno mismo de la acción, no brota una y otra vez de las profundidades de nuestro Ser, entonces, cuando se halla más opacamente rodeada, nuestra conciencia se hunde en una letargia sin fondo.
    El deseo de escapar de ello se apaga gradualmente; la vida ya no posee otra realidad que la red en la que nos sentimos atrapados; toda fe en una verdad diferente, pura y eterna, resulta aniquilada, y perdemos incluso el poder de interrogarnos sobre nuestro encarcelamiento.
    Que en la algarabía de nuestras tareas sin fin no cese de resonar en el fondo de nosotros, como emitido por un instrumento de cuerda única, este constante llamamiento:
 ¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!” (Rabindranath Tagore. “La morada de la paz”. Cap. Despierta).
La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos tres tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog.
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Para más información, en este mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020 y la primera de junio 2022, o en las misma página de Amazon.

“Desgraciadamente, el ego ejerce una fascinación extraordinaria sobre nuestra propia conciencia”. (Samael Aun Weor).





[1] Denominación del primer estado de conciencia por Platón en su teoría del conocimiento y que corresponde a la ignorancia e hipnosis de la conciencia.

[2] "Libro blanco del autoconocimiento". Cap. 5.- “Los tres factores internos del ser humano” del tomo I, y Cap. 9.- “Los diversos tipos de personalidad” del tomo II.

[3] Los centros son: intelectual, emocional, instintivo, motor, sexual.

[4] Este término define los asientos de tipo psicológico de la persona. Muchos tienen una realidad física como es el apego al dinero, a las posesiones, las personas, las tradiciones… En otros casos, son internos: recuerdos, modo de pensar, sentir, creencias, experiencias, conocimientos, etc.

[5] Esta labor se especificará más adelante en un capítulo posterior.

[6] "Libro blanco del autoconocimiento". Cap. 8.- Contraste entre imaginación y fantasía. Tomo I; y Cap. 14.- La correcta transformación de las impresiones. Tomo II.

[7] Vinculado con el sistema límbico, el sistema nervioso autónomo, y el sistema endocrino, principalmente.

[8] “En el instante en que la transmisión del estímulo pasa al sistema nervioso central para ser integrado, se puede determinar la diferencia entre el proceso sensorial y el proceso perceptivo, puesto que el primero se limita a una recepción de estímulos físicos aislados simples del ambiente, mientras que la percepción es una interpretación, dación de significado y posterior organización en la mente, de esa información brindada por el proceso sensorial”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: sensaciones).

[9] Segundo estado, o sueño de la conciencia.

[10] Visuales, auditivas, táctiles (presión, temperatura, dolor), olfativas, gustativas.

[11] “Si defines un eslogan adecuado y lo acompañas de contenido audiovisual con una buena carga emocional, estarás ayudándoles a tus clientes a guardar en la memoria tu campaña y tu eslogan”. (Ana Isabel Sordo. “Los 35 eslóganes más creativos (y lo que tienen en común)”. Actualizado,17/11/2020. https://blog.hubspot.es).

[12] “La sensación de placer es la forma en que un cerebro sano identifica y refuerza conductas beneficiosas como comer, socializar o tener actividad sexual. El cerebro está cableado para aumentar las probabilidades de que repitamos las actividades placenteras. El neurotransmisor dopamina es un componente esencial de este proceso. Cada vez que el circuito de recompensa se activa a raíz de una experiencia sana y placentera, una ráfaga de dopamina envía la señal de que está sucediendo algo importante y es necesario recordarlo. Esta señal de la dopamina crea cambios en la conectividad de las neuronas que hacen que resulte más fácil repetir la actividad una y otra vez sin pensar en ello, lo que lleva a la formación de hábitos”. (Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos. “Las drogas, el cerebro y la conducta: la ciencia de la adicción”).

[13] En este caso, el término (apego) usado por el lama Yeshe es equivalente al proceso de identificación.

[14] En sánscrito en el texto original bengalí. Literalmente: “¡Despierta! ¡Levántate!” (Upanishads), Rabindranath citaba frases o versículos sin mencionar referencia alguna. Por lo general proporcionaba acto seguido una traducción, en cuyo caso nos limitamos a traducir su propia versión.