viernes, 4 de octubre de 2019

El equilibrio psicológico

“La luz de la conciencia, dándonos verdadero equilibrio psicológico, viene a establecer cada cosa en su lugar, y lo que antes entraba en conflicto íntimo con nosotros, de hecho, queda en su sitio adecuado”. (Samael Aun Weor. La gran rebelión. Cap. Las tinieblas).
Introducción
En esta exposición se define el equilibrio[1] dentro del ser humano, su importancia, las características que le son propias, y el cómo alcanzarlo a nivel psicológico. Así mismo, este estado íntimo conlleva una “dimensión humana” que todo individuo precisa concretar en su emancipación anímica.
El autoconocimiento entiende el equilibrio interior[2] como un estado de conciencia o anímico, el cual se instala en un sujeto si permanece sereno, con la mente en reposo o estable, y una personalidad pasiva. Este tema profundiza en el ámbito práctico, aporta claves y reflexiones sobre la necesidad de fomentar una personalidad equilibrada.
La psiquis del individuo se halla bajo la influencia de distintas fuerzas, tanto internas como externas, tales como estímulos, impresiones, recuerdos, etc. El estudiante vive diversos escenarios durante el día, por ejemplo, comentarios, opiniones…, que uno considera desafortunados, ofensivos, engañosos, etc.; noticias agradables o tristes; impuntualidad, acciones indignas, ser victima de una injusticia…, de los demás; objetos que dejan de funcionar, o se rompen… Igualmente, es asaltado por recuerdos, proyecciones o representaciones mentales, etc. Todos estos eventos y estados psicológicos conllevan una acción del subconsciente de la persona. Muchas escenas de la vida acarrean modos de pensar, sentir, y obrar con nerviosismo, preocupación, temor, recelo, asombro, incredulidad…, estados que alteran el ánimo. Estas respuestas son propias de la identificación; impresiones no transformadas correctamente que atraen nervios, irritación, alteración…, desequilibrio. Una persona equilibrada posee la facultad de permanecer serena y lucida, responde ante cualquier situación con valores humanos. Su capacidad de percepción y cognición mantiene un dominio de las funciones ante cualquier perturbación que surja de su subconsciente.
El fundamento del equilibrio psicológico precisa:
Ø      No identificación.
Ø      Transformación correcta de impresiones.
Ø      Estado de presencia activo.
Una definición más académica de equilibrio es cuando la resultante de la suma de todas las fuerzas que inciden en un punto o sistema es nula. En este caso, el punto es la psiquis. Una persona piensa, siente, actúa, recibe impresiones a través de los sentidos..., a la par que su subconsciente se halla activo. La estabilidad interior se asienta en el momento que la suma de todas estas influencias se anula, y la persona mantiene su autonomía, y su centro de gravedad psicológico se halla en reposo. Uno disfruta de equilibrio interior si las bases de su psiquis son estables, descansan sobre una superficie fija, sólida y firme. Esta firmeza y fundamento psicológico se edifica sobre el esfuerzo consciente, y la emancipación de la Esencia debido a que esta última es su única y auténtica realidad. La conciencia y la mente interior son el sostén y el pilar, respectivamente, de toda estructura psicológica objetiva y verdadera.
Un sujeto equilibrado es capaz, ante cualquier evento, de preservar el tercer estado de conciencia, ser sereno y lucido, lo cual le permite actuar con prudencia, inteligencia práctica, y manejar situaciones difíciles y problemáticas.
Inversamente, el perder la estabilidad interior es caer en el despropósito, el error y el sufrimiento. En esta circunstancia, la persona no disfruta de una base cimentada por la conciencia, y su estado mental carece de temperancia. La falta de orden, equilibrio, y armonía psicológica entorpece revolver favorablemente los diferentes obstáculos de la existencia. Uno pierde el equilibrio en el momento que se identifica, y su atención queda atrapada en el subconsciente. En estas condiciones, este último se apodera de la psiquis, y el sujeto es manejado por hilos invisibles, los cuales lo conducen al error. En muchos casos, esta pérdida de dominio de sí, hace padecer a las personas que le rodean y a uno mismo.
El equilibrio interior es sinónimo de la paz del corazón que hablan todos los grandes sabios de épocas remotas, la cual es accesible a todos los seres humanos por ser vehículo de una Esencia. La paz interior nace si el individuo aprende a organizarse en el plano psicológico, y despliega su dimensión humana consciente y voluntariamente.
El equilibrio es una constante indispensable en la creación
El universo se distingue por el orden, existe un equilibrio entre las grandes masas planetarias, las cuales se mueven en armonía por el vasto espacio que conforman las galaxias. Este orden cósmico es un arquetipo que se reproduce en todos los ámbitos de la creación. Es sorprendente como el firmamento se muestra a nuestros ojos, donde cientos de miles de millones de estrellas centellean en la Vía Láctea. No obstante, estos astros con volúmenes, pesos, y velocidades astronómicas danzan bajo la cadencia de una melodía que marca equilibrio y concordia entre todos ellos.
En la naturaleza, los ecosistemas, las plantas, los animales, el propio cuerpo físico, sobreviven gracias a la justa proporción, y a la armonía que reina entre los elementos dispares que integran el conjunto. Por ejemplo, las componentes del organismo se hallan compensadas, y sus funciones se coordinan para preservar la salud. Asimismo, un ecosistema integrado por depredadores, herbívoros y el bosque que los acoge, prevalece debido a que la pirámide alimenticia está equilibrada. En el momento que la cadena trófica se rompe, por la acción humana[3], y un eslabón se pierde, este ecosistema se merma o desaparece.
Igualmente sucede en las relaciones humanas, y del modo en el que la sociedad se organiza. ¿Qué enseña la historia cuando, en una nación, existen excesivas desigualdades en alguno de sus ámbitos: bienestar social, igualdad, justicia, libertad, etc.? Si un desequilibrio perdura en el tiempo y se enquista en un país, engendra descontento, protestas, disturbios, rebeliones..., entre la población, es decir, el desequilibrio causa problemas, conflictos, deterioro y caos. Del mismo modo, si un individuo por cualquier vía origina desorden en su cuerpo, por ejemplo, consumo excesivo de alcohol, comida, tabaco, etc., esto le afecta la salud, y su bienestar. Estos hechos muestran que el equilibrio, es un agente humano muy importante en la existencia, tanto en el ámbito físico como interno. Esto significa que es necesario cultivar esta facultad en todas las áreas humanas.
El equilibrio en el ámbito psicológico
“La conciencia, el cuerpo y el ambiente exterior debidamente equilibrados, nos permiten, en realidad de verdad, tener cierta relación maravillosa, e indica, con precisión exacta, a aquél que jamás se olvida de sí mismo”. (Samael Aun Weor. Cátedras IX. Cap. 129).
El ser humano se halla en una transición de valores, hasta ahora, los actores sociales no han considerado oportuno ocuparse del equilibrio psicológico del sujeto. La personalidad es inconsciente del alcance que la estabilidad interior proporciona en su forma de ser, vivir y afrontar las dificultades. Por esta causa, esta cualidad no se enseña en las escuelas ni las personas se esfuerzan por cultivarla durante su vida cotidiana.
Normalmente, el individuo goza de un habitual estado psicológico en el que él se reconoce como equilibrado. Este estado es más o menos evidente, dependiendo de la atención, y el valor que la misma persona le otorga. No obstante, toda persona observa que cuanto más necesita de equilibrio ante una situación, es lo primero que se pierde. Esta realidad debería atraer una reflexión sobre la madurez que uno adquiere a lo largo de las experiencias de la vida.
No obstante, la estabilidad psicológica es una disposición propia de la Esencia, si la persona se halla autoconsciente. De este modo, evita la identificación, la cual es la energía desconocida que, desde el subconsciente, sabotea el efímero y frágil equilibrio de la personalidad. Preservar el equilibrio interior es sinónimo de combatir esta lacra psicológica.
Cuando en una circunstancia problemática, el alumno es incapaz de atesorar la serenidad, la lucidez e internamente se halla desequilibrado, también lo será su manera de pensar, sentir y actuar. La consecuencia de su respuesta será el error, empeorará el hecho, su actuación le perjudicará todavía más, y sufrirá por ello.
La persona precisa meditar sobre este hecho. ¿Qué consecuencias acarrea uno cuando, en un momento dado, se pierde la facultad que más se necesita?
El autoconocimiento define lucidez o sensatez como inteligencia práctica. Esta incumbe a la facultad de discernir lo correcto, justo y verdadero, de lo que no lo es. Una aptitud que habilita al ser humano a abstraer y resolver de modo favorable un problema sobre la base de su comprensión. La lucidez sobre un asunto se despliega si existe claridad en las ideas, orden, y no confusión en el análisis de un evento. La conciencia capacita a la persona para dar una respuesta sensata de modo inmediato, espontáneo y natural.
La serenidad se describe como la cualidad que permite resguardar la armonía y el orden psicológico; para disfrutar de este estado, el estudiante precisa un cambio real, de raíz, en el modo de ser, pensar y sentir.
Generalmente, una forma de pensar y sentir errónea, es creer que la estabilidad interior es proporcionada por algún elemento exterior al individuo. Esta idea equivocada es la causa principal de un falso equilibro en la persona. En nuestra sociedad, existe el concepto ampliamente extendido que la fuente del bienestar y la seguridad son: la familia, el dinero, el empleo, los amigos, el reconocimiento social, etc. Incluso hay quien piensa que todo lo anterior es el fundamento de la paz interior y la felicidad. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario. Las fuentes más recurrentes de desequilibrio, se hallan precisamente en estos elementos.
Por ejemplo, el empleo, la extensión de horarios, su mecánica, o falta de interés, la carga de la responsabilidad, el desgaste físico o intelectual, etc.; así mismo, si uno advierte su puesto de trabajo amenazado o peor se halla desempleado, ¿son fuentes de equilibrio interior? En el caso de la familia, esta implica compaginar horarios; estar presente a los hijos, a sus necesidades; hay que añadir, la lidia de las diferentes voluntades, los conflictos de intereses de cada uno de sus miembros; las incomprensiones y discusiones entre hermanos; las contradicciones de los adolescentes, su egocentrismo; las dificultades económicas que puedan surgir por alguna circunstancia; la preocupación por un miembro enfermo; ¿Son todas estas circunstancias causa de estabilidad psicológica? Igualmente, en las relaciones entre amigos, las cuales tienen sus más y sus menos, se enrarecen, se reconcilian, hay enfados, uno se siente traicionado, el otro incomprendido, etc. En la amistad, siempre hay momentos de felicidad como períodos de frustración y sufrimiento, que no ayudan a la estabilidad interior.
Cualquier persona pensará que esto es propio de la existencia, y no le faltará razón, pero también es cierto que estas experiencias atraen infelicidad y desencanto. Estas escenas son parte de la vida asumida sin conciencia, y provocan desequilibrios. Mucha gente se siente cansada de esta continua identificación con los eventos, las acciones de los demás o las propias. Esta realidad, que viene y va, en el plano psíquico, se apoya en una frágil estabilidad, la cual se rompe para caer en el estrés, las emociones inferiores, el dolor, los malentendidos… Todas estas situaciones pertenecen a la vía horizontal, plana, desde la perspectiva íntima. Una vida que el ser humano afronta con un estado psicológico inadecuado. El sujeto busca equilibrio a través de la seguridad económica, el empleo, la familia…, pero se olvida de lo esencial: “se olvida de sí mismo”, de sus valores humanos. Es asombroso lo que aceptan o hacen ciertas personas para mantenerse o ascender en el ámbito social, empresarial, político, profesional, etc.
Igualmente, muchas parejas se unen para encontrar equilibrio a través del compartir. El amor, la ternura, la voluntad de afrontar juntos las dificultades, proyectos de vida..., no cabe duda que es una empresa digna y elevada. No obstante, en la práctica, muchos de sus integrantes se olvidan de lo primordial, de quiénes son, de su dignidad, de construirse como persona. Entonces, en numerosos casos, el sujeto cae en la dependencia psicológica. Es habitual que la gente se aferre a la escala social, lo externo, la pareja, la familia, el empleo, los amigos, la renta. Esta condición humana genera apegos, miedos, ambiciones, envidias, celos…, el individuo edifica fantasías e ilusiones que le llevan a huir de la realidad. Existen muchos mecanismos psicológicos que conducen a la falta de equilibrio, y a crear relaciones incorrectas con aquello que a uno le rodea. Pero todos convergen en un mismo punto: “la identificación psicológica”.
Esta situación que la personalidad crea por falta de autoconocimiento, ocurre fundamentalmente porque el ser humano busca fuera lo que está dentro de él desde siempre. Esta forma equivocada de pensar y sentir acarrea un modo errado de actuar, lo que le complica su existencia en grado sumo. Según trascurre el tiempo, la gente se llena de frustraciones, decepciones, complejidades, preocupaciones..., estados anímicos anómalos a la naturaleza de la Esencia, los cuales se acumulan en el subconsciente.
“Esto no es equilibrio interior”. Todo individuo precisa cubrir sus necesidades básicas, y asumir una labor para cubrirlas. Uno, también, puede anhelar en su corazón compartir su vida con otra, formar una familia, tener amigos…, pero todo esto no otorga el equilibrio interior. Aunque es cierto que ayuda, pero no necesariamente. La estabilidad psicológica hay que buscarla en el interior; uno mismo es el causante de esta carencia. La falta de equilibrio se halla encerrada en el subconsciente de cada persona. El alumno ignora quién es verdaderamente; desconoce las raíces que lo encadenan a errar, y perder su serenidad y lucidez, en definitiva, a identificarse. ¿Quién no anhela ser equilibrado, disponer de discernimiento, ser feliz? Cierto que muchos sujetos aspiran a todo esto, pero no hacen el esfuerzo suficiente, ni adecuado para concretarlo, no adquieren méritos. Otros se afanan con honestidad y es posible que alcancen algún progreso, sin embargo, no disfrutan de una auténtica paz interior, o la sienten de modo efímero.
¿Cuál es la causa? La raíz de esta situación es siempre la misma. El ser humano se resigna a la ignorancia debido a que no despierta la conciencia a su auténtica realidad física ni psicológica en la existencia. El origen interno de toda preocupación, ansiedad, impaciencia, intolerancia, miedo, cólera, etc., nace de factores subjetivos que el sujeto carga en la psiquis. Estos agregados psíquicos son los responsables del sufrimiento, y desasosiego que el alumno y su Esencia experimentan en la vida. El ego y la personalidad se hacen dueños de la psiquis con el gancho de la identificación, la fascinación y el sueño, ambos son la primera causa de la carencia de equilibrio psicológico.
El hombre y la mujer contemporánea precisan un cambio real
En estos tiempos de cierta falta de humanidad, son muchas las manifestaciones de personas relevantes en el ámbito social, cultural, artístico y político que apuntan hacia un cambio de dirección de la sociedad[4].
No obstante, la cuestión es que difícilmente se plantea un cambio en la base. Mientras, la transformación no se efectúe desde el origen, el error persistirá. De este modo, las propuestas y los intentos son múltiples, pero las soluciones ante la falta de equilibrio y sensatez no son satisfactorias.
La renovación que exige el equilibrio interior es individual, personal y de conciencia. Esta radica en un cambio del modo de pensar y sentir la existencia y a sí mismo. Por lo tanto, esta transformación es íntima, psicológica y anímica. Hasta ahora, con los modelos sociales y mentales que el individuo acarrea, pocos son los que se libran del error y del sufrimiento.
El ser humano ha adquirido un alto nivel de racionalidad, no obstante, precisa subir un escalón superior en la naturaleza. Este ser intelectual debe adquirir “Humanidad”. Toda persona necesita despertar su conciencia, escalar el grado de Hombre consciente y equilibrado.
Este Hombre verdadero que se distingue por sus atributos humanos, se halla dentro de toda persona. Esta transformación interior empieza en el momento que uno presta la atención debida a qué piensa, siente, a cómo actúa, y por qué causa. Un sujeto consciente es aquel que está presente al instante, se halla aquí y ahora, y no se olvida de sí mismo. El cambio interior es posible en el momento que el estudiante lo anhela en su corazón; este realiza el debido esfuerzo para observar directamente qué origina la pérdida de equilibrio; vigila dentro de sí qué ocurre en las funciones o los centros del organismo. La auténtica transformación psicológica, brota en el instante que el individuo comprende y asume la propia responsabilidad de perder el equilibrio, es decir, de identificarse. Y, paralelamente, este abandone toda tentación de atribuir sus errores, y sufrimientos a los demás o las circunstancias. Entonces, uno iniciará un viaje al interior de un mundo ignoto por descubrir dentro de sí, el cual se conoce como “autoconocimiento”.
De modo natural y espontáneo, el estudiante capta con su atención plena carencias, defectos, deficiencias…, de orden psicológico. Aprehenderá que estas debilidades del alma, son la causa real de la falta de estabilidad, firmeza, y fundamento de la psiquis. Por ejemplo, uno está presente en un escenario, y surge el miedo, el cual lo desestabiliza, entonces lo descubrirá, y se hará consciente de la realidad de este ego. Si esta carencia es demasiado intensa y profunda, y la persona es incapaz de discernir o separarse del proceso de identificación, lo estudiará más tarde en la meditación. Esta disciplina permite a todo sujeto profundizar, y comprender la naturaleza egocéntrica de todo defecto alojado en el subconsciente.
El miedo es una carencia de valentía. Esta última es una virtud intrínseca al Hombre equilibrado y auténtico. El cambio real que muchos seres humanos buscan en su corazón, se cimienta en un aprendizaje. Este consiste en emanciparse del miedo, y, paralelamente, desarrollar las facultades humanas. Si uno aspira a una transformación, cultivará la valentía, la invocará con todas sus fuerzas, y se separará del miedo. La técnica es sencilla de entender, aunque más difícil de practicar. La base de este esfuerzo consciente y voluntario, es prestar atención plena al miedo, comprenderlo y eliminarlo de la psiquis. ¿Cómo? Cuando surge el miedo en un escenario, uno permanece sereno con el estado de presencia, no se identifica, se separa de las emanaciones que nacen del subconsciente, observa los centros. Así mismo, hay que confiar en la conciencia, y desplegar la cualidad de la Esencia que le es propia, actuar con equilibrio y valentía.
Inversamente, si se permanece aferrado al miedo, lo único que ahondará en uno será esa misma carencia. En este sentido, no hay transformación, ya sea por ignorancia, pereza, torpeza, desinterés…, el resultado es la identificación, el sueño de la conciencia y el desequilibrio. El error y sus dañinas consecuencias, persistirán en la existencia de uno.
La revolución que el ser humano, tanto anhela en su corazón sin saberlo, es interior. Consiste en aprender a relacionarse con la existencia, y todos sus componentes de modo consciente y equilibrado. Esto significa que la persona con su presencia atrae su conciencia, y toda su humanidad. En lugar de olvidarse de su lucidez, serenidad, humildad…, la ejerce con autonomía, libertad. De modo opuesto a cómo sucede ahora por su falta de inquietud, trabajo interior y madurez psicológica.
El cambio que la humanidad necesita con urgencia, es abandonar todo tipo de miedo, intolerancia, resentimiento, aversión, insensibilidad, celos, codicia, orgullo…, un sin fin de carencias íntimas, las cuales son la fuente de la ignorancia y del sufrimiento humano. Cuando una persona se expresa con odio, se halla en una pérdida de humanidad, porqué este atrae mucha miseria y amargura para él y los demás. Si un sujeto actúa con codicia[5], y acumula una gran cantidad de bienes, este se halla en una falta de humanidad, porque esto implica que otras personas carezcan de ellos en otros lugares.
“En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos”. (Mahatma Gandhi).
Cuando un individuo envidia, este muestra una carencia de amor por el prójimo, y esto le resta humanidad. El hombre o la mujer que despierta a esta realidad comprende que hay que realizar un trabajo sobre sí mismo, aquí y ahora. Este esfuerzo se encamina hacia una realización interior, una auténtica transformación de raíz que empieza por uno mismo.
“Solo la luz de la conciencia dirigida no desde los ángulos sino en forma plena, central, sobre nosotros mismos, puede acabar con los contrastes, con las contradicciones psicológicas y establecer en nosotros el verdadero equilibrio interior”. (Samael Aun Weor. La gran rebelión. Cap. Las tinieblas).
Toda persona racional sabe perfectamente que un Hombre es más que su empleo. Sin embargo, por falta de conciencia se esclaviza toda una vida a él. Este se habitúa a una rutina durante años y si lo despiden, se siente frustrado y maltratado. Algunas veces ni siquiera la labor le hace feliz, pero cuando la pierde todavía es más desgraciado; se olvida de sí mismo. Pasa por alto que goza de salud, tiene una familia y, sobre todo, que posee un principio inteligente que le asiste, si conservará la serenidad y lucidez suficiente para recurrir a él. Todos los seres humanos nacen con inteligencia práctica, pero no todos la usan convenientemente.
Cualquier persona sabe que un hombre es más que los bienes materiales: la renta, una casa, etc., aunque, en muchas ocasiones, se olvida. La gente sufre cuando desaparece algo a lo que está aferrado. No se recuerdan a sí mismos, hacen locuras, se llenan de frustración, rencores, se agrian por dentro. El pasado les pesa, y se deterioran sus valores humanos como son: el entusiasmo, la alegría, la esperanza, etc. Esto les sucede en escenarios que, incluso, no revisten trascendencia: se estropea el coche, gran disgusto; el niño es respondón, una discusión; alguien llega tarde, enfado; qué si me ha dicho esto, incomodidad. Miles de ejemplos que uno experimenta en su vida diaria, y que son el reflejo de cómo uno escasea de verdadera estabilidad psicológica, porque no hay suficiente conciencia ni virtudes en la persona.
Disfrutar de una personalidad equilibrada es una transformación que los hombres y las mujeres de buena voluntad anhelan en su conciencia. Una legítima aspiración de cualquier sujeto medianamente juicioso: el ocuparse de ser un “Hombre verdadero y equilibrado” y actuar como tal. Esto implica realizar un esfuerzo por ser una persona digna, y aprender a comportarse con sensibilidad. Despertar la conciencia es un proceso que conlleva desprenderse de todos los elementos subjetivos que uno carga en su interior, y le impiden responder como Esencia libre ante una dificultad. El Hombre auténtico que mora dentro de uno, se relaciona con Humanidad con todo lo que le rodea: el prójimo, los animales, la naturaleza y la existencia.
Albert Einstein comenta:"Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo".
Cuadro de texto: “Necesitamos un perfecto equilibrio entre la personalidad y la Esencia”. (Samael Aun Weor)Este axioma está revertido de sentido común, pero no todo el mundo lo comprende cabalmente. Muchos individuos, sobre todo jóvenes, se indignan, por el estado de la situación, tanto material como social, anhelan una revolución de valores. No obstante, cuando se confrontan a una enseñanza que les ilustra, y motiva para ser los auténticos artífices de un cambio real en su interior, y, por extensión, en la sociedad, no sienten la menor inquietud. Las personas se sienten cansadas de las mismas rutinas, pero su subconsciente no les permite el cambio de mentalidad, ni tienen la voluntad necesaria para emprender una acción distinta. El autoconocimiento es una práctica didáctica encaminada al equilibrio interior, y a crear una dimensión humanista dentro de sí mismo.
El hombre requiere instaurar su dimensión humana con todo lo que le rodea
"La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo. ¿Qué otro libro se puede estudiar mejor que el de la Humanidad?" (Mahatma Gandhi).
Muchos individuos independientemente de su nivel cultural, social, o económico observan que, en su conjunto, la humanidad está desorganizada. Esta realidad es confirmada por millones de personas que sufren de desnutrición, injusticia, desigualdad, falta de libertad… Cada uno piensa, y siente que es el mundo que le “toca vivir”, se adapta desde joven, y trata de alcanzar sus metas en las mejores condiciones posibles. La gente puede reflexionar sobre este hecho, y verificar que esta situación es consecuencia de una falta de organización interior de cada sujeto. Tal como acontece en el caso del equilibrio, solo una persona disfrutará de una organización psicológica si es capaz de concretarla dentro de sí mismo. Por extensión, si la gran mayoría de los individuos gozan de una organización psicológica, es muy probable que la humanidad sea capaz de estructurarse como una unidad, y afrontar sus problemas de modo global.
De nuevo, el estudiante se preguntará de donde surge esta organización íntima. La respuesta es la misma que en el caso del equilibrio: “la base de toda organización psicológica es la conciencia superlativa del Ser”.
El ser humano goza de una dimensión física, anímica o psicológica, y espiritual. Cuando la psiquis del alumno se halla organizada por la conciencia, la realidad física es una consecuencia de la acción de la Esencia y sus atributos. Esto significa que, si uno tiene su centro de gravedad psicológico en la Esencia o disfruta de una personalidad pasiva y equilibrada, entonces, la dimensión humana se halla presente en su existencia. Este hecho facilita a la conciencia comprender la realidad física, y atraer valores humanos requeridos por ella. Esto allana la convivencia con los demás, la resolución de problemas, la gestión de emociones inferiores…, la verdadera naturaleza del alma se revelaría en la vida. En efecto, este estado interior acerca al individuo a experimentar la realidad ontológica; gozar de bienestar integral; la Esencia se emancipa hasta alcanzar el estado de Hombre auténtico o equilibrado. Aunque, esta situación anímica no es la que ostenta la mayoría de la gente, porque el centro de gravedad psicológico se ubica en la falsa personalidad. De este modo, la dimensión humana del estudiante se halla, cada vez más, restringida.
Por ejemplo, las empresas disponen de empleos para producir, dirigir…, todo se racionaliza bajo la idea de negocio, rentabilidad, y competitividad. El resultado de estos empleos es que los sujetos que los ocupan, no hallan el rasgo más característico que los identifica como ser humano. Estos empleos están despojados de humanidad. La mayoría de las labores que realizan los trabajadores o los empleados son rutinarias, nada creativas, vacías de significado, poca o ninguna participación en las decisiones, etc. En muchas ocasiones, excesivamente duros, extensa jornada laboral, con turnos, incluso, con riesgos para su salud. Es cierto que en Occidente existe una legislación al respecto, sin embargo, estos rasgos describen lo que sucede en la actualidad en la mayoría de los países miembros de la OCDE[6]. La situación laboral es mucho más compleja en el resto del mundo. En todo caso, la tónica fundamental de estos empleos desempeñados por personas, es que están deshumanizados. Muy distinta era la situación de los artesanos de antaño, estos fabricaban con su maestría objetos únicos, o a medida, no existía la mentalidad especuladora. Alfareros, caldereros, toneleros, curtidores, herreros, joyeros, pintores, canteros…, trabajaban para personas conocidas y en un lugar determinado; se formaban de modo continuo con la experiencia, y eran conocidos por sus obras. La relación con la misma labor era más humana, en los talleres se cooperaba, eran objetos creados por la habilidad y la imaginación del artesano.
Esta carencia de humanidad, también preside la actividad económica y financiera. En los bancos y las entidades monetarias solo se habla del “bienestar humano” en la publicidad. En sus despachos, todos se concentran en registrar cifras, se definen planes económicos, se recomiendan acciones que solo tienen en cuenta balances o estados que incumben al capital.
En el ámbito individual acaece lo mismo, todas las personas deberían ejercer su dimensión humana en sus relaciones: familia, amigos, compañeros, vecinos, desconocidos. No obstante, la gente difícilmente tiene presente su humanidad, más bien, se ocupa de su interés, deseo, seguridad, etc. Esto mismo se percibe en la relación del sujeto con los animales, el abandono de mascotas, las condiciones de crianza en la ganadería, protección de fauna salvaje..., existe cierta insensibilidad hacia los seres vivos. Aunque, el alumno no sea consciente de todo esto en él, si lo aprecia en los demás
Estos efímeros ejemplos son un atisbo del rasgo distintivo de muchas conductas del hombre, tanto a nivel individual como colectivo, que destacan por su falta de humanidad. Una consecuencia directa de la pérdida de contacto con la propia Esencia, la cual es depositaria de las propiedades internas que caracterizan a la persona como realmente humana, y no solo por su apariencia física.
Las organizaciones, la sociedad, los núcleos familiares y los individuos, todos se olvidan de lo que son en la vida diaria, dejan de percibirse como almas o Esencias humanas. Esto significa que, para merecer este calificativo, hay que poner en el centro de la actividad al Hombre, es decir, al prójimo y a su bienestar, junto a nuestra dimensión anímica. El hecho es que el motor que organiza el mundo tal como se conoce actualmente, se fundamenta en el egocentrismo y el hedonismo. Esta actitud es inversa a la condición humana; produce todo tipo de desequilibrios entre los seres humanos y en la naturaleza.
Por esta causa cuesta y asombra, tanto encontrar a alguien que se ocupa de los demás, y despliega humanidad. Estos benefactores se dedican a los demás porqué sienten esa disposición dentro de sí mismos. Nace dentro de ellos esa sensibilidad por las condiciones o necesidades del prójimo. Esto implica que se adhieren a una causa digna para restablecer un orden que los demás no son capaces de observar ni comprender con su razón ni en su corazón. Entonces con inteligencia práctica, valores humanos y conciencia, emprenden una acción que hace reflexionar a los demás, algunos de ellos, lo hacen hasta sus últimas consecuencias.
Martín Lutero King (1929-1968) junto a muchos otros menos conocidos, comprendieron que la discriminación es una falta de humanidad, carencia de amor, y compasión por el prójimo. La segregación es una forma de pensar y sentir, indigna del ser humano, se fundamenta sobre el egoísmo, el orgullo y la intolerancia. En cada caso o causa que se comente existen los mismos modelos: Gandhi, Madre Teresa de Calcuta, Vicente Ferrer, el Abate Pierre[7]…, con su sacrificio colaboran con los principios eternos que son propios del universo. Estos nacen como Auténticos Hombres equilibrados y conscientes de lo que son: almas humanas, los cuales desarrollaron su semilla o Esencia. Esta última se halla en la psiquis de todos los individuos, y precisa del anhelo de transformación interior real por parte del estudiante.
Conclusión
Equilibrio interior, organización psicológica, despertar la conciencia y la propia humanidad, son aspectos vitales, tanto para el bienestar integral de la persona como útiles en la existencia. Por lo que sería conveniente prestarles a estos atributos la atención debida, y cultivarlos en los distintos ámbitos sociales como la educación, la familia, el laboral, la administración, etc.
Un Hombre con la “personalidad equilibrada”, colabora a construir una sociedad más justa, digna, libre, pacífica y feliz. Un conjunto de Hombres equilibrados compone una sociedad con sus mismas características, la cual sería difícil de manipular con distracciones, o trucos ilusionistas que solo consiguen confundir a la Esencia misma, y olvidarse de su naturaleza humana.
Todo individuo es el único y último responsable de su estado interior. Independientemente de los innumerables intereses existentes a nivel institucional y corporativo, los cuales anteponen la cultura de la hipnosis.
Las claves elementales para concretar la estabilidad interior son:
Ø    “El equilibrio psicológico solo depende de uno mismo”. El estudiante es el único dueño de su modo de pensar, sentir y obrar, de manera que es exclusivo a su voluntad y libertad el preservarlo. No caiga el sujeto en el error de atribuir la responsabilidad de la identificación a las circunstancias ni a los demás, aunque le den buenos motivos para ello.
Ø   “La raíz real de todo desequilibrio se origina dentro de la psiquis”. Enunciado de modo distinto sería: la identificación es siempre un proceso interno, y evoca que el alumno carece de bases psicológicas estables, firmes y sólidas, es decir, su conciencia es volátil, inconsistente. Esto indica que la conciencia transita fácilmente de estados superiores a inferiores[8].
Ambas claves atraen como consecuencia una buena noticia. Esta consiste en qué la falta de estabilidad psicológica tiene remedio, y el conseguirlo, se halla en las manos de uno mismo, y de nadie más.
Plasmar equilibrio en los hechos, gozar de organización interior, usar y desarrollar la inteligencia práctica es un camino, conlleva una trayectoria, en este caso ascendente, vertical. Esto es debido a que implica un aprendizaje por etapas. Todos los aspectos del autoconocimiento se fundamentan en información útil, métodos y claves prácticas, encaminadas a la experiencia directa. En el apartado que nos ocupa, consiste en aprender a observar, investigar, advertir, las causas que acarrean desequilibrio o identificación. Esta siempre se despliega en las diversas funciones del organismo. Quizás sea, junto a la inconsciencia, por falta de paciencia, tolerancia, humildad, diligencia, temperancia…, es decir, por una carencia de valores, equivalente a defectos psicológicos o egos.
El niño nace como ser racional, y es llamado e invitado en el transcurso de su vida a convertirse en un “ser consciente”. Este objetivo aporta sentido a la existencia del ser humano. Mucha gente huye o rechaza el sentido más profundo de la vida, el cual consiste en: “el aprender de uno mismo, y de todo aquello que le rodea”. Toda vivencia deja una huella:
Ø   Objetiva, si despierta algo en la conciencia, y aprehende su naturaleza.
Ø  Subjetiva, si la conciencia se duerme, es decir, uno está ausente, y la Esencia nada aprovecha.
Cualquier escena de la vida es una oportunidad para que el alumno se instruya en el ámbito interno. Toda situación que se presenta, sea positiva, beneficiosa, favorable…, o negativa, desgraciada, conflictiva…, atrae un estado de conciencia.
Cada dificultad posibilita dos alternativas:
Ø Una es la identificación cuya consecuencia, es nutrir el ego por las carencias psicológicas que uno mismo concretó en el pasado. 
Ø  La otra es aprender de las reacciones psicológicas, y cómo le afecta el mundo que le rodea. Instruirse de las contrariedades, las ilusiones, los perjuicios…, lo ventajoso, lo propicio, etc. Evitar la identificación a través del estado de alerta novedad, y, en el caso de caer, meditar para comprender su causa.
Esta última alternativa es la que enseña el autoconocimiento con la práctica del trabajo interior. Una opción voluntaria, un esfuerzo consciente, por aprehender la realidad de la existencia y de uno mismo. El trabajo interior es el elemento unificador entre la experiencia y el aprendizaje de la conciencia, y su emancipación, la cual culmina con la consecución del equilibrio interior, la lucidez y la organización psicológica. Una persona organizada internamente conoce, asume con alegría sus prioridades, tiene claro cuales son sus metas, y en función de ellas dirige su existencia. La madurez de una Esencia, más allá de su personalidad y todos sus defectos, se fundamenta en que su definición traspasa lo relativo y lo circunstancial.
Un alma inmadura se distingue por su confusión, tibieza en el plano psicológico, y expresa falta de equilibrio e inteligencia. Estas Esencias se enredan en la existencia sin saber lo que anhelan, lo que les hace felices; emprenden empresas que al poco tiempo abandonan; ante la incertidumbre se turban; su vida se caracteriza por la duda, el titubeo; cambian de humor con facilidad, se sienten heridos con hechos irrelevantes… Esta ausencia de madurez del sujeto, genera en su personalidad inestabilidad y carencia de reflexión íntima. Todas estas Esencias tienen la oportunidad de transformarse, formarse e instruirse, pero esto solo depende de ellas, es una elección singular y particular basada en las experiencias y las inquietudes de cada persona.
La estabilidad psicológica se implantará en cada uno según se adquiere una auténtica individualidad, es decir, se eliminen los agregados que carga en su interior.
Muchos estudiantes saben todo esto, pero todavía no se registró en la conciencia ni en los centros superiores del organismo, y este es un paso determinante en el camino interior.
Tabla de ilustraciones
1.- “El pilar Djed o Dyed”. Localización: Museo Arqueológico Nacional, Madrid.
Este símbolo perteneciente a la civilización egipcia, estuvo presente desde el periodo arcaico en la vida cotidiana y en los ritos funerarios, su significado era recordar la necesidad de estabilidad interior en todo momento, la cual te protege en toda circunstancia. También, se le asignó a la columna vertebral del dios Osiris. Esta alude al fundamento de la estructura psicológica de todo individuo, la cual precisa ser recta, justa y equilibrada, atributos dignos de este dios.
“Amuleto que representa un pilar "Djed", símbolo de Osiris, jeroglífico se traduce por estabilidad; tiene cuatro elementos superpuestos a una columna con líneas incisas en su parte superior y se apoya en un pilar dorsal perforado por un orificio de suspensión”. (Texto descriptivo del objeto expuesto en el Museo Antropológico Nacional, Madrid).
2.- “Diagrama sobre el equilibrio interior”. Confección propia.
3.- “Mandala budista de la tradición Naropa”, (Siglo XIX). Localización: Museo de Arte Rubín, Nueva York.
El mandala es un símbolo en forma de esquema iconográfico con características artísticas que alude a una realidad interna, psicológica u ontológica. En esta figura, este mandala de la tradición tibetana alegoriza la conjunción de las fuerzas que provienen del plano superior o espiritual con las que ascienden desde el plano inferior, la condición humana y material del individuo. Representa el equilibrio entre estas fuerzas complementarias de signo opuesto, y esta estabilidad se halla en el centro de la psiquis cuya referencia es el corazón.
 “Un rito particular de la liturgia tántrica es la construcción del mandala. Esta palabra significa literalmente "círculo"; las traducciones tibetanas la traducen, tanto por "centro" como por "lo que rodea". (Mircea Eliade. Yoga, inmortalidad y libertad. Cap. Mandala).
4.- “Buscando el equilibrio”, (2013). Autora: María Álvarez. Localización: Colección privada.
5.- “Jardín Zen -karesansui- en el Templo de Ryoan-Ji, (siglo XV). Autor: Monje Soami. Localización: Kioto, Japón.
Estos espacios fueron creados en su principio para el recogimiento y la interiorización, buscan la serenidad mental de quien los contempla.
6.- “El amor sabio”, (1524). Autor: Lorenzo Lotto. Localización: Coro de la Basílica de Santa María la Mayor, Bérgamo, Italia.
Esta taracea perteneciente a la marquetería del coro, representa al dios cupido en la versión de amor universal o consciente, el cual se mantiene en equilibrio sobre la balanza que lo sostiene. Las alas desplegadas significan que se halla en una actitud de ascenso. Los tres fuegos sobre la cabeza es símbolo de iluminación, y las ramas de palmeras alegorizan el triunfo. En la parte baja se lee: “nosce te ipsum”. Locución latina que se traduce por: “conócete a ti mismo”.
“Es imposible mantenerse en equilibrio sin el conocimiento de uno mismo, lo que equivale a reconocer la propia naturaleza divina... Amor en la balanza que representa los dos movimientos opuestos al mismo tiempo: el movimiento ascendente y descendente. Posee este equilibrio, el cual proviene precisamente de la sabiduría interior, como la felicidad del alma: quien es feliz posee el dominio de sí mismo, por lo tanto, la sabiduría”. (Fernando Noris. La marquetería de Lorenzo Lotto. Un itinerario entre la Biblia y la alquimia. Cap. Ala derecha, pedestal de la entrada central del coro).
Esta imagen relaciona el amor consciente bajo el principio del equilibrio con el autoconocimiento.
7.- Peregrino con paisaje  (1813) Karl Friedrich Schinkel Nueva Galería Nacional, Berlín.
Lecturas
“El viaje interior: …Se puede aprender la tolerancia, sin la cual ninguna vida es soportable, y también el camino de la paz del espíritu, indispensable para la acción justa. Esa paz del espíritu es el centro de todas nuestras búsquedas. Ella dirige nuestra actitud hacia el mundo del que formamos parte, hacia nuestros vecinos y también hacia nuestros enemigos. La principal técnica para llegar a ella es la meditación, la cual constituye el núcleo de nuestra práctica y enseñanza. La meditación nos enseña que, al descender lentamente a nosotros mismos, vemos que ese sentimiento de paz existe en nosotros. Todos lo deseamos profundamente, aunque muchas veces este deseo esté escondido, enmascarado, contrariado. Por eso hay que luchar. Nuestra verdadera naturaleza es pacífica.” (El Dalai Lama. Samsara. Cap. Fe, ciencia y religión).
“La base necesaria de todo progreso es la calma y la claridad de pensamiento, la seguridad en las impresiones y los sentimientos. Y nada hay más contrario a esto que la atracción por todo lo que es fantástico, por la exaltación, el nerviosismo, la excitación, el fanatismo. Se debe adquirir un gran equilibrio frente a todas las situaciones que se puedan presentar en la vida; hay que saber conducirse con seguridad, y dejar que las cosas influyan y actúen tranquilamente sobre uno. En todo cuanto esto es necesario, se debe uno esforzar por depositar la confianza en la vida. Se debe evitar todo cuanto podría ser exagerado y parcial en los juicios o en los sentimientos. Si no se cumple esta condición, en lugar de penetrar en los mundos superiores reales, el investigador correría el riesgo de encontrarse en un universo imaginario, donde, en lugar de la verdad, lo que reina son las fantasías y los prejuicios”. (Rudolf Steiner. La iniciación. Cap. Las condiciones del entrenamiento oculto).
Poema
Paz interior
Detrás de mis paredes, feliz a mi manera,
Extraigo del azul la esencia de mi verso
Y escribo entre las nubes ¡añorante quimera!,
Con las letras del alma, un vocablo disperso.
Ignorando el tropel que redobla en la acera,
Extraña a la vorágine que rige el universo,
No turba mi interior el bullicio de afuera
Y así conmigo misma, escribiendo, converso.
Pero en el corazón no puede haber engaño,
Como dentro del alma no cabe la mentira
Que en solitaria paz nos vemos al desnudo,
Sin vanidad ni orgullo, ajenos al cruel daño
De la simulación que hipócrita conspira
Y entonces a los cielos, para inspirarme, acudo.
Marilina Rébora
     

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[1] Los psicólogos la denominan la estabilidad emocional. Desde la perspectiva del desarrollo interior, esta definición es incompleta; la estabilidad o el equilibrio considerados sinónimos en este texto, precisan edificarse en todos los centros: intelectual, emocional, motor, instintivo y sexual.
[2] No confundir el equilibrio psicológico con disfrutar de una personalidad equilibrada. Estos estados son interdependientes. El equilibrio interior es una acción propia de la conciencia que es capaz de operar en el instante, evita la identificación, y observa el subconsciente. La personalidad equilibrada se concreta a través de este esfuerzo, las comprensiones que establecen un cambio en el modo de pensar y sentir. El individuo hace un uso sensato y temperado de los centros del organismo. Asimismo, su personalidad permanece “pasiva” y permite sin dificultad la expresión de la conciencia, y sus cualidades. La práctica del equilibrio interior acarrea una personalidad equilibrada.
[3] Tal como ocurre en la actualidad, el hombre esquilma mares, saquea recursos naturaleza y cambia sin conciencia el medio natural, donde miles de especies están amenazadas de desaparecer.
“La acción humana ha alterado el 75% de la superficie terrestre, los ecosistemas naturales se han visto reducidos a la mitad, y un millón de especies se encuentran en peligro de extinción. Hasta aquí, el diagnóstico del mayor estudio científico sobre la pérdida de biodiversidad auspiciado por la ONU, que advierte que la destrucción ecológica puede poner en peligro a la propia especie humana por la pérdida del soporte vital de la naturaleza”. (Carlos Fresneda. Periódico “EL MUNDO”. Ciencia y salud. 6 de mayo 2019).
[4] Estas cosas que digo son muy elementales: el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor arriba de la Tierra, de las relaciones humanas, del cuidado a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental. Precisamente, porque ese es el tesoro más importante que tenemos, la felicidad. Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana”. (Extracto del discurso pronunciado por José Mújica, presidente de Uruguay, en la cumbre de Río+20. Junio 2012).
[5] Por ejemplo, el caso de las preferentes de las cajas de ahorros. Los directivos de estas entidades después de una gestión desastrosa, y haber engañado a muchos de sus clientes, se atribuyeron indemnizaciones económicas escandalosas.
[6] Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
[7] Sacerdote católico francés (1912-2007), declaró la guerra a la pobreza, fundador en 1949 de los traperos de Emaus, una organización que lucha contra la exclusión y la pobreza. Esta asociación sigue con sus actividades en la mayor parte del mundo.
[8] Por ejemplo, del estado de Dianoia (3º) a Pistis (2º), o Eikasia (1º).

martes, 30 de julio de 2019

Los principios de retorno y recurrencia

“La repetición de dramas, comedias y tragedias, es un axioma fundamental de la ley de recurrencia”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
Introducción
Este capítulo trata de dos principios, retorno y recurrencia, que rigen la naturaleza, la Esencia de toda persona y, por añadidura, a todas las organizaciones humanas. Desde el autoconocimiento, el estudio de estas leyes goza de gran importancia debido a que estas se hallan presentes en la existencia de manera que condicionan la psiquis del sujeto. Ambos principios se relacionan estrechamente con otros dos, causa y efecto, por un lado, y evolución e involución, por el otro. Aunque cada uno posee sus propiedades intrínsecas, todos ellos son interdependientes y se revelan conjuntamente. Este tema se concentra en las dos leyes mencionadas al inicio del texto, las otras dos se estudiarán más adelante en el curso.
La carencia de observación y conocimiento por parte del individuo, de estas estructuras que conforman el retorno y la recurrencia, atrae comportamientos y hábitos que limitan su libre albedrío. Mucha gente capta que su vida es una mera repetición de acciones, obligaciones, responsabilidades, etc., y esta situación le agobia. Por un lado, en la persona nace un sentimiento de cansancio y, por el otro, hay anhelo de libertad. Por el contrario, para otros individuos, el hecho de que todo siga en un ciclo conocido les reconforta en su seguridad. Ante esta contradicción, las reacciones son diversas. Muchos sujetos desean escapar de esta mecánica, pero no saben cómo hacerlo; otros, más atrevidos, cambian de vida, empleo, domicilio o región, incluso de país, no obstante, pasado cierto tiempo, vuelve esa misma sensación de que todo sigue igual, aunque el escenario sea distinto; así mismo existen personas que terminan por acomodarse a esta realidad y dejan de sentirla, esperanzados en que todo, por sí solo, cambiará; etc. Este estado interior, que en muchos casos se convierte en indiferencia, en gran parte se origina por estos principios que afectan a todo ser humano.
El principio de retorno
La naturaleza se organiza de modo cíclico. Se entiende como retorno aquello que vuelve, regresa. La definición de esta palabra en el diccionario RAE es: “vuelta al lugar o a la situación en que se estuvo”. Retorno es partir de un punto y regresar a él. Este principio está presente en el universo.
El sol nace en el horizonte, lo recorre hasta desaparecer, llega la noche que se extiende hasta disiparse con el alba y, de nuevo, vuelve la luz del día. La rotación de la Tierra sobre sí misma crea un proceso continuo y dual: luz y oscuridad, día y noche. Las estaciones son otro ejemplo de retorno. La primavera atrae toda una transformación del entorno natural; un progresivo aumento de temperatura; la luz del día se acrecienta; las flores multicolores crecen en los campos; las aves y la mayoría de los animales tienen sus crías; etc. El verano es tiempo de frutos y cosechas. El otoño es la época de la caída de las hojas de los árboles y, en invierno, la naturaleza entra en un periodo de letargo. El ciclo vuelve con la primavera y, así sucesivamente.
El retorno marca un ritmo natural y constante de modo circular. El estudiante puede comprobar que el final del ciclo es igual al inicio del mismo más la experiencia adquirida en él. El año 2017 fue igual al año 2016, más todas las vivencias advertidas durante el transcurso del año anterior.
Así mismo, este retorno se percibe en las distintas conmemoraciones, festividades…, sociales, políticas, religiosas, etc. Por ejemplo, las reuniones familiares en Navidad; las fiestas de los pueblos; los cumpleaños, las fechas dedicadas al culto en las distintas religiones…, todas ellas vuelven cada año. Retorno es todo aquello que los seres humanos celebran de modo periódico. Igualmente, este principio se halla presente en las relaciones humanas de modo que existen eventos que vuelven como son las comidas o las cenas en familia; en el empleo, las reuniones de trabajo, las tareas, las situaciones, etc.
Este principio rige la psiquis del ser humano y se expresa en tres vertientes: física, psicológica y ontológica. Esta última se estudiará más adelante en el curso.
El principio de la recurrencia
La vertiente física de la ley de retorno se halla presente esencialmente, tal como se indicó al inicio del capítulo, en el calendario. Este último registra: días, semanas, meses, cambios de estaciones, fases lunares, onomásticas, fiestas correspondientes a acontecimientos sociales, políticos, religiosos… Muchas personas anotan, por su parte, eventos, aniversarios y fechas a recordar que, en muchos casos, son cíclicos. La cuestión es preguntarse sinceramente cómo incide este ciclo en el plano interno; si afecta a la psiquis y, si lo hace, cómo se produce esta influencia.
El paso natural de los días marca varias fases. La primera es la semana laboral que va de lunes a viernes y la segunda, el fin de semana, que tras el disfrute del domingo retoma el lunes. Entonces se reinicia el proceso: uno afronta otra semana de labores con un cierto estado psicológico definido y particular, de sobrellevar una carga pesada hasta que regresa el fin de semana. En cambio, este último se asume con alegría, planes para divertirse, excursiones, deseos de descanso, anhelos de acabar con la rutina, etc. ¿Se repiten los estados psicológicos cada vez que se comienza o culmina un ciclo?
Otra fase se determina con las estaciones. Llega la primavera, los días son sensiblemente más luminosos, largos y calurosos; el manto floral se abre paso frente a los campos desnudos y fríos del invierno; la vida se expresa con mayor fuerza, surgen con más evidencia sus rasgos, hay nacimiento, crecimiento, color, luz, calor… ¿Influye este cambio de estación en la psiquis del ser humano? ¿Se repiten los estados anímicos cuando florece la primavera en jardines y parques de nuestra ciudad? ¿Qué ocurre en verano? Los días calurosos, largos, donde abundan los festejos de muchas localidades, la salida de vacaciones, los viajes, la búsqueda de ocio; mayor contacto con la naturaleza: paseos, salidas al campo o a la playa, una mejor disposición para hacer deporte al aire libre, etc. Es necesario reflexionar sobre este hecho y cuestionarse si cada vez que vuelve el verano, así mismo, se asocia un núcleo psicológico que se repite en este periodo. De modo idéntico, ocurre en otoño, toda persona reitera cierto estado interior al observar como las hojas de los árboles caen en calles, patios y bosques. Cuando es época de recogida de setas, castañas…, el frío aparece y le acompaña la larga oscuridad de las noches.
La recurrencia es un principio que es consecuencia del retorno natural y continuo de todo lo que se halla presente en la naturaleza. La recurrencia es el acto de repetir, mientras que el retorno es el hecho de volver. Los eventos naturales regresan, pero las personas repiten debido a que el núcleo psicológico que se expresa ante esa circunstancia es el mismo. El estudiante precisa observar por sí mismo cómo estos estados anímicos se reiteran ante el retorno de los acontecimientos físicos. La vuelta de los eventos registrados en el calendario como son: la semana laboral, los fines de semana, el periodo estival, las fiestas, los cumpleaños…, marcan un ritmo en la existencia de los individuos que componen una sociedad. La Navidad, el Carnaval, la Semana Santa, las celebraciones patronales en los pueblos y las ciudades, las vacaciones, los desplazamientos a las zonas turísticas, los reencuentros de personas que se ven cada cierto tiempo…, encierran la repetición de estados emocionales, expectativas, propósitos, afanes, etc. En definitiva, núcleos psicológicos que se reproducen.
La vertiente física del principio de retorno acarrea una vertiente psicología que es “repetir”, esta reiteración es lo que se entiende como “recurrencia”.
Este principio de la recurrencia es captado por muchas personas, aunque no sepan que es una respuesta mecánica de las distintas funciones del organismo. El sujeto ha creado hábitos ante estas situaciones que se repiten en el tiempo porque no es consciente de este proceso psicológico, ni aprendió a relacionarse correctamente con este hecho. Mucha gente se siente atrapada en una inercia. Una rueda que gira incesantemente, donde los acontecimientos vuelven una y otra vez. El individuo advierte en su interior un mismo estado anímico. Cuando el evento es vivido desde la perspectiva de lo ilusorio, este lo espera con alegría, está animado y contento. No obstante, si ese mismo hecho es vano para él, entonces la experiencia es aburrida, atrae cansancio, fastidio y disgusto.
Esto indica que el calendario y estos ciclos imprimen a la persona estados psicológicos regulares y frecuentes. Esta recurrencia se extiende a todos los aspectos de la vida.
Cuando uno era chico, esta mecánica empezó en la escuela, estudios, exámenes, años que pasan y, más adelante, los cambios de colegio, la universidad, etc. Sin embargo, el sujeto creó un estado interior en cada una de estas etapas. Al principio del curso había un sentimiento, estado emocional, otro muy diferente a mediados y, a su vez, ambos eran distintos a los últimos días de clase y de la proximidad de las vacaciones. Esta experiencia sigue presente durante la edad adulta en el empleo; después del periodo estival hay un núcleo psicológico característico que se reitera y, otro dispar, en el momento de irse de vacaciones. En el plano interno, esto sucede en muchos escenarios: comidas de empresa, reuniones familiares, salidas con los amigos, visitas al médico, alguna actividad lúdica o deportiva que uno realiza frecuentemente, etc. Estos escenarios acarrean estos estados íntimos que se repiten en el tiempo porque los actores que lo interpretan son los mismos.
Estos protagonistas se esconden en el subconsciente, cuando aparece la escena, surgen debido a que son la respuesta que uno, instintiva, emocional o racionalmente, elaboró con el paso del tiempo. Esta manifestación habitual en el ser humano es el reflejo de una carencia de presencia y comprensión de estas estructuras mentales que se han tejido de modo inconsciente. Hay una correspondencia entre los escenarios que vuelven y los actores que atraen, los cuales provocan los mismos estados psicológicos de la conciencia.
¿Quiénes son estos actores que interpretan su rol en cada escena? La respuesta está en estos factores: personalidad y ego pluralizado.
La responsabilidad de la continúa repetición
“Reflexionando seriamente sobre la ley de recurrencia o repetición de escenas en cada retorno, descubrimos por autoobservación íntima, los resortes secretos de esta cuestión”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
La mayoría de la gente vive de modo rutinario, ocupada en los distintos quehaceres de la existencia. En muchos casos, esta circunstancia se debe a la responsabilidad de cubrir las diversas necesidades económicas, laborales, familiares y personales. Hay que añadir, por lo común, la falta de creatividad que ofrecen los empleos actuales, sujetos a sistemas productivos automatizados. Así mismo, la carencia de iniciativas en el ámbito humano redobla las acciones gregarias basadas en la imitación, reproducción de actos, actitudes prestadas, etc. No obstante, la recurrencia es un rasgo interno que se revela por una causa psicológica, independientemente de que los eventos retornen o la exigencia de la vida implique realizar acciones reiterativas. La realidad es que el individuo está ausente a sus procesos mentales y estados íntimos de la conciencia, los cuales son la base de la recurrencia. El sentido de vivir el instante, estar presente, etc., indica que la vida interior es más importante y rica en procesos y eventos psicológicos, que los sucesos exteriores. Una persona que se halla conectada con su “auténtica realidad” como Esencia, es feliz aunque esté enroscando el milésimo tornillo de la mañana. Por ejemplo, los niños de corta edad hasta + 6 años son autoconscientes y, en condiciones normales, preservan su bienestar y felicidad realizando actividades pueriles. Muchos sujetos efectúan acciones reiterativas sin ningún estado de ánimo especial, otros se hallan aburridos y, otros pocos, satisfechos. Aunque ninguno es consciente de ello, porque todos están ausentes a su mundo interior.
“Ciertamente jamás podríamos conocernos a nosotros mismos, sin la autoobservación seria y profunda”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Sucesos personales).
La práctica de la autoobservación está diseñada para descubrir por uno mismo estos recursos mentales donde se crean hábitos de todo tipo. Este esfuerzo deliberado por estar presente al estado psicológico, cuando el alumno desempeña una tarea, es primordial para advertir los mecanismos que propician la recurrencia. El descubrir y hacerse consciente de este principio significa que uno empieza a comprenderlo. La aprehensión inmediata de la repetición en el ámbito psicológico, se inicia con la contemplación de la relación efectiva entre escenario y estado interior. Cuando se estudia la recurrencia es preciso percibir el eslabón que une a ambos, el cual es conocido como el proceso de la identificación. Este puente de la identificación o fascinación entre evento físico y psíquico, se tiende a partir de una reacción del ego, quien impide una transformación correcta de las impresiones. Este factor reconoce la escena e interpreta el papel que aprendió a lo largo del tiempo.
Por ejemplo en una situación donde uno precisa esperar a alguien y la impaciencia aparece como reacción mental o hábito, es decir, se identificó. Esto significa que la Esencia embotellada, “yo de la impaciencia”, despliega lo que sabe, se reitera, y suma lo que experimenta de su interpretación. Por esta causa, este repite su actuación, recurre a la memoria e interviene el pensar, sentir, hablar y obrar. Si el escenario es el mismo y hay consecuencias, el rol es el mismo y adiciona su aprendizaje subjetivo, por lo que se hace más fuerte, de modo que la conducta de la impaciencia se robustece. La constitución del ego es una subordinación de la psiquis que se expresa en una escena determinada por las circunstancias, de manera que reincide en su acción. La vida práctica enseña que el agregado psicológico de la impaciencia, no se halla presente en escenarios de miedo, ni este último en situaciones de amor propio, etc.
“La Esencia es "voluntad-conciencia" desgraciadamente procesándose en virtud de nuestro propio condicionamiento”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. La voluntad).
Cada ego es una respuesta específica a una escena concreta de la existencia. La recurrencia personificada por un ego o un rol de la personalidad, según se configura el modelo, aporta una ventaja reveladora para alcanzar su comprensión. Ambos se comportan con un patrón mecánico, el cual se repite; esto acarrea una “mayor facilidad de observación y descubrimiento”.
Esta particularidad atribuye una clave eficaz en su estudio. El “yo” está desprovisto de inteligencia propia, solo utiliza los recursos que le proporcionan los centros del organismo. Por esta causa, recurre y se configura como un hábito[1]. El hecho de que los procesos mentales se reiteren, facilita su contemplación, análisis y conocimiento para su posterior eliminación.
El ego es la base del condicionamiento de la Esencia, la cual edifica una respuesta mental equivocada ante un evento que retorna y que percibe, igualmente, de forma errónea. De este modo, el “mí mismo”, se instaura en un patrón o modelo que se origina a través de una experiencia subjetiva que se acumula en el subconsciente. El “yo” es tiempo y se transforma en una entidad psicológica autónoma, adquiere vida y voluntad propia, debido a que la Esencia queda recluida en esa estructura. El ego, como un actor de teatro, se reitera en su papel; repite compromisos, ideas, emociones, acciones y cualquier proceso psicológico en el escenario que le es propio. Este factor es el protagonista responsable de comedias, dramas y tragedias que uno interpreta a lo largo de su existencia. Ante una escena de la vida, el ego ubicado en el subconsciente, la reconoce. De modo que este provoca una percepción errónea de la realidad porque atrae el pasado, la experiencia atesorada en sus anteriores intervenciones. Esto acarrea una respuesta estereotipada, preconcebida de antemano, que se repite de manera equivocada. Si el estudiante no capta la verdad del evento tal como se despliega en ese instante, entonces, no lo percibe correctamente. En este estado, lo que uno piensa, siente y obra, no está determinado por la actualidad, ni es vigente. Se establece una mezcla de pasado y presente y, en muchos casos, se proyecta hacia el futuro, tal como ocurre con ciertos agregados psíquicos como el miedo, la ambición, el egoísmo, etc.
La recurrencia es uno de los principios que enseña la necesidad del alumno a recapacitar sobre su relación con el presente, el desarrollo de la capacidad de vivir el instante y porqué debe practicarlo.
El defecto psicológico es el vector de la identificación emanada del subconsciente, el cual se caracteriza por su contumacia y expresión automática en los diferentes centros; este concreta la ignorancia del ser humano reiterada en un ciclo continuo según retornan los escenarios de la vida. Su obra no es producto de la reflexión íntima de la conciencia ni de una experiencia objetiva, sino de la Esencia embotellada por una estructura mental. El “mi mismo”, un hábito instalado en las distintas funciones, es la inconsciencia que uno carga en su interior sin percibirlo, y que se ampara tras una red psicológica tejida en la personalidad. Este estado interior de la identificación en el momento de enfrentarse a las dificultades de la existencia, es la causa del error que acarrea el sufrimiento humano. En situaciones que retornan, el ego es el causante de malentendidos, enredos, discusiones, desvelos, confusiones…, estados anímicos que muestran una ausencia de recursos humanos. Escenas que implican estados de ansiedad, recelo, preocupación, frustración, estrés, desasosiego, etc., reiteran un núcleo psicológico que uno reconoce en su interior. Este estado íntimo específico formado por emociones destructivas, pensamientos negativos, percibirse indiferente, perdido, incomprendido, solo…, se repiten porque el actor que lo promueve es el mismo. Igualmente ocurre con estados de euforia, ilusión, satisfacción, etc. los cuales se parecen a la felicidad, pero no son consistentes, dependen de eventos exteriores y, por lo tanto, son volátiles y accidentales. Estas bajadas y subidas periódicas del ánimo, marcadas por eventos exteriores que vuelven, están vinculadas a la identificación y, en consecuencia, a un mismo núcleo psicológico o ego.
“La mente forma hábitos para tener seguridad, protección, certidumbre, tranquilidad, a fin de tener continuidad. La memoria es un hábito”. (J. Krishnamurti. Dichos de Krishnamurti. Cap. Hábito).
Uno de los ejemplos más claros se halla en los problemas. En la vida, siempre surgen dificultades, situaciones, que precisan ser resueltas, donde hay que tomar decisiones, reflexionar sobre sus consecuencias, etc. Los problemas vuelven regularmente de la forma más diversa y en los distintos ámbitos de la existencia. Estos son una realidad física que retorna. No obstante, la manera de reaccionar de la gente es siempre la misma. La persona se preocupa, existe una mecánica establecida en la psiquis, la cual se activa cuando algo no gira según sus planes o deseos. En estos momentos, el sujeto se enfrenta a los inconvenientes desde la emoción negativa, la mente agitada, inquieta e irritada. Sin preservar o, en su defecto, esforzarse en concretar las cualidades más importantes ante estos acontecimientos como son: el equilibrio, la serenidad o la sensatez. A pesar de disponer de una enseñanza y unos recursos proporcionados por el autoconocimiento, donde se modela unas pautas para la resolución de problemas, uno sigue en la misma recurrencia. En lugar de ocuparse del evento en cuestión, de asumirlo, meditar y decidir una acción que respete la dignidad y el presente, el alumno persiste en un estado interior inadecuado, perjudicial e inútil. Así ocurre en los seres humanos, que perpetúan y ahondan en la actitud psicológica de la preocupación y no alcanzan ningún tipo de resolución. Estas respuestas ante las contrariedades se repiten debido a la personalidad y a ciertos agregados psicológicos como el miedo, la impaciencia, la intolerancia o frustración de deseos y propósitos, etc. Estos actores son un ejemplo de recurrencia que deterioran la existencia del individuo y, en muchos casos, las relaciones humanas.
En conclusión, la Esencia atrapada en los ciclos naturales o circunstanciales de la vida, conlleva aparejados idénticos aspectos psicológicos que forman la recurrencia. Los actos emanados del principio de recurrencia son altamente contingentes debido a que la persona se siente abocada a repetir una conducta o patrón ante el hecho que retorna. Estos estados repetitivos mantienen presente al ego, paralelamente, la Esencia subsiste atrapada en el tiempo.
“Por debajo de nuestra capacidad cognoscitiva suceden muchas cosas, desgraciadamente ignoramos lo que por debajo de nuestra pobre razón sucede”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
El esfuerzo hacia la comprensión de los procesos recurrentes
Los estados psicológicos recurrentes se hallan presentes en la mayoría de los escenarios de la vida. La autoobservación es una herramienta indispensable para advertir como el actor o ego, se apodera de una circunstancia cíclica y repite su papel. Esto ocurre en situaciones donde el sujeto desempeña una labor, en el ámbito de las relaciones humanas, la celebración de algún acontecimiento social, familiar, etc. Todas estas vivencias crean lazos personales que se fundamentan en matices psicológicos. Estos vínculos se instauran con los demás, los lugares, la experiencia en sí… Nexos de tipo emocional, alegrías, simpatías, apegos, aficiones, etc., también por afinidades en el modo de pensar, sentir, obrar…, así mismo sucede en sentido inverso como antipatía, rechazo, etc. Estos acontecimientos periódicos, propios de la actividad y convivencia humana, generan todo tipo de compromisos, responsabilidades, deberes, beneficios, ventajas, progresos, pérdidas, incomodidades, decepciones, aburrimiento, un interminable etcétera donde la personalidad y el ego recurren. Todos estos estados interiores provienen de la identificación, la fascinación y el sueño. La existencia de la mayoría de los seres humanos se rige por una cadencia de acciones que se reiteran todos los días. Empleo, familia, amigos, ocio…, todos estos teatros se experimentan desde la personalidad y el ego; en cada escena, el núcleo psicológico se repite. No obstante, hay una gran inconsciencia de esta condición y, lo que es peor, asume este hecho como la única realidad, una verdad sin remedio ni alternativa.
La primera cuestión para erradicar, no los retornos de las situaciones que son propias de la vida, sino los estados interiores que acarrean, es hacerse conscientes de ellos.
La opción de evadirse de los retornos es una huida de la realidad. En muchos casos, quizás, sea sensato hacerlo. No obstante, en otros, evitarla podría ser un despropósito, una indignidad o una cobardía.
“Así pues, es imposible impedir que los acontecimientos dejen de reiterarse; lo único que podemos hacer es cambiar nuestra actitud hacia los acontecimientos de la vida. Si nosotros aprendemos a no reaccionar ante ningún impacto proveniente del mundo exterior; si aprendemos a ser serenos, impasibles, entonces podremos evitar que los acontecimientos produzcan en nosotros los mismos resultados”. (Samael Aun Weor. Cátedras. Cap. 5).
Cada ego es una respuesta a un escenario; así mismo, la personalidad genera roles y moldes de conducta para cada hecho de la vida. Ambos preconciben ciertas maneras de pensar, sentir y obrar ante uno de estos acontecimientos, fruto de experiencias anteriores. Esta estructura mental es la que el alumno precisa descubrir. ¿Cómo se procesa la identificación en cada evento? Tanto la personalidad como el ego son entidades intrínsecas del subconsciente. Ambos originan respuestas inconscientes. Nadie es capaz de cambiar lo que ignora. Por esta causa, el esfuerzo voluntario y consciente es observar detenidamente qué ocurre en su interior cuando surge un escenario. Los ejemplos se hallan en todos los ámbitos de la existencia:
Ø     En el empleo, ¿qué pasa dentro de uno?: si el jefe me llama a su despacho para repasar un informe; si un compañero me hace un reproche injustificado; si escucho una crítica por una actuación mía o de un compañero que aprecio; si se comete una injusticia; si no aprecian debidamente mi labor; si me ignoran; etc.
Ø    En casa, ¿qué ocurre en el interior de uno?: si algún miembro de la familia coge algo que te pertenece, lo rompe o lo pierde; te engaña; te crítica; te sermonea; te habla de modo inapropiado; si alguien actúa de forma egoísta y le perjudica, tanto a él como a los demás; si te exigen algo que no quieres hacer; si interrumpen un programa de TV. que uno sigue; etc.
Ø    Con los amigos, ¿qué sucede en el ámbito psicológico?: si estos llegan tarde; se escurren cuando hay que participar económicamente en una actividad; le reprochan alguna acción que uno hizo o no; son irresponsables con lo que uno les presta o lo que se decide; hablan a tus espaldas; no están de acuerdo con lo que uno piensa, siente…, en un tema importante; no le toman en consideración, no cuentan con uno, se olvidan de uno, etc.
La mayoría de la gente vive estos u otros escenarios parecidos que regresan una y otra vez, donde se  reiteran las reacciones, ¿qué aprende uno en cada acto? Lo único que cambia son los decorados, las apariencias, los individuos que participan, pero internamente son los mismos actores: egos y roles de la personalidad.
El trabajo interior es el esfuerzo que uno emprende para conocerse a sí mismo en estos procesos de la identificación que conllevan repetir el error, el cual se perpetúa en el tiempo. Esta tarea radica en practicar las claves del autoconocimiento con el anhelo de que el alumno experimente directamente la verdad de lo que aquí se expone. Esta vivencia objetiva facilitará el impulso para perseverar en este afán y aprehender la raíz de estos factores que encarcelan la Esencia e impiden su expresión libre, natural y espontánea. Detrás de cada carencia o defecto psicológico hay una virtud humana que encuentra el paso bloqueado a los centros. Por esta causa, el estado de presencia preserva la atención que se enfoca sobre las funciones que habitualmente, sin conciencia, se reiteran. La autoobservación es contemplar, sin olvidarse de sí mismo y sin juicios “a priori”, de cómo se percibe y aprecia el evento; de qué manera se elaboran los pensamientos, las emociones y las acciones para darle respuesta. El estudiante advierte sin intermediarios como la identificación falsea la realidad, el ego interpreta los eventos porque él se halla en un teatro conocido. En consecuencia, este actúa según lo que sabe e improvisa a medida que afloran elementos nuevos.
Las consecuencias de la recurrencia en la psiquis del ser humano
El ser humano vive de modo rutinario, establece pautas de comportamiento en los distintos escenarios que conforman su existencia porque la psiquis se amoldó a lo conocido. Sea por comodidad, pereza, falta de lucidez, miedo, etc. la mente se refugia en patrones aceptados y acreditados por una mayoría de la gente, en particular de aquellos que le rodean. Esto solapa un efecto psicológico gregario, donde la imitación es uno de sus precursores. Todo esto mantiene viva la inconsciencia del individuo.
Esta realidad penetra cuestiones cotidianas como son las discusiones entre familiares: esposo y esposa, padres e hijos; asimismo ocurre con amigos, compañeros, vecinos, etc. Estas disputas, controversias, rencillas…, retornan en los mismos escenarios, con las mismas personas, por los mismos temas, donde se repiten argumentos, emociones, palabras o silencios tensos, desaires y acciones. Igualmente, en todas las relaciones humanas retornan: malentendidos, críticas, rencores, discrepancias, ilusiones, enfados, disgustos, afanes, deseos… Estados anímicos que se reiteran en el tiempo, cada vez que estos escenarios aparecen circunstancialmente en la existencia.
El “yo” y la personalidad son capaces de evocar situaciones en detrimento de la sensatez para fortalecerse internamente y mantener vivas las actividades que les fascinan. Esto ocurre con el consumo del tabaco[2], que a pesar de saber que genera un perjuicio a la salud, el ego crea sumisión y la identificación lleva al sujeto a fumar, de modo que el agregado psicológico repite la sensación y el placer que le provoca esta acción. La dependencia al cigarrillo, alcohol, droga, pastillas…, maneja la psiquis de forma recurrente a través de sentimientos, discursos intelectuales y apetitos que redundan cada vez que las ansias son incontrolables. El ego y los roles de la personalidad son responsables de estas conductas insensatas que se instalan por medio de la identificación y condenan a la persona al error y a sus efectos. El individuo constata que pierde cierta autonomía psicológica y dominio de sí mismo ante la presión que ejerce el subconsciente a través de sus factores egocéntricos. Cuando no se respetan los principios básicos del equilibrio en los distintos ámbitos de la existencia, del organismo físico, de la naturaleza…, la consecuencia es el sufrimiento. Esto es una evidencia en derivas psicológicas como la dependencia al juego, el ejercicio de la violencia, el consumo de estupefacientes, las necesidades afectivas extremas, etc., que se convierten en un trastorno de la personalidad.
“Dentro de cada uno de nosotros viven muchas gentes llenas de compromisos”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
El autoconocimiento atrae la atención sobre este proceso de la recurrencia. Nadie nace ludópata, enganchado a las drogas, con carencias o defectos psicológicos que no puedan ser corregidos con formación adecuada, comprensión de sus causas y conciencia. Cada vez que vuelve un ciclo, el actor o “mí mismo” que interviene en la escena adquiere experiencia. Todo retorno atrae elementos nuevos que conllevan su aprendizaje y sofisticación. Con el paso del tiempo, la consecuencia de la recurrencia hace que la Esencia se condicione más y más, y el agregado psicológico sea más complejo. Esta complejidad se traslada a la psiquis de la persona. Esto conlleva que en cada retorno de la situación, la recurrencia se procesa en espiras cada vez más bajas con respecto a los valores humanos y el sueño de la conciencia es más profundo.
Por ejemplo, esto sucede en todo tipo de relaciones, pero se observa con facilidad en aquellas donde el trato es diario o con personas que conviven en un mismo lugar. Parejas que se adoran, con el paso de los eventos dejan de sentir lo que durante años les unía. Los sentimientos y las ilusiones se deterioran con la rutina y la continua repetición de errores, malentendidos, discusiones, deseos o inquietudes dispares, etc. Empleados que entran a desempeñar una labor que les interesa: administración pública, enseñanza, empresa privada, labores sociales… La sucesión de acciones y situaciones que se reiteran en el puesto de trabajo, asientan de modo recurrente estados de stress, indiferencia, desarraigo, etc., en el sujeto. Esta actitud interior que se repite, pesa más y más con el tiempo, se convierte en frustración, infelicidad, solo se acude a trabajar por cumplir lo estricto. De esta manera se pierden vocaciones, alegría, estados anímicos de bienestar a causa de no estar presente al plano íntimo ante estos retornos que rigen la existencia y que en su gran mayoría no pueden evitarse. Esto indica que la recurrencia se procesa en espiras cada vez más bajas, tanto en el mundo interno como externo:
Ø  En el plano interno, en lo que se refiere al principio de la recurrencia, la situación psicológica es más compleja[3], confusa y enredada. La experiencia subjetiva acumulada con cada repetición es mayor, más circunstancial y restrictiva. Esto significa que, en cada ciclo, la Esencia está más embotellada y condicionada, y el nivel de Ser de la persona desciende. El hábito, la mecánica y lo inconsciente se acrecientan en la manera de ser, percibir la realidad, pensarla, sentirla y reaccionar ante ella. Esto acarrea que el error se perpetúe y el dolor que provoca se ahonde. Toda identificación en un escenario que se reitera es más inmediata, fuerte y profunda, la cual se convierte en una conducta cada vez más instintiva e irracional. Esto indica que la psiquis del estudiante es más densa, pesan los años, las experiencias, las amarguras, etc., porque la psiquis ahonda en el subconsciente. La persona se olvida de los momentos de luz, felicidad, amor…, valores humanos que uno experimentó o que con su acción aportó a los demás cuando lo necesitaban.
Ø      En el plano externo, lo que se refiere a la ley de retorno. Cada vez que un evento vuelve hay que considerar que las acciones emprendidas erróneamente crean sus propios efectos, por lo que siguen el mismo camino que la recurrencia. Si, en el anterior retorno la reacción del sujeto fue equivocada, la consecuencia se suma en el próximo ciclo, de manera que situaciones y relaciones empeoran cada vez que se presentan. Esta realidad puede observarse con facilidad en los distintos ámbitos de la vida. Sobre todo, si la persona no reflexiona sobre su actitud; ni es capaz de ponerse en el lugar de los demás; ni aspira a aprehender la causa de sus errores y liberar su Esencia del condicionamiento que sufre.
Cómo trascender la recurrencia
Tal como se indicó anteriormente, lo primero que hay que aprender de la recurrencia es que es necesario hacerse conscientes de ella. La respuesta correcta, justa y equilibrada que el alumno anhela, ante las distintas escenas que regresan asiduamente, se fundamenta en el trabajo interior. Si uno aspira a experimentar el bienestar integral, es necesario observar el error y adquirir la valía[4] y la lucidez de cambiar, una vez que este se comprendió.
En el terreno de la vida práctica, la siguiente etapa de este estudio es evitar “caer bajo el proceso de la identificación”, para ello no hay que “olvidarse de sí mismo”. El objetivo es observar llanamente cómo “la Esencia condicionada o el mí mismo” utiliza los centros. Esto significa contemplar separadamente, preservar el “aquí y ahora”, y aprehender cómo este hecho es advertido, pensado y sentido, sin necesidad de reaccionar cómo el ego dicta. Cuando un espía vigila a un traidor y analiza todos sus movimientos, este último es vulnerable. Así mismo, la conciencia capta el error en el modo de percibir, pensar, sentir el hecho y anticipa cual será la acción de la Esencia embotellada. Esta aprehensión directa de cómo reaccionan las diversas funciones es la que facilita la transformación interior. Este cambio de modelo mental se realiza al atraer la cualidad humana requerida en el escenario en una búsqueda de equilibrio. Una vez actuado de modo justo y reestablecida una forma de pensar y sentir acorde a la conciencia y los valores humanos, la estructura psicológica anterior puede erradicarse. Así es como uno trasciende la recurrencia y el retorno gira en una espiral más elevada, a causa de que el nivel de Ser de la persona aumenta. Esta labor por la purificación y el perfeccionamiento anímico alcanza un punto de su realización donde la recurrencia desaparece definitivamente. Esto es debido a que el actor que la provocaba, se desvaneció. Sin actor, no hay rol a interpretar, en cambio, la facultad humana se instaura para trascender el escenario.
Si en este proceso uno pierde la presencia, está claro que se identifica y pierde el hilo de su acción consciente. En este caso, la iniciativa es recurrir lo antes posible a la disciplina de la meditación. Con esta ciencia, una vez que el alumno consigue la serenidad mental necesaria para la expresión de su conciencia, visualiza la escena. La práctica se centra en captar donde estuvo su error, debilidad, distracción, etc., con el objetivo de comprenderlo y, estar preparado, en el próximo retorno para trascender su dificultad. Esto le permitirá concentrarse en el estudio de la realidad tanto física como psicológica de la recurrencia.
Por ejemplo, llega la Navidad, la cual regresa todos los años en los países de tradición judeo-cristiana. En estas fechas se organizan múltiples cenas y reuniones, algunas de ellas familiares, donde se congrega la mayoría de sus miembros. Puede ocurrir que entre los asistentes, el estudiante experimente alguno de estos estados: antipatía, envidia, celos, animadversión, rencor, etc., por alguien. Este acontecimiento puede originar, por lo tanto, rechazo, un estado interior negativo a la idea de compartir mesa, tratarlo, escuchar sus ocurrencias, historias, triunfos, gracias… Desde el trabajo interior, esta escena es una gran oportunidad para conocerse a sí mismo y, por medio de la autoobservación, constatar cómo me comporto ante él. Independientemente de la conducta correcta o no de la persona, lo que realmente importa son los estados íntimos del alma que se desencadenan dentro de uno. ¿Cuáles son mis prejuicios, representaciones mentales, limitaciones, deseos, en el momento de afrontar esta relación circunstancial? Lo que uno piensa y siente, el modo de percibir al familiar…, es lo que hace que el sujeto asuma este escenario con un estado emocional negativo. Este último le impide disfrutar de la compañía de sus seres queridos, de estar feliz, ser amable, incluso con esa persona, etc.
El trabajo sobre uno mismo implica, en un estado de presencia, advertir ese mundo psicológico desconocido del subconsciente. Ante la sola existencia del pariente, la cuestión es que la atención sobre sí mismo distinga los elementos subjetivos que causan sufrimiento, malestar o incomodidad. Reflexionando desde el autoconocimiento, esta situación indica una carencia de madurez de nuestra propia Esencia que es necesario descubrir. Cada individuo es y se comporta tal como indica su nivel de Ser. Esta es la esencia del libre albedrío. El esfuerzo consciente por trascender una recurrencia se halla en la capacidad del alumno en recapacitar sobre su propia actitud. ¿Respeta uno a los demás en su manera de ser?
En lugar de invocar todo tipo de razones, lógicas o no, sobre la conducta de este sujeto, uno observa dentro las causas y la función desde donde emana el malestar. Si comprende que el problema lo tiene él, en su interior y lo trasciende, dejará de sentirse incomodo por su presencia. Esto significa que elimina del subconsciente, la raíz por comprensión de lo que le hacía daño. Si el actor íntimo o ego que sufría este escenario ha desaparecido, también se diluye la recurrencia. Esto permitirá una experiencia personal diferente de la escena anterior, un estado más acorde a la realidad con la alegría de compartir con todos un momento agradable.
Por otro lado, el asunto puede involucrar una falta de respeto, dignidad, delicadeza…, por parte del pariente en cuestión. Normalmente, este tipo de comportamientos son válidos para justificar actitudes, por nuestra parte, que no contemplan los valores humanos. Desde el esfuerzo por conocerse a sí mismo, la solución adecuada no está en crear un conflicto familiar, complicar la vida de quien invita o simplemente no asistir, con las consecuencias que se derivan de tales decisiones. El asunto es afrontar y solucionar el hecho, si este fuera el caso. Dar respuesta a la falta de respeto o de dignidad, en lugar de condenar al autor de la acción. Concentrarse en los eventos, no en las personas, porque cada uno es libre de pensar, sentir y manifestar cualquier opinión. Las obras o las palabras indignas son una realidad tangible y acarrean consecuencias. Por esta causa, hay que dedicarles la atención y la actuación debidas, atrayendo lucidez y cualidades humanas en el momento oportuno, si es necesario y útil hacerlo.
Actos dependientes de la ley de accidentes
Estos actos, fruto de escenas que vuelven y donde sus protagonistas obran porque el sujeto se identifica, se consideran dependientes de la ley de recurrencia. La identificación de la personalidad con idealismos económicos, políticos, sociales, culturales, nacionalistas, etc.; así mismo, la fascinación del hombre y de la mujer por un credo, las ambiciones egoístas de una comunidad o de un individuo; el establecimiento de la supremacía, del control, de unos sujetos sobre otros, de unos países sobre otros; el miedo a lo desconocido, la incertidumbre, los recelos a la diferencia, las alambradas en defensa de los intereses materiales y los privilegios; y una interminable lista de actitudes egocéntricas donde el sentido ético y humano desaparecen, son causas de los desastres de la humanidad. La ignorancia provocada por el subconsciente es el origen de conflictos, desequilibrios, injusticias, disputas, luchas, violencias…, de todo tipo. La recurrencia del ego es una fuente de sufrimiento, miseria, complicaciones, indignidad…, que amarga la existencia de la humanidad en su conjunto. Los actos dependientes del principio de recurrencia son altamente circunstanciales, mecánicos, estériles y atraen el hastío a la persona; determinan un desarrollo interior nulo.
La ley de la recurrencia no es única, existe otra en la creación que se asocia a lo aleatorio, la cual se denomina la ley de accidentes. El mundo material acarrea axiomas, elementos y principios que rigen el plano físico. Toda Esencia que posee existencia se expresa por medio de un organismo físico, el cual ocupa un espacio. Esta realidad engendra, por un lado, que la persona esté limitada a estas leyes que gobiernan la materia y, por el otro, alberga una gran trascendencia y responsabilidad. Si un estudiante no respeta suficientemente su cuerpo, lo coloca en lugares peligrosos o realizan actividades de alto riesgo, la posibilidad de ser víctima de esta ley se multiplica considerablemente. Por ejemplo, cuando un sujeto conduce un vehículo a una velocidad que excede los 200 Km/h. en un tramo con curvas donde se aconseja ir a 60 Km/h., el porcentaje de sufrir un accidente es muy alto. Aunque, el ser humano siempre está sometido a este principio, existen muchas actividades que, en gran medida y a pesar de tomar todas las precauciones, acarrean una mayor probabilidad de padecer un percance. La práctica de deportes de alto riesgo o extremos, en los cuales sus aficionados sufren lesiones de diversa consideración, incluso se pierde la vida; empleos donde se trabaja en altura, con materiales pesados o productos químicos; soldados destacados en zonas de conflictos; etc. Todas estas profesiones arrastran por sí mismas una mayor dependencia a la ley de accidentes. En cualquier momento, uno puede sufrir un daño, porque uno ocupa un lugar en el espacio y nuestro cuerpo es vulnerable. Por esta causa, uno precisa estar presente en todo momento a su propia intuición y ser consecuente con ella, debido a que informa de la eventualidad que deriva en un perjuicio.
El estudiante no debe confundir este principio de accidentes con el principio de causa y efecto. Este último se vincula a lo que uno acarrea en función de sus propios hechos, actitudes…, igualmente, uno puede ser víctima de la acción de otra persona o un colectivo. Esto nada tiene de accidental, aunque la acción sea realizada de forma improvisada o sea una respuesta instintiva. La ley de accidentes es aquella que no se liga directamente a una acción humana. Por ejemplo, un balcón se derrumba a los cincuenta años de haberse construido y la desgracia es que debajo hay una persona que sale herida. Este hecho tiene una causa, por ejemplo, que hubo un deterioro por una canalización de aguas que se rompió y el edificio estaba deshabitado, u otra centena de posibilidades. El caso es que la persona se hallaba debajo en ese preciso momento por casualidad[5], de modo fortuito, no por causalidad. Este sujeto resultó herido por el azar. Del mismo modo que alguien que compra un décimo de lotería y su número es agraciado con un premio. La cuestión de la ley de accidentes se plantea cuando son varios los elementos imprevisibles que convergen o coinciden en un momento y lugar determinado.
Actos dependientes del principio de epigénesis[6]
Los actos dependientes del principio de epigénesis son aquellos que se relacionan con la conciencia y son acciones deliberadas y objetivas. Estas obras son fruto del trabajo interior o de una acción derivada de la Esencia libre, consecuencia de una voluntad ejercida en el tercer estado de conciencia. Esto es posible debido a que este esfuerzo consciente e intencional libera, poco a poco, la Esencia embotellada. Junto con ella, el alumno recupera el porcentaje de facultad humana, conciencia, voluntad y autonomía que se encontraba encerrada en el “mí mismo”.
El principio de epigénesis es la capacidad de crear circunstancias nuevas o de modificar las existentes. El individuo es capaz de desplegar este tipo de actos en la medida que evita la identificación y adquiere dominio sobre sí mismo. Las acciones subordinadas de este principio de epigénesis son diametralmente opuestas a los actos generados por la ley de recurrencia. Ambos se excluyen mutuamente, de igual modo que lo hacen la conciencia libre y el ego o conciencia enfrascada en un defecto.
Modificar situaciones existentes es factible cuando la persona aprehende la raíz de una recurrencia y la supera o crea una respuesta inteligente basada en el desarrollo íntimo. Tal como se explicó en un ejemplo anterior en lugar de repetir el error, si uno evita la identificación y cambia su modo de pensar y sentir una escena, la acción también será diferente. Esto significa que existe una modificación del hecho existente, a causa de que el individuo, igualmente, cambió. La transformación se establece firmemente en un nivel superior de Ser, en el momento que la Esencia condicionada se emancipa de su propia ignorancia y elimina el ego.
Obrar acontecimientos originales o nuevos, desde la perspectiva de la epigénesis, implica una participación activa de varios factores:
Ø   El centro de la acción precisa ser el alma y su desarrollo.
Ø   Esta labor se dirige hacia el beneficio de otras Esencias sin distinción o un bien común que las integre.
Ø Esta actividad se inicia por la comprensión de una necesidad humana o espiritual. Se inspira en la sensibilidad del corazón, donde están presentes los valores de humanidad. La dedicación y la voluntad se asumen con la conciencia de concretar en su acción la dignidad y la trascendencia del individuo.
Muchos personajes de la historia crearon acontecimientos desde la propia voluntad, conciencia y de manera fehaciente. A continuación, se citan brevemente varios ejemplos de actos dependientes de la ley de epigénesis en distintos ámbitos humanos.
Juana de Arco. (1412-1432). Con solo 19 años, edad con la que fue condenada a la hoguera, Juana de Arco fue una pieza clave de la reconquista de los territorios invadidos por los ingleses en la Guerra de los Cien Años, (1337-1453). Con 17 años, esta joven iletrada dirigió los ejércitos del delfín, Carlos VII. La determinación, estrategia, e inteligencia de esta mística obró a favor de la unidad perdida del reino de Francia, y precipitó el final de una guerra interminable y sangrienta. Una situación sostenida por luchas de poder entre ambiciosos y viles nobles, donde la víctima fue siempre el pueblo llano de las zonas en conflicto. Juana de Arco contribuyó a la desaparición del régimen feudal, una vez que el embrión de la nación se consolidó bajo una misma autoridad, y se dio paso al Renacimiento.
“Estamos perdidos, hemos quemado una Santa”. (Secretario del Rey de Inglaterra, después de la ejecución de Juana, Rouan, 30 mayo 1431).
Marie Curie. (1867-1934). Esta científica pionera en la investigación de la radiactividad recibió dos premios Nobel: Física (1903) y Química (1911), único científico en conseguirlo en dos disciplinas distintas hasta ahora. Su existencia se instauró en una lucha continua debido a las adversidades y las limitaciones propias de su tiempo, por su condición de mujer y ser extranjera. Esta brillante investigadora fue una precursora en todos los terrenos. Recibió Enseñanza Superior de forma clandestina en Polonia, su país de origen, invadido por Rusia. Tuvo que trasladarse a París para estudiar en la universidad, trabajar para pagarse sus estudios, siendo una estudiante excelente y autodidacta, pasó hambre y sufrió desmayos de agotamiento.
Fue la primera mujer designada profesora en la Sorbona[7], así mismo, la única mujer invitada al congreso Solvay, donde se reunieron científicos de renombre de todo el mundo en 1911.
Soportó críticas, calumnias, y menosprecios a raíz de su relación amorosa con el científico Paul Langevin (1872-1946), que estaba casado, mientras que ella llevaba cinco años viuda. Este escándalo, donde se justificaba la situación de Langevin, y se condenaba a Marie de romper matrimonios, sirvió para rechazarla como miembro de la Academia de las Ciencias de Francia.
En su infancia pierde a su madre y hermana mayor, esto le marcó y su amor a la ciencia se inspiró en la tarea de salvar vidas. Sus conocimientos se aplicaban en el campo de la medicina, principalmente, en la lucha contra el cáncer y su tratamiento con radioterapia.
“No puedes esperar construir un mundo mejor sin mejorar a los individuos. Con ese fin, cada uno de nosotros debe trabajar para mejorarse a uno mismo y, al mismo tiempo, compartir una responsabilidad general para con toda la humanidad, siendo nuestra responsabilidad particular ayudar a aquellos para quienes creemos que podemos resultar más útiles”. (Marie Curie).
En la Primera Guerra Mundial, promovió el primer vehículo que transportaba un aparato de rayos X para visualizar roturas y objetos metálicos en el cuerpo humano. Este automóvil se trasladaba hasta los campos de batalla para diagnosticar a los heridos de guerra y facilitar operaciones sin apenas desplazarlos. Durante toda la contienda, paralizó sus investigaciones y se movilizó con la ayuda de la Cruz Roja en esta actividad. Transformó el “Instituto del Radio”, bajo su dirección, en una escuela para formar ayudantes de radiología que asistieran en estas ambulancias y hospitales.
La vida de Marie Curie es un ejemplo de epigénesis. Creó circunstancias nuevas y modificó las existentes, puesto que derribó muros de prejuicios machistas, envidias y celos en el ámbito científico, y la ignorancia de una sociedad y época reaccionarias. A pesar del deterioro de su salud debido al contacto permanente con sustancias radioactivas, la investigadora continuó con sus trabajos y sacrificó su vida para contribuir al progreso de la humanidad.
“La vida no es fácil para ninguno de nosotros. Pero, ¿y qué hay con eso? Debemos tener perseverancia y sobre todo confianza en nosotros mismos. Debemos creer que estamos dotados para algo y que esta cosa debe ser lograda”. (Marie Curie).
Rabindranath Tagore. (1861-1941). Este poeta bengalí se destacó por ser el primer escritor no europeo en recibir el premio Nobel de Literatura (1913); fue ensayista, artista, novelista, músico, compositor, pintor y dramaturgo. Dos de sus canciones son ahora los himnos nacionales de Bangladesh e India. Viajó por todo el mundo dando conferencias sobre la importancia de unir los patrimonios culturales de Occidente y Oriente y de una unión entre los pueblos. Esto ocurrió en una época en la que, tanto en Europa como en Asia, se instituían grandes partidos nacionalistas. Así mismo, optó por el pacifismo como Gandhi con quien le unía una gran amistad.
Independientemente de la gran cantidad de obras y calidad de las mismas, composiciones musicales, etc. hay que destacar su contribución a la educación. Tagore fundó en Shantiniketan (Bengala), una escuela experimental donde estaban presentes los valores de humanidad, la espiritualidad, la meditación y la reflexión intelectual.
“La vida estaba organizada de tal manera, que la sensibilidad e imaginación del niño podían ser constantemente alimentadas por un contacto permanente con la naturaleza, por el libre acceso a todas las formas de arte o de expresión de uno mismo. En definitiva, no se trataba simplemente de desarrollar sus facultades mentales, sino de tratar de abrir su alma a una espiritualidad viva y no dogmática”. (R. Tagore. La morada de la paz. Cap. Nota bibliográfica).
Hoy en día, esta institución es una de las más prestigiosas de la India; es conocida como universidad mundial “Visva Bharati” y está asumida por el Ministerio de Educación de ese país.
“Las labores de Tagore como asistente y mentor en Shantiniketan le tuvieron ocupado durante los siguientes años, dando clases por las mañanas y elaborando personalmente los libros de texto de los alumnos durante las tardes”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: Rabindranath Tagore).
Mahatma Gandhi. (1869-1948). La acción de este líder pacifista, político y espiritual reveló a la humanidad que se pueden defender los derechos y recuperar la libertad individual y de todo un pueblo sin recurrir a la lucha armada o violenta. Esta doctrina conocida como “ahimsa o no violencia” fue su inspiración y permitió la recuperación de la soberanía del pueblo indio, administrado por los ingleses. Gandhi supo proceder con respeto, valores humanos y tenacidad frente a sus adversarios, que a pesar de su oposición, claudicaron.
Este líder fundamentó su acción en la no colaboración con los colonizadores, esto evidenció la imposibilidad de gestión del país. Este ejemplo político posee un valor extraordinario desde el principio de la epigénesis en el logro de la justicia y la libertad. Gandhi demuestra como una mente sensata, una conciencia inspirada en los atributos humanos y una acción perseverante, alcanzan propósitos dignos y justos.
“La no violencia requiere una mente, una boca, y unas manos, pacíficas”. (Gandhi).
Madre Teresa de Calcuta. (1910-1997). Esta religiosa dedicó su vida a atender las necesidades de pobres, enfermos, huérfanos y desahuciados. Empezó en la ciudad de Calcuta, India, por una intuición al ver un moribundo en la calle que nadie advertía, el cual estaba siendo atacado por insectos y roedores. Más adelante, se unieron otras compañeras y, finalmente, muchas más, lo que dio origen a la congregación de las “Misioneras de la Caridad”, la cual no pudo ser formalizada hasta 1965. La Madre Teresa creó esta orden piadosa cuyo propósito es ayudar a los marginados, independientemente de sus creencias; esta se expandió por la India y en el mundo entero. Esta monja fue canonizada santa por la Iglesia católica en el 2016 por el Papa Francisco I.
Tal como ocurrió a los personajes anteriores, se enfrentó a todo tipo de adversidades y obstáculos erigidos, tanto por las autoridades políticas como religiosas. Su labor humanitaria es un ejemplo de actos dependientes de la ley de epigénesis en el ámbito de la compasión, donde destacó su férrea voluntad, y el dinamismo en su acción. Su actividad se centró en aliviar el sufrimiento humano y dar testimonio de amor al prójimo según sus convicciones espirituales. Obtuvo el Premio de la Paz en 1979.
“Los pobres tienen necesidad del servicio de nuestras manos, del amor de nuestros corazones”. (Madre Teresa de Calcuta. Un pensamiento cada día[8]. Cap. 2 de agosto).
Vicente Ferrer. (1920-2009). Este hombre singular entró en la orden eclesiástica “Compañía de Jesús” después de la Guerra Civil Española para ayudar a los demás. En 1952 llegó a la India y dedicó su vida a erradicar el sufrimiento de los más pobres y discriminados. Vicente Ferrer fue capaz de crear un sistema de ayudas donde potenció la cooperación entre los habitantes de la zona. De modo que las personas asistidas se involucren en un bien común, movilizando las conciencias en un esfuerzo por acabar con las propias necesidades y las de los demás. Este cooperante tuvo que enfrentarse a diversas dificultades que le acarreó, entre otras, dejar la orden de los Jesuitas y ser expulsado del país. No obstante, su determinación, lucidez y humanidad encaminó su fundación a ser un referente en la cooperación internacional. Así mismo, es todo un ejemplo de epigénesis en el ámbito de la fraternidad, debido a que con voluntad y conciencia obró un milagro, tal como él mismo revela: “Soy testigo directo de que es posible cambiar este mundo”.
Sus referencias más notables fueron una conciencia cabal de la realidad y, en consecuencia, “una acción” precisa fundamentada en ella. Hombre de profundas convicciones espirituales siempre mantuvo presente la fe en el centro de su actividad y decisiones, por lo que experimentó por sí mismo la acción de la providencia.
“El hombre tiene el deber de hacerlo todo más humano. Esta transformación tiene que empezar en el individuo y llegar a abrazar la sociedad entera…” (Vicente Ferrer. Encuentros con la realidad. Cap. La conducta ética. La ascesis).
Nelson Mandela. (1918-2013). Este activista por la igualdad en Sudáfrica, contribuyó con su carisma y facultades humanas a desmantelar de modo ejemplar el modelo del apartheid, régimen institucional de segregación racial. La discriminación étnica siempre estuvo presente desde la colonización del país por los europeos. Sin embargo, en 1948, el apartheid se instauró paulatinamente de modo formal y jurídico. Nelson Mandela se opuso a este sistema y fue encarcelado durante 27 años. Por presiones internas e internacionales, Mandela fue liberado, se ocupó de establecer consensos con sus opositores y una reconciliación nacional entre los distintos estamentos multiculturales. Objetivo que cumplió como primer presidente electo democráticamente en sufragio universal. Una vez asumido el gobierno, tuvo que sobrepasar enormes presiones tanto de la comunidad negra como de la blanca. No obstante, fue capaz por medio de la experiencia adquirida, de convencer a todos en el abandono del rencor, el ejercicio de la violencia y de centrarse en el futuro que se abría a la nación del Arco iris. El éxito se basó en su capacidad de liderazgo, voluntad de reconciliación y sacrificio, el cual llevó a buen término el asentamiento de la democracia y de la concordia en Sudáfrica. Por esta causa, Nelson Mandela junto a su oponente político, Frederik de Klerk, fueron galardonados con el Premio Nobel de la Paz en 1993. También es considerado por su pueblo el padre de la Nación.
“He anhelado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero lograr. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”. (Nelson Mandela, fragmento del discurso en el proceso de Rivonia, Tribunal Supremo de Pretoria, 1964).
Estos personajes consiguieron con su esfuerzo, valentía y sensatez aportar un beneficio a la Humanidad. Siempre hubo mujeres y hombres capaces de ir más allá de los modelos convencionales de la personalidad y de las imposiciones sociales, políticas o religiosas. Estos comprendieron que es preciso salir de la rueda de la repetición de hábitos, costumbres y tradiciones para desplegar acciones valerosas y contribuir a un mundo más abierto, justo y humano. Desde el autoconocimiento, esto se define como actos dependientes del principio de epigénesis, los cuales se convierten en un ejemplo para todos de dignidad.
Tabla de ilustraciones
 “Ouroboros”, (1478). Autor: Iluminador medieval anónimo. Localización: Codex Parisinus graecus 2327, Fol. 279. Tratado de alquimia de Sinesio, el cual se ha perdido; copia hecha por Teodoro Pelecanos en Heraclion, Creta. Este símbolo es común a varias civilizaciones milenarias, Egipto, Nórdicos, Grecia y tradiciones esotéricas, y engloba, por lo tanto, distintos significados. Este alude a la Unidad o al Todo, asimismo, entre otros, representa el eterno retorno o los procesos cíclicos de la naturaleza y presentes en toda la creación.
“La rueda de la fortuna”, (1883). Autor: Edward Burnes-Jones. Localización: Museo de Orsay, Paris. Este cuadro muestra como todos los seres humanos se hallan sometidos a este principio de la recurrencia. En la ilustración se aprecian tres hombres que reflejan el alma que gira en esta rueda de la fortuna o del destino, manipulada por una mujer, que simboliza la ley del eterno retorno. Todos los retratados se hallan ausentes. Cada uno acarrea un objeto que lo identifica con un rol de la personalidad: en la parte baja con una aureola, el triunfador; en la zona media con una corona y un cetro, el rey o las clases altas; y finalmente en la parte superior, el esclavo con cadenas en los pies que alude al pueblo oprimido y sin recursos. Todos repiten ciega y continuamente sus roles, atrapados en este eterno retorno que organiza la existencia.
“La vigilancia”, (1866). Autor: Pierre Puvis de Chavannes. Localización: Museo de Orsay, Paris. La atención plena, la conciencia o la vigilia de los estados psicológicos se alegorizan con la luz.
“Cuatro alegorías -Prudencia-, (1490). Autor: Giovanni Bellini. Localización: Galería de la Academia de Venecia. La prudencia es una facultad que fue cultivada por las civilizaciones antiguas. En la figura se aprecia a una mujer sobre un pedestal, con objeto de darle importancia; su desnudez alude a que es un atributo de la Esencia, se despliega de modo natural y espontáneo. El espejo que refleja a quien se halla frente a ella, indica que la prudencia proviene del discernimiento, y de la capacidad de verse a sí mismo. Los niños manejan instrumentos musicales para llamar la atención, simbolizan la necesidad de estar atentos a esta virtud.
“Representación de Juana de Arco”, (1429). Autor: Clément de Fauquembergue. Localización: Archivo Nacional de Paris. Único dibujo de Juana de Arco en vida.
Lectura
¿Es la verdad algo finita, absoluta, fija? Nos gustaría que fuera absoluta, porque entonces podríamos refugiarnos en ella. Quisiéramos que fuera permanente, porque así podríamos afirmarnos en ella y encontrar allí la felicidad. Pero, ¿es absoluta la verdad, es continua, puede experimentarse una y otra vez? La repetición de la experiencia es el mero cultivo de la memoria, ¿no es así? En instantes de quietud puedo experimentar cierta verdad, pero si me aferro a esa experiencia por medio de la memoria y la convierto en absoluta, fija, ¿es eso la verdad? La verdad, ¿es la continuación, el cultivo de la memoria? ¿O la verdad puede descubrirse sólo cuando la mente se halla por completo quieta, silenciosa? Cuando mi mente no está presa en los recuerdos, cuando no cultiva la memoria como el centro del reconocimiento, sino que está atenta a todo lo que digo, a todo lo que hago en mis relaciones, en mis actividades, viendo la verdad de todo tal como se manifiesta de instante en instante, ese es, por cierto, el camino de la meditación, ¿verdad? Hay comprensión tan sólo cuando la mente está quieta, y la mente no puede estar quieta mientras se desconoce a sí misma. Ese desconocimiento no se disipa mediante ninguna forma de disciplina, ni yendo en pos de ninguna autoridad, antigua o moderna. Las creencias sólo generan resistencia, aislamiento, y donde hay aislamiento no es posible que haya serenidad. La serenidad interna adviene únicamente cuando comprendo todo el proceso de mí mismo, las diversas entidades que componen el “yo” y están en conflicto la una con la otra. Como esta es una tarea ardua, recurrimos a otros para aprender distintos trucos, a los que llamamos “meditación”. Los trucos de la mente no son la meditación. La meditación es el principio del conocimiento propio; sin meditación, no hay conocimiento propio. (J. Krishnamurti. El libro de la vida. Cap. Diciembre. El camino de la meditación).
Películas
“Atrapado en el tiempo”, (2013). Director: Harold Ramis. Esta comedia cuenta como, en un pequeño pueblo de Pensilvania, un periodista antipático se ve condenado a revivir, una y otra vez, el mismo día, hasta que cambia su modo de ser.

“Gandhi”, (1982). Director: Richard Attenborough. Película que cuenta su vida y, particularmente, su acción política.
“Vicente Ferrer”, (2013). Director: Agustín Crespi. Película basada en la vida del cooperante.

“Invictus”, (2009). Director: Clint Eastwood. Film que muestra el inicio de la presidencia de Nelson Mandela y la relación del equipo de rugby, los springboks, en la reconciliación nacional.

“Invictus cuenta la verídica historia de cómo Nelson Mandela unió sus esfuerzos con el capitán del equipo de rugby de Sudáfrica, François Pienaar, para ayudar a unir el país. El recién elegido presidente Mandela es consciente de que su nación sigue estando dividida tanto racial como económicamente debido a las secuelas del Apartheid”. (www.almudi.org/peliculas/invictus).
“Marie Curie”, (2016). Director: Marie Noëlle. Este film narra distintos enfrentamientos y dificultades a los que esta científica fue sometida por su condición de mujer.
“Los méritos de Madame Curie”, (1997). Director: Claude Pinoteau. Este película se centra en el trabajo de los Curie y las incursiones de Sr. M. Schutz, director de la escuela, que sueña con un gran descubrimiento de sus investigadores para obtener por fin honores académicos.
“El proceso de Juana de Arco”, (1962). Director: Robert Bresson. Este film se centra en el juicio a Juana por los ingleses que determinó su condena. Los textos son originales a las actas del proceso, tal como se desencadenaron los interrogatorios.
-"Juana, ¿crees que estás en estado de gracia?"
-"Si no estoy, Dios quiera ponerme; si estoy, Dios quiera mantenerme". (Juicio a Juana de Arco, respuesta a una pregunta en su tercer interrogatorio. 24 febrero 1431).


Poema
¡Qué pena!
¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!
¡Qué pena si esta vida tuviera
-esta vida nuestra-
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!
¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!
León Felipe
  
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[1] Costumbre o práctica adquirida por frecuencia de repetición de un acto”. (Diccionario Wordreference).
[2] “El tabaco es una de las mayores amenazas para la salud pública que ha tenido que afrontar el mundo... La mayoría de los fumadores que conocen los peligros del tabaco desean dejarlo”. (Pág. WEB de la Organización Mundial de la Salud. Clave: tabaco).
[3] Definición diccionario Wordreference: “Combinación de ideas, tendencias y emociones inconscientes y generalmente adquiridas durante la infancia, que influyen en la personalidad y conducta de un individuo”.
[4] Definición: “calidad de una persona que vale”.
Valer: “Del latín, “valere”, ser fuerte, estar sano, tener tal o cual valor.
Ser de naturaleza, o tener alguna calidad, que merezca aprecio y estimación”. (Diccionario RAE).
[5] Definición en el diccionario Wordreference: “combinación de circunstancias imprevisibles e inevitables, causa o fuerza a la que supuestamente se deben los hechos y circunstancias imprevistos, especialmente la coincidencia de dos sucesos”.
[6] Esta palabra proviene del griego, significa: “epi”, encima o sobre, y “génesis”, generar, producir. Este vocablo se utiliza en diferentes disciplinas científicas con distintas acepciones. El autoconocimiento entiende “epigénesis” como la acción consciente que se deriva de la comprensión de la realidad y excluye la reacción predefinida por un hábito o un agregado psicológico.
[7] “Es una [...] gran victoria feminista que estamos celebrando hoy. Porque si a las mujeres se les permite dar clases en la Enseñanza Superior a alumnos de ambos sexos, ¿dónde estará, de aquí en adelante, la supuesta superioridad del varón? En verdad, os digo: el momento está cerca de que las mujeres se convertirán en seres humanos”. (Editado el 1º de mayo de 1906, en “Le Journal”, periódico de la época, que desapareció en 1944).
[8] Autores: José L. González-Balado y Janet N. Playfoot Paige, recopilación de sus mensajes diarios en el transcurso de su labor en el seno de la congregación.