martes, 30 de julio de 2019

Los principios de retorno y recurrencia

“La repetición de dramas, comedias y tragedias, es un axioma fundamental de la ley de recurrencia”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
Introducción
Este capítulo trata de dos principios, retorno y recurrencia, que rigen la naturaleza, la Esencia de toda persona y, por añadidura, a todas las organizaciones humanas. Desde el autoconocimiento, el estudio de estas leyes goza de gran importancia debido a que estas se hallan presentes en la existencia de manera que condicionan la psiquis del sujeto. Ambos principios se relacionan estrechamente con otros dos, causa y efecto, por un lado, y evolución e involución, por el otro. Aunque cada uno posee sus propiedades intrínsecas, todos ellos son interdependientes y se revelan conjuntamente. Este tema se concentra en las dos leyes mencionadas al inicio del texto, las otras dos se estudiarán más adelante en el curso.
La carencia de observación y conocimiento por parte del individuo, de estas estructuras que conforman el retorno y la recurrencia, atrae comportamientos y hábitos que limitan su libre albedrío. Mucha gente capta que su vida es una mera repetición de acciones, obligaciones, responsabilidades, etc., y esta situación le agobia. Por un lado, en la persona nace un sentimiento de cansancio y, por el otro, hay anhelo de libertad. Por el contrario, para otros individuos, el hecho de que todo siga en un ciclo conocido les reconforta en su seguridad. Ante esta contradicción, las reacciones son diversas. Muchos sujetos desean escapar de esta mecánica, pero no saben cómo hacerlo; otros, más atrevidos, cambian de vida, empleo, domicilio o región, incluso de país, no obstante, pasado cierto tiempo, vuelve esa misma sensación de que todo sigue igual, aunque el escenario sea distinto; así mismo existen personas que terminan por acomodarse a esta realidad y dejan de sentirla, esperanzados en que todo, por sí solo, cambiará; etc. Este estado interior, que en muchos casos se convierte en indiferencia, en gran parte se origina por estos principios que afectan a todo ser humano.
El principio de retorno
La naturaleza se organiza de modo cíclico. Se entiende como retorno aquello que vuelve, regresa. La definición de esta palabra en el diccionario RAE es: “vuelta al lugar o a la situación en que se estuvo”. Retorno es partir de un punto y regresar a él. Este principio está presente en el universo.
El sol nace en el horizonte, lo recorre hasta desaparecer, llega la noche que se extiende hasta disiparse con el alba y, de nuevo, vuelve la luz del día. La rotación de la Tierra sobre sí misma crea un proceso continuo y dual: luz y oscuridad, día y noche. Las estaciones son otro ejemplo de retorno. La primavera atrae toda una transformación del entorno natural; un progresivo aumento de temperatura; la luz del día se acrecienta; las flores multicolores crecen en los campos; las aves y la mayoría de los animales tienen sus crías; etc. El verano es tiempo de frutos y cosechas. El otoño es la época de la caída de las hojas de los árboles y, en invierno, la naturaleza entra en un periodo de letargo. El ciclo vuelve con la primavera y, así sucesivamente.
El retorno marca un ritmo natural y constante de modo circular. El estudiante puede comprobar que el final del ciclo es igual al inicio del mismo más la experiencia adquirida en él. El año 2017 fue igual al año 2016, más todas las vivencias advertidas durante el transcurso del año anterior.
Así mismo, este retorno se percibe en las distintas conmemoraciones, festividades…, sociales, políticas, religiosas, etc. Por ejemplo, las reuniones familiares en Navidad; las fiestas de los pueblos; los cumpleaños, las fechas dedicadas al culto en las distintas religiones…, todas ellas vuelven cada año. Retorno es todo aquello que los seres humanos celebran de modo periódico. Igualmente, este principio se halla presente en las relaciones humanas de modo que existen eventos que vuelven como son las comidas o las cenas en familia; en el empleo, las reuniones de trabajo, las tareas, las situaciones, etc.
Este principio rige la psiquis del ser humano y se expresa en tres vertientes: física, psicológica y ontológica. Esta última se estudiará más adelante en el curso.
El principio de la recurrencia
La vertiente física de la ley de retorno se halla presente esencialmente, tal como se indicó al inicio del capítulo, en el calendario. Este último registra: días, semanas, meses, cambios de estaciones, fases lunares, onomásticas, fiestas correspondientes a acontecimientos sociales, políticos, religiosos… Muchas personas anotan, por su parte, eventos, aniversarios y fechas a recordar que, en muchos casos, son cíclicos. La cuestión es preguntarse sinceramente cómo incide este ciclo en el plano interno; si afecta a la psiquis y, si lo hace, cómo se produce esta influencia.
El paso natural de los días marca varias fases. La primera es la semana laboral que va de lunes a viernes y la segunda, el fin de semana, que tras el disfrute del domingo retoma el lunes. Entonces se reinicia el proceso: uno afronta otra semana de labores con un cierto estado psicológico definido y particular, de sobrellevar una carga pesada hasta que regresa el fin de semana. En cambio, este último se asume con alegría, planes para divertirse, excursiones, deseos de descanso, anhelos de acabar con la rutina, etc. ¿Se repiten los estados psicológicos cada vez que se comienza o culmina un ciclo?
Otra fase se determina con las estaciones. Llega la primavera, los días son sensiblemente más luminosos, largos y calurosos; el manto floral se abre paso frente a los campos desnudos y fríos del invierno; la vida se expresa con mayor fuerza, surgen con más evidencia sus rasgos, hay nacimiento, crecimiento, color, luz, calor… ¿Influye este cambio de estación en la psiquis del ser humano? ¿Se repiten los estados anímicos cuando florece la primavera en jardines y parques de nuestra ciudad? ¿Qué ocurre en verano? Los días calurosos, largos, donde abundan los festejos de muchas localidades, la salida de vacaciones, los viajes, la búsqueda de ocio; mayor contacto con la naturaleza: paseos, salidas al campo o a la playa, una mejor disposición para hacer deporte al aire libre, etc. Es necesario reflexionar sobre este hecho y cuestionarse si cada vez que vuelve el verano, así mismo, se asocia un núcleo psicológico que se repite en este periodo. De modo idéntico, ocurre en otoño, toda persona reitera cierto estado interior al observar como las hojas de los árboles caen en calles, patios y bosques. Cuando es época de recogida de setas, castañas…, el frío aparece y le acompaña la larga oscuridad de las noches.
La recurrencia es un principio que es consecuencia del retorno natural y continuo de todo lo que se halla presente en la naturaleza. La recurrencia es el acto de repetir, mientras que el retorno es el hecho de volver. Los eventos naturales regresan, pero las personas repiten debido a que el núcleo psicológico que se expresa ante esa circunstancia es el mismo. El estudiante precisa observar por sí mismo cómo estos estados anímicos se reiteran ante el retorno de los acontecimientos físicos. La vuelta de los eventos registrados en el calendario como son: la semana laboral, los fines de semana, el periodo estival, las fiestas, los cumpleaños…, marcan un ritmo en la existencia de los individuos que componen una sociedad. La Navidad, el Carnaval, la Semana Santa, las celebraciones patronales en los pueblos y las ciudades, las vacaciones, los desplazamientos a las zonas turísticas, los reencuentros de personas que se ven cada cierto tiempo…, encierran la repetición de estados emocionales, expectativas, propósitos, afanes, etc. En definitiva, núcleos psicológicos que se reproducen.
La vertiente física del principio de retorno acarrea una vertiente psicología que es “repetir”, esta reiteración es lo que se entiende como “recurrencia”.
Este principio de la recurrencia es captado por muchas personas, aunque no sepan que es una respuesta mecánica de las distintas funciones del organismo. El sujeto ha creado hábitos ante estas situaciones que se repiten en el tiempo porque no es consciente de este proceso psicológico, ni aprendió a relacionarse correctamente con este hecho. Mucha gente se siente atrapada en una inercia. Una rueda que gira incesantemente, donde los acontecimientos vuelven una y otra vez. El individuo advierte en su interior un mismo estado anímico. Cuando el evento es vivido desde la perspectiva de lo ilusorio, este lo espera con alegría, está animado y contento. No obstante, si ese mismo hecho es vano para él, entonces la experiencia es aburrida, atrae cansancio, fastidio y disgusto.
Esto indica que el calendario y estos ciclos imprimen a la persona estados psicológicos regulares y frecuentes. Esta recurrencia se extiende a todos los aspectos de la vida.
Cuando uno era chico, esta mecánica empezó en la escuela, estudios, exámenes, años que pasan y, más adelante, los cambios de colegio, la universidad, etc. Sin embargo, el sujeto creó un estado interior en cada una de estas etapas. Al principio del curso había un sentimiento, estado emocional, otro muy diferente a mediados y, a su vez, ambos eran distintos a los últimos días de clase y de la proximidad de las vacaciones. Esta experiencia sigue presente durante la edad adulta en el empleo; después del periodo estival hay un núcleo psicológico característico que se reitera y, otro dispar, en el momento de irse de vacaciones. En el plano interno, esto sucede en muchos escenarios: comidas de empresa, reuniones familiares, salidas con los amigos, visitas al médico, alguna actividad lúdica o deportiva que uno realiza frecuentemente, etc. Estos escenarios acarrean estos estados íntimos que se repiten en el tiempo porque los actores que lo interpretan son los mismos.
Estos protagonistas se esconden en el subconsciente, cuando aparece la escena, surgen debido a que son la respuesta que uno, instintiva, emocional o racionalmente, elaboró con el paso del tiempo. Esta manifestación habitual en el ser humano es el reflejo de una carencia de presencia y comprensión de estas estructuras mentales que se han tejido de modo inconsciente. Hay una correspondencia entre los escenarios que vuelven y los actores que atraen, los cuales provocan los mismos estados psicológicos de la conciencia.
¿Quiénes son estos actores que interpretan su rol en cada escena? La respuesta está en estos factores: personalidad y ego pluralizado.
La responsabilidad de la continúa repetición
“Reflexionando seriamente sobre la ley de recurrencia o repetición de escenas en cada retorno, descubrimos por autoobservación íntima, los resortes secretos de esta cuestión”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
La mayoría de la gente vive de modo rutinario, ocupada en los distintos quehaceres de la existencia. En muchos casos, esta circunstancia se debe a la responsabilidad de cubrir las diversas necesidades económicas, laborales, familiares y personales. Hay que añadir, por lo común, la falta de creatividad que ofrecen los empleos actuales, sujetos a sistemas productivos automatizados. Así mismo, la carencia de iniciativas en el ámbito humano redobla las acciones gregarias basadas en la imitación, reproducción de actos, actitudes prestadas, etc. No obstante, la recurrencia es un rasgo interno que se revela por una causa psicológica, independientemente de que los eventos retornen o la exigencia de la vida implique realizar acciones reiterativas. La realidad es que el individuo está ausente a sus procesos mentales y estados íntimos de la conciencia, los cuales son la base de la recurrencia. El sentido de vivir el instante, estar presente, etc., indica que la vida interior es más importante y rica en procesos y eventos psicológicos, que los sucesos exteriores. Una persona que se halla conectada con su “auténtica realidad” como Esencia, es feliz aunque esté enroscando el milésimo tornillo de la mañana. Por ejemplo, los niños de corta edad hasta + 6 años son autoconscientes y, en condiciones normales, preservan su bienestar y felicidad realizando actividades pueriles. Muchos sujetos efectúan acciones reiterativas sin ningún estado de ánimo especial, otros se hallan aburridos y, otros pocos, satisfechos. Aunque ninguno es consciente de ello, porque todos están ausentes a su mundo interior.
“Ciertamente jamás podríamos conocernos a nosotros mismos, sin la autoobservación seria y profunda”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Sucesos personales).
La práctica de la autoobservación está diseñada para descubrir por uno mismo estos recursos mentales donde se crean hábitos de todo tipo. Este esfuerzo deliberado por estar presente al estado psicológico, cuando el alumno desempeña una tarea, es primordial para advertir los mecanismos que propician la recurrencia. El descubrir y hacerse consciente de este principio significa que uno empieza a comprenderlo. La aprehensión inmediata de la repetición en el ámbito psicológico, se inicia con la contemplación de la relación efectiva entre escenario y estado interior. Cuando se estudia la recurrencia es preciso percibir el eslabón que une a ambos, el cual es conocido como el proceso de la identificación. Este puente de la identificación o fascinación entre evento físico y psíquico, se tiende a partir de una reacción del ego, quien impide una transformación correcta de las impresiones. Este factor reconoce la escena e interpreta el papel que aprendió a lo largo del tiempo.
Por ejemplo en una situación donde uno precisa esperar a alguien y la impaciencia aparece como reacción mental o hábito, es decir, se identificó. Esto significa que la Esencia embotellada, “yo de la impaciencia”, despliega lo que sabe, se reitera, y suma lo que experimenta de su interpretación. Por esta causa, este repite su actuación, recurre a la memoria e interviene el pensar, sentir, hablar y obrar. Si el escenario es el mismo y hay consecuencias, el rol es el mismo y adiciona su aprendizaje subjetivo, por lo que se hace más fuerte, de modo que la conducta de la impaciencia se robustece. La constitución del ego es una subordinación de la psiquis que se expresa en una escena determinada por las circunstancias, de manera que reincide en su acción. La vida práctica enseña que el agregado psicológico de la impaciencia, no se halla presente en escenarios de miedo, ni este último en situaciones de amor propio, etc.
“La Esencia es "voluntad-conciencia" desgraciadamente procesándose en virtud de nuestro propio condicionamiento”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. La voluntad).
Cada ego es una respuesta específica a una escena concreta de la existencia. La recurrencia personificada por un ego o un rol de la personalidad, según se configura el modelo, aporta una ventaja reveladora para alcanzar su comprensión. Ambos se comportan con un patrón mecánico, el cual se repite; esto acarrea una “mayor facilidad de observación y descubrimiento”.
Esta particularidad atribuye una clave eficaz en su estudio. El “yo” está desprovisto de inteligencia propia, solo utiliza los recursos que le proporcionan los centros del organismo. Por esta causa, recurre y se configura como un hábito[1]. El hecho de que los procesos mentales se reiteren, facilita su contemplación, análisis y conocimiento para su posterior eliminación.
El ego es la base del condicionamiento de la Esencia, la cual edifica una respuesta mental equivocada ante un evento que retorna y que percibe, igualmente, de forma errónea. De este modo, el “mí mismo”, se instaura en un patrón o modelo que se origina a través de una experiencia subjetiva que se acumula en el subconsciente. El “yo” es tiempo y se transforma en una entidad psicológica autónoma, adquiere vida y voluntad propia, debido a que la Esencia queda recluida en esa estructura. El ego, como un actor de teatro, se reitera en su papel; repite compromisos, ideas, emociones, acciones y cualquier proceso psicológico en el escenario que le es propio. Este factor es el protagonista responsable de comedias, dramas y tragedias que uno interpreta a lo largo de su existencia. Ante una escena de la vida, el ego ubicado en el subconsciente, la reconoce. De modo que este provoca una percepción errónea de la realidad porque atrae el pasado, la experiencia atesorada en sus anteriores intervenciones. Esto acarrea una respuesta estereotipada, preconcebida de antemano, que se repite de manera equivocada. Si el estudiante no capta la verdad del evento tal como se despliega en ese instante, entonces, no lo percibe correctamente. En este estado, lo que uno piensa, siente y obra, no está determinado por la actualidad, ni es vigente. Se establece una mezcla de pasado y presente y, en muchos casos, se proyecta hacia el futuro, tal como ocurre con ciertos agregados psíquicos como el miedo, la ambición, el egoísmo, etc.
La recurrencia es uno de los principios que enseña la necesidad del alumno a recapacitar sobre su relación con el presente, el desarrollo de la capacidad de vivir el instante y porqué debe practicarlo.
El defecto psicológico es el vector de la identificación emanada del subconsciente, el cual se caracteriza por su contumacia y expresión automática en los diferentes centros; este concreta la ignorancia del ser humano reiterada en un ciclo continuo según retornan los escenarios de la vida. Su obra no es producto de la reflexión íntima de la conciencia ni de una experiencia objetiva, sino de la Esencia embotellada por una estructura mental. El “mi mismo”, un hábito instalado en las distintas funciones, es la inconsciencia que uno carga en su interior sin percibirlo, y que se ampara tras una red psicológica tejida en la personalidad. Este estado interior de la identificación en el momento de enfrentarse a las dificultades de la existencia, es la causa del error que acarrea el sufrimiento humano. En situaciones que retornan, el ego es el causante de malentendidos, enredos, discusiones, desvelos, confusiones…, estados anímicos que muestran una ausencia de recursos humanos. Escenas que implican estados de ansiedad, recelo, preocupación, frustración, estrés, desasosiego, etc., reiteran un núcleo psicológico que uno reconoce en su interior. Este estado íntimo específico formado por emociones destructivas, pensamientos negativos, percibirse indiferente, perdido, incomprendido, solo…, se repiten porque el actor que lo promueve es el mismo. Igualmente ocurre con estados de euforia, ilusión, satisfacción, etc. los cuales se parecen a la felicidad, pero no son consistentes, dependen de eventos exteriores y, por lo tanto, son volátiles y accidentales. Estas bajadas y subidas periódicas del ánimo, marcadas por eventos exteriores que vuelven, están vinculadas a la identificación y, en consecuencia, a un mismo núcleo psicológico o ego.
“La mente forma hábitos para tener seguridad, protección, certidumbre, tranquilidad, a fin de tener continuidad. La memoria es un hábito”. (J. Krishnamurti. Dichos de Krishnamurti. Cap. Hábito).
Uno de los ejemplos más claros se halla en los problemas. En la vida, siempre surgen dificultades, situaciones, que precisan ser resueltas, donde hay que tomar decisiones, reflexionar sobre sus consecuencias, etc. Los problemas vuelven regularmente de la forma más diversa y en los distintos ámbitos de la existencia. Estos son una realidad física que retorna. No obstante, la manera de reaccionar de la gente es siempre la misma. La persona se preocupa, existe una mecánica establecida en la psiquis, la cual se activa cuando algo no gira según sus planes o deseos. En estos momentos, el sujeto se enfrenta a los inconvenientes desde la emoción negativa, la mente agitada, inquieta e irritada. Sin preservar o, en su defecto, esforzarse en concretar las cualidades más importantes ante estos acontecimientos como son: el equilibrio, la serenidad o la sensatez. A pesar de disponer de una enseñanza y unos recursos proporcionados por el autoconocimiento, donde se modela unas pautas para la resolución de problemas, uno sigue en la misma recurrencia. En lugar de ocuparse del evento en cuestión, de asumirlo, meditar y decidir una acción que respete la dignidad y el presente, el alumno persiste en un estado interior inadecuado, perjudicial e inútil. Así ocurre en los seres humanos, que perpetúan y ahondan en la actitud psicológica de la preocupación y no alcanzan ningún tipo de resolución. Estas respuestas ante las contrariedades se repiten debido a la personalidad y a ciertos agregados psicológicos como el miedo, la impaciencia, la intolerancia o frustración de deseos y propósitos, etc. Estos actores son un ejemplo de recurrencia que deterioran la existencia del individuo y, en muchos casos, las relaciones humanas.
En conclusión, la Esencia atrapada en los ciclos naturales o circunstanciales de la vida, conlleva aparejados idénticos aspectos psicológicos que forman la recurrencia. Los actos emanados del principio de recurrencia son altamente contingentes debido a que la persona se siente abocada a repetir una conducta o patrón ante el hecho que retorna. Estos estados repetitivos mantienen presente al ego, paralelamente, la Esencia subsiste atrapada en el tiempo.
“Por debajo de nuestra capacidad cognoscitiva suceden muchas cosas, desgraciadamente ignoramos lo que por debajo de nuestra pobre razón sucede”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
El esfuerzo hacia la comprensión de los procesos recurrentes
Los estados psicológicos recurrentes se hallan presentes en la mayoría de los escenarios de la vida. La autoobservación es una herramienta indispensable para advertir como el actor o ego, se apodera de una circunstancia cíclica y repite su papel. Esto ocurre en situaciones donde el sujeto desempeña una labor, en el ámbito de las relaciones humanas, la celebración de algún acontecimiento social, familiar, etc. Todas estas vivencias crean lazos personales que se fundamentan en matices psicológicos. Estos vínculos se instauran con los demás, los lugares, la experiencia en sí… Nexos de tipo emocional, alegrías, simpatías, apegos, aficiones, etc., también por afinidades en el modo de pensar, sentir, obrar…, así mismo sucede en sentido inverso como antipatía, rechazo, etc. Estos acontecimientos periódicos, propios de la actividad y convivencia humana, generan todo tipo de compromisos, responsabilidades, deberes, beneficios, ventajas, progresos, pérdidas, incomodidades, decepciones, aburrimiento, un interminable etcétera donde la personalidad y el ego recurren. Todos estos estados interiores provienen de la identificación, la fascinación y el sueño. La existencia de la mayoría de los seres humanos se rige por una cadencia de acciones que se reiteran todos los días. Empleo, familia, amigos, ocio…, todos estos teatros se experimentan desde la personalidad y el ego; en cada escena, el núcleo psicológico se repite. No obstante, hay una gran inconsciencia de esta condición y, lo que es peor, asume este hecho como la única realidad, una verdad sin remedio ni alternativa.
La primera cuestión para erradicar, no los retornos de las situaciones que son propias de la vida, sino los estados interiores que acarrean, es hacerse conscientes de ellos.
La opción de evadirse de los retornos es una huida de la realidad. En muchos casos, quizás, sea sensato hacerlo. No obstante, en otros, evitarla podría ser un despropósito, una indignidad o una cobardía.
“Así pues, es imposible impedir que los acontecimientos dejen de reiterarse; lo único que podemos hacer es cambiar nuestra actitud hacia los acontecimientos de la vida. Si nosotros aprendemos a no reaccionar ante ningún impacto proveniente del mundo exterior; si aprendemos a ser serenos, impasibles, entonces podremos evitar que los acontecimientos produzcan en nosotros los mismos resultados”. (Samael Aun Weor. Cátedras. Cap. 5).
Cada ego es una respuesta a un escenario; así mismo, la personalidad genera roles y moldes de conducta para cada hecho de la vida. Ambos preconciben ciertas maneras de pensar, sentir y obrar ante uno de estos acontecimientos, fruto de experiencias anteriores. Esta estructura mental es la que el alumno precisa descubrir. ¿Cómo se procesa la identificación en cada evento? Tanto la personalidad como el ego son entidades intrínsecas del subconsciente. Ambos originan respuestas inconscientes. Nadie es capaz de cambiar lo que ignora. Por esta causa, el esfuerzo voluntario y consciente es observar detenidamente qué ocurre en su interior cuando surge un escenario. Los ejemplos se hallan en todos los ámbitos de la existencia:
Ø     En el empleo, ¿qué pasa dentro de uno?: si el jefe me llama a su despacho para repasar un informe; si un compañero me hace un reproche injustificado; si escucho una crítica por una actuación mía o de un compañero que aprecio; si se comete una injusticia; si no aprecian debidamente mi labor; si me ignoran; etc.
Ø    En casa, ¿qué ocurre en el interior de uno?: si algún miembro de la familia coge algo que te pertenece, lo rompe o lo pierde; te engaña; te crítica; te sermonea; te habla de modo inapropiado; si alguien actúa de forma egoísta y le perjudica, tanto a él como a los demás; si te exigen algo que no quieres hacer; si interrumpen un programa de TV. que uno sigue; etc.
Ø    Con los amigos, ¿qué sucede en el ámbito psicológico?: si estos llegan tarde; se escurren cuando hay que participar económicamente en una actividad; le reprochan alguna acción que uno hizo o no; son irresponsables con lo que uno les presta o lo que se decide; hablan a tus espaldas; no están de acuerdo con lo que uno piensa, siente…, en un tema importante; no le toman en consideración, no cuentan con uno, se olvidan de uno, etc.
La mayoría de la gente vive estos u otros escenarios parecidos que regresan una y otra vez, donde se  reiteran las reacciones, ¿qué aprende uno en cada acto? Lo único que cambia son los decorados, las apariencias, los individuos que participan, pero internamente son los mismos actores: egos y roles de la personalidad.
El trabajo interior es el esfuerzo que uno emprende para conocerse a sí mismo en estos procesos de la identificación que conllevan repetir el error, el cual se perpetúa en el tiempo. Esta tarea radica en practicar las claves del autoconocimiento con el anhelo de que el alumno experimente directamente la verdad de lo que aquí se expone. Esta vivencia objetiva facilitará el impulso para perseverar en este afán y aprehender la raíz de estos factores que encarcelan la Esencia e impiden su expresión libre, natural y espontánea. Detrás de cada carencia o defecto psicológico hay una virtud humana que encuentra el paso bloqueado a los centros. Por esta causa, el estado de presencia preserva la atención que se enfoca sobre las funciones que habitualmente, sin conciencia, se reiteran. La autoobservación es contemplar, sin olvidarse de sí mismo y sin juicios “a priori”, de cómo se percibe y aprecia el evento; de qué manera se elaboran los pensamientos, las emociones y las acciones para darle respuesta. El estudiante advierte sin intermediarios como la identificación falsea la realidad, el ego interpreta los eventos porque él se halla en un teatro conocido. En consecuencia, este actúa según lo que sabe e improvisa a medida que afloran elementos nuevos.
Las consecuencias de la recurrencia en la psiquis del ser humano
El ser humano vive de modo rutinario, establece pautas de comportamiento en los distintos escenarios que conforman su existencia porque la psiquis se amoldó a lo conocido. Sea por comodidad, pereza, falta de lucidez, miedo, etc. la mente se refugia en patrones aceptados y acreditados por una mayoría de la gente, en particular de aquellos que le rodean. Esto solapa un efecto psicológico gregario, donde la imitación es uno de sus precursores. Todo esto mantiene viva la inconsciencia del individuo.
Esta realidad penetra cuestiones cotidianas como son las discusiones entre familiares: esposo y esposa, padres e hijos; asimismo ocurre con amigos, compañeros, vecinos, etc. Estas disputas, controversias, rencillas…, retornan en los mismos escenarios, con las mismas personas, por los mismos temas, donde se repiten argumentos, emociones, palabras o silencios tensos, desaires y acciones. Igualmente, en todas las relaciones humanas retornan: malentendidos, críticas, rencores, discrepancias, ilusiones, enfados, disgustos, afanes, deseos… Estados anímicos que se reiteran en el tiempo, cada vez que estos escenarios aparecen circunstancialmente en la existencia.
El “yo” y la personalidad son capaces de evocar situaciones en detrimento de la sensatez para fortalecerse internamente y mantener vivas las actividades que les fascinan. Esto ocurre con el consumo del tabaco[2], que a pesar de saber que genera un perjuicio a la salud, el ego crea sumisión y la identificación lleva al sujeto a fumar, de modo que el agregado psicológico repite la sensación y el placer que le provoca esta acción. La dependencia al cigarrillo, alcohol, droga, pastillas…, maneja la psiquis de forma recurrente a través de sentimientos, discursos intelectuales y apetitos que redundan cada vez que las ansias son incontrolables. El ego y los roles de la personalidad son responsables de estas conductas insensatas que se instalan por medio de la identificación y condenan a la persona al error y a sus efectos. El individuo constata que pierde cierta autonomía psicológica y dominio de sí mismo ante la presión que ejerce el subconsciente a través de sus factores egocéntricos. Cuando no se respetan los principios básicos del equilibrio en los distintos ámbitos de la existencia, del organismo físico, de la naturaleza…, la consecuencia es el sufrimiento. Esto es una evidencia en derivas psicológicas como la dependencia al juego, el ejercicio de la violencia, el consumo de estupefacientes, las necesidades afectivas extremas, etc., que se convierten en un trastorno de la personalidad.
“Dentro de cada uno de nosotros viven muchas gentes llenas de compromisos”. (Samael Aun Weor. Tratado de psicología revolucionaria. Cap. Retorno y recurrencia).
El autoconocimiento atrae la atención sobre este proceso de la recurrencia. Nadie nace ludópata, enganchado a las drogas, con carencias o defectos psicológicos que no puedan ser corregidos con formación adecuada, comprensión de sus causas y conciencia. Cada vez que vuelve un ciclo, el actor o “mí mismo” que interviene en la escena adquiere experiencia. Todo retorno atrae elementos nuevos que conllevan su aprendizaje y sofisticación. Con el paso del tiempo, la consecuencia de la recurrencia hace que la Esencia se condicione más y más, y el agregado psicológico sea más complejo. Esta complejidad se traslada a la psiquis de la persona. Esto conlleva que en cada retorno de la situación, la recurrencia se procesa en espiras cada vez más bajas con respecto a los valores humanos y el sueño de la conciencia es más profundo.
Por ejemplo, esto sucede en todo tipo de relaciones, pero se observa con facilidad en aquellas donde el trato es diario o con personas que conviven en un mismo lugar. Parejas que se adoran, con el paso de los eventos dejan de sentir lo que durante años les unía. Los sentimientos y las ilusiones se deterioran con la rutina y la continua repetición de errores, malentendidos, discusiones, deseos o inquietudes dispares, etc. Empleados que entran a desempeñar una labor que les interesa: administración pública, enseñanza, empresa privada, labores sociales… La sucesión de acciones y situaciones que se reiteran en el puesto de trabajo, asientan de modo recurrente estados de stress, indiferencia, desarraigo, etc., en el sujeto. Esta actitud interior que se repite, pesa más y más con el tiempo, se convierte en frustración, infelicidad, solo se acude a trabajar por cumplir lo estricto. De esta manera se pierden vocaciones, alegría, estados anímicos de bienestar a causa de no estar presente al plano íntimo ante estos retornos que rigen la existencia y que en su gran mayoría no pueden evitarse. Esto indica que la recurrencia se procesa en espiras cada vez más bajas, tanto en el mundo interno como externo:
Ø  En el plano interno, en lo que se refiere al principio de la recurrencia, la situación psicológica es más compleja[3], confusa y enredada. La experiencia subjetiva acumulada con cada repetición es mayor, más circunstancial y restrictiva. Esto significa que, en cada ciclo, la Esencia está más embotellada y condicionada, y el nivel de Ser de la persona desciende. El hábito, la mecánica y lo inconsciente se acrecientan en la manera de ser, percibir la realidad, pensarla, sentirla y reaccionar ante ella. Esto acarrea que el error se perpetúe y el dolor que provoca se ahonde. Toda identificación en un escenario que se reitera es más inmediata, fuerte y profunda, la cual se convierte en una conducta cada vez más instintiva e irracional. Esto indica que la psiquis del estudiante es más densa, pesan los años, las experiencias, las amarguras, etc., porque la psiquis ahonda en el subconsciente. La persona se olvida de los momentos de luz, felicidad, amor…, valores humanos que uno experimentó o que con su acción aportó a los demás cuando lo necesitaban.
Ø      En el plano externo, lo que se refiere a la ley de retorno. Cada vez que un evento vuelve hay que considerar que las acciones emprendidas erróneamente crean sus propios efectos, por lo que siguen el mismo camino que la recurrencia. Si, en el anterior retorno la reacción del sujeto fue equivocada, la consecuencia se suma en el próximo ciclo, de manera que situaciones y relaciones empeoran cada vez que se presentan. Esta realidad puede observarse con facilidad en los distintos ámbitos de la vida. Sobre todo, si la persona no reflexiona sobre su actitud; ni es capaz de ponerse en el lugar de los demás; ni aspira a aprehender la causa de sus errores y liberar su Esencia del condicionamiento que sufre.
Cómo trascender la recurrencia
Tal como se indicó anteriormente, lo primero que hay que aprender de la recurrencia es que es necesario hacerse conscientes de ella. La respuesta correcta, justa y equilibrada que el alumno anhela, ante las distintas escenas que regresan asiduamente, se fundamenta en el trabajo interior. Si uno aspira a experimentar el bienestar integral, es necesario observar el error y adquirir la valía[4] y la lucidez de cambiar, una vez que este se comprendió.
En el terreno de la vida práctica, la siguiente etapa de este estudio es evitar “caer bajo el proceso de la identificación”, para ello no hay que “olvidarse de sí mismo”. El objetivo es observar llanamente cómo “la Esencia condicionada o el mí mismo” utiliza los centros. Esto significa contemplar separadamente, preservar el “aquí y ahora”, y aprehender cómo este hecho es advertido, pensado y sentido, sin necesidad de reaccionar cómo el ego dicta. Cuando un espía vigila a un traidor y analiza todos sus movimientos, este último es vulnerable. Así mismo, la conciencia capta el error en el modo de percibir, pensar, sentir el hecho y anticipa cual será la acción de la Esencia embotellada. Esta aprehensión directa de cómo reaccionan las diversas funciones es la que facilita la transformación interior. Este cambio de modelo mental se realiza al atraer la cualidad humana requerida en el escenario en una búsqueda de equilibrio. Una vez actuado de modo justo y reestablecida una forma de pensar y sentir acorde a la conciencia y los valores humanos, la estructura psicológica anterior puede erradicarse. Así es como uno trasciende la recurrencia y el retorno gira en una espiral más elevada, a causa de que el nivel de Ser de la persona aumenta. Esta labor por la purificación y el perfeccionamiento anímico alcanza un punto de su realización donde la recurrencia desaparece definitivamente. Esto es debido a que el actor que la provocaba, se desvaneció. Sin actor, no hay rol a interpretar, en cambio, la facultad humana se instaura para trascender el escenario.
Si en este proceso uno pierde la presencia, está claro que se identifica y pierde el hilo de su acción consciente. En este caso, la iniciativa es recurrir lo antes posible a la disciplina de la meditación. Con esta ciencia, una vez que el alumno consigue la serenidad mental necesaria para la expresión de su conciencia, visualiza la escena. La práctica se centra en captar donde estuvo su error, debilidad, distracción, etc., con el objetivo de comprenderlo y, estar preparado, en el próximo retorno para trascender su dificultad. Esto le permitirá concentrarse en el estudio de la realidad tanto física como psicológica de la recurrencia.
Por ejemplo, llega la Navidad, la cual regresa todos los años en los países de tradición judeo-cristiana. En estas fechas se organizan múltiples cenas y reuniones, algunas de ellas familiares, donde se congrega la mayoría de sus miembros. Puede ocurrir que entre los asistentes, el estudiante experimente alguno de estos estados: antipatía, envidia, celos, animadversión, rencor, etc., por alguien. Este acontecimiento puede originar, por lo tanto, rechazo, un estado interior negativo a la idea de compartir mesa, tratarlo, escuchar sus ocurrencias, historias, triunfos, gracias… Desde el trabajo interior, esta escena es una gran oportunidad para conocerse a sí mismo y, por medio de la autoobservación, constatar cómo me comporto ante él. Independientemente de la conducta correcta o no de la persona, lo que realmente importa son los estados íntimos del alma que se desencadenan dentro de uno. ¿Cuáles son mis prejuicios, representaciones mentales, limitaciones, deseos, en el momento de afrontar esta relación circunstancial? Lo que uno piensa y siente, el modo de percibir al familiar…, es lo que hace que el sujeto asuma este escenario con un estado emocional negativo. Este último le impide disfrutar de la compañía de sus seres queridos, de estar feliz, ser amable, incluso con esa persona, etc.
El trabajo sobre uno mismo implica, en un estado de presencia, advertir ese mundo psicológico desconocido del subconsciente. Ante la sola existencia del pariente, la cuestión es que la atención sobre sí mismo distinga los elementos subjetivos que causan sufrimiento, malestar o incomodidad. Reflexionando desde el autoconocimiento, esta situación indica una carencia de madurez de nuestra propia Esencia que es necesario descubrir. Cada individuo es y se comporta tal como indica su nivel de Ser. Esta es la esencia del libre albedrío. El esfuerzo consciente por trascender una recurrencia se halla en la capacidad del alumno en recapacitar sobre su propia actitud. ¿Respeta uno a los demás en su manera de ser?
En lugar de invocar todo tipo de razones, lógicas o no, sobre la conducta de este sujeto, uno observa dentro las causas y la función desde donde emana el malestar. Si comprende que el problema lo tiene él, en su interior y lo trasciende, dejará de sentirse incomodo por su presencia. Esto significa que elimina del subconsciente, la raíz por comprensión de lo que le hacía daño. Si el actor íntimo o ego que sufría este escenario ha desaparecido, también se diluye la recurrencia. Esto permitirá una experiencia personal diferente de la escena anterior, un estado más acorde a la realidad con la alegría de compartir con todos un momento agradable.
Por otro lado, el asunto puede involucrar una falta de respeto, dignidad, delicadeza…, por parte del pariente en cuestión. Normalmente, este tipo de comportamientos son válidos para justificar actitudes, por nuestra parte, que no contemplan los valores humanos. Desde el esfuerzo por conocerse a sí mismo, la solución adecuada no está en crear un conflicto familiar, complicar la vida de quien invita o simplemente no asistir, con las consecuencias que se derivan de tales decisiones. El asunto es afrontar y solucionar el hecho, si este fuera el caso. Dar respuesta a la falta de respeto o de dignidad, en lugar de condenar al autor de la acción. Concentrarse en los eventos, no en las personas, porque cada uno es libre de pensar, sentir y manifestar cualquier opinión. Las obras o las palabras indignas son una realidad tangible y acarrean consecuencias. Por esta causa, hay que dedicarles la atención y la actuación debidas, atrayendo lucidez y cualidades humanas en el momento oportuno, si es necesario y útil hacerlo.
Actos dependientes de la ley de accidentes
Estos actos, fruto de escenas que vuelven y donde sus protagonistas obran porque el sujeto se identifica, se consideran dependientes de la ley de recurrencia. La identificación de la personalidad con idealismos económicos, políticos, sociales, culturales, nacionalistas, etc.; así mismo, la fascinación del hombre y de la mujer por un credo, las ambiciones egoístas de una comunidad o de un individuo; el establecimiento de la supremacía, del control, de unos sujetos sobre otros, de unos países sobre otros; el miedo a lo desconocido, la incertidumbre, los recelos a la diferencia, las alambradas en defensa de los intereses materiales y los privilegios; y una interminable lista de actitudes egocéntricas donde el sentido ético y humano desaparecen, son causas de los desastres de la humanidad. La ignorancia provocada por el subconsciente es el origen de conflictos, desequilibrios, injusticias, disputas, luchas, violencias…, de todo tipo. La recurrencia del ego es una fuente de sufrimiento, miseria, complicaciones, indignidad…, que amarga la existencia de la humanidad en su conjunto. Los actos dependientes del principio de recurrencia son altamente circunstanciales, mecánicos, estériles y atraen el hastío a la persona; determinan un desarrollo interior nulo.
La ley de la recurrencia no es única, existe otra en la creación que se asocia a lo aleatorio, la cual se denomina la ley de accidentes. El mundo material acarrea axiomas, elementos y principios que rigen el plano físico. Toda Esencia que posee existencia se expresa por medio de un organismo físico, el cual ocupa un espacio. Esta realidad engendra, por un lado, que la persona esté limitada a estas leyes que gobiernan la materia y, por el otro, alberga una gran trascendencia y responsabilidad. Si un estudiante no respeta suficientemente su cuerpo, lo coloca en lugares peligrosos o realizan actividades de alto riesgo, la posibilidad de ser víctima de esta ley se multiplica considerablemente. Por ejemplo, cuando un sujeto conduce un vehículo a una velocidad que excede los 200 Km/h. en un tramo con curvas donde se aconseja ir a 60 Km/h., el porcentaje de sufrir un accidente es muy alto. Aunque, el ser humano siempre está sometido a este principio, existen muchas actividades que, en gran medida y a pesar de tomar todas las precauciones, acarrean una mayor probabilidad de padecer un percance. La práctica de deportes de alto riesgo o extremos, en los cuales sus aficionados sufren lesiones de diversa consideración, incluso se pierde la vida; empleos donde se trabaja en altura, con materiales pesados o productos químicos; soldados destacados en zonas de conflictos; etc. Todas estas profesiones arrastran por sí mismas una mayor dependencia a la ley de accidentes. En cualquier momento, uno puede sufrir un daño, porque uno ocupa un lugar en el espacio y nuestro cuerpo es vulnerable. Por esta causa, uno precisa estar presente en todo momento a su propia intuición y ser consecuente con ella, debido a que informa de la eventualidad que deriva en un perjuicio.
El estudiante no debe confundir este principio de accidentes con el principio de causa y efecto. Este último se vincula a lo que uno acarrea en función de sus propios hechos, actitudes…, igualmente, uno puede ser víctima de la acción de otra persona o un colectivo. Esto nada tiene de accidental, aunque la acción sea realizada de forma improvisada o sea una respuesta instintiva. La ley de accidentes es aquella que no se liga directamente a una acción humana. Por ejemplo, un balcón se derrumba a los cincuenta años de haberse construido y la desgracia es que debajo hay una persona que sale herida. Este hecho tiene una causa, por ejemplo, que hubo un deterioro por una canalización de aguas que se rompió y el edificio estaba deshabitado, u otra centena de posibilidades. El caso es que la persona se hallaba debajo en ese preciso momento por casualidad[5], de modo fortuito, no por causalidad. Este sujeto resultó herido por el azar. Del mismo modo que alguien que compra un décimo de lotería y su número es agraciado con un premio. La cuestión de la ley de accidentes se plantea cuando son varios los elementos imprevisibles que convergen o coinciden en un momento y lugar determinado.
Actos dependientes del principio de epigénesis[6]
Los actos dependientes del principio de epigénesis son aquellos que se relacionan con la conciencia y son acciones deliberadas y objetivas. Estas obras son fruto del trabajo interior o de una acción derivada de la Esencia libre, consecuencia de una voluntad ejercida en el tercer estado de conciencia. Esto es posible debido a que este esfuerzo consciente e intencional libera, poco a poco, la Esencia embotellada. Junto con ella, el alumno recupera el porcentaje de facultad humana, conciencia, voluntad y autonomía que se encontraba encerrada en el “mí mismo”.
El principio de epigénesis es la capacidad de crear circunstancias nuevas o de modificar las existentes. El individuo es capaz de desplegar este tipo de actos en la medida que evita la identificación y adquiere dominio sobre sí mismo. Las acciones subordinadas de este principio de epigénesis son diametralmente opuestas a los actos generados por la ley de recurrencia. Ambos se excluyen mutuamente, de igual modo que lo hacen la conciencia libre y el ego o conciencia enfrascada en un defecto.
Modificar situaciones existentes es factible cuando la persona aprehende la raíz de una recurrencia y la supera o crea una respuesta inteligente basada en el desarrollo íntimo. Tal como se explicó en un ejemplo anterior en lugar de repetir el error, si uno evita la identificación y cambia su modo de pensar y sentir una escena, la acción también será diferente. Esto significa que existe una modificación del hecho existente, a causa de que el individuo, igualmente, cambió. La transformación se establece firmemente en un nivel superior de Ser, en el momento que la Esencia condicionada se emancipa de su propia ignorancia y elimina el ego.
Obrar acontecimientos originales o nuevos, desde la perspectiva de la epigénesis, implica una participación activa de varios factores:
Ø   El centro de la acción precisa ser el alma y su desarrollo.
Ø   Esta labor se dirige hacia el beneficio de otras Esencias sin distinción o un bien común que las integre.
Ø Esta actividad se inicia por la comprensión de una necesidad humana o espiritual. Se inspira en la sensibilidad del corazón, donde están presentes los valores de humanidad. La dedicación y la voluntad se asumen con la conciencia de concretar en su acción la dignidad y la trascendencia del individuo.
Muchos personajes de la historia crearon acontecimientos desde la propia voluntad, conciencia y de manera fehaciente. A continuación, se citan brevemente varios ejemplos de actos dependientes de la ley de epigénesis en distintos ámbitos humanos.
Juana de Arco. (1412-1432). Con solo 19 años, edad con la que fue condenada a la hoguera, Juana de Arco fue una pieza clave de la reconquista de los territorios invadidos por los ingleses en la Guerra de los Cien Años, (1337-1453). Con 17 años, esta joven iletrada dirigió los ejércitos del delfín, Carlos VII. La determinación, estrategia, e inteligencia de esta mística obró a favor de la unidad perdida del reino de Francia, y precipitó el final de una guerra interminable y sangrienta. Una situación sostenida por luchas de poder entre ambiciosos y viles nobles, donde la víctima fue siempre el pueblo llano de las zonas en conflicto. Juana de Arco contribuyó a la desaparición del régimen feudal, una vez que el embrión de la nación se consolidó bajo una misma autoridad, y se dio paso al Renacimiento.
“Estamos perdidos, hemos quemado una Santa”. (Secretario del Rey de Inglaterra, después de la ejecución de Juana, Rouan, 30 mayo 1431).
Marie Curie. (1867-1934). Esta científica pionera en la investigación de la radiactividad recibió dos premios Nobel: Física (1903) y Química (1911), único científico en conseguirlo en dos disciplinas distintas hasta ahora. Su existencia se instauró en una lucha continua debido a las adversidades y las limitaciones propias de su tiempo, por su condición de mujer y ser extranjera. Esta brillante investigadora fue una precursora en todos los terrenos. Recibió Enseñanza Superior de forma clandestina en Polonia, su país de origen, invadido por Rusia. Tuvo que trasladarse a París para estudiar en la universidad, trabajar para pagarse sus estudios, siendo una estudiante excelente y autodidacta, pasó hambre y sufrió desmayos de agotamiento.
Fue la primera mujer designada profesora en la Sorbona[7], así mismo, la única mujer invitada al congreso Solvay, donde se reunieron científicos de renombre de todo el mundo en 1911.
Soportó críticas, calumnias, y menosprecios a raíz de su relación amorosa con el científico Paul Langevin (1872-1946), que estaba casado, mientras que ella llevaba cinco años viuda. Este escándalo, donde se justificaba la situación de Langevin, y se condenaba a Marie de romper matrimonios, sirvió para rechazarla como miembro de la Academia de las Ciencias de Francia.
En su infancia pierde a su madre y hermana mayor, esto le marcó y su amor a la ciencia se inspiró en la tarea de salvar vidas. Sus conocimientos se aplicaban en el campo de la medicina, principalmente, en la lucha contra el cáncer y su tratamiento con radioterapia.
“No puedes esperar construir un mundo mejor sin mejorar a los individuos. Con ese fin, cada uno de nosotros debe trabajar para mejorarse a uno mismo y, al mismo tiempo, compartir una responsabilidad general para con toda la humanidad, siendo nuestra responsabilidad particular ayudar a aquellos para quienes creemos que podemos resultar más útiles”. (Marie Curie).
En la Primera Guerra Mundial, promovió el primer vehículo que transportaba un aparato de rayos X para visualizar roturas y objetos metálicos en el cuerpo humano. Este automóvil se trasladaba hasta los campos de batalla para diagnosticar a los heridos de guerra y facilitar operaciones sin apenas desplazarlos. Durante toda la contienda, paralizó sus investigaciones y se movilizó con la ayuda de la Cruz Roja en esta actividad. Transformó el “Instituto del Radio”, bajo su dirección, en una escuela para formar ayudantes de radiología que asistieran en estas ambulancias y hospitales.
La vida de Marie Curie es un ejemplo de epigénesis. Creó circunstancias nuevas y modificó las existentes, puesto que derribó muros de prejuicios machistas, envidias y celos en el ámbito científico, y la ignorancia de una sociedad y época reaccionarias. A pesar del deterioro de su salud debido al contacto permanente con sustancias radioactivas, la investigadora continuó con sus trabajos y sacrificó su vida para contribuir al progreso de la humanidad.
“La vida no es fácil para ninguno de nosotros. Pero, ¿y qué hay con eso? Debemos tener perseverancia y sobre todo confianza en nosotros mismos. Debemos creer que estamos dotados para algo y que esta cosa debe ser lograda”. (Marie Curie).
Rabindranath Tagore. (1861-1941). Este poeta bengalí se destacó por ser el primer escritor no europeo en recibir el premio Nobel de Literatura (1913); fue ensayista, artista, novelista, músico, compositor, pintor y dramaturgo. Dos de sus canciones son ahora los himnos nacionales de Bangladesh e India. Viajó por todo el mundo dando conferencias sobre la importancia de unir los patrimonios culturales de Occidente y Oriente y de una unión entre los pueblos. Esto ocurrió en una época en la que, tanto en Europa como en Asia, se instituían grandes partidos nacionalistas. Así mismo, optó por el pacifismo como Gandhi con quien le unía una gran amistad.
Independientemente de la gran cantidad de obras y calidad de las mismas, composiciones musicales, etc. hay que destacar su contribución a la educación. Tagore fundó en Shantiniketan (Bengala), una escuela experimental donde estaban presentes los valores de humanidad, la espiritualidad, la meditación y la reflexión intelectual.
“La vida estaba organizada de tal manera, que la sensibilidad e imaginación del niño podían ser constantemente alimentadas por un contacto permanente con la naturaleza, por el libre acceso a todas las formas de arte o de expresión de uno mismo. En definitiva, no se trataba simplemente de desarrollar sus facultades mentales, sino de tratar de abrir su alma a una espiritualidad viva y no dogmática”. (R. Tagore. La morada de la paz. Cap. Nota bibliográfica).
Hoy en día, esta institución es una de las más prestigiosas de la India; es conocida como universidad mundial “Visva Bharati” y está asumida por el Ministerio de Educación de ese país.
“Las labores de Tagore como asistente y mentor en Shantiniketan le tuvieron ocupado durante los siguientes años, dando clases por las mañanas y elaborando personalmente los libros de texto de los alumnos durante las tardes”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: Rabindranath Tagore).
Mahatma Gandhi. (1869-1948). La acción de este líder pacifista, político y espiritual reveló a la humanidad que se pueden defender los derechos y recuperar la libertad individual y de todo un pueblo sin recurrir a la lucha armada o violenta. Esta doctrina conocida como “ahimsa o no violencia” fue su inspiración y permitió la recuperación de la soberanía del pueblo indio, administrado por los ingleses. Gandhi supo proceder con respeto, valores humanos y tenacidad frente a sus adversarios, que a pesar de su oposición, claudicaron.
Este líder fundamentó su acción en la no colaboración con los colonizadores, esto evidenció la imposibilidad de gestión del país. Este ejemplo político posee un valor extraordinario desde el principio de la epigénesis en el logro de la justicia y la libertad. Gandhi demuestra como una mente sensata, una conciencia inspirada en los atributos humanos y una acción perseverante, alcanzan propósitos dignos y justos.
“La no violencia requiere una mente, una boca, y unas manos, pacíficas”. (Gandhi).
Madre Teresa de Calcuta. (1910-1997). Esta religiosa dedicó su vida a atender las necesidades de pobres, enfermos, huérfanos y desahuciados. Empezó en la ciudad de Calcuta, India, por una intuición al ver un moribundo en la calle que nadie advertía, el cual estaba siendo atacado por insectos y roedores. Más adelante, se unieron otras compañeras y, finalmente, muchas más, lo que dio origen a la congregación de las “Misioneras de la Caridad”, la cual no pudo ser formalizada hasta 1965. La Madre Teresa creó esta orden piadosa cuyo propósito es ayudar a los marginados, independientemente de sus creencias; esta se expandió por la India y en el mundo entero. Esta monja fue canonizada santa por la Iglesia católica en el 2016 por el Papa Francisco I.
Tal como ocurrió a los personajes anteriores, se enfrentó a todo tipo de adversidades y obstáculos erigidos, tanto por las autoridades políticas como religiosas. Su labor humanitaria es un ejemplo de actos dependientes de la ley de epigénesis en el ámbito de la compasión, donde destacó su férrea voluntad, y el dinamismo en su acción. Su actividad se centró en aliviar el sufrimiento humano y dar testimonio de amor al prójimo según sus convicciones espirituales. Obtuvo el Premio de la Paz en 1979.
“Los pobres tienen necesidad del servicio de nuestras manos, del amor de nuestros corazones”. (Madre Teresa de Calcuta. Un pensamiento cada día[8]. Cap. 2 de agosto).
Vicente Ferrer. (1920-2009). Este hombre singular entró en la orden eclesiástica “Compañía de Jesús” después de la Guerra Civil Española para ayudar a los demás. En 1952 llegó a la India y dedicó su vida a erradicar el sufrimiento de los más pobres y discriminados. Vicente Ferrer fue capaz de crear un sistema de ayudas donde potenció la cooperación entre los habitantes de la zona. De modo que las personas asistidas se involucren en un bien común, movilizando las conciencias en un esfuerzo por acabar con las propias necesidades y las de los demás. Este cooperante tuvo que enfrentarse a diversas dificultades que le acarreó, entre otras, dejar la orden de los Jesuitas y ser expulsado del país. No obstante, su determinación, lucidez y humanidad encaminó su fundación a ser un referente en la cooperación internacional. Así mismo, es todo un ejemplo de epigénesis en el ámbito de la fraternidad, debido a que con voluntad y conciencia obró un milagro, tal como él mismo revela: “Soy testigo directo de que es posible cambiar este mundo”.
Sus referencias más notables fueron una conciencia cabal de la realidad y, en consecuencia, “una acción” precisa fundamentada en ella. Hombre de profundas convicciones espirituales siempre mantuvo presente la fe en el centro de su actividad y decisiones, por lo que experimentó por sí mismo la acción de la providencia.
“El hombre tiene el deber de hacerlo todo más humano. Esta transformación tiene que empezar en el individuo y llegar a abrazar la sociedad entera…” (Vicente Ferrer. Encuentros con la realidad. Cap. La conducta ética. La ascesis).
Nelson Mandela. (1918-2013). Este activista por la igualdad en Sudáfrica, contribuyó con su carisma y facultades humanas a desmantelar de modo ejemplar el modelo del apartheid, régimen institucional de segregación racial. La discriminación étnica siempre estuvo presente desde la colonización del país por los europeos. Sin embargo, en 1948, el apartheid se instauró paulatinamente de modo formal y jurídico. Nelson Mandela se opuso a este sistema y fue encarcelado durante 27 años. Por presiones internas e internacionales, Mandela fue liberado, se ocupó de establecer consensos con sus opositores y una reconciliación nacional entre los distintos estamentos multiculturales. Objetivo que cumplió como primer presidente electo democráticamente en sufragio universal. Una vez asumido el gobierno, tuvo que sobrepasar enormes presiones tanto de la comunidad negra como de la blanca. No obstante, fue capaz por medio de la experiencia adquirida, de convencer a todos en el abandono del rencor, el ejercicio de la violencia y de centrarse en el futuro que se abría a la nación del Arco iris. El éxito se basó en su capacidad de liderazgo, voluntad de reconciliación y sacrificio, el cual llevó a buen término el asentamiento de la democracia y de la concordia en Sudáfrica. Por esta causa, Nelson Mandela junto a su oponente político, Frederik de Klerk, fueron galardonados con el Premio Nobel de la Paz en 1993. También es considerado por su pueblo el padre de la Nación.
“He anhelado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero lograr. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”. (Nelson Mandela, fragmento del discurso en el proceso de Rivonia, Tribunal Supremo de Pretoria, 1964).
Estos personajes consiguieron con su esfuerzo, valentía y sensatez aportar un beneficio a la Humanidad. Siempre hubo mujeres y hombres capaces de ir más allá de los modelos convencionales de la personalidad y de las imposiciones sociales, políticas o religiosas. Estos comprendieron que es preciso salir de la rueda de la repetición de hábitos, costumbres y tradiciones para desplegar acciones valerosas y contribuir a un mundo más abierto, justo y humano. Desde el autoconocimiento, esto se define como actos dependientes del principio de epigénesis, los cuales se convierten en un ejemplo para todos de dignidad.
Tabla de ilustraciones
 “Ouroboros”, (1478). Autor: Iluminador medieval anónimo. Localización: Codex Parisinus graecus 2327, Fol. 279. Tratado de alquimia de Sinesio, el cual se ha perdido; copia hecha por Teodoro Pelecanos en Heraclion, Creta. Este símbolo es común a varias civilizaciones milenarias, Egipto, Nórdicos, Grecia y tradiciones esotéricas, y engloba, por lo tanto, distintos significados. Este alude a la Unidad o al Todo, asimismo, entre otros, representa el eterno retorno o los procesos cíclicos de la naturaleza y presentes en toda la creación.
“La rueda de la fortuna”, (1883). Autor: Edward Burnes-Jones. Localización: Museo de Orsay, Paris. Este cuadro muestra como todos los seres humanos se hallan sometidos a este principio de la recurrencia. En la ilustración se aprecian tres hombres que reflejan el alma que gira en esta rueda de la fortuna o del destino, manipulada por una mujer, que simboliza la ley del eterno retorno. Todos los retratados se hallan ausentes. Cada uno acarrea un objeto que lo identifica con un rol de la personalidad: en la parte baja con una aureola, el triunfador; en la zona media con una corona y un cetro, el rey o las clases altas; y finalmente en la parte superior, el esclavo con cadenas en los pies que alude al pueblo oprimido y sin recursos. Todos repiten ciega y continuamente sus roles, atrapados en este eterno retorno que organiza la existencia.
“La vigilancia”, (1866). Autor: Pierre Puvis de Chavannes. Localización: Museo de Orsay, Paris. La atención plena, la conciencia o la vigilia de los estados psicológicos se alegorizan con la luz.
“Cuatro alegorías -Prudencia-, (1490). Autor: Giovanni Bellini. Localización: Galería de la Academia de Venecia. La prudencia es una facultad que fue cultivada por las civilizaciones antiguas. En la figura se aprecia a una mujer sobre un pedestal, con objeto de darle importancia; su desnudez alude a que es un atributo de la Esencia, se despliega de modo natural y espontáneo. El espejo que refleja a quien se halla frente a ella, indica que la prudencia proviene del discernimiento, y de la capacidad de verse a sí mismo. Los niños manejan instrumentos musicales para llamar la atención, simbolizan la necesidad de estar atentos a esta virtud.
“Representación de Juana de Arco”, (1429). Autor: Clément de Fauquembergue. Localización: Archivo Nacional de Paris. Único dibujo de Juana de Arco en vida.
Lectura
¿Es la verdad algo finita, absoluta, fija? Nos gustaría que fuera absoluta, porque entonces podríamos refugiarnos en ella. Quisiéramos que fuera permanente, porque así podríamos afirmarnos en ella y encontrar allí la felicidad. Pero, ¿es absoluta la verdad, es continua, puede experimentarse una y otra vez? La repetición de la experiencia es el mero cultivo de la memoria, ¿no es así? En instantes de quietud puedo experimentar cierta verdad, pero si me aferro a esa experiencia por medio de la memoria y la convierto en absoluta, fija, ¿es eso la verdad? La verdad, ¿es la continuación, el cultivo de la memoria? ¿O la verdad puede descubrirse sólo cuando la mente se halla por completo quieta, silenciosa? Cuando mi mente no está presa en los recuerdos, cuando no cultiva la memoria como el centro del reconocimiento, sino que está atenta a todo lo que digo, a todo lo que hago en mis relaciones, en mis actividades, viendo la verdad de todo tal como se manifiesta de instante en instante, ese es, por cierto, el camino de la meditación, ¿verdad? Hay comprensión tan sólo cuando la mente está quieta, y la mente no puede estar quieta mientras se desconoce a sí misma. Ese desconocimiento no se disipa mediante ninguna forma de disciplina, ni yendo en pos de ninguna autoridad, antigua o moderna. Las creencias sólo generan resistencia, aislamiento, y donde hay aislamiento no es posible que haya serenidad. La serenidad interna adviene únicamente cuando comprendo todo el proceso de mí mismo, las diversas entidades que componen el “yo” y están en conflicto la una con la otra. Como esta es una tarea ardua, recurrimos a otros para aprender distintos trucos, a los que llamamos “meditación”. Los trucos de la mente no son la meditación. La meditación es el principio del conocimiento propio; sin meditación, no hay conocimiento propio. (J. Krishnamurti. El libro de la vida. Cap. Diciembre. El camino de la meditación).
Películas
“Atrapado en el tiempo”, (2013). Director: Harold Ramis. Esta comedia cuenta como, en un pequeño pueblo de Pensilvania, un periodista antipático se ve condenado a revivir, una y otra vez, el mismo día, hasta que cambia su modo de ser.

“Gandhi”, (1982). Director: Richard Attenborough. Película que cuenta su vida y, particularmente, su acción política.
“Vicente Ferrer”, (2013). Director: Agustín Crespi. Película basada en la vida del cooperante.

“Invictus”, (2009). Director: Clint Eastwood. Film que muestra el inicio de la presidencia de Nelson Mandela y la relación del equipo de rugby, los springboks, en la reconciliación nacional.

“Invictus cuenta la verídica historia de cómo Nelson Mandela unió sus esfuerzos con el capitán del equipo de rugby de Sudáfrica, François Pienaar, para ayudar a unir el país. El recién elegido presidente Mandela es consciente de que su nación sigue estando dividida tanto racial como económicamente debido a las secuelas del Apartheid”. (www.almudi.org/peliculas/invictus).
“Marie Curie”, (2016). Director: Marie Noëlle. Este film narra distintos enfrentamientos y dificultades a los que esta científica fue sometida por su condición de mujer.
“Los méritos de Madame Curie”, (1997). Director: Claude Pinoteau. Este película se centra en el trabajo de los Curie y las incursiones de Sr. M. Schutz, director de la escuela, que sueña con un gran descubrimiento de sus investigadores para obtener por fin honores académicos.
“El proceso de Juana de Arco”, (1962). Director: Robert Bresson. Este film se centra en el juicio a Juana por los ingleses que determinó su condena. Los textos son originales a las actas del proceso, tal como se desencadenaron los interrogatorios.
-"Juana, ¿crees que estás en estado de gracia?"
-"Si no estoy, Dios quiera ponerme; si estoy, Dios quiera mantenerme". (Juicio a Juana de Arco, respuesta a una pregunta en su tercer interrogatorio. 24 febrero 1431).


Poema
¡Qué pena!
¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!
¡Qué pena si esta vida tuviera
-esta vida nuestra-
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!
¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!
León Felipe
  
    La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en los dos tomos de esta obra ampliados, y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se publicarán en este blog.       La obra se halla, tanto en la versión e-book como en papel en Amazon donde se realizan los pedidos, y se entregarán a la dirección indicada con la garantía que ofrece esta plataforma. Aquí tienes el enlace. 

https://www.amazon.com/gp/product/B08Q8SFNHV?ref_=dbs_p_mng_rwt_ser_shvlr&storeType=ebooks

Existe más información sobre esta publicación en este mismo blog en la primera entrada de diciembre de 2020, y en esta misma dirección Web en Amazon.


[1] Costumbre o práctica adquirida por frecuencia de repetición de un acto”. (Diccionario Wordreference).
[2] “El tabaco es una de las mayores amenazas para la salud pública que ha tenido que afrontar el mundo... La mayoría de los fumadores que conocen los peligros del tabaco desean dejarlo”. (Pág. WEB de la Organización Mundial de la Salud. Clave: tabaco).
[3] Definición diccionario Wordreference: “Combinación de ideas, tendencias y emociones inconscientes y generalmente adquiridas durante la infancia, que influyen en la personalidad y conducta de un individuo”.
[4] Definición: “calidad de una persona que vale”.
Valer: “Del latín, “valere”, ser fuerte, estar sano, tener tal o cual valor.
Ser de naturaleza, o tener alguna calidad, que merezca aprecio y estimación”. (Diccionario RAE).
[5] Definición en el diccionario Wordreference: “combinación de circunstancias imprevisibles e inevitables, causa o fuerza a la que supuestamente se deben los hechos y circunstancias imprevistos, especialmente la coincidencia de dos sucesos”.
[6] Esta palabra proviene del griego, significa: “epi”, encima o sobre, y “génesis”, generar, producir. Este vocablo se utiliza en diferentes disciplinas científicas con distintas acepciones. El autoconocimiento entiende “epigénesis” como la acción consciente que se deriva de la comprensión de la realidad y excluye la reacción predefinida por un hábito o un agregado psicológico.
[7] “Es una [...] gran victoria feminista que estamos celebrando hoy. Porque si a las mujeres se les permite dar clases en la Enseñanza Superior a alumnos de ambos sexos, ¿dónde estará, de aquí en adelante, la supuesta superioridad del varón? En verdad, os digo: el momento está cerca de que las mujeres se convertirán en seres humanos”. (Editado el 1º de mayo de 1906, en “Le Journal”, periódico de la época, que desapareció en 1944).
[8] Autores: José L. González-Balado y Janet N. Playfoot Paige, recopilación de sus mensajes diarios en el transcurso de su labor en el seno de la congregación.