sábado, 26 de diciembre de 2020

La Esencia libre

     “Lo que hace bello y adorable a todo niño recién nacido es su Esencia; esta constituye en sí misma su verdadera realidad”. (Samael Aun Weor. “Psicología revolucionaria”. Cap. La Esencia).

Introducción

     Este capítulo profundiza sobre el factor Esencia y sus características generales. El alumno precisa reconocer la expresión de este agente dentro de sí mismo y observar detenidamente
sus cualidades para hacerse consciente de ellas. Esta Esencia libre es una porción de alma y constituye la “auténtica realidad ontológica[1]” más cercana de todo individuo. El texto propone varias definiciones de este factor a causa que aglutina en su naturaleza un amplio abanico de expresiones y propiedades. Esto indica que este principio anímico acarrea una gran importancia en la existencia de todo ser humano. 
     En general, esencia[2] es aquello que constituye la naturaleza de las cosas; un conjunto de características permanentes, invariables, necesarias e imprescindibles que determinan a un ser o una cosa y sin las cuales, no sería lo que es; también se puede entender por este término como lo más importante o más puro de una cosa o una persona. Todas estas definiciones se hallan en la mayoría de los diccionarios. 
     El autoconocimiento concibe la Esencia como una chispa ígnea o llama que nunca se apaga; una minúscula porción de la energía inmanente que no se crea ni se destruye, la cual surge de la misma fuente ignota que sostiene la creación. En el aspecto humano, los antiguos griegos usaron el vocablo “psique[3]”, su sinónimo en latín es “ánima”, ambas relacionadas con el elemento aire y designan a la Esencia. Los clásicos la definieron como el aliento vital que se incorpora en la primera inspiración del recién nacido y que lo abandona en la expiración del moribundo. 
     ¿Cómo definir la Esencia? 
     El alma es una experiencia vital. Difícilmente una descripción racional recoge la diversa y original sutiliza de su manifestación. Cada persona goza de una vivencia particular e íntima con su Esencia o “auténtica realidad interior”. En la práctica se observa que la mente del estudiante opone cierta resistencia a percibir el hondo significado que acarrea su expresión. No obstante, todo sujeto nace con un porcentaje de Esencia libre, la cual se despliega en los primeros años de la existencia. Esta porción soberana de la psiquis atrae sobre el recién nacido, todas las cualidades humanas que se manifiestan en él de modo natural y espontáneo. Todas las personas reconocen la belleza, sencillez e inocencia del niño de corta edad debido a que contemplan su Esencia. Esta realidad evoca que la Esencia libre es la depositaria de un conjunto o cúmulo de atributos, facultades y principios anímicos que originan en el individuo su sentido de humanidad. 
     Dentro del sujeto coexisten dos tipos de Esencia: una fracción del +/- 3% de la totalidad del alma se halla libre y el +/- 97% restante, está embotellado. Este último se expresa condicionado por una estructura mental inconsciente (ego) que la encarcela y caracteriza una carencia o un defecto de virtud. 
     Normalmente, la expresión del alma libre es ignorada o incomprendida por la persona porque no está familiarizado con su naturaleza. En ocasiones, la experiencia de este factor se vive con curiosidad, extrañeza, extravagancia…, que algunas veces, agrada y, otras, se rechaza o recela, mas no se asocia a una realidad ontológica. 
     No obstante, en la Esencia se halla la base de la organización psicológica del sujeto, de su posterior ordenamiento, y edificación interna. Este agente contiene el principio inteligente, la conciencia, y de modo latente, todas y cada una de las aptitudes del “Hombre completo”. En sí misma, esta fracción de alma es una semilla que precisa un desarrollo formal. Por un lado, su crecimiento estructura la individualidad del alumno y, por otro, facilita el abandono las conductas estereotipadas de la personalidad para su equilibrio.

El sentido del autoconocimiento y de la ciencia de la meditación

     El objetivo del autoconocimiento es saber acerca del ser racional que soy. Sinceramente, es necesario cuestionarse sobre lo qué sé, por mí mismo, en esta cuestión. Quien practica durante un tiempo esta enseñanza, experimenta con su estado de presencia que existen tres factores o vehículos de expresión diferentes dentro de él. Estos tres agentes que se estudiaron someramente en el inicio del curso son: la personalidad, la Esencia libre y la Esencia embotellada (agregado psicológico o ego). 
     El sentido real de la práctica del conocimiento de sí y la meditación es aprehender en un momento dado, ¿cuándo?, ¿cómo?, y ¿por qué causa estos factores se expresan? Si alguien ignora qué agente se manifiesta a través de sus funciones, significa que está ausente en el plano psicológico de la escena; de este modo, el individuo es controlado por energías internas o voluntades que desconoce y será incapaz de evitar sus acciones erróneas y los efectos que acarrean. En estos casos, la persona actúa condicionada por sus patrones o hábitos adquiridos. 
     Todos los seres humanos tienen necesidades físicas básica, sociales, de protección, seguridad, dignidad, realización personal, etc. que él mismo debe cubrir. El autoconocimiento se ocupa de dar respuesta a las necesidades psicológicas y ontológicas de todo sujeto en la medida que las percibe. Existe una gran dificultad en elaborar una lista finita de necesidades humanas en estos dos planos debido a que cada uno invocará las suyas. No obstante, es interesante tratar de reflexionar sobre este asunto y preguntarse, ¿cuáles son, a grandes rasgos, estas necesidades? 
· Todo individuo precisa de equilibrio psicológico, gozar de suficiente capacidad para preservar la serenidad y la lucidez ante las dificultades de la existencia. Esto incumbe a la personalidad equilibrada. Cuando un sujeto pierde la estabilidad interior es víctima de la insensatez, del nerviosismo y de la confusión. Uno evitaría una gran cantidad de errores si se ocupara de adquirir equilibrio en el modo de pensar, sentir y obrar ante los impedimentos que surgen de la convivencia diaria. Por ejemplo, en el momento de resolver problemas. 
·  Otra necesidad interna notable es el desarrollo y el uso consciente y voluntario de valores de humanidad en los distintos escenarios donde estos se precisan. Por ejemplo, todos los padres ante sus hijos requieren desplegar ternura, serenidad, tolerancia, paciencia, comprensión, sacrificio, etc. En definitiva, facultades humanas que responden a una acción inteligente que aporta felicidad en el hogar y las relaciones familiares. La práctica de atributos dignos de humanidad es una necesidad que uno no debe desdeñar, puesto que su carencia origina desequilibrios en todos los ámbitos de la vida. La aplicación de valores no se fundamenta en una moral o una ética determinada, más bien, por una actitud sensata y responsable con la naturaleza humana que define a todo individuo. 
·  Finalmente, en esta escala de necesidades psicológicas y ontológicas, donde pueden incluirse muchas más, sería oportuno acabar con la raíz del sufrimiento interno[4]. Este dolor psicológico provocado por emociones, afanes y pensamientos negativos o destructivos, el cual uno desconoce su causa, ni sabe cómo gestionarlos. Todo sujeto nació para disfrutar plenamente de la vida, no para encadenarse al padecimiento por el hecho de existir. Dejar de sufrir es ciertamente la necesidad más universal y significativa a la cual se enfrenta el género humano. Todo el mundo padece por algo, muy pocas son las personas que gozan de bienestar integral. El error es una de las causas más relevantes del sufrimiento. Un modo equivocado de pensar y sentir la realidad y obrar en consecuencia, acarrea como efecto una distorsión con respecto a ella, lo que deriva en dolor para la persona. 
   Estas necesidades internas, como muchas otras, son cubiertas por una práctica que acceda a un conocimiento propio de sí mismo. Esto es posible debido a que toda la gente posee un pequeño porcentaje libre de Esencia y conciencia donde se halla la base de su organización psíquica. Ignorar el alma y sus capacidades intrínsecas es un despropósito, significaría reproducir conductas y patrones recurrentes sin aprender de sus carencias y consecuencias. 
     Por otro lado, disfrutar de una enseñanza versada en la Esencia y su desarrollo precisa de una reflexión sincera por parte de quien la recibe. Uno de los pilares más importantes del progreso de la civilización es su capacidad de transmitir los conocimientos adquiridos de una generación a la siguiente. La educación proporciona a niños y jóvenes la base de la cultura, la integración en la sociedad, el aprendizaje de humanidades, la especificación en todos los ámbitos profesionales, técnicos y científicos, etc. Escuelas, institutos y universidades son la correa de transmisión del legado de todo lo que un pueblo o una nación han aprendido a lo largo de los siglos, y que sigue vigente a través de todos los actores del saber. Imagínese que de repente, bibliotecas, centros de enseñanza y profesores y junto a todos ellos, este patrimonio desapareciera; este escenario revelaría lo indispensables que son los conocimientos adquiridos para comprender el mundo que nos rodea. La humanidad perdería su bien más valioso y volvería a una época de ignorancia y superstición. ¿Cuántas dificultades halla una persona analfabeta, sin cultura ni instrucción en su vida cotidiana? 
    “Malala”, adolescente pakistaní, sufrió un atentado por defender la asistencia de las niñas a la escuela en un Blog, cuando los talibanes lo prohibieron. Por su determinación a esta causa, valentía y ejemplo, fue premiada con el Nobel de la Paz en 2014, junto a “Kailash Satyarthi”, activista indio por los derechos de los niños, la lucha contra el trabajo infantil, y el derecho a la educación.

"Volver al colegio me hace muy feliz. Mi sueño es que todos los niños en el mundo puedan ir a la escuela porque es su derecho básico". (Malala Yousafzai, 19 de marzo de 2013).

     Existen muchas organizaciones que trabajan en pos de la educación de los niños en el mundo. Estas resaltan su importancia y necesidad como un factor de progreso individual y colectivo. La mayoría de los países Occidentales regulan una educación obligaría hasta los 16 años. 
Estos hechos sobre la importancia de la instrucción, conllevan atraer la atención a la enseñanza de la Esencia libre. La educación formal se olvida de ella, la sumerge bajo patrones, normas y hábitos propios de la socialización[5]. 
     Si la formación del niño es vital, ¿no lo sería mucho más, disponer de un aprendizaje dirigido al alma de la persona? Una educación cuyo objetivo sea guiar al alumno para descubrir, por sí mismo, su propia naturaleza interior y auténtica realidad, cultive qué y quién es. 
     Todo individuo que anhela equilibrio, dejar de sufrir…, y goza de una didáctica que le facilita este cometido, es afortunado. La cuestión es, si uno es consciente de este hecho, en qué medida lo valora y es digno de él. Darle contenido a esta enseñanza es practicarla, convertirla en vivencias propias y directas. Esta cumpla con la función a la que está destinada: produzca una transformación íntima, integre plenitud y bienestar, sea útil en la vida cotidiana… Básicamente, el estudiante adquiera más conciencia de sí mismo y aprenda a vivir sabiamente. 
     Esto es similar a la educación formal, muchos escolares disfrutan de edificios acondicionados, profesores formados, libros, planes de estudios, etc. Sin embargo, muchos de ellos no aprovechan ni valoran cabalmente todos los medios desplegados para su educación. Más aún, los menoscaban, sabotean continuamente las clases, incluso les faltan el respeto a los profesores…, pierden un tiempo y una oportunidad valiosa de formarse. Estos adolescentes son inconscientes del perjuicio que se hacen a sí mismo. 
    Es necesario reflexionar sobre el autoconocimiento y captar su auténtica vocación y relevancia; comprender profundamente que el desarrollo armonioso de las facultades humanas en el sujeto es de una utilidad primordial para él y la sociedad. Cuando un ciudadano aprehende su realidad como alma y se emancipa, se resuelven muchos problemas humanos tanto individuales como colectivos. La capacidad de perdonar, ser justo, comprensivo, digno, amable, tolerante, paciente, sencillo, humilde, sensato…, y un largo etcétera, están dentro del ser humano, no fuera. Si una sociedad anhela justicia, cada individuo precisa ejércela en su vida diaria. Si una comunidad aspira a la igualdad, necesita que cada persona la practique en su hogar, enseñársela a sus hijos. Si un pueblo quiere inculcar el respeto al prójimo, precisa que sus habitantes comprendan porque es útil y oportuno hacerlo; perciban cuál es su fuente, e inspiración íntima. Así mismo, cada sujeto sea un ejemplo de este valor, de este modo, la acción respetuosa saldrá del corazón y no será una norma mental percibida como una imposición. Si una sociedad anhela ser libre, requiere que cada persona lo sea psicológicamente, se libere de sus miedos, apegos e ignorancia. Es necesario cuestionarse sobre qué relación establece uno con su propia Esencia y si está dispuesto a esforzarse para liberarla de sus condicionamientos. 
    De este modo, el autoconocimiento y la meditación se ocupan de que el alumno voluntaria y conscientemente, por un lado, atraiga la atención plena sobre su Esencia libre y, por el otro, libere aquella que está atrapada.

Las líneas básicas del trabajo interior

   Se entiende por trabajo interior como el esfuerzo intencional y consciente[6] por la emancipación del alma y sus valores. Se pueden establecer tres direcciones:

·     Esta labor implica una firme resolución del sujeto en los hechos de “estar alerta” a la expresión de su Esencia, reconocerse como tal y advertir su manifestación a través de sus atributos.

·     Otra línea del esfuerzo a mantener presente, concierne a la personalidad propia, sus roles y características tal como se muestran en la vida diaria. El objetivo de este afán es advertir el estado de sueño que provoca, evitarlo y ejercitar con inteligencia una personalidad equilibrada.

·     La tercera tarea será aprehender los procesos de identificación, fascinación e hipnosis. Observar detenidamente por donde se estructura el condicionamiento de la Esencia en los centros[7] y descubrir los entresijos del subconsciente en la acción cotidiana.

      Ninguna propuesta de trabajo sobre uno mismo, ni el conocimiento propio que facilitan, es posible de modo eficaz sin una práctica cotidiana de la ciencia de la meditación. Un esfuerzo perseverante y diario en estos tres ámbitos citados, responderá a interrogantes que mujeres y hombres sabios de todos los tiempos plantearon. Toda Esencia precisa saber, por sí misma: quién es, cómo es realmente, por qué se halla en este plano de la existencia, etc. En el alma de toda persona existe un misterio por descubrir. La Esencia libre siempre se manifiesta por medio de un valor y lo hace de modo natural y espontáneo. Este factor se despliega en los primeros años de vida. Sencillez, inocencia, pureza, humildad, belleza, bienestar, sensibilidad, serenidad…, un largo etcétera, son cualidades que se observan con facilidad en los niños. 
    En cada periodo de la vida, la Esencia trata de expresarse, pero la personalidad no es capaz de reconocerla. A continuación, se despliegan algunas muestras de su presencia según el infante se transforma en adulto. Estas disposiciones de la Esencia cambian debido a que inquietudes y actividades son diferentes según avanzan las etapas de su desarrollo vital.

La expresión de la Esencia en las distintas edades de la persona

“De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” (Marcos 10:15).

Del nacimiento hasta aproximadamente los tres años, el centro de gravedad psicológico del chico se halla en la Esencia libre. Todos los atributos nombrados en el punto anterior son vistos y apreciados por sus familiares. Igualmente, este experimenta rabietas y salidas de tono. En esos momentos, la Esencia embotellada se manifiesta por algún deseo, capricho, empeño, etc. Estos estados emocionales e instintivos son lo que constituyen el posterior armazón que caracteriza al ego. En esos berrinches se aprecia en el niño carencias y defectos como son: celos, apego, egoísmo, miedo… No obstante, una vez finalizada esta actitud de la Esencia atrapada, vuelve a reflejar su candidez, ternura y belleza. La causa de esta dualidad es que el infante no ha creado todavía su personalidad y su estado psicológico natural son el bienestar y la plenitud interior. Existe, por lo tanto, una transición rápida que sorprende entre estos dos estados antagónicos en un niño de esta edad.

“El niño, con su enorme potencial físico e intelectual, es un milagro frente a nosotros. Este hecho debe ser transmitido a todos los padres, educadores y personas interesadas en niños, porque la educación desde el comienzo de la vida podría cambiar verdaderamente el presente y futuro de la sociedad. Tenemos que tener claro, eso sí, que el desarrollo del potencial humano no está determinado por nosotros. Solo podemos servir al progreso del niño, pues este se realiza en un espacio en el que hay leyes que rigen el funcionamiento de cada ser humano y cada desarrollo tiene que estar en armonía con todo el mundo que nos rodea y con todo el universo”. (María Montessori. Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: método Montessori).

     
  De los tres a los seis años, el chico despliega sus funciones motoras, emocionales e intelectuales para relacionarse con el mundo que le rodea. La Esencia se expresa en un anhelo de experimentar el uso de estas herramientas. Este corre, se mueve continuamente, toca, manosea, construye, al principio con torpeza; dispuesto a hacer lo que necesita por sí mismo, desea su independencia funcional, por ejemplo, vestirse, higiene personal, servirse o coger algo… El niño se ejercita con la palabra, conversa consigo mismo, más tarde, con los demás; tiene inquietud por aprender, ya sea leer, escribir, pintar, dibujar…, pregunta sobre esto y aquello; crea, inventa; su mente está receptiva, abierta, no juzga, ni discrimina, lo recibe todo, su memoria es incipiente, apenas hay pasado. En estas condiciones, la Esencia del infante está activa y se manifiesta su sencillez, dulzura, inocencia, imaginación, sensibilidad. Algunos niños expresan ideales, valores e intenciones de vocaciones que pertenecen al mundo del corazón. 
     Paralelamente, el niño y su Esencia absorben sin discernimiento gran parte de los patrones familiares, sociales, culturales y religiosos que le rodean. Reproduce en sus juegos, la vida de los adultos; así mismo, actitudes de parientes y busca de alguna manera su aprobación. Los mayores que le rodean se convierten en sus referencias. De este modo, el infante define su personalidad y carácter, la cual crea estrategias, se comporta con tozudez, desobedece, desafía, desconfía, miente… En esta fase de su desarrollo psicológico, la Esencia se embotella en sus carencias y defectos. En la personalidad del niño se perfila el hedonismo, esta busca lo que le gusta, se apega a lo experimentado y huye de lo que le produce insatisfacción o indiferencia.

“Hablando francamente y sin ambages, diremos que el crecimiento espontáneo y natural de la Esencia, sólo es posible durante los primeros tres, cuatro y cinco años de edad, es decir, en la primera etapa de la vida...” (Samael Aun Weor. “Psicología revolucionaria”. Cap. La Esencia).

     De los seis a los doce años aproximadamente, el niño se dedica a reforzar todas las facetas de la personalidad que creó en la primera infancia, junto a las habilidades de las funciones. En esta etapa se establece este doble centro de gravedad psicológico, el cual se hace activo y supone un deterioro de la expresión de la Esencia libre. Este proceso se apuntala con la educación formal de socialización que recibe en la escuela. Sus actividades orbitan alrededor de su espectacular crecimiento físico y racional, se refuerza el egocentrismo, no obstante, empieza a asimilar las reglas de los juegos que le interesan. El juego, sobre todo en el caso de los varones, se convierte en una competición, desea ganar y, cada vez más se diluye el estado psicológico de divertirse y aprender. Otro aspecto es que, poco a poco, reniega de su naturaleza inocente, capacidad de asombro, sencillez, se halla menos receptivo al aprendizaje. 
En este periodo, la Esencia libre se ensombrece, aunque todavía se expresa de modo natural y espontáneo en distintos ámbitos de la existencia. Esta aparece en los vínculos afectivos, la necesidad de relacionarse, comunicarse con sus familiares cercanos, profesores, compañeros o amigos en el colegio. En muchos casos, en este último ámbito de la amistad despliega valores humanos como son: confianza, naturalidad, sinceridad, solidaridad, etc. 
     La adolescencia es una transición entre el niño que, poco a poco, desaparece y el futuro adulto, rechaza la infancia, pero está lejos de la madurez. Así mismo, hay que sumar la aparición de la energía sexual que lo desconcierta y precisa aprender a canalizarla correctamente. Estos procesos físicos tienen una amplia repercusión psicológica que perjudica considerablemente a la Esencia del púber. Esta última suele desaparecer con los nuevos desafíos donde la personalidad se encarga de resolverlos con la ayuda de su nueva familia: los amigos. La Esencia libre se manifiesta en los ideales, quiere un mundo mejor, busca amistad, amor verdadero, sincero con los anhelos de compartir. Igualmente, el adolescente desea independencia, vivir experiencias, romper con los moldes que los demás le imponen. Todos estos impulsos de rebeldía, autonomía, lealtad con la pandilla, etc. son cautivados por la personalidad y la Esencia se embotella cada vez más en estructuras egocéntricas. A través de estas acciones edifica una nueva identidad. Esto acarrea que el joven refuerza defectos y carencias debido a que es incapaz de comprender el mundo que le rodea, tampoco a las personas que están con él. En muchos casos, este se siente defraudado o es él quien decepciona a sus compañeros; juzga sin un auténtico conocimiento de la realidad, según sus fantasías idílicas, su modo de pensar se mueve entre los extremos. En el sujeto se refuerzan los recelos, las desconfianzas, el materialismo, lo que apasiona, el miedo, la insensibilidad, la lujuria… Estados psicológicos que son producto de un desconocimiento de su propia psiquis, de sus características y de lo que le ocurre en esta etapa de la vida. 
     La juventud es la que, finalmente, traza la existencia posterior del individuo. Según los esfuerzos desarrollados en este periodo y los frutos obtenidos en los diferentes ámbitos: académico, profesional, habilidades sociales, preservar sus valores humanos y su nobleza[8], etc. Este tendrá más o menos posibilidades de incorporarse en el mundo de los adultos con éxito donde reforzará su personalidad. 
La Esencia libre de todo sujeto disfrutará de una manifestación ocasional, pero uno será difícilmente consciente de ella. Este “statu quo” permanecerá hasta que la inquietud por conocerse a sí mismo sea atendida por la personalidad. En el momento que el individuo acceda a una escuela digna de enseñar el crecimiento de la Esencia y lo practique, entonces, esta gozará de una nueva oportunidad de emancipación.

“El niño en su etapa de aprendizaje se asirá a estereotipos, para resolver sus necesidades biológicas y sociales, asumiendo determinados patrones y modelos de conducta, que le sirven de pauta para satisfacer esas necesidades y orientarse en el medio social. Normalmente, la persona no debe buscar nada fuera de esos patrones y mucho menos crear otros nuevos, si no quiere ser rechazada. Así el individuo provisto de esas reglas, normas y modelos de interacción social se convierte en una personalidad social, sujeta a todas las actividades al nivel de civilización de su sociedad, que moldean su personalidad”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: Psique).

En conclusión, las distintas etapas del desarrollo físico, psicológico y social del recién nacido hasta su madurez producen que la Esencia libre sea relegada de la existencia. Las experiencias subjetivas frustran su desarrollo y es sustituida por una imagen, unos valores y una identidad que corresponden a la personalidad. El alma olvida quién es, por qué nació y qué es lo que precisa madurar. Toda Esencia goza de enormes posibilidades y cualidades que florecen con su uso, contrariamente, acarrea carencias y defectos que requieren ser comprendidos y erradicados por ella. Si el individuo no atiende a su “Auténtica Realidad” por muy relevante que su persona sea para los demás, no lo será para sí mismo, en consecuencia, se privará de lo esencial.

La expresión de la Esencia que uno puede reconocer en su existencia

“El alma se conoce, es consciente siempre. Pero no siempre está pensando o recordándose a sí misma, porque el alma vive olvidada de sí cuando, al estar vertida fuera de sí, volcada en los objetos externos que entran por las ventanas de los sentidos. “Por tanto, yerra el alma cuando se une a estas imágenes con amor tan extremado que llega a creerse de una misma naturaleza con ellas” (De Trin.[9], X, VI, 8). En consecuencia, para que el alma se descubra a sí misma “Despójese de lo que se añadió” (De Trin., X, VIII, 11) de modo que pueda retornar de la atención a la pluralidad de objetos, a su unidad esencial y trascendente”. (Javier Alvarado. “Meditación no dual”. Cap. San Agustín y el método de la atención a sí mismo).

   El estudiante precisa reflexionar en cómo se percibe la propia Esencia. Tal como se desplegó en el apartado anterior, este factor se revela en todas las etapas de la vida, no
obstante, uno no se hizo consciente de esta naturaleza ontológica. Es necesario advertir de modo práctico que el alma siempre manifiesta cualidades humanas. Esencia libre es, por lo tanto, una expresión de alguna facultad o varias de ellas que se integran por medio de la conciencia. 
   Esencia y conciencia comparten elementos comunes, ambos porcentajes libres son siempre equivalentes, pero sus propiedades y funciones son distintas. Conciencia cabal es luz, inteligencia práctica, capacidad de aprehensión de la verdad y principio integrador del alma. Conciencia plena es sinónimo de coherencia, sensatez, iluminación, discernimiento, claridad; en ella se deposita la facultad cognitiva de la Esencia y por extensión del ser humano. Esto explica porque la conciencia es un estado cognoscitivo. 
     Si, en un instante dado, la Esencia libre no tiene capacidad de aprehensión de la realidad o no está presente a ella, es debido a que la persona se halla en el primer estado, Eikasia. Si, en cambio, su capacidad cognitiva es subjetiva y relativa a su personalidad, este individuo se encuentra en el segundo estado, Pistis. Si, por el contrario, uno se halla presente, aquí y ahora, su facultad de adquirir conocimiento de sí mismo aparece, este estado de autoconciencia corresponde al tercero, Dianoia. Finalmente, si el alumno adquiere un conocimiento objetivo y pleno, tanto de lo que ocurre fuera como dentro de él, este despliega el cuarto estado de su conciencia, Nous. La conciencia, en consecuencia, es la lámpara del cuerpo, cuanta más luz se ejerce sobre los planos: interno y externo, mayor comprensión de la realidad se dispone.

“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es inicuo, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Si en realidad la luz que hay en ti es tiniebla, ¡cuán grande es esa tiniebla!”. (Mateo 6:22-23).

   La Esencia libre posee luz debido a que goza de conciencia autónoma. En un momento dado, si la persona ejerce una cualidad humana, esto indica que se manifiesta la Esencia libre. Uno puede ser consciente de esta expresión o no, depende del grado de autoconciencia. Un niño muestra natural y espontáneamente su humanidad: amor, ternura, belleza, sensibilidad…, todo es innato, propio de su alma. No obstante, su autoconciencia no alcanza un valor significativo, no sobrepasa un umbral suficiente de comprensión de su propia realidad. Por esta causa, la conciencia del infante es incapaz de gestionar, tanto su entorno como las carencias y debilidades que acarrea en su seno. Esto deriva en la formación de una personalidad que se aleja del equilibrio, sensatez…, de los valores anímicos. Esto ocurre a todos los seres humanos: la mente, representada en el lenguaje bíblico por Caín, acaba con Abel, la Esencia[10]. 
   Esto significa que el estudiante puede expresar algún atributo humano, pero no estar deliberadamente presente a él, tal como sucede con la personalidad y el ego. Por esta causa, uno requiere estar atento a sí mismo para advertir su Esencia libre y descubrirse en ella. Paralelamente, el sujeto precisa una mente receptiva y una personalidad pasiva para facilitar esta aprehensión de su “auténtica realidad”. Si uno es capaz de distinguir su propia alma en acción, también será capaz de discernirla cuando se manifieste la Esencia de los demás. 
    El contacto con la naturaleza facilita la expresión de la Esencia. ¿Cuántas veces fue uno conmovido por la belleza de una noche estrellada? Es muy común asombrarse por la inmensidad del universo, una puesta de Sol, el amanecer de un nuevo día… En esos momentos, donde el silencio se impone a la mente, sobrevienen inquietudes que son propias de la Esencia. Un misterio que brota del interior del alma, el cual pregunta sobre la vida, la creación, su sentido…, cuestiones que se reflejan en la persona y alcanzan lo que uno es y la causa de la propia existencia. En estos precisos instantes, la mente desconoce las respuestas, este hecho atrae serenidad, como ocurre en la meditación. Esto facilita la expresión de la Esencia de modo natural y espontáneo. 
Todo ser humano experimenta, alguna vez en su vida, unos instantes mágicos en los cuales se sintió atraído por lo extraordinario, lo trascendente y lo inexplicable. 
   La gente vive en soledad ese tipo de reflexiones que inquieren sobre la naturaleza humana, si se halla con un estado interior adecuado. Muchos escenarios de la naturaleza son propicios a este tipo de vivencias que permiten al sujeto advertir esta particularidad interior del alma. La grandeza del mar, el contacto con los animales, el bosque, el desierto, etc.; en estos lugares, muchas personas cosecharon vivencias inolvidables y de un calado extraordinario que transformó el modo de pensar y sentir su vida. 
     Asimismo, el mundo de la infancia facilita la manifestación de la propia Esencia puesto que los niños la expresan libremente. Las cualidades innatas de los chicos y chicas de corta edad sobresalen en su manera de ser, el espectador empatiza con su inocencia, pureza o capacidad de asombro. La mente del infante está abierta, este percibe lo esencial con facilidad y sencillez; igualmente se siente atraído por lo que le rodea y lo que le enseñan; atiende a lo trascendente. En muchos momentos, asombra al adulto, su forma de mirar el mundo, su gracia, recuerda la propia infancia. De este modo, el alumno se conecta con su Esencia, se reconoce en ella, aunque no sea realmente consciente de ello. 
El ámbito del arte, la belleza de las obras y de lo que muestran, atañe a la Esencia de cualquier persona. Ante un cuadro, una fotografía, un poema, una obra literaria, una danza clásica, una ópera… La expresión artística nos interpela, interroga, sobre la existencia o uno mismo, conecta al sujeto que la contempla con una dimensión humana más profunda, más allá de la vida cotidiana. Instantes que hablan de lo desconocido, del anhelo de conocimiento de la verdad. Estos escenarios, lecturas, obras plásticas o literarias, músicas, películas…, que alcanzan la Esencia y la agitan. Un mundo interior, olvidado, pero que perdura en el tiempo, un lugar arraigado en la psiquis que evoca las mismas preguntas sobre la propia condición y la naturaleza de Ser. 
  En muchas ocasiones, la vida cotidiana proporciona situaciones que promueven inquietudes, interrogantes, sobre lo que uno es o deja de ser. Estados anímicos de dolor, felicidad, bienestar, errores que uno comete y perjudican al prójimo o los sufre de los demás…, situaciones que sacan a la luz, la sensibilidad que uno lleva dentro, un poco olvidada de su Esencia. En el ámbito de la realidad humana donde emergen la necesidad, la injusticia, la desigualdad…, que uno percibe, también pueden afectar al sentido de humanidad del individuo. El alma es sensible; esta cualidad se expresa en uno, cuando esta impulsa una acción que busca remedio, restablecer igualdad, justicia, etc. Esta muestra de compasión es vivida por muchas personas, aunque no sea suficientemente consciente de su importancia. La Esencia libre se manifiesta en múltiples ocasiones de la existencia. Cuando uno actúa con paciencia, tolerancia serenidad, sensatez y su intervención aporta equilibrio interior y a los demás; se abandona el interés propio, los miedos y los recelos… Escenarios donde existe amor a nuestros semejantes; relaciones que despliegan una verdadera amistad, lejos de las comparaciones, apegos y miedos. También, en contextos familiares que se ocupan de cultivar la amabilidad, prevalece la ternura, la integridad, la dignidad, y los errores son corregidos con inteligencia, cariño y responsabilidad de formar. Así mismo, en el desempeño de una profesión o una vocación, si la mente está receptiva y la personalidad pasiva. El operario, encargado o ingeniero puede disfrutar de su actividad; de su capacidad de ejecutar correctamente una obra, crear con sus manos, diseñar con su imaginación, elaborar con su esfuerzo… Cuando estas acciones edifican una labor con dignidad de modo natural y espontáneo, entonces, la Esencia se halla presente. Es necesario que el sujeto que anhela conocerse a sí mismo, aprehenda estas expresiones de su Esencia para reconocer su “verdadera naturaleza”, la distinga de su personalidad. 
    La ciencia de la meditación proporciona el escenario propicio y eficaz de interiorización para experimentar su Esencia libre y, paralelamente, sea consciente de ella. Esta disciplina se rige por un “modo operandi” concreto que permite percibir nuestra “auténtica realidad íntima”. Esta técnica consiste en cultivar la “no-identificación” en todos los centros. Se relaja el organismo, se serena la mente y uno se concentra, en este caso, sobre la propia alma. La primera acción facilita que el cuerpo, progresivamente, se duerma y no precise de una atención especial. La segunda provoca que la mente se halle en un estado receptivo y la personalidad pasiva; la charla interna se diluya y el silencio mental sea elocuente, nos llene de toda su fuerza expresiva. El estado de presencia se intensifica. La Esencia libre se manifiesta a través del organismo, en todos los centros: motor, sentir, pensar…, pero ella no es ninguno de ellos. En esta fase de meditación, centrar la atención en el alma es preguntarse a sí mismo, ¿quién o qué es? La respuesta no puede ser de índole racional, debido a que la mente desconoce quién o qué es la Esencia. Toda contestación intelectual debe ser descartada por el propio discernimiento. Es necesario ahondar en el silencio, atraer el sueño, aprehender que uno experimenta serenidad, bienestar, paz, lucidez, sencillez, humildad, sensibilidad, dicha…, todos atributos procedentes de la Esencia. La práctica consiste en “hacerse consciente” de que estas cualidades que uno experimenta en ese preciso instante, es nuestra “real naturaleza anímica”. Este estado interior natural y espontáneo de bienestar integral es la Esencia expresándose libremente. 
    Hacerse consciente de una realidad es darle el significado que acarrea en su justa medida, captar sus características para reconocerla con mayor facilidad. 
    Por ejemplo, cuando un conocido acredita una cualidad tal como, la tolerancia, su ejercicio adquiere un valor real y concreto. En este caso, se puede afirmar que esta persona respeta
opiniones y creencias ajenas, aunque no coincidan con las propias. Es capaz de reconocer y respetar las diferencias inherentes entre seres humanos, pueblos; hay una aceptación de la diversidad cultural, etc. Todo aquello que está vinculado a la tolerancia es lo que abarca en un sentido práctico y efectivo en la existencia. 
   Igualmente ocurre con la Esencia, su vivencia precisa acompañarse de significado. Este estado interior de sosiego, sencillez, humildad, discernimiento…, escucha, receptividad mental y presencia es la expresión de nuestra Esencia libre en la mente. Esta realidad interior de origen anímico es la que el alumno necesita aprender a reconocer, preservar y desarrollar ante las distintas escenas de la vida. La identificación con los factores, personalidad o ego, es la que excluye la posibilidad de afrontar las acciones y situaciones diarias desde la Esencia y su emancipación. Esto conlleva una reflexión sobre actitudes, patrones, hábitos…, aprendidos hasta la fecha por la personalidad y que dan vía libre a errores causados por sus carencias y defectos. ¿En qué medida estos dos factores, la personalidad y el ego, son eficaces en el momento de superar dificultades, incertidumbres, responsabilidades, compromisos, problemas, etc.? Es necesario que el alumno ahonde con sinceridad en esta realidad y rompa el velo de la ignorancia que le somete las experiencias del pasado y las conductas estereotipadas y adquiridas sin reflexión. ¿En qué medida estas estructuras mentales que le ocasionan seguridad a su personalidad, y siempre están presentes en su modo de pensar, sentir y obrar, le aportan felicidad y bienestar? ¿Qué calidad de vida psicológica acarrea uno hasta ahora? Esta consideración de los hechos atrae una inquietud sobre la realidad de la naturaleza espiritual, un amor por la acción en valores de humanidad, y un sentido real de realización íntima.

La inquietud de la Esencia

Cuadro de texto: “Has de saber que tú eres el velo que te oculta de ti mismo”. (Al-Junayd)“En esta búsqueda de la propia trascendencia, de la felicidad o de Dios, ¿con qué instrumentos cuento yo? Si todo hombre posee ya algo íntimo que le emparienta con Dios no se trata de buscar algo fuera de él, sino de poner en marcha un proceso de interiorización que le facilite el desapego a aquello que le estorba y le conecte con aquello que es él mismo”. (Javier Alvarado[11]. “Historia de los métodos de la meditación no dual”. Cap. San Agustín y el método de la atención a sí mismo).

   En algún momento de la existencia, la mayoría de la gente experimenta una situación especial que genera una inquietud vinculada a su propia realidad interior desconocida. Este tipo de vivencias impregnan la psiquis y provocan una aspiración por lo incognoscible que alcanza el corazón. Algunas personas preservan este anhelo del paso de los años, otros, con el tiempo, lo olvidan. Estas experiencias se escapan del plano racional y pertenecen a la verdad inspirada. Sea por algún hecho puntual o por un afán íntimo originado durante alguna etapa de la vida, esta inquietud de la Esencia se traduce en un amor por la propia trascendencia, aunque esta sea invisible e intangible. 
    Muchos individuos presienten una verdad superior sujeta a su propia naturaleza intrínseca. Ser y Esencia, son uno mismo, una idéntica realidad que se mueve en distintos planos de la naturaleza humana. Semilla y árbol, ambos son interdependientes y partes de una unidad. Del árbol surgen las semillas y de la semilla, el árbol. El corazón siempre fue considerado el centro de gravedad del amor. Del centro cardíaco nace el ritmo y el movimiento que distribuye la vida y, a través de la sangre, la lleva a todo el cuerpo. Este órgano es un elemento indispensable de la vida física, anímica y espiritual. El corazón es la fuente de toda inspiración e intuición, donde se ubica la inteligencia emocional. Por esta causa, los anhelos sinceros de la Esencia libre por una vía espiritual se originan en él. La aspiración por saber quién es uno, como alma y Ser, pertenece al amor que vibra desde una dimensión interna, sutil e ignota, proviene del plano espiritual. Hay que recordar que la expresión de la conciencia tiene estos mismos atributos. ¿Experimentó uno, alguna vez, este impulso del corazón? ¿Cómo se concretó en los hechos? 
   Todo estudiante precisa recuperar estos instantes mágicos, desconcertantes, sobre su propia naturaleza ontológica, la que uno mismo vivió. Aunque, el individuo no supo ponerle un rótulo o un concepto racional, pero que fue tan real como la casa en la que uno habita. Si el sujeto no percibió ni creó esta inquietud por su propio mundo espiritual, esta deberá aparecer en la medida que práctica el autoconocimiento y la experimenta. El trabajo sobre uno mismo, la toma de conciencia sobre el factor Esencia, y una reflexión sincera sobre su estado psicológico, proveerán su progresiva conexión con su “legítima realidad”. De este modo, el anhelo se afianzará sobre la vivencia directa, elaborada por una percepción íntima de lo que uno es.

“No es lo mismo saber de veras que limitarse a repetir lo que comúnmente se tiene por sabido. Saber que no se sabe es preferible a considerar como sabido lo que no hemos pensado a fondo nosotros mismos. Una vida sin examen, es decir, la vida de quien no sopesa las respuestas que se le ofrecen para las preguntas esenciales ni trata de responderlas personalmente, no merece la pena de vivirse”. (Fernando Sabater[12]. “Las preguntas de la vida”. Cap. Introducción, el porqué de la filosofía).

La inocencia del alma

      Tal como se indicó anteriormente, la Esencia del niño de corta edad es pura e inocente hasta que, poco a poco, se oculta entre las complejidades de la personalidad. El ego se agrega a la psiquis debido a la fragilidad del alma ante un escenario. La Esencia se embotella en el evento porque establece una respuesta incorrecta que se repite en el tiempo. Esto significa que esta pierde parte de sus atributos. 
  Normalmente, durante la mayor parte del día, la Esencia se halla presente espontáneamente y sin obstáculos en el espacio psicológico del niño. Cuando por alguna causa, surge una carencia o un defecto del alma, el chiquillo tiene una crisis psicológica, es decir, se identifica. No obstante, en el momento que esta se diluye y el infante cambia su atención, el elemento subjetivo vuelve al subconsciente. Progresivamente, el niño se calma, aflora de nuevo la Esencia libre y sus valores, hasta que aparezca otra oportunidad donde este ego pueda expresarse. 
      En la infancia, toda persona gozaba de belleza, plenitud e inocencia porque el centro de gravedad psicológico estaba en la Esencia. La mente se hallaba libre de las cadenas del pasado, las experiencias subjetivas, los proyectos futuros, no existían estructuras mentales edificadas desde la frustración y el miedo. Había autoconciencia del presente y la psiquis se centraba en el instante. Esta naturaleza esencial es lo que todo ser humano internamente es en realidad. Todos los atributos humanos latentes en el alma emanan del principio espiritual o Ser, y precisan su oportuno desarrollo. Estos vienen a despertarse con la conciencia cuando existe un verdadero afán de realización interior. 
     Inocencia es una palabra que proviene del latín “innocens”, y significaba “no dañino”, es decir, que no hace daño, ni perjudica, ni hace mal. Esta cualidad refleja con claridad la naturaleza de la Esencia de todo sujeto y que está presente en el chiquillo de corta edad. Cada vez que este se identifica, empieza a dañarse a sí mismo, puesto que su Esencia pierde valores propios a su naturaleza. Más tarde, estos elementos subjetivos que integran los distintos porcentajes de la Esencia atrapada o ego, no solo dañan al sujeto que los carga en su interior, sino también a los demás. 
     
    La pérdida de inocencia es una desconexión con la propia realidad íntima, la cual, durante los primeros años, todo infante vive felizmente esta relación con su realidad ontológica. Por esta causa, las Esencias lentamente se encadenan al sufrimiento porque no se conocen a sí mismas y se alejan de lo que son. 
   En el evangelio, Jesús enseñaba esto con palabras que apenas se comprenden hoy en día. Decía que la inocencia, el no dañar a los demás ni a sí mismo era un acto de inteligencia práctica.

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños”. (Mateo 11:25, Lucas 10:21-22).

El ego es un accidente dentro del universo del Ser. Una clave que el estudiante puede practicar consiste en centrarse en el corazón y sus valores, tanto en la meditación como en la vida práctica. Si del subconsciente emerge un elemento subjetivo, entonces, “se percibe como algo extraño o ajeno”. Esta advertencia implica evitar la identificación, es una atención proactiva de la conciencia. Esto facilita la separación psicológica, y la observación del centro desde donde emana esta energía hipnótica. Este proceso de comprensión es muy distinto a lo que uno vive normalmente con la personalidad y su sueño.

“El anhelo hace que nuestra atención permanezca centrada en el corazón y mantiene vivo el recuerdo de nuestra naturaleza real”. (Llewellyn Vaughan Lee. “Sufismo, la transformación del corazón”. Cap. El anhelo del corazón).

Desde el corazón o la Esencia, la conciencia se halla en su morada, plena, tiene a su alcance todos los recursos o atributos para actuar de forma recta. El descubrimiento es inmediato, ¡es un ego! Difícilmente se justifica con la mente.

“Los niños pequeños antes de los siete años están llenos de sencillez y verdadera belleza interior debido a que sólo se expresa a través de ellos la viviente Esencia de la vida en ausencia total del yo psicológico. Nosotros debemos reconquistar la infancia perdida, en nuestro corazón y en nuestra mente. Nosotros debemos reconquistar la inocencia si es que de verdad queremos ser felices”. (Samael Aun Weor. “Educación fundamental”. Cap. La sencillez).

El trabajo interior sobre la libración de la Esencia embotellada convierte al estudiante en un niño sabio y feliz.

La pérdida del centro de gravedad psicológico de la Esencia

“Ostensiblemente hay en cada uno de nosotros algo que nos amarga la vida y contra lo cual necesitamos luchar firmemente...” (Samael Aun Weor. “Psicología revolucionaria”. Cap. Acusarse a sí mismo).

El niño de corta edad establece, principalmente, su relación con las personas conocidas a través del centro emocional, tanto el superior como inferior, y el centro instintivo. El infante nace con su centro emocional abierto, percibe todo lo que sucede del exterior: voces, tonos, gestos, sonrisa, caricia, atención o inatención, etc. Igualmente, su corazón expresa los valores de la Esencia de forma natural.

“La Esencia se alimenta con ternura, cariño sin límites, amor, música, flores, belleza, armonía, etc.” (Samael Aun Weor. “Educación fundamental”. Cap. La humana personalidad).

   Cuando un niño es amado, su centro emocional se llena de ternura, equilibrio, luz, confianza, etc. ¿Qué sucede cuando uno no recibe suficiente amor durante la infancia? Muchas carencias afectivas de los niños desencadenan consecuencias imprevisibles en su vida psicológica como adultos. La mayoría de los recién nacidos absorben este cariño, y desde pequeño el individuo se acostumbra a él. 
   Sin embargo, no siempre es así, ocurre algunas veces que familiares problemáticos cargados de frustraciones o complejos que lo ignoran o maltratan. Acontecen experiencias con otros niños o hermanos donde aparecen intereses propios, egoísmo, celos, miedos, apegos, envidias, etc. En ciertos niños se establecen actitudes competitivas; surgen los sentimientos de superioridad o inferioridad. Existen un sin fin de eventos que se relacionan con los demás y originan padecimientos, incomprensiones, y frustraciones que marcan la personalidad del infante. 
    La Esencia no dispone de suficiente capacidad cognoscitiva para asumir todos los retos que implica la existencia. La educación es insatisfactoria desde el punto de vista del alma, basada en valores duales y relativos. La escuela, e incluso los mismos padres ignoran que el niño posee una conciencia que precisa desarrollarse. En estas condiciones, al chiquillo se le inculcan normas y pautas sociales que se hallan lejos de su propia naturaleza anímica. Los colegios transmiten una gran cantidad de información necesaria para la vida, pero no enseñan a discernirla, a servirse de ella rectamente con madurez y humanidad. Los planes educativos de formación desconocen el principio inteligente que todo ser humano carga en su interior, por lo que su estímulo es escaso. En estas condiciones, la Esencia del niño sucumbe ante tanta ignorancia y negligencia. 
    El resultado es un corazón lastimado por los propios defectos o dañado por los egos de los demás. Muchas veces, surgen noticias sobre hechos alrededor de la infancia indignos, y quien las sufre no alcanza a comprenderlas. En estas circunstancias, los fuegos del corazón se cierran, y el centro emocional se deteriora, se huye de todo sufrimiento, pero sin discernimiento. Poco a poco, para el infante, el intelecto se convierte en su refugio y consuelo. Esta función se alza en el eje de su vida. La razón le facilita conclusiones y resoluciones que moldean sus vivencias fuera de los valores del alma, y de la aprehensión de la verdad ejercida por la conciencia. 
    El dolor y la incomprensión vividos sacrifica a la Esencia del niño, y bajo esta oscuridad se forma su personalidad. La mayoría de los seres humanos perdieron el contacto con la Esencia y sus valores en momentos puntuales de su infancia.

“Los altercados entre el padre y la madre por cuestión de celos, el llanto y los lamentos de la madre afligida o del marido oprimido, arruinado y desesperado, dejan en la personalidad del niño una marca indeleble de profundo dolor y melancolía que jamás se olvida durante toda la vida”. (Samael Aun Weor. “Educación fundamental”. Cap. La personalidad humana).

En muchos casos, la Esencia termina por esconderse de la existencia. El individuo crea estrategias y resortes psicológicos en su humana personalidad, para resguardarse de los demás y de los eventos angustiosos que la asaltan. La vida se torna para muchas personas en una lucha contra el dolor, una huida o una búsqueda de protección. El ser humano herido, lastima a otros para compensar, o en su afán de ampararse del padecimiento. El alma sobrevive en un mundo hostil que no comprende, porque esta sociedad se establece sobre una base insensata y contradictoria. Durante la infancia, el sujeto suscita y refuerza muchos agregados psicológicos que se establecen en la personalidad, y la condicionan.

“No es indispensable que continuemos en desgracia, es impostergable reducir a polvareda cósmica eso que nos hace tan débiles e infelices. (Samael Aun Weor. “Psicología revolucionaria”. Cap. Acusarse a sí mismo).

  No solo el sufrimiento determina a la futura personalidad del infante. El placer y la satisfacción también diluyen los atributos del corazón, porque encaminan a la Esencia hacia una vía equivocada. Por falta de madurez, el niño, desde la más tierna edad, es atraído por lo exterior y lo material. Las sensaciones y los gustos le abren la puerta del deseo. El alma se olvida de sí misma, abandona sus cualidades innatas, y cae en la rueda de la dualidad: “satisfacción-frustración”. La Esencia enredada entre el disfrute y el dolor cede ante las carencias del ayer y del ahora, estas se incorporan y desarrollan dentro de la psiquis del individuo. Desde esta perspectiva, la personalidad se forma en detrimento de la Esencia, esta última detiene su progreso. Según los acontecimientos, las bases y las características de la personalidad se acrecientan con más fuerza, la estructura psicológica se complica, y se perfila hasta la edad adulta.

Conclusión

    La Esencia libre es la gota de agua que encierra un océano primordial, incognoscible e insondable denominado Ser. Su paulatino descubrimiento dentro del propio espacio psicológico, constituye un verdadero reto para el ser humano. Conocerse en lo que uno es, más allá del velo superficial de la personalidad, y del mundo de las apariencias, solo depende de sí mismo. Este plano físico es impermanente, sufre una transformación continua. En consecuencia, la psiquis de la persona es moldeada en distintas intensidades por las vivencias de cada momento, y por su propio pasado. Esta máscara psicológica circunstancial a través de la cual, el sujeto se reconoce a sí mismo, esconde detrás una verdad esencialmente humana e ignota, que abarca, tanto atributos como carencias y defectos anímicos. Por esta causa, el autoconocimiento es una tarea de atención y, por lo tanto, de conciencia. Esta última precisa ahondar en las aguas oscuras de la ignorancia de todo agregado psicológico donde se embotella el alma, y liberarla de su hipnosis. El tercer estado de conciencia permite discernir la Esencia libre y sus valores, lo cual facilita la manifestación de estos. Así mismo, el alumno expresa su sentido de humanidad o alguna cualidad, donde la conciencia requiere estar presente, y reconocer su Esencia, es decir, hacerse consciente de su propia alma. 
    En muchos casos, la personalidad confunde el ejercicio de los atributos humanos y adultera su naturaleza en forma de hábitos. Según se avanza en el curso, se profundiza en ciertos contrastes que ahondan en las facultades de la Esencia, en contraposición a sus carencias. Hay que añadir al contraste entre imaginación y fantasía, ya estudiado anteriormente, otros muchos. Por ejemplo, el contraste entre: la sencillez y la complejidad, la sensibilidad y la susceptibilidad, la individualidad y la pluralidad, la satisfacción y la felicidad, etc. 
    Finalmente, recordar que, para hacerse consciente de la expresión de la Esencia, se precisa dinamismo de la atención, una mente abierta, receptiva, y la personalidad pasiva. El estudio de estos agentes es de vital importancia en el conocimiento de sí.

Tabla de ilustraciones

“Psique”, (1892). Autor: Adolphe William Bouguereau. Localización: colección privada.

“Infancia idílica”, (1900). Autor: Adolphe William Bouguereau. Localización: Museo de Arte de Denver, EEUU.

“Psique abandonada”, (1795). Autor: Jacques-Louis David. Localización: colección privada.

Esta obra simboliza a la Esencia libre según el cuento, “El asno de oro o las metamorfosis”, de Lucio Apuleyo, en el momento que esta es abandonada por cupido: el amor verdadero.

“La edad de la inocencia”, (1788). Autor: Joshua Reynolds. Localización: Museo y galería de arte de la ciudad de Plymouth, Devon, Reino Unido.

“La inocencia”, (1893). Autor Adolphe William Bouguereau. Localización: colección privada. El autor representa en esta obra la inocencia a través de sus símbolos más comunes. El niño alude al mundo de la infancia; el cordero, fue escogido por las tres religiones monoteístas como símbolo de sacrificio por su docilidad, en el sentido que no hace daño, tal como se describe en el texto; la mujer vestida de blanco se vincula a la pureza de la inocencia.

“El cordero, por el color genérico de su lana, su juventud y docilidad, es representado desde la antigüedad como un símbolo casi universal de dulzura, inocencia, mansedumbre y pureza. Es de resaltar que no se conoce ninguna sociedad que le haya atribuido una simbología negativa”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: cordero).

“Un alma en el infierno (1910). Autor: Evelyn de Morgan. Localización: Fundación De Morgan, Londres. Este cuadro contrasta lo exterior y el plano interno. El personaje central está rodeado de riqueza y belleza, sin embargo, su estado anímico es de infelicidad. A su derecha se aprecia una entidad que representa al ego que provoca dicho estado psicológico.

"Este hombre, rodeado de todo lo que es bello y deseable, por la fuerza de su propio espíritu oscuro habita en un infierno de su propia creación". (Catálogo de la exposición Edith Grove de 1916).

Lecturas

“El objetivo supremo de la búsqueda espiritual consiste en abrirse a la propia alma, a fin de poder penetrar en el alma del universo, presente en la más imperceptible partícula de materia. La vía que adoptemos, si uno se aplica a seguirla, debe conducir a esa realización. Ahora bien, la meta no puede alcanzarse entretanto uno se deje dominar por la apatía y la ceguera. Para ampliar y desarrollar la conciencia individual, es indispensable, por una parte, reconocer la necesidad del esfuerzo, y por otra, actuar con plena lucidez. Es preciso querer progresar sin interrupción hacia una verdadera comprensión del mundo. Entonces se desvela poco a poco ante nuestros ojos el camino que conduce al Ser, y nos acercamos cada vez más al núcleo supremo de la vida”. (Rabindranath Tagore. “La morada de la paz”. Cap. La visión interior).

“Quiero comprenderme a mí mismo. No sé lo que soy, de verdad no lo sé. Tengo que descubrirlo. Tengo que aprender sobre mí mismo por mí mismo, no a través de otros, a través de los profesionales. Puede que tengan razón o no la tengan, ellos no son lo importante; lo importante es aprender sobre uno mismo. Aprender significa que tengo que observar, que no tengo que abordarlo desde una conclusión, un perjuicio o alguna clase de esperanza, Tengo que aprender, descubrir lo que es. ¿Lo hará? ...Quiero descubrir, entonces, miro, observo; solo puedo observar en la relación: cómo reacciono, el enojo, los celos, la ira, la envidia, la violencia, la dominación, la represión; ya saben, observar el movimiento entero” (Jiddu Krishnamurti. “Reflexiones sobre el yo”. Cap. El yo y la identificación).

Poema

Divina psiquis

Divina Psiquis, dulce mariposa invisible
que desde los abismos has venido a ser todo 
lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible 
forma la chispa sacra de la estatua de lodo!

Rubén Darío

  “Has de saber que tú eres el velo que te oculta de ti mismo”. (Al-Junayd)

   
    La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog. 
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    Para más información, en este mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020, o en las misma página de Amazon.

[1] “La ontología es la investigación del Ser en tanto que es, o del Ser en general, más allá de cualquier cosa en particular que es o existe”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: ontología).

[2] “La palabra esencia proviene del latín “essentia” que a su vez proviene del infinitivo del verbo latino “esse”, ser (igual que existir), cuyo participio “ens” es el ente como: ser que existe”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: esencia).

[3] “Soplo, de allí, aliento; fuerza vital; vida; entonces, alma del ser viviente; individualidad personal; parte inmaterial e inmortal del ser”. (“Diccionario etimológico de la lengua griega”. Pierre Chantraine (1899 – 1974), lingüista y helenista francés, profesor en la Sorbona).

[4] En este sentido, el texto se refiere al sufrimiento que no se origina por alguna patología concreta. En ese caso, el autoconocimiento exhorta a la persona que sea atendida por un facultativo acreditado.

[5] “La socialización es factible gracias a los agentes sociales, que se pueden identificar como la familia, la escuela, los iguales y los medios de comunicación. Además, son las instituciones e individuos representativos con capacidad para transmitir e imponer los elementos culturales apropiados”. (Wikipedia, la enciclopedia libre. Clave: socialización).

[6] Fundamentado en el tercer estado de conciencia.

[7] Lo que se experimenta como ego o agregado psicológico.

[8] Diligencia, equilibrado, autónomo, sincero, humilde, sensible, sencillo, justo, leal, creativo, amable, paciente, tolerante…, en un grado suficiente que lo convierta en un adulto con dignidad.

   [9] Obra:” La doctrina trinitaria”. Título original: “De Trinitate”, de San Agustín de Hipona.

[10] Génesis 4:1-16. Esta es una interpretación básica. Existen, paralelamente, en este mito otros significados simbólicos.

[11] Javier Alvarado Planas es catedrático de Historia de las Instituciones en la UNED (Madrid), Premio Nacional de Historia 2009 y académico correspondiente de las Reales Academias de la Historia y de la Jurisprudencia y Legislación.

[12] Filósofo e intelectual español, (San Sebastián, 1947). Novelista y autor dramático, destaca en el campo del ensayo y el artículo periodístico. Premio Planeta en 2008, con la obra, “La hermandad de la buena suerte”.