sábado, 17 de septiembre de 2011

El factor ego

El factor ego es un conjunto de elementos o agregados psicológicos que personifican nuestros errores, carencias o defectos.
Por ejemplo: Cuando una persona piensa, siente y actúa con falta de paciencia en algún escenario de su existencia, revela que esta debilidad psicológica está presente en su personalidad. En esas situaciones, el agregado o factor ego de la impaciencia caracteriza al individuo. La impaciencia condiciona su conducta al error. Es obvio que este elemento es un defecto o una carencia de la virtud que conocemos como paciencia.
Estos elementos subjetivos de tipo psicológico son innumerables. Los seres humanos cargan en su interior orgullo, ambición, miedo, ira, celos, envidia, lujuria,… por nombrar algunos, también pueden calificarse como ingredientes de la personalidad.
En lo concreto, este factor psicológico es “una respuesta equivocada a la existencia”. La falta de lucidez o conciencia ante un evento conlleva que un individuo reaccione con la mente. Cuando las acciones erróneas se repiten en el tiempo ante las mismas escenas de la vida, es muy probable que se forje en la psiquis una carencia de inteligencia práctica, un defecto del alma.
Este hecho se observa fácilmente en las personas que conocemos, hasta el punto de prever como van a reaccionar ante un suceso.
El egoísmo, la impaciencia, soberbia, intolerancia, el amor propio,… son, en definitiva, recursos de la psiquis emanados de una carencia de perfección y se prodigan en la forma de pensar, sentir y actuar de la persona, haciéndolo de una manera desacertada.
El ego se aloja en el subconsciente, aunque por las continuas manifestaciones a lo largo de la existencia en un individuo, la personalidad se impregna de sus características. Por esta razón vemos con cierta facilidad que algunas personas tienden a ser orgullosas, miedosas, egoístas, impacientes,… esto mismo, es posible observarlo en uno mismo.
Tradicionalmente, la falta de atención plena sobre sí acarrea a muchos individuos atribuir a estos agregados, de forma total o parcial, cualidades. Otros los dividen en dos partes: consideran una parte superior o positiva, útil a la personalidad y, otra, inferior o negativa que se alza en un defecto o desequilibrio por falta de control, conocimiento o voluntad de la persona. De tal manera, la ambición, el miedo, el orgullo, los celos,… socialmente son calificados con un rasgo positivo.
Popularmente, se escuchan citas de la índole:
“Si no tiene celos es que no te quiere”.
“Un joven sin ambición no puede ocupar este puesto”.
“El miedo nos protege o previene de los peligros”.
“Una persona que se preocupa es una persona responsable”.
“La curiosidad es lo que nos motiva para aprender”.
Cada una de estas sentencias u otras que transmiten una idea similar sobre el factor ego, al ser examinadas bajo la luz del auto-conocimiento, se advierte que son producto de una insuficiente observación de sí mismo, denota una falta de aprehensión del mundo interior o psicológico del ser humano.
Primeramente, si la existencia de una parte superior de un defecto se convirtiera en una cualidad, esto implicaría que en el ejemplo del miedo, la “carencia de valor” a la hora de enfrentarse a las circunstancias de la vida, se consideraría una virtud.
Este argumento se sustenta en la idea que el instinto humano primario, al igual que los animales, le protegen de un supuesto riesgo o amenaza.
Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie.
Desde el punto de vista psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia en la persona. (Wikipedia, la enciclopedia libre).
Esta afirmación nace de una observación superficial del comportamiento humano y carece de objetividad, difícilmente el miedo resuelve eficazmente una situación adversa. Esta explicación sirve para justificar el miedo, el temor y la continua búsqueda de seguridad que a través de las reiteradas experiencias el individuo las convierte en un patrón de conducta.
El ser humano requiere despertar su conciencia al valor, desplegar su estado de presencia a cualquier situación con entereza, decisión, audacia, coraje, reflexión e inteligencia práctica, cualidades propias de la valentía.
La aplicación de una virtud es una acción inspirada en el estado de atención plena o conciencia de sí, no una respuesta inconsciente, predeterminada, un intento desesperado e irreflexivo de algún elemento subjetivo alojado en el subconsciente.
No confundir el temor con una cualidad del factor Esencia, la cual es: “estar presente” a una situación de peligro, lo que se llama “ser prudente” o ser consciente del escenario de riesgo, conflicto o inseguridad, ya sea en el ámbito físico como psicológico.
La prudencia es el atributo del alma que capacita al ser humano enfrentarse a la dificultad o peligro con lucidez, serenidad, atención, valor y equilibrio. Por ejemplo, un buen piloto de avión es aquel que dirige el vuelo con prudencia y no con temor.
Es un grave error asociar el miedo con la prevención ante la percepción de un peligro. El temor es una consecuencia de dicha percepción, por lo que no previene de él. Éste interpreta la situación como tal, sea el peligro real o imaginario. Sin embargo, la observación de sí revelará que el miedo, recelo, cobardía,… paraliza, limita, condiciona,… no permite la expresión serena y libre de nuestras facultades.
Por lo tanto no existe una parte superior o transcendente del factor ego del miedo o de cualquier otro. Ya sea superior o inferior, el miedo es una misma energía y una carencia psicológica; una falta de madurez o de formación de la personalidad en cultivar consciente, cabal y inteligentemente sus cualidades humanas.
La característica principal del factor ego es que encarcela las virtudes del alma; de forma transitoria embotella la psiquis, la cubre de subjetividad, debilidad, pluralidad, etc.
Esta misma explicación desplegada sobre el defecto del miedo se puede realizar sobre cualquier agregado psicológico.
El factor ego no se percibe como es, al menos que el individuo haya desarrollo una observación profunda de su propio subconsciente. Sin embargo, puede distinguir sus efectos. En el momento que el ser humano advierte como piensa, siente y actúa desde la perspectiva de la atención prestada, será capaz de descubrirlo. La naturaleza de los pensamientos, sentimientos y acciones manifestada en un evento desvela la autoría de los mismos.
Si una persona piensa con intolerancia, la siente ante un hecho y actúa con ella, por ejemplo ante una persona por antipatía, la naturaleza psicológica de este proceso indica que al menos un elemento de intolerancia se manifiesta desde el subconsciente.
En el auto-conocimiento es muy importante la observación intencionada de sí mismo. Así el estudiante “verifica” como muchas expresiones psicológicas de la personalidad tienen una naturaleza egocéntrica, subjetiva y circunstancial, le revela la presencia y actividad del elemento psicológico que lo caracteriza.
El factor Ego es el responsable de que la personalidad esté fraccionada en múltiples intereses propios. La división interior es el origen de las contradicciones en un mismo individuo, de una lucha interior, conflictos que son las causas de los sufrimientos y preocupaciones.
Figuradamente, en el espacio psicológico del ser humano, es como si existieran una multitud de personas cada una de ellas con una forma determinada de pensar y sentir, con sus motivaciones y deseos particulares que rivalizan entre sí por conseguir la hegemonía, el control de la personalidad.
Por ejemplo, una persona cuyo centro de gravedad psicológico gravita alrededor del miedo y de la ambición en una transacción económica o en un negocio, se halla en una situación interior dividida en intereses contradictorios que producen preocupación, sentimientos encontrados. Este hecho lo atormenta.
Estos elementos psíquicos dividen la voluntad, inteligencia e integridad del individuo porque cada uno estos factores se manifiestan psíquicamente según sus características, siendo la entidad del miedo muy diferente de la ambición.
Otro ejemplo es el asombro que causan ciertos individuos en asegurar firmemente sus compromisos o asumir la responsabilidad de algo en un instante dado y, más tarde, olvidan o pierden todo interés, todo lo dicho se diluye, tal como sucede en muchos colectivos sociales o políticos.
Muchos individuos son exhortados bajo prescripción médica que seguir fumando pone seriamente en riesgo su salud y, sin embargo, son incapaces de dejarlo.
Los ejemplos en la vida práctica son innumerables.
¿Cómo es posible que una persona ame a su esposa/o y, sin embargo, la/o engañe?
Un ludópata sabe que su afición pone en peligro la economía de su familia pero es incapaz de dejarlo, lo mismo sucede con el mundo del alcohol o las drogas, por poner casos evidentes.
Es interesante para quien anhela conocerse a sí mismo dirigir la atención debida sobre sí para ver que elemento subjetivo se mueve dentro de su espacio psicológico.
El factor Ego es el resultado de la “experiencia subjetiva” que se acumula en la mente a través de las vivencias a lo largo de la existencia del individuo.
Cada vez que se obra en función del miedo, orgullo, envidia, egoísmo,… el factor ego se alimenta psíquicamente, se vigoriza, se hace más fuerte, adquiere más autonomía y, el alma, se hace más esclavo de él.
El estudio, compresión y eliminación de estos defectos psicológicos es una tarea ardua que se explicará más adelante. Primero se requiere de una observación directa de sus manifestaciones en las diferentes funciones psíquico-físicas, seguido de la práctica de la meditación para aprehender su hondo significado en la existencia.
El ego es, en definitiva, la causa psicológica que origina el error. Cuando una persona se equivoca atrae, normalmente, desequilibrios, desorden, en su vida y esto provoca sufrimientos a nivel individual o/y colectivo, en el caso que afecta a un grupo de personas, una familia por ejemplo.
La base del error en el ser humano se halla fundamentalmente en la parte desconocida de sí mismo. Una persona se atrae una gran cantidad de padecimientos por ignorar las causas que los engendra.
En el momento que un individuo comprende cabalmente que requiere un cambio o transformación interior, dirige su atención hacia esta parte desconocida y observará con asombro la gran cantidad de elementos subjetivos (egos), que carga íntimamente, los cuales son los auténticos responsables de los impulsos volitivos, sentimientos y pensamientos que le conducen al error.
Muchas personas durante su existencia anhelan cambiar y se han preguntado cómo hacerlo juiciosamente. La transformación interior empieza por una “toma de conciencia” de estos defectos de tipo psicológico que el estudiante acarrea íntimamente. Esta evidencia atraerá el esfuerzo necesario por comprenderlos y erradicarlos de la psiquis. Esta faceta del auto-conocimiento se denomina “el trabajo interior”, el cual se constituye en una didáctica que dirige los esfuerzos conscientes encaminados hacia el despertar de la conciencia, el desarrollo de todas y cada una de las virtudes del alma y la eliminación del factor Ego de la psiquis.
“Y, en suma, tienes posibilidad de encauzar con tus enseñanzas al descarrilado, porque todo pecador se desvía y falla su objetivo y anda sin rumbo”. (Marco Aurelio. Meditaciones, Libro IX, 42).
La calidad del alma humana, la edificación o encarnación de valores humanos, siempre ha atraído la atención de los grandes sabios de la humanidad. Por esta razón, las más diversas corrientes filosóficas y religiosas se ocuparon, por un lado, de la cuestión de las carencias o los defectos que carga la psiquis del ser humano. Por el otro, en el cómo alcanzar grados de perfección que permita al individuo de disfrutar de paz interior, orden y lucidez independientemente de las condiciones externas que le rodean; adquirirlas de forma objetiva, permanente y no circunstancial.
La denominación del agregado psicológico se ha transformado continuamente y llenado de matices a través de la historia, sin embargo, desde el punto de vista humano, ético o religioso, siempre estuvo presente.
En la antigüedad, el factor ego era designado con el nombre de “pecado” y significaba error, carencia de conciencia en lo que se hacía, falta trágica de juicio. Desde la instauración del cristianismo confesional en Occidente, éste se halla envuelto de un matiz estrictamente moral, perdiendo su significado original.
“Para los griegos, pecado se decía hamartia: “fallo de la meta, no dar en el blanco”. Aludía al concepto de vivir al margen de lo esencial debido a una actitud errónea no consciente.
Antes que los griegos y con anterioridad al arameo, el término pecado tenía el significado de “olvido”. Olvido de algo que estaba presente; olvido como dejar a un lado”. (Wikipedia, Enciclopedia libre).
A medida que el estudiante se observe a sí mismo todos estos elementos psíquicos en su mundo interior, se hará consciente de ellos y, una vez comprendidos cabalmente, son eliminados, liberando la parte de la psiquis que se hallaba atrapada por el mismo.
Si una persona erradica en todos los niveles del subconsciente el orgullo o el miedo, resplandecerá la conciencia de Ser de la humildad o de la valentía y, los errores cometidos por éstos y sus consecuencias, desaparecerán de su existencia.

   
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