jueves, 21 de junio de 2012

El centro o la función intelectual


Introducción.
El centro intelectual se ubica en el cerebro. En éste se elaboran todas las operaciones relacionadas con las funciones del entendimiento, razonamiento y todo lo que orbita alrededor de éstas.
El estudio de esta función no incluye la capacidad de la inteligencia y por consiguiente se debe prestar sumo cuidado en no confundirlas. Se atribuye esta última a la conciencia superlativa del Hombre como una propiedad integradora de los valores de la Esencia. La inteligencia goza de numerosas definiciones. El auto-conocimiento destaca su facultad creadora y se tratará en otro capítulo.
Para aclarar esta afirmación, reflexione el lector sobre el hecho que en el momento de la elaboración de un pensamiento o argumento, la inteligencia puede estar presente o ausente y a la experiencia hay que remitirse.
El cerebro asume una gran cantidad de actividades y procesos a todos los niveles: fisiológico, químico y psicológico. Al ser parte del sistema nervioso central fluyen, por enumerar algún ejemplo, los estímulos que provienen de los sentidos, la percepción de dolor, los impulsos del movimiento, los procesos vegetativos o vitales del cuerpo, etc. El cerebro es un órgano extremamente complejo e interviene en muchas otras funciones que la intelectual.
El auto-conocimiento centra su estudio a través de la observación de la función psicológica. Por ejemplo, es irrelevante el cómo físicamente se comporta el cerebro y sus neuronas para emitir un pensamiento o establecer la memoria.
Para conocer directamente la función intelectual es necesario mantener el estado de presencia y observar detenidamente la actividad de este centro.
Esto es posible si se dirige la atención debida sobre sí mismo.
El estudiante a medida que contempla serenamente esta facultad en la misma acción diaria aprehenderá cómo se procesa el devenir del pensar. Captará sus mecanismos y las relaciones que establece con las demás funciones (emocional, instintiva, motora y sexual).
¿Cómo inicia un niño las relaciones psicológicas con el entorno?
Desde la perspectiva intelectual, mientras el niño no asimila el lenguaje, éste recibe de forma neutral la información del mundo que le rodea a través de los sentidos.
Cada sensación aporta su particular percepción del objeto. El infante se relaciona con cada objeto, persona o acción dependiendo de sus características y de cómo lo experimenta.
Éste oye, ve, gusta, huele y toca los objetos que se hallan a su alcance. En este periodo de la vida, el niño no les atribuye conceptos, son sensaciones y emociones que se representan en su espacio psicológico. Éstas son agradables, desagradables o neutras según la naturaleza de lo percibido. Ejemplos: un grito, una caricia, una caída, un baño templado, viajar en tren.
En esa etapa la conciencia del niño no guarda una relación intelectual con su entorno.
Sus manifestaciones se ligan estrechamente a cómo percibe o recuerda en el centro instintivo y/o emocional las experiencias vividas o almacenadas.
Por ejemplo: un bebé bien cuidado por su madre le provee una sensación agradable, es decir, se sentirá instintiva y emocionalmente bien, feliz. La atención del niño es atraída por ella. Lo normal es que cuando no percibe su presencia la reclame, por ejemplo, con un llanto. En el momento que la conciencia se acostumbra o acepta esa realidad cambia su reacción. Este proceso es ajeno al centro intelectual.
Las sensaciones y percepciones son facilitadas por los complejos mecanismos de la función instintiva en el espacio psicológico de la persona.
La capacidad de ver, oír, oler, gustar y sentir pertenece a los sentidos y la facultad de reproducir imágenes vistas anteriormente, sonidos escuchados, olores,… es propiedad de la memoria sensorial. Ésta es propia del centro instintivo.
A nivel emocional, el infante “establece la relación” de bienestar, malestar o indiferencia con lo percibido y la memoria emocional lo almacena con este valor.
La actividad motora en los primeros años del niño interactúa en el proceso de la formación a todos los niveles: instintivo, emocional e intelectual. La experiencia personal con el medio que le circunda estimula el desarrollo de los centros junto a la capacidad espacial.
En la medida que la presencia o atención del individuo se halla más concentrada en el momento de recibir los estímulos exteriores, las huellas que dejan son más vivas en las memorias de los centros.
¿Cómo se forman los conceptos? ¿Cómo surge la actividad intelectual en un niño?
Este centro inicia principalmente su desarrollo junto al aprendizaje del habla. El lenguaje es un elemento básico de la representación conceptual. La construcción de los conceptos es una aplicación intelectual o mental de la palabra. La conciencia del infante relaciona los objetos, acciones,… con la palabra-concepto que los define y los almacena en la memoria.
Etimológicamente, intelecto proviene del latín “intellectus”, se define como “leer dentro”. Nadie puede utilizar una idea, un concepto,… si antes no lo depositó en la memoria.
El proceso intelectual es similar a las anteriores funciones comentadas someramente. A través de los sentidos recibe la información del objeto y el niño aprende a conceptuarlo.
En este sentido el infante añade progresivamente una función conceptual o intelectual a todo aquello que le rodea, elabora una relación suplementaria a las funciones: instintiva emocional y motora.
El niño paulatinamente aprende a interpretar, ordenar y coordinar estas palabras-conceptos a medida que domina la lengua materna, con este mismo aprendizaje elabora la función del pensamiento. Pensar, razonar, recapacitar, especular, justificar, condenar, enjuiciar,… son una gran cantidad de acciones del “Pensamiento”, propias del centro intelectual.
Es destacable reseñar que la mayoría de los niños en principio hablan consigo mismo. Este hecho nos indica que el infante articula sus pensamientos en voz alta, hasta que lo interioriza y se convierte en la conocida charla interior o mental.
Esta función ahonda el aprendizaje del párvulo con el dominio de la lectura, escritura y demás materias que a lo largo de su escolarización se incorporan en su formación intelectual.
Epistemológicamente[1], el conocimiento o entendimiento de lo Real o Verdad adquirido por el intelecto está limitado por sus características intrínsecas. Éste fue fuente de estudio a través de los siglos por la filosofía hasta nuestros días con más o menos acierto.
En un capítulo posterior dedicado a la mente, por ser una propiedad de todos los centros, se profundizará sobre este hecho. Sin embargo, se enumera algunas de ellas como fuente de reflexión.
  •  El intelecto depende de los sentidos para elaborar sus conceptos.
  • La capacidad de representación sensorial es anterior a la confección de los conceptos. Por ejemplo, una persona nacida invidente tiene serias limitaciones en la reproducción de perspectivas espaciales o imágenes mentales, sin embargo, su desarrollo intelectual a partir de cierta edad es comparable a cualquier otra. En el caso de niños nacidos sordos, su incapacidad auditiva les imposibilita la reproducción de sonidos a nivel mental. Sin embargo, una vez superada la dificultad de adquisición del lenguaje de signos y el registro escrito de la lengua, su desarrollo intelectual o de representación conceptual es equiparable a cualquier persona.
  • La atención del sujeto es primordial en el momento de la recepción de la información. Ésta se recibe de forma multisensorial.
  • El entendimiento intelectual de la realidad que se presenta en un momento dado depende de la información acumulada y comprendida anteriormente.
  • Esta comprensión o abstracción obedece al uso adecuado (recurso de la inteligencia) de la información recibida junto a la capacidad de recordar y seleccionar lo que existe en la memoria.
Se expone un ejemplo de cómo se forma un concepto para estimular la comprensión del lector desde otro ángulo.
Un individuo halla en un lugar un objeto jamás visto anteriormente. No reconoce la forma, ni el material que lo compone. La textura es incomparable con lo conocido por él. Desconoce su función, con qué otros objetos se relaciona, hasta su color es extraño por no tener referencias.
La persona con el objeto en sus manos, lo puede visualizar, oler, saborear, verificar si emite un sonido. La experimentación sensorial le permite un conocimiento de él, sabría reconocerlo, imaginárselo. Lo llamará “la cosa”.
Sin embargo, ¿Cómo lo definirá a otra persona? Deberá recurrir a los conceptos almacenados en la memoria y le dirá que lo vio, cogió,… pero lo describirá de forma imprecisa, difícilmente su interlocutor podrá cabalmente representárselo con una imagen o hacerse una idea.
El conocimiento intelectual acarrea esta limitación propia del lenguaje o capacidad conceptual, se circunscribe a él.
En cambio, lo puede dibujar, elaborar planos, realizar una escultura, maqueta, según su memoria sensorial si su representación es fiel al objeto, su interlocutor lo visualizará, formará una imagen mental.
Esta reproducción en el “espacio psicológico” de la persona es propia de la facultad de la imaginación, muchas veces confundida o asimilada erróneamente al intelecto. A partir de esta imagen se concebirá un concepto.
Recapitulando: El niño, según la atención prestada, almacena imágenes, sonidos, texturas, olores,… información suministrada por los sentidos sin atribuirles conceptos. Progresivamente, a medida que aumenta el dominio del habla aprende a idealizarlos, estructurarlos, le atribuye calificativos, propiedades,… a realizar juicios, elaborar razonamientos. A través de la palabra-concepto el intelecto dispone de los recursos para pensar y realizar todas las actividades que le son propias.
Sin embargo, esto no sería posible hasta que el infante no aprehende a relacionar debidamente el objeto, su representación sensorial, con la palabra o acción verbal que lo define. Esta comprensión es una actividad de la inteligencia del niño.
El razonar es una actividad que relaciona conceptos entre sí con más o menos fortuna. Esta correspondencia se establece a través de operaciones que dan lugar a ideas, juicios, prejuicios, opiniones, creencias, valoraciones, decisiones,… y conforman la base del conocimiento intelectual.
Los modelos del pensamiento más utilizados son los esquemas: deductivo, inductivo o borroso.
Los seres humanos difícilmente piensan y elaboran sus juicios de forma rigurosa, sometiéndolos a unas reglas objetivas. La validez de una argumentación depende de la corrección de las relaciones formales, lógicas, que se establecen entre las premisas o conceptos utilizados y si estos son verdaderos o no.
El trabajo sobre el centro intelectual se fundamenta precisamente en observar, descubrir y conocer por sí mismo el cómo se procesa el pensamiento.
Por ejemplo: Observar, atraer sobre sí la atención de forma natural y espontánea:
·            Qué factor psicológico: Personalidad, Ego o Esencia motiva un razonamiento o discurso intelectual.
·      Si lo que se piensa (construcción del juicio) se fundamenta sobre una base real, los conceptos utilizados corresponden a la realidad.
·              Ver si las relaciones que se establecen entre ellos es formal, correcta,… inteligente.
·         Finalmente, si la conclusión es digna. Se reviste de valores humanos. Está presente el respeto por los demás. Es honrada, consecuente con la acción y el sentir una ética formal, universal. Por el contrario, responde a unos intereses egocéntricos, pasajeros y circunstanciales.
El auto-conocimiento implica una actitud reflexiva, experimental, de cómo se ejecuta todas estas actividades intelectuales.
Responder sobre la base de la vivencia personal a la pregunta ¿Qué pienso? ¿Qué o quién causa los pensamientos? ¿Cómo dirigir el proceso del pensar a un estado de equilibrio, lucidez y serenidad?
El conocimiento de sí encamina al individuo a pensar por sí mismo.
Aprender a pensar por sí mismo implica liberar el pensamiento de las ideas ajenas, prestadas o, incluso, impuestas.
Las operaciones intelectuales más utilizadas en la elaboración del “Pensamiento” son:
·                Asociación.
·                Comparación.
·               Diferenciación, discriminación.
·               Ordenación, clasificación, valoración.
La asociación.
Esta operación elemental encadena consecutivamente conceptos, ideas, juicios, recuerdos,… entre sí. Elabora razonamientos, genera conclusiones, ideas o conceptos más complejos. La asociación o relación de ideas es una acción básica del aprendizaje y formación intelectual.
La asociación es un ejercicio mental de relaciones entre aquello que existe almacenado en la memoria, igualmente con lo que percibe con los sentidos. Por ejemplo: clasifica, enjuicia, valora, etc.
Las relaciones o asociaciones son innumerables. Las hay de dependencia, pertenencia, proporción, analogías, concordancia, color, formas,… Muchas de ellas se rigen por un sistema formal. Otras son producto de la experiencia personal y son completamente subjetivas.
Según la intencionalidad se distinguen dos tipos de asociaciones:
·      Aquellos razonamientos deliberados que se realizan de modo voluntario. Es la misma acción de pensar con cierta atención, existe la intención de llegar a una conclusión.
·             El pensamiento difuso o mecánico, cuando no existe un propósito particular en el proceso del pensar. Sin embargo, las ideas continúan su flujo sin una auténtica voluntad de relacionarlas. Es una actividad inconsciente e irracional del centro intelectual.

      En una práctica de meditación la persona evidencia como sus razonamientos se hacen difusos. En la pantalla mental se enlaza una serie de pensamientos sin intencionalidad ni coherencia, se mezclan conceptos, recuerdos, hechos cotidianos, planes de futuro, miedos, etc. Algunas personas las llaman ensoñaciones.
En unos casos, estos movimientos del pensamiento se realizan por asociación, estableciendo nexos más o menos lógicos y, en otros, de forma irracional.
La comparación.
Este mecanismo es un elemento básico de la composición intelectual, un importante recurso en la educación de este centro.
Comparar se define como examinar varios elementos entre sí con la intención de establecer sus semejanzas y diferencias. Por ejemplo: En un supermercado se necesita un artículo. Se compara su calidad-precio y se escoge el que más interesa.
En esta acción se hallan implícitas dos operaciones: la asociación entre conceptos u objetos para establecer las semejanzas y la diferenciación para determinar las discrepancias.
También es una figura utilizada para subrayar las características de una entidad (objeto o persona) identificándola con otra más conocida, para dar una idea viva y clara de la primera. Ejemplo: Este hombre tiene una voz como Frank Sinatra.
Esta operación está muy arraigada tanto en los procesos del razonamiento como en la expresión hablada. En muchos casos es un recurso muy descriptivo que ayuda considerablemente en la comunicación, la confección y fijación de ideas. Sin embargo, se puede evidenciar por experiencia como se utiliza en muchos ámbitos que resulta inapropiada e inoportuna.
Por ejemplo: Se comparan miembros de una misma familia, hermanos, cuñados, yernos. Se realiza esta acción entre pueblos, sociedades, los compañeros, las amistades, etc. En educación, se comparan los alumnos entre sí, los colegios, los sistemas educativos, los profesores.
Las comparaciones, dicen, son odiosas, porque son un operador usado fuera de su contexto, empleado de forma incorrecta en la elaboración de conclusiones. La comparación sirve de elemento de humillación, de desprestigio, crítica,… En su caso opuesto de alabanza, lisonja, adulación, exaltación.
Este mecanismo mental requiere un eje de referencia. Las comparaciones son concebidas por una forma de pensar y sentir determinada por la experiencia personal, los intereses y los conocimientos adquiridos. Por ejemplo: la idea moral, que establece lo que es bueno o malo. Cada individuo ejerce su moralidad comparando las conductas propias o ajenas según estos criterios. Se juzga, valora, a las personas o sus actos a la medida de las creencias religiosas, a las referencias de su moral. Lo mismo sucede con los criterios de belleza, justicia, libertad, amor, etc.
La comparación es fuente de dualismo mental y relativismo. Las posiciones mentales de condena, rechazo, o justificación, excusa, utilizan con frecuencia este mecanismo para armarse de “razones” a la hora de actuar.
Muchos individuos se comparan a sí mismos con los demás con suficiente asiduidad que generan complejos de superioridad o inferioridad.
El compararse con el/la compañero/a, amigo/a, hermano/a, vecino/a… conlleva un desasosiego íntimo. Ésta encubre el resorte secreto (inconsciente) de muchos conflictos o rivalidades. El razonamiento impropio generado por este mecanismo es fuente de sufrimiento. Una gran cantidad de elementos subjetivos se refugian en ella. Por ejemplo: la envidia, los celos, la intolerancia.
La comparación está continuamente presente en muchos individuos. Es oportuno observarla atentamente, ver como guía el razonamiento hacia ámbitos inadecuados, injustos,… establece valoraciones falsas. El auto-cuestionamiento es una acción que predispone al estudiante a conocerse a sí mismo, revisar objetivamente cómo utiliza esta operación intelectual.
Diferenciación, discriminación
Se define diferenciar, discriminar, diferir como la acción intelectual de establecer una diferencia, separación o distinción entre dos objetos mediante el cotejo o la comparación.
Mediante la diferenciación se distinguen las ideas, creencias, opiniones, los conceptos, proyectos, objetos… todo aquello que nos rodean. Desde el intelecto es una operación comparativa y separa las cualidades que hace de un objeto único y particular.
Este mecanismo es indispensable en el aprendizaje intelectual, permite separar o distinguir entre “el Todo y sus partes”, “las causas de sus efectos”, “Lo general de lo particular”, etc.
En algunos casos, la diferenciación es obvia, evidente y sólo requiere atención u observación sobre los objetos comparados, por ejemplo, entre una naranja y una manzana. Sin embargo, en otras, son producto de un estudio y análisis intelectual, por ejemplo entre unos informes judiciales: unos elaborados por la acusación y otros por la defensa.
Esta operación básica, en muchas ocasiones, sale fuera de la órbita de la inteligencia y su acción se aleja de lo justo, correcto y objetivo.
En muchas ocasiones, los individuos discriminan, realizan diferencias de diversa índole sobre otros individuos, tal como sucede con la xenofobia, el racismo, etc. donde éstos son desprovistos de sus derechos elementales.
Este operador del razonamiento utilizado de forma improcedente se convierte en un arma de la dialéctica del egocentrismo. El rechazo, el trato vejatorio,… entre seres humanos basado en la diferenciación interesada es una justificación intelectual que acarrea las más horribles pesadillas al ser humano.
Estos mal-usos de las operaciones intelectuales generan injusticias, sufrimiento y elaboran todo tipo de actitudes que son indignas del género humano.
Clasificación; Ordenación; Valoración[2].
Estas acciones de organización intelectual se coordinan con las distintas operaciones tratadas anteriormente. El intelecto a medida que recibe la información de los sentidos le asigna el concepto que la define. Después estructura este último junto con los conocimientos adquiridos en la memoria.
El intelecto según asimila los conceptos constituye relaciones entre ellos en su afán de comprender todo aquello que le rodea. Esta distribución de la información conlleva una clasificación de los conceptos, se agrupan según unos criterios o propiedades.
Estas estructuras pueden ser tanto objetivas o subjetivas.
Ejemplo: Si se ordenan formas geométricas según el número de lados se tendrán: Triángulos, cuadriláteros, pentágonos, hexágonos,… Esta agrupación y ordenación es objetiva, universal. Sin embargo, una persona puede clasificar, valorar y ordenar subjetivamente las obras literarias que ha leído según sus preferencias.
El intelecto no sólo valora y clasifica conceptos, también lo hace con las experiencias, emociones, los apetitos, deseos,…
La clasificación de objetos a través de sus correspondientes conceptos acarrea una escala de valores. Esta escala establece una ordenación de los elementos de una clase o colección. Por ejemplo: Los objetos pueden ser considerados de interés o no. De éste se deriva una apreciación del objeto que evaluado junto con otros generan una ordenación.
Todos los niños que acceden a una educación intelectual reglada, a cierta edad aprenden a realizar resúmenes y esquemas sobre un texto. Estos ejercicios intelectuales se encaminan a estructurar los conceptos. La clasificación responde en un orden concreto según el concepto o idea sea valorado como relevante o no. Este adiestramiento del pensamiento proporciona al alumno una mayor comprensión intelectual de lo estudiado y un registro en la memoria más firme, claro y duradero. La capacidad creadora de la inteligencia contribuye a este proceso.
Estas estructuras y mecánicas de organización de los conceptos son muy útiles en el aprendizaje del infante. La clasificación, ordenación y valoración son actividades mentales indispensables en la formación intelectual del ser humano. Sin embargo, los criterios de organización de la memoria intelectual y sus prioridades varían a medida que un niño crece. Principalmente, los cambios son debido a que los intereses, las influencias, relaciones, necesidades,… se transforman a lo largo del tiempo.
Estas construcciones mentales determinan criterios de selección. Un individuo selecciona según valora cada uno de los elementos o alternativas de un conjunto.
Por ejemplo: Un joven pretende eligir unos estudios universitarios. Para ello, requiere por un lado, disponer de amplia información sobre cada una de las carreras que puede estudiar.
Por el otro, tan importante como el anterior, poseer un conocimiento de sí con respecto a las motivaciones, facultades, limitaciones,… que lo caracterizan.
Finalmente, prestar la atención debida al conjunto de la información y establecer los criterios adecuados de clasificación, valoración y ordenación de las alternativas para no errar en la selección.
La clasificación, ordenación y valoración, principalmente intelectual, son el origen de muchas actitudes, formas de pensar y sentir de la personalidad. Éstas sirven de justificación a los elementos subjetivos para reafirmarse.
Por ejemplo: Reflexione el lector sobre “el fundamento” de los gustos o aversiones que   acarrea en la existencia. El ser humano fija sus preferencias en base a estas estructuras mentales localizadas en la memoria según su experiencia personal.
Estas preferencias o criterios de selección se harán en función de lo conocido y surgen de un centro o de una combinación de ellos. Un criterio puede tener un trasfondo intelectual, emocional, motor, instintivo o sexual. Sin embargo, éste no se elabora, en muchos casos, junto a un proceso de reflexión íntima. De esta falta de presencia emana el error.
La persona selecciona aficiones, objetivos,… y elabora un plan de actuaciones para disfrutarlos o conseguirlos. Desde los criterios de valoración y clasificación de los conceptos, el individuo establece o justifica prioridades, amistades, pareja, estudios, viajes, creencias,… todo aquello que realiza en la vida.
Bajo la perspectiva del auto-conocimiento, con la observación de estos procesos intelectuales, se evidencia cómo se utilizan. Si los criterios de evaluación son apropiados, justos y objetivos o si carecen de estas cualidades. Cuando estos mecanismos son utilizados por elementos subconscientes, el resultado se convierte en una complicación de la vida. En muchas ocasiones, el individuo valora de forma ilusoria la realidad, la clasifica con criterios inadecuados y sus acciones equivocadas acarrean sufrimientos a los demás y a él mismo.
Muchas personas clasifican y/o valoran a las demás o sus acciones dependiendo de criterios subjetivos, incluso, impropios del ser humano.
Conclusión.
El conocimiento de esta función conlleva el prestar atención cabal a “el cómo se utilizan” todos los contenidos de la mente. Es primordial que el ser humano empiece a usar esta poderosa herramienta con discernimiento. Toda persona aprenda a pensar por sí misma, objetivamente. Se conciba cada operación psicológica desde el principio de la inteligencia práctica y de los valores humanos.
La personalidad, en muchas ocasiones, usa mecánica o automáticamente el intelecto. Muchos individuos piensan sin estar presentes a las causas que motivan los razonamientos ni a las consecuencias que éstos puedan acarrear en la existencia una vez elaborados.
El pensar sin un proceso de reflexión íntima arrastra una gran cantidad de decisiones y posteriores acciones erróneas en el momento de afrontar los eventos y las relaciones humanas. Toda concepción intelectual equivocada se encuentra íntimamente ligada a una percepción ilusoria o superficial de la realidad.
La causa del error se halla en la psiquis del ser humano, el cual carga en su interior elementos subjetivos (el factor Ego) que controlan el proceso del pensamiento desde el subconsciente.
El lector puede observar en el estado de vigilia como, en algunas ocasiones, surge un encadenamiento involuntario de conceptos o ideas. Estos encaminan al entendimiento de la persona hacia una conclusión o forma de pensar particular. Cuando se presta la debida atención a este proceso aprehenderá por sí mismo como el factor Ego manipula la verdad de los hechos en función de su interés o condicionamiento.
Sirva de ejemplo como muchas personas se sienten defraudadas o sorprendidas en las relaciones humanas por esta razón.
Con una atención cabal, una persona puede percibir como el miedo, rencor o los celos,… selecciona los eventos que le interesan y construye una realidad aparente de los hechos para justificar sus propósitos o condenar los ajenos.
La falta de presencia en la elaboración del pensamiento es una pauta del comportamiento de la persona que lo conduce a la ignorancia. Le impide captar de forma directa el “porqué y el cómo” pienso.
El auto-conocimiento incide en la oportunidad de atraer a la mente del individuo “Humanidad” y ser un ejemplo de ella. Es necesario aportar a la función intelectual valores del corazón o humanos, tal como son la lucidez, tolerancia, paciencia, humildad, sencillez, el amor,… Esta actividad de la conciencia reconduce la esfera del pensamiento a una órbita objetiva. Una forma de pensar consciente cimentada en la realidad de los hechos y la experiencia directa.
Es obvio que el ser humano requiere desarrollar un sentido único de responsabilidad ético tanto en la forma de pensar como en el sentir y actuar.
El individuo por falta de conciencia conduce al intelecto a un mal-uso o abuso de sus recursos. Esto acarrea un perjuicio a la persona en dos sentidos:
·        Por un lado, es una fuente de errores, malentendidos, conflictos y frustraciones,… que arrastran consecuencias negativas en la existencia de la persona y son causa de dolor.
·      Por el otro, merma su capacidad intelectual. Con el abuso se daña las partes más sensibles de su estructura cerebral, atrayendo con el paso del tiempo, dolores de cabeza, desequilibrios y posibles enfermedades neuronales o mentales.
Por ejemplo, una tendencia muy común del ser humano es generar constantes preocupaciones.
Un evento desconocido, unas palabras incomprendidas, una situación de incertidumbre,… provoca en la mente de la persona desasosiego intelectual. El individuo piensa de forma reiterativa sobre el asunto, le da muchas vueltas. Existen ocasiones, cuando los pensamientos son pesados se siente una presión en el cerebro. Preocupaciones, consideradas graves, afectan al estado emocional, incluso se establece un nerviosismo que acompaña la persona en todo momento, incluso altera el sueño.
Todas estas reacciones por esta causa son un indicativo de un uso erróneo del centro intelectual.
Más adelante, se expondrá técnicas y prácticas de meditación para resolver problemas y disolver las preocupaciones. Su aplicación conduce a la persona a establecer serenidad y equilibrio en la mente.
Otros ejemplos: Cuando un estudiante descuida su preparación a un examen hasta el último momento. Inicia un atracón de horas interminables delante de los libros, a base de cafés, se levanta un dolor de cabeza por lo que se recurre a analgésicos y se continúa forzando el intelecto. Estos excesos son un claro abuso de esta función.
Igualmente, ciertas personas en su empleo o por afición permanecen muchas horas delante de un ordenador, cuando gozan de tiempo libre siguen delante de una pantalla o un libro, a pesar de sentir la cabeza cargada y sufrir de falta de concentración.
Cuando la atención se concentra en una actividad intelectual durante un tiempo considerable, el instinto le indica que es el momento de descansar. Los síntomas más comunes son: una progresiva falta de concentración, cansancio, la cabeza pesada. Si la persona sabe escucharse, está atenta a los avisos de su cuerpo, descansa, cambia de actividad. Una vez reposado, la persona puede volver a su labor anterior.
El ser humano requiere equilibrar su actividad intelectual junto a las demás funciones. La consecución de este objetivo se expondrá más adelante, una vez se hallan desplegados los contenidos de todas las funciones en este capítulo.
El estudio del centro intelectual empieza con la observación serena de su actividad, tanto en la meditación como en la vida diaria. En estos momentos donde la serenidad envuelve la mente se evidencia como los elementos subjetivos se expresan en todo su realismo desde el subconsciente.
El estado de presencia, reflexionar con el corazón,… son claves que se desarrollarán a lo largo de este tratado. Estas claves son indispensables para el desarrollo de la conciencia superlativa del Hombre y adquirir el conocimiento de sí.
 
   La mayoría de los temas expuestos en este blog se hallan en estos dos tomos de esta obra, ampliados y corregidos. Más adelante, se editarán más volúmenes donde se desarrolla con más profundidad este curso de autoconocimiento y meditación, cuyos capítulos también se irán colocando en el blog. 
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    Para más información, en este mismo blog en la primera entrada del mes de diciembre de 2020, o en las misma página de Amazon.

[1] Epistemología: Ciencia que estudia “la teoría del conocimiento”. Se ocupa del cómo se adquieren los conocimientos científicos u objetivos. De los criterios de su validez.
Ø          Clasificar: Reagrupar según un criterio por clases. Ej. Se clasificó para los Juegos Olímpicos.
Ø          Ordenar: Establecer prioridad, número de orden en un conjunto. Ej. (1, 2, 3, 4,...)
Ø          Valorar: Asignar un valor. Ej. (del 1 al 10), este objeto vale 20€.

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