jueves, 28 de agosto de 2014

El centro instintivo.
Introducción.
La función instintiva se asocia con el sistema nervioso autónomo o vegetativo y el hipotálamo junto a otros componentes que pertenecen a una estructura fisiológica compleja. El centro de gravedad psíquico se halla en la parte baja de la médula espinal. Normalmente, este opera sin un control racional y es clave para la supervivencia del organismo. El instinto trabaja de forma estrecha y coordinada con las funciones motora y sexual, estos comparten varios elementos en su constitución biológica.
El instinto se define como un conjunto de propiedades, funciones y pautas fisiológicas que se transmiten genéticamente, y que contribuyen a la preservación de la vida del individuo y de la especie. Este es innato; La supervivencia o conservación de la vida del organismo se rige por ella misma y sus características. Es decir, ésta requiere por definición auto-mantenerse (homeostasis) y el individuo que la disfruta, igualmente, necesita cuidar de ella si no desea perderla. La palabra instinto proviene del vocablo latino “instinctus” que significa “lo que te instiga de dentro”.
En el ámbito psicológico, este centro es poco conocido. Sin embargo, desde la perspectiva del bienestar integral es indispensable prestarle la atención debida para advertir cómo se desenvuelve y aprehender sus propiedades. El ser humano por su inconsciencia influye sobre él de forma inapropiada, altera su funcionamiento natural, provoca efectos indeseables para su salud y erosiona sus asientos vitales.
Este centro se halla presente desde el primer momento de la concepción. El gameto fecundado posee las claves de la vida y estas se desarrollan con una precisión asombrosa hasta la formación completa del futuro bebé. Este proceso de la construcción del ser humano se halla bajo la dirección de este centro. Por consiguiente, en el momento del nacimiento, este centro está prácticamente desarrollado[1] y en los primeros años, el instinto es el eje primordial de la existencia del niño. Este es inherente a la vida. El bebé respira, llora, tiene hambre, mama, digiere,… y, según pasa el tiempo, todas sus experiencias y acciones quedan registradas en el subconsciente.
Cuando este centro no opera correctamente, de modo inmediato, surgen los problemas de salud. El estudio de esta función es vital cuando el estudiante anhela establecer una constitución psicológica que respete el equilibrio de su propio organismo y disfrutar de una vida saludable. El conocimiento de su buen uso evita errores y descuidos que provocan el deterioro del cuerpo y acarrean enfermedades.
El centro instintivo.
El instinto orquesta todos los mecanismos biológicos y recursos vitales necesarios para mantener vivo y sano al organismo. De esta manera, el ser humano desempeña las tareas y actividades que le son propias sin ocuparse directamente de sus constantes y funciones vitales. Por ejemplo: Una persona está sentada cómodamente en su sofá, lee tranquila un libro que le emociona. Paralelamente, el centro instintivo gestiona, la respiración, hace media hora que terminó de comer, por lo tanto, está digiriendo; Sostiene una taza de café con la mano y toma un trago de vez en cuando, al mismo tiempo, escucha música. Todo esto se procesa sin la intervención del pensamiento. Uno no se ocupa de modo voluntario ni racional de recibir y enviar señales hacia los pulmones, bronquios, corazón, estómago, intestinos, vesícula biliar y un largo etcétera. Todo esto es controlado por la función instintiva.
Este centro se encarga: Del aparato respiratorio, sistema endocrino, digestión, sistema excretor, circulación de la sangre, sistema inmunológico, de los sentidos y las sensaciones, etc. Esta función asume todas los procesos bio-químicos del organismo, es autónoma, automática e inconsciente. Esto significa que si alguno de sus componentes no funciona correctamente o sufre una agresión externa, el cuerpo humano se resiente en la medida de su importancia. Asimismo, este daño acarrea una reacción del estado psicológico, anímico, de la persona que afecta su modo de relacionarse con su entorno. El instinto está conectado a los demás centros o cerebros neurálgicos del sistema nervioso: El intelectual y el emocional.
Este centro se caracteriza principalmente por ser el arquitecto de la vida humana. El código genético de cada especie se halla depositado en las células reproductoras[2]. Una vez unidos los gametos, masculino y femenino, se despliega tanto el vigor como la inteligencia de la vida. Todas las características genéticas del futuro ser humano están presentes en el primer instante de la fecundación. La división celular construye los primeros elementos de la transformación biológica que, paso a paso, formará al futuro bebé. Esta acción vital y sabia de la naturaleza instintiva del Hombre es lo que se entiende en el auto-conocimiento como centro instintivo. Este último queda codificado en el huevo o zigoto, elabora el embrión, feto y, finalmente, al bebé. Esta función crea la vida y es su artífice, del mismo modo, que ésta desaparece cuando el instinto vital es incapaz de conservarla. Igualmente, es el eje de los instintos básicos de: Conservación de la vida, maternal, sexual y supervivencia que, en caso de necesidad, surgen del subconsciente.
A consecuencia que, desde el primer instante, la función instintiva impulsa la vida y la sostiene, ésta se aloja en el subconsciente o inconsciente[3]. Este hecho proporciona una estrecha relación entre ambos. El centro instintivo es parte del subconsciente de la psiquis del sujeto, son sus cimientos y sobre éstos se apoya toda la estructura psicológica del individuo.
“Hoy en día, sabemos que el bebé nace con un gran potencial y que está en las manos de sus padres el aprovechar de esa oportunidad en el proceso de maduración del bebé. Para que este potencial se desarrolle al máximo de la forma más adecuada y satisfactoria, el juego es la mejor manera de estimular a un niño. Además es importante que el niño este bien alimentado y se sienta cómodo. Los padres deben ir aprendiendo a leer el comportamiento de su bebé y a respetar sus necesidades.” (Rosina Uriarte Álvarez. Manual de estimulación temprana. Esos preciosos primeros años)
La relación entre el centro instintivo y el subconsciente.
La conducta humana elabora muchos patrones que responden a factores instintivos. Por medio de las experiencias, el sujeto asume comportamientos que son adoptados en origen por el instinto a través de la vía de los sentidos y las sensaciones. Este ignora que ciertas pautas son aprendidas por imitación o nacen de una progresiva alteración particular del instinto que se convierten en hábitos y, más tarde, se racionalizan. La persona piensa y siente que son opciones voluntarias, decisiones que él determina con plena autonomía. Sin embargo, estas se subordinan al entorno, no son libres y, mucho menos, conscientes.
Se expone un ejemplo para entender mejor este hecho: Un lactante se amamanta del pecho de su madre. Este puede hallar bienestar por tres causas:
  • Colme su necesidad de hambre.
  • El instinto de éste halle de su agrado tomar leche, porque esta última le gusta.
  • Asimismo, el contacto con el pecho y el cuerpo de la madre sea agradable.

Estos tres supuestos, pueden darse o no. Ciertos individuos rechazan tanto el alimento como el pecho, aunque esto no es lo común. En todo caso, los tres supuestos establecen una relación en algún sentido con la madre y el alimento. Todo lo concerniente a la alimentación del bebé forma parte de sus primeras vivencias, del mismo modo, que cuando se lava, viste,… mima o no. Este vínculo se crea a través de los sentidos y se registra en el subconsciente de los centros instintivo y emocional.
Para simplificar, se profundiza en el segundo supuesto. Si el niño pide más alimento del que necesita y su madre accede a una sobrealimentación, esto puede originar una alteración del instinto. A la larga, esta irregularidad se cristaliza en esta función como un hábito. Sin embargo, si ella no permite este exceso, el instinto del bebé se acostumbrará a una nutrición idónea, aunque llore durante un tiempo. De hecho, la estrategia del chupete es común para sustituir la sensación de amamantar o del biberón. En estos días, es frecuente ver a niños de corta edad con un peso excesivo. Una circunstancia producida por una alimentación inadecuada que se inicia en los primeros meses de la existencia y que altera el instinto con respecto a su equilibrio nutritivo.
A la inversa, un niño puede rechazar el alimento o perder su interés por él debido a alguna causa desconocida ligada al instinto. Sea por una carencia de sensación agradable de los alimentos que ingiere o una experiencia negativa en el momento de alimentarse: una indigestión, esté enfermo, el alimento le provoque un dolor por una malformación, etc.
Estas situaciones, más adelante, se modificarán o no a través de otras experiencias. Sin embargo, en el subconsciente dejarán una huella, con consecuencias o no, en la vida racional del sujeto.
¿Qué se deduce de estos hechos?
Uno concluye que, en los primeros años, la existencia del ser humano está íntimamente ligada al plano instintivo. Los sentidos y, por lo tanto, las sensaciones son la base de su relación con el mundo exterior y estas, a su vez, conforman su vida psicológica. El bebé y, más tarde, el niño perciben todo lo que le rodea, son sus vivencias y el instinto[4] lo registra en el subconsciente con una cualidad subjetiva de: Agrado, desagrado o indiferencia. Esto inicia una relación con el entorno sobre el fundamento de lo que gusta (satisfacción) o no (insatisfacción), origina emociones de la misma naturaleza que acomodan una conducta recurrente. Esta última se cristaliza en una pauta del comportamiento, normalmente, de aceptación o de rechazo. Cuando el niño empieza a hablar, éste asigna conceptos a sus vivencias, las racionaliza sobre esta base. Esto implica que progresivamente estas experiencias, gustos, disgustos, sensaciones, emociones,… se trasladan al intelecto: Se verbalizan y piensan. Según el infante crece, las prioridades, la educación, el entorno,… atraen su atención hacia otras necesidades y experiencias que pueden o no solapar, transformar u olvidar las anteriores en el subconsciente.
Esto conlleva una reflexión de la inherente influencia de este centro sobre la psiquis. El auto-conocimiento revela que muchas de las tendencias y carencias psicológicas del individuo se muestran y/o determinan desde la más temprana edad. Por ejemplo, aparecen defectos en niños de muy corta edad como: El egocentrismo, miedo, apego, la envidia, cólera, gula, impaciencia, los celos,… Éstos, cuanto más se manifiestan, más se arraigan en la parte subconsciente de la mente. Un infante de uno a tres años puede expresar celos o envidia de su hermano/a, padre o madre. Este observa que la atención y los cuidados se dividen o no son dirigidos exclusivamente a él y, por instinto de conservación, muestra su rechazo a que su madre los manifieste a otra persona.
Existen infinitas actitudes en los niños de esta edad que a pesar de no gozar de un soporte racional ni del lenguaje indican con determinación lo que desean. Muchos de estos comportamientos denotan una falta de valores humanísticos; Son respuestas instintivas, motoras y afectivas inconscientes, impropias de una conciencia humana que, por su condición, el niño carece. Estos defectos del párvulo, que se identifican como subjetivos y circunstanciales, generan errores en su conducta. Más adelante, cuando éste alcance la juventud o madurez tendrá que comprenderlos en un proceso de conocimiento de sí, en el momento que anhele un equilibrio psicológico en la existencia. Muchas de estas respuestas y vivencias se convierten con el paso del tiempo en un condicionante solapado e ignorado por su propia personalidad.
“Estas experiencias tempranas tienen efecto de por vida. Aun cuando el niño no recuerde lo que en realidad pasó y le falten palabras para darle forma en su mente, la sensación perdura. Aprende que puede contar con la gente o que no puede; que se le permite intentar hacer cosas, o que estará constantemente impedido. Estas particularidades persisten y se fijan en el ser como parte de la personalidad”. (Su niño de uno a seis años. Departamento de Salud, Educación y Bienestar de EEUU. Richard H. Granger.)
Paradójicamente, el mismo niño, en otros instantes, se comporta con unos atributos éticos admirables, demuestra: Ternura, generosidad, sensibilidad, humildad, gratitud, tolerancia, sencillez,… Todos estos valores pertenecen a un orden de conciencia superior y universal; Facultades esenciales y propias del Hombre, lejos de los instintos y de la inconsciencia.
Estas dos naturalezas conviven en el párvulo y, según las circunstancias son propicias, se expresan en él. El instinto es un centro que rige su función de forma automática, inconsciente y recurrente. Estas propiedades son necesarias para la gestión de todos los procesos vitales del cuerpo. Sin embargo, las respuestas irreflexivas y subconscientes no son apropiadas ante los complejos entresijos de la existencia y la convivencia en sociedad. Esto implica una educación revertida sobre los aspectos universales y valores éticos que son intrínsecos de la Esencia del Hombre y que todo recién nacido carga en su interior[5].
Esta falta de educación y conocimiento de la función instintiva genera, en muchos individuos de diversas edades, graves problemas de salud y desequilibrios psicológicos.
La desnaturalización del instinto.
Existe una relación directa entre: El instinto, subconsciente y la dependencia tanto física como psicológica a ciertos hábitos que se arraigan en el individuo que los ejerce. Es decir, una vez que éstos se instalan es muy difícil abandonarlos. Estas conductas tienen el grave inconveniente de deteriorar el organismo y condicionar la existencia de la persona. El consumo de: Tabaco, alcohol, estupefacientes, sobrealimentación o trastornos de ésta, etc. crean adiciones o conductas que se subordinan a las sensaciones y los apetitos. Estas pautas se originan en el centro instintivo y se enraízan en la zona subconsciente de la mente. Aunque la persona inicie su consumo por una causa vinculada a otro centro o se atribuya a elementos ambientales y sociales. Por ejemplo debido a la imitación, los estados emocionales o las ideas preconcebidas[6].
Se expone el caso del tabaco. La nicotina es una droga que en sí misma crea una adicción, la cual es superada por muchos individuos, mientras que otros se sienten incapaces de conseguirlo. ¿Cómo se asienta esta dependencia? Ciertamente en la primera calada a un cigarrillo, el instinto reacciona con un rechazo claro al humo. Este centro se encarga de avisar que lo consumido es nocivo; Advierte que los pulmones no están dotados para respirar el humo ni la nicotina y demás componentes que se hallan en un pitillo. Sucede lo mismo cuando uno respira la humareda que sale del tubo de escape de un viejo camión. Si uno repite dicha acción llega un momento que el centro instintivo se adapta. El acomodo de esta sustancia en el cuerpo implica una desnaturalización de esta función. Este hecho significa que el instinto modificó ciertos mecanismos biológicos para aceptar esta sustancia. Esto se registra en el subconsciente. La realidad es que cuando hay adaptación orgánica a un compuesto, paralelamente, se inicia una dependencia que al principio es pequeña o imperceptible y aumenta con el consumo. Eso significa que la sensación de bienestar que pudiera uno sentir a través de la ingesta de nicotina se ha convertido en una necesidad. Esta última es la adicción que la persona sufre. La singularidad de este proceso es que difícilmente se estabiliza. Según uno la consume, la necesidad es mayor, por lo que la dependencia se incrementa. Esto se configura como un ciclo donde la persona precisa cada vez más nicotina para sentirse satisfecho. La prueba es que muchos sujetos sólo quieren consumir un determinado números de cigarrillos. Sin embargo, éstos fuman más de lo que desean. Del mismo modo que muchas mujeres embarazadas quieren renunciar al tabaco por recomendación facultativa pero no lo hacen. El fumador pierde voluntad y libre albedrío ante el desequilibrio instintivo que él mismo ha provocado. La adicción impide a muchas personas dejar de fumar a pesar de las graves consecuencias que éstas padecen por esta circunstancia, incluso con el riesgo de perder la vida.
Esto mismo sucede con el alcohol o la ingesta habitual de exceso de comida porque el instinto previene cuando hay que parar de comer; Ocurre igualmente, con los potentes narcóticos (cocaína, heroína,…) que tienen la propiedad desde el primer momento de alterar los estados de conciencia y los centros fisiológicos. Estos reducen la capacidad de reacción del instinto. Aunque una vez que se disipan sus efectos, éste indica netamente que la sustancia ingerida crea un perjuicio a nivel biológico y psicológico. Esto se conoce como: Las resacas, pérdidas de apetito, los lapsus de memoria, la ansiedad por volver a tomarla, el trastorno del sueño, etc.
Cuando una persona modifica voluntariamente la función instintiva que rige el equilibrio biológico del organismo, ésta acarrea una complicación de la existencia. El individuo altera por medio de un abuso o mal-uso su armonía orgánica y psicológica. Este hecho, en algún instante, se transfiere a la vida cotidiana. Cuando la búsqueda y disfrute de una sensación se repite, esta actitud termina siendo una costumbre y se asienta en el subconsciente. En muchos casos, los razonamientos, sentimientos y la voluntad de volver al estado primitivo no son suficientes. Para superar una adicción, la persona precisa de una gran determinación, comprensión de sus causas reales y consecuencias; Finalmente, de ayuda externa dirigida por profesionales. Esto lo experimentan todos los sujetos afiliados a la asociación de alcohólicos anónimos y centros de rehabilitación de drogodependientes. Aun más, el peligro de volver a caer en el hábito nunca desaparece debido a que el subconsciente permanece alerta a la necesidad latente de esta sustancia en el instinto.
Los sentidos, las sensaciones y el instinto.
Asimismo, existe una gran cantidad de problemas de sobrepeso en un porcentaje creciente en la población Occidental. A pesar de las advertencias de las organizaciones de la salud, la determinación de las personas por controlar su apetito o seguir dietas, estas fracasan en su cometido. Muchas pierden peso y unos meses más tarde, lo recuperan, incluso lo aumentan. La base de estos desequilibrios reside en una carencia de conciencia y de atención cabal a cómo funciona este centro y su relación intrínseca con los sentidos y las sensaciones.
La sensación, a través de los sentidos, el gusto y apetito son alterados con facilidad por cualquier sustancia que uno ingiere y le gusta, atrae, aunque no sea adictiva. El proceso se produce porque uno lo toma reiteradamente y no presta la suficiente atención a que cada vez precisa de una cantidad mayor para alcanzar la misma satisfacción. Por ejemplo: el azúcar, el café, chocolate, etc.
Los gustos, sabores y olores[7], de igual modo que las cantidades, son culturales. Normalmente, estos se adoptan desde la infancia. Lo común es que al niño le guste y satisfaga la comida que con cariño elaboró su madre o la persona que lo crió. Al menos que ésta sea un desastre cocinando. Por dos causas:
1.        Estas comidas son las primeras que consume y el niño descubre los sabores a través de ellas.
2.        Este come todos los días, es decir, repetidamente la misma dieta. Esta sensación o sabor se registra en el instinto y, por lo tanto, en el subconsciente. El gusto del infante se familiariza a las comidas por adaptación ambiental que, en realidad, se constituye como un condicionamiento de las sensaciones.
“La importancia de la estimulación en esta fase de la infancia se pone de manifiesto en aquellos casos en que su ausencia (en niños abandonados y posteriormente adoptados, por ejemplo), provoca no ya retrasos en el desarrollo y adquisición de ciertas habilidades (del lenguaje, de aprendizaje, etcétera), sino determinados rasgos de carácter que persistirán en etapas posteriores”. (Tesina de María Eugenia Rubio. Universidad nacional de Rosario. Argentina)
El instinto de un bebé no está adaptado y, consecuentemente, reacciona de modo natural y espontáneo cuando detecta tanto un sabor intenso u olor desagradable. Poco a poco, este se adapta, lo común es que el niño rechace sabores fuertes, como el picante, lo amargo, ácido o agrió, salado y acepte o desee el sabor dulce y suave. Según el niño crece, los sabores se matizan, llega un momento que debido a la educación y experimentación se amplían. Un adulto debe ser capaz de comer aquello que le ponen en el plato. El instinto, a través del olor y sabor, indica si un alimento no se halla en estado de consumir.
A temprana edad, los niños adquieren hábitos alimenticios, sobre todo en aquello que aceptan o rechazan comer, basado en el capricho infantil. Si estos últimos no son rectificados a través de una formación inteligente quedan establecidos como manías que la misma persona adulta justifica con argumentos de todo tipo. Sin embargo, muchas de ellas son vistas por los demás como extravagancias, disparates, alimenticios que complican la existencia a la misma persona y a quien convive con ella. Incluso con el tiempo, estos hábitos inadecuados generan problemas de nutrición.
Esto conlleva a la reflexión sobre estos prejuicios que uno acarrea sobre la comida y que sustentan ciertos defectos de tipo psicológicos anclados en el instinto; Es necesario considerar la escasez de alimentos que sufre una gran parte de la humanidad y captar, humildemente, que uno en unas condiciones de vida de penuria abandonaría estos recelos alimenticios. Estos últimos se edifican por una carencia de instrucción de los sentidos, las sensaciones y una falta de necesidad real de comida.
El instinto de conservación de la vida y de supervivencia sobrepasa todos los condicionamientos y prejuicios elaborados por las experiencias sensoriales: Agradables o desagradables. En caso de extrema necesidad, el hambre impone al individuo sus propias pautas, las reglas del instinto. En estos casos, sólo los valores humanos y el auto-control guían al individuo a mantenerse digno e integro a la condición humana.
La relación entre centro instinto, sentidos y sensaciones es muy relevante en la existencia de la persona. El individuo percibe la vida a través de sus sentidos. Cuando un individuo carece de un sentido o está limitado, por ejemplo: la vista o el oído, tiene un impacto determinante en su existencia. Cada sentido proporciona una información valiosa de la realidad circundante. Las bases del conocimiento racional se establecen a partir de estos datos aportados a la mente. Si alguna vivencia, por ejemplo, dolorosa se enraíza en la memoria o el subconsciente, ésta afecta al instinto. Los sentidos crean las sensaciones que recibe la mente pero si interviene el recuerdo a nivel instintivo, éstas son falseadas y el juicio que la persona concluirá será erróneo. La interpretación de la realidad a través de unas sensaciones condicionadas por ciertas experiencias provoca errores de percepción en el sujeto. En muchas ocasiones, uno capta escenarios con sus sentidos, a partir de éstos uno piensa, razona y concluye supuestos que nada tienen que ver con la realidad. Uno se sorprende de cómo interpreta ciertos escenarios de la vida. Por ejemplo, muchas sensaciones se convierten en deseos, miedos, apegos,…
En este sentido, la meditación es una disciplina que restablece el orden y objetividad por medio de la comprensión de las sensaciones que son manipuladas por el pasado. Este tema se desarrollará más adelante por su importancia a la hora de instaurar una relación correcta y equilibrada con el mundo exterior y su influencia.
La carencia de conocimiento e instrucción sobre las sensaciones y los deseos pueden arrastrar a una persona a conductas compulsivas para la satisfacción a éstas. A las comentadas anteriormente se incluyen: El voyeurismo o mirón, la cleptomanía, ludopatía, nuevas tecnologías (móvil, Internet, video-juegos,…), etc. Todas estas pautas se inician por diferentes causas en cada individuo pero se tornan en un problema psicológico e, incluso en una patología. La desnaturalización de las sensaciones y de la misma función instintiva es una consecuencia de la búsqueda de satisfacción recurrente que se instala de modo automático. Una vez asentada acarrea una pérdida de control racional y emocional, asimismo de libertad e inteligencia práctica.
Diferencia entre el instinto y la intuición.
En muchos tratados se alude al instinto como sinónimo de intuición. Desde la perspectiva del auto-conocimiento estos son dos aspectos distintos tanto en origen como en la función que desempeñan cada uno dentro del ser humano.
La intuición se corresponde con el corazón. Esta emana de un conocimiento superior y transcendental de uno mismo y del mundo que rodea al individuo, en los últimos tiempos se denomina “Inteligencia emocional”. Este tema se ampliará cuando se profundice sobre los centros superiores del organismo. La intuición no es educada ni aprendida a través de un discurso ni puede ser impuesta. Es el resultado de un proceso de comprensión de la realidad del Hombre en sí mismo y de la adquisición de conciencia de la propia trascendencia. La intuición es la expresión de la inteligencia práctica y de los valores del corazón debidamente ejercidos como respuesta a una contingencia íntima o exterior.
En confrontación con el instinto, este último se relaciona con los principios biológicos, sistemas y respuesta programados por la propia vida para auto-mantenerse activos. Esto se ha descrito a lo largo del texto. La inteligencia de la vida o el instinto requiere ser respetado y, en el caso, que se precise ser reconducido o educado se debe recurrir a la intuición o inteligencia práctica. El discernimiento proporciona el adecuado equilibrio entre la necesidad y su satisfacción y la humanidad intrínseca que rige todo ser humano. El instinto se expresa para indicar que una comida será indigesta pero no revela que un compañero en el empleo acarreará un problema profesional. Este último conocimiento es propio de la intuición o corazonada.
Conclusión.
El estudio y equilibrio de este centro requieren de una observación sobre sí de calidad que adviene con una perseverante práctica. Esto es debido a que el centro instintivo se halla ubicado en la parte más subconsciente de la mente y para captar su acción independiente uno precisa de cierta habilidad en el manejo de la atención. Tal como se ha comentado a lo largo del texto persisten en la conducta personal pautas que se originan en esta función. Estas impregnan la personalidad, son asumidas por el sujeto de modo racional y justificadas con la propia lógica, incluso de modo sofisticado.
Por ejemplo: ciertos casos de intolerancia a la diferencia; Ataques de ira que golpean, incluso a las personas queridas; Impaciencia ante las necesidades fisiológicas que se precisan satisfacer (hambre, sed, cansancio, higiene, sexual,…); Reacciones propias del instinto que se denomina “irritabilidad (biológica)” por ser respuestas a elementos ambientales irreflexivas y automáticas que se alojan en el subconsciente. Asimismo ocurre en el ámbito psicológico y la percepción de falta de seguridad que uno vive con miedo, etcétera. Esto significa que parte de la estructura biológica causa en la psiquis inmadura una complejidad añadida en ella.
La carencia de reflexión íntima e inexperiencia del individuo propician el mal-uso o abuso de este centro que, paralelamente, precisa ser educado rectamente con un estado de atención cabal. La educación de este centro se encausa en la capacidad de la persona en controlar sus necesidades básicas y apetencias por medio de la inteligencia práctica. Por ejemplo, un niño de corta edad requiere aprender a manejar sus esfínteres para ir al cuarto de baño y abandonar los pañales. También, éste se concentra sobre sus apetencias y deseos y los padres se esfuerzan para enseñarse la moderación o renuncia, según el caso, y conductas dignas de la vida en convivencia. Esto no debería ocurrir en un adolescente o joven. Si las circunstancias lo requieren, éste precisa dominar su apetito en el caso que surge el hambre y no puede complacerlo en ese momento o cualquier deseo del instinto que sea inadecuado. Si una persona está en un buffet libre comerá lo que necesita con la moderación que le dicta el mismo instinto. Esta función observada con objetividad y la comprensión de sus carencias conlleva a la cualidad de la templanza. Una virtud propia de la sensatez que maneja debidamente la voluntad y no ejerce una represión o frustración en este centro. Con el tiempo, estas pautas represivas del instinto sin discernimiento producen problemas de tipo psicológico, como son las actitudes compulsivas anteriormente descritas.
Igualmente, sucede con el control sobre el sueño. Ciertos individuos duermen diez horas diarias y otros cinco; Unos se acuestan a las cuatro de la mañana y se levantan a los doce del mediodía de forma regular; Otros, por razones de trabajo, cumplen con turnos u horario irregular, lo que genera una pérdida de sueño o esté descompensado. De forma obligada por la situación personal o debido a una costumbre determinada por la propia satisfacción, éstas son causa o producto del mal-uso del instinto y acarreará sus efectos en algún que otro momento. En este sentido y en otros mucho más campos, la educación de este centro es indispensables para gozar de una buena salud y envejecer dilatando las reservas vitales que la sostiene. No prestarle atención al instinto es anticipar la debilidad física y el envejecimiento, deteriorar el sistema inmunitario y convertirse en una persona de riesgo a cualquier enfermedad.

 
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[1] Esto contrasta con los demás centros: Intelectual, emocional, motor y sexual. Estos empiezan su desarrollo a diferentes momentos de la existencia del niño. La primera función en registrar actividad es la emocional, poco a poco, sigue el motor. Cuando el cerebro del niño biológicamente madura capta los fundamentos del lenguaje y comienza la facultad de hablar y pensar, finalmente, será el turno de la actividad sexual con la pubertad.
[2] Los gametos sexuales hombre-mujer son confeccionados por el sistema reproductor del cuerpo humano, donde intervienen los centros sexual e instintivo.
[3] En este tratado, el subconsciente, inconsciente e infra-consciente se consideran sinónimos. Aunque en realidad son diferentes niveles de la mente que el individuo difícilmente observa dentro de sí mismo. Esto es similar a mirar hacia abajo desde la boca de un pozo, todo está oscuro. Estos términos indican diferentes profundidades del pozo. Sólo quien dispone de una capacidad de observación desarrollada puede percibirlos directamente.
[4] De conservación o de supervivencia. Estos son innatos porque están presentes en la constitución del cuerpo del bebé.
[5] Este apartado se desarrollará más adelante. La constitución psicológica del ser humano acarrea tres factores que se despliegan a lo largo de la existencia. Un factor que es múltiple en su constitución se identifica como: Defecto o carencia de tipo psicológico y se denomina en el auto-conocimiento como “ego”. Otro factor que identifica los incipientes valores humanos y se nombra como lo esencial o la conciencia del Hombre. Y, finalmente, un vehículo psicológico de expresión adaptado en el curso de la vida que es la personalidad.
[6] Frustración, búsqueda de experiencias, sobrepasar limitaciones, evadirse de una realidad, por satisfacción personal, diversión, etc.
[7] El sabor está, en un alto porcentaje, determinado por la sensación olfativa. 

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